sábado, 13 de abril de 2013

El éxito no depende sólo del esfuerzo


Fuerza y acción conjugadas. De ahí nace el esfuerzo. Muchos dicen que, administrándolo y canalizándolo adecuadamente, se consigue cualquier objetivo que nos propongamos.
Bueno, casi siempre…

1) El esfuerzo no garantiza el éxito

Comencemos por la lección más agria de las cinco. Porque, aunque admitamos que el esfuerzo es un componente que casi siempre está presente en las historias de éxito y que es uno de los más importantes, no es el único.
Junto al esfuerzo juegan otros factores. Entre ellos, la toma de decisiones oportunas yelementos que no podemos controlar, como el talento, el apoyo del entorno, etc.
Aquí tenemos algunos ejemplos de ésos últimos: El éxito no depende sólo del esfuerzo.
Hay veces en las que todos esos “elementos incontrolables” se alinean con el esfuerzo, haciendo más probable el triunfo. Otras veces, por el contrario, esos elementos juegan en tu contra.

2) Se puede lograr más con menos esfuerzo

La clave no es tanto CUÁNTO te esfuerces, sino CÓMO optimices ese esfuerzo. Para que éste dé los frutos que esperas has de:
  • conocerte a ti mismo,
  • saber lo que quieres,
  • tomar decisiones,
  • apegarte a ellas
  • y organizarte bien, muy bien (con descansos incluidos para recuperar fuerzas).
De esa manera, rentabilizas cada gotita de sudor que has empeñado en tu objetivo. Y, aun así, te encontrarás con otros “elementos incontrolables” y no previstos jugando a favor o en contra.
Por lo que habría que añadir algo a esa receta: flexibilidad. Ésta es necesaria para ir variando tu estrategia en función de cómo vayas evolucionando, para adaptarte a los cambios, para superar rápidamente los tropezones y también para sacar provecho de esos “elementos incontrolables” cuando juegan a favor.
Te pondré un ejemplo: Yo escribo a diario en este blog, pero no me esfuerzo todos los días lo mismo, con la misma intensidad. Unos días, porque no me sale y otros, porque no es necesario.
Entre las entradas que más aceptación han tenido, hay unas cuantas en las que puedo decir que me he esforzado bastante (leyendo sobre el tema, cuidando la redacción minuciosamente, etc.).
Pero hay muchas otras que han tenido éxito con un esfuerzo mínimo por mi parte.
Nota mental: No todos los días rendimos igual. Unos días estamos más inspirados, más alegres, más receptivos… o lo que sea. Y eso mismo le pasa a la gente. Aceptarlo y aprovecharlo hace que consigamos MÁS con menos esfuerzo.

3) Nada sustituye al esfuerzo

Ni la suerte, ni las ganas, ni la inspiración o el talento pueden reemplazar al esfuerzo personal. Quien quiere algo ha de pagarlo con su esfuerzo. (Poco, mucho… el justo.)
También cabe la posibilidad de que lo pague con dinero, “comprando” a alguien que se esfuerce en su lugar. Pero, incluso en este caso, el esfuerzo de reclutar la persona ideal en quien delegar no se lo quita nadie.
Volviendo al ejemplo que te he comentado arriba: Los días de inspiración, en mi caso, no existirían de no ser por todo el esfuerzo en aprender (con resultados más discretos) realizado en días anteriores.

4) El esfuerzo sienta bien

Existe una recompensa intrínseca al esfuerzo. Es gracioso que tanta gente le tengamiedo al esfuerzo, prefiriendo sudar lo mínimo, cuando la satisfacción del “deber” cumplido está entre una de las mejores sensaciones que podemos experimentar a diario.
Esa tranquilidad se te queda en el cuerpo cuando las cosas salen bien y también cuando no es así. Estás en paz, porque por tu parte no ha quedado. ¿Qué te vas a reprochar?

5) El esfuerzo es fuente de confianza

Cuando te esfuerzas, a veces te encontrarás que has gastado tus energías en algo que no ha valido la pena. A todos nos pasa.
Pero, si estás acostumbrado a esforzarte, menos te costará volver a ponerte manos a la obra en un objetivo que sí llegue a buen puerto.
Porque el esfuerzo desgasta, pero, una vez repuesto, te encuentras con que eres más resistente. Estás más curtido. A buen seguro, mucho más aguzado a la hora de dosificarlo en próximas ocasiones.
Eso es una gran ventaja, ¿no crees?

CONCLUSIONES

  1. El esfuerzo es uno de los pilares del éxito. Importantísimo, virtuosísimo e inexcusable, aunque no sea el único.
  2. Hemos de aprender a gestionarlo adecuadamente, sin olvidarnos de ser flexibles.
  3. Me he esforzado en esta entrada. Pase lo que pase con ella, esa satisfacción no me la quita nadie
  4. Nos gustaría que la vida fuese fácil, cuanto más fácil mejor, pero hay cosas que simplemente no lo son.
    Pierda peso mientras duerme, sin dietas ni ejercicio.
    Sea millonario en 15 días con este novedoso programa.
    Quiérase a sí mismo a partir de hoy.
    Consiga al hombre de sus sueños pronunciando este conjuro…

    ¿Te suenan anuncios como ésos? Posiblemente también te suene que detrás de ellos hay algún listillo, que pretende lucrarse con los deseos desesperados de unos cuantos.
    Aquí animamos a aprender y a dar pequeños pasos a diario en dirección hacia nuestro objetivo. Porque a veces la vida nos pide un cambio y ese cambio supone esfuerzo.
    Seguramente también sabes lo que tienes que hacer para resolver un problema. Lo único que necesitas algo de trabajo y motivación.
    Y créeme que todo trabajo largo tiene su recompensa, se llegue o no al objetivo. Por una parte, es mucho lo que se aprende tanto del objetivo como de nosotros mismos; por otra, cuando se consigue una meta importante, produce una enorme satisfacción.
    Además, la esencia de la vida está en los retos. Uno detrás de otro, ¿no crees?
    A la hora de encarar un objetivo vital, valor, constancia, paciencia y esfuerzo son algunos de los ingredientes que nos conducirán al éxito.
    El esfuerzo sólo es uno de ellos, uno de los más importantes, de acuerdo, pero no el único. Es más, a veces el éxito está condicionado por factores ajenos a nosotros, que no podemos controlar.
    Veamos algunos ejemplos para argumentar lo anterior
    * Imagina que te has preparado a conciencia para optar a un puesto de trabajo. Has puesto toda la carne en el asador. Te has esforzado al máximo y, a la hora de la verdad, rechazan tu propuesta y se quedan con la de otra u otras personas.
    Conclusión: La competencia también se esfuerza y puede obtener mejores resultados que nosotros.
    * Te has enamorado de una persona. Qué bien. Intentas agradarle ofreciendo lo mejor de ti mismo, pero ella prefiere a otro.
    Conclusión: A veces la llave de nuestro éxito está en las manos de otra persona.
    * Abres un negocio. No escatimas en aportar todos los recursos posibles para que salga a flote, pero no llegan los clientes.
    Conclusión: El tiempo importa. (Roma no se hizo en un día.) Y la buena suerte, también tiene mucho que decir.
    * Participas en una competición deportiva. Estás en plena ejecución de la prueba y… ¡crack!… una lesión.
    Conclusión: Eventos inesperados pueden dar al traste con todo el esfuerzo invertido.
    * Haces un examen. Has estudiado como nunca y respondes el cuestionario lo mejor que puedes. A tu lado hay una persona que copia y, al final, saca mejor nota que tú.
    Conclusión: Hay personas que toman atajos para ahorrarse el esfuerzo y a veces les sale bien.
    Como puedes ver, eso de que si te esfuerzas verás buenos resultados, carece de fundamento. No siempre es así.
    Tengo un familiar muy cercano al que la buena suerte le ha sonreído durante la mayor parte de su vida. Heredó un negocio exitoso. Se casó con la mujer que quería. Las inversiones que realizó dieron más frutos aún de los que esperaba… y no hubo eventos como enfermedades o catástrofes naturales que se interpusieran en su camino.
    Pues bien, este familiar piensa que si yo no tengo el trabajo que quiero o, en general, si no alcanzo lo que me propongo, es únicamente porque no me esfuerzo lo necesario. Así me lo dice.
    No pienso poner en una balanza cuánto me he esforzado yo respecto a él o respecto a otras personas. Sólo sé que sí me he esforzado y a quien da todo lo que tiene, no se le puede pedir más.
    Lo anterior no quiere decir que dejemos de esforzarnos, no. El esfuerzo no deja de ser importante si queremos ver resultados con el paso del tiempo.
    Lo que he intentado es justificar que no debemos reprocharnos nada cuando nos hemos esforzado todo lo posible y, a pesar de eso, el éxito nos esquiva. Hay que contar con que existen factores que escapan a nuestro control.
    Dejemos de culparnos por las situaciones en las que algo sale mal y no ha sido por una negligencia nuestra. La vida es una lucha constante y es inevitable perder alguna batalla. Aprendamos y sigamos adelante.

