jueves, 27 de junio de 2013

La sociedad


Muchos son los males de nuestra sociedad y muchas las soluciones que se aportan en estos tiempos de frivolidad, pero tenemos que dar un paso esencial y terminar con el nefasto culto a la imagen, la hipocresía y la apariencia mentirosa. Este paso imprescindible es la consciencia moral que otorga la vida espiritual.

La represión a ultranza es traumática e indeseable, pero una convivencia moral obliga a un esfuerzo razonable para someter los oscuros instintos egoístas y obrar adecuadamente. Esta permisiva sociedad ya está dando suficientes muestras de hastío y de alarma ante la hecatombe que ha supuesto la necia implantación de una ética descabellada y acomodaticia, tal vez como reacción pendular a la hipócrita represión sufrida en tiempos recientes. Debemos aprender que la moral no puede imponerse, puesto que es una actitud soberana e individual.


El mundo no es algo separado de nosotros mismos. El mundo, la sociedad, es la relación que establecemos o procuramos establecer entre nosotros. Así pues, el problema somos nosotros, no el mundo, ya que el mundo es la proyección de nosotros mismos, y para comprender el mundo debemos comprendernos a nosotros mismos. El mundo no se halla separado de nosotros; somos el mundo, y nuestros problemas son los problemas del mundo.


El mundo es una sociedad compuesta por personas que se relacionan entre sí, y si las personas que lo componen no pueden generar una relación espiritual, la humanidad seguirá en un estado de caos, sin sosiego y en desarmonía. Parte de nuestra labor consiste en aportar la virtud al mundo; pero ello no nos será posible hasta que la misma virtud se encuentre en nuestro interior, hasta que no seamos paz en nuestras mentes, amor en nuestros corazones y comprensión en las profundidades de nuestro ser. Por esto es esencial que seamos conscientes de verdad y obremos adecuadamente, y no nos quedemos únicamente leyendo o hablando sobre ello. Por la espiritualidad, permitimos que el Padre, lo Otro, la Verdad, o como queramos llamarlo, pueda entrar en nuestras vidas.


No sólo las personas necesitan vivir espiritualmente, la sociedad también lo necesita. Quien no vive espiritualmente se convierte en una fuente de dolor, hasta el punto que su propia ignorancia, ego y maldad se proyectan al final, espectacularmente, en conflictos, guerras, y calamidades. Tenemos que ser capaces de advertir el ego en la sociedad, y cómo éste parece ser un imán que a todos atrae hacia el mal y la oscuridad.


La existencia en este plano físico ofrece la oportunidad de ser conscientes, obrar adecuadamente y con ello también crecer y evolucionar. Un medio para ello se encuentra en las relaciones sociales, pues una mentira planetaria envuelve a la humanidad, la mentira que se encuentra en las relaciones sociales.


Contra la presión de la sociedad se tiene el amparo de la consciencia, del conocimiento y del discernimiento. Así y todo, uno se ve obligado a participar en esta comedia. No está permitido salirse del teatro, pues normalmente no es conveniente hacerlo. La estancia en esta Tierra, concretamente en la sociedad de la que se forma parte, sólo tiene sentido si se es consciente y se obra adecuadamente.


O de grado o por fuerza nos sometemos a la ley que nos impone la sociedad. Sin embargo, no es preciso someternos inconscientemente a sus exigencias y convencionalismos. Representar automáticamente un papel en la comedia, vestirnos y gesticular como actores es una locura que nos alía con las fuerzas de la oscuridad y que, tarde o temprano, arruinará nuestra salud corporal y espiritual.


Sólo la verdad es moral, la mentira es inmoral. La verdad purifica, la mentira corrompe. La sociedad es insensata e insiste en engañarse, y nosotros con ella. El continuo embuste que nos imponemos consume, como un lento veneno, todas nuestras fuerzas vitales, y hasta llegamos a encontrar cierta complacencia morbosa en alimentar con nuestra carne y nuestra sangre al gusano roedor que nos devora.


Sólo la verdad puede salvar al mundo. Ella debe permanecer siempre y en todo lugar con nosotros. La mentira es la causa de nuestra debilidad. Los seres humanos hemos seguido siempre, en toda nuestra historia y en la actualidad, el camino de la mentira, la sinrazón y la barbarie. Para que esta brutalidad y este abatimiento espiritual se disuelvan es imprescindible que seamos conscientes y obremos adecuadamente. Sólo las personas espirituales tienen ánimo, valor y fuerza suficientes para no mentir a los demás ni engañarse a sí mismas, para ser y conocer lo que son.


Un buen paso para apreciar el error que se encuentra en la sociedad es distinguir lo que son emociones mundanas y lo que son sentimientos profundos. Veremos la diferencia si comparamos lo que sentimos, por ejemplo, cuando nos aplauden y cuando vivimos la naturaleza, o cuando obtenemos algún éxito, cuando llegamos “arriba” y cuando disfrutamos realmente con nuestro trabajo, cuando somos los jefes y tenemos poder y cuando disfrutamos de la compañía de compañeros y de amigos.


Las emociones mundanas son ilusiones que únicamente producen vacío y dolor. Proceden de nuestra propia “glorificación” y “promoción”, es decir, de nuestro ego. Son inventadas por nuestra sociedad y nuestra cultura para que seamos productivos y podamos ser controlados. Ver la realidad nos libera de nuestros condicionamientos y del control que la sociedad ejerce sobre nosotros. Un control tan desmesurado y brutal que librarnos de él es tanto como morir.


La sociedad está llena de deseos y de apegos. Si un miembro suyo se encuentra apegado al poder, al dinero, a la prosperidad y al éxito, si desea y busca todas estas cosas como si su felicidad dependiera de ellas, será considerado como un miembro dinámico, trabajador y productivo para la sociedad. Pero casi nadie ve que si una persona persigue esas cosas destruirá su vida y se convertirá en un ser duro, frío e insensible con los demás y consigo mismo, en un verdadero infeliz. Es sorprendente cómo la sociedad le considerará entonces un ciudadano como es debido, y sus parientes y amigos se sentirán orgullosos del “status” que ha alcanzado. Es muy difícil conocer a nadie de los que llamamos respetables que vivan de manera espiritual, sensible y amorosa, y no cedan a la presión de deseos y de apegos. Si de verdad fuéramos conscientes de ello alejaríamos de nuestro interior todo deseo y todo apego, como haríamos con una serpiente que se nos hubiera caído encima. Quienes son espirituales ven la podredumbre de esta cultura que se basa en la codicia, el apego, la insensibilidad y la dureza del desamor. Por ello actúan con libertad.


La sociedad no está precisamente compuesta por personas espirituales, ni se fundamenta en el suministro de las cosas esenciales, sino que se asienta en la propia exaltación psicológica, pues se emplea lo esencial como medio de exaltación psicológica de uno mismo. La subsistencia es el ganar lo necesario para cubrir las propias necesidades, el alimento, el vestido y la vivienda. La dificultad de la subsistencia surge tan sólo cuando no vivimos espiritualmente y empleamos las cosas esenciales de la vida, el alimento, el vestido y la vivienda, como medio de agresión psicológica, es decir, cuando nos valemos de las cosas necesarias como un medio de engrandecernos a nosotros mismos.


