miércoles, 5 de junio de 2013

Problemas: Opciones de Mejora


Un problema
es, cuando se te presenta, la oportunidad
          de dar tu máximo esfuerzo.
          - DUKE ELLINGTON
Músico, compositor y director de orquesta estadounidense.
Todos hemos vivido momentos en donde parece que todo son problemas y ya no quisiéramos saber de nadie ni de nada. Momentos en donde verdaderamente nos sentimos abatidos, desilusionados, frustrados o dramáticamente enojados. Todas esas emociones son normales en el género humano. ¿Pero, por qué nos llegamos a sentir enojados o frustrados o deprimidos? Pues ten la plena certeza de que nos llegamos a sentir así, porque alguien no cumplió con nuestras expectativas. No realizó el trabajo que nosotros esperábamos, no nos dio esa muestra de ternura y cariño que pensamos merecer, ni nos da la libertad que reclamamos o alguien nos hizo a un lado. Hasta aquí, todo parece indicar que la culpa de nuestra desavenencia la tuvo "alguien". Sin embargo, lamento decirte que ese "alguien" no es otro más allá de ti.
Mira, lo más interesante para analizar ahora es que todas esas sensaciones debilitantes son fruto de nuestro interior, del cómo vemos las cosas, de nuestra muy particular forma de apreciar los hechos. Nosotros somos los que decidimos sentirnos mal frente a un problema. Me lo creas o no, así es. Todos creamos un problema dentro de nuestra men­te cuando alguien o algo no se ajustó a nuestros parámetros de resultados. El problema en realidad no existe como tal, sólo nuestro desacuerdo con las circunstancias que se pre­sentaron y cobra dimensión únicamente a través de no­sotros. Esta debilitante perspectiva de los hechos (cuando sólo vemos problemas) es la que nos imposibilita ver las oportunidades que hay "detrás" de un aparente pro­blema. Quiero afirmarte algo: SIEMPRE hay una opor­tunidad oculta detrás de algún problema, y lo más común es: Crecer.
          Las adversidades están hechas para estimular
y no para quitar el ánimo. El espíritu humano
          se fortifica en la lucha.
- WILLIAM E. CHANNING Teólogo estadounidense
Hace unos cuantos días, en la oficina tuvimos un problema -aunque te informo que nosotros lo llamamos "opción de mejora"-. Decidimos con­fiar en alguien para la realización de ciertos proyectos y ese alguien resultó ser un mediocre, patán, irresponsable y ra­tero. Cuando nos percatamos de que ese peculiar sujeto nos robó una suma muy importante de dinero, la primera reacción fue funesta de nuestra parte (a nivel de pensa­miento), pero unos cuantos minutos después del desagra­dable suceso, gracias a la filosofía de una Nueva Conciencia, encontramos una enorme opción de mejora detrás de ese "aparente" problema. El proyecto que le habíamos encar­gado a alguien, lo terminamos haciendo nosotros. Resultado: un muy considerable ahorro en las finanzas y un dramático crecimiento en nuestro cono­cimiento y autoestima. Lo único que te puedo comentar es, que sólo 48 horas después del aparente problema surgió un gran crecimiento intelectual, económico y moral en nosotros -y te confieso que muy especialmente en mí. Si no hubiera sido por aquel "problema", nunca nos hubiéramos dado cuen­ta del robo al que estábamos siendo sometidos mes con mes. Si no hubiera sido por aquel "problema", nunca nos hubiéramos sentido obligados a aprender y dominar ciertas habilidades que hoy ya adquirimos. El innegable resultado: ¡crecer y mejorar!
El placer que genera resolver un problema es la lógica consecuencia de descubrir la gran opción de mejora que existe en él y así, poner manos a la obra y actuar de inmediato para mejorar.
Ésta es la razón por la que siempre invito a las personas a que proscriban de su vocabulario la palabra "problema", y cuando necesiten hacer alusión a él, lo nombren como "una opción de mejora". Mira, percíbelo ahora: ¿Qué prefieres, que alguien te diga: tenemos un problema, o tenemos una opción de mejora? ¿Verdad que la sensación es radicalmente dife­rente? Y sin embargo se está refiriendo a lo mismo. Agradece tener "opciones de mejora". Esas "opciones de mejora" son las que generan auténticos momentos para crecer.
Muy bien, ahora ya sabes que los "problemas" son opor­tunidades de crecimiento ocultas, verdaderas opciones de mejora. Sin embargo, necesitamos aprender cómo percibirlos así, cómo transformar nuestra perspectiva para que siempre podamos observar más allá de lo evidente y logremos apreciar lo que hay detrás. ¿Te interesa saber cómo lograrlo? Pues supongo que sí, por el simple hecho de haber llegado hasta este punto de la lectura. Te compartiré varias reflexiones de crecimiento interior para resolver cualquier "problema", para optar por la mejora. Empecemos con las siguientes cuatro premisas:
+ Tú eres más grande que tus problemas (incluso frente a problemas gigantescos).
+ Tú decides desde dónde ver tus problemas (fenómeno de enfoque).
+ Tú eres el único que le da la importancia al problema.. El problema en sí mismo, carece de todo valor e importancia.
+ Tú eres quien decide qué palabras usar para referirte al problema y de esa manera, debilitarte o fortale­certe.
Cuando te digo que tú eres más grande que tus problemas, te estoy diciendo una gran verdad. Lo único que necesitas es creerlo -"darte cuenta", como todo en la vida. Tú autoestima debe ser tan grande que te permita percatarte de esta innegable verdad. Te lo repito: tú eres más grande que tus problemas. De hecho, una de las autoterapias más efectivas frente a un problema es que, mientras lo percibes, te repitas fuertemente en tu interior: "Yo soy más grande que este problema". Hazlo una y otra vez y tu mente se empezará a abrir para darte paso a la percepción de la opor­tunidad oculta que hay detrás de ese aparente problema. Haz la prueba y constátalo. ¿Si Dios está contigo, quién puede estar en contra, que sea más grande? Velo desde esta perspectiva y percibirás la fuerza que radica en ti. Verás que nada te detendrá.

En las adversidades sale a la luz la virtud.
ARISTÓTELES Filósofo griego
Por otra parte, algo que amedrenta a muchas personas es "el tamaño" del problema. Si bien puede tratarse de aquel muchacho grandullón que amenaza a otro pequeño y débil en la escuela, como la gran magnitud de alguna discusión frente a su pequeña autoestima. El fenómeno es el mismo: un efecto de óptica, ya que el tamaño siempre es una referencia. Definitivamente no puedo negar que aquello que vemos más grande nos impone, impacta o amedrenta. Ésa es la ven­taja de aquéllos con un físico más corpulento que el resto de la sociedad. Ésa es la ventaja que llevan los candidatos a algún puesto público, al difundir su fotografía con un tamaño gigantesco en los anuncios espectaculares de las calles. En fin, creo que he sido claro en explicar ese natu­ral fenómeno psicológico.
Cuando nos sentimos más pequeños percibimos desventaja. Eso está claro. Sin embargo, y bajo el mismo poderoso principio, debemos tener en cuenta que nada hay más grande que nosotros, cuando somos parte de una creación divina. Además, todo es un efecto de óptica. Por ejemplo, si tú tomas una moneda (objeto dimin­uto) y la colocas frente a tu ojo, precisamente a unos cuantos milímetros de él, podrás apreciar la moneda como gigantesca e incluso "no podrás ver otra cosa". Pero si alejas esa moneda de tu ojo, poco a poco podrás percibir que "se hace más pequeña". Sin embargo, es evidente que la moneda no dis­minuye su tamaño, ella siempre conserva su dimensión intrínseca, pero algo igualmente cierto es que tú "sí la ves" más pequeña y así le restas importancia.
Exactamente lo mismo puedes hacer con tus problemas. Aléjalos (algo fácil de lograr con el poder de tu mente mientras piensas en el pro­blema) y verás cómo se hacen pequeños. Ten presente esta breve metáfora de la moneda y practícalo cuando sientas algún problema "muy cerca" de ti. Aléjalo hablando de otras cosas y emprendiendo la acción para remediar cualquier desavenencia. Mientras más hables del problema, más lo acer­carás a tus ojos.
La tragedia está en los ojos de quien la contempla,
          no en el corazón del que sufre.
RALPH WALDO EMERSON Poeta y ensayista estadounidense
Ahora bien, ¿Cómo define el diccionario la palabra "importancia"? La define como algo que importa, que es muy conveniente o interesante, algo con gran dignidad o cualidad. Sin embargo, esta definición nos arroja una reflexión inhe­rente al concepto. ¿Algo conveniente o interesante para quién? ¿Algo con dignidad o cualidad con respecto a qué? Defini­tivamente la respuesta es: tú. El parámetro de referencia eres tú y con dicho parámetro eres también quien le confiere importancia a algo o a alguien. Te recomiendo que siempre tengas presente que nada ni nadie tiene importancia salvo la que tú has decidido conferirle.Esta perspectiva es muy útil para poder percibir las opciones de mejora dentro de un problema marital, en alguna desavenencia con tus socios o amigos, en algún rompimiento con tu pareja, etc. Siempre hay algo bueno en lo malo. Siempre. Es mera cuestión de tiempo para que te llegues a dar cuenta de esto. Cuando pasen los meses o los años y mires hacia atrás, muy posiblemente dirás: "aquel problema que tuve, fue lo que mejor me pudo suceder para hoy poder estar donde estoy". Ten fe en ello y minimiza la importancia de aquello que te debilita. Todo está en tu capaci­dad de decisión para conferir importancia o no. Ese poder radica en ti.
La adversidad depende menos de los males que sufrimos
      que de la imaginación con que los padecemos.
FÉNELON Prelado y escritor francés
Por último, te recomiendo amplísimamente que tengas mucho cuidado con las palabras que usas para referirte a tus dificultades. En más de una ocasión te he dicho que las pala­bras conllevan una fuerza emocional muy poderosa que te pueden debilitar o fortalecer. Ya te di el ejemplo de que a par­tir de hoy, con una NUEVA CONCIENCIA, designes a tus proble­mas como "opciones de mejora". Aquí te compartiré algunos ejemplos más que te ayudarán a crecer:
Palabras debilitantes                 Nueva autoestima fortalecedora
Tengo un problema                  Tengo una opción de mejora
Me estoy divorciando               Me estoy volviendo a unir a la paz y la armonía
Estoy desempleado                  Estoy listo para trabajar
Estoy frustrado                        Aprendí cómo no se debe hacer
Estoy deprimido                      Estoy en busca de la felicidad
Estoy envejeciendo                 Estoy adquiriendo más experiencia y me estoy haciendo
                                             más interesante.

Estoy convencido plenamente de que las palabras que usamos son verdaderas profecías autocumplidas. No importa cuales uses, incluso no importa si te percatas tú de ellas o no, de una u otra forma tus palabras siempre afectarán tu estado de ánimo. El cómo te refieras tú a los diversos eventos que suceden en tu vida, es decir, las palabras que uses para hacer referencia a ellos, transformarán la percepción que tienes de los mismos; afectarán tu estado de ánimo siempre.
En la vida debemos darnos cuenta de que no existe nada que podamos perder totalmente; insisto, nada existe como una pérdida total. Siempre habrá alguna ganancia, algún cre­cimiento. Siempre.
Aunque te pueda parecer difícil, te invito a que, de ma­nera constante, mantengas la visión global del universo. Por ejemplo, un desempleado no necesita un milagro para tener trabajo, requiere sintonizar con un orden divino que le per­mita llevarlo junto a quien necesita de él. Este ejemplo me fascina. Permíteme repetirlo con otras palabras: una persona desemp1eada no requiere trabajo, más bien es necesario darse cuenta de que alguien lo necesita a él y enfocar su mente para "servir". Ese alguien que requiere de nuestro servicio siempre existe. Sólo necesitamos "alejar la moneda de nuestro ojo", ya que no nos permite ver a ese alguien.
Toda desavenencia llega para irse. Siempre es así. Recuérdalo. De esta manera, si quieres vivir con una NUEVA CONCIENCIA, las tragedias se convertirán en bendiciones, las desventajas se harán ventajas, los fracasos se transformarán en oportunidades y los desacuerdos serán acuerdos de Dios. Por ello, alta autoestima es una poderosa forma de encontrar motivos para mantener nuestra emoción por existir.


8
Cuando Nada te Basta
Si la lógica te indica que la vida es un mero accidente
 sin sentido, no renuncies a la vida. Renuncia a la lógica
- ECLESIASTÉS
Me recomendaron un libro que se llama Cuando nada te basta", me dediqué a buscarlo. Estaba agotado por doquier. Me tardé en conseguido cerca de un mes y al fin llegó a mis manos. Tan sólo le puedo decir que lo adquirí un lunes por la tarde y que lo terminé de leer el martes siguiente por la mañana. Por favor no crea que se trata de un libro chiquitito. No, en absoluto, tiene más de 210 páginas. Leo muy rápido, pero le confieso que aun así, éste es uno de los pocos libros en mi vida que he leído en tan poco tiempo. Lo hice así, no por tener la capacidad de leer muy rápido, sino porque me atrapó el autor. He leído, literalmente, cientos y cientos de libros en mi vida, lo digo con modestia aparte; y muy pocos son los que han atrapado mi atención como éste. Así que, quiero dedicar este capítulo con todo respeto y admiración al autor de ese libro, Harold Kushner, y al mismo tiempo espero generar en usted, querido lector, un momento para hacer crecer nuestra autoestima como todos los que hemos compartido.
Carl G. Jung expresó alguna vez: "Alrededor de un tercio de mis pacientes no padece una neurosis definible en términos clínicos sino más bien sufre por la insensatez y futilidad de su vida. Esto puede denominarse la neurosis general de nuestros tiempos". Si todavía viviera C.G. Jung, me encantaría decide que estoy totalmente de acuerdo con él. Los psicólogos actuales aseguran, que podría incrementar la cifra de un tercio de Carl G. Jung a 2 terceras partes. Una de las prin­cipales fuentes de la depresión en nuestros días es el vacío exis­tencial. Esa falta de sentido en nuestras vidas, esa ausencia de emoción por existir, puede llegar a enfermar a un ser humano alcanzando, en algunas ocasiones incluso, hasta la muerte.
Lo anterior lo describió hace muchos años el doctor Víctor Frankl en su extraordinario libro “El hombre en busca de sentido”. Sin embargo, Harold Kushner aborda el tema desde una perspecti­va mucho más práctica y común en el diario quehacer del hom­bre moderno. Una de las preguntas más difíciles de responder en nuestra vida es: ¿Para qué existo? ¿Cómo justifico mi exis­tir? Y si encuentra la respuesta en "alcanzar alguna meta", surge otra pregunta: ¿Qué pasará luego de alcanzarla? Oscar Wilde cierta vez escribió que: "En este mundo, sólo existen dos trage­dias. Una es no obtener lo que deseamos, y la otra es obtener­lo". Lo que él trataba de advertimos es que, por mucho que nos afanemos por alcanzar el éxito, éste siempre nos dejará insatis­fechos porque siempre queremos más.
Es entonces cuando, al parecer, nada nos basta. Y es que el ser humano, usted o yo, en realidad no está sediento de fama, confort, riqueza o poder. Esas gratificaciones crean casi tantos problemas como los que resuelven. Los seres humanos estamos sedientos de sentido. Lo que anhelamos es la sensación de que hemos aprendido a vivir de tal manera que nuestra existencia se hace importante, de modo que el mundo sea al menos un poco distinto por el sim­ple hecho de que nosotros hemos transitado por él.
¿Qué encierra la vida aparte del mero hecho de existir, comer, dormir, trabajar y procrear hijos? ¿Acaso somos iguales a los animales salvo en la capacidad de cuestionamos el senti­do de la vida? Es muy difícil dar respuesta a esta pregunta, pero más difícil aún es evitar responderla. En este capítulo no intento dar respuesta a esta trascendente pregunta. Sin embargo, intento compartir un momento para crecer con usted al detener­nos a pensar si hemos vivido como corresponde, si no hemos malgastado nuestra existencia al vivir "esperando" el milagro que nos revele el misterioso sentido de la vida. La búsqueda de una vida plena es uno de los temas religiosos más antiguos, y en la Biblia se describe magistralmente en el libro de Eclesiastés.
Es un librito muy pequeño, apenas unas doce pági­nas. Sin embargo, como dicen los expertos en la Biblia (Harold Kushner es uno de ellos), no hay nada que se le asemeje en todas las Escrituras. Es la historia de un hombre enojado, cíni­co y escéptico, que tiene dudas acerca de Dios y cuestiona el imperativo de hacer el bien. "¿Qué provecho saca el hombre de todo el trabajo con que se afana debajo del sol?", pregunta en las primeras líneas. Trata de un hombre que se pregunta insis­tentemente y de una manera cruda y confrontante, el sentido de  lo que hace el ser humano. Como ¿para qué?, ¿qué sentido tiene la sabiduría o la riqueza, el placer o la salud?, ¿para qué hacer el bien a otros si no hay justicia? Esos son el tipo de planteamientos que se hace este hombre y logra llegar a desafi­ar la ortodoxia de sus tiempos. Basado en este pequeño libro de la Biblia es como se da paso a las reflexiones del sentido de la existencia.
Sigamos comentando. Si usted pudiera vivir sin restric­ciones, si le fuera permitido hacer lo que le venga en gana, si cualquiera cumpliese su voluntad, ¿eso le haría feliz? ¿Sería capaz de utilizar todo ese poder de tal manera que adquiriera sentido su vida de manera perdurable? Uno de los clásicos de la literatura mundial, el poema dramático Fausto de Goethe, la historia de un hombre que vende su alma al diablo, gira en torno a estas preguntas. El doctor Fausto, héroe del poema, es un científico y erudito de mediana edad, que ha abandonado toda esperanza de encontrarle sentido a la vida. Lo asalta el temor de llegar al fin de su existencia sin haber experimentado nunca lo que es estar realmente vivo. Por eso hace un trato desesperado con el diablo: promete entregarle su alma en el más allá a cambio de apenas un instante sobre la Tierra que le haga exclamar: "Este momento es tan gratificante que desearía pro­longarlo para siempre."
Lo más bello de esta obra, por lo menos para mí, fue el enterarme de que Goethe se pasó la vida entera escribiéndola. Quería que fuese su mayor afirmación acerca del sentido de la vida, la más perdurable obra literaria que le diera sentido a su propia vida. Comenzó a escribirla a los veinte años, la dejó luego para realizar otros proyectos, la retornó a los cuarenta y la terminó poco antes de morir, a los ochenta y tres años. Si bien no podemos saber a ciencia cierta qué sentía el Goethe anciano al redactar una línea en particular, resulta fasci­nante ver cómo cambian, desde el principio hasta el fin de la historia, las expectativas del personaje principal acerca de la vida.
Al principio, el joven Fausto desea experimentar todo, vivir sin límites; en la edad adulta, el diablo le da dinero, poder político, ser amado por la mujer que quiera, etcétera. Pero Fausto hace todo sin lograr ser feliz. Por enorme que sea la for­tuna que adquiera, sigue habiendo en su interior una sed insa­ciable (cuántos Faustos no conocemos, ¿no cree?). Al final de la obra, Fausto ya anciano se dedica a ayudar a los demás, cons­truye diques para recuperar tierras del mar con el fin de que allí pueda vivir la gente. Entonces, cuando Fausto ayuda a los demás, por primera vez en su vida, logra decir: "Este momento es tan gratificante que desearía prolongarlo para siempre."
De joven yo admiraba a las personas inteligentes,
ahora que soy viejo admiro a los bondadosos
- HAROLD KUSHNER
Con este brevísimo resumen de la obra Fausto quiero encaminado a una de las experiencias que más sentido le dan a la vida de todo ser humano: Ayudar. Tarde o temprano se dará cuenta de esto. Le garantizo que no fue necesario que lo leyera aquí. Pronto se iba a dar cuenta, si no es que ya se ha percata­do de ello. Sin embargo, uno de los mayores desafíos para nues­tro entendimiento es darse cuenta también de que "ayudar a otros" no le garantiza a usted que le vaya bien y a su vez otros le ayuden a usted en honor a la justicia, logrando así encontrar­le sentido a su actitud de ayuda original.
No vaya a caer en ese juego. La ilusión de que el mundo será justo para con nosotros porque somos buenos es como suponer que el toro no nos atacará porque somos vegetarianos. Por favor, no tome mi pos­tura como pesimista, tómela como sana y muy real. Le digo sana para evitarle muchas enfermedades que le pueden aparecer al ver frustrada su expectativa de justicia en este mundo. He aprendido que en este mundo no hay justicia, tan sólo existe la sublime opción de amar y así poder perdonar cualquier injus­ticia.
Yo, al igual que usted (estoy seguro), he presenciado va­rios signos de injusticia universal: la enfermedad de gente buena, la muerte repentina, el hecho de que asesinos queden impunes mientras la gente recta perece en la pobreza, el aban­donar un hijo a su padre que todo le dio, abusos de confianza y traición entre amigos, etcétera. Por ello he decidido no enfocar el sentido de la vida en la justicia, sino en el amor (con sus millares de manifestaciones). Ese amor que nos da la fuerza de perdonar y seguir adelante. De hecho, si la lógica le dice que a la larga nada es distinto porque todos morimos y desaparece­mos, entonces no viva a la larga. En lugar de vivir amargados acerca del hecho de que nada perdura, acéptelo como una ver­dad de la vida, y aprenda a encontrarle sentido a lo transitorio, a las alegrías que pronto se esfuman. Es una postura mucho más sana, créamelo.
Aprenda a disfrutar del momento, aunque no dure por toda la eternidad. Más aún, gócelo porque es sólo un momento que no habrá de regresar. Ese viaje de espectaculares paisajes, esa caricia, esa mirada de ternura, ese reencuentro, aquella comida, aquel partido de su juego predilecto, aquella charla y, por qué no, esta lectura. Todo momento tiene sentido. Los momentos de nuestra existencia pueden ser eternos sin que sean perpetuos. Esa es la magia y el enorme poder de un recuer­do. Ese poder radica dentro de usted.
Cuando cesamos de buscar la gran respuesta que le dé una trascendencia eterna a la vida, cuando dejamos de buscar "el sentido" de la vida y, en cambio, nos dedicamos a llenar cada día con momentos que nos gratifiquen, hallaremos la única respuesta posible a la duda sobre el sentido de la vida. La vida no consiste en escribir libros famosos, en amasar grandes for­tunas ni en reunir un enorme poder, sino en amar y ser amado. Es disfrutar de los alimentos y sentarse a tomar el sol en vez de comer a las carreras para regresar a la oficina. Es gozar con la belleza de los momentos efímeros, los atardeceres, las hojas que cambian de color, los raros instantes de una profunda y ver­dadera comunicación humana. Es paladearlos en lugar de dejar­ los de lado porque estamos muy ocupados, y lamentamos porque no duran hasta que tenemos tiempo como para experi­mentarlos.
Desperdiciar toda una vida para encontrar un único senti­do a la existencia, es como tratar de comer una sola comida suculenta de modo de no volver a sentir hambre nunca jamás. Ante la pregunta: ¿Cuál es el sentido de la Vida? no existe una sola respuesta, sino muchas: el amor, la alegría de trabajar, los simples placeres de una comida y la ropa limpia, convivir con un amigo, en fin, la lista es interminable, son todas las pequeñas cosas que suelen perderse en la tonta búsqueda de la gran solu­ción, pero que emergen sólo cuando dejamos de buscarla con tanto afán.
De esta manera, estimado lector, fue que descubrí que desde el mero planteamiento de la pregunta: ¿Cuál es el senti­do de la vida?, hay un grave error. Me percaté de que existe desde su planteamiento y que a muchos, donde me incluyo, nos hizo daño el habernos lanzado a la desgastante búsqueda de una sola respuesta. La pregunta bien formulada debe ser: ¿Cuáles son los sentidos de la vida? Entonces, y sólo hasta entonces, no encontraríamos tiempo ni espacios suficientes para responder­la.
Si usted y yo llegamos a esta etapa de la vida y logramos damos cuenta de la gran cantidad de cosas que existen para darle sentido a nuestra vida, y si vamos más allá y nos percata­mos de otra enorme cantidad de cosas que no podremos hacer ni obtener, y aun así logramos disfrutar de las que hacemos y de lo que hemos obtenido, lograremos llegar a justificar plena­mente nuestra existencia. Así, y en pleno honor a la verdad, damos cuenta de que la vida no tiene un sentido sino varios sen­tidos, diariamente lograremos vivir una auténtica. . .
¡Emoción por Existir!