En busca del optimista inteligente


Los optimistas siguen luchando cuando muchos pesimistas han tirado la toalla.
¿Quizás porque los optimistas no están capacitados para analizar los problemas en toda su complejidad? ¿Será que se han vuelto locos? ¿Están drogados, lobotomizados? ¿Han nacido así o los ha educado una seta?
Hay quien mira con recelo al optimista que luce una sonrisa y piensa: “No sonreirías tanto si estuvieras en mis zapatos.” Pero la inquina que se le tiene al optimista va más lejos. Ese aspecto relajado y alegre llega a molestar, a ofender incluso.
Seguramente, porque el optimista provoca desconfianza. A simple vista, no se le ve tan responsable como a una persona que se muerde las uñas cuando siente cerca la presión. Y, desde luego, suscita mucha envidia. Supongo que de ahí vendrá lo de que “el pesimista es un optimista bien informado“.
¿El pesimista está mejor informado o, simplemente, es más listo?
¿Cómo saberlo? Si algún pesimista se consuela respondiendo que sí a lo anterior, que disfrute de su dicha. Mejor para él…
Claro que habrá optimistas con pocas luces, por supuesto. Lo mismo que habrá pesimistas que cada día se olviden de cómo se anudan los cordones de las zapatillas.
Simplemente, los optimistas piensan de un modo distinto, sepan lo que sepan, estando o no bendecidos por el genio o el ingenio: La gran diferencia estriba en la voluntad de salir adelante.
Es esa voluntad “la culpable” de que los optimistas…
  • luchen por sus objetivos
  • tengan fe
  • se animen a sí mismos
  • olviden la plena perfección
  • arriesguen
  • ganen
  • encajen la derrota
  • sigan luchando después de un fracaso
  • permanezcan centrados en lo que quieren
  • puedan ver una ventaja en lo negativo
  • busquen soluciones
  • sigan creyendo en sí mismos
  • continúen trabajando
  • disfruten de buenos momentos cada día 
Y, por supuesto, también es la culpable de que sonrían con bastante frecuencia, aunque se encuentren con alguien que bufe de indignación al ver sus caras alegres… Total, eso es inevitable.
Progresar: Avanzar, realizar mejoras o adelantos.
¿Y qué tiene que ver esto con la motivación? Muchísimo.
Tanto en el trabajo como en esos objetivos a largo plazo, la sensación de progreso es uno de los elementos que más influyen en la motivación.
Esto tiene su lógica, ¿verdad? Si, después de una larga sucesión de días de esfuerzo, no se observan resultados apreciables, la motivación se desinfla irremediablemente.
La sensación de estar avanzando puede tener incluso más peso que la de estar realizando un buen trabajo, por ejemplo.
Pero, un momento. Lo anterior no es que se cumpla en todos los casos, sino en los de un estudio que publicó la Harvard Business Review, llegando a esa conclusión.
Personalmente, estoy de acuerdo con esa idea, porque la he experimentado en primera persona.
Ahora bien, ¿cómo sacarle partido?
Para mí, la mejor herramienta para saber si estoy haciendo progresos en un objetivo a largo plazo es el registro.
Cuesta muy poco anotar unos cuantos datos sobre lo que se hace si, cuando pasan unos días o unos meses, tienes una información que, no sólo sirve para motivarse, sino para hacer ajustes, tomar decisiones, etc.
Digo lo del registro porque ofrece una información objetiva. Ya no es sólo la sensación de estar progresando, sino la certeza de que el esfuerzo está sirviendo de algo.
Es cierto que a veces he mirado un registro y me ha desilusionado, porque yo esperaba progresar más deprisa. Sí, había avance, pero muy pequeño como para motivarme.
Otras veces lo he consultado más veces de la cuenta. Gran error, porque en un objetivo a largo plazo, los progresos suelen ser lentos.
Pero, bien utilizado, el registro personal es un instrumento estupendo para monitorizar ese progreso que, más lento o más rápido, realizamos en nuestros objetivos más “grandes”.


martes, 9 de abril de 2013

EL MIEDO


¿Alguna vez sentiste miedo? En ocasiones, todos nos asustamos. ¿Los truenos y relámpagos hacen que tu corazón lata más rápido? Tal vez, se te seque la boca cuando tu maestra anuncia que tomará una pequeña prueba, o te traspiren las palmas de las manos cuando llega tu turno de dar una lección ante toda la clase. Probablemente, sientas un nudo en el estómago cuando ves al peleón que siempre te molesta.

Preocupaciones de todos los días

Todos sentimos temor de vez en cuando. Y esto pasa sin importar lo grande o valiente que seas. En ocasiones, el miedo puede llegar a ser bueno y ayudarte a mantenerte saludable. El miedo a acercarse demasiado a una fogata puede salvarte de sufrir graves quemaduras. Y el miedo a obtener una mala calificación en una prueba puede hacer que estudies más.
Estar un poco asustado también puede aguzar tus sentidos y ayudarte a desempeñarte mejor en un recital o durante una competencia. Algunas personas incluso disfrutan de estar un poco asustadas. Por eso, les gusta mirar películas de terror o dar vueltas en la montaña rusa.

¿Qué ocurre cuando estás asustado?

