viernes, 28 de junio de 2013

Vivir sin autoridad.


El ser humano debe vivir sin autoridad, sin jerarquía, porque la jerarquía es la estructura que organiza y da cuerpo a la autoridad. Las jerarquías no sólo son dañinas sino también innecesarias, y que existen formas alternativas, más perfectas de organizar la vida social. El estado es la forma más alta de jerarquía. Pero no se debe permitir ninguna desigualdad de poder o de privilegios entre las personas. Si nadie posee el poder, nadie puede oprimir a nadie.

Es necesario establecer un sistema social en el que se lleven al máximo la libertad individual y la igualdad social. Libertad e igualdad a través de una vida espiritual y del apoyo mutuo. La libertad sin un fundamento espiritual es libertinaje, y acaba en esclavitud y brutalidad.


Tiene que llegar el fin de la propiedad privada de la tierra y de los medios de producción- el capital también está llamado a desaparecer en un futuro-, pues todos los medios de producción deben de ser propiedad común de la sociedad, y gestionados en común por los mismos productores de la riqueza.


La organización política ideal de la sociedad –de cualquier sociedad- es un estado de cosas donde las funciones de gobierno se reducen al mínimo. Por eso, una meta de todos los seres humanos es la reducción de las funciones de gobierno a la nada, es decir, una sociedad sin gobierno.


Como en todo, se debe ser consciente y crítico con la sociedad en la que uno vive y obrar adecuadamente. No se puede construir una sociedad mejor sin comprender lo que está mal en la presente. La persona espiritual es un apasionado amante de la libertad, pues esta es la única condición bajo la cual la inteligencia, la dignidad y la felicidad humana pueden desarrollarse y crecer. Es necesario vivir espiritualmente y rescatar el amor propio y la independencia de las personas de todo freno e invasión del Poder. Sólo en la libertad el ser humano puede aprender a pensar y a conducirse, a dar lo mejor de sí mismo y a realizarse. Sólo en libertad puede llevar a cabo la verdadera fuerza de los lazos sociales, que unen a las personas entre sí, y que son la verdadera base de la vida social.


Una comunidad libre y saludable producirá personas libres que, a su vez, darán forma a la comunidad y enriquecerán las relaciones sociales entre los seres que la componen. Entonces, la libertad, al ser promovida y producida por la misma comunidad, no existe porque hayan sido establecidas legalmente en un papel, sino únicamente porque las personas viven en libertad. Y cualquier atentado que quiera impedirla choca con la resistencia de toda la comunidad. Una persona adelanta en su sendero espiritual cuando vive espiritualmente y trabaja y defiende la virtud y la dignidad del ser humano.


La verdadera, plena y final liberación del ser humano sólo será posible cuando la comunidad que forme toda la humanidad posea el capital, es decir, las materias primas y las herramientas de trabajo, incluyendo la tierra.


Una persona espiritual debe oponerse a la propiedad privada de los medios de producción y a la esclavitud asalariada -que es uno de los sustentos del sistema que implanta el Poder-, como incompatibles con el principio de que el trabajo debe ser emprendido libremente y bajo el control de los mimos productores.


Libertad significa una sociedad no autoritaria en la que personas y grupos de ellas ejercen la autogestión, lo que quiere decir que se “gobiernan” a sí mismas. La libertad no puede existir sin sociedad ni organización. Para llegar al sentido pleno de la vida debemos vivir espiritualmente y cooperar, y para cooperar tenemos que llegar a acuerdos con nuestros semejantes. La organización, lejos de crear autoridad, es el único remedio para ésta, y el único medio por el que cada uno de nosotros toma parte activa y consciente en el trabajo comunitario -y deja de ser un instrumento pasivo en manos del Poder.


El modo de organización jerárquico-autoritario es un desarrollo relativamente reciente en el curso de la evolución social de la humanidad. Los seres humanos no estamos predestinados ni programados genéticamente para ejercer una conducta autoritaria, competitiva y agresiva. Al contrario, esta conducta está condicionada socialmente o aprendida y, como tal, puede ser desaprendida.


La sociedad que impone el Poder está muy bien pensada y organizada respecto a los beneficios que con ella obtiene. Pero es una máquina con engranajes nefastos para la humanidad. Y todos los seres humanos la padecemos. El Poder crea una sociedad insalubre del todo. Por ello, las personas espirituales rechazamos las formas autoritarias de organización y, en su lugar, apoyamos acciones basadas en los acuerdos libres y voluntarios. El acuerdo libre y voluntario que ejerce una persona espiritual es imprescindible, porque sólo cuando una persona es libre e independiente y coopera con las demás personas de por su propia voluntad, atendiendo a los intereses comunes y personales, puede la humanidad relacionarse positivamente y crear verdaderos beneficios.


En la esfera política esto quiere decir que la sociedad funciona en un sistema de democracia directa -o participatoria- y confederación. En ella se necesitan foros donde las personas puedan ejercer el derecho y el deber de dar lo mejor de sí mismos al resto de la humanidad, discutiendo y debatiendo entre iguales, y aprendiendo todos del papel creativo que en realidad tiene la disensión.


Libertad no significa que cada uno haga lo que le plazca, pues ciertas acciones traen invariablemente consigo la negación de la libertad de otras personas. No puede existir la libertad de violar, explotar u obligar a los demás. Tampoco se puede tolerar la autoridad, pues ésta es un atentado contra la libertad, la igualdad y la solidaridad. La autoridad es un atentado contra la dignidad humana. La libertad es indispensable para todos los seres humanos, con el único límite de la libertad de los demás.


La persona que vive espiritualmente choca invariablemente con la sociedad que implanta el Poder. Entonces, la persona, una vez más, debe ser consciente y obrar adecuadamente. En algunos casos, este obrar supondrá la resistencia o la rebeldía a la forma de autoridad jerárquica, que será. La desobediencia, en este caso, será la base de la rebeldía y de la libertad, pues ocurre en demasiadas ocasiones que quienes son siempre obedientes suelen ser, en realidad, esclavos.


La raza humana forma un gran “todo”, una gran comunidad donde cada persona complementa al resto y necesita de ellos. Esta variedad infinita en los seres humanos es una buena causa y una buena base para establecer la solidaridad. Igualdad es igualdad social, y en realidad significa la igualdad de desiguales. Con ello, las relaciones sociales jerárquicas son abolidas a favor de aquellas que fomentan la participación y están basadas en el principio de “una persona un voto”. Por lo tanto, la igualdad social en el trabajo, por ejemplo, quiere decir que cada uno tiene la misma voz en las decisiones acerca de cómo se desarrolla y se organiza el trabajo. Aquello que afecta a todos es decidido por todos.