El Arte de las Relaciones Humanas

Sin una relación, no hay forma alguna de ser
  o de llegar a ser ".
- Leo Buscaglia
Convivir es una de las más desafiantes experiencias que podemos experi­mentar el común de los mortales. Y en base a ello es que me permito compartir con usted unos minutos de enriquecedora reflexión acerca del tema. Muchos de nosotros hemos experimentado el costo de la ignorancia acerca de este tema en términos de lágrimas, confusión y culpa. Así mismo, también hemos experi­mentado momentos de euforia, alegría compartida y emoción por dialogar; sin embargo, estos momentos también se han sucedido para un sinnúmero de per­sonas, ignorando su causa fundamental. Ahor
a viene a mi mente lo que Carl Rogers declaró en alguna ocasión al referirse específicamente a las relaciones entre los casados "...a pesar de que el matrimonio moderno es un tremen­do laboratorio, a menudo sus miembros carecen absolutamente de una preparación para la función de esa sociedad. Cuánta agonía, remordimientos y fracasos habrían podido evitarse si por lo menos hubiese tenido lugar un aprendizaje rudimentario antes de ingresar a esa sociedad..."
Pienso que esta declaración tiene la misma validez para todas las rela­ciones humanas. Nuestras ciudades (al igual que muchas otras del mundo) con sus atestadas poblaciones y sus grandes edificios de departamentos y sus sis­temas de compras por teléfono, se han convertido en criaderos de soledad. ¡Caray!, tal parece que los grandes avances tecnológicos en donde ya práctica­mente todo lo podemos hacer "desde la comodidad de nuestro hogar" o, peor aún, desde nuestra computadora, nos ha llevado subrepticiamente a un sen­timiento de soledad y abandono. Por favor, no perciba esta reflexión como en contra de la evolución y la tecnología; no, en absoluto, simplemente como una advertencia ante la posible pérdida secundaria que puede implicar.
Un acercamiento a la amistad
Compartir con usted ciertas reflexiones acerca de la amistad, créame, es algo que me ha motivado desde la primera vez que tuve la oportunidad de ser conferencista y escritor. Me permitiré hacer un breve pero sustancioso estudio de la amistad como modelo de relaciones humanas, ya que de alguna manera esa suele ser la vía de entrada para las subsecuentes relaciones más profundas y complejas, llámese noviazgo, matrimonio, vida en pareja, ciertos equipos de tra­bajo, etc.
Los estudios, tanto formales como informales, a los que he tenido acceso acerca de las relaciones humanas durante los últimos años de mi vida, simple­mente me han servido para reforzar mi creencia en la complejidad, el teatro, el misterio y la magia de la conducta humana. Somos tan extraños en ocasiones. Seguimos siendo un gran enigma tan impredecible, tan vulnerable, tan extraor­dinario y único. Sin embargo, varios estudios tienen en común ciertos aspectos de lo cual le podría garantizar que la seguridad, la alegría y el éxito en la vida están directamente correlacionados con nuestra habilidad de relacionamos unos con otros, con cierto grado de compromiso, profundidad y amor. Del mismo modo, la gran mayoría de nosotros hemos aprendido por experiencia propia que nuestra incapacidad para vivir en armonía con las demás personas es la respon­sable de muchos de nuestros mayores temores, ansiedades, sentimientos de soledad e, incluso, de severas enfermedades mentales. Y aún así, después de tan­tas dolorosas experiencias, creo que somos muy pocos los que buscamos delibe­radamente información que nos pueda aclarar y mejorar nuestra situación. Incluso, permítame confesarle que aquellos de nosotros que estamos hambrien­tos de unión y amistad, de una mayor comprensión en nuestras relaciones humanas, descubrimos durante nuestra búsqueda que son muy pocos los lugares a donde podemos asistir en busca de esa tan valiosa información.
Recuerdo una divertida historia en la que un joven se dirigía a una li­brería para poder encontrar cierta información que le ayudara a mejorar sus rela­ciones interpersonales. Después de varios minutos de búsqueda logró encontrar un libro llamado "Cómo manifestar nuestros sentimientos apropiadamente". De inmediato se dirigió a la caja y lo compró. Sin embargo, al llegar a su casa, al revisarlo detenidamente, se dio cuenta de que había adquirido ¡el noveno tomo de una enciclopedia!. ¿Se imagina? Vamos, no quiero desilusionarlo en su inten­to por mejorar en el arte de ser persona, pero sí es mi obligación informarle que hay mucho por aprender todavía, y, ¡qué bueno!, porque ello nos invita a des­pertar diariamente con el reto de mejorar nuestra comunicación con los demás y con nosotros mismos.
En mi consulta privada me he permitido realizar ciertas encuestas infor­males con el único fin de incrementar un poco más mi información de lo que la gente realmente desea con mayor ímpetu en sus relaciones humanas (ya sea de pareja, de amistad, de trabajo, etc.), y para ello suelo pedir que mencionen las tres cualidades de una relación importante para ellos, mismas que se puedan incrementar mediante la fuerza del amor. Las respuestas que me han compartido centenares de personas han sido de todo tipo; sin embargo, enumeraré las que más frecuentemente he escuchado como cualidades esenciales de sus relaciones (y en ese orden):
. Comunicación.
. Afecto.
. Perdón.
. Honestidad.
. Aceptación.
. Romance (incluyendo sexo). . Paciencia.
. Sentido del Humor.
. Libertad.
Lo que más me ha llegado a llamar la atención es que muchas personas hicieron hincapié en su gran necesidad de poder comunicarse honesta y sincera­mente con su pareja. Resultó muy interesante que el factor que más frecuente­mente encontré es la necesidad de comunicarse y perdonarse. Muchos de mis pacientes (y amigos, inclusive) definían a la comunicación como el deseo de ser francos, de compartir, de hablar y escucharse activamente el uno al otro. Esa necesidad de saberse perteneciente a alguien y vivir esas cualidades en común unión era la idea que más seducía a mis pacientes.
"La ternura emerge del hecho de que dos personas
Que al igual que todos los individuos, anhelan sobreponerse
  a la separación y al aislamiento que todos heredamos
  porque somos individuos, pueden participar en una
  relación que, por el momento, no es de dos personalidades
  aisladas, sino una unión"
- Rollo May
He visto recientemente cómo se han incrementado en nuestro país de manera muy importante y cada vez mayor los anuncios en los periódicos que ofrecen el servicio de "escuchar" los problemas personales de otros, anuncios de números telefónicos donde cualquiera puede encontrar compañía en momen­tos de soledad, y por supuesto que me he encontrado con anuncios de que ese amigo sólo será suyo, pero claro, eso mientras usted pueda seguir pagando el servicio.
Así mismo, he tenido la oportunidad de conocer a muchas personas en cuya casa, departamento u oficina jamás se apaga el radio o la televisión. "Es una compañía". Claramente me han dado ese argumento ante mi pregunta de por qué mantienen un radio o televisión encendidos por tanto tiempo.
Son tantas las consultas que doy en las que se me habla del dolor, del ais­lamiento y la soledad, de la melancolía y depresión, y del vacío de una vida en la que no hay nadie más, que me han invitado a compartir este tema en donde la pregunta en común es: ¿Cómo puedo establecer relaciones y mantenerlas vivas, con amor y por mucho tiempo?
Pues bien, la respuesta a esa pregunta es uno de los principales objetivos de todo este libro y de todos los que le seguirán dentro de la colección NUEVA CONCIENCIA. Mentiría si le dijera que tan sólo con leer este capítulo y aplicar lo que se dice en él, lo lograra satisfactoriamente. Nada más lejos de la verdad. Lo que tiene en sus manos en este preciso momento, incluso mientras lo está leyendo ahora mismo, no es sino un ligero asomo al apasionante mundo de las relaciones humanas, y lejos de ser una fórmula perfecta, es tan sólo fruto de mi más auténtico interés por compartir con usted una pequeña ayuda con la espe­ranza de que le sea útil, al igual que me ha sido a mí y a muchas personas que han ingresado al mundo de una NUEVA CONCIENCIA.
La evolución de nuestra sociedad nos ha llevado a grandes avances e importantes cambios. Sin embargo, debemos estar conscientes de la forma en que varios de ellos nos han alejado del ser humano sin percatamos de ello fácil­mente. Por ejemplo, incluso las compras cotidianas de antaño (por lo menos eso me platica mi abuelita y en ocasiones mis papás de cuando vivieron su infancia) ofrecían a las personas la oportunidad de relacionarse. No se contaba con los enormes y eficientes supermercados de hoy en día en donde se pueden hacer todas las compras de una sola vez. A mí mismo me tocó la experiencia de vivir la evolución de un restaurante de hamburguesas en donde, hace varios años, uno debía relacionarse por lo menos con el dependiente. Al comparado con los restaurantes que hoy en día se pueden encontrar en donde ni siquiera es nece­sario hablar con nadie, basta con tocar la pantalla de una computadora al final de la fila. Ningún contacto humano es necesario.