¿Alguna vez te preguntaste por qué tu corazón late más rápido y tu respiración se acelera cuando estás asustado? La reacción del cuerpo ante el miedo nos hace resistir o huir. Y la gente ha tenido esta sensación desde todos los tiempos.
Ésta es la manera en que funciona. Imagina que eres un hombre o una mujer de las cavernas de hace cien mil años y te encuentras cara a cara con un tigre hambriento y de dientes filosos. Tienes dos opciones: 1) Salir corriendo (huir) o 2) tomar tu garrote y luchar contra el tigre (resistir). Tienes una tercera opción (dejarte comer), ¡pero no parece muy inteligente!
Hoy, puedes decidir resistir o huir frente a la persona que te intimida, te enfrenta y no es capaz de entrar en razón. Tienes dos opciones: 1) Dar la media vuelta y alejarte (huir) o 2) luchar (resistir), aun cuando sepas que una pelea no resolverá el problema.
A fin de prepararse para huir o resistir, tu cuerpo realiza una serie de pasos en forma automática. De esta manera, estará preparado para una acción rápida o un escape rápido. Tus latidos aumentan para bombear más sangre a los músculos y el cerebro. Los pulmones toman aire más rápidamente para proporcionar oxígeno a tu cuerpo. Las pupilas de tus ojos se agrandan para que puedas ver mejor. Y tus sistemas digestivo y urinario comienzan a trabajar más despacio para que puedas concentrarte en cosas más importantes.

¿Qué es la ansiedad?

Por lo general, nuestros cuerpos deben tomar la decisión de huir o resistir únicamente cuando hay algo que temer. Sin embargo, en ocasiones, esto ocurre cuando no parece haber nada que provoque miedo. Sentir miedo sin que parezca existir un motivo claro se denomina ansiedad.
Puede haber otros sentimientos junto con la ansiedad, como una sensación de opresión en el pecho, dolor de estómago, náuseas, o una percepción de que está por ocurrir algo horrible. Estos sentimientos pueden ser muy atemorizantes. A veces, la ansiedad interfiere con las cosas que necesitas hacer, como aprender y dormir.
En algunos niños, los sentimientos de ansiedad o preocupación pueden aparecer en cualquier momento. En otros, pueden aparecer únicamente en determinados momentos, como cuando se van de su casa o dejan a su familia para ir a algún lugar. En algunas personas, los sentimientos de ansiedad están presentes prácticamente en todo momento e impiden que las personas hagan lo que desean.
Algunos niños tienen una fobia, que es un miedo intenso a algo específico, como las alturas, ensuciarse, el número 13 o las arañas.

¿Por qué las personas experimentan ansiedad?

La ansiedad puede ser común en algunas familias. O una persona puede comenzar a experimentar sentimientos de ansiedad después de que ocurre algo terrible, como un accidente de tránsito. En ocasiones, algunas enfermedades llegan a provocar sentimientos de ansiedad. Esto también puede ocurrir cuando se consume alcohol u otras drogas, como la cocaína.
Otra parte de la explicación tiene que ver con las diferentes sustancias químicas presentes en células del nervio del cerebro. La manera en que se equilibran las sustancias químicas en las células nerviosas del cerebro puede afectar los sentimientos y los actos de una persona. Una de esas sustancias químicas es laserotonina. La serotonina es una de las sustancias químicas del cerebro que ayuda a enviar la información de una célula del cerebro a otra. Pero en algunas personas que padecen ansiedad, esa sustancia química no siempre parece funcionar como debiera.
Además, algunos científicos consideran que una zona especial del cerebro controla la respuesta de resistir o huir. Cuando se siente ansiedad, la respuesta de resistir o huir está siempre activa ?aunque no exista un peligro real?. Esto hace que sea difícil concentrarse en cosas de todos los días.

Enfrentar la ansiedad

Es posible tratar con éxito la ansiedad. Dile a tu mamá o tu papá si tu ansiedad se vuelve más fuerte y te impide hacer lo que deseas o necesitas. Tus padres pueden llevarte a un doctor, que podrá ayudarte a descubrir si tu ansiedad se debe a un problema clínico. Tal vez, un terapeuta te ayude a encontrar una manera de reducir la ansiedad por medio de la conversación, de actividades, de ejercicios de relajación o con un medicamento (o una combinación de estos elementos).
Por supuesto, si te encuentras cara a cara con un tigre hambriento y de dientes filosos, sólo puedes hacer una cosa. . . ¡CORRE!

Dependencia e independencia afectivas

En las relaciones humanas, el afecto es un factor esencial, ya que constituye el tono vital o la actitud general, bien de atracción o de repulsa, que mostramos hacia el prójimo.


Cuando el afecto que sentimos hacía otra persona está asociado con el agrado y el placer, hablamos de cariño, sentimiento que, en su grado superior, constituiría el amor.
El vínculo del cariño incita a adoptar una determinada conducta de acercamiento hacía la persona querida. Aparece una cierta necesidad de aproximación a través del seguimiento, llamada, búsqueda y apego. Tal necesidad se ve satisfecha cuando se está en compañía del ser querido y se disfruta de una comunicación recíproca.
Paralelamente aparece una conducta de mantenimiento, constituida sobre todo por actos de ternura y consideración que hacen perdurar el lazo afectivo.
En condiciones normales aprendemos a ser afectuosos desde la infancia, a través del cariño que recibimos de los padres, complementado con el de hermanos y demás familiares, así como del ejemplo que observamos entre los adultos. Cuando el ambiente familiar es favorable, la personalidad se desarrolla con una positiva actitud de cariño, afecto y confianza.
Para que una persona pueda establecer un vínculo afectivo auténtico con alguien, es necesario que posea una capacidad para la autoestima, para el cariño hacía sí mismo. Cuando tiene su medida justa se dice que posee el narcisismo normal. Los niños fomentan su autoestima cuando reciben cariño de sus protectores y hacen de ello una necesidad esencial. Las recompensas afectuosas y las amenazas con retirárselo ejercen una gran influencia en la educación infantil.
Con la madurez, la persona deriva gradualmente sus afectos y autoestima hacia otras posibilidades sustitutivas. Llega, así, a la independencia afectiva, pues sabe dosificar sus necesidades de ser querido y sus ansias de querer en la cantidad adecuada y precisa, acorde a las circunstancias. Sabe tolerar las frustraciones y renunciar a la gratificación cuando es necesario, sin desestabilizar su ánimo por ello.
Por el contrario, la persona afectivamente inmadura precisa en todo momento querer y ser querida. Es más frecuente lo segundo, ya que el inmaduro es débil, inseguro y deseoso de protección. Lo que es una necesidad natural puede transformarse en necesidad imperiosa y vital.
Aparece, entonces, la dependencia afectiva. Cuando una persona desarrolla su afectividad en el terreno de la dependencia, pierde su libertad. Es incapaz de disfrutar de su vida afectiva pues mantiene una angustia latente, y a veces manifiesta, por el miedo a perder el afecto de los demás. Puede llegar a ser ambiciosa y egoísta en el terreno del amor y el cariño, entorpeciendo de esta manera las relaciones interpersonales normales.
No es raro encontrar matrimonios y parejas de novios cuya relación amorosa se halla profundamente deteriorada por una dependencia afectiva poco sana. Lo que sería un intercambio libre de afecto, se transforma en ellos en una necesidad obsesiva, en una constante exigencia de cariño y atención que llega a «asfixiar» al compañero. Con frecuencia, en este tipo de relación, aparecen los celos como fruto de una inseguridad en sí mismo y falta de confianza en el otro.
El auténtico cariño debe estar libre de exigencias impositivas y fundamentado en el respeto al ser amado. Un afecto conseguido de manera forzada y carente de espontaneidad, ineludiblemente, tenderá a agotarse y correrá el peligro de transformarse en rechazo, al ser obligatorio.
 


