miércoles, 5 de junio de 2013

Problemas: Opciones de Mejora


Un problema
es, cuando se te presenta, la oportunidad
          de dar tu máximo esfuerzo.
          - DUKE ELLINGTON
Músico, compositor y director de orquesta estadounidense.
Todos hemos vivido momentos en donde parece que todo son problemas y ya no quisiéramos saber de nadie ni de nada. Momentos en donde verdaderamente nos sentimos abatidos, desilusionados, frustrados o dramáticamente enojados. Todas esas emociones son normales en el género humano. ¿Pero, por qué nos llegamos a sentir enojados o frustrados o deprimidos? Pues ten la plena certeza de que nos llegamos a sentir así, porque alguien no cumplió con nuestras expectativas. No realizó el trabajo que nosotros esperábamos, no nos dio esa muestra de ternura y cariño que pensamos merecer, ni nos da la libertad que reclamamos o alguien nos hizo a un lado. Hasta aquí, todo parece indicar que la culpa de nuestra desavenencia la tuvo "alguien". Sin embargo, lamento decirte que ese "alguien" no es otro más allá de ti.
Mira, lo más interesante para analizar ahora es que todas esas sensaciones debilitantes son fruto de nuestro interior, del cómo vemos las cosas, de nuestra muy particular forma de apreciar los hechos. Nosotros somos los que decidimos sentirnos mal frente a un problema. Me lo creas o no, así es. Todos creamos un problema dentro de nuestra men­te cuando alguien o algo no se ajustó a nuestros parámetros de resultados. El problema en realidad no existe como tal, sólo nuestro desacuerdo con las circunstancias que se pre­sentaron y cobra dimensión únicamente a través de no­sotros. Esta debilitante perspectiva de los hechos (cuando sólo vemos problemas) es la que nos imposibilita ver las oportunidades que hay "detrás" de un aparente pro­blema. Quiero afirmarte algo: SIEMPRE hay una opor­tunidad oculta detrás de algún problema, y lo más común es: Crecer.
          Las adversidades están hechas para estimular
y no para quitar el ánimo. El espíritu humano
          se fortifica en la lucha.
- WILLIAM E. CHANNING Teólogo estadounidense
Hace unos cuantos días, en la oficina tuvimos un problema -aunque te informo que nosotros lo llamamos "opción de mejora"-. Decidimos con­fiar en alguien para la realización de ciertos proyectos y ese alguien resultó ser un mediocre, patán, irresponsable y ra­tero. Cuando nos percatamos de que ese peculiar sujeto nos robó una suma muy importante de dinero, la primera reacción fue funesta de nuestra parte (a nivel de pensa­miento), pero unos cuantos minutos después del desagra­dable suceso, gracias a la filosofía de una Nueva Conciencia, encontramos una enorme opción de mejora detrás de ese "aparente" problema. El proyecto que le habíamos encar­gado a alguien, lo terminamos haciendo nosotros. Resultado: un muy considerable ahorro en las finanzas y un dramático crecimiento en nuestro cono­cimiento y autoestima. Lo único que te puedo comentar es, que sólo 48 horas después del aparente problema surgió un gran crecimiento intelectual, económico y moral en nosotros -y te confieso que muy especialmente en mí. Si no hubiera sido por aquel "problema", nunca nos hubiéramos dado cuen­ta del robo al que estábamos siendo sometidos mes con mes. Si no hubiera sido por aquel "problema", nunca nos hubiéramos sentido obligados a aprender y dominar ciertas habilidades que hoy ya adquirimos. El innegable resultado: ¡crecer y mejorar!
El placer que genera resolver un problema es la lógica consecuencia de descubrir la gran opción de mejora que existe en él y así, poner manos a la obra y actuar de inmediato para mejorar.
Ésta es la razón por la que siempre invito a las personas a que proscriban de su vocabulario la palabra "problema", y cuando necesiten hacer alusión a él, lo nombren como "una opción de mejora". Mira, percíbelo ahora: ¿Qué prefieres, que alguien te diga: tenemos un problema, o tenemos una opción de mejora? ¿Verdad que la sensación es radicalmente dife­rente? Y sin embargo se está refiriendo a lo mismo. Agradece tener "opciones de mejora". Esas "opciones de mejora" son las que generan auténticos momentos para crecer.
Muy bien, ahora ya sabes que los "problemas" son opor­tunidades de crecimiento ocultas, verdaderas opciones de mejora. Sin embargo, necesitamos aprender cómo percibirlos así, cómo transformar nuestra perspectiva para que siempre podamos observar más allá de lo evidente y logremos apreciar lo que hay detrás. ¿Te interesa saber cómo lograrlo? Pues supongo que sí, por el simple hecho de haber llegado hasta este punto de la lectura. Te compartiré varias reflexiones de crecimiento interior para resolver cualquier "problema", para optar por la mejora. Empecemos con las siguientes cuatro premisas:
+ Tú eres más grande que tus problemas (incluso frente a problemas gigantescos).
+ Tú decides desde dónde ver tus problemas (fenómeno de enfoque).
+ Tú eres el único que le da la importancia al problema.. El problema en sí mismo, carece de todo valor e importancia.
+ Tú eres quien decide qué palabras usar para referirte al problema y de esa manera, debilitarte o fortale­certe.
Cuando te digo que tú eres más grande que tus problemas, te estoy diciendo una gran verdad. Lo único que necesitas es creerlo -"darte cuenta", como todo en la vida. Tú autoestima debe ser tan grande que te permita percatarte de esta innegable verdad. Te lo repito: tú eres más grande que tus problemas. De hecho, una de las autoterapias más efectivas frente a un problema es que, mientras lo percibes, te repitas fuertemente en tu interior: "Yo soy más grande que este problema". Hazlo una y otra vez y tu mente se empezará a abrir para darte paso a la percepción de la opor­tunidad oculta que hay detrás de ese aparente problema. Haz la prueba y constátalo. ¿Si Dios está contigo, quién puede estar en contra, que sea más grande? Velo desde esta perspectiva y percibirás la fuerza que radica en ti. Verás que nada te detendrá.

En las adversidades sale a la luz la virtud.
ARISTÓTELES Filósofo griego
Por otra parte, algo que amedrenta a muchas personas es "el tamaño" del problema. Si bien puede tratarse de aquel muchacho grandullón que amenaza a otro pequeño y débil en la escuela, como la gran magnitud de alguna discusión frente a su pequeña autoestima. El fenómeno es el mismo: un efecto de óptica, ya que el tamaño siempre es una referencia. Definitivamente no puedo negar que aquello que vemos más grande nos impone, impacta o amedrenta. Ésa es la ven­taja de aquéllos con un físico más corpulento que el resto de la sociedad. Ésa es la ventaja que llevan los candidatos a algún puesto público, al difundir su fotografía con un tamaño gigantesco en los anuncios espectaculares de las calles. En fin, creo que he sido claro en explicar ese natu­ral fenómeno psicológico.
Cuando nos sentimos más pequeños percibimos desventaja. Eso está claro. Sin embargo, y bajo el mismo poderoso principio, debemos tener en cuenta que nada hay más grande que nosotros, cuando somos parte de una creación divina. Además, todo es un efecto de óptica. Por ejemplo, si tú tomas una moneda (objeto dimin­uto) y la colocas frente a tu ojo, precisamente a unos cuantos milímetros de él, podrás apreciar la moneda como gigantesca e incluso "no podrás ver otra cosa". Pero si alejas esa moneda de tu ojo, poco a poco podrás percibir que "se hace más pequeña". Sin embargo, es evidente que la moneda no dis­minuye su tamaño, ella siempre conserva su dimensión intrínseca, pero algo igualmente cierto es que tú "sí la ves" más pequeña y así le restas importancia.
Exactamente lo mismo puedes hacer con tus problemas. Aléjalos (algo fácil de lograr con el poder de tu mente mientras piensas en el pro­blema) y verás cómo se hacen pequeños. Ten presente esta breve metáfora de la moneda y practícalo cuando sientas algún problema "muy cerca" de ti. Aléjalo hablando de otras cosas y emprendiendo la acción para remediar cualquier desavenencia. Mientras más hables del problema, más lo acer­carás a tus ojos.
La tragedia está en los ojos de quien la contempla,
          no en el corazón del que sufre.
