La capacidad del ser humano para percibir las emociones y/o los estados mentales de sus semejantes sería una función cerebral vital para su supervivencia.
Si bien el concepto de empatía ha sido un tema controversial para las diferentes ramas de la ciencia, todas ellas coinciden actualmente en definirla como la capacidad del ser humano para percibir e incluso experimentar en sí mismo los estados emocionales de sus semejantes, interaccionar dentro de un mismo marco emocional-cognitivo y adaptarse a ellos socialmente. Se la conoce también como inteligencia interpersonal.
Se considera que la empatía es una compleja forma de inferencia psicológica en la cual se combinan la observación, la memoria, el conocimiento y el razonamiento con el fin de posibilitar la comprensión de los demás.
Los grados de empatía se diferencian ampliamente entre un individuo y otro, y queda abierto al debate si el componente innato sería el que comandaría estas diferencias. Tratándose de una función cerebral, podría pensarse que su aprendizaje sería accesible mediante técnicas específicas, pero se sabe que las habilidades innatas particulares de cada persona serían las que marcarían, de todos modos, el nivel de empatía logrado.
La empatía como rasgo importante de la conducta humana
El investigador Luis Moya-Albiol junto a sus colaboradores (Universidad de Valencia, España) llevó a cabo un delineamiento conceptual de la naturaleza y las bases neuronales de la empatía, enfatizando sus dos componentes integrales: el cognitivo (percepción de los estados mentales del otro) y el emocional (percepción-reacción a las emociones ajenas).
El término empatía cognitiva podría expresarse, a su vez, como "tomar la perspectiva del otro" tanto desde su aspecto emocional como no emocional, y significaría un proceso de transición hacia el estado del otro, indispensable para un óptimo accionar social.
Cuando una persona observa o imagina el estado emocional de un semejante, explica Moya-Albiol, se genera de manera automática (sin requerir voluntad ni esfuerzo, sin poder inhibirse ni controlarse) una representación "espejo" de ese estado en su cerebro y se disparan las mismas respuestas fisiológicas asociadas al estado emocional percibido.
En algunas personas esta toma de perspectiva ajena llega a ser tan intensa que pueden percibir en sí mismos todas las informaciones sensoriales de su semejante, incluso a distancia. En esos casos, quien percibe puede describir con detalles el lugar y hasta los recuerdos personales de la otra persona. Se cree que el conocimiento previo de la persona a percibir juega un rol importante en la agudeza de las percepciones empáticas.
Consecuencias de la falta de empatía en los seres humanos
La habilidad empática, según explicara hace tiempo Daniel Goleman en su libro Inteligencia Emocional, se relaciona también con el juicio moral que una persona realiza sobre otra y a la autorregulación de sus conductas.
Las personas con trastornos antisociales, los violadores, asesinos y torturadores, son claros ejemplos de personas con escasa o nula empatía. Tales individuos no pueden asimilar, "tomar la perspectiva de", o entender el dolor que causan en los otros, e incluso suelen estar convencidos de que las víctimas desean lo que ellos les propician. Desde ya que la falta de empatía no sería su única patología pero se sabe que juega un rol importante en su accionar.
Las personas que padecen autismo o esquizofrenia también carecen esencialmente de empatía.
En grados menos extremos y en la vida cotidiana es común reconocer a aquellas personas que carecen de un nivel adecuado de empatía: son aquellas que jamás comprenden el daño que sus palabras o hechos ocasionan en los otros, y que a su vez son incapaces de entender sin explicaciones concisas lo que sus semejantes necesitan o esperan de ellos. Tal disfuncionalidad tiñe las interacciones con sucesivas reacciones inesperadas e inadecuadas y provoca una evolución progresiva hacia el aislamiento social.
Bases anatómico-neurológicas de la empatía
Diversas universidades de Estados Unidos analizaron en colaboración las bases neuronales de la empatía cognitiva utilizando técnicas psicofisiológicas y PET (Tomografía por emisión de positrones), y los últimos estudios coinciden en que el estado motor, perceptivo y/o emocional de una persona dada activa las correspondientes representaciones y procesos cerebrales en su observador.
En los primates no humanos, las neuronas "en espejo" situadas en la corteza cerebral premotora y parietal serían las responsables de la gran parte del proceso, llevando al observador a ejecutar la acción observada.
En los humanos, las neuronas "en espejo" situadas principalmente en la corteza cerebral frontal inferior se activarían durante la ejecución resultante a la acción observada, mientras que las situadas en la corteza temporal superior se dispararían sólo durante la observación. Tales áreas cerebrales son críticas para el desarrollo y ejecución de la empatía, y se conectan íntimamente con el sistema límbico, responsable del procesamiento de las emociones.
Las neuronas "en espejo" permitirían el "acceso" de una persona a la mente de la otra, a entender su intencionalidad y a inferir su propósito actual o futuro de manera automática por identificación y asimilación de los procesos mentales involucrados en su conducta.
Conclusión
La empatía o inteligencia interpersonal, con sus componentes emocionales y cognitivos, es el proceso mental que le permite al ser humano y a los primates superiores interaccionar con sus pares dentro de un marco de observación/ comprensión/respuesta que posibilita su supervivencia dentro del grupo.
Desde las reacciones empáticas de una madre hacia sus hijos, la habilidad para comprender reglas y leyes hasta el contagio del bostezo como señal para coordinar ritmos de sueño; la empatía cumple un rol social complejo y vital que de no darse a cabo llevaría al aislamiento social del individuo o a trastornos antisociales severos.
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