La igualdad social y la libertad individual son inseparables. Sin la gestión comunitaria de las decisiones que afectan a un grupo –igualdad- para complementar la autogestión individual de las decisiones que afectan a la persona –libertad-, no puede existir una sociedad libre.


La solidaridad y el apoyo mutuo que nace entre personas que viven espiritualmente es una idea clave. Es el lazo de unión entre el individuo y la sociedad, el medio a través del cual las personas trabajan juntas para satisfacer sus intereses comunes dentro de un entorno que apoya y nutre la libertad y la igualdad. La solidaridad y el apoyo mutuo son un rasgo fundamental de la vida humana, una fuente de fuerza y de felicidad y un requisito principal para una plena existencia humana.


La solidaridad y la cooperación entre las personas, que nacen de la vida espiritual, son necesarias para la vida y están lejos de ser una negación de la libertad. Muchos resultados maravillosos ha logrado la fuerza singular de la individualidad humana cuando se fortalece con la cooperación de otras personas. La cooperación, en contraposición a las luchas intestinas y a la disensión, ha funcionado a favor de la supervivencia y la evolución de las especies. Sólo el apoyo mutuo y la cooperación voluntaria pueden crear las bases de una vida individual y comunitaria digna y libre.


La autoliberación no debe esperar el futuro. Lo personal es político, y según obremos aquí y ahora influirá sobre el futuro de la sociedad y de nuestras vidas. Debemos crear no sólo las ideas, sino también los hechos de un futuro utópico, siendo conscientes, viendo lo que no debe ser y obrando adecuadamente. Debemos saber que la palabra utopía no significa un mundo inalcanzable, sino un universo por crear. Podemos crearlo relacionándonos con todo lo que nos rodea de manera espiritual, creando comunidades y organizaciones verdaderamente espirituales, obrando como personas libres en una sociedad no libre. Sólo por medio de nuestras obras, aquí y ahora, podemos asentar los cimientos de una sociedad libre en la que nuestros hijos se desarrollen en plenitud.


La jerarquía es una organización piramidal compuesta de una serie de grados, rangos u oficios que van de menor a mayor poder, prestigio y remuneración. Incluye siempre la manipulación, la represión y la explotación. Por eso las personas que viven espiritualmente trabajan contra el Poder y la jerarquía en la que se establece su Estado. La persona que vive espiritualmente se opone a todas las instituciones jerárquicas, pues ellas encarnan el principio de autoridad.


La jerarquía tiene la función principal de ejercer el control a través de la coerción, de la amenaza de sanciones negativas de cualquier clase: física, económica, psicológica, social, etc. Este control, en el que están incluidas la represión de la protesta y de la rebelión, necesita de la centralización, de un conjunto de relaciones de poder en el que el control máximo es ejercido por unos pocos en la cumbre –en particular en la cabeza de la organización-, mientras que aquellos que se encuentran en los rangos medios tienen mucho menos control y los de abajo ninguno. Como la dominación, la coerción y la centralización son rasgos esenciales del autoritarismo, y como esos rasgos forman parte de las jerarquías, toda institución jerárquica es autoritaria. Quien no busque el desmantelar todas las formas de jerarquía no puede ser llamado espiritual.


El poder debe encontrarse totalmente descentralizado. Sólo por medio de una descentralización racional del poder, estructuralmente y territorialmente, puede fomentarse la libertad individual, la igualdad y la solidaridad. La delegación de poderes en manos de una minoría es una negación de la libertad y de la dignidad humana. Las personas deben ser libres para unirse según ellas crean conveniente, y sus asociaciones deben ser regidas por asambleas en las que intervengan todos sus miembros, con los asuntos puramente administrativos gestionados por comités elegidos para el caso. Estos comités comunales están formados por delegados temporales revocables que ejecutan sus labores bajo la vigilancia de la asamblea que los eligió. Si los delegados actúan en contra de su mandato, o tratan de extender su influencia o labor más allá de lo decidido por la asamblea –si empiezan a tomar decisiones políticas-, podrán ser instantáneamente revocados y sus decisiones abolidas.


Estas comunidades igualitarias, formadas por acuerdos libres, a su vez se asocian libremente en confederaciones. Las decisiones de estas confederaciones libres van desde abajo hacia arriba, fluyen desde las asambleas elementales hacia arriba. Las confederaciones son gestionadas de manera similar a como se gestionan las comunidades de personas. Regularmente hay conferencias locales y regionales. Estas van desde menor a mayor índice de representatividad, desde las que se representa a una sola comunidad hasta las que representan al conjunto de la humanidad. En ellas se tratan todos los asuntos importantes y los problemas que afectan a la confederación libre. Las decisiones fluyen desde abajo hacia arriba, desde las asambleas elementales hacia las que representan a más número de personas.


Las confederaciones son gestionadas de manera similar a las comunidades de base. Se forman comités de acción, si se necesitan, para coordinar y administrar las decisiones de las asambleas y sus congresos, bajo el estricto control que surge desde abajo, según hemos expuesto anteriormente.


Las asambleas comunales básicas pueden anular cualquier decisión alcanzada por las confederaciones y salirse de una confederación. Además, pueden convocar reuniones confederales para discutir nuevos asuntos y para informar a los comités de acción acerca de nuevos objetivos o intereses y para instruirlos sobre que hacer con respecto a nuevos requerimientos e ideas.


Organizados de esta manera, la jerarquía es abolida, ya que el ser humano, en la base de la organización, ejerce el control, no sus delegados. Sólo esta forma de organización -que necesita de la iniciativa todos y resulta en beneficio de todos-, puede reemplazar al gobierno jerárquico -que supone la iniciativa y el beneficio de unos pocos frente a la explotación de la mayoría. Esta forma natural de organización debe existir en todas las actividades que requieren trabajo de grupo y la coordinación de muchas personas. Es el medio para integrar a las personas dentro de estructuras que ellos mismos pueden comprender, controlar y modificar. En él, las iniciativas individuales son gestionadas por la propia persona.


La creación de una nueva sociedad basada en las organizaciones libertarias tendrá un incalculable efecto en la vida diaria. El impulsar la creatividad y el trabajo de todos los seres humanos transformará la sociedad en maneras que hoy día apenas podemos llegar con la imaginación.


La forma de organización estadista, centralizada y jerárquica produce indiferencia en vez de implicación y compromiso, dureza de corazón en lugar de solidaridad, uniformidad en vez de unidad, y élites privilegiadas en lugar de igualdad. Y lo más importante, estas organizaciones destruyen la iniciativa individual, aplastan la acción independiente, el pensamiento crítico y son nefastas para la humanidad.


Los efectos de la jerarquía pueden verse por todas partes. No funciona. La jerarquía y la autoridad existen por todas partes, en el trabajo, en el hogar y en la calle, y en todos estos lugares puede verse el dolor que causan.


Si una persona pasa la mayor parte de su vida recibiendo y aceptando órdenes, si se acostumbra a la jerarquía, se convertirá en un ser pasivo-agresivo, sadomasoquista, servil y estúpido, y llevará ese peso a todos los aspectos del resto de su vida. El fin de la jerarquía trae consigo una transformación integral de la vida cotidiana. Implica la creación de organizaciones centradas en el ser humano dentro de las cuales todos pueden ejercitar sus habilidades al máximo. Sólo la autodeterminación y el acuerdo libre en cada nivel de la sociedad y dela existencia puede desarrollar la responsabilidad, la iniciativa, la inteligencia, la implicación y la solidaridad de las personas y de la comunidad.


Sólo una organización de la sociedad en la que no exista la jerarquía permite acceder y utilizar el inmenso talento y la extraordinaria capacidad que existe en el interior de la humanidad. Únicamente una organización así enriquece a la comunidad a través del mismo proceso que enriquece y desarrolla a la persona en su individualidad. Solamente involucrando a todos los seres humanos en el proceso de idear, planear, coordinar e implementar las decisiones que los afectan podrá florecer la libertad y podrá desarrollarse y ser protegida la individualidad. Una organización así desata la creatividad y el talento del rebaño esclavizadas por el Poder y su jerarquía, por lo que ya deja de ser un rebaño para convertirse en una verdadera humanidad.


Es sistema libertario beneficia incluso a aquellos que dicen beneficiarse por el libre mercantilismo, el capitalismo y sus relaciones autoritarias. Todos, los que mandan y los que son mandados son estropeados por la autoridad; ambos, explotadores y explotados son degradados por la explotación. Esto es así porque en cualquier relación jerárquica el que domina, al igual que el que es dominado, paga un precio. El precio pagado por “la gloria de mandar” es verdaderamente pesado. Cada tirano se resiente de sus obligaciones, y está condenado a arrastrar el peso muerto del durmiente potencial creativo de sus subordinados por el camino de su tortura.


La libre asociación se organiza alrededor de una asamblea en la que se reúne todos sus miembros -en el caso de grandes centros de trabajo, de pueblos o ciudades, esta asamblea puede componerse de un sub-grupo funcional, tal como una oficina específica o un barrio. En esta asamblea, en cuerdo con otras, se define el contenido de sus obligaciones políticas. Actuando dentro de la asociación, la gente debe ejercer juicios críticos y elegir, es decir, gestionar sus actividades. Lo cual quiere decir que la obligación política no se le debe a una entidad aparte por encima del grupo o sociedad, tal como el Estado o la empresa, sino a los "con-ciudadanos" o compañeros. Aunque el pueblo en asamblea legisla colectivamente las reglas que gobiernan su asociación, y están sujetos a ellas como individuos, también son superiores a ellas en el sentido de que esas reglas siempre pueden ser modificadas o abrogadas.


Comunitariamente, las personas asociadas constituyen la autoridad política, pero como esta autoridad está basada en relaciones horizontales entre ellas mismas, más bien que en relaciones verticales entre ellos y la élite, la "autoridad" es no-jerárquica, sino "racional" o "natural".


Si algunos se encuentran en minoría en una votación particular, esas personas tienen que elegir entonces si consienten o se niegan a reconocer la decisión como obligatoria. Negarle a la minoría la oportunidad de ejercer su juicio y su elección es infringir en su autonomía e imponerle una obligación que no ha aceptado libremente. La imposición a la fuerza de la voluntad mayoritaria va en contra de la obligación auto-asumida, y por eso es contraria a la democracia directa y la libre asociación. Por lo tanto, lejos de ser una negación de la libertad, la democracia directa, dentro del contexto de la libre asociación y de la obligación auto-asumida, es la única manera de permitir la libertad. No hace falta decir que, una minoría, si permanece dentro de la asociación, puede apelar su caso y tratar de convencer a la mayoría de su error.


Los lazos entre las asociaciones siguen el mismo modelo que las asociaciones. En lugar de individuos unidos en una asociación, encontramos asociaciones unidas en confederaciones. Los enlaces entre asociaciones dentro de una confederación son de la misma naturaleza horizontal y voluntaria que en las asociaciones, con los mismos derechos de "voz y salida" de sus miembros.


La forma de organizar la sociedad -que realiza la libertad, la igualdad y la fraternidad- en la gestión de los asuntos humanos, ya existía antes de que naciera el capitalismo, aunque aumentó su influencia a medida que el capitalismo acaparaba más y más de la sociedad del planeta. Los pensadores cuyas ideas pueden ser clasificadas como libertarias se remontan a miles de años, y se pueden encontrar tanto en civilizaciones orientales como occidentales.


Es necesaria la abolición de todos los monopolios económicos y la propiedad común de la tierra y de los medios de producción, cuyo usufructo debe ser disponible para todos sin distinción. Es imprescindible una actitud espiritual frente al capitalismo y hacia todas las instituciones de poder político, ya que históricamente la explotación económica siempre ha ido de la mano de la opresión y de la dominación política y social del ser humano por el ser humano. La explotación y la opresión de unos sobre otros son inseparables, y la una condiciona la otra.


La naturaleza tampoco se libra de la explotación cuando el sistema que organiza a la sociedad explota a las personas. La verdadera ecología localiza las raíces de la crisis ecológica en las relaciones de dominio entre las personas. La dominación de la naturaleza es un producto más de la dominación que sucede de la sociedad. Por ello los auténticos ecologistas consideran esencial tratar adecuadamente a la jerarquía, y no a la civilización como tal.


El ser humano debe tomar una actitud espiritual con respecto al capitalismo, el estado y la propiedad privada. Esto incluye el poder político, la propiedad y la gestión de los asuntos que conciernen a la comunidad, las relaciones entre los hombres y las mujeres, padres e hijos. Debe encontrar e identificar las estructuras autoritarias, la jerarquía y la dominación en cada aspecto de la vida, y obrar adecuadamente. Esto significa, en muchos casos, desafiarlos y desarmarlos, de forma que aumente el campo de la libertad humana.

jueves, 27 de junio de 2013

La sociedad


Muchos son los males de nuestra sociedad y muchas las soluciones que se aportan en estos tiempos de frivolidad, pero tenemos que dar un paso esencial y terminar con el nefasto culto a la imagen, la hipocresía y la apariencia mentirosa. Este paso imprescindible es la consciencia moral que otorga la vida espiritual.

La represión a ultranza es traumática e indeseable, pero una convivencia moral obliga a un esfuerzo razonable para someter los oscuros instintos egoístas y obrar adecuadamente. Esta permisiva sociedad ya está dando suficientes muestras de hastío y de alarma ante la hecatombe que ha supuesto la necia implantación de una ética descabellada y acomodaticia, tal vez como reacción pendular a la hipócrita represión sufrida en tiempos recientes. Debemos aprender que la moral no puede imponerse, puesto que es una actitud soberana e individual.


El mundo no es algo separado de nosotros mismos. El mundo, la sociedad, es la relación que establecemos o procuramos establecer entre nosotros. Así pues, el problema somos nosotros, no el mundo, ya que el mundo es la proyección de nosotros mismos, y para comprender el mundo debemos comprendernos a nosotros mismos. El mundo no se halla separado de nosotros; somos el mundo, y nuestros problemas son los problemas del mundo.


El mundo es una sociedad compuesta por personas que se relacionan entre sí, y si las personas que lo componen no pueden generar una relación espiritual, la humanidad seguirá en un estado de caos, sin sosiego y en desarmonía. Parte de nuestra labor consiste en aportar la virtud al mundo; pero ello no nos será posible hasta que la misma virtud se encuentre en nuestro interior, hasta que no seamos paz en nuestras mentes, amor en nuestros corazones y comprensión en las profundidades de nuestro ser. Por esto es esencial que seamos conscientes de verdad y obremos adecuadamente, y no nos quedemos únicamente leyendo o hablando sobre ello. Por la espiritualidad, permitimos que el Padre, lo Otro, la Verdad, o como queramos llamarlo, pueda entrar en nuestras vidas.


No sólo las personas necesitan vivir espiritualmente, la sociedad también lo necesita. Quien no vive espiritualmente se convierte en una fuente de dolor, hasta el punto que su propia ignorancia, ego y maldad se proyectan al final, espectacularmente, en conflictos, guerras, y calamidades. Tenemos que ser capaces de advertir el ego en la sociedad, y cómo éste parece ser un imán que a todos atrae hacia el mal y la oscuridad.


La existencia en este plano físico ofrece la oportunidad de ser conscientes, obrar adecuadamente y con ello también crecer y evolucionar. Un medio para ello se encuentra en las relaciones sociales, pues una mentira planetaria envuelve a la humanidad, la mentira que se encuentra en las relaciones sociales.


Contra la presión de la sociedad se tiene el amparo de la consciencia, del conocimiento y del discernimiento. Así y todo, uno se ve obligado a participar en esta comedia. No está permitido salirse del teatro, pues normalmente no es conveniente hacerlo. La estancia en esta Tierra, concretamente en la sociedad de la que se forma parte, sólo tiene sentido si se es consciente y se obra adecuadamente.


O de grado o por fuerza nos sometemos a la ley que nos impone la sociedad. Sin embargo, no es preciso someternos inconscientemente a sus exigencias y convencionalismos. Representar automáticamente un papel en la comedia, vestirnos y gesticular como actores es una locura que nos alía con las fuerzas de la oscuridad y que, tarde o temprano, arruinará nuestra salud corporal y espiritual.


Sólo la verdad es moral, la mentira es inmoral. La verdad purifica, la mentira corrompe. La sociedad es insensata e insiste en engañarse, y nosotros con ella. El continuo embuste que nos imponemos consume, como un lento veneno, todas nuestras fuerzas vitales, y hasta llegamos a encontrar cierta complacencia morbosa en alimentar con nuestra carne y nuestra sangre al gusano roedor que nos devora.


Sólo la verdad puede salvar al mundo. Ella debe permanecer siempre y en todo lugar con nosotros. La mentira es la causa de nuestra debilidad. Los seres humanos hemos seguido siempre, en toda nuestra historia y en la actualidad, el camino de la mentira, la sinrazón y la barbarie. Para que esta brutalidad y este abatimiento espiritual se disuelvan es imprescindible que seamos conscientes y obremos adecuadamente. Sólo las personas espirituales tienen ánimo, valor y fuerza suficientes para no mentir a los demás ni engañarse a sí mismas, para ser y conocer lo que son.


Un buen paso para apreciar el error que se encuentra en la sociedad es distinguir lo que son emociones mundanas y lo que son sentimientos profundos. Veremos la diferencia si comparamos lo que sentimos, por ejemplo, cuando nos aplauden y cuando vivimos la naturaleza, o cuando obtenemos algún éxito, cuando llegamos “arriba” y cuando disfrutamos realmente con nuestro trabajo, cuando somos los jefes y tenemos poder y cuando disfrutamos de la compañía de compañeros y de amigos.


Las emociones mundanas son ilusiones que únicamente producen vacío y dolor. Proceden de nuestra propia “glorificación” y “promoción”, es decir, de nuestro ego. Son inventadas por nuestra sociedad y nuestra cultura para que seamos productivos y podamos ser controlados. Ver la realidad nos libera de nuestros condicionamientos y del control que la sociedad ejerce sobre nosotros. Un control tan desmesurado y brutal que librarnos de él es tanto como morir.


La sociedad está llena de deseos y de apegos. Si un miembro suyo se encuentra apegado al poder, al dinero, a la prosperidad y al éxito, si desea y busca todas estas cosas como si su felicidad dependiera de ellas, será considerado como un miembro dinámico, trabajador y productivo para la sociedad. Pero casi nadie ve que si una persona persigue esas cosas destruirá su vida y se convertirá en un ser duro, frío e insensible con los demás y consigo mismo, en un verdadero infeliz. Es sorprendente cómo la sociedad le considerará entonces un ciudadano como es debido, y sus parientes y amigos se sentirán orgullosos del “status” que ha alcanzado. Es muy difícil conocer a nadie de los que llamamos respetables que vivan de manera espiritual, sensible y amorosa, y no cedan a la presión de deseos y de apegos. Si de verdad fuéramos conscientes de ello alejaríamos de nuestro interior todo deseo y todo apego, como haríamos con una serpiente que se nos hubiera caído encima. Quienes son espirituales ven la podredumbre de esta cultura que se basa en la codicia, el apego, la insensibilidad y la dureza del desamor. Por ello actúan con libertad.


La sociedad no está precisamente compuesta por personas espirituales, ni se fundamenta en el suministro de las cosas esenciales, sino que se asienta en la propia exaltación psicológica, pues se emplea lo esencial como medio de exaltación psicológica de uno mismo. La subsistencia es el ganar lo necesario para cubrir las propias necesidades, el alimento, el vestido y la vivienda. La dificultad de la subsistencia surge tan sólo cuando no vivimos espiritualmente y empleamos las cosas esenciales de la vida, el alimento, el vestido y la vivienda, como medio de agresión psicológica, es decir, cuando nos valemos de las cosas necesarias como un medio de engrandecernos a nosotros mismos.


La humanidad tiene medios para asegurarse la subsistencia. Es innegable que podemos producir en tal abundancia el alimento, el vestido y la vivienda, que aseguraría la subsistencia de toda la humanidad, técnicamente es posible. Pero en esta Tierra el egoísmo, la ignorancia y la demanda de la guerra es mayor que la espiritualidad. En la sociedad se encuentran muy arraigados los nacionalismos. Pero el nacionalismo, para la humanidad, es un veneno y una maldición. Cuando el nacionalismo se va llega la inteligencia, evidentemente. En lo externo el nacionalismo origina divisiones y clasificaciones entre las personas, guerras y destrucción, todo lo cual es evidente para cualquiera que sea un poco observador. Interiormente, psicológicamente, lleva a una identificación con lo más grande, con la patria o con una idea, y es, evidentemente, una forma de autoexpansión. Creemos que no tenemos importancia, que no somos nada, pero si nos identificamos con el país, si nos llamamos americano o alemán, esto halaga nuestra vanidad y nos brinda satisfacción, prestigio y una sensación de bienestar. Esta identificación con lo más grande, que es una necesidad psicológica para quienes necesitan la expansión del “yo”, engendra aislamiento, conflicto y lucha entre las personas.


El patriotismo no sólo causa conflictos externos, sino también frustraciones internas y es la ruina de la humanidad. Cuando comprendemos el nacionalismo, cuando nos damos cuenta de todo su proceso, como nace y lo que produce, todo el proceso del nacionalismo y del patriotismo se desvanece. Sólo puede desaparecer si comprendemos plenamente sus implicaciones, examinándolo, captando su significado en las actividades tanto externas como internas.


De esta investigación surge la inteligencia, y entonces ya no se produce la sustitución del nacionalismo por ninguna otra cosa. En el momento en que sustituimos la religión por el nacionalismo, la religión se convierte en otro medio de autoexpansión, en una fuente más de ansiedad psicológica y de dolor, en un medio de alimentarnos con una creencia. Por lo tanto, cualquier forma de sustitución, por noble que parezca, es una forma de ignorancia. El nacionalismo con su veneno, son sus miserias y contiendas, sólo desaparecerá cuando seamos inteligentes y vivamos espiritualmente.


Otro gran problema de la sociedad es su profunda superficialidad. Básicamente ser superficial es depender de algo o de alguien. Depender psicológicamente de ciertos valores, de ciertas experiencias, de ciertos recuerdos contribuye ciertamente a la superficialidad. Cuando dependemos de ir a la iglesia todas las mañanas, o todas las semanas, para levantarnos el ánimo o recibir ayuda, si tenemos que cumplir ciertos ritos para mantener nuestra sensación de integridad o para recordar algún sentimiento que experimentamos alguna vez, significa que somos superficiales. Nos vuelve superficiales entregarnos a un país, a un proyecto o a determinada agrupación política. Lo cierto es que todo el proceso de dependencia es una evasión de nosotros mismos. Esta identificación con lo más grande es la negación de lo que somos. Pero no debemos negar lo que somos, que es la realidad, sino comprender lo que somos y no tratar de identificarnos con el Universo, con Dios, con determinado partido político o con lo que fuere. Todo esto conduce al pensamiento superficial, y de este pensamiento superficial surge una actividad que es permanentemente dañina, sea a escala mundial o a escala individual.


Se justifican las acciones superficiales pensando que por lo menos se lucha por algo mejor, pero cuanto más se lucha más superficiales se es. Esto es lo primero que necesitamos ver, y esta es una de las cosas más difíciles, ver lo que somos, reconocer que somos necios, frívolos, celosos, de miras estrechas. Si vemos lo que somos, si lo reconocemos, entonces por ahí podemos empezar. Sin ninguna duda es la mente superficial la que huye de la realidad, y no escapar requiere una ardua investigación y no ceder ante la inercia. En el momento en que vemos que somos superficiales se inicia un proceso de profundización, pero siempre que no hagamos nada con esa superficialidad. Sólo si vemos nuestra mezquindad y la examinamos cuando surge comprendemos la totalidad de su influencia y obramos adecuadamente. Entonces existe una posibilidad de transformación. Pero la persona mezquina, que reconoce que lo es y trata de no serlo ya sea leyendo, reuniéndose con la gente, viajando o estando incesantemente activa como un mono, seguirá siendo una mente mezquina.


La sociedad es superficial y por eso se encuentra abocada a la sinrazón y al desastre. La persona superficial jamás podrá conocer grandes profundidades. Puede tener abundancia de conocimientos, de información, puede repetir palabras. Pero si sabemos que somos superficiales, poco profundos, y observamos todas las actividades de la superficialidad, sin juzgar y sin condenar, pronto veremos que lo superficial desaparece sin ninguna acción por nuestra parte. Pero eso requiere atención y paciencia, no el ansioso deseo de resultados, de éxito. Sólo la mente superficial desea conseguir resultados.

miércoles, 26 de junio de 2013

La miopía de la comunicación.