RALPH WALDO EMERSON Poeta y ensayista estadounidense
Ahora bien, ¿Cómo define el diccionario la palabra "importancia"? La define como algo que importa, que es muy conveniente o interesante, algo con gran dignidad o cualidad. Sin embargo, esta definición nos arroja una reflexión inhe­rente al concepto. ¿Algo conveniente o interesante para quién? ¿Algo con dignidad o cualidad con respecto a qué? Defini­tivamente la respuesta es: tú. El parámetro de referencia eres tú y con dicho parámetro eres también quien le confiere importancia a algo o a alguien. Te recomiendo que siempre tengas presente que nada ni nadie tiene importancia salvo la que tú has decidido conferirle.Esta perspectiva es muy útil para poder percibir las opciones de mejora dentro de un problema marital, en alguna desavenencia con tus socios o amigos, en algún rompimiento con tu pareja, etc. Siempre hay algo bueno en lo malo. Siempre. Es mera cuestión de tiempo para que te llegues a dar cuenta de esto. Cuando pasen los meses o los años y mires hacia atrás, muy posiblemente dirás: "aquel problema que tuve, fue lo que mejor me pudo suceder para hoy poder estar donde estoy". Ten fe en ello y minimiza la importancia de aquello que te debilita. Todo está en tu capaci­dad de decisión para conferir importancia o no. Ese poder radica en ti.
La adversidad depende menos de los males que sufrimos
      que de la imaginación con que los padecemos.
FÉNELON Prelado y escritor francés
Por último, te recomiendo amplísimamente que tengas mucho cuidado con las palabras que usas para referirte a tus dificultades. En más de una ocasión te he dicho que las pala­bras conllevan una fuerza emocional muy poderosa que te pueden debilitar o fortalecer. Ya te di el ejemplo de que a par­tir de hoy, con una NUEVA CONCIENCIA, designes a tus proble­mas como "opciones de mejora". Aquí te compartiré algunos ejemplos más que te ayudarán a crecer:
Palabras debilitantes                 Nueva autoestima fortalecedora
Tengo un problema                  Tengo una opción de mejora
Me estoy divorciando               Me estoy volviendo a unir a la paz y la armonía
Estoy desempleado                  Estoy listo para trabajar
Estoy frustrado                        Aprendí cómo no se debe hacer
Estoy deprimido                      Estoy en busca de la felicidad
Estoy envejeciendo                 Estoy adquiriendo más experiencia y me estoy haciendo
                                             más interesante.

Estoy convencido plenamente de que las palabras que usamos son verdaderas profecías autocumplidas. No importa cuales uses, incluso no importa si te percatas tú de ellas o no, de una u otra forma tus palabras siempre afectarán tu estado de ánimo. El cómo te refieras tú a los diversos eventos que suceden en tu vida, es decir, las palabras que uses para hacer referencia a ellos, transformarán la percepción que tienes de los mismos; afectarán tu estado de ánimo siempre.
En la vida debemos darnos cuenta de que no existe nada que podamos perder totalmente; insisto, nada existe como una pérdida total. Siempre habrá alguna ganancia, algún cre­cimiento. Siempre.
Aunque te pueda parecer difícil, te invito a que, de ma­nera constante, mantengas la visión global del universo. Por ejemplo, un desempleado no necesita un milagro para tener trabajo, requiere sintonizar con un orden divino que le per­mita llevarlo junto a quien necesita de él. Este ejemplo me fascina. Permíteme repetirlo con otras palabras: una persona desemp1eada no requiere trabajo, más bien es necesario darse cuenta de que alguien lo necesita a él y enfocar su mente para "servir". Ese alguien que requiere de nuestro servicio siempre existe. Sólo necesitamos "alejar la moneda de nuestro ojo", ya que no nos permite ver a ese alguien.
Toda desavenencia llega para irse. Siempre es así. Recuérdalo. De esta manera, si quieres vivir con una NUEVA CONCIENCIA, las tragedias se convertirán en bendiciones, las desventajas se harán ventajas, los fracasos se transformarán en oportunidades y los desacuerdos serán acuerdos de Dios. Por ello, alta autoestima es una poderosa forma de encontrar motivos para mantener nuestra emoción por existir.