Todo esto nos ha llevado a un sentimiento colectivo de aislamiento; sin embargo, no todo está perdido en la evolución. Simplemente hay que aprender a redirigir nuestra comunicación en la era que nos tocó vivir. Debemos reaprender a generar el nexo sociológico más antiguo de la humanidad: la Amistad.
Comunicación:
Pieza clave de la relación
Dentro de las grandes ironías que he percibido de nuestra vida actual es que nosotros, el género humano, hemos desarrollado sistemas de comunicación que permiten que desde la Tierra, el hombre hable con el hombre en la Luna. Hemos desarrollado sistemas de comunicación asombrosamente eficientes como lo es la telefonía celular digital, los radiolocalizadores vía satélite, la nave­gación por el ciberespacio de Internet, las video teleconferencias, la comuni­cación sin fronteras, etc. Sin embargo, y a menudo al mismo tiempo, una madre no puede hablar con su hija; un padre, con su hijo, la clase obrera, con la geren­cia, o... usted, con su pareja.
En una amistad, como en cualquier relación humana, la comunicación es el arte de hablar unos con otros, de decir lo que sentimos y lo que nos pro­ponemos, de expresado con claridad, escuchando lo que la otra persona nos dice y asegurándonos de haber escuchado con atención para lograr esa habilidad de mantener una relación de amor.
De esta manera, le puedo compartir que el primer desafío que encon­tramos en nuestras relaciones humanas es el hecho de ponemos en contacto con nuestros propios sentimientos y posteriormente comunicarlos a la persona que nos interesa.
La traducción de la figura anterior es: "Tú siempre te quejas de que no sé mostrar mis emociones, así que hice estos señalamientos".
Realmente eso parece sucederle a la mayoría de las parejas que he podido consultar y, también a lo que he podido experimentar en mi propia persona, oca­sionalmente. ¿Acaso le ha pasado algo similar en alguna ocasión? ¿Ha experi­mentado la necesidad de comunicar un sentimiento y no saber cómo hacerlo? Si su respuesta es afirmativa (como en la inmensa mayoría de las personas), pues tenga en cuenta de que esa es una de las principales dificultades que afrontamos los seres humanos en cuanto a nuestro poder de comunicación. Varias veces sabemos perfectamente bien que sentimos algo, pero no podemos expresarlo fácilmente. Me gustaría darle un pequeño pero poderosísimo consejo: "Entre más palabras conozca, más posibilidades de expresar sus emociones y sen­timientos".
Créame. Mire usted, ¿recuerda lo que comentamos en el capítulo anterior en donde quedaba claro que nuestra voluntad sólo puede elegir opciones que le presenta nuestra inteligencia?; pues me refiero a lo mismo en este aspecto del lenguaje. Si usted tan sólo sabe ciertos palabras que etiquetan nuestras emociones, por ejemplo: alegría, tristeza, ansiedad, euforia, angustia, etc., pues son tan sólo esas (las que usted conozca) las palabras que su cerebro utilizará para todas las emociones que perciba. De tal suerte que cuando experimente una emoción nueva en su vida, si no conoce las palabras, simplemente dirá: "...no sé qué siento, pero siento bonito...", en un alarde de su vocabulario. Por favor, créame, esto es más importante de lo que parece en estas simples líneas que lee. El poder de las palabras es enorme. Todo lo que podamos expresar mediante el don y el poder de la palabra afectará indudablemente a quien se lo decimos (incluyendo lo que usted se diga a sí mismo).
Ese poder de influencia a través de la palabra es el que usamos todos los seres humanos cada vez que nos comuni­camos con alguien. Aquí es donde más se pone de manifiesto el desafío de vivir en la virtud, precisamente la virtud cardinal de la Prudencia; esa actitud con­stante de la inteligencia para actuar como y cuando debo, para decir como y cuando lo deba. Es precisamente ahí donde diariamente tenemos la oportunidad de mejorar, de comunicamos. Por favor: ¡No tenga miedo a mostrar sus sen­timientos!. Sé que en la inmensa mayoría de los casos usted se ha dicho: "...no vuelvo a ser bueno, me vieron la cara y no me volveré a dejar...", ¿Ha dicho algo parecido en algún momento, o acaso ha empeorado diciendo "no me vuelvo a enamorar"? Varias son las personas que me han dicho (y me lo han dicho con mucha fuerza en sus palabras): "...Dr. Ariza, quiero que sepa que yo ya no voy a amar, amar duele...", ¡¡¡Falso!!! No es verdad que amar duela. Lo que puede lle­gar a doler es cuando ya no nos aman luego de habemos amado. Eso sí. Pero cuando se ama, en ese momento, en ese preciso lapso de nuestra vida, pues no duele nada; al contrario, todo es dicha, pasión y alegría.
Las personas no tene­mos miedo a amar, tenemos miedo a sufrir una decepción posterior al amor. Pero, reflexione, si usted se ha propuesto no amar porque puede sufrir, pues en el momento en que lo dice ¡puede estar sufriendo porque no ama!. Qué irónico ¿no cree así? Creo que vale la pena "darse una oportunidad a usted mismo" para intentar de nuevo. El problema en que caemos muchas personas es que juzgamos una futura relación con base en nuestras experiencias, con base en nuestras rela­ciones pasadas, y llegamos a creer que todo será igual. ¡Caray!, eso significaría cerrar todo sentido de posibilidad.
Abra su corazón, diga lo que siente a quien más quiere antes de que sea demasiado tarde. Estoy plenamente convencido de que este proceso de aprender a comunicamos se puede aplicar con relativa facil­idad, sólo depende de un gran factor: su decisión de aprender y actuar.
  "Cualquier cosa que se aprende
        se puede desaprender y volver a aprenderse.
  En este proceso llamado cambio
  es donde radica nuestra esperanza".
  Alejandro Ariza

¿Cómo podríamos definir una relación?
Existen varias posibilidades para definir este concepto que nos ocupa. Sin embargo, me gustaría compartir con usted unas cuantas definiciones que me han ayudado mucho a entender al ser humano en este aspecto de su vida:
Una relación es una sociedad elegida. Es amar a alguien en quien incluso las imperfecciones se consideran como una posibilidad y, por consiguiente, algo bello; es cuando el descubrimiento, la lucha y la aceptación son la base de un constante crecimiento y sorpresa.
Una relación es aquella en la cual los individuos confían tanto (¡pero tanto!) el uno en el otro que se vuelven vulnerables, pero seguros de que la otra persona no se aprovechará de ello. Es algo que implica mucha comunicación.
Una relación basada en amistad es aquella en la cual uno puede mostrarse franco y honesto con la otra persona sin el temor de ser juzgado. Es "sentirse seguro" sabiendo que ambos son los mejores amigos y que no importa lo que suceda, siempre estarán uno al lado del otro.
Una relación de amor es aquella en la cual hay una mutua preocupación por el crecimiento y el progreso del otro; en donde las actitudes posesivas ceden el paso a la entrega de uno mismo a la otra persona; en donde el egoísmo cede el paso al dar desprendidamente, a la participación y la solicitud; en donde siem­pre se mantienen abiertas las líneas de comunicación y se le concede la máxima importancia a lo bueno que hay en la otra persona.
Esto representa para mí y para varios autores el hecho de entablar una relación positiva, una relación sustentada en el amor. Si alguno de estos concep­tos le hicieron vibrar ahora mismo mientras sostiene este libro en sus manos, ¡me alegra grandemente!. Es usted una persona más de las interesadas en vivir su vida con más momentos de felicidad y plenitud. Le confieso mi gran emoción al descubrir que ahora mismo usted y yo estamos entablando una relación, ¿se da cuenta?, ¡qué maravilloso! Por favor, no crea que usted está leyendo "simple­mente"; no, no, no. Todas las letras que ha unido en palabras a lo largo de este libro, alguien necesitó escribirlas; es donde se presentó mi turno en esta relación. Discúlpeme si con esta reflexión se siente ofendido al ser una verdad que por sabida debiera callarse, al ser una verdad de Perogrullo, "si usted lee, alguien escribió (yo)", pero créame que es algo que va más allá de lo evidente, esta relación que me ha permitido establecer con usted desde el primer momento en que abrió este libro, es una mágica aventura para ambos. Por un motivo superior nos hemos encontrado a través de la palabra escrita. Usted ha decidido leerme y yo he decidido escribirle.
Usted y yo hemos vivido la mágica relación basada en el amor en donde se ofrece consuelo ante la silenciosa presencia de otra persona con la que uno, a través de silencios y lenguaje corporal, sabe que comparte un sentimiento mutuo de confianza, honestidad, admiración, devoción y esa emoción tan especial de felicidad por el simple hecho de estar juntos.
¿Qué dice usted cuando se comunica?
Todos tenemos un lenguaje, en mayor o menor grado. Existen muchas teorías que nos explican cómo nos comunicamos y cómo aprendemos a hacerlo. Sin embargo, se sigue avanzando en los estudios acerca de la comunicación hoy en día. ¿Por qué? ¿Acaso no ya todas las letras del abecedario se conocen? ¿Acaso ya rebasó los dos años de edad y logró aprender a hablar? Muy posible­mente ya haya aprendido a hablar, pues ahora hay que aprender a comunicarse, algo muy diferente.
Usted y yo fuimos niños. Hoy sabemos perfectamente bien que los niños están sorprendentemente armonizados con los sonidos del lenguaje y que "aprenden lo que ven y escuchan". De todas las palabras con las que se encuen­tran en sus primeros años, ¿no le resulta impactante que un bebé pueda estable­cer la diferencia entre "leche", "mamá" y "papá"? Las palabras que escuchan son las que aprenderán. Del mismo modo, las palabras que escuchamos usted y yo fueron las que aprendimos. Esas palabras son los instrumentos con los que organizamos nuestra vida y medio ambiente así como interactuar con él. Cuando un niño de edad preescolar grita: "¡Se me están poniendo los nervios de punta!" ¿En dónde aprendió eso? Con absoluta seguridad le garantizo que no lo hizo de manera instintiva.
De tal suerte que, o escuchamos el lenguaje de amor en nuestro medio ambiente o, bien, no lo escuchamos. Aprendemos los símbolos necesarios para relacionamos mutuamente o, bien, no lo hacemos.
Si usted cree con esto que nuestro destino ya está marcado por nuestra infancia, le puedo asegurar que está en un gran error. Gran error si no decidiera aprender nuevos conceptos, nuevas palabras, nuevas perspectivas; en general, si no decidiera generar en usted una NUEVA CONCIENCIA. En usted está la decisión, también en usted están los resultados de su calidad de vida.
Vale la pena aprender a decir "te amo", "te necesito", "eres muy impor­tante para mí". Si usted es una de esas personas a las cuales les cuesta mucho trabajo "decir" lo que sienten, o si es de las que les es casi imposible decir "te amo", pues bien valdría la pena reflexionar en qué medio ambiente usted se desarrolló, la familia en la que nació y las palabras que se solían usar ahí. Si después de este breve estudio ha decidido que necesita "aprender nuevas pa­labras", nuevos conceptos, para así poder comunicarlos, lo felicito y lo invito a que juntos sigamos aprendiendo...