Motivaciones, intereses y resonancia afectiva
La motivación es aquel factor o grupo de factores que mueven a la persona hacia la acción.
El comportamiento humano puede verse, pues, condicionado, motivado para actuar con arreglo a sus necesidades. Estas pueden dividirse básicamente en dos categorías principales: las que provocan movimientos de atracción o acercamiento, estando asociadas con el placer; y las que inducen al alejamiento o repulsión, estando asociadas con el dolor.
Las motivaciones que mueven al individuo pueden ser innumerables, aunque, generalizando, podemos clasificarlas en:
— Motivaciones primarias. Son las más fundamentales, y las que tienen que ver con un fondo biológico. También son las más primitivas, pues, al fin y al cabo, siguen un patrón instintivo de supervivencia. Entre ellas destacan: el hambre, la sed, la atracción sexual, el sueño (necesidad de dormir), la agresividad, el rechazo del dolor. Naturalmente, hay varías más; en definitiva basta con aplicar al ser humano el patrón de conducta de los animales para enumerarlas.
— Motivaciones secundarias. Son aquellas más racionales, y las que atañen al ser humano en cuanto a ser emocional y social. Digamos que no tratan de cubrir necesidades biológicamente tan vitales como las primarias, pero que para el ser humano, a diferencia de los animales, pueden tener suma importancia. Entre otras muchas destacan: la necesidad de seguridad, de afecto, de autoestima, de sabiduría y de gozo. Su importancia radica en que de ellas depende el ejercicio de la vida civilizada, al tiempo que modulan en cierto modo la consecución de las primarías.
Algunas teorías afirman que las motivaciones secundarias no actúan mientras no estén cubiertas las primarias. En cierto modo es así: una persona hambrienta buscará antes alimento que un libro donde satisfacer su ansia de saber. Aunque, naturalmente, en el comportamiento humano siempre hay excepciones. Y lo real es que tanto unas motivaciones como otras pueden ir entrelazadas, necesitando satisfacerse al mismo tiempo.
En muchas ocasiones es difícil, por no decir imposible, marcar una separación entre motivaciones secundarias e intereses.
Cuando hablamos de interés nos referimos a un grado de motivación secundaria a la que añadimos un matiz gratificador que supera la simple necesidad de satisfacerla.
Normalmente, cuando se satisface una necesidad, se percibe con ello un cierto grado de placer que determina la satisfacción. En cambio, en el interés, tal vez no exista esa sensación de saciedad plena y el individuo sigue motivado para conseguir más de aquello que le interesa.
Un interés bien encauzado puede ser productivo y enriquecedor de la persona, sobre todo si tiene lugar en el ámbito de lo abstracto y creativo, como el arte, el estudio y las sanas aficiones. Cuando llevan otros derroteros materiales, o no tan sanos, desembocan en la ambición, entendida aquí como interés exagerado.
Sobre el mecanismo de acción de las motivaciones se han hecho múltiples estudios. En general, se piensa que cuando el individuo tiene una carencia o una necesidad se produce un desequilibrio dentro de su organismo. Según las leyes de la biología, toda perturbación interior tiende a autoequilibrarse; de ahí que surja la motivación en forma de inquietud motora que incita a la búsqueda de lo que se carece. Esto explicaría con claridad las motivaciones primarias; por ejemplo: la disminución o desgaste del líquido corporal despierta el instinto de la sed, que nos incita a buscar agua.
Pero este mecanismo no es tan sencillo cuando analizamos las motivaciones secundarias o los intereses. El principio es el mismo: tiene lugar un desequilibrio que hay que corregir; pero ahora es psíquico y se manifiesta en forma de ansiedad. Cuando, mediante la búsqueda o la casualidad, nos topamos con la solución o posible satisfacción del ansia, tiene lugar lo que llamamos resonancia afectiva, que no es más que la puesta en marcha de nuestros mecanismos volitivos, es decir, del deseo. Naturalmente, este proceso es muy personal, por lo que a veces no comprendemos ciertos deseos ajenos.
Cuando la resonancia afectiva consigue sus fines se calma la ansiedad y sobreviene un cierto placer. Pero cuando no lo logra aparece la frustración.
 

lunes, 1 de abril de 2013

Cómo diferenciar una meta realista, de un sueño inalcanzable


En la vida, el primer paso para poder avanzar en la consecución de objetivos es formular bien dichas metas. Para ello, conviene analizar previamente, desde dónde están enumerados esos deseos. En algunos casos, por ejemplo, en el caso de un sueño inalcanzable, están formulados desde la imaginación. Por ello, conviene poner los pies en el suelo, para unir razón y corazón a la hora de diferenciar un deseo alcanzable en el momento presente, de un sueño que a día de hoy, se presenta muy lejano. ¿Qué diferencia a uno de otro?

Un sueño alcanzable es aquel concreto al cien por cien. Y además, es un deseo al que le otorgas un tiempo. En cambio, los sueños inalcanzables quedan abiertos a la apertura del azar o de la casualidad. Un sueño posible es aquel que requiere de tu compromiso serio desde ahora mismo. Y en base a dicho compromiso, eres tú quien va a trabajar de una forma consciente y responsable en un plan de acción para que esa meta pueda concretarse cuanto antes.
Por otra parte, cuando en un curso de Crecimiento Personal o de Coaching se propone a los alumnos que piensen en deseos a realizar en su vida, muchos de ellos, piensan en ideas muy bonitas pero con poca entidad real. Se trata de aprender a dar valor a los gestos concretos del día a día. Objetivos que tal vez no son tan espectaculares como los de las películas, sin embargo, conviene recordar que vida y ficción son dos realidades bien diferentes.
Un sueño imposible es aquel que no está en tus manos realizarse. En cambio, un sueño posible es aquel que depende de ti, principalmente. Al menos, tienes el poder de intentarlo. Un sueño imposible de materializarse ahora no significa que siempre vaya a ser poco factible. Puede que dentro de cinco años, la situación cambie. Pero para diferenciar lo posible de lo imposible siempre conviene hacerlo desde la perspectiva presente.
FORMULA PARA REALIZAR SUS SUEÑOS

Frecuentemente soñamos, e imaginamos lo grandiosa que sería nuestra vida si esos sueños se hicieran realidad. Hasta los comentamos con nuestros familiares y amigos, y les manifestamos nuestra intención de hacerlos realidad.
Pero, ¿Cuántas veces procedemos más allá de una simple manifestación de intención?, ¿Cuántas veces demostramos disposición de hacer lo necesario para alcanzar esos sueños?, ¿Alguna vez nos decidimos a actuar al respecto?, o mejor aun, ¿Alguna vez emprendemos acciones que nos acercarán a nuestros sueños?, y si lo hacemos, ¿Somos determinados en nuestro proceder?.
Puede parecer sencillo, y lo es, pero sus respuestas a las anteriores preguntas son indicadores de la probabilidad de éxito que tiene de hacer realidad sus sueños.
Pasar de "soñar" a "lograr" puede ser tan sencillo como pasar de "sueños" a "metas". Si seguimos unos simples pero muy efectivos pasos nos colocaremos en el camino correcto hacia nuestras metas.

