martes, 14 de mayo de 2013

La rabia y la ira emociones dañinas


Todos hemos experimentado la ira alguna vez. ¡Incluso algunos disfrutamos con ella! La ira es un obstáculo al crecimiento espiritual y puede adoptar muchas formas: gritos, violencia, respuestas cortantes y tonos hirientes, fumar comprar, comer en exceso, dejar de comer, beber, drogarse, entre otras muchas cosas.
¿De dónde procede toda nuestra ira? Si examinamos esta poderosa emoción, hallaremos que gran parte de nuestra ira realmente procede del miedo a no poder controlar el resultado de una determinada situación o las acciones de los demás. Surge de nuestra no aceptación de una situación dada o de la manera en que una persona está actuando, que es diferente de la manera en que nosotros actuaríamos. No entendemos por qué los demás no hacen las cosas a nuestra manera. A veces, la ira proporciona a la persona enojada una sensación que la hace sentirse viva. El corazón se acelera y la respiración se hace más rápida. La ira parece crear energía. Yo solía disfrutar de mi ira porque me hacía sentir como si mis nervios estuviesen calientes y listos para entrar en acción. ¡Había excitación en el aire! Pero me di cuenta de que, además de la ira, existían formas más productivas de sentirse vivo, y que las consecuencias de querer sentir más ira, en lugar de menos, me perjudicaban, mental o físicamente.
Muy frecuentemente culpamos a los demás y a las circunstancias de nuestra ira. ¿Cuántas veces ha dicho usted: "¡Me sacas de quicio!"? En realidad, no es la otra persona quien le ha sacado de quicio, sino usted mismo. Posiblemente porque sintió que la manera en que aquella persona estaba actuando no era la manera en que usted habría actuado. Para usted, esa persona estaba equivocada. Este pensamiento confunde mucho porque es sumamente sutil y por lo general pasa inadvertido y nuestra mente consciente no lo detecta. Un ejemplo típico de cómo nuestra ira se puede basar en el deseo de control puede verse en una frase como ésta, no tan infrecuente: "No puedo creer que ella hiciese eso. Me pone a cien. Yo en su lugar hubiera...".
Nos hemos convertido en personas que, en vez de aceptar a los demás, tenemos miedo de quienes son diferentes de nosotros. Es un círculo vicioso que hemos creado y del que debemos aprender a salir. Si alguien actúa o parece diferente, lo clasificamos y encasillamos y decimos que está equivocado, tal vez porque se viste o comporta de una determinada manera. Pero en realidad no estamos enojados con esa persona porque es diferente, sino que más bien sentimos envidia porque es lo suficientemente libre para ser ella misma. No tiene miedo a vestir de un modo diferente, a manejar una situación de una manera diferente, a ser exactamente quien es, inmune a nuestro control.
Somos una especie predecible, pero al mismo tiempo también somos distintos. Cada uno de nosotros tiene sus propias características y personalidad individual. Pero de algún modo todavía esperamos que nuestros hijos sean "iguales que nosotros" y, cuando no lo son y desarrollan sus propias opiniones acerca de las cosas, nos enfadamos y decimos cosas tales como: "No pareces hijo mío. No sé de dónde sacas esas ideas. No eres como tu madre ni como yo". ¿Por qué nos enfadamos de esa manera?
Nuestro hijo ¿cometió un delito o simplemente expresó puntos de vista que son diferentes de los nuestros? Intentamos enseñar a nuestros hijos a sostenerse sobre sus pies, pero a la vez les enviamos mensajes verbales contradictorios. Lo que realmente les decimos es: "Puedes ser independiente y tener tus propias opiniones, pero con tal de que esas opiniones coincidan con las nuestras". Tenemos que aceptar a los demás como son y permitirles que sean lo que sienten necesidad de ser.
La ira puede proceder del miedo, la inseguridad, los celos y la envidia. Nos enojamos con los demás porque en alguna parte, en lo más hondo de nuestra psique, inconscientemente, les vemos hacer algo que nosotros siempre hubiésemos querido hacer y que, por una razón u otra, jamás hicimos. Entonces, en vez de celebrar sus éxitos, los humillamos, porque no podemos aceptar la ira que experimentamos en nuestro interior por no haber tenido el valor suficiente para llevar a cabo nuestros propios sueños y deseos. En resumen: hemos vendido la libertad de ser nosotros mismos y nos hemos amoldado a una sociedad que nos dice "esto se hace y esto no se hace". Al enfrