martes, 25 de junio de 2013

Las herramientas universales.


En tiempos de confusión y duda, una de las estrategias más eficaces de actuación que podemos utilizar consiste en regresar a aquellos valores que la experiencia humana universal ha confirmado como indispensables instrumentos para el progreso individual del ser humano. Uno de esos puntos de referencia inexcusable es la comprensión y práctica de lo que en numerosas religiones se ha definido como virtudes.
Prácticamente todas las doctrinas religiosas han determinado como fundamental e imprescindible en el proceso espiritual de sus fieles, el hecho de vivir de acuerdo a la práctica de la virtud. Asimismo, cualquier filosofía laica, hace también inexcusable referencia a las virtudes como elementos básicos de la convivencia humana, y como las claves necesarias para el desarrollo de la cultura y civilización.
El deterioro que ha sufrido esta bellísima palabra ha alcanzado límites que rozan lo absurdo, y su profundo contenido de elementos morales, ha quedado sustituido por sucedáneos con tufillo a falsa moralina y que tienen que ver más con dogmas religiosos, o incluso con usos y costumbres sociales, que con un auténtico compromiso de conducta espiritual.
A continuación recordaremos, como ejercicio de autoconciencia, alguna de estas herramientas universales cuyo aprendizaje es más importante para conseguir progresar adecuadamente, lo haremos junto a una breve descripción de las mismas adaptadas a planteamientos actuales, pero respetuosos con su contenido espiritual más clásico y profundo, la esencia nunca se pierde, solo varía la fragancia.

ABANDONO: Virtud por la cual se alcanza la comprensión de que en realidad no hay ningún lugar a donde ir, ninguna pelea que ganar, ninguna meta que alcanzar, ni ninguna tarea que cumplir. Su aprendizaje requiere asumir la perplejidad que implica el empezar a percibir la vida desde la sencillez que es capaz de diferenciar qué es el HACER, qué es el ESTAR y qué es el SER.

ACCIÓN: La acción se refiere al hecho de no dejarse atrapar por el miedo a estar subordinado a los resultados y efectos de la misma. Se refiere asimismo a ser capaz de vivir la vida desde la perspectiva del protagonista que participa en el desarrollo de los acontecimientos, pero se desvincula de los resultados, ya que toda acción libre de objetivos es, en esencia, impecable. Cuanto más profunda se desee que sea la acción en el fondo, más ligera debe ser en la forma.

ALEGRÍA: Se trata de la capacidad de percibir la vida desde la perspectiva del privilegio y la celebración. Esta virtud posee una de las más fuertes capacidades de transformación, tanto propia como del entorno, y es el vehículo indispensable donde se manifiesta la inocencia. Es una herramienta utilísima frente a la importancia personal. Una de sus referencias es el sentido del humor.

CONCIENCIA: Se refiere a la capacidad de darse cuenta. Asimismo, se refiere al resultado de percibir el mundo y percibirse, con total transparencia y sin la distorsión de las creencias, opiniones, prejuicios, emociones, sentimientos, deseos, proyecciones, expectativas, o del propio ego. La conquista de esa transparencia se inicia a través de la desidentificación y el desapego.

CORAJE: Se trata de la capacidad de reencontrar la fuente de energía inagotable que nos hace posible iniciar o reiniciar una tarea, o levantarnos después de un revés de la vida, desde el convencimiento de que todo obstáculo es, por su propia naturaleza, salvable y necesario para el aprendizaje, y todo dolor, transitorio.

DESAPEGO: Esta virtud se refiere al hecho de vivir y comprender de un modo profundo y real que no poseemos nada ni a nadie, y que nada ni nadie nos posee. Un paso más se alcanza cuando por fin se comprende que, en realidad, no hay nada que esté en nuestras manos, y que no estamos en manos de nadie. Sólo a través del ejercicio del desapego se alcanza la percepción de lo que es importante y lo que no lo es. En el tránsito, se desarrolla fácilmente la capacidad de relativizar las cosas y los acontecimientos.

DISCERNIMIENTO: Herramienta básica que permite diferenciar lo esencial de lo accesorio, lo móvil de lo inmóvil, la luz de la sombra, lo que construye de lo que destruye, lo real de lo ilusorio y, en definitiva, lo que pertenece al SER de lo que pertenece al ego. Es la antesala de la percepción correcta.

ESPERANZA: Es la capacidad de percibir que todo lo creado tiende a un estado de perfección y que, por tanto, a pesar de que en determinados momentos el proceso se manifieste desde el caos, la confusión o incluso el dolor, el resultado último siempre se dirige hacia la plenitud.

GENEROSIDAD: Es la capacidad de percibir la abundancia desde la perspectiva de la alegría y el abandono. Su fuente es la inocencia y desde ella se alcanza la comprensión de lo suficiente, lo necesario y lo superfluo, así como también el sentido del orden oculto de creación y sus procesos de flujo.

HONRADEZ: Permite comprender y vivir la vida desde la perspectiva de que jamás se debe perseguir conscientemente un beneficio propio que signifique detrimento o perjuicio de nadie. El discernimiento, la responsabilidad y el respeto son sus compañeros.

HUMILDAD: Virtud por la cual se puede alcanzar el anonimato a partir de un proceso de dilución en la vida e identificación con la totalidad. Se acompaña habitualmente con el servicio y se identifica con la ausencia de importancia personal. Se alcanza sustrayendo lentamente al ego su protagonismo.

LIBERTAD: Siendo la libertad uno de los más altos logros, ésta sólo puede enfrentarse desde la perspectiva de la aspiración más sincera. A partir de este punto, sus códigos de acceso están marcados por la eliminación de la importancia personal, el desapego y la certeza de la no permanencia de todo lo existente. En lo que se refiere a los aspectos más inmediatos, las creencias representan para el ser humano las primeras y más fuertes cadenas, siendo precisamente las de índole espiritual las más poderosas; por eso, sólo se puede acceder a la libertad desde la más absoluta sinceridad con uno mismo.

PACIENCIA: Es la virtud de valorar y comprender el factor correcto del tiempo y su capacidad de actuar de un modo preciso sobre las personas y las situaciones. Se alcanza a través de una observación desapasionada de los acontecimientos y está íntimamente relacionadas con el respeto. Permite conocer el momento exacto para cada acción y lograr que ésta sea altamente eficaz.

PERDÓN: Gracias a él, una persona es capaz de acometer el proceso de curarse una herida infligida por el curso de la vida, por otra persona o por uno mismo, tanto si esta herida fue real, es decir, producto de los desconocidos mecanismos de la vida, o imaginaria, fruto de cualquiera de las numerosas carencias y debilidades del ego.

RESPETO: Se trata de la virtud de comprender que toda vía de acceso a lo que es noble y puro, requiere un estado interior que debe emular aquello a lo que aspira. Sirve asimismo para alcanzar la comprensión de la unión indisoluble entre ética y estética.

RESPONSABILIDAD: Se trata de la toma de conciencia respeto a asumir, sin mérito ni culpas, el resultado de nuestras acciones sin involucrar en ellas a los demás. Es una de las vías de acceso a la libertad.

SENCILLEZ: Virtud por la cual una persona empieza a comprender el lenguaje oculto de la vida y se da cuenta de que cuanto más complejo es el ego, más sofisticadas son las creencias, y cuanto más fuerte es la demanda de experiencias y deseos, más apartada se encuentra la realidad. La sencillez es la vía más rápida para alcanzar el abandono.

SERVICIO: Se trata de la capacidad de subordinarse durante un tiempo determinado a un proceso beneficioso para el curso de la vida, o de instrumentalizarse en favor de una tarea que deba cumplirse. Si no se aplica junto a una suficiente capacidad de discernimiento, se acompaña de protagonismo o se carga de emotividad, puede transformarse en una servidumbre destructora. Se canaliza a través de la generosidad y el respeto.

SILENCIO: Se alcanza a través de la comprensión que nace cuando una persona se da cuenta de su capacidad de influencia en el entorno a través del poder distorsionador de la palabra que brota de la ignorancia y de la falta de conocimiento de uno mismo. El silencio es el escenario imprescindible para que se produzca el encuentro con la claridad de percepción que conduce a lo real.

SINCERIDAD: Se trata de la capacidad de expresar, sin las interferencias del miedo, deseos y expectativas no manifestados, todo aquello que brota de la naturaleza real del individuo. Es la vía de acceso a la inocencia y una de las claves de la libertad.

SOBRIEDAD: Virtud por la cual una persona empieza a darse cuenta de cuáles son sus necesidades reales y que van, por tanto, alineadas a su bienestar y desarrolla, y cuáles son imaginarias y producto de los deseos inagotables que nacen de las carencias del ego y son por tanto perjudiciales. Desde la sobriedad, se alcanza la maestría en el manejo adecuado de los recursos, evitando tanto los excesos como las carencias.

SOLEDAD: Consiste en comprender total y absolutamente que nacemos solos y morimos solos, y que durante el breve tránsito entre ambos acontecimientos, solos permanecemos.

TOLERANCIA: Se refiere a la comprensión de percibirse y percibir al resto de las criaturas como un producto de la evolución y, por ello, sometido a un proceso aún imperfecto. Esta visión da una correcta medida tanto de capacidades como de actitudes, y sitúa el nivel de exigencias sobre nosotros mismos y sobre los demás en una perspectiva más justa y lejos de las expectativas fantásticas con las que habitualmente funcionamos.

TRABAJO: Se define como la capacidad de producir frutos útiles para el desarrollo y evolución de la vida. Si va acompañado de una economía de energía y recursos, y se adorna con el anonimato, puede generar un efecto de autocreación y autorregulación susceptible de eliminar, durante el proceso, lo superfluo e inútil por un lado y, por otro, mostrarse eficaz para cualquier función, objetivo o medio.

La consciencia.


Me gustaría empezar a hablar de la consciencia haciendo una pregunta muy simple: ¿Quién eres? Es esta una pregunta habitual o, al menos, no infrecuente. La respuesta a esta pregunta revelaría muchas cosas sobre el individuo: Así, muchos nos responderán dándonos su nombre y apellidos. Es lo más normal y, sin embargo, no ha respondido a nuestra pregunta; nos ha revelado tan sólo con qué nombre se le conoce. Otros nos hablarán de su carrera. Hay personas que en un santiamén son capaces de relatarte su currículum y su carrera. En este caso seguimos sin saber quién es. Incluso en ambientes más familiares puede que nos hagan una sucinta lista de sus intimidades: personalidad, sueños, pensamientos...
Hay respuestas menos habituales, pero sí más científicas. Algunos biólogos serían capaces de asociar a una persona con un mapa genético, con una impresión retinal, dactilar... con muchas características ineludiblemente propias e irrepetibles. Al menos, en la naturaleza.
Y sin embargo esa respuesta es insatisfactoria. Si yo soy mi mapa genético, impresión dactilar y demás características físicas, cuando fallezca, mi cadáver ¿soy yo? Realmente lo dudo. Personalmente no sé si estaré en uno u otro sitio tras ese momento (aunque estoy seguro que lo descubriré más tarde o más temprano; espero que tarde) pero estoy convencido que mi ser, quién soy, no es ese montón de carne y, sin embargo, tiene mi mapa genético y demás características identificativas.
¿Quién soy realmente? Me viene a la mente la definición irrefutable que da Dios a Moisés: "Yo soy el que soy".
Y me apropio de ella. Y extraigo lo más importante: YO SOY. Soy consciente de que soy, existo. Y esa consciencia define mi ser.

II
Hemos concluido que nuestro ser es nuestra consciencia. De modo que todo intento que hagamos por incrementar nuestro ser debe pasar por incrementar nuestra consciencia.
Y ahí encontramos el primer problema. ¿Cómo incrementar nuestra consciencia? Bien. Sin duda es lo que se pretende en estos escritos y cada uno aportará su opinión, pero independientemente de que queramos dirigir nuestra consciencia en uno u otro sentido, lo primero que hemos de hacer es fortalecerla disminuyendo el grado de inconsciencia.
Porque ese es un hecho que me alarma. Si lo que define el ser es esa consciencia que piensa, siente y existe y no el trozo de carne que realiza acciones o pensamientos programados como un piloto automático... ¿No deberíamos hacer lo posible para que esa consciencia estuviera siempre presente? Observo sin embargo que la existencia de muchos seres humanos consiste precisamente en reducir el grado de consciencia y alcanzar el automatismo. El riesgo de que el inconsciente entre en áreas de la consciencia está continuamente presente. Y no creamos que porque pensamos o razonamos somos conscientes. Del mismo modo podemos pensar o razonar de modo automático.
Fíjate en el entorno que te rodea. Pero ahora fíjate bien. Los colores, las formas. Los olores, los sonidos, las sensaciones... Tu consciencia pasa el día adormecida. ¿Eres capaz de decir cuántos botones tiene la camisa que llevas puesta? ¿Y los últimos diez libros que has leído? Bueno, quizá pensemos que eso entra en la capacidad de observación y no tanto en las capacidades de la mente, pero cada instante se producen un número de experiencias sensoriales casi infinito. ¿Sientes algo? Probablemente no. Y sin embargo la ropa que llevas toca en miles de puntos de tu piel. ¿No los notas? Del mismo modo en tu mente se están produciendo infinitos procesos. ¿Acaso estas palabras no están compuestas de letras, acaso el reconocimiento de cada una no es un recuerdo instantáneo, acaso esos recuerdos no asocian otros? ¿Y esos otros más? ¿Y no estás procesando cada reacción sensorial de tu organismo?
Y al igual que preguntaba del mundo material ¿Eres consciente de todo ello? En todo el día, ¿Has sido consciente del universo que te rodeaba y del que habita en tu mente, o has sido un mero receptor de reacciones químicas perfectamente clasificables y emisor de respuestas preprogamadas? Hoy... ¿Has sido consciente? ¿Cuánto tiempo? ¿Y ayer?

El tiempo se acaba.
El día en que adquiriste la conciencia se creó un Dios. Un ser que afirma: YO SOY. Cree en él. Adórale. Tenle presente, porque cuando desaparece, dejas de existir. Aunque tu corazón lata. Aunque tu cerebro razone.
Sé consciente.
Sé.

El pensamiento

Nos damos cuenta de que estamos condicionados. El analizar, el pensar sobre un problema es ejercer la fuerza para romper con algo.
Limitémonos a ver el problema, no preguntemos cuál es la respuesta, la solución. El hecho es que estamos condicionados y que todo pensar destinado a comprender este condicionamiento será siempre parcial; por lo tanto, jamás hay una comprensión total. Y sólo en la comprensión total del proceso íntegro del pensar hay libertad. La dificultad está en que siempre estamos funcionando dentro del campo de lamente, del pensamiento y, vemos que siempre es parcial.
Para liberar la mente de todo condicionamiento, debemos ver la totalidad de éste sin que intervenga el pensar. Esto es ser libre con respecto al "yo".

***

El pensamiento es una fuerza vital; es la fuerza más viva, sutil e irresistible que existe en el universo.
El pensamiento es una gran fuerza, es una fuerza dinámica. Lo producen las vibraciones del Prana físico, en la sustancia mental. Es una fuerza como la gravedad, la atracción o la repulsión.
Estás rodeado por un océano de pensamiento. Estás flotando en el océano del pensamiento. Estás absorbiendo determinados pensamientos y rechazando otros en el mundo del pensamiento. El mundo del pensamiento es relativamente más real que este universo físico.
Los pensamientos son cosas vivas. Cada cambio de pensamiento va acompañado de una vibración en su materia mental.
Cada pensamiento tiene un nombre y una forma determinados. La forma es el estado más grueso, y el nombre el más fino, de una fuerza única que se manifiesta llamada pensamiento.

El pensamiento es materia sutil
El pensamiento es materia sutil. El pensamiento es una cosa tangible como un pedazo de piedra. El pensamiento tiene forma, medidas, contornos, color, cualidad, sustancia, fuerza y peso. Un pensamiento espiritual es de color amarillo, un pensamiento cargado de ira y de odio es de color rojo oscuro; un pensamiento egoísta es de color marrón, etcétera.
Puede que tú mueras, pero tus pensamientos no pueden morir nunca. Los pensamientos poderosos de los grandes sabios de antaño se conservan aún en los registros akásicos o etéreos. Los perceptivos que tienen visión clarividente pueden percibir estas imágenes de los pensamientos y leerlas.
Quien tiene pensamientos puros habla poderosamente y produce una impresión profunda en las mentes de quienes le escuchan. Influye en millares de personas por medio de sus pensamientos puros. Un pensamiento puro es más agudo que el filo de una cuchilla.

El pensamiento construye el carácter
Cada pensamiento tuyo tiene para ti un valor literal en todos los aspectos. La fortaleza de tu cuerpo y la de tu mente, tu éxito en la vida y el placer que produzca a los demás tu compañía, dependen de la naturaleza y calidad de tus pensamientos. Debes conocer las culturas del pensamiento, que es una ciencia exacta.
El hombre es creado por el pensamiento. En lo que el hombre piensa, en ello se convierte. Piensa que eres fuerte, y fuerte te volverás. Piensa que eres débil y te volverás débil. Piensa que eres necio y te convertirás en necio. El hombre forma su propio carácter, convirtiéndose en lo que piensa. Si meditas sobre el coraje, instaurarás éste en tu carácter. E igual ocurre con la pureza, la paciencia, el no-egoísmo y el autocontrol. Si piensas noblemente, construirás para ti gradualmente un carácter noble. Pero si piensas de una forma baja, formarás un carácter mezquino. Puedes construir tu carácter igual que un albañil construye un muro obrando con y por medio de la ley.
La mente tiene un gran poder de atracción. Estás continuamente atrayendo hacia ti, tanto el lado visible como el invisible de las fuerzas vitales, pensamientos, influencias y condiciones similares a las de tus propios pensamientos. Lleva contigo cualquier tipo de pensamiento que te guste y, en tanto que lo retengas, no importa que vayas de un lado para otro por mar o por tierra, atraerás incesantemente hacia ti, advirtiéndolo o no, exacta y únicamente lo que corresponda a la cualidad predominante en tu propio pensamiento.
Un buen pensamiento es triplemente beneficioso. Primero beneficia a quien lo piensa, mejorando su cuerpo mental. En segundo lugar, beneficia a la persona en la cual se piensa. Y, finalmente, beneficia a toda la humanidad, mejorando la atmósfera mental general.
Por el contrario, un pensamiento negativo es triplemente perjudicial. En primer lugar, daña a quien lo piensa, dañando su cuerpo mental. En segundo lugar, daña a la persona que es su objetivo. Y, por último, daña a toda la humanidad, viciando toda la atmósfera mental.
Los pensamientos llevan a la acción. Los malos pensamientos producen malas acciones. Los buenos pensamientos generan buenas acciones. Los pensamientos son fuente de todas las acciones. El pensamiento es el verdadero Karma. Pensar constituye la verdadera acción. Si puedes desarraigar todos los malos pensamientos desde el principio, no cometerás ninguna acción reprobable. Si puedes cortarlos en cuanto broten, te librarás de las desgracias y aflicciones de este mundo. Observa tus pensamientos con vigilancia e introspección.



La erradicación de pensamientos negativos
Primero penetra en la mente un mal pensamiento. Entonces cultivas una imaginación fuerte. Te deleitas dando vueltas a ese mal pensamiento, consintiendo que permanezca en tu mente. El pensamiento negativo, al no ser resistido, va gradualmente fijándose en tu mente, hasta ser muy difícil de expulsar.
Los pensamientos ganan fuerza por medio de su repetición. Si cultivas en una ocasión un pensamiento bueno o malo, ese pensamiento tendrá una cierta tendencia a regresar de nuevo.
Los pensamientos similares se agrupan, lo mismo que los pájaros de la misma especie forman una bandada. Si cultivas un solo pensamiento negativo, se agruparán en ti todo tipo de malos pensamientos y te harán caer. Mientras que si cultivas cualquier pensamiento bueno, se reunirán en ti todo tipo de pensamientos buenos y te elevarán.
Controla tus pensamientos. Del mismo modo que conservas sólo las frutas buenas de la cesta, desechando las malas, conserva únicamente los pensamientos buenos en tu mente, rechazando los malos. Extirpa la codicia, la avaricia, el egoísmo. Cultiva únicamente pensamientos puros. Aunque ésta sea una tarea difícil, tendrás que practicarla. Donde no hay esfuerzo no hay ganancia.
Los pensamientos son como las olas del océano. Son incontables. Puedes desesperarte al principio, pues puede que algunos se desvanezcan, mientras que otros se derramarán como una corriente poderosa. Los mismos viejos pensamientos que fueron en una ocasión suprimidos, pueden volver a mostrar su cara después de algún tiempo. Nunca des lugar al desaliento durante tu práctica. La fortaleza espiritual interna se manifestará en ti gradualmente. Podrás sentirla y triunfarás al final. Todos los sabios de antaño tuvieron que afrontar las mismas dificultades que tú experimentaras ahora.
Date cuenta por ti mismo de las graves y funestas consecuencias de los malos pensamientos. Eso te pondrá en guardia cuando éstos te asalten. En el momento que aparezcan, esfuérzate por distraer tu mente con algún otro objeto, con pensamientos positivos, la meditación o un mantra. El deseo sincero de expulsar los malos pensamientos te mantendrá siempre alerta. Tanto es así, que incluso si te asaltan en el sueño, te despertarás de inmediato.
Vigila tu mente a cada minuto. Llena tu mente de pensamientos sublimes y date tiempo para que ellos entre en ti.

El pensamiento claro
La mayoría de personas no saben lo que es el pensamiento profundo. Sus pensamientos se mueven alborotados. Hay mucha confusión a veces en su mente. Sus imágenes mentales están muy distorsionadas.
Los pensadores no abundan en este mundo. El pensamiento es superficial en la gran mayoría de las personas. El pensamiento profundo requiere de una práctica intensa. El hombre que dice la verdad y que tiene pureza moral, alberga siempre pensamientos poderosos. Quien ha controlado la ira por medio de una práctica prolongada, tiene un gran poder de pensamiento.
Cuantos menos pensamientos hay, mayor es la paz. Cuantos menos deseos se tienen, menos son los pensamientos. Recuérdalo siempre.
Una persona adinerada, que está dedicada a especular en una gran ciudad y que tiene un elevado número de pensamientos, tiene una mente intranquila a pesar de sus comodidades. Mientras que un peregrino, que practica en control de pensamiento, es muy feliz a pesar de su pobreza.
A través de una práctica constante e intensa, puedes aquietar tus olas mentales y quedar libre de pensamiento. El hombre sereno sin olas en su mente ayuda más al mundo que el hombre que habla desde una tribuna. La gente ordinaria difícilmente puede entender esto. Cuando estás sereno, penetras e impregnas realmente cada átomo del universo, purificando y elevando al mundo entero. Intenta que tu mente sea un océano tranquilo, sin olas de pensamientos en tu mente.

Aforismos:
· En el acto de pensar está implicado todo el hombre, pero sobre todo el cerebro. Pensarás con más claridad y rigor cuanto más sano esté tu cuerpo físico y más fuerte y en equilibrio tu cuerpo de energía vital que lo interpenetra.
· Una mente flexible y abierta es una mente entrenada. Una mente rígida es una fuente de sufrimiento para ti mismo y un peligro para los demás.
· Comprueba con frecuencia si esa opinión que emites es fruto de tu propio pensamiento o del pensamiento de otros. Has de aprender a pensar por tu cuenta, sin temor a equivocarte; de los errores también se aprende.
· Para pensar necesitas relacionar datos. Has de poseer un criterio claro para seleccionar la información fidedigna e introducirla en tu memoria. Tus decisiones serán mucho más certeras.
· Un pensamiento vivo, trabajado y sentido, es fuente de ideas propias. Con un pensamiento puramente intelectual, muerto, no pasarás de ser un almacén de ideas ajenas.
· La opinión pública no es sino la opinión de unos cuantos, que los demás aceptan.
· Atribuir un gran valor a la opinión de los hombres es, por lo general, dispensarles demasiado honor.
· Se debe pensar lo justo. Quien piensa en exceso no vive, se desvive. A quien no piensa le manejan.
· El que piensa en exceso no actúa, no se mueve. El que piensa demasiado poco es temerario. El valiente piensa lo justo.
· El pensamiento consciente no es una actividad espontánea más que en los pensadores de profesión. Esfuérzate en dedicar cada día un tiempo para pensar. No elijas al comienzo algo complicado. Pensar en algo así como en un alfiler, puede ser bueno para empezar.
· ¿Has pensado si tienes tiempo para pensar?
· Un mal pensamiento es ya un castigo.
· Párate a pensar y procura averiguar si gran parte de tu modo actual de pensar no es fruto de tus miedos, de tus complejos, de tus frustraciones, de tu pereza, de tu ambición, de tu lujuria, de tu ira, etc.
· No dejes de alimentar cada día tu alma con hermosos pensamientos.
· Hazte un fichero. Anota en cada ficha un hermoso pensamiento, sacado de tus lecturas, meditaciones, conversaciones, etc... Trata de memorizar uno cada día. Pon una ficha al alcance de tu vista cada día para poder leerlo varias veces.
· Ya que siempre no podemos decir lo que pensamos, pensemos siempre lo que decimos.
· No pienses enseguida que tu sufrimiento se debe a la mala suerte. Examina, más bien, si tu forma de pensar es la adecuada.
· Pensando puedes llegar a algunas verdades sobre ti mismo. Son pocos los que tienen el valor de decirse la verdad.
· ¿Existe alguna verdad absoluta? Encierran más verdad las paradojas que los dogmas. Una teoría abierta e incluso dispuesta a autodestruirse a sí misma es mejor que cualquier doctrina. Lo mejor de todo, la espontaneidad creadora y libre. No defiendas ninguna doctrina. Defiende, en todo caso, un método de conocimiento y de autosuperación. Y sobre todo defiende al hombre y su libertad.

domingo, 23 de junio de 2013

¿Admirar o envidiar?

Tener envidia es sentir tristeza o pesar por el bien ajeno, es querer poseer algo de los demás y desear obtenerlo sin realizar lo que el otro haya hecho para lograrlo. Admirar es considerar con estima y agrado a alguien o algo por considerarlo extraordinario o sobresaliente.

Envidiar, usualmente genera odio y resentimiento hacia alguien por lo que posee. El envidioso no persigue analizar cómo el otro alcanzó el objeto de la envidia. Más bien se genera el deseo o la fantasía de quitarle lo que tiene, en lugar de imitar el comportamiento que le permitió conseguirlo o adquirirlo.

Admirar, por el contrario, es reconocer, apreciar, estimar y evaluar a una persona y su logro. Produce, al igual que la envidia, la aspiración de poseer algo similar que lo deseado, pero reproduciendo la conducta del otro para merecer lo mismo. Cuando se envidia se llega a odiar a la persona envidiada, en tanto que en la admiración hay afecto y respeto por la persona admirada.

Desde un punto de vista social la envidia es negativa y fuente de permanentes conflictos no sólo entre personas sino también entre comunidades y culturas.

La envidia patológica es destructiva y provoca un malestar emocional y reacciones negativas que pueden llegar a la baja autoestima, al aislamiento y la depresión, o a distintas sociopatías y conductas delictivas.

Son objeto de envidias el reconocimiento social, la fama, el prestigio, el posicionamiento laboral, el poder, el éxito, la felicidad, la pareja, los hijos, familiares y los distintos bienes y patrimonios de las personas.

Podemos prevenir la envidia y no ser victimas de ella si sustituimos este defecto, esta forma de ser por la admiración. Es bueno desear tener o lograr algo. Incluso, podemos ver en los demás qué es lo que queremos. Lo verdaderamente importante es que definamos nosotros mismos qué es lo que aspiramos en la vida: ¿Una pareja que amemos y nos ame? ¿Graduarnos? ¿Crear una familia? ¿Un hogar? ¿Viajar? ¿Vivir en paz? ¿Un coche, una casa? ¿Ser reconocidos por todos? ¿Escribir? ¿Liderar a su comunidad? ¿Ejercer una profesión o trabajo? ¿Tener comodidades, bienestar?

Una vez que aclaremos lo que deseamos ser y/o tener, podremos comenzar a trabajar, esforzarnos y orientarnos hacia la consecución de estas metas y en la misma medida dejaremos de envidiar, porque estaremos bastante ocupados en nuestros propios objetivos como para fijarnos en lo que obtienen o han conseguido los demás.