8
Cuando Nada te Basta
Si la lógica te indica que la vida es un mero accidente
 sin sentido, no renuncies a la vida. Renuncia a la lógica
- ECLESIASTÉS
Me recomendaron un libro que se llama Cuando nada te basta", me dediqué a buscarlo. Estaba agotado por doquier. Me tardé en conseguido cerca de un mes y al fin llegó a mis manos. Tan sólo le puedo decir que lo adquirí un lunes por la tarde y que lo terminé de leer el martes siguiente por la mañana. Por favor no crea que se trata de un libro chiquitito. No, en absoluto, tiene más de 210 páginas. Leo muy rápido, pero le confieso que aun así, éste es uno de los pocos libros en mi vida que he leído en tan poco tiempo. Lo hice así, no por tener la capacidad de leer muy rápido, sino porque me atrapó el autor. He leído, literalmente, cientos y cientos de libros en mi vida, lo digo con modestia aparte; y muy pocos son los que han atrapado mi atención como éste. Así que, quiero dedicar este capítulo con todo respeto y admiración al autor de ese libro, Harold Kushner, y al mismo tiempo espero generar en usted, querido lector, un momento para hacer crecer nuestra autoestima como todos los que hemos compartido.
Carl G. Jung expresó alguna vez: "Alrededor de un tercio de mis pacientes no padece una neurosis definible en términos clínicos sino más bien sufre por la insensatez y futilidad de su vida. Esto puede denominarse la neurosis general de nuestros tiempos". Si todavía viviera C.G. Jung, me encantaría decide que estoy totalmente de acuerdo con él. Los psicólogos actuales aseguran, que podría incrementar la cifra de un tercio de Carl G. Jung a 2 terceras partes. Una de las prin­cipales fuentes de la depresión en nuestros días es el vacío exis­tencial. Esa falta de sentido en nuestras vidas, esa ausencia de emoción por existir, puede llegar a enfermar a un ser humano alcanzando, en algunas ocasiones incluso, hasta la muerte.
Lo anterior lo describió hace muchos años el doctor Víctor Frankl en su extraordinario libro “El hombre en busca de sentido”. Sin embargo, Harold Kushner aborda el tema desde una perspecti­va mucho más práctica y común en el diario quehacer del hom­bre moderno. Una de las preguntas más difíciles de responder en nuestra vida es: ¿Para qué existo? ¿Cómo justifico mi exis­tir? Y si encuentra la respuesta en "alcanzar alguna meta", surge otra pregunta: ¿Qué pasará luego de alcanzarla? Oscar Wilde cierta vez escribió que: "En este mundo, sólo existen dos trage­dias. Una es no obtener lo que deseamos, y la otra es obtener­lo". Lo que él trataba de advertimos es que, por mucho que nos afanemos por alcanzar el éxito, éste siempre nos dejará insatis­fechos porque siempre queremos más.
Es entonces cuando, al parecer, nada nos basta. Y es que el ser humano, usted o yo, en realidad no está sediento de fama, confort, riqueza o poder. Esas gratificaciones crean casi tantos problemas como los que resuelven. Los seres humanos estamos sedientos de sentido. Lo que anhelamos es la sensación de que hemos aprendido a vivir de tal manera que nuestra existencia se hace importante, de modo que el mundo sea al menos un poco distinto por el sim­ple hecho de que nosotros hemos transitado por él.
¿Qué encierra la vida aparte del mero hecho de existir, comer, dormir, trabajar y procrear hijos? ¿Acaso somos iguales a los animales salvo en la capacidad de cuestionamos el senti­do de la vida? Es muy difícil dar respuesta a esta pregunta, pero más difícil aún es evitar responderla. En este capítulo no intento dar respuesta a esta trascendente pregunta. Sin embargo, intento compartir un momento para crecer con usted al detener­nos a pensar si hemos vivido como corresponde, si no hemos malgastado nuestra existencia al vivir "esperando" el milagro que nos revele el misterioso sentido de la vida. La búsqueda de una vida plena es uno de los temas religiosos más antiguos, y en la Biblia se describe magistralmente en el libro de Eclesiastés.
