miércoles, 6 de marzo de 2013

Excusas y Justificaciones


A la hora de cambiar nuestra actitud y nuestras conductas, o de tomar una decisión importante que pueda significar un cambio rotundo en nuestras vidas, es común que los seres humanos inventemos y usemos mil y una excusas o justificaciones para no tomar tal decisión o cambiar la manera en que actuamos en la vida.
Cuando nuestras relaciones con el entorno o con nosotros mismos no funcionan bien, lo mejor es dejar de repetir siempre la misma rutina que no nos conduce a ningún cambio positivo. Como bien decía el físico Albert Einstein, si hacemos siempre lo mismo no podemos esperar resutados diferentes.
Pero cambiar o tomar una decisión crucial, que quizás cambie nuestras vidas para siempre, puede ser atemorizante. Por ejemplo, la mayoría de las personas huyen ante la mera idea de hacer una terapia que les ayude a solucionar sus problemas. Prefieren tapar o negar los problemas o, en muchos casos, esperar a que se resuelvan solos.
Entre las excusas más comunes para no cambiar o no tomar una decisión y -principalmente- para no hacer terapia ni asesorarse profesionalmente (aquellos que lo necesitan), encontramos las siguientes: a) No creo en los psicólogos o no creo que un psicólogo o psiquiatra pueda decirme algo que yo no sepa ya; b) Mi problema (o el problema de mi pareja) no tiene solución, de modo que es inútil que consulte a un profesional; c) Para qué voy a gastar tiempo y dinero en algo que no va resultar; d) No tengo intenciones de pasarme la vida yendo al psicólogo, etc.
Los psicólogos, médicos psiquiatras y otros terapeutas, a diferencia de los dioses de las distintas religiones, son seres humanos de carne y hueso, capacitados específicamente en el campo de la salud mental. De modo que no se trata de una cuestión de fe… no se trata de creer o no creer. No obstante, es importante hacerles un lugar en nuestros pensamientos, dándole una posibilidad a estos profesionales para que nos muestren de qué manera nos pueden ayudar. No todos los tipos de terapia son para todos los tipos de personas o personalidades que existen. Algunas personas se sentirán más a gusto con una terapia más formal u ortodoxa, mientras que otras personas preferirán alguna terapia más moderna o innovadora.
Decidir de antemano que un problema no tiene solución, sin haber intentado siquiera consultar a un especialista, es una negación importante de la realidad. Es determinar de modo irreversible e inflexible que el problema jamás se solucionará, es condenar a la persona que padece dicho problema como si ésta no pudiera recuperarse nunca más. Las personas que tienen mucho miedo a cambiar y aquellas que -en el fondo- no desean cambiar aunque expresen lo contrario en público, son adictas a este tipo de excusa… “Para qué…. si total no tiene remedio”. Una excusa que les viene como anillo al dedo para no consultar nunca a un profesional.
Y también están quienes predicen que una terapia no servirá de nada. Son los que dicen, para qué voy a llevar a mi mujer o mi marido a hacer un tratamiento, si después se va a pasar la vida entrando y saliendo de terapia, una y otra vez.
En la vida real, hasta los enfermos terminales reciben tratamiento hasta el último minuto de sus vidas, a fin de mejorar su calidad de vida, aliviar los síntomas, darle contención al paciente y a la familia y ayudar a todos los miembros de una familia a hacer una transición adecuada y lo menos traumática posible. ¿Por qué, entonces, vamos a desahuciar y condenar a una persona que está sufriendo? ¿Sólo porque no queremos que las cosas cambien?
Hacer terapia nos cambia. Cambia nuestra manera de ver y entender las cosas y estos cambios de pensamiento se traducen en cambios de actitud y de conducta, los que a su vez, pueden llevarnos a cambiar nuestras vidas y las de quienes nos rodean.
A veces, las personas no desean cambiar aunque su vida sea terrible. No desean cambiar lo que ya conocen por algo que aún no conocen. Temen abandonar sus rutinas, sin importar cuán nocivas sean para ellos y/o para quienes les rodean. Prefieren pensar que es inútil hacer terapia porque su problema no tiene solución.
Desde este lugar tan negativo, las personas sólo seguirán produciendo los mismos resultados, y con frecuencia, los problemas que no se traten, empeorarán. Son muy pocas las enfermedades que se resuelven solas, como la gripe o alguna enfermedad viral. Pero en el caso de los problemas de salud mental, una terapia nunca está de más.
Para abordar una terapia y que ésta nos pueda ayudar, es imprescindible estar abiertos y comprender que la psicología y la psiquiatría son ciencias que se dedican específicamente a tratar los problemas emocionales y orgánicos del campo de la salud mental. Una consulta con un profesional no le hará daño, por el contrario, le ayudará a ver un poco más allá de lo que puede ver ahora y le ayudará a resolver sus problemas de una manera netamente positiva.

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