jueves, 20 de junio de 2013

El narcisismo

El término narcisismo procede del mito clásico de Narciso, joven que al contemplar su propia imagen reflejada en las aguas de una fuente se enamora de sí mismo; ante lo imposible de su amor, muere de tristeza, metamorfoseándose su cuerpo en una hermosa flor: el narciso. El narcisismo consiste, fundamentalmente, en un exagerado amor a uno mismo. Freud describió un narcisismo primario en el recién nacido, que dirige todas sus energías hacia un solo objetivo: satisfacer sus propias necesidades y lograr el mayor grado de bienestar posible; sin embargo, según el niño va creciendo, al reconocer a una persona como la responsable de proporcionarle todo tipo de cuidados (generalmente se trata de su madre) comienza a dirigir hacia ésta parte de su libido, constituyendo lo que Freud denominó la libido de objeto. De este modo, en el desarrollo normal, la libido se va desplazando desde uno mismo (narcisismo) hacia diversos objetos, si bien es normal que siempre permanezca en todos los individuos una cierta dosis de narcisismo. A veces, ciertas situaciones traumáticas de tipo físico o psicológico, como enfermedades, frustraciones, peligros, pérdida de seres queridos («de objetos»), etc., hacen que la libido rechace otros objetos y se dirija de nuevo hacia uno mismo. Freud definió este retorno al narcisismo de la primera infancia con el término de narcisismo secundario.
Cuando a lo largo del desarrollo un sujeto conserva dirigidas hacia sí mismo una buena parte de las energías de su líbido porque ha enfocado pocas de estas energías hacia los objetos externos, o cuando determinados traumas psicológicos hacen que estas energías vuelvan a estar orientadas fundamentalmente hacia su propia persona, podemos afirmar que dicho sujeto tiene una personalidad narcisista. Entre sus rasgos más característicos destaca la constante y desmedida preocupación por sí mismo y su intereses, frente al desinterés que manifiesta hacia los demás y sus problemas; es más, muchas veces el narcisista puede ignorar perfectamente al resto de sus semejantes, a no ser que influyan de forma directa o indirecta en sus intereses.
Por lo general, el sujeto no tiene conciencia de estar tan volcado sobre sí mismo, sino que cree que su actitud es absolutamente normal y se asombra de que alguien pueda considerar que mantiene una postura egoísta.
Son personas cuyas relaciones afectivas y sociales, en general, están mediatizadas por su gran avidez de admiración y estimación. Buscan abiertamente ser admirados por los demás, fascinarlos para brillar ante sí mismos con mayor luminosidad, pero son incapaces de dar auténtico afecto y de entregarse abiertamente a otras personas. Esta característica ha llevado a muchos autores a relacionar el narcisismo con el «donjuanismo» y con los trastornos de tipo histérico. También se ha relacionado con determinados aspectos de la sexualidad, especialmente con el autoerotismo y la homosexualidad.
El autoerotismo consiste en la reproducción de estímulos eróticos a través del propio cuerpo o de partes de éste. Para que esto ocurra no es necesario que la persona tenga una personalidad narcisista, pero es evidente que es una situación más común cuando se poseen unas dosis altas de narcisismo. Algo similar ocurre a veces con la masturbación; la elección del objeto sexual o incluso del objeto de amor puede estar más o menos mediatizada por el trasfondo narcisista, tal como ocurre en un buen número de relaciones homosexuales, en las cuales la elección de una pareja del mismo sexo se debe, parcial o totalmente, al parecido del cuerpo elegido con el propio o a la similitud de los órganos sexuales.

Los conflictos

Conflicto es el choque en nuestro interior de dos fuerzas emotivas antagónicas. En líneas generales, la persona se mueve y actúa en función de sus necesidades. La fuerza que empuja a esta acción recibe el nombre de motivación, y tiene la finalidad de incitar al individuo para que logre un objetivo: saciar una determinada necesidad. Al mismo tiempo que marca una dirección al acto, le imprime un sentido: alejamiento del objeto si éste es nocivo (necesidad de huir) o acercamiento si éste es placentero (necesidad de obtenerlo).
A veces, sin embargo, puede ocurrir que el sujeto se vea motivado tanto en un sentido como en otro, encontrándose frente a un objetivo a la vez deseado y temido. Entonces surge el llamado conflicto, que es el enfrentamiento entre dos impulsos opuestos.
Un ejemplo ilustrativo de gran conflicto paralizante sería el de un padre que durante un incendio debe introducirse entre las llamas para salvar a su hijo, encontrándose así frente a dos impulsos muy fuertes: el de protección paternofilial por un lado y el temor al fuego por otro.
En la vida nos vemos muchas veces sometidos a situaciones conflictivas; quizá no tan dramáticas como la del ejemplo, pero sí lo suficientemente fuertes como para condicionar nuestra existencia.
La manifestación de un conflicto es la angustia y la ansiedad. Y su falta de resolución puede provocar la abolición, disminución o transformación, más o menos inconsciente, de alguna de las funciones de la personalidad para atenuar o cortar la angustia. Los conflictos, según su origen, se clasifican en:
Conflictos extrapsíquicos. Son los que tienen lugar entre la persona y su entorno ambiental o social. Se producen, por lo general, cuando actuamos en contra de nuestros principios por presiones del exterior. Por ejemplo, cuando tenemos que acatar alguna norma o alguna ley que nos parece injusta.
Conflictos intrapsíquicos. Son aquellos que tienen lugar dentro de la persona y sin conexión con el exterior. No es raro que aparezcan cuando tenemos que tomar decisiones de importancia, cada vez que debemos elegir entre dos posturas a tomar en la vida y ante las que tenemos argumentos tanto a favor como en contra.
Conflictos mixtos. En realidad son conflictos extrapsíquicos que, al tener lugar, actúan como revulsivos en el interior de la persona, despertando en la conciencia otro conflicto (ahora intrapsíquico) que permanecía latente.

A propósito de la latencia, tal vez ésta sea a veces una característica de muchos conflictos intrapsíquicos. Es decir: su permanencia escondida en el subconsciente (larvada) sin que el sujeto lo advierta con claridad. En tal situación es frecuente que aparezcan síntomas del mismo, a modo de señales de alarma disfrazadas, como es el caso de las llamadas reacciones de conversión, que «convierten» un problema interior (inconsciente) en uno exterior, por lo regular corporal y visible; es el caso de una parálisis histérica, que impide trabajar a una persona porque en el fondo tiene un conflicto laboral.
El mantenimiento de una situación conflictiva acarrea con el tiempo trastornos psicológicos de interés, desde leves rasgos neuróticos (estados depresivos, somatizaciones, etc.) a profundas psicosis (trastornos del pensamiento y de la personalidad) en función de la importancia del conflicto.
 


La susceptibilidad ¿Eres Susceptible?

Las personas susceptibles son aquellas normalmente quisquillosas, es decir, demasiado delicadas para el trato común, y fáciles de agraviarse o de ofenderse con otros, por pequeños pretextos. Ser susceptible se asocia con mostrarse irritable e irascible. También, con ser escrupuloso y receloso. El o la susceptible teme, sospecha y desconfía de los demás porque por la mínima situación se siente agredido. Así, tienden a sufrir más del estrés y de la angustia.

Por otra parte, y a pesar de su aprensión, son personas fácilmente manipulables dado que son altamente impresionables, lo que le permite a terceros persuadirlos de una manera apasionante, o sembrarles ideas o sentimientos con gran fuerza. En el caso de enamoramientos, la persona susceptible, durante el período de aproximación, lo hará con cautela pero una vez que tome confianza en la pareja, le será muy fácil a esta emocionarla y conmoverla.

Se puede ser sensible sin ser susceptible, pero el o la susceptible se deja llevar por los sentimientos y las emociones, lo cual no le permite analizar en frío las circunstancias para actuar adecuadamente. Así, una broma social se convierte en una ofensa, o un comentario crítico positivo en el trabajo con el objeto de estimular un mejor rendimiento, por parte de su supervisor, le genera al susceptible una crisis de autoestima o un cuadro de angustia innecesario.

La susceptibilidad impide las normales relaciones humanas por temores infundados de ser insultados o por falsas percepciones de rechazo. Al mismo tiempo, provoca un enorme desgaste emocional por estar a la defensiva y esperando una agresión.

Una cosa es lo que suponemos y otra lo que realmente ocurre. Debemos aprender a diferenciar y dar a las situaciones su justo valor. No exageremos, y sobre todo tratemos de mantener el control emocional. Permitir la exageración en las emociones puede suscitar desasosiego, ansiedad, angustia e intranquilidad. Ante cada circunstancia usemos la razón y pensemos cuál es la mejor respuesta para alcanzar nuestros objetivos. No reaccionemos con la sola emoción, sea de rabia, miedo, alegría o amor. Si es necesario comentemos el evento con los seres queridos o amigos y que nos den sus impresiones. De esta forma obtendremos juicios de valor menos cargados emocionalmente.