4
Nadie va a venir
Aquel que espera un milagro para seguir vivo
       y nada hace por que éste suceda,
corre el riesgo, mientras aguarda, de morir
- Alejandro Ariza.
Es posible que este capítulo desmoralice a algún lector muy sensible; sin embargo, me interesa dejar muy claro que ésa no es la intención de la reflexión de esté capítulo. No, en ab­soluto. Lo que sucede es que nos confrontaremos con una gran verdad, nos toparemos con una clásica dinámica psicológica que nos limita el progreso, y es la siguiente: La inmensa mayo­ría de nosotros vivimos "esperando" que alguien venga a sal­vamos cuando pasamos por momentos de dificultad. Muchos vivimos aguardando "la llegada del salvador", y en esa espera nos posicionamos en una cómoda circunstancia, pasiva, sedentaria, inactiva y aguardando un milagro, haciendo nada por nosotros mismos.
Ésta ha sido una de las lecciones más duras en mi vida. Vivir con la continua esperanza de que alguien ó algo nos salvará, vivir con la ilusión de que en el momento menos esperado de alguna dificultad que afrontemos llegará nuestro salvador, nos impide desarrollar nuestro potencial de éxito en su plena tota­lidad. Cuando digo "salvador" me refiero a figuras tales como:  el papá, la mamá, el hermano mayor, el amigo generoso y de gran bondad, la lotería nacional, el novio, el suegro, su jefe en el trabajo, el Espíritu Santo, un billete de alta denominación que nos encontramos tirado, algún error del cajero del banco donde no se nos cobró el excedente de nuestra tarjeta de crédito, el sacerdote, el abo­gado, el ángel de la guarda, el gobierno, Dios ó como usted lo conozca, el líder sindical, el esposo, la abuelita millo­naria, el maestro corrupto que con un dinero nos ayuda, el hijo pródigo, el jefe que reconozca cuánto trabajo, etcétera. Como ve, abundan las figuras de "el sal­vador", y es por ello que nos hemos creído que por lo menos alguno de ellos venga en nuestro auxilio.
¡Caray!, si son tantos, por lo menos uno debería estar al pendiente de nuestros proble­mas y venir a salvamos. ¿Cuántas personas pensarán así? Pues le puedo garantizar que muchas, muchísimas por lo menos a nivel incons­ciente así vivimos la inmensa mayoría de las personas. Hablo de México porque es el país que más me importa, es donde vivo y en donde he podido crecer y desarrollarme. Por ello quiero aportar esta reflexión, para que despertemos y nos demos cuen­ta de que nadie va a venir a ayudamos, pero lejos de ser ésta una actitud pesimista, creo firmemente que es una postura que for­talece nuestra responsabilidad y nos hace auténticos dueños de nuestra propia vida, con todos los resultados que en ella gene­remosnosotros, nadie más.
Le haré una pregunta y le suplico que por favor sea sincero. ¿Qué es lo primero (lo primerísimo) que piensa cuando tiene algún problema? Insisto, sea sincero, al fin que nadie está viendo lo que piensa. ¿Acaso piensa en "alguien"? Si su respuesta es afirmativa, lo felicito por sincero, usted pertenece a la inmensa mayoría de personas que está esperando a un salvador (novio, padre, amigo, etcétera). No se sienta mal si piensa así. Le puedo garantizar que ya es parte de un inconsciente colectivo.
De hecho, de paso esté decir que una de las razones por la que muchas mujeres buscan a una pareja es para que sea su salvador y "salgan de pobres". ¿Ha conocido gente así? Yo sí. Es una forma de actuar de la que ya no nos damos cuenta, simplemente así reaccionamos la mayoría. Pero es en ese momento en donde le conferimos a otro la habilidad de nuestro triunfo para salir airosos de algún problema. Creo que eso nos ha dañado enormemente: darle a otro lo que nos corresponde a nosotros por ser nuestro. He ahí el grave error: endosar la responsabilidad necesitando entonces de esa otra persona. Hemos generado creencias erróneas alrededor de todo esto valorando más la gran empresa para la que trabajamos, el nivel social superior, una amplia red de contactos personales que a nosotros mismos y nuestra capacidad de ser crear y valernos por nosotros mismos, no quiero que piensen que estoy invitando a que vivan en una isla desierta y vivan como Robinson Crusoe, para nada, ni tampoco que un entorno favorable esta mal. La idea principal es que esto no substituye su verdadero valor: Usted.
La necesidad que va unida al objeto o a alguien
            le concede a éste poder o control
                               sobre sus emociones
- WAYNE DYER escritor estadounidense
En contraste, he podido observar que las personas con un gran auto estima se hacen drásticamente dueñas de sí y piensan en resolver sus problemas por sí mismas. Son personas que tienen el sano conocimiento de que nadie va a venir en su auxi­lio. Son seres humanos que toman la iniciativa y no esperan a que sucedan las cosas, sino que hacen que las cosas sucedan para salir adelante. Son auténticos líderes. Son las personas que marcan la diferencia en su sociedad. Son las que se convierten mágicamente en los salvadores que los demás esperan. ¿Capta la enorme diferencia en esa poderosa elección?, en la elección de ya no esperar y optar por la acción. Optar por hacer que las cosas sucedan, eso es el más auténtico poder personal.
En esta semana quiero invitarlo a un gran momento para crecer. Reflexione y opte por ese gran poder personal que usted lleva dentro. Dése cuenta de que nadie va a venir a "rescatarlo". Pero dése cuenta sin pena o decepción, sin tristeza o dolor. Dése cuenta de que usted no necesita que alguien venga para que salga adelante. Lo único que necesita saber es que usted es el único responsable de sus actos y que dentro de usted se encuen­tra la suficiente fuerza para iniciar la acción que lo dirigirá al éxito que busca. Le puedo garantizar que cuando usted se "dé cuenta" plenamente de este gran secreto para triunfar, aparecerá en su vida un enorme y desbordante placer por saber que todo depende exclusivamente de usted. De nadie más. Ese placer es el resultado de saberse el autor exclusivo de su propia vida. Incluso, puede llegar a perderle cierto temor a la soledad o aun a disfrutarla de vez en cuando.
Comparemos la filosofía de vida de una persona de baja autoestima común con la de una persona de alta autoestima común, por tomar un ejemplo contrastante que nos clarifique aún más el aprendizaje. La persona de baja autoestima suele vivir esperando a que le llegue la buena suerte, comúnmente espera a que alguien venga a ayudarlo, mientras que en la cultura de alta autoestima común, nunca espera a que alguien venga en su auxilio para iniciar la acción, él hace las cosas necesarias para encontrarse con la buena suerte. El sabe que nadie va a venir, luego entonces inicia la acción que lo sacará avante de inmediato. En su soledad se confronta con su profundo deseo de superación y no espera a nadie, sino que ipso Jacto pone manos a la obra. Posiblemente esto también sea un reflejo de lo que sucede de manera genérica la gran diferencia entre un primar mundo y un tercer mundo. ¿Qué opina usted al respecto?
Me gustaría explicarle una teoría que tengo en cuanto al surgimiento de este inconsciente colectivo de pasividad (el que vive esperando, la cultura del embarazo) de esta actitud de espera. Una es la religión y otra es el sistema de gobierno. Sin embargo, antes de explicarle mi teoría, me permitiré aclarar enfáticamente que no tengo nada en contra de nuestra religión o de las diferentes formas de gobierno. Simplemente es un análisis objetivo de lo que pudiera ser la causa del inconsciente colectivo de pasivi­dad en el que vivimos la mayoría. Primero la religión:. Usted sabe, al igual que yo, que la religión nos ha inculcado una muy vasta red de creencias, la cual a muchos los logra atrapar irreflexivos y no pueden salir de ella. Para salir de esta red de creencias, lo único que hay que hacer es cuestionarse acerca de ellas, y de esa forma nos podemos dar cuenta de si nos han servido para crecer o nos han limitado en nuestro desarrollo.