Es un librito muy pequeño, apenas unas doce pági­nas. Sin embargo, como dicen los expertos en la Biblia (Harold Kushner es uno de ellos), no hay nada que se le asemeje en todas las Escrituras. Es la historia de un hombre enojado, cíni­co y escéptico, que tiene dudas acerca de Dios y cuestiona el imperativo de hacer el bien. "¿Qué provecho saca el hombre de todo el trabajo con que se afana debajo del sol?", pregunta en las primeras líneas. Trata de un hombre que se pregunta insis­tentemente y de una manera cruda y confrontante, el sentido de  lo que hace el ser humano. Como ¿para qué?, ¿qué sentido tiene la sabiduría o la riqueza, el placer o la salud?, ¿para qué hacer el bien a otros si no hay justicia? Esos son el tipo de planteamientos que se hace este hombre y logra llegar a desafi­ar la ortodoxia de sus tiempos. Basado en este pequeño libro de la Biblia es como se da paso a las reflexiones del sentido de la existencia.
Sigamos comentando. Si usted pudiera vivir sin restric­ciones, si le fuera permitido hacer lo que le venga en gana, si cualquiera cumpliese su voluntad, ¿eso le haría feliz? ¿Sería capaz de utilizar todo ese poder de tal manera que adquiriera sentido su vida de manera perdurable? Uno de los clásicos de la literatura mundial, el poema dramático Fausto de Goethe, la historia de un hombre que vende su alma al diablo, gira en torno a estas preguntas. El doctor Fausto, héroe del poema, es un científico y erudito de mediana edad, que ha abandonado toda esperanza de encontrarle sentido a la vida. Lo asalta el temor de llegar al fin de su existencia sin haber experimentado nunca lo que es estar realmente vivo. Por eso hace un trato desesperado con el diablo: promete entregarle su alma en el más allá a cambio de apenas un instante sobre la Tierra que le haga exclamar: "Este momento es tan gratificante que desearía pro­longarlo para siempre."
Lo más bello de esta obra, por lo menos para mí, fue el enterarme de que Goethe se pasó la vida entera escribiéndola. Quería que fuese su mayor afirmación acerca del sentido de la vida, la más perdurable obra literaria que le diera sentido a su propia vida. Comenzó a escribirla a los veinte años, la dejó luego para realizar otros proyectos, la retornó a los cuarenta y la terminó poco antes de morir, a los ochenta y tres años. Si bien no podemos saber a ciencia cierta qué sentía el Goethe anciano al redactar una línea en particular, resulta fasci­nante ver cómo cambian, desde el principio hasta el fin de la historia, las expectativas del personaje principal acerca de la vida.
Al principio, el joven Fausto desea experimentar todo, vivir sin límites; en la edad adulta, el diablo le da dinero, poder político, ser amado por la mujer que quiera, etcétera. Pero Fausto hace todo sin lograr ser feliz. Por enorme que sea la for­tuna que adquiera, sigue habiendo en su interior una sed insa­ciable (cuántos Faustos no conocemos, ¿no cree?). Al final de la obra, Fausto ya anciano se dedica a ayudar a los demás, cons­truye diques para recuperar tierras del mar con el fin de que allí pueda vivir la gente. Entonces, cuando Fausto ayuda a los demás, por primera vez en su vida, logra decir: "Este momento es tan gratificante que desearía prolongarlo para siempre."
De joven yo admiraba a las personas inteligentes,
ahora que soy viejo admiro a los bondadosos
- HAROLD KUSHNER
Con este brevísimo resumen de la obra Fausto quiero encaminado a una de las experiencias que más sentido le dan a la vida de todo ser humano: Ayudar. Tarde o temprano se dará cuenta de esto. Le garantizo que no fue necesario que lo leyera aquí. Pronto se iba a dar cuenta, si no es que ya se ha percata­do de ello. Sin embargo, uno de los mayores desafíos para nues­tro entendimiento es darse cuenta también de que "ayudar a otros" no le garantiza a usted que le vaya bien y a su vez otros le ayuden a usted en honor a la justicia, logrando así encontrar­le sentido a su actitud de ayuda original.
No vaya a caer en ese juego. La ilusión de que el mundo será justo para con nosotros porque somos buenos es como suponer que el toro no nos atacará porque somos vegetarianos. Por favor, no tome mi pos­tura como pesimista, tómela como sana y muy real. Le digo sana para evitarle muchas enfermedades que le pueden aparecer al ver frustrada su expectativa de justicia en este mundo. He aprendido que en este mundo no hay justicia, tan sólo existe la sublime opción de amar y así poder perdonar cualquier injus­ticia.