La humanidad tiene medios para asegurarse la subsistencia. Es innegable que podemos producir en tal abundancia el alimento, el vestido y la vivienda, que aseguraría la subsistencia de toda la humanidad, técnicamente es posible. Pero en esta Tierra el egoísmo, la ignorancia y la demanda de la guerra es mayor que la espiritualidad. En la sociedad se encuentran muy arraigados los nacionalismos. Pero el nacionalismo, para la humanidad, es un veneno y una maldición. Cuando el nacionalismo se va llega la inteligencia, evidentemente. En lo externo el nacionalismo origina divisiones y clasificaciones entre las personas, guerras y destrucción, todo lo cual es evidente para cualquiera que sea un poco observador. Interiormente, psicológicamente, lleva a una identificación con lo más grande, con la patria o con una idea, y es, evidentemente, una forma de autoexpansión. Creemos que no tenemos importancia, que no somos nada, pero si nos identificamos con el país, si nos llamamos americano o alemán, esto halaga nuestra vanidad y nos brinda satisfacción, prestigio y una sensación de bienestar. Esta identificación con lo más grande, que es una necesidad psicológica para quienes necesitan la expansión del “yo”, engendra aislamiento, conflicto y lucha entre las personas.


El patriotismo no sólo causa conflictos externos, sino también frustraciones internas y es la ruina de la humanidad. Cuando comprendemos el nacionalismo, cuando nos damos cuenta de todo su proceso, como nace y lo que produce, todo el proceso del nacionalismo y del patriotismo se desvanece. Sólo puede desaparecer si comprendemos plenamente sus implicaciones, examinándolo, captando su significado en las actividades tanto externas como internas.


De esta investigación surge la inteligencia, y entonces ya no se produce la sustitución del nacionalismo por ninguna otra cosa. En el momento en que sustituimos la religión por el nacionalismo, la religión se convierte en otro medio de autoexpansión, en una fuente más de ansiedad psicológica y de dolor, en un medio de alimentarnos con una creencia. Por lo tanto, cualquier forma de sustitución, por noble que parezca, es una forma de ignorancia. El nacionalismo con su veneno, son sus miserias y contiendas, sólo desaparecerá cuando seamos inteligentes y vivamos espiritualmente.


Otro gran problema de la sociedad es su profunda superficialidad. Básicamente ser superficial es depender de algo o de alguien. Depender psicológicamente de ciertos valores, de ciertas experiencias, de ciertos recuerdos contribuye ciertamente a la superficialidad. Cuando dependemos de ir a la iglesia todas las mañanas, o todas las semanas, para levantarnos el ánimo o recibir ayuda, si tenemos que cumplir ciertos ritos para mantener nuestra sensación de integridad o para recordar algún sentimiento que experimentamos alguna vez, significa que somos superficiales. Nos vuelve superficiales entregarnos a un país, a un proyecto o a determinada agrupación política. Lo cierto es que todo el proceso de dependencia es una evasión de nosotros mismos. Esta identificación con lo más grande es la negación de lo que somos. Pero no debemos negar lo que somos, que es la realidad, sino comprender lo que somos y no tratar de identificarnos con el Universo, con Dios, con determinado partido político o con lo que fuere. Todo esto conduce al pensamiento superficial, y de este pensamiento superficial surge una actividad que es permanentemente dañina, sea a escala mundial o a escala individual.


Se justifican las acciones superficiales pensando que por lo menos se lucha por algo mejor, pero cuanto más se lucha más superficiales se es. Esto es lo primero que necesitamos ver, y esta es una de las cosas más difíciles, ver lo que somos, reconocer que somos necios, frívolos, celosos, de miras estrechas. Si vemos lo que somos, si lo reconocemos, entonces por ahí podemos empezar. Sin ninguna duda es la mente superficial la que huye de la realidad, y no escapar requiere una ardua investigación y no ceder ante la inercia. En el momento en que vemos que somos superficiales se inicia un proceso de profundización, pero siempre que no hagamos nada con esa superficialidad. Sólo si vemos nuestra mezquindad y la examinamos cuando surge comprendemos la totalidad de su influencia y obramos adecuadamente. Entonces existe una posibilidad de transformación. Pero la persona mezquina, que reconoce que lo es y trata de no serlo ya sea leyendo, reuniéndose con la gente, viajando o estando incesantemente activa como un mono, seguirá siendo una mente mezquina.


La sociedad es superficial y por eso se encuentra abocada a la sinrazón y al desastre. La persona superficial jamás podrá conocer grandes profundidades. Puede tener abundancia de conocimientos, de información, puede repetir palabras. Pero si sabemos que somos superficiales, poco profundos, y observamos todas las actividades de la superficialidad, sin juzgar y sin condenar, pronto veremos que lo superficial desaparece sin ninguna acción por nuestra parte. Pero eso requiere atención y paciencia, no el ansioso deseo de resultados, de éxito. Sólo la mente superficial desea conseguir resultados.

miércoles, 26 de junio de 2013

La miopía de la comunicación.


Antes de opinar o decir cualquier cosa, debo llamar la atención sobre un hecho: Todo es falso. Incluido este mensaje. El lenguaje humano es imperfecto e impreciso, luego cualquier idea expresada mediante él es, por fuerza, errónea.
Este es un concepto que no resulta novedoso en absoluto. Todos nos hemos visto en situaciones en que "no sé cómo explicarlo" "Es como si...". En ocasiones lo atribuimos a deficiencias propias en el manejo de la herramienta que es el lenguaje. En los pocos momentos que nos percatamos de la propia deficiencia del mismo, lo vemos como algo anecdótico: la dificultad de una traducción o la inducción a error de una polisimia. Descartamos la importancia que tiene esa deficiencia.
Y su importancia es sustancial, dado que el lenguaje es el eje central de la Humanidad.
Para verlo con claridad, es necesario analizar la importancia del lenguaje en nuestra vida cotidiana: Está claro: para comunicarnos con los demás. Pero también para que los demás se comuniquen con nosotros. Y no es necesario contactar con nadie. Cuando ves la televisión, escuchas la radio o un disco, cuando lees, estás haciendo uso del lenguaje.
Pero además, el pensamiento consciente se elabora mediante lenguaje. Y aquí es donde comienza la sucesión de errores, puesto que hemos de adaptar un ente ilimitado y libre, como es el pensamiento, a una herramienta finita y reglada.
El primer ejemplo se ve en la expresión de los sentimientos. Todos sabemos lo difícil que es expresarlos. Es un hecho antiguo y el arte surge precisamente como intento de vencer esa dificultad. Rimas, ritmos, acordes, sonidos, colores, formas... buscan provocar una sensación para el que las palabras no son suficientes.
Otro caso clásico es el de la descripción de la realidad. Sabemos que una imagen vale más que mil palabras. Al igual que imagen, podríamos decir un sonido o cualquier otra sensación captable con nuestros sentidos.
Otro problema añadido es la inclusión de los demás elementos de comunicación: Transmitente, transmisor y receptor.
La importancia del receptor en la comunicación, es enorme. Todos alteramos nuestro lenguaje en función del que recibe el mismo. Así, no hablaremos del mismo modo a un colega profesional, a un allegado o a un encuentro casual. Tampoco dará lo mismo si nos dirigimos a uno varios receptores.
El transmisor influirá también, puesto que no da igual si el medio de transmisión del lenguaje es oral, visual, escrito.
Y por último, el transmitente se verá enormemente condicionado en su lenguaje por infinitos factores: cultura, estado de ánimo, influencias recientes...
La imprecisión se extiende a todo tipo de lenguaje, puesto que no hemos de pensar sólo en las palabras. El lenguaje visual, gestual, se halla también condicionado por los mismos factores.
¿Y el lenguaje matemático?
Esa es la solución que vieron los diseñadores de los proyectos Pionero y Voyager. Junto a mensajes de saludo en cincuenta idiomas, se diseñaron formas de comunicación matemática que fuera precisa y universal. Se basaban en que constantes universales, como la letra pi (?), dada por la relación entre una circunferencia y su diámetro, debían ser reconocibles por seres inteligentes. La Pioneer 10 mandaba un mensaje de saludo, nuestra situación en el espacio y establecía nuestro nivel de inteligencia mostrando que conocíamos el átomo. Posteriormente se han enviado mensajes más ambiciosos, pretendiendo "enseñar" el idioma matemático partiendo de constantes físicas y matemáticas "confiando" en que el ser inteligente se adapte rápidamente a nuestra cultura.
La intención es obvia: pasar por encima de las dificultades de la comunicación humana, intentando conseguir un sistema de comunicación sin esas deficiencias.
El problema, empero, sigue igual. Continúa dependiendo del receptor para que el mensaje cobre sentido. De hecho la paleoastronomía pretende ver mensajes semejantes a los que hemos enviado al espacio en muchos restos de civilizaciones antiguas: desde los megalitos de Stonehenge a los pictogramas mayas pasando por todo tipo de relaciones matemáticas entre las construcciones primitivas. El mensaje, de existir, sigue estando oculto a nosotros como sin duda lo estaría el nuestro de encontrar una inteligencia que lo recibiera.
Pero bueno. Esto no era más que un inciso para demostrar que las matemáticas no nos pueden ayudar en nuestro problema. Por otro lado, la capacidad de expresión humana con el lenguaje matemático es, como mínimo, más limitada que las demás.
¿Cuál es, pues, la causa de la imperfección del lenguaje humano? Se podrían mencionar muchas pero la fundamental es el ahorro, tratar de englobar conceptos distintos en un solo término por la dificultad que conlleva manejar un lenguaje cuasinfinito.
El resultado es que los conceptos, las ideas, quedan inexorablemente encajonadas en la palabra o expresión que lo define, quedando en ocasiones amputadas algunas de sus connotaciones y en otras adquiriendo algunas impropias de ella.
La mejor manera de verlo es mediante los colores. Tenemos unas palabras limitadas para definir los colores. Sin embargo existen infinidad de ellos, puesto que cada matiz es un color distinto. Cada longitud de onda de la luz es un color distinto, pudiendo, aprovechando la paradoja de Zenon, elaborar infinitos colores.
¿Cuál es el color azul? Todos tenemos en la mente un azul. Si digo Turquesa, tendremos otro color. Si digo azul marino, uno más. Si digo cyan, o zafiro o celeste elaboraremos distintos tonos de azul.
¿Y si digo blanco? Ah, entonces ya no hay dudas ¿verdad? Sólo hay un blanco. Y sin embargo el pueblo esquimal tiene más de trescientas palabras para el color blanco...
Del mismo modo podemos coger una palabra como "AMAR". Y veamos qué conceptos contiene: Amor conyugal, enamoramiento pasional, amor filial, amor paternal, amor hacia uno mismo, amor a todos, amor sacrificado, amor egoísta, amor temporal, amor eterno... Podemos darle tantos matices como queramos.
Y pasamos a otra palabra que identificamos con conceptos distintos pero cercanos: GUSTAR.
Hemos definido dos escalones. Pero ahora acudimos a Zenon y pensamos. ¿Y entre estos dos conceptos, no debería haber uno identificable con su propio nombre? Y le pondríamos una palabra. Y luego pensaríamos ¿Y entre este término medio y AMAR, no habrá otro término medio?... Y así seguiríamos infinitamente.
Pero no lo hacemos y es sensato puesto que el coste de añadir otra palabra puede no ser rentable para el matiz que precisa.
El problema que nos da la deficiencia del lenguaje es cuando el pensamiento humano pasa a depender de él. Si somos incapaces de manejar nuestras ideas o conceptos sin las palabras que las delimiten, estaremos perdiendo tal cantidad de matices que la adición de los errores proporciona un resultado absolutamente distinto al original mental.
Piensa en un recuerdo agradable. Nárralo. Ahora no lo narres. Cierra los ojos. Siéntelo . Esfuérzate por sentir lo que sentías. Huele lo que olías, oye lo que oías. ¿Se asemejan ambos recuerdos?
Es un hecho antropológico el que el ser humano elabora herramientas para facilitarle la labor, pero es un hecho constatado que la dependencia excesiva en las herramientas malforma el elemento al que la herramienta pretendía ayudar.
La mente que descanse en herramientas como el lenguaje, las matemáticas, las esquematizaciones o resúmenes sin emplearlas exclusivamente como un instrumento más, quedará confinada al límite más próximo de todas ellas y jamás alcanzará su propio potencial.
Seamos también conscientes de que todo aquello que aprehendamos proveniente del o a través del lenguaje esta borroso, impreciso y confuso y que su empleo debe estar supeditado a la relativización.
Todo es incorrecto. Incluida esta afirmación.

martes, 25 de junio de 2013

Las herramientas universales.


En tiempos de confusión y duda, una de las estrategias más eficaces de actuación que podemos utilizar consiste en regresar a aquellos valores que la experiencia humana universal ha confirmado como indispensables instrumentos para el progreso individual del ser humano. Uno de esos puntos de referencia inexcusable es la comprensión y práctica de lo que en numerosas religiones se ha definido como virtudes.
Prácticamente todas las doctrinas religiosas han determinado como fundamental e imprescindible en el proceso espiritual de sus fieles, el hecho de vivir de acuerdo a la práctica de la virtud. Asimismo, cualquier filosofía laica, hace también inexcusable referencia a las virtudes como elementos básicos de la convivencia humana, y como las claves necesarias para el desarrollo de la cultura y civilización.
El deterioro que ha sufrido esta bellísima palabra ha alcanzado límites que rozan lo absurdo, y su profundo contenido de elementos morales, ha quedado sustituido por sucedáneos con tufillo a falsa moralina y que tienen que ver más con dogmas religiosos, o incluso con usos y costumbres sociales, que con un auténtico compromiso de conducta espiritual.
A continuación recordaremos, como ejercicio de autoconciencia, alguna de estas herramientas universales cuyo aprendizaje es más importante para conseguir progresar adecuadamente, lo haremos junto a una breve descripción de las mismas adaptadas a planteamientos actuales, pero respetuosos con su contenido espiritual más clásico y profundo, la esencia nunca se pierde, solo varía la fragancia.

ABANDONO: Virtud por la cual se alcanza la comprensión de que en realidad no hay ningún lugar a donde ir, ninguna pelea que ganar, ninguna meta que alcanzar, ni ninguna tarea que cumplir. Su aprendizaje requiere asumir la perplejidad que implica el empezar a percibir la vida desde la sencillez que es capaz de diferenciar qué es el HACER, qué es el ESTAR y qué es el SER.

ACCIÓN: La acción se refiere al hecho de no dejarse atrapar por el miedo a estar subordinado a los resultados y efectos de la misma. Se refiere asimismo a ser capaz de vivir la vida desde la perspectiva del protagonista que participa en el desarrollo de los acontecimientos, pero se desvincula de los resultados, ya que toda acción libre de objetivos es, en esencia, impecable. Cuanto más profunda se desee que sea la acción en el fondo, más ligera debe ser en la forma.

ALEGRÍA: Se trata de la capacidad de percibir la vida desde la perspectiva del privilegio y la celebración. Esta virtud posee una de las más fuertes capacidades de transformación, tanto propia como del entorno, y es el vehículo indispensable donde se manifiesta la inocencia. Es una herramienta utilísima frente a la importancia personal. Una de sus referencias es el sentido del humor.

CONCIENCIA: Se refiere a la capacidad de darse cuenta. Asimismo, se refiere al resultado de percibir el mundo y percibirse, con total transparencia y sin la distorsión de las creencias, opiniones, prejuicios, emociones, sentimientos, deseos, proyecciones, expectativas, o del propio ego. La conquista de esa transparencia se inicia a través de la desidentificación y el desapego.

CORAJE: Se trata de la capacidad de reencontrar la fuente de energía inagotable que nos hace posible iniciar o reiniciar una tarea, o levantarnos después de un revés de la vida, desde el convencimiento de que todo obstáculo es, por su propia naturaleza, salvable y necesario para el aprendizaje, y todo dolor, transitorio.

DESAPEGO: Esta virtud se refiere al hecho de vivir y comprender de un modo profundo y real que no poseemos nada ni a nadie, y que nada ni nadie nos posee. Un paso más se alcanza cuando por fin se comprende que, en realidad, no hay nada que esté en nuestras manos, y que no estamos en manos de nadie. Sólo a través del ejercicio del desapego se alcanza la percepción de lo que es importante y lo que no lo es. En el tránsito, se desarrolla fácilmente la capacidad de relativizar las cosas y los acontecimientos.

DISCERNIMIENTO: Herramienta básica que permite diferenciar lo esencial de lo accesorio, lo móvil de lo inmóvil, la luz de la sombra, lo que construye de lo que destruye, lo real de lo ilusorio y, en definitiva, lo que pertenece al SER de lo que pertenece al ego. Es la antesala de la percepción correcta.

ESPERANZA: Es la capacidad de percibir que todo lo creado tiende a un estado de perfección y que, por tanto, a pesar de que en determinados momentos el proceso se manifieste desde el caos, la confusión o incluso el dolor, el resultado último siempre se dirige hacia la plenitud.

GENEROSIDAD: Es la capacidad de percibir la abundancia desde la perspectiva de la alegría y el abandono. Su fuente es la inocencia y desde ella se alcanza la comprensión de lo suficiente, lo necesario y lo superfluo, así como también el sentido del orden oculto de creación y sus procesos de flujo.

HONRADEZ: Permite comprender y vivir la vida desde la perspectiva de que jamás se debe perseguir conscientemente un beneficio propio que signifique detrimento o perjuicio de nadie. El discernimiento, la responsabilidad y el respeto son sus compañeros.

HUMILDAD: Virtud por la cual se puede alcanzar el anonimato a partir de un proceso de dilución en la vida e identificación con la totalidad. Se acompaña habitualmente con el servicio y se identifica con la ausencia de importancia personal. Se alcanza sustrayendo lentamente al ego su protagonismo.

LIBERTAD: Siendo la libertad uno de los más altos logros, ésta sólo puede enfrentarse desde la perspectiva de la aspiración más sincera. A partir de este punto, sus códigos de acceso están marcados por la eliminación de la importancia personal, el desapego y la certeza de la no permanencia de todo lo existente. En lo que se refiere a los aspectos más inmediatos, las creencias representan para el ser humano las primeras y más fuertes cadenas, siendo precisamente las de índole espiritual las más poderosas; por eso, sólo se puede acceder a la libertad desde la más absoluta sinceridad con uno mismo.

PACIENCIA: Es la virtud de valorar y comprender el factor correcto del tiempo y su capacidad de actuar de un modo preciso sobre las personas y las situaciones. Se alcanza a través de una observación desapasionada de los acontecimientos y está íntimamente relacionadas con el respeto. Permite conocer el momento exacto para cada acción y lograr que ésta sea altamente eficaz.

PERDÓN: Gracias a él, una persona es capaz de acometer el proceso de curarse una herida infligida por el curso de la vida, por otra persona o por uno mismo, tanto si esta herida fue real, es decir, producto de los desconocidos mecanismos de la vida, o imaginaria, fruto de cualquiera de las numerosas carencias y debilidades del ego.

RESPETO: Se trata de la virtud de comprender que toda vía de acceso a lo que es noble y puro, requiere un estado interior que debe emular aquello a lo que aspira. Sirve asimismo para alcanzar la comprensión de la unión indisoluble entre ética y estética.

RESPONSABILIDAD: Se trata de la toma de conciencia respeto a asumir, sin mérito ni culpas, el resultado de nuestras acciones sin involucrar en ellas a los demás. Es una de las vías de acceso a la libertad.

SENCILLEZ: Virtud por la cual una persona empieza a comprender el lenguaje oculto de la vida y se da cuenta de que cuanto más complejo es el ego, más sofisticadas son las creencias, y cuanto más fuerte es la demanda de experiencias y deseos, más apartada se encuentra la realidad. La sencillez es la vía más rápida para alcanzar el abandono.

SERVICIO: Se trata de la capacidad de subordinarse durante un tiempo determinado a un proceso beneficioso para el curso de la vida, o de instrumentalizarse en favor de una tarea que deba cumplirse. Si no se aplica junto a una suficiente capacidad de discernimiento, se acompaña de protagonismo o se carga de emotividad, puede transformarse en una servidumbre destructora. Se canaliza a través de la generosidad y el respeto.

SILENCIO: Se alcanza a través de la comprensión que nace cuando una persona se da cuenta de su capacidad de influencia en el entorno a través del poder distorsionador de la palabra que brota de la ignorancia y de la falta de conocimiento de uno mismo. El silencio es el escenario imprescindible para que se produzca el encuentro con la claridad de percepción que conduce a lo real.

SINCERIDAD: Se trata de la capacidad de expresar, sin las interferencias del miedo, deseos y expectativas no manifestados, todo aquello que brota de la naturaleza real del individuo. Es la vía de acceso a la inocencia y una de las claves de la libertad.

SOBRIEDAD: Virtud por la cual una persona empieza a darse cuenta de cuáles son sus necesidades reales y que van, por tanto, alineadas a su bienestar y desarrolla, y cuáles son imaginarias y producto de los deseos inagotables que nacen de las carencias del ego y son por tanto perjudiciales. Desde la sobriedad, se alcanza la maestría en el manejo adecuado de los recursos, evitando tanto los excesos como las carencias.

SOLEDAD: Consiste en comprender total y absolutamente que nacemos solos y morimos solos, y que durante el breve tránsito entre ambos acontecimientos, solos permanecemos.

TOLERANCIA: Se refiere a la comprensión de percibirse y percibir al resto de las criaturas como un producto de la evolución y, por ello, sometido a un proceso aún imperfecto. Esta visión da una correcta medida tanto de capacidades como de actitudes, y sitúa el nivel de exigencias sobre nosotros mismos y sobre los demás en una perspectiva más justa y lejos de las expectativas fantásticas con las que habitualmente funcionamos.

TRABAJO: Se define como la capacidad de producir frutos útiles para el desarrollo y evolución de la vida. Si va acompañado de una economía de energía y recursos, y se adorna con el anonimato, puede generar un efecto de autocreación y autorregulación susceptible de eliminar, durante el proceso, lo superfluo e inútil por un lado y, por otro, mostrarse eficaz para cualquier función, objetivo o medio.

La consciencia.


Me gustaría empezar a hablar de la consciencia haciendo una pregunta muy simple: ¿Quién eres? Es esta una pregunta habitual o, al menos, no infrecuente. La respuesta a esta pregunta revelaría muchas cosas sobre el individuo: Así, muchos nos responderán dándonos su nombre y apellidos. Es lo más normal y, sin embargo, no ha respondido a nuestra pregunta; nos ha revelado tan sólo con qué nombre se le conoce. Otros nos hablarán de su carrera. Hay personas que en un santiamén son capaces de relatarte su currículum y su carrera. En este caso seguimos sin saber quién es. Incluso en ambientes más familiares puede que nos hagan una sucinta lista de sus intimidades: personalidad, sueños, pensamientos...
Hay respuestas menos habituales, pero sí más científicas. Algunos biólogos serían capaces de asociar a una persona con un mapa genético, con una impresión retinal, dactilar... con muchas características ineludiblemente propias e irrepetibles. Al menos, en la naturaleza.
Y sin embargo esa respuesta es insatisfactoria. Si yo soy mi mapa genético, impresión dactilar y demás características físicas, cuando fallezca, mi cadáver ¿soy yo? Realmente lo dudo. Personalmente no sé si estaré en uno u otro sitio tras ese momento (aunque estoy seguro que lo descubriré más tarde o más temprano; espero que tarde) pero estoy convencido que mi ser, quién soy, no es ese montón de carne y, sin embargo, tiene mi mapa genético y demás características identificativas.
¿Quién soy realmente? Me viene a la mente la definición irrefutable que da Dios a Moisés: "Yo soy el que soy".
Y me apropio de ella. Y extraigo lo más importante: YO SOY. Soy consciente de que soy, existo. Y esa consciencia define mi ser.

II
Hemos concluido que nuestro ser es nuestra consciencia. De modo que todo intento que hagamos por incrementar nuestro ser debe pasar por incrementar nuestra consciencia.
Y ahí encontramos el primer problema. ¿Cómo incrementar nuestra consciencia? Bien. Sin duda es lo que se pretende en estos escritos y cada uno aportará su opinión, pero independientemente de que queramos dirigir nuestra consciencia en uno u otro sentido, lo primero que hemos de hacer es fortalecerla disminuyendo el grado de inconsciencia.
Porque ese es un hecho que me alarma. Si lo que define el ser es esa consciencia que piensa, siente y existe y no el trozo de carne que realiza acciones o pensamientos programados como un piloto automático... ¿No deberíamos hacer lo posible para que esa consciencia estuviera siempre presente? Observo sin embargo que la existencia de muchos seres humanos consiste precisamente en reducir el grado de consciencia y alcanzar el automatismo. El riesgo de que el inconsciente entre en áreas de la consciencia está continuamente presente. Y no creamos que porque pensamos o razonamos somos conscientes. Del mismo modo podemos pensar o razonar de modo automático.
Fíjate en el entorno que te rodea. Pero ahora fíjate bien. Los colores, las formas. Los olores, los sonidos, las sensaciones... Tu consciencia pasa el día adormecida. ¿Eres capaz de decir cuántos botones tiene la camisa que llevas puesta? ¿Y los últimos diez libros que has leído? Bueno, quizá pensemos que eso entra en la capacidad de observación y no tanto en las capacidades de la mente, pero cada instante se producen un número de experiencias sensoriales casi infinito. ¿Sientes algo? Probablemente no. Y sin embargo la ropa que llevas toca en miles de puntos de tu piel. ¿No los notas? Del mismo modo en tu mente se están produciendo infinitos procesos. ¿Acaso estas palabras no están compuestas de letras, acaso el reconocimiento de cada una no es un recuerdo instantáneo, acaso esos recuerdos no asocian otros? ¿Y esos otros más? ¿Y no estás procesando cada reacción sensorial de tu organismo?
Y al igual que preguntaba del mundo material ¿Eres consciente de todo ello? En todo el día, ¿Has sido consciente del universo que te rodeaba y del que habita en tu mente, o has sido un mero receptor de reacciones químicas perfectamente clasificables y emisor de respuestas preprogamadas? Hoy... ¿Has sido consciente? ¿Cuánto tiempo? ¿Y ayer?

El tiempo se acaba.
El día en que adquiriste la conciencia se creó un Dios. Un ser que afirma: YO SOY. Cree en él. Adórale. Tenle presente, porque cuando desaparece, dejas de existir. Aunque tu corazón lata. Aunque tu cerebro razone.
Sé consciente.
Sé.

El pensamiento

Nos damos cuenta de que estamos condicionados. El analizar, el pensar sobre un problema es ejercer la fuerza para romper con algo.
Limitémonos a ver el problema, no preguntemos cuál es la respuesta, la solución. El hecho es que estamos condicionados y que todo pensar destinado a comprender este condicionamiento será siempre parcial; por lo tanto, jamás hay una comprensión total. Y sólo en la comprensión total del proceso íntegro del pensar hay libertad. La dificultad está en que siempre estamos funcionando dentro del campo de lamente, del pensamiento y, vemos que siempre es parcial.
Para liberar la mente de todo condicionamiento, debemos ver la totalidad de éste sin que intervenga el pensar. Esto es ser libre con respecto al "yo".