Ser Específicos

Mientras que los sueños tienden a ser ambiguos, las metas generalmente son claras, y mientras más claramente definimos nuestras metas, mayor es nuestra probabilidad de éxito.
Para facilitarnos esto podemos expresar nuestros sueños en términos de eventos y comportamientos específicos. A diferencia de los sueños que tienden a pasar por alto los detalles, o ignorarlos por completo; las metas son definidas con claridad y atención a los detalles sobre eso que queremos.
Definir las metas desde la operatividad necesaria para lograrlas nos facilita planificar los eventos que nos llevarán a lograrlas, y la actitud que necesitamos asumir para hacerlas realidad.
Un sueño puede ser "Quiero recorrer el mundo". Pero si queremos hacer realidad ese sueño, necesitamos expresar ese deseo describiendo los eventos y comportamiento que definen "recorrer el mundo". Podríamos definirlo así: "Voy a visitar por lo menos un nuevo país cada año, durante los próximos 7 años".
Una vez que se han definido los pasos que nos llevarán a lograr nuestra meta, es mucho más sencillo planificar los recursos que necesitamos para hacerla realidad.
Decida que es lo que quiere, identifique y defina su meta de la manera más especifica posible, y exprésela en detalles concretos; esto le servirá para mesurar si se está acercando a su meta, o si necesita hacer ajustes para alcanzarla.
Recuerde, "ser feliz" no es una meta, pues no define eventos ni comportamientos, si quiere ser feliz, comience por definir que es para usted "ser feliz".

Mesurar

Exprese sus metas en términos que puedan ser mesurables. A diferencia de los sueños, las metas deben ser expresadas en términos de resultados que puedan ser medidos, observables y cuantificables. Para elevar un deseo al nivel de una meta palpable, necesitamos se capaces de determinar nuestro nivel de progreso.
Necesitamos saber cuánto de la meta hemos logrado, tener una manera de saber si en realidad hemos llegado exitosamente donde queríamos estar.
En nuestros sueños podríamos desear "vivir una vida maravillosa", pero para convertirlo en una meta tendríamos que definir muy específicamente que es para nosotros una "vida maravillosa", tal como lo mencionamos en el punto anterior, y además en términos que sean mesurables. Definir nuestra meta en esos términos nos permitirá determinar cuánto de "maravilloso" hay en nuestras vidas
Podemos ayudarnos con preguntas como: Para que nuestra vida sea maravillosa ¿Dónde tendríamos que vivir?, ¿Con quién la compartiríamos?, ¿Cuánto dinero tendríamos?, ¿En que tipo de actividades nos involucraríamos?, ¿Cómo nos comportaríamos?, ¿Cuánto tiempo dedicaríamos a hacer las cosas que nos gustan?.
Las anteriores son solo ejemplos, mientras más y más específicas sean las preguntas que se plantee con respecto a su meta, y mientras más útiles le resulten para medir y cuantificar los resultados, más fácilmente se colocará en el camino para lograrlas.
Exprese sus metas en términos de resultados mesurables que le permitan conocer si se está acercando a ellas, cuánto le falta por andar, y si ha logrado su meta o necesita rectificar el rumbo. Y verifíquelas con preguntas como las mencionadas anteriormente.

Ponerle Fecha

Otra de las diferencias entre un sueño y una meta es que mientras un sueño tiende a ser vago en cuanto a su definición en el tiempo, una meta requiere de una planificación particular para lograrla.
Un sueño podría ser "Quiero ser rico algún día", ese mismo sueño traducido en una meta sería "Dentro de 3 años estaré ganando X anual (substituya X por la cantidad de dinero que desea), y para cuando tenga 50 años habré alcanzado la independencia financiera".
Al definir parámetros y colocarle fecha, esa meta se convierte en un proyecto. La fecha tope se convierte en un estimulo que sirve para motivarnos a encontrar los medios para lograr nuestro propósito.
Pensar en términos del calendario nos permite determinar cuán ajustado a la realidad está nuestro plan, y con cuánta intensidad necesitamos dedicarnos a alcanzar la metas que nos hemos propuesto.
Lograremos nuestras metas en la medida en que nos comprometamos a realizarlas en un periodo establecido. Una vez que tenga claro lo que quiere, póngale fecha, eso le acercará cada día más a su meta.

Ser Realistas

Elija metas que estén a su alcance. A diferencia de los sueños, que nos permiten fantasear acerca de eventos sobre los cuales no tenemos ningún control, las metas tienen que ver con aspectos de nuestras vidas sobre las cuales podemos influir.
Un sueño podría ser "quiero pasar un divertido y soleado verano". Puesto que no podemos influir sobre el clima, y por lo tanto no podemos evitar la lluvia, podemos traducir ese deseo en la meta más realista "voy a poner de mi parte para crear una atmósfera divertida para mi grupo este verano".
Aunque no podemos controlar el clima, si podemos emplear nuestras habilidades y destrezas para crear un ambiente adecuado que nos permita lograr nuestro propósito de divertirnos, y es apropiado hacer esas circunstancias parte de nuestra meta, pues sí podemos influir sobre ellas.
Al identificar sus metas, concéntrese en lo que puede crear, y asuma con inteligencia lo que escapa a su influencia.

Planificar

Planifique y programe una estrategia que le facilite alcanzar su meta. Mientras que en los sueños los objetivos simplemente son deseados, las metas involucran un plan estratégico para llegar allá. Delinear un plan que lo conduzca de un paso al siguiente, puede ser determinante para los resultados.
Asumir la responsabilidad de lograr nuestras metas requiere determinar de manera realista los obstáculos que pudieran presentarse, y los recursos con que contamos. Además de una estrategia para administrarlos.
Una de las grandes ventajas de tener una estrategia bien planificada y programada es que le permite mantenerse enfocado, comprometido y avanzando hacia su meta, aun durante esos periodos en los cuales puede no sentirse tan motivado.
Al planificar recuerde: Identificar cuánto tiempo al día necesita dedicar a esa meta. Planifique el periodo específico del día durante el cual se dedicará a lograr los objetivos y en que lugar lo llevará a cabo.
Elabore un plan, ejecute ese plan, y logrará sus metas. Apóyese en su estrategia, planificación y programación; y modifique su ambiente de manera que le apoye en su propósito. Reprograme cualquier cosa que compita con sus objetivos.

Pasos

Defina sus metas en base a pasos. A diferencia de los sueños que simplemente pretendemos que "ocurran" algún día, las metas son más fácilmente alcanzables cuando se dividen cuidadosamente en una serie de pasos, que gradualmente nos conducirán a los resultados deseados.
Como un sueño podríamos plantearnos bajar 10 kilos de peso antes de Navidad, pero como una meta más realista podríamos proponernos "hacer todo lo que esté de nuestra parte para bajar un kilo de peso por semana".
Los cambios significativos en nuestra vida generalmente son logrados paso a paso. Algunas veces cuando nos planteamos el sueño en su totalidad pudiera parecer inalcanzable. Pero si lo dividimos en pequeños pasos, parece perfectamente manejable.
El progreso sostenido a través de pasos intermedios bien escogidos y realistas, producen los resultados deseados al final. Planifique esos pasos antes de comenzar.