Así, en esa forma cuestionante, he podido observar que a muchos de nosotros se nos dijo durante mucho tiempo que "pronto vendrá el Salvador...", o cosas tales como: "ya se acer­ca la segunda venida del Salvador...", y cosas similares. Es así que se fue forjando (lenta, pero profundamente) en nuestro inconsciente la idea de que alguien va a venir, alguien que nos ayudará, alguien que nos sacará del problema. Esta postura es muy cómoda. La única decepción que nos llevamos la mayoría de nosotros es que no se nos dijo cuándo. Si supiéramos cuán­do vendrá el Salvador, otra cosa estaríamos haciendo en nuestra vida, ¿no cree? Quizás por ello no se nos dijo cuándo. Nada más nos ilusionaron. Pero bueno, está bien, al fin que lo último que muere es la esperanza. Como ve, de esa manera se gestó una actitud de espera en la mente de cada uno de nosotros, o por lo menos en la inmensa mayoría de las personas que no tenemos un conocimiento profundo de nuestra religión (como puede ser el caso de usted también). Así nace una espera para vivir la plenitud y la paz. ¡Caray!, si tan sólo nos diéramos cuenta de que esa plenitud y paz ya se pueden vivir aquí y ahora, si tan sólo creyéramos que nadie va a venir sea un mortal ó un personaje divino.
Por otro lado, nuestras formas de gobierno durante muchas décadas instalaron un régimen paternalista para el ciu­dadano. Así, todos vivíamos esperando. Era el caso del burócra­ta que esperaba la quincena (aunque no la mereciera), era el caso del alumno de esa escuela de gobierno que esperaba ser aprobado (aunque no lo mereciera), era el caso de los deportis­tas que representaban a nuestra nación y esperaban que se les patrocinaran todos sus gastos durante sus competencias (aunque no lo merecieran), era el caso de usted o yo que esperábamos a que nuestros dirigentes resolvieran nuestros
problemas citadinos de contaminación y congestionamiento vial (sin que nosotros hiciéramos nada al respecto), era el caso del obrero que esperaba la solución de sus problemas gracias a su líder sindical (aunque no tuviera nada que ver). La lista es interminable, y la frecuencia de ese régimen patemalista fue otra causa para que se gestara en la mayoría de nosotros la acti­tud de espera.
Por favor, ¡hagamos un alto a esa mediocre actitud! Salgamos de ese inconsciente colectivo "dándonos cuenta" del daño que nos trajo. Es la única forma para salir de un incons­ciente colectivo, hay que darse cuenta. Y luego hay que gestar otro nuevo inconsciente colectivo, uno repleto de una Nueva Conciencia de nuestro propio valor en donde sepamos que nadie va a venir, pero sabiéndolo como una sana postura de auténtica responsabilidad. Así me hubiera gustado empezar este capítulo, con el título: "Nadie va a venir: una sana postura de responsabilidad". Saber que nadie va a venir no es para deprimirse porque no lle­gará el Salvador. No, no, no. Es la sana actitud del Poder Personal para iniciar la acción que nos llevará al resultado que queramos. Ese poder radica en usted y sólo en usted. Ésta es la sabia posición desde donde se vive el éxito personal.
Le confieso que no me ha sido nada fácil compartir estos argumentos con usted. A momentos, yo mismo todavía sigo esperando a que venga alguien a ayudarme. Por favor, no crea que al sincerarme con usted le revelo mi incongruencia entre lo que vivo y lo que escribo. ¡No! por favor. Lo único que le manifiesto es que no es tan fácil escaparse de ese in­consciente colectivo. Pero así como le confieso esto, también le revelo que cada vez lo hago menos (y lo digo con orgullo de mi crecimiento y desarrollo). Cada vez más me doy cuenta de que nadie va a venir, y entonces, pues empiezo o em­piezo. Cuando crecí y "me di cuenta" de que ya no tenía el apoyo de "papi" para mis gastos, cuando ya tuve que pagar yo el teléfono de mi casa y el de mi celular, cuando ya tuve que pagar los gastos de mi auto, cuando ya tuve que resolver yo solo mis problemas fiscales, me di cuenta que nadie iba a venir,  o por lo menos mi "papi" no.
Fue frustrante darme cuenta de que mi papá sí podía auxiliarme y aun así no lo hacía, él sí tenía y sigue teniendo) el dinero suficiente (y más) para resolverme mis problemas financieros, y ¡aun así no me ayuda como quiero! Bueno, después de haber pensado califica­tivos nefastos acerca de mi papá en alguna época de mi vida (no lo puedo negar), hoy mejor he decidido "relajar mis arterias coronarias", y alejarme sanamente de esa postura que genera sufrimiento: esperar algo de alguien.Saber que nadie va a venir disminuyó enormemente mi sufrimiento. Gran parte de los conflictos humanos en la vida surgen por esperar algo de alguien, misma cosa que nunca llega. ¿Le ha pasado algo simi­lar? ¿Ya vio cómo tengo razón? Si usted espera a que alguien venga para salir a dar la vuelta, corre el riesgo de quedarse sin su vuelta. Si usted espera a que alguien le de un beso para ser feliz, corre el riesgo de quedarse infeliz.
Si usted espera el reconocimiento de su esposa e hijos para sentirse un hombre realizado, corre el riesgo de quedarse amargado. Si espera un excelente trato de alguien para sentirse pleno y feliz, se juega la opción de sentir el sufrimiento de la frustración y decep­cionarse. Si usted espera que alguien siempre esté con usted para sentirse bien, le garantizo que se va a sentir muy mal en muchísimas ocasiones. Si usted espera que alguien llegue a la hora que usted ordenó para poder irse a dormir, corre el alto riesgo de padecer un largo insomnio. ¿Ya vio por qué le con­viene no esperar? ¡Insisto!, es sano -psicológicamente hablando- saber que nadie va a venir. Esperar algo de alguien o algo de la providencia, resultará ser una atadura en su vida, y toda atadura es un impedimento para vivir en un nivel superior de conciencia, nos impide crecer. Cuanto más atados (por la espera) nos hallamos a personas, cosas, ideas o emo­ciones, menos capacidad tenemos para experimentar esos fenó­menos con autenticidad. Intente apretar el agua con sus manos esperando así retenerla y se dará cuenta de la rapidez con la que se le va el agua de las manos. Ahora relájese mientras una de sus manos abierta toca el agua y podrá gozar de ella tanto como guste.
                          De alguna manera
siempre supe que depender de una cosa
era la forma más segura de no tener nunca
                             suficiente de ella
- WAYNE DYER escritor estadounidense
Sin embargo, tengo el deber moral de decirle algo: supongamos que usted acepta que nadie va a venir. Si usted se lanza a vivir una actitud libre de "esperas", y aun así, ¡alguien llega! ¿Qué hacer en esos casos? Pues, ¡déle infinitas gracias a Dios! Brinque de la alegría que le generará esa agradabilísima sorpresa. Pero tómelo así: ¡fue una sorpresa! Esta actitud le liberará del posible sufrimiento que genera la espera al verse defraudada. Sepa que nadie va a venir, pero si viene, ¡recíbalo con los brazos abiertos! Hace algunos años, cuando mi papá salo en mí ayuda para pagar algunos compromisos económicos lo hizo sin que yo se lo pidiera. Imagínese si le hubiera dicho: "no gracias papá, ya no te nece­sito". Bueno, le confieso que de haberlo hecho así por mi pos­tura orgullosa, mi ángel de la guarda me hubiera gritado al oído: "¡Grandísimo estúpido!, ¡no ves que no nos alcanza para pagar!, ya ni en el cielo nos prestan", o algo similar. Entonces, simple­mente sonreí, le di las gracias y acepté su ayuda.
Saber que nadie va a venir lo obligará a crecer y a madu­rar como persona. Puede ser un poco doloroso ese crecimiento, sobre todo el susto inicial de aceptarlo, como cuando salen las muelas del juicio, pero logrará, en un futuro muy cercano, saberse líder de proyectos, saberse el sal­vador de sí mismo y (para colmo) de otros, se incrementará  muchísimo su autoestima, cada vez le espantarán menos los problemas y afrontará aún más (hasta los de otras personas), se llegará a sentir como un gigante que ayuda a resolver problemas propios de los enanos, logrará experimentar la paz del deber cumplido, vivirá muchos momentos para crecer. Descubrirá valores, habilidades y fortalezas quizá aún desconocidas en usted. Todas estas razones serán un motivo más para que usted mantenga su. . .




martes, 4 de junio de 2013

Y POR QUE YO?


Cuanto más a menudo tome decisiones responsables,
  tanto más se dará cuenta de que dispone
  realmente del control de su vida
- Alejandro Ariza
Reflexionaremos de la responsabilidad personal.
Cuando queremos hacer algo experimentamos una sensación muy diferente a cuando tenemos que hacerlo. La diferencia está en saber si queremos o tenemos que hacer las cosas. Esta sutil diferencia de palabras resulta ser una enorme desigualdad de emociones para actuar y varía grandemente nuestra habilidad para responder ante aquello que hayamos realizado. Precisamente esa habilidad para responder nos da el grado de seriedad y sensatez de lo que hacemos, mide nuestro compromiso.
La gran mayoría de las personas hemos dicho alguna vez: "y... ¿por qué yo?", cuando se nos ordenó algo. Esto sucede más comúnmente en nuestra infancia (física o mental), cuando llegaba alguien "más grande" que nosotros y nos daba una razón, su razón para que nosotros actuáramos por obligación (y miedo) e hiciéramos aquello que quería ese grandullón. Así, en nuestro diario quehacer existen diferentes causas que explican nuestro comportamiento. Sin embargo, todas esas causas las podría englobar en tan sólo dos grandes grupos: razones y motivos.
Ésta es una muy personal tesis (proposición mantenida con razonamientos) acerca de las causas de nuestro comportamiento. Lo que hacemos lo realizamos por razones o por motivos. La enorme diferencia entre ambas causas es que la primera genera un tener que hacer las cosas, originando una pesada obligación; mientras que los motivos generan un querer hacerlas cosas, originando una orgullosa responsabilidad. Y es aquí a donde quería llegar con usted.
Si jugamos con la palabra responsabilidad pareciera que se formó al fundir otras dos palabras: responder y habilidad.Entonces, la responsabilidad bien podría entenderse como la habilidad o capacidad para responder ante algo, algo que elegimos libremente.
 Esa poderosa habilidad para responder el saberse apto para vivir un compromiso, es la dimensión a la que nos lleva nuestra responsabilidad, a diferencia de una obligación, que sólo nos lleva a involucramos con aquello que hacemos, pero nunca nos compromete. Posiblemente sea más claro entender esta tesis con un pequeño diagrama:


                                          CAUSAS
         ________________________________________________
                      RAZONES                                   MOTIVOS
autoestima1autoestima2 


           
            "TENER QUE HACER"                      “QUERER HACER”
autoestima3autoestima4  

                   OBLIGACIONES                         RESPONSABILIDAD
autoestima5autoestima6 


                   SE INVOLUCRA                           SE COMPROMETE
Con el esquema anterior me permito compartir con usted la mágica y sublime dimensión de nuestra responsabilidad. Esta surge de un auténtico motivo, que viene siendo esa causa interna que agita nuestro ánimo y nos mueve hasta llegar a comprometemos con la acción; y absolutamente toda acción generará un resultado y de ese resultado, bueno o malo, debemos responder orgullosos al sabemos su autor. Eso es para mí la responsabilidad. De hecho, ser responsable nos da un enorme poder, nos diferencia del resto de la comunidad al sabemos capaces de responder ante cualquier consecuencia de lo que hayamos hecho, nos posiciona automáticamente como los más auténticos dueños de nuestra vida.
A diferencia de la responsabilidad, la obligación es el producto de una razón, de esa causa externa que otro nos impuso, pero que por identificarlo como alguien que ejerce el poder sobre nosotros (aquel grandullón, o un papá, o un jefe, etc.) lo acabamos realizando, teniéndolo que hacer, pero nunca nos llegamos a comprometer con los resultados que obtenemos. Simplemente estamos involucrados en su proceso. Distinguir entre estar involucrados y estar comprometidos queda muy claro con una pequeña metáfora que le escuchara hace varios años a un maestro mío. Es la siguiente: Imagine a un cerdo y a una gallina caminando por las calles de la ciudad y platicando. De repente, ambos se detienen frente a un restaurante y se quedan mirando a través de una de sus ventanas. Observaban a unos comensales disfrutando de varios platillos, entre ellos había uno que comía huevos revueltos con jamón. Ante esa escena el cerdo dijo: "Mira gallina, ¡qué suerte tienes!, tus productos los consumen y tu sigues aquí afuera vivita y coleando, mientras que un cerdo como yo, para que consuman sus productos en ese mismo platillo, tuvo que dar la vida y morir por la causa". La gallina se involucró, mientras que el cerdo se comprometió, fue el único que dio la vida para estar ahí.
Creo que si de esta metáfora hiciéramos una analogía con nuestras vidas, nos explicaríamos el que existan muchísimas personas que tan sólo se involucran con lo que hacen en sus vidas, y muy pocas las que se llegan a comprometer. Existen muchas personas que hacen lo que hacen porque tienen que hacerlo y siguen vivien­do bajo una obligación, bajo el pesado yugo de otro, mientras que existe otra talla de personas, más felices, que hacen lo que hacen por la responsabilidad que generan sus motivos.
Dese un tiempo para pensar en usted mismo, un momento para crecer, y hágase la pregunta: ¿A qué tipo de gente pertenezco? ¿Lo que hago lo hago por obligación o por mi propia responsabilidad? ¿Qué predomina en mi diario que hacer: razones o motivos?
Si en el anterior momento de reflexión llegó a concluir que hace lo que hace por ambas causas, algunas veces por razones y otras por motivos, pues es una postura muy sensata de su parte. Todos hacemos las cosas por razones y motivos, sin embargo, la gran diferencia en la calidad de nuestras vidas está en el predominio de alguna de ellas.
De hecho, para estudiar mejor ese predominio podríamos cambiar la pregunta y hacernos la siguiente: ¿Me responsabilizo verdaderamente de mis actos? ¿Con qué frecuencia? ¿Busco culpables por aquellos resultados insatisfactorios que yo obtuve? ¿Con qué frecuencia lo hago? Verá que si responde sinceramente a estas preguntas, sabrá el predominio en cuestión: razones o motivos.
Bien podríamos hacer una reflexión más: por favor, una vez que haya logrado entender lo que hemos aprendido en esta columna, no vuelva a decirle a su pareja: "mi amor, eres la razón de mi vivir". ¿Se imagina? Le está diciendo que usted tiene que estar ahí con ella (o él) por obligación, pero no le nace. Le suplico que aplique lo aprendido y le diga a su pareja: "mi amor, hoy he entendido que eres mi motivo para existir". ¿Qué tal, eh? ¿Verdad que hay una enorme diferencia? Ahora le manifiesta que realmente "quiere vivir por ella (o el)". Una reflexión más: ¡Qué motivan-te es saberse uno mismo como el motivo de existir de otra persona! Llegar a ser motivo, es llegar a mover el corazón de alguien para que quiera, por propia decisión, ser, hacer y estar con y por nosotros. El trato amable (aquel con capacidad de amar) que demos a los demás será lo que nos transforme en motivo de vivir para otra persona. ¡Caray!, le confieso que tengo el impulso de seguir escribiendo al respec­to, pero creo que no terminaríamos ni en mil columnas. Sería todo un tratado acerca del amor y no es motivo principal del presente ensayo.
Vivir responsablemente es tener en nuestras manos el des­tino que hemos elegido trazar en nuestra existencia. Es saber que nosotros somos los únicos autores de nuestra gran obra maestra llamada: nosotros mismos. En esa magnitud se fragua nuestra responsabilidad. Es caro el precio de entender esta pro­puesta, el precio es la auténtica auto ría, es saber que lo que us­ted es el día de hoy, es tan sólo el lógico resultado de todo lo que ha hecho hasta ahora mismo.
Por ejemplo, observe su cuer­po. Obsérvelo detenidamente. ¿Le gusta? ¿Le desagrada? Pues bien, sea cual fuere la respuesta que dé, es tan sólo el resultado de lo que ha hecho con él en los años pasados y hasta ahora. Ob­serve su mente, el resultado proviene de lo mismo, de lo que ha hecho con ella hasta hoy en día. Observe su condición económi­ca. Otra vez, es tan sólo el resultado de su responsabilidad, de lo que ha hecho con sus finanzas hasta hoy. Entender esto, com­prenderlo realmente, nos llevará a responder la pregunta título de esta columna: "y... ¿por qué yo?" con la siguiente respuesta: por que usted lo eligió y, entonces, sólo usted puede llegar al nivel de un compromiso, del compromiso con el resultado que quiera generar. Esa es la respuesta que surge de un motivo, esa es la respuesta que genera nuestra responsabilidad.
Lo quiero invitar a que incremente su responsabilidad para generar la calidad de vida que siempre ha deseado. Encuentre motivos suficientes y profundamente emocionantes para que inicie la acción ahora mismo y genere el compromiso de seguir adelante. De lo contrario, si no encuentra verdaderos motivos, las razones aparecerán en su vida. Esas razones son las que le pesarán de tal manera que el autosabotaje aparecerá en su vida en menos de lo que se imagina. Será esa dieta que empieza el lunes y la rompe el miércoles siguiente, será esa disciplina que se prometió para hacer ejercicio diariamente, pero que la sus­pende al segundo día por cualquier otra causa y no la vuelve a iniciar. El autosabotaje es muy doloroso, nos hace sentir culpa y vergüenza con nosotros mismos. Sin embargo, no todo es tan grave, lo único que pasa ahí es que no hemos encontrado un motivo lo suficientemente emocionante e incuestionable para realizar la acción. La mera búsqueda de ese motivo, la sola pasión por encontrar la suficiente fuerza para actuar, el mero hecho de explorar dentro de la enorme gama de opciones que nos ofrece la vida, es motivo suficiente para que usted manten­ga su ... ¡Emoción por existir!

Aprovecha lo que tienes

Cuánto tienes a tu alcance para hacer algo no es ni por asomo tan importante como lo que decidas hacer con ello. Muchísima gente que se volv...