Los sentimientos son positivos y nos hacen vivir con afecto y satisfacción, pero existen emociones que suscitan desasosiego, ansiedad, zozobra, angustia e intranquilidad. Así como una persona puede llegar a manejar y lidiar con una fobia, las personas susceptibles pueden aprender a controlar sus emociones y dejar de ser tan sensibles e impresionables, sin perder para nada, su forma de ser.
 


Valor real del éxito y del fracaso

Éxito y fracaso son dos evaluaciones finales y opuestas de una tarea emprendida.
En cualquier acto que se real¡za existen básicamente tres fases:
Propósito. En la que tiene lugar el deseo y la intención de realizarla, decidiéndose de un modo más o menos consciente la conveniencia o no de actuar. El propósito tendrá una duración y complejidad relativas a la importancia de la tarea a realizar y va en función de la voluntad del sujeto.
Acción. En esta fase se pone en práctica el propósito. El individuo ejecuta la actividad deseada persiguiendo unos objetivos. Está en función de la capacidad personal e influida por los condicionamientos internos o anímicos y ambientales.
Fin. Fase en la que se consigue o no el objetivo buscado. Se manifiesta el resultado final del propósito y de la acción y tiene lugar un juicio valorativo del proceso.

Generalmente se juzga la actuación en función de sus objetivos: si se consiguen los fines pretendidos con ese propósito, se dice que la tarea ha sido un éxito. Si no se logran, se dice que ha sido un fracaso.
Por lo regular, el fracaso puede suceder por error en el propósito: intención equivocada, pretensiones ilusorias, objetivos inalcanzables, etc., o por error en la actuación, hecho que no depende exclusivamente del sujeto; existe una notable, y a veces decisiva, influencia de los condicionantes y circunstancias ambientales.

La valoración del éxito o fracaso de una empresa se realiza desde dos puntos de vista:
Análisis objetivo. Mediante la observación desde el exterior de la acción realizada por el sujeto y, sobre todo, del logro final de los objetivos.
Análisis subjetivo. Realizado por el propio sujeto y en función de la satisfacción personal conseguida.

Ambas evaluaciones no tienen por qué coincidir necesariamente. No es rara la disparidad de criterios entre ejecutante y observador ante una labor realizada. El primero puede sentirse muy satisfecho de su obra y en cambio no recibir la aprobación general, y viceversa. Esto se observa habitualmente en el terreno artístico. Cuando la intención del individuo es tan sólo buscar la aprobación general, obviamente el análisis objetivo y subjetivo deben coincidir para conseguir el éxito.
El valor real del éxito o el fracaso se debe buscar en la integración mental y en la repercusión afectiva que ambos conceptos tienen en el sujeto protagonista de la acción, ya que los dos enjuiciamientos pueden determinar la sucesiva forma de actuar, bien como estímulo (el éxito) o bien como freno (el fracaso).
El éxito incita a la acción en busca de nuevos éxitos, condicionándola positivamente. El fracaso, en cambio, induce a la paralización para prevenir y evitar otros posibles fracasos.
Éste es un fenómeno de aprendizaje que debe tenerse muy en cuenta cuando se persiguen fines educativos: premiar una labor bien realizada tiene mucha más influencia en la conducta que el castigo por la labor fracasada. Un premio es un incentivo que anima a actuar al resaltar el éxito. Con el castigo se inhibe la acción por miedo al mismo.
Por algo parecido, algunas personas se mueven en su vida siguiendo la ley del «todo o nada». Poseen un perfeccionismo exagerado, junto a una capacidad nula para asumir el fracaso. Por tal motivo viven paralizadas en sus acciones y decisiones, pues piensan que es mejor no actuar que actuar con el riesgo del fracaso: «Como seguramente no lo haré bien, mejor, no lo hago.» No son conscientes de que tomar decisiones y actuar es algo que encierra posibilidades tanto de éxito como de fracaso, mientras que el no actuar es objetivamente un fracaso siempre, porque nunca se alcanzará fin alguno.
En toda conducta existen probabilidades de éxito o de fracaso, tan válido uno como el otro para poder modular dicha conducta. Y ha de tenerse en cuenta que la satisfacción plena tras una tarea realizada se consigue pocas veces, y que, tal vez, sea más positivo sentirse «satisfecho pero sabiendo que todo es mejorable», para mantener un espíritu de superación.
 


lunes, 17 de junio de 2013

Las fantasías. Vivir fuera de la realidad

Lo que entendemos, generalmente, por «fantasía» se denomina, en lenguaje técnico, fantasía representativa. Como su nombre indica, consiste en la representación mental de objetos o personas que no tenemos ante nuestra vista en esos momentos, o bien en escenas que no están ocurriendo y que no se responden tampoco con una experiencia vivida anteriormente (entonces constituiría lo que llamamos recuerdos). Puede tratarse de algo que existe y que no conocemos —el aspecto de un lugar que nunca hemos visitado—, pero que podemos imaginarnos, por medio de la fantasía; otras veces se puede imaginar cómo será algo que todavía no ha sucedido, y que quizá no llegue incluso a suceder nunca, como es el caso de una adolescente que se imagina a sí misma teniendo un encuentro amoroso con alguno de sus ídolos cinematográficos.
Hay tres tipos fundamentales de fantasía representativa: la fantasía creadora, la fantasía de deseos y la fantasía de temores.
La fantasía creadora se caracteriza por la elaboración de algo nuevo con una finalidad más o menos concreta, es decir, no se limita a proyectar en el futuro experiencias anteriores o algún tipo de deseo. Es la fantasía que permite al artista crear sus obras, la que vertebra la labor de los inventores, los investigadores, los poetas, etc., la que es inherente, en una palabra, a todos los procesos creativos.
La fantasía de deseos consiste en vivir mediante la fantasía lo que no hacemos en la vida real; es un fenómeno conocido también como «soñar despierto», y que se da con relativa frecuencia en el niño y en el adolescente, y que va disminuyendo a medida que madura la personalidad. La fantasía como vía de realización de deseos insatisfechos puede llegar a tener un carácter patológico si ocupa una gran parte del tiempo de una persona, tal como ocurre cuando se tiene una personalidad inmadura o un desarrollo neurótico de la personalidad. Soñar mucho despierto es un mecanismo psicológico que puede disminuir gravemente las actividades enmarcadas dentro de la vida real. Al fin y al cabo, mediante la fantasía se obtienen satisfacciones rápidamente, a pesar de que no estén emarcadas dentro de un contexto real, con lo que se pueden convertir de forma más o menos automática en una especie de refugio donde conseguir estimación, poder, autoafirmación, protagonismo, etc. A veces se busca satisfacer deseos eróticos o puramente materialistas. Esto se contrapone con una realidad en la que una satisfacción más moderada implica un esfuerzo y unas dosis de paciencia, por lo que se puede llegar a renunciar a una de estas satisfacciones de la vida real por las que se pueden conseguir a través de la fantasía. Cuando una de estas personas llega a comportarse como si fuesen realidad algunas de sus fantasías contando falsas historias y mentiras en relación con ellas, puede dar lugar a un cuadro psicopatológico denominado «pseudología fantástica» que abunda entre las personalidades histéricas. Estas personas se pueden mostrar más o menos reticentes a reconocer lo irreal de sus planteamientos y conductas, pero si se ven claramente descubiertas llegan a reconocer la verdad, lo cual las diferencia de la creencia patológica propia de los cuadros psicopatológicos delirantes.
La fantasía de temores constituye algo similar a la fantasía de deseos, pero con un signo opuesto. Estas personas se representan desgracias que piensan que podrían ocurrir y que precisamente las asustan particularmente. A veces piensan como reaccionarían ellos y qué sería de su vida sí esto ocurriese. La fantasía de temores es relativamente frecuente entre las personas inseguras y las que padecen ciertos trastornos de tipo neurótico, guardando una estrecha relación con la ansiedad anticipatoria.
 