Antes de opinar o decir cualquier cosa, debo llamar la atención sobre un hecho: Todo es falso. Incluido este mensaje. El lenguaje humano es imperfecto e impreciso, luego cualquier idea expresada mediante él es, por fuerza, errónea.
Este es un concepto que no resulta novedoso en absoluto. Todos nos hemos visto en situaciones en que "no sé cómo explicarlo" "Es como si...". En ocasiones lo atribuimos a deficiencias propias en el manejo de la herramienta que es el lenguaje. En los pocos momentos que nos percatamos de la propia deficiencia del mismo, lo vemos como algo anecdótico: la dificultad de una traducción o la inducción a error de una polisimia. Descartamos la importancia que tiene esa deficiencia.
Y su importancia es sustancial, dado que el lenguaje es el eje central de la Humanidad.
Para verlo con claridad, es necesario analizar la importancia del lenguaje en nuestra vida cotidiana: Está claro: para comunicarnos con los demás. Pero también para que los demás se comuniquen con nosotros. Y no es necesario contactar con nadie. Cuando ves la televisión, escuchas la radio o un disco, cuando lees, estás haciendo uso del lenguaje.
Pero además, el pensamiento consciente se elabora mediante lenguaje. Y aquí es donde comienza la sucesión de errores, puesto que hemos de adaptar un ente ilimitado y libre, como es el pensamiento, a una herramienta finita y reglada.
El primer ejemplo se ve en la expresión de los sentimientos. Todos sabemos lo difícil que es expresarlos. Es un hecho antiguo y el arte surge precisamente como intento de vencer esa dificultad. Rimas, ritmos, acordes, sonidos, colores, formas... buscan provocar una sensación para el que las palabras no son suficientes.
Otro caso clásico es el de la descripción de la realidad. Sabemos que una imagen vale más que mil palabras. Al igual que imagen, podríamos decir un sonido o cualquier otra sensación captable con nuestros sentidos.
Otro problema añadido es la inclusión de los demás elementos de comunicación: Transmitente, transmisor y receptor.
La importancia del receptor en la comunicación, es enorme. Todos alteramos nuestro lenguaje en función del que recibe el mismo. Así, no hablaremos del mismo modo a un colega profesional, a un allegado o a un encuentro casual. Tampoco dará lo mismo si nos dirigimos a uno varios receptores.
El transmisor influirá también, puesto que no da igual si el medio de transmisión del lenguaje es oral, visual, escrito.
Y por último, el transmitente se verá enormemente condicionado en su lenguaje por infinitos factores: cultura, estado de ánimo, influencias recientes...
La imprecisión se extiende a todo tipo de lenguaje, puesto que no hemos de pensar sólo en las palabras. El lenguaje visual, gestual, se halla también condicionado por los mismos factores.
¿Y el lenguaje matemático?
Esa es la solución que vieron los diseñadores de los proyectos Pionero y Voyager. Junto a mensajes de saludo en cincuenta idiomas, se diseñaron formas de comunicación matemática que fuera precisa y universal. Se basaban en que constantes universales, como la letra pi (?), dada por la relación entre una circunferencia y su diámetro, debían ser reconocibles por seres inteligentes. La Pioneer 10 mandaba un mensaje de saludo, nuestra situación en el espacio y establecía nuestro nivel de inteligencia mostrando que conocíamos el átomo. Posteriormente se han enviado mensajes más ambiciosos, pretendiendo "enseñar" el idioma matemático partiendo de constantes físicas y matemáticas "confiando" en que el ser inteligente se adapte rápidamente a nuestra cultura.
La intención es obvia: pasar por encima de las dificultades de la comunicación humana, intentando conseguir un sistema de comunicación sin esas deficiencias.
El problema, empero, sigue igual. Continúa dependiendo del receptor para que el mensaje cobre sentido. De hecho la paleoastronomía pretende ver mensajes semejantes a los que hemos enviado al espacio en muchos restos de civilizaciones antiguas: desde los megalitos de Stonehenge a los pictogramas mayas pasando por todo tipo de relaciones matemáticas entre las construcciones primitivas. El mensaje, de existir, sigue estando oculto a nosotros como sin duda lo estaría el nuestro de encontrar una inteligencia que lo recibiera.
Pero bueno. Esto no era más que un inciso para demostrar que las matemáticas no nos pueden ayudar en nuestro problema. Por otro lado, la capacidad de expresión humana con el lenguaje matemático es, como mínimo, más limitada que las demás.
¿Cuál es, pues, la causa de la imperfección del lenguaje humano? Se podrían mencionar muchas pero la fundamental es el ahorro, tratar de englobar conceptos distintos en un solo término por la dificultad que conlleva manejar un lenguaje cuasinfinito.
El resultado es que los conceptos, las ideas, quedan inexorablemente encajonadas en la palabra o expresión que lo define, quedando en ocasiones amputadas algunas de sus connotaciones y en otras adquiriendo algunas impropias de ella.
La mejor manera de verlo es mediante los colores. Tenemos unas palabras limitadas para definir los colores. Sin embargo existen infinidad de ellos, puesto que cada matiz es un color distinto. Cada longitud de onda de la luz es un color distinto, pudiendo, aprovechando la paradoja de Zenon, elaborar infinitos colores.
¿Cuál es el color azul? Todos tenemos en la mente un azul. Si digo Turquesa, tendremos otro color. Si digo azul marino, uno más. Si digo cyan, o zafiro o celeste elaboraremos distintos tonos de azul.
¿Y si digo blanco? Ah, entonces ya no hay dudas ¿verdad? Sólo hay un blanco. Y sin embargo el pueblo esquimal tiene más de trescientas palabras para el color blanco...
Del mismo modo podemos coger una palabra como "AMAR". Y veamos qué conceptos contiene: Amor conyugal, enamoramiento pasional, amor filial, amor paternal, amor hacia uno mismo, amor a todos, amor sacrificado, amor egoísta, amor temporal, amor eterno... Podemos darle tantos matices como queramos.
Y pasamos a otra palabra que identificamos con conceptos distintos pero cercanos: GUSTAR.
Hemos definido dos escalones. Pero ahora acudimos a Zenon y pensamos. ¿Y entre estos dos conceptos, no debería haber uno identificable con su propio nombre? Y le pondríamos una palabra. Y luego pensaríamos ¿Y entre este término medio y AMAR, no habrá otro término medio?... Y así seguiríamos infinitamente.
Pero no lo hacemos y es sensato puesto que el coste de añadir otra palabra puede no ser rentable para el matiz que precisa.
El problema que nos da la deficiencia del lenguaje es cuando el pensamiento humano pasa a depender de él. Si somos incapaces de manejar nuestras ideas o conceptos sin las palabras que las delimiten, estaremos perdiendo tal cantidad de matices que la adición de los errores proporciona un resultado absolutamente distinto al original mental.
Piensa en un recuerdo agradable. Nárralo. Ahora no lo narres. Cierra los ojos. Siéntelo . Esfuérzate por sentir lo que sentías. Huele lo que olías, oye lo que oías. ¿Se asemejan ambos recuerdos?
Es un hecho antropológico el que el ser humano elabora herramientas para facilitarle la labor, pero es un hecho constatado que la dependencia excesiva en las herramientas malforma el elemento al que la herramienta pretendía ayudar.
La mente que descanse en herramientas como el lenguaje, las matemáticas, las esquematizaciones o resúmenes sin emplearlas exclusivamente como un instrumento más, quedará confinada al límite más próximo de todas ellas y jamás alcanzará su propio potencial.
Seamos también conscientes de que todo aquello que aprehendamos proveniente del o a través del lenguaje esta borroso, impreciso y confuso y que su empleo debe estar supeditado a la relativización.
Todo es incorrecto. Incluida esta afirmación.

martes, 25 de junio de 2013

Las herramientas universales.


En tiempos de confusión y duda, una de las estrategias más eficaces de actuación que podemos utilizar consiste en regresar a aquellos valores que la experiencia humana universal ha confirmado como indispensables instrumentos para el progreso individual del ser humano. Uno de esos puntos de referencia inexcusable es la comprensión y práctica de lo que en numerosas religiones se ha definido como virtudes.
Prácticamente todas las doctrinas religiosas han determinado como fundamental e imprescindible en el proceso espiritual de sus fieles, el hecho de vivir de acuerdo a la práctica de la virtud. Asimismo, cualquier filosofía laica, hace también inexcusable referencia a las virtudes como elementos básicos de la convivencia humana, y como las claves necesarias para el desarrollo de la cultura y civilización.
El deterioro que ha sufrido esta bellísima palabra ha alcanzado límites que rozan lo absurdo, y su profundo contenido de elementos morales, ha quedado sustituido por sucedáneos con tufillo a falsa moralina y que tienen que ver más con dogmas religiosos, o incluso con usos y costumbres sociales, que con un auténtico compromiso de conducta espiritual.
A continuación recordaremos, como ejercicio de autoconciencia, alguna de estas herramientas universales cuyo aprendizaje es más importante para conseguir progresar adecuadamente, lo haremos junto a una breve descripción de las mismas adaptadas a planteamientos actuales, pero respetuosos con su contenido espiritual más clásico y profundo, la esencia nunca se pierde, solo varía la fragancia.