Yo, al igual que usted (estoy seguro), he presenciado va­rios signos de injusticia universal: la enfermedad de gente buena, la muerte repentina, el hecho de que asesinos queden impunes mientras la gente recta perece en la pobreza, el aban­donar un hijo a su padre que todo le dio, abusos de confianza y traición entre amigos, etcétera. Por ello he decidido no enfocar el sentido de la vida en la justicia, sino en el amor (con sus millares de manifestaciones). Ese amor que nos da la fuerza de perdonar y seguir adelante. De hecho, si la lógica le dice que a la larga nada es distinto porque todos morimos y desaparece­mos, entonces no viva a la larga. En lugar de vivir amargados acerca del hecho de que nada perdura, acéptelo como una ver­dad de la vida, y aprenda a encontrarle sentido a lo transitorio, a las alegrías que pronto se esfuman. Es una postura mucho más sana, créamelo.
Aprenda a disfrutar del momento, aunque no dure por toda la eternidad. Más aún, gócelo porque es sólo un momento que no habrá de regresar. Ese viaje de espectaculares paisajes, esa caricia, esa mirada de ternura, ese reencuentro, aquella comida, aquel partido de su juego predilecto, aquella charla y, por qué no, esta lectura. Todo momento tiene sentido. Los momentos de nuestra existencia pueden ser eternos sin que sean perpetuos. Esa es la magia y el enorme poder de un recuer­do. Ese poder radica dentro de usted.
Cuando cesamos de buscar la gran respuesta que le dé una trascendencia eterna a la vida, cuando dejamos de buscar "el sentido" de la vida y, en cambio, nos dedicamos a llenar cada día con momentos que nos gratifiquen, hallaremos la única respuesta posible a la duda sobre el sentido de la vida. La vida no consiste en escribir libros famosos, en amasar grandes for­tunas ni en reunir un enorme poder, sino en amar y ser amado. Es disfrutar de los alimentos y sentarse a tomar el sol en vez de comer a las carreras para regresar a la oficina. Es gozar con la belleza de los momentos efímeros, los atardeceres, las hojas que cambian de color, los raros instantes de una profunda y ver­dadera comunicación humana. Es paladearlos en lugar de dejar­ los de lado porque estamos muy ocupados, y lamentamos porque no duran hasta que tenemos tiempo como para experi­mentarlos.
Desperdiciar toda una vida para encontrar un único senti­do a la existencia, es como tratar de comer una sola comida suculenta de modo de no volver a sentir hambre nunca jamás. Ante la pregunta: ¿Cuál es el sentido de la Vida? no existe una sola respuesta, sino muchas: el amor, la alegría de trabajar, los simples placeres de una comida y la ropa limpia, convivir con un amigo, en fin, la lista es interminable, son todas las pequeñas cosas que suelen perderse en la tonta búsqueda de la gran solu­ción, pero que emergen sólo cuando dejamos de buscarla con tanto afán.
De esta manera, estimado lector, fue que descubrí que desde el mero planteamiento de la pregunta: ¿Cuál es el senti­do de la vida?, hay un grave error. Me percaté de que existe desde su planteamiento y que a muchos, donde me incluyo, nos hizo daño el habernos lanzado a la desgastante búsqueda de una sola respuesta. La pregunta bien formulada debe ser: ¿Cuáles son los sentidos de la vida? Entonces, y sólo hasta entonces, no encontraríamos tiempo ni espacios suficientes para responder­la.
Si usted y yo llegamos a esta etapa de la vida y logramos damos cuenta de la gran cantidad de cosas que existen para darle sentido a nuestra vida, y si vamos más allá y nos percata­mos de otra enorme cantidad de cosas que no podremos hacer ni obtener, y aun así logramos disfrutar de las que hacemos y de lo que hemos obtenido, lograremos llegar a justificar plena­mente nuestra existencia. Así, y en pleno honor a la verdad, damos cuenta de que la vida no tiene un sentido sino varios sen­tidos, diariamente lograremos vivir una auténtica. . .
¡Emoción por Existir!

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