¿Por que ocurren alteraciones en las crisis de ansiedad y pánico?


El conjunto de alteraciones corporales que describimos en el apartado anterior no sucede de forma anárquica. En principio tienen una finalidad, lo que sucede es que son desmedidas y han perdido razón de ser. No son más que mecanismos de preparación del cuerpo para la lucha o la huida ante un peligro inminente. Cuando el cerebro recibe la señal de alarma se pone en marcha el llamado sistema nervioso autónomo, a través de su denominada porción simpática. Este influye sobre el sistema circulatorio, disminuyendo el riego sanguíneo en las visceras y aumentándolo en los músculos (que habrían de ser utilizados en la lucha o en la huida). El aparato digestivo detiene su funcionamiento para ahorrar energía necesaria para la contienda. Por ello puede tener lugar un «corte de digestión» en la crisis de ansiedad con sensación de «nudo de estómago». Las pupilas se dilatan para favorecer la visión. Se libera adrenalina que activa el corazón para que bombee la sangre necesaria en los músculos. Aumenta la capacidad de coagulación de la sangre en previsión de posibles heridas en el supuesto combate. La respiración se acelera para aportar más oxígeno al cerebro y a los músculos.
Como se observa, todo ello sería lógico si ocurriera segundos antes de enfrentarnos a una brutal contienda en la que tuviéramos que defender nuestra integridad a vida o muerte.
En la crisis de ansiedad o ataque de pánico tiene lugar una alarma similar. Pero es una alarma sin motivo y en la que no hay posibilidad de descarga, de utilización de todo el arsenal preparado. En términos coloquiales diríamos que «hay mucho ruido y pocas nueces».
El problema, tal vez radical, que exagera la crisis de ansiedad, es su autoalimentación; es decir, la aparición de los primeros síntomas produce temor y alarma, y esta alarma desencadena más síntomas, alimentando la crisis. De este modo puede aparecer el miedo al propio miedo, cayéndose en un círculo neurotizante.
Por ello, ante una crisis de ansiedad, lo primero que hay que lograr es perder el miedo a lo que está ocurriendo. El sistema nervioso está acelerado, pero no hay alteración orgánica alguna. No son más que señales de alarma y un organismo sano no se va a matar a sí mismo con ello. Al no tener sentido se descarga y cesa por sí sola.

sábado, 15 de junio de 2013

Los complejos


Los complejos son conflictos psicológicos inconscientes; es decir, conflictos que permanecen fuera del campo de la conciencia, en el llamado inconsciente, con lo que la persona que los padece no se da cuenta de que éstos existen.
¿Cómo se puede constituir un complejo? Cuando se produce un conflicto psíquico de cierta importancia, hay personas, sobre todo aquellas que tienen un yo débil, que no son capaces de elaborarlo y asimilarlo psicológicamente de forma adecuada, con lo que tienden a rechazarlo por el denominado mecanismo de represión fuera de la conciencia, hasta el inconsciente. El mecanismo de represión equivale en cierto modo al no querer ver el conflicto, como el avestruz que esconde la cabeza entre sus alas, con la particularidad de que generalmente la represión se lleva a cabo de forma automática e involuntaria. De este modo se consigue que el conflicto quede ignorado en el plano de la conciencia. Para evitar que el conflicto retorne a la conciencia desde el inconsciente en el cual ha quedado albergado, el sujeto pone en marcha una serie de mecanismos psicológicos de inhibición y bloqueo. De este modo se establece una personalidad perturbada en la que el conflicto originario, transformado ahora en complejo, cobra una importancia cada vez mayor, ya que va creciendo progresivamente a costa de nuevos conflictos similares que van surgiendo a lo largo de la vida y que, como en el primer caso, el sujeto reprime hacia el inconsciente.
La instauración de un complejo dentro de la personalidad depende, pues, de la debilidad del yo y de la intensidad del conflicto, pero la circunstancia determinante no es el conflicto psicológico en sí mismo, sino la represión del conflicto. La posesión de un complejo da lugar a una afectividad conflictiva y ambivalente, que dificulta las relaciones humanas sanas y sinceras, creando problemas de adaptación al ambiente familiar y social en el marco de una personalidad caracterizada fundamentalmente por la inseguridad y un difícil manejo de la angustia y la agresividad.
El término complejo proviene del psicoanálisis y representa una forma de conducta, de comportarse. Para Freud, cada persona tendría sus complejos en alguna medida. Jung los definía como un conjunto de ideas con una carga emocional muy elevada que nos pauta una forma de ser.

Freud describe el clásico complejo de Edipo y de Electra, que se da en los hombres y mujeres que no pueden vivir sin su padre o madre, respectivamente.

Los complejos de superioridad o de inferioridad son muy populares. Usualmente se señala: "fulano tiene complejo de superioridad" o "esa es una acomplejada".

El primero en hablar sobre estos complejos fue Adler quien manifestaba que nuestra misma incapacidad para valernos solos cuando pequeños, desde el nacimiento, nos hace proclives al sentimiento de inferioridad. Cuando este sentimiento se hace permanente y en la edad adulta surge entonces el "complejo de inferioridad".

La psicología ha estudiado otros complejos. Entre ellos podemos mencionar el "complejo de castración" que es el temor que el niño tiene de perder sus genitales, asociado al "complejo del pene o los senos pequeños" o el "complejo de Caín", que tiene que ver con la rivalidad fraterna.

Algunos autores en la actualidad han descrito ciertos complejos como el de "Peter Pan" para referirse a adultos masculinos inmaduros. El "complejo de Wendy", para definir a algunas mujeres que asumen el rol de "madre sustituta" de su pareja. El "complejo de Culpa", donde la persona vive aquejada de sensación de culpabilidad, por ejemplo, la culpa que sienten muchas madres al trabajar fuera de la casa y que piensan que no le dedican tiempo suficiente a sus hijos o el "complejo de Superman" en algunos hombres que se creen su supremacía física o mental por encima de otros, el cual se observa mucho en los gimnasios y en círculos intelectuales. El complejo presidencial nos describe que muchos se creen con capacidades de ser presidentes cuando en realidad disimulan un complejo de inferioridad.

Para superarlos lo primero es reconocer que existe el complejo, preguntando a las personas que nos rodean. Luego analizar las razones por la que necesitamos practicar esta conducta. Es necesario entender que todos tenemos defectos y virtudes y ser conscientes de nuestras limitaciones, aceptarlas y ver cuales pueden ser cambiadas y cuales no.

Por último, tenemos que renunciar a las ideas tanto de superioridad como de inferioridad o de otro complejo que nos aparte de la plenitud y que entorpezcan las relaciones con las demás personas y, también, aceptar una visión más realista de la propia personalidad.
 