***

El pensamiento es una fuerza vital; es la fuerza más viva, sutil e irresistible que existe en el universo.
El pensamiento es una gran fuerza, es una fuerza dinámica. Lo producen las vibraciones del Prana físico, en la sustancia mental. Es una fuerza como la gravedad, la atracción o la repulsión.
Estás rodeado por un océano de pensamiento. Estás flotando en el océano del pensamiento. Estás absorbiendo determinados pensamientos y rechazando otros en el mundo del pensamiento. El mundo del pensamiento es relativamente más real que este universo físico.
Los pensamientos son cosas vivas. Cada cambio de pensamiento va acompañado de una vibración en su materia mental.
Cada pensamiento tiene un nombre y una forma determinados. La forma es el estado más grueso, y el nombre el más fino, de una fuerza única que se manifiesta llamada pensamiento.

El pensamiento es materia sutil
El pensamiento es materia sutil. El pensamiento es una cosa tangible como un pedazo de piedra. El pensamiento tiene forma, medidas, contornos, color, cualidad, sustancia, fuerza y peso. Un pensamiento espiritual es de color amarillo, un pensamiento cargado de ira y de odio es de color rojo oscuro; un pensamiento egoísta es de color marrón, etcétera.
Puede que tú mueras, pero tus pensamientos no pueden morir nunca. Los pensamientos poderosos de los grandes sabios de antaño se conservan aún en los registros akásicos o etéreos. Los perceptivos que tienen visión clarividente pueden percibir estas imágenes de los pensamientos y leerlas.
Quien tiene pensamientos puros habla poderosamente y produce una impresión profunda en las mentes de quienes le escuchan. Influye en millares de personas por medio de sus pensamientos puros. Un pensamiento puro es más agudo que el filo de una cuchilla.

El pensamiento construye el carácter
Cada pensamiento tuyo tiene para ti un valor literal en todos los aspectos. La fortaleza de tu cuerpo y la de tu mente, tu éxito en la vida y el placer que produzca a los demás tu compañía, dependen de la naturaleza y calidad de tus pensamientos. Debes conocer las culturas del pensamiento, que es una ciencia exacta.
El hombre es creado por el pensamiento. En lo que el hombre piensa, en ello se convierte. Piensa que eres fuerte, y fuerte te volverás. Piensa que eres débil y te volverás débil. Piensa que eres necio y te convertirás en necio. El hombre forma su propio carácter, convirtiéndose en lo que piensa. Si meditas sobre el coraje, instaurarás éste en tu carácter. E igual ocurre con la pureza, la paciencia, el no-egoísmo y el autocontrol. Si piensas noblemente, construirás para ti gradualmente un carácter noble. Pero si piensas de una forma baja, formarás un carácter mezquino. Puedes construir tu carácter igual que un albañil construye un muro obrando con y por medio de la ley.
La mente tiene un gran poder de atracción. Estás continuamente atrayendo hacia ti, tanto el lado visible como el invisible de las fuerzas vitales, pensamientos, influencias y condiciones similares a las de tus propios pensamientos. Lleva contigo cualquier tipo de pensamiento que te guste y, en tanto que lo retengas, no importa que vayas de un lado para otro por mar o por tierra, atraerás incesantemente hacia ti, advirtiéndolo o no, exacta y únicamente lo que corresponda a la cualidad predominante en tu propio pensamiento.
Un buen pensamiento es triplemente beneficioso. Primero beneficia a quien lo piensa, mejorando su cuerpo mental. En segundo lugar, beneficia a la persona en la cual se piensa. Y, finalmente, beneficia a toda la humanidad, mejorando la atmósfera mental general.
Por el contrario, un pensamiento negativo es triplemente perjudicial. En primer lugar, daña a quien lo piensa, dañando su cuerpo mental. En segundo lugar, daña a la persona que es su objetivo. Y, por último, daña a toda la humanidad, viciando toda la atmósfera mental.
Los pensamientos llevan a la acción. Los malos pensamientos producen malas acciones. Los buenos pensamientos generan buenas acciones. Los pensamientos son fuente de todas las acciones. El pensamiento es el verdadero Karma. Pensar constituye la verdadera acción. Si puedes desarraigar todos los malos pensamientos desde el principio, no cometerás ninguna acción reprobable. Si puedes cortarlos en cuanto broten, te librarás de las desgracias y aflicciones de este mundo. Observa tus pensamientos con vigilancia e introspección.



La erradicación de pensamientos negativos
Primero penetra en la mente un mal pensamiento. Entonces cultivas una imaginación fuerte. Te deleitas dando vueltas a ese mal pensamiento, consintiendo que permanezca en tu mente. El pensamiento negativo, al no ser resistido, va gradualmente fijándose en tu mente, hasta ser muy difícil de expulsar.
Los pensamientos ganan fuerza por medio de su repetición. Si cultivas en una ocasión un pensamiento bueno o malo, ese pensamiento tendrá una cierta tendencia a regresar de nuevo.
Los pensamientos similares se agrupan, lo mismo que los pájaros de la misma especie forman una bandada. Si cultivas un solo pensamiento negativo, se agruparán en ti todo tipo de malos pensamientos y te harán caer. Mientras que si cultivas cualquier pensamiento bueno, se reunirán en ti todo tipo de pensamientos buenos y te elevarán.
Controla tus pensamientos. Del mismo modo que conservas sólo las frutas buenas de la cesta, desechando las malas, conserva únicamente los pensamientos buenos en tu mente, rechazando los malos. Extirpa la codicia, la avaricia, el egoísmo. Cultiva únicamente pensamientos puros. Aunque ésta sea una tarea difícil, tendrás que practicarla. Donde no hay esfuerzo no hay ganancia.
Los pensamientos son como las olas del océano. Son incontables. Puedes desesperarte al principio, pues puede que algunos se desvanezcan, mientras que otros se derramarán como una corriente poderosa. Los mismos viejos pensamientos que fueron en una ocasión suprimidos, pueden volver a mostrar su cara después de algún tiempo. Nunca des lugar al desaliento durante tu práctica. La fortaleza espiritual interna se manifestará en ti gradualmente. Podrás sentirla y triunfarás al final. Todos los sabios de antaño tuvieron que afrontar las mismas dificultades que tú experimentaras ahora.
Date cuenta por ti mismo de las graves y funestas consecuencias de los malos pensamientos. Eso te pondrá en guardia cuando éstos te asalten. En el momento que aparezcan, esfuérzate por distraer tu mente con algún otro objeto, con pensamientos positivos, la meditación o un mantra. El deseo sincero de expulsar los malos pensamientos te mantendrá siempre alerta. Tanto es así, que incluso si te asaltan en el sueño, te despertarás de inmediato.
Vigila tu mente a cada minuto. Llena tu mente de pensamientos sublimes y date tiempo para que ellos entre en ti.