ABANDONO: Virtud por la cual se alcanza la comprensión de que en realidad no hay ningún lugar a donde ir, ninguna pelea que ganar, ninguna meta que alcanzar, ni ninguna tarea que cumplir. Su aprendizaje requiere asumir la perplejidad que implica el empezar a percibir la vida desde la sencillez que es capaz de diferenciar qué es el HACER, qué es el ESTAR y qué es el SER.

ACCIÓN: La acción se refiere al hecho de no dejarse atrapar por el miedo a estar subordinado a los resultados y efectos de la misma. Se refiere asimismo a ser capaz de vivir la vida desde la perspectiva del protagonista que participa en el desarrollo de los acontecimientos, pero se desvincula de los resultados, ya que toda acción libre de objetivos es, en esencia, impecable. Cuanto más profunda se desee que sea la acción en el fondo, más ligera debe ser en la forma.

ALEGRÍA: Se trata de la capacidad de percibir la vida desde la perspectiva del privilegio y la celebración. Esta virtud posee una de las más fuertes capacidades de transformación, tanto propia como del entorno, y es el vehículo indispensable donde se manifiesta la inocencia. Es una herramienta utilísima frente a la importancia personal. Una de sus referencias es el sentido del humor.

CONCIENCIA: Se refiere a la capacidad de darse cuenta. Asimismo, se refiere al resultado de percibir el mundo y percibirse, con total transparencia y sin la distorsión de las creencias, opiniones, prejuicios, emociones, sentimientos, deseos, proyecciones, expectativas, o del propio ego. La conquista de esa transparencia se inicia a través de la desidentificación y el desapego.

CORAJE: Se trata de la capacidad de reencontrar la fuente de energía inagotable que nos hace posible iniciar o reiniciar una tarea, o levantarnos después de un revés de la vida, desde el convencimiento de que todo obstáculo es, por su propia naturaleza, salvable y necesario para el aprendizaje, y todo dolor, transitorio.

DESAPEGO: Esta virtud se refiere al hecho de vivir y comprender de un modo profundo y real que no poseemos nada ni a nadie, y que nada ni nadie nos posee. Un paso más se alcanza cuando por fin se comprende que, en realidad, no hay nada que esté en nuestras manos, y que no estamos en manos de nadie. Sólo a través del ejercicio del desapego se alcanza la percepción de lo que es importante y lo que no lo es. En el tránsito, se desarrolla fácilmente la capacidad de relativizar las cosas y los acontecimientos.

DISCERNIMIENTO: Herramienta básica que permite diferenciar lo esencial de lo accesorio, lo móvil de lo inmóvil, la luz de la sombra, lo que construye de lo que destruye, lo real de lo ilusorio y, en definitiva, lo que pertenece al SER de lo que pertenece al ego. Es la antesala de la percepción correcta.

ESPERANZA: Es la capacidad de percibir que todo lo creado tiende a un estado de perfección y que, por tanto, a pesar de que en determinados momentos el proceso se manifieste desde el caos, la confusión o incluso el dolor, el resultado último siempre se dirige hacia la plenitud.

GENEROSIDAD: Es la capacidad de percibir la abundancia desde la perspectiva de la alegría y el abandono. Su fuente es la inocencia y desde ella se alcanza la comprensión de lo suficiente, lo necesario y lo superfluo, así como también el sentido del orden oculto de creación y sus procesos de flujo.

HONRADEZ: Permite comprender y vivir la vida desde la perspectiva de que jamás se debe perseguir conscientemente un beneficio propio que signifique detrimento o perjuicio de nadie. El discernimiento, la responsabilidad y el respeto son sus compañeros.

HUMILDAD: Virtud por la cual se puede alcanzar el anonimato a partir de un proceso de dilución en la vida e identificación con la totalidad. Se acompaña habitualmente con el servicio y se identifica con la ausencia de importancia personal. Se alcanza sustrayendo lentamente al ego su protagonismo.

LIBERTAD: Siendo la libertad uno de los más altos logros, ésta sólo puede enfrentarse desde la perspectiva de la aspiración más sincera. A partir de este punto, sus códigos de acceso están marcados por la eliminación de la importancia personal, el desapego y la certeza de la no permanencia de todo lo existente. En lo que se refiere a los aspectos más inmediatos, las creencias representan para el ser humano las primeras y más fuertes cadenas, siendo precisamente las de índole espiritual las más poderosas; por eso, sólo se puede acceder a la libertad desde la más absoluta sinceridad con uno mismo.

PACIENCIA: Es la virtud de valorar y comprender el factor correcto del tiempo y su capacidad de actuar de un modo preciso sobre las personas y las situaciones. Se alcanza a través de una observación desapasionada de los acontecimientos y está íntimamente relacionadas con el respeto. Permite conocer el momento exacto para cada acción y lograr que ésta sea altamente eficaz.

PERDÓN: Gracias a él, una persona es capaz de acometer el proceso de curarse una herida infligida por el curso de la vida, por otra persona o por uno mismo, tanto si esta herida fue real, es decir, producto de los desconocidos mecanismos de la vida, o imaginaria, fruto de cualquiera de las numerosas carencias y debilidades del ego.

RESPETO: Se trata de la virtud de comprender que toda vía de acceso a lo que es noble y puro, requiere un estado interior que debe emular aquello a lo que aspira. Sirve asimismo para alcanzar la comprensión de la unión indisoluble entre ética y estética.

RESPONSABILIDAD: Se trata de la toma de conciencia respeto a asumir, sin mérito ni culpas, el resultado de nuestras acciones sin involucrar en ellas a los demás. Es una de las vías de acceso a la libertad.

SENCILLEZ: Virtud por la cual una persona empieza a comprender el lenguaje oculto de la vida y se da cuenta de que cuanto más complejo es el ego, más sofisticadas son las creencias, y cuanto más fuerte es la demanda de experiencias y deseos, más apartada se encuentra la realidad. La sencillez es la vía más rápida para alcanzar el abandono.

SERVICIO: Se trata de la capacidad de subordinarse durante un tiempo determinado a un proceso beneficioso para el curso de la vida, o de instrumentalizarse en favor de una tarea que deba cumplirse. Si no se aplica junto a una suficiente capacidad de discernimiento, se acompaña de protagonismo o se carga de emotividad, puede transformarse en una servidumbre destructora. Se canaliza a través de la generosidad y el respeto.