Contabilizar

Establezca una manera de contabilizar su progreso hacia la meta elegida. A diferencia de los sueños que pueden ser entretenidos a voluntad, las metas están estructuradas de tal manera que tenemos cierta medida de contabilizar cada uno de los pasos que nos conducirán hacia nuestra meta.
Al igual que durante nuestros estudios se nos evaluaba periódicamente para medir nuestro rendimiento progresivamente, y la suma de estas calificaciones representaba nuestra calificación definitiva; de igual manera podemos auto evaluarnos semanalmente.
Esto nos permitirá identificar un rendimiento deficiente con tiempo suficiente para corregirlo, y mantener así las probabilidades de éxito a nuestro favor para lograr nuestro propósito. Lo anterior se facilita cuando nos reconocemos como responsables por el resultado de nuestras acciones.
Establezca una manera significativa de contabilizar sus acciones o falta de acción. Puede que unos días se sienta motivado a dedicarse a lograr sus metas, mientras que otros días tal vez no sea así. Pero cuando sabe precisamente lo que quiere, para cuando lo quiere, las estrategias están debidamente establecidas, y reconoce las consecuencias de no alcanzar los pasos planteados en los tiempos establecidos, sus probabilidades de éxito se multiplican.

Resultados

A medida que ponga en practica los anteriores pasos, se le simplificará cada vez más realizar sus sueños. Mientras transita el camino que le llevará al logro de sus metas, mantenga presente que cada recurso que necesite se encuentra dentro de usted, o puede ser creado por usted.
¡Que Disfrute sus Resultados!

viernes, 22 de marzo de 2013

El autodominio y control de las emociones



Una emoción es una alteración del ánimo que va acompañada de una reacción o manifestación corporal.
En general el ánimo oscila entre dos extremos opuestos: por un lado está ligado a la sensación de agrado, que provoca un estado de excitación eufórica y placentera; y por otro va unido a la sensación de desagrado que induce a la depresión y el sufrimiento.
Tales sentimientos provocan una reacción del organismo en su esfera puramente corporal (somática). Así, por ejemplo, con el agrado se hace más lento el pulso y la respiración más profunda, mientras que el desagrado lleva consigo una aceleración de los latidos cardíacos y una respiración rápida y superficial. Del mismo modo, todo el resto del organismo se adapta al estado emocional. En realidad no son más que vestigios de las reacciones primitivas de huida o acercamiento ante un estímulo, conductas fácilmente observables en el reino animal, pero que en el ser humano están moduladas por un desarrollo social e intelectual.
Es normal encontrar a nuestro alrededor comportamientos tan habituales como retraer los labios y mostrar los dientes cuando se está furioso. Aunque lo parezca, no quiere decir que tengamos intención de morder a nadie; tan sólo es una secuela de un gesto que primitivamente tenía un sentido de lucha, tal y como se observa aún en los anímales. Cuando sentimos miedo, notamos cómo se eriza el vello de nuestro cuerpo, en una reacción relacionable con el mecanismo de defensa de algunos animales, como, por ejemplo, el gato, y que en ellos tiene la intención de aumentar el tamaño corporal con fines intimidatorios.
Son todas ellas respuestas emotivas que tienen lugar de forma refleja y sin que tengamos, en principio, control consciente y racional sobre ellas, porque no son aprendidas, forman parte del comportamiento instintivo heredado y se repiten en todos los seres humanos.
Prueba de ello son algunas experiencias realizadas con niños sordos y ciegos de nacimiento. A pesar de no tener capacidad para imitar gestos o sonidos por carecer de visión y oído, cuando demostraban una emoción, repetían los mismos ademanes que otros niños sanos. Y los estudios antropológicos revelan cómo los gestos emocionales (de risa, llanto, ira, etc.) se reproducen por igual de uno a otro continente y entre las más diversas culturas, desde las más primitivas a las más desarrolladas.
El ser humano no ha aprendido a emocionarse, lo que sí ha adquirido es un mayor enriquecimiento en la expresión de sus emociones, hecho que va en proporción a su capacidad de comunicación como animal social.
Sin embargo, con la evolución cultural y el aprendizaje de normas de convivencia a través de la educación, el ser humano también ha adquirido la capacidad de controlar sus emociones; o, al menos, la exteriorización de las mismas. Las normas de educación nos dicen que gritar cuando estamos furiosos, reírse a carcajadas, hacer aspavientos cuando lloramos, etc., no «está bien visto» y debemos reprimirlo. Hasta tal punto hemos asumido estas normas que, cuando las observamos, nos llaman la atención e incluso nos parecen ridículas, caricaturescas y exageradas. En cambio, son manifestaciones usuales entre las personas de bajo nivel cultural y sociedades primitivas.
Otras veces, la manifestación espontánea de las emociones, se integra psicológicamente como una muestra de debilidad y, por tanto, tiende a reprimirse, sobre todo aquellas emociones fruto del sufrimiento, como el llanto. Todos hemos oído la frase: «los hombres no lloran» o «llorar como una mujer», con la intención puramente machista de restar virilidad al hombre emotivo que se comporta como una «débil mujer», cuando, muchas veces, demostrar una emoción es una cualidad humana positiva, que nada tiene que ver con la debilidad. El error tiene lugar cuando se confunde sensibilidad con «sensiblería».
¿Se deben, entonces, controlar las emociones? ¿Es positivo el autodominio? No necesariamente. Muchas veces produce mayor angustia reprimir una emoción que dejarla manifestarse hasta su extinción. No hay más que analizar el dolor, incluso físico, que se siente al intentar contener el llanto cuando irremisiblemente sobreviene.
Tal vez sea necesario perder el miedo a demostrar las emociones. Cuando se tiene un cierto equilibrio psicológico y una mínima formación cívica, no habrá peligro de ridículo en la expresión emotiva. Las personas que saben emocionarse, sin por ello perder el control sobre sí mismas, poseen sensibilidad. Y esa es una de las cualidades humanas más apreciables.
En el ser humano tiene lugar un fenómeno peculiar: por su capacidad de raciocinio, el hombre, con sus experiencias emocionales llega a asociar íntimamente las manifestaciones físicas (fisiológicas) de la emoción con las situaciones emotivas desencadenantes. Esta relación queda integrada en su mente y puede darse el caso de que causa y efecto cambien de lugar entre sí. Es decir, lo que en un principio es una reacción fisiológica (efecto) ante un estímulo emotivo (causa), puede llegar a ser causa en sí de la emoción. Esto lo afirman escuelas materialistas y pragmáticas de la psicología, como la del doctor Wüliam lames cuando dijo: «No lloramos porque estamos tristes, sino que estamos tristes porque lloramos.»
De hecho, esto ocurre a menudo con las emociones; por ejemplo, el fenómeno de la «risa contagiosa»: una persona riendo a carcajadas a nuestro lado puede llegar a contagiarnos su hilaridad hasta el punto de que inevitablemente rompamos a reír. Y con la risa desencadenada comenzamos a sentir la emoción de la alegría.
Vemos, pues, que razón y emoción están estrechamente conectadas. Puede, por ello, ejercerse un autodominio sobre la expresión emotiva, pero que no debe ir más allá de la simple modulación que evite lo que no debe ser, la exageración y el ridículo. Un autocontrol estricto y total entra en el terreno de la represión, lo cual puede traer consecuencias negativas.


martes, 19 de marzo de 2013

¿Y tu que sabes?

Un documental sobre teoría cuántica aplicada a cosas como quiénes somos y porqué estamos aqui, cosas sobre el tiempo y el espacio y como todo esta conectado y como podemos influir en la realidad.... ¿que tan real es lo real?.