Las frustraciones

El ser humano goza de una energía motora gracias a la cual adopta una postura, más o menos dinámica, ante la vida. Esta energía vital está canalizada por una especie de resortes —los impulsos— que son los encargados de dar una dirección y un objetivo a esta postura (que puede ser tanto activa como pasiva) para que tenga un sentido.
El impulso sería el equivalente al instinto de los animales irracionales. Al igual que éste, está determinado genéticamente; la gran diferencia es que el impulso humano tiene un fuerte componente racional.
Cuando se activa un impulso se produce un estado de tensión o excitación psíquica. Esta tensión impulsa a la persona a actuar para liberar dicha tensión, que no se extinguirá totalmente hasta que no se haya realizado el acto al que impulsa.
Si surge un impulso y la persona no es capaz de satisfacerlo, aparece lo que llamamos frustración, que se manifiesta como un estado de vacío o anhelo insaciado.
Obviamente, el grado de frustración irá en función del grado de intensidad del impulso malogrado. Es como si toda la energía emitida para conseguir un objetivo, al no lograrlo, rebotara contra el mismo sujeto que la ha generado. A mayor acción impulsora, mayor reacción frustrante.
Esto no quiere decir que haya una proporcionalidad directa entre el objetivo a conseguir y la sensación de frustración que produce el no lograrlo. El grado de intensidad de la frustración depende, sobre todo, de la fuerza del deseo, más que del objetivo en sí (y, por supuesto, desde el punto de vista de su repercusión en la psique, es mucho más importante la mayor o menor intensidad de la frustración, que el hecho que la ha originado).
Pongamos un ejemplo: Un joven desea estudiar una carrera determinada, pero no aprueba el examen de ingreso en la Universidad y, lógicamente, esto le hace sentirse frustrado. La misma joven va luego a comprarse unos pantalones que le han gustado mucho y que ha visto anunciados en un escaparate, pero al probárselos, no le sirve la talla, sintiéndose nuevamente frustrado. Puede, entonces, darse el caso de que la segunda frustración sea para este joven, más profunda y decisiva que la primera. Obviamente, unos pantalones son menos importantes que una carrera universitaria, pero para alguien que le concede mayor importancia a su aspecto físico que a la posesión de un título superior, son, subjetivamente, más importantes.
Las frustraciones comienzan a aparecer ya desde las primeras etapas de la vida. El recién nacido depende absolutamente de su madre, que lo atiende, cuida y alimenta (fase oral de la vida); al finalizar el período de la lactancia, nota un cierto distanciamiento por parte de la madre, que ya no colma el cien por cien de sus necesidades, se siente abandonado, brotando de ese sentimiento la primera frustración. Este hecho provoca una pequeña reacción de agresividad en el niño, que, al mismo tiempo, comienza a darse cuenta de la fuerza que puede ejercer sobre sus padres con sus funciones corporales (fase anal).
Posteriormente, aparece el deseo de vencer su situación de dependencia ante el adulto, dirigiendo sus impulsos hacia la búsqueda de seguridad, afirmación, dominio y amor propio. Con ello inicia su autorrealización, que culminará con la madurez.
Pero, realmente, todo este proceso no es más que una larga «carrera de obstáculos». A lo largo de nuestro desarrollo vital nos encontramos con innumerables barreras que dificultan o impiden la realización de nuestros deseos e impulsos.
La auténtica madurez y fortaleza del Yo se consigue cuando asumimos nuestras limitaciones. Cuando sabemos convivir con las frustraciones producidas ante acontecimientos insuperables. Cuando nuestras metas y objetivos se asientan sobre un plano real, relegando nuestras fantasías al campo de la ensoñación, y sabiendo, en todo momento, que no somos ni dioses ni superhombres.
Gran parte de la patología neurótica se nutre del mundo de las frustraciones, que desencadenan en la persona conductas agresivas, tanto hacia el exterior como hacia el interior, transformando al individuo en un ser antisocial o autodestructivo.
 


miércoles, 12 de junio de 2013

Reacciones psicológicas y reacciones vivenciales. Formas normales y anormales de reaccionar


Se denomina reacción psicológica a la que obedece a mecanismos puramente psicológicos, sin participación de mecanismos biológicos, y que es perfectamente comprensible desde el punto de vista psicológico. Se trata, pues, de una forma de reaccionar en la que solamente influyen factores psicológicos personales, sin que la reacción se deba o esté mediatizada por factores de índole corporal. Cuando las reacciones psicológicas se producen por una experiencia que se ha vivido con gran intensidad hablamos de reacciones vivenciales, y para ser consideradas como tales deben cumplir los tres criterios propuestos por laspers:
1. La reacción tiene que aparecer por un motivo, que sería una vivencia de cierta intensidad.
2. La reacción y la vivencia mantienen entre sí una relación que es comprensible desde el punto de vista psicológico; es decir, mantienen una relación causa-efecto que resulta comprensible dentro de las leyes generales de la psicología.
3. La aparición de la reacción mantiene una cierta dependencia cronológica con el momento en que se ha producido la vivencia. Generalmente, la reacción se produce inmediatamente después de la vivencia, aunque a veces surge de forma retardada.

¿Hasta qué punto podemos decir que una reacción es normal o anormal? No existe verdaderamente una línea que separe de forma precisa a las reacciones normales de las anormales, entre unas y otras existe un campo de transición gradual que va desde la total normalidad a la anormalidad, pasando por estados intermedios de dudosa clasificación. Los criterios que se utilizan para valorar estas reacciones psicológicas son de intensidad y duración. Una reacción vivencial es anormal en la medida en que es en exceso intensa, como cuando persiste demasiado tiempo; pero también puede ser anormal por defecto, es decir, cuando es exageradamente débil y fugaz. Por ejemplo, ante la muerte de un ser querido, sería una reacción anormal el no darle ninguna importancia y olvidarnos en minutos de lo sucedido. Una reacción anormal por exceso sería una crisis de pánico que se mantuviese durante mucho tiempo, causada por una herida insignificante que se ha hecho una persona querida.
Muchas veces, las reacciones vivenciales anormales están en relación con la agresividad. Se trata de explosiones de cólera o de conductas agresivas que se desencadenan por estímulos insignificantes. En ocasiones se trata de actos en cortocircuito, es decir, actos impulsivos en los que se produce un salto psicológico: la secuencia vivencia-reflexión-actuación se ve abreviada al saltarse el paso de la reflexión, con lo que la vivencia lleva a actuar de modo anómalo sin que esa persona haya reflexionado sobre lo sucedido. Estos actos en cortocircuito son típicos de algunas agresiones e incluso autoagresiones. En otros casos, las reacciones vivenciales normales están en relación con los celos, la vergüenza, la desconfianza, la tristreza, la frustración, el dolor, etc.
Hay personas que son más propensas a tener reacciones vivenciales anómalas, como los impulsivos, excitables, inestables y, en general, todos los rasgos de personalidad que implican una falta de reflexión o disminución del autocontrol. Entre los trastornos psicopatológicos destacan las personalidades psicopáticas, personalidades infantiles o inmaduras, los alcohólicos, olígofrénicos, epilépticos, esquizofrénicos, neuróticos, quienes sufren hipomanía o manía y depresiones disfórícas. También se pueden producir en personas perfectamente normales, aunque esto sucede de forma muy aislada. No obstante, toda reacción vivencial de cierta intensidad deja una tendencia a repetir una reacción de características similares cuando se repiten vivencias parecidas, e incluso, ante vivencias caracterizadas por una fuerte sobrecarga afectiva, aunque no guarden una relación temática directa con la que produjo la primitiva reacción vivencial.

Aprovecha lo que tienes

Cuánto tienes a tu alcance para hacer algo no es ni por asomo tan importante como lo que decidas hacer con ello. Muchísima gente que se volv...