El pensamiento claro
La mayoría de personas no saben lo que es el pensamiento profundo. Sus pensamientos se mueven alborotados. Hay mucha confusión a veces en su mente. Sus imágenes mentales están muy distorsionadas.
Los pensadores no abundan en este mundo. El pensamiento es superficial en la gran mayoría de las personas. El pensamiento profundo requiere de una práctica intensa. El hombre que dice la verdad y que tiene pureza moral, alberga siempre pensamientos poderosos. Quien ha controlado la ira por medio de una práctica prolongada, tiene un gran poder de pensamiento.
Cuantos menos pensamientos hay, mayor es la paz. Cuantos menos deseos se tienen, menos son los pensamientos. Recuérdalo siempre.
Una persona adinerada, que está dedicada a especular en una gran ciudad y que tiene un elevado número de pensamientos, tiene una mente intranquila a pesar de sus comodidades. Mientras que un peregrino, que practica en control de pensamiento, es muy feliz a pesar de su pobreza.
A través de una práctica constante e intensa, puedes aquietar tus olas mentales y quedar libre de pensamiento. El hombre sereno sin olas en su mente ayuda más al mundo que el hombre que habla desde una tribuna. La gente ordinaria difícilmente puede entender esto. Cuando estás sereno, penetras e impregnas realmente cada átomo del universo, purificando y elevando al mundo entero. Intenta que tu mente sea un océano tranquilo, sin olas de pensamientos en tu mente.

Aforismos:
· En el acto de pensar está implicado todo el hombre, pero sobre todo el cerebro. Pensarás con más claridad y rigor cuanto más sano esté tu cuerpo físico y más fuerte y en equilibrio tu cuerpo de energía vital que lo interpenetra.
· Una mente flexible y abierta es una mente entrenada. Una mente rígida es una fuente de sufrimiento para ti mismo y un peligro para los demás.
· Comprueba con frecuencia si esa opinión que emites es fruto de tu propio pensamiento o del pensamiento de otros. Has de aprender a pensar por tu cuenta, sin temor a equivocarte; de los errores también se aprende.
· Para pensar necesitas relacionar datos. Has de poseer un criterio claro para seleccionar la información fidedigna e introducirla en tu memoria. Tus decisiones serán mucho más certeras.
· Un pensamiento vivo, trabajado y sentido, es fuente de ideas propias. Con un pensamiento puramente intelectual, muerto, no pasarás de ser un almacén de ideas ajenas.
· La opinión pública no es sino la opinión de unos cuantos, que los demás aceptan.
· Atribuir un gran valor a la opinión de los hombres es, por lo general, dispensarles demasiado honor.
· Se debe pensar lo justo. Quien piensa en exceso no vive, se desvive. A quien no piensa le manejan.
· El que piensa en exceso no actúa, no se mueve. El que piensa demasiado poco es temerario. El valiente piensa lo justo.
· El pensamiento consciente no es una actividad espontánea más que en los pensadores de profesión. Esfuérzate en dedicar cada día un tiempo para pensar. No elijas al comienzo algo complicado. Pensar en algo así como en un alfiler, puede ser bueno para empezar.
· ¿Has pensado si tienes tiempo para pensar?
· Un mal pensamiento es ya un castigo.
· Párate a pensar y procura averiguar si gran parte de tu modo actual de pensar no es fruto de tus miedos, de tus complejos, de tus frustraciones, de tu pereza, de tu ambición, de tu lujuria, de tu ira, etc.
· No dejes de alimentar cada día tu alma con hermosos pensamientos.
· Hazte un fichero. Anota en cada ficha un hermoso pensamiento, sacado de tus lecturas, meditaciones, conversaciones, etc... Trata de memorizar uno cada día. Pon una ficha al alcance de tu vista cada día para poder leerlo varias veces.
· Ya que siempre no podemos decir lo que pensamos, pensemos siempre lo que decimos.
· No pienses enseguida que tu sufrimiento se debe a la mala suerte. Examina, más bien, si tu forma de pensar es la adecuada.
· Pensando puedes llegar a algunas verdades sobre ti mismo. Son pocos los que tienen el valor de decirse la verdad.
· ¿Existe alguna verdad absoluta? Encierran más verdad las paradojas que los dogmas. Una teoría abierta e incluso dispuesta a autodestruirse a sí misma es mejor que cualquier doctrina. Lo mejor de todo, la espontaneidad creadora y libre. No defiendas ninguna doctrina. Defiende, en todo caso, un método de conocimiento y de autosuperación. Y sobre todo defiende al hombre y su libertad.

domingo, 23 de junio de 2013

¿Admirar o envidiar?

Tener envidia es sentir tristeza o pesar por el bien ajeno, es querer poseer algo de los demás y desear obtenerlo sin realizar lo que el otro haya hecho para lograrlo. Admirar es considerar con estima y agrado a alguien o algo por considerarlo extraordinario o sobresaliente.

Envidiar, usualmente genera odio y resentimiento hacia alguien por lo que posee. El envidioso no persigue analizar cómo el otro alcanzó el objeto de la envidia. Más bien se genera el deseo o la fantasía de quitarle lo que tiene, en lugar de imitar el comportamiento que le permitió conseguirlo o adquirirlo.

Admirar, por el contrario, es reconocer, apreciar, estimar y evaluar a una persona y su logro. Produce, al igual que la envidia, la aspiración de poseer algo similar que lo deseado, pero reproduciendo la conducta del otro para merecer lo mismo. Cuando se envidia se llega a odiar a la persona envidiada, en tanto que en la admiración hay afecto y respeto por la persona admirada.

Desde un punto de vista social la envidia es negativa y fuente de permanentes conflictos no sólo entre personas sino también entre comunidades y culturas.

La envidia patológica es destructiva y provoca un malestar emocional y reacciones negativas que pueden llegar a la baja autoestima, al aislamiento y la depresión, o a distintas sociopatías y conductas delictivas.

Son objeto de envidias el reconocimiento social, la fama, el prestigio, el posicionamiento laboral, el poder, el éxito, la felicidad, la pareja, los hijos, familiares y los distintos bienes y patrimonios de las personas.

Podemos prevenir la envidia y no ser victimas de ella si sustituimos este defecto, esta forma de ser por la admiración. Es bueno desear tener o lograr algo. Incluso, podemos ver en los demás qué es lo que queremos. Lo verdaderamente importante es que definamos nosotros mismos qué es lo que aspiramos en la vida: ¿Una pareja que amemos y nos ame? ¿Graduarnos? ¿Crear una familia? ¿Un hogar? ¿Viajar? ¿Vivir en paz? ¿Un coche, una casa? ¿Ser reconocidos por todos? ¿Escribir? ¿Liderar a su comunidad? ¿Ejercer una profesión o trabajo? ¿Tener comodidades, bienestar?