SILENCIO: Se alcanza a través de la comprensión que nace cuando una persona se da cuenta de su capacidad de influencia en el entorno a través del poder distorsionador de la palabra que brota de la ignorancia y de la falta de conocimiento de uno mismo. El silencio es el escenario imprescindible para que se produzca el encuentro con la claridad de percepción que conduce a lo real.

SINCERIDAD: Se trata de la capacidad de expresar, sin las interferencias del miedo, deseos y expectativas no manifestados, todo aquello que brota de la naturaleza real del individuo. Es la vía de acceso a la inocencia y una de las claves de la libertad.

SOBRIEDAD: Virtud por la cual una persona empieza a darse cuenta de cuáles son sus necesidades reales y que van, por tanto, alineadas a su bienestar y desarrolla, y cuáles son imaginarias y producto de los deseos inagotables que nacen de las carencias del ego y son por tanto perjudiciales. Desde la sobriedad, se alcanza la maestría en el manejo adecuado de los recursos, evitando tanto los excesos como las carencias.

SOLEDAD: Consiste en comprender total y absolutamente que nacemos solos y morimos solos, y que durante el breve tránsito entre ambos acontecimientos, solos permanecemos.

TOLERANCIA: Se refiere a la comprensión de percibirse y percibir al resto de las criaturas como un producto de la evolución y, por ello, sometido a un proceso aún imperfecto. Esta visión da una correcta medida tanto de capacidades como de actitudes, y sitúa el nivel de exigencias sobre nosotros mismos y sobre los demás en una perspectiva más justa y lejos de las expectativas fantásticas con las que habitualmente funcionamos.

TRABAJO: Se define como la capacidad de producir frutos útiles para el desarrollo y evolución de la vida. Si va acompañado de una economía de energía y recursos, y se adorna con el anonimato, puede generar un efecto de autocreación y autorregulación susceptible de eliminar, durante el proceso, lo superfluo e inútil por un lado y, por otro, mostrarse eficaz para cualquier función, objetivo o medio.

La consciencia.


Me gustaría empezar a hablar de la consciencia haciendo una pregunta muy simple: ¿Quién eres? Es esta una pregunta habitual o, al menos, no infrecuente. La respuesta a esta pregunta revelaría muchas cosas sobre el individuo: Así, muchos nos responderán dándonos su nombre y apellidos. Es lo más normal y, sin embargo, no ha respondido a nuestra pregunta; nos ha revelado tan sólo con qué nombre se le conoce. Otros nos hablarán de su carrera. Hay personas que en un santiamén son capaces de relatarte su currículum y su carrera. En este caso seguimos sin saber quién es. Incluso en ambientes más familiares puede que nos hagan una sucinta lista de sus intimidades: personalidad, sueños, pensamientos...
Hay respuestas menos habituales, pero sí más científicas. Algunos biólogos serían capaces de asociar a una persona con un mapa genético, con una impresión retinal, dactilar... con muchas características ineludiblemente propias e irrepetibles. Al menos, en la naturaleza.
Y sin embargo esa respuesta es insatisfactoria. Si yo soy mi mapa genético, impresión dactilar y demás características físicas, cuando fallezca, mi cadáver ¿soy yo? Realmente lo dudo. Personalmente no sé si estaré en uno u otro sitio tras ese momento (aunque estoy seguro que lo descubriré más tarde o más temprano; espero que tarde) pero estoy convencido que mi ser, quién soy, no es ese montón de carne y, sin embargo, tiene mi mapa genético y demás características identificativas.
¿Quién soy realmente? Me viene a la mente la definición irrefutable que da Dios a Moisés: "Yo soy el que soy".
Y me apropio de ella. Y extraigo lo más importante: YO SOY. Soy consciente de que soy, existo. Y esa consciencia define mi ser.

II
Hemos concluido que nuestro ser es nuestra consciencia. De modo que todo intento que hagamos por incrementar nuestro ser debe pasar por incrementar nuestra consciencia.
Y ahí encontramos el primer problema. ¿Cómo incrementar nuestra consciencia? Bien. Sin duda es lo que se pretende en estos escritos y cada uno aportará su opinión, pero independientemente de que queramos dirigir nuestra consciencia en uno u otro sentido, lo primero que hemos de hacer es fortalecerla disminuyendo el grado de inconsciencia.
Porque ese es un hecho que me alarma. Si lo que define el ser es esa consciencia que piensa, siente y existe y no el trozo de carne que realiza acciones o pensamientos programados como un piloto automático... ¿No deberíamos hacer lo posible para que esa consciencia estuviera siempre presente? Observo sin embargo que la existencia de muchos seres humanos consiste precisamente en reducir el grado de consciencia y alcanzar el automatismo. El riesgo de que el inconsciente entre en áreas de la consciencia está continuamente presente. Y no creamos que porque pensamos o razonamos somos conscientes. Del mismo modo podemos pensar o razonar de modo automático.
Fíjate en el entorno que te rodea. Pero ahora fíjate bien. Los colores, las formas. Los olores, los sonidos, las sensaciones... Tu consciencia pasa el día adormecida. ¿Eres capaz de decir cuántos botones tiene la camisa que llevas puesta? ¿Y los últimos diez libros que has leído? Bueno, quizá pensemos que eso entra en la capacidad de observación y no tanto en las capacidades de la mente, pero cada instante se producen un número de experiencias sensoriales casi infinito. ¿Sientes algo? Probablemente no. Y sin embargo la ropa que llevas toca en miles de puntos de tu piel. ¿No los notas? Del mismo modo en tu mente se están produciendo infinitos procesos. ¿Acaso estas palabras no están compuestas de letras, acaso el reconocimiento de cada una no es un recuerdo instantáneo, acaso esos recuerdos no asocian otros? ¿Y esos otros más? ¿Y no estás procesando cada reacción sensorial de tu organismo?
Y al igual que preguntaba del mundo material ¿Eres consciente de todo ello? En todo el día, ¿Has sido consciente del universo que te rodeaba y del que habita en tu mente, o has sido un mero receptor de reacciones químicas perfectamente clasificables y emisor de respuestas preprogamadas? Hoy... ¿Has sido consciente? ¿Cuánto tiempo? ¿Y ayer?

El tiempo se acaba.
El día en que adquiriste la conciencia se creó un Dios. Un ser que afirma: YO SOY. Cree en él. Adórale. Tenle presente, porque cuando desaparece, dejas de existir. Aunque tu corazón lata. Aunque tu cerebro razone.
Sé consciente.
Sé.

Aprovecha lo que tienes

Cuánto tienes a tu alcance para hacer algo no es ni por asomo tan importante como lo que decidas hacer con ello. Muchísima gente que se volv...