EL CAMBIO


lunes, 18 de marzo de 2013

El humor y el estado de ánimo


Humor es el tono sentimental, agradable o desagradable, que acompaña a una idea o situación. Cuando este tono se mantiene habitualmente o es el que predomina a lo largo del tiempo, hablamos de humor dominante o estado fundamental de ánimo.
El estado de ánimo puede variar entre dos extremos opuestos: desde la exaltación, la alegría y el entusiasmo, con una importante carga positiva de placer, a sus polos contrarios la tristeza, la insatisfacción e inhibición, esta vez con carga negativa de sufrimiento. Entre ambos límites puede albergarse toda una gama de posibles estados de ánimo intermedios.
Las variaciones anímicas pueden originarse de dos formas:
1. Por estímulos ambientales; es decir, externos a la persona, en la que provocan una reacción en sus sentimientos que dependerá del carácter de la descarga emotiva provocada. Si dicho estímulo es placentero producirá sensaciones positivas, proyectando el estado de ánimo hacia la alegría y el júbilo. Por el contrario, si el influjo ambiental es desagradable, provocará sensaciones negativas, empujando el ánimo hacia la tristeza, la angustia y la depresión.
En condiciones normales, existe una relación proporcional entre estímulo y respuesta en ambos polos.
2. Otras veces, el estado de ánimo varía su tono hacia uno u otro signo con independencia de las circunstancias del exterior. Es como si surgiera del interior de la persona, condicionando su disposición anímica y sin motivos ambientales aparentes. Entonces hablamos de sentimiento vital, porque impregnan la vida del sujeto formando parte de él mismo.

De una u otra manera, tanto el cuerpo como la mente sintonizan con el estado de ánimo y presentan una apariencia determinada objetiva y subjetiva:
La persona con «buen» estado de ánimo se siente más vital, más activa y mejor dispuesta para las relaciones sociales. Conecta bien con el medio ambiente y le atraen los acontecimientos divertidos, con gran disposición hacia lo alegre y jovial. Las circunstancias negativas son filtradas por una capacidad mayor para la tolerancia y tienden a ser minimizadas. Las funciones corporales suelen estar aceleradas y ello se manifiesta a través de impulsos instintivos, como el apetito alimenticio y la sexualidad, entre otros.
Objetivamente resalta su mayor actividad, rapidez de movimientos y facilidad de diálogo. Su cuerpo se mueve con soltura y tiene una apariencia expansiva y extravertida: brazos abiertos, semblante alegre y risueño y facilidad para contagiar su estado de hilaridad.
En cambio, la persona con ánimo bajo presenta la cara opuesta: tiende al aislamiento social y a la desconexión con el ambiente. Los acontecimientos positivos resbalan sobre una capa impermeable de pesimismo. Tiene facilidad, en cambio, para percibir las desgracias que la rodean y con frecuencia tiende a exagerarlas. Piensa con más lentitud y suele ser unidireccional, tendiendo siempre hacia lo negativo. Sus reacciones instintivas también se encuentran mermadas: disminuye el apetito y frena la libido.
Corporalmen te resalta su falta de actividad. No es raro que permanezca inmóvil en un sillón e incluso metida en la cama sin ganas de hacer nada. Su gesto se muestra serio o triste y es difícil arrancarle una sonrisa. Los brazos suelen caer abatidos o apretados contra el cuerpo, dotando a su figura de un aspecto retraído o introvertido. La acentuación de este estado puede acompañarse de la angustia y el llanto, con gran sensación de sufrimiento. Pero aquí ya entramos en el terreno de la depresión que merece un capítulo aparte.
El estado de equilibrio entre ambos polos, alegría y tristeza, recibe el nombre de eutimía; y las desviaciones hacia uno u otro sentido se llaman distimias. Cuando se rebasan unos determinados límites por ambos extremos caemos en el campo de la patología o enfermedad del ánimo: por un lado, la manía, en el plano de lo positivo; y por otro la depresión, en el de lo negativo.
 


El instinto y la vida instintiva


El instinto es una disposición psícofísica innata, heredada, que incita al sujeto a actuar de una determinada forma frente a un estímulo o un objeto.
Toda conducta instintiva, en el reino animal, debe reunir, al menos, las siguientes características:
1. Ser innata: Es decir, no precisar de un aprendizaje previo.
2. Ser fijada: Esto es, tener lugar siguiendo unas pautas de comportamiento invariables y fijas.
3. Ser específica: Que ocurre siempre ante determinados estímulos internos o externos.
4. Tener un sentido de supervivencia para el sujeto o sus allegados.
La conducta animal se desarrolla básicamente en función de los instintos, de forma automática y sin que el sujeto tenga conciencia de ello.
En la conducta humana persisten un gran número de patrones instintivos, aunque, por su capacidad de racionalización, gran parte de la vida instintiva del ser humano ha sufrido un proceso de complejidad, mezclándose auténticos instintos con conductas voluntarias.
Generalmente, en el ser humano el impulso instintivo pasa por el «filtro» de la razón, por lo que, voluntariamente, es capaz de modificar, anular o reprimir la conducta instintiva. Esto es fácil de observar si comparamos la actitud de un niño pequeño con la de un adulto: el primero se moverá siguiendo únicamente sus apetencias, sin control, mientras que el segundo valorará sí es o no el momento adecuado para satisfacerlas. Pero este control es fruto de un aprendizaje y una educación que, en cierto modo, regulan los instintos. Es decir, se aprende a controlar los instintos, pero no la conducta instintiva en sí, que es innata.
Según la complejidad y desarrollo intelectual del ser humano, podemos clasificar los instintos de la siguiente manera:
A) Instintos vitales. Son los más primarios y comunes entre seres humanos y animales. Tienen por finalidad la conservación de la existencia del sujeto, de su familia o de su especie. Son los llamados instintos de supervivencia, que velan por el sustento y mantenimiento de la vida, al igual que evitan la destrucción o la muerte.
Entre ellos destacan:
1. Instinto de nutrición, que determina una serie de pautas de comportamiento dirigidas a la obtención de alimento y agua. Se pone en marcha por el estímulo interno del hambre o la sed, y en función de las necesidades corporales. Según el desarrollo en la escala evolutiva del animal, la conducta nutritiva será proporcionalmente más compleja: desde un simple acercamiento a la comida (como ocurre con el gusano) a la más compleja técnica de caza de una manada de lobos.
2. Instinto sexual, que está encaminado a la conservación de la especie. Impulsa, por la atracción erótica, el acoplamiento entre ambos géneros, con fines procreativos.
3. Instinto de lucha y huida, dirigidos a la protección de la integridad física frente a la agresión externa.
4. Instinto de guarida y búsqueda de calor, cuyo fin es protegerse de las inclemencias climáticas. Clara manifestación de este instinto son las migraciones de las aves.