Una vez que aclaremos lo que deseamos ser y/o tener, podremos comenzar a trabajar, esforzarnos y orientarnos hacia la consecución de estas metas y en la misma medida dejaremos de envidiar, porque estaremos bastante ocupados en nuestros propios objetivos como para fijarnos en lo que obtienen o han conseguido los demás.

jueves, 20 de junio de 2013

El narcisismo

El término narcisismo procede del mito clásico de Narciso, joven que al contemplar su propia imagen reflejada en las aguas de una fuente se enamora de sí mismo; ante lo imposible de su amor, muere de tristeza, metamorfoseándose su cuerpo en una hermosa flor: el narciso. El narcisismo consiste, fundamentalmente, en un exagerado amor a uno mismo. Freud describió un narcisismo primario en el recién nacido, que dirige todas sus energías hacia un solo objetivo: satisfacer sus propias necesidades y lograr el mayor grado de bienestar posible; sin embargo, según el niño va creciendo, al reconocer a una persona como la responsable de proporcionarle todo tipo de cuidados (generalmente se trata de su madre) comienza a dirigir hacia ésta parte de su libido, constituyendo lo que Freud denominó la libido de objeto. De este modo, en el desarrollo normal, la libido se va desplazando desde uno mismo (narcisismo) hacia diversos objetos, si bien es normal que siempre permanezca en todos los individuos una cierta dosis de narcisismo. A veces, ciertas situaciones traumáticas de tipo físico o psicológico, como enfermedades, frustraciones, peligros, pérdida de seres queridos («de objetos»), etc., hacen que la libido rechace otros objetos y se dirija de nuevo hacia uno mismo. Freud definió este retorno al narcisismo de la primera infancia con el término de narcisismo secundario.
Cuando a lo largo del desarrollo un sujeto conserva dirigidas hacia sí mismo una buena parte de las energías de su líbido porque ha enfocado pocas de estas energías hacia los objetos externos, o cuando determinados traumas psicológicos hacen que estas energías vuelvan a estar orientadas fundamentalmente hacia su propia persona, podemos afirmar que dicho sujeto tiene una personalidad narcisista. Entre sus rasgos más característicos destaca la constante y desmedida preocupación por sí mismo y su intereses, frente al desinterés que manifiesta hacia los demás y sus problemas; es más, muchas veces el narcisista puede ignorar perfectamente al resto de sus semejantes, a no ser que influyan de forma directa o indirecta en sus intereses.
Por lo general, el sujeto no tiene conciencia de estar tan volcado sobre sí mismo, sino que cree que su actitud es absolutamente normal y se asombra de que alguien pueda considerar que mantiene una postura egoísta.
Son personas cuyas relaciones afectivas y sociales, en general, están mediatizadas por su gran avidez de admiración y estimación. Buscan abiertamente ser admirados por los demás, fascinarlos para brillar ante sí mismos con mayor luminosidad, pero son incapaces de dar auténtico afecto y de entregarse abiertamente a otras personas. Esta característica ha llevado a muchos autores a relacionar el narcisismo con el «donjuanismo» y con los trastornos de tipo histérico. También se ha relacionado con determinados aspectos de la sexualidad, especialmente con el autoerotismo y la homosexualidad.
El autoerotismo consiste en la reproducción de estímulos eróticos a través del propio cuerpo o de partes de éste. Para que esto ocurra no es necesario que la persona tenga una personalidad narcisista, pero es evidente que es una situación más común cuando se poseen unas dosis altas de narcisismo. Algo similar ocurre a veces con la masturbación; la elección del objeto sexual o incluso del objeto de amor puede estar más o menos mediatizada por el trasfondo narcisista, tal como ocurre en un buen número de relaciones homosexuales, en las cuales la elección de una pareja del mismo sexo se debe, parcial o totalmente, al parecido del cuerpo elegido con el propio o a la similitud de los órganos sexuales.

Los conflictos

Conflicto es el choque en nuestro interior de dos fuerzas emotivas antagónicas. En líneas generales, la persona se mueve y actúa en función de sus necesidades. La fuerza que empuja a esta acción recibe el nombre de motivación, y tiene la finalidad de incitar al individuo para que logre un objetivo: saciar una determinada necesidad. Al mismo tiempo que marca una dirección al acto, le imprime un sentido: alejamiento del objeto si éste es nocivo (necesidad de huir) o acercamiento si éste es placentero (necesidad de obtenerlo).
A veces, sin embargo, puede ocurrir que el sujeto se vea motivado tanto en un sentido como en otro, encontrándose frente a un objetivo a la vez deseado y temido. Entonces surge el llamado conflicto, que es el enfrentamiento entre dos impulsos opuestos.
Un ejemplo ilustrativo de gran conflicto paralizante sería el de un padre que durante un incendio debe introducirse entre las llamas para salvar a su hijo, encontrándose así frente a dos impulsos muy fuertes: el de protección paternofilial por un lado y el temor al fuego por otro.
En la vida nos vemos muchas veces sometidos a situaciones conflictivas; quizá no tan dramáticas como la del ejemplo, pero sí lo suficientemente fuertes como para condicionar nuestra existencia.
La manifestación de un conflicto es la angustia y la ansiedad. Y su falta de resolución puede provocar la abolición, disminución o transformación, más o menos inconsciente, de alguna de las funciones de la personalidad para atenuar o cortar la angustia. Los conflictos, según su origen, se clasifican en:
Conflictos extrapsíquicos. Son los que tienen lugar entre la persona y su entorno ambiental o social. Se producen, por lo general, cuando actuamos en contra de nuestros principios por presiones del exterior. Por ejemplo, cuando tenemos que acatar alguna norma o alguna ley que nos parece injusta.
Conflictos intrapsíquicos. Son aquellos que tienen lugar dentro de la persona y sin conexión con el exterior. No es raro que aparezcan cuando tenemos que tomar decisiones de importancia, cada vez que debemos elegir entre dos posturas a tomar en la vida y ante las que tenemos argumentos tanto a favor como en contra.
Conflictos mixtos. En realidad son conflictos extrapsíquicos que, al tener lugar, actúan como revulsivos en el interior de la persona, despertando en la conciencia otro conflicto (ahora intrapsíquico) que permanecía latente.

A propósito de la latencia, tal vez ésta sea a veces una característica de muchos conflictos intrapsíquicos. Es decir: su permanencia escondida en el subconsciente (larvada) sin que el sujeto lo advierta con claridad. En tal situación es frecuente que aparezcan síntomas del mismo, a modo de señales de alarma disfrazadas, como es el caso de las llamadas reacciones de conversión, que «convierten» un problema interior (inconsciente) en uno exterior, por lo regular corporal y visible; es el caso de una parálisis histérica, que impide trabajar a una persona porque en el fondo tiene un conflicto laboral.
El mantenimiento de una situación conflictiva acarrea con el tiempo trastornos psicológicos de interés, desde leves rasgos neuróticos (estados depresivos, somatizaciones, etc.) a profundas psicosis (trastornos del pensamiento y de la personalidad) en función de la importancia del conflicto.
 


Aprovecha lo que tienes

Cuánto tienes a tu alcance para hacer algo no es ni por asomo tan importante como lo que decidas hacer con ello. Muchísima gente que se volv...