B) Instintos de placer. Son un poco más complejos y selectivos que los anteriores. Son ya más típicos del ser humano, aunque algunos animales, los más evolucionados, pueden poseerlos también en sus patrones de conducta. Tienen como finalidad el proporcionar placer y aumentar el bienestar individual.
Generalmente, consisten en una selección y refinamiento de los instintos vitales. Así, en la nutrición, el ser humano elige determinados alimentos buscando más el placer que satisfacer su apetito. Igualmente, al beber, incluye los néctares como complemento del agua para aliviar la sed. No se conforma con un refugio, sino que busca comodidades en su hogar. La sexualidad llega a desligarse de los fines procreativos para encaminarse hacia la relación placentera. E incluso añade consumos superfluos e innecesarios, como el tabaco, el alcohol y las drogas, con el único fin de estimular sus sentidos.
C) Instintos sociales. Incitan al individuo a la formación de colectividades y a situarse dentro de las mismas con un cierto rango. Entre los instintos sociales destacan: la necesidad de compañía, de prestigio, de poder y de propiedad.
D) Instintos culturales. Más propios del ser humano culto y civilizado. Entre ellos destacamos la «ambición» de saber, las inclinaciones artísticas, la investigación, las tendencias filosóficas y religiosas, etc.
Así, si en los animales los instintos constituyen el motor de su vida, en el ser humano éstos pasan a un segundo plano, situándose tras los actos voluntarios y conscientes.


La imaginación


Imaginación es la capacidad que tiene la mente humana para representar en el pensamiento las imágenes de cosas o hechos reales o ideales.
A través de la percepción tomamos conciencia del mundo que nos rodea, pero además de esto, tenemos también la capacidad de volver nuevamente a representar en nuestro pensamiento estas vivencias, aunque ya no tengamos ante nosotros el objeto o escena percibidos. Para ello, lógicamente juega un papel esencial la memoria o facultad de recordar.
Mediante la imaginación podemos «ver sin ver», es decir, somos capaces de reproducir en imágenes todo cuanto queramos, ya sea real o falso. Lo mismo podemos repasar en nuestra mente la configuración de nuestra casa, aunque no estemos en ella, como si contemplásemos una fotografía, que inventarnos algo fantástico, como un elefante sin orejas y de color azul.
En la imaginación existen varios grados de claridad, desde imágenes borrosas hasta reproducciones nítidas y exactas a la realidad. Naturalmente esta función variará mucho de unas personas a otras y depende de su potencia intelectual.
Tal vez lo más importante de esta facultad mental sea el aspecto creativo de la misma. Podemos imaginar e inventar sin límite alguno, sabiendo que no tiene por qué ser algo real. Aquí radica uno de los más grandes legados del género humano: el arte. Sin imaginación no existiría la expresión artística en cualquiera de sus modalidades (pintura, música, literatura, etc.). Tampoco existiría el progreso, pues no habría inventores ni investigadores, que fundamentan su trabajo en la imaginación. La imagen inventada se crea en la mente y luego, si es factible, se elabora en la realidad.
Hay dos tipos de imágenes del pensamiento que, por su peculiaridad, merecen ser destacadas:
La imaginación eidética. Es una facultad bastante desarrollada en los niños, pero que se tiende a perder con el crecimiento, aunque algunas personas son capaces de conservarla. Consiste en la capacidad de percibir en la mente una imagen con toda nitidez y exactitud aunque ya no esté presente en la realidad. No sólo se recuerda, sino que se puede ver como si estuviera proyectada en una diapositiva sobre una pared, con gran realismo e incluso corporalidad. Estas personas, así dotadas, son capaces de relatarnos y enumerarnos un sinfín de objetos distintos que previamente les hemos enseñado en una fotografía o un dibujo, todos ellos en posición exacta y con todo detalle. Debe distinguirse la imagen eidética de la alucinación. Mientras que la primera es totalmente voluntaria y el sujeto la distingue de la realidad, la segunda aparece involuntariamente y confunde al que la padece, pues no sabe con seguridad si es real o imaginaria.
La imaginación onírica. Es la que tiene lugar cuando soñamos dormidos. El mundo de los sueños tiene un capítulo aparte y ahora los mencionamos solamente como producto de la imaginación. Durante el sueño no hay un control voluntario de la capacidad creadora de la mente, aunque algunas personas digan que pueden soñar lo que quieren o dirigir sus sueños hacia los derroteros deseados. También deben diferenciarse de las alucinaciones porque éstas ocurren cuando el individuo está despierto.

En el plano afectivo y sentimental de la persona, la imaginación ejerce una función importante. Primero como causante de variaciones en el estado de ánimo: mediante la imaginación podemos provocarnos sentimientos de tristeza o alegría a través de la creación de situaciones o imágenes conflictivas o placenteras. Y en segundo lugar podemos utilizarla en sentido inverso: para atenuar o reforzar una sensación. Cuando nos sentimos deprimidos o «bajos» de ánimo podemos compensar nuestro estado con la fantasía y la ilusión del ensueño («soñar despierto»).
Percepciones, vivencias, conceptos y pensamientos pueden ser combinados, en definitiva, constituyendo uno de los fenómenos psíquicos más enriquecedores de la esencia humana.
 


sábado, 16 de marzo de 2013

Engaños de la memoria


Se llama memoria al sistema por el cual el organismo retiene, recupera y elimina información. Es la capacidad mental que posibilita a un sujeto registrar, conservar, evocar pero también eliminar experiencias vitales. Parte del proceso mnésico incluye el olvido.

Se llama memoria al sistema por el cual el organismo retiene, recupera y elimina información. Es la capacidad mental que posibilita a un sujeto registrar, conservar, evocar pero también eliminar experiencias vitales. Parte del proceso mnésico incluye el olvido.
La memoria desempeña un papel tan constante e importante en la vida diaria que muchas veces se la pasa por alto, hasta que algún olvido o distorsión hace que se empiece a prestarle atención y a valorar su importancia.
La memoria engaña y las consecuencias pueden ser graves, o beneficiosas.La memoria humana puede apropiarse de recuerdos de otros como propios, implantar recuerdos nunca experimentados o sentar recuerdos falsos como vividos. Podemos grabar en el cerebro un mal presentimiento con la misma intensidad que un recuerdo real y sin haber ocurrido.
Los recuerdos más persistentes no son los producidos hace menos tiempo sino los vividos con mayor intensidad emocional. Sin el olvido, la memoria no podría siquiera existir, porque se sofocaría bajo la acumulación, pletórica e infinita de ese pasado que es la historia. La memoria siempre plantea un problema de relación entre el pasado y el presente. Se construye en presente a partir de ciertas condiciones; por eso recupera algo del pasado pero reformulado a partir del presente.
Asimismo, se puede afirmar que los contenidos de las memorias siempre son colectivas, la memoria individual es colectiva. El recuerdo se inscribe biológicamente en el cerebro del ser humano sólo cuando varias personas se encuentran para nombrarlo, contarlo y concuerdan sobre su veracidad.
La memoria es la suma neuropsicológica de lo que somos, hemos sido y esperamos ser. Es el núcleo de lo que llamamos realidad. Mientras usted lee estas palabras, todo lo que forma parte de nuestro derredor está presente. Quizá haya algún ruido de fondo. Tal vez esté escuchando esos sonidos. Y también está absolutamente seguro de que fuera de su vista hay otros ambientes o personas. Qué piensa que es lo que hace posible saber con seguridad que esto está en el presente y sea real… Solamente su memoria.


FRIEDRICH NIETZSCHE
«Algunos no llegan a pensadores porque su memoria es demasiado buena»

Aprovecha lo que tienes

Cuánto tienes a tu alcance para hacer algo no es ni por asomo tan importante como lo que decidas hacer con ello. Muchísima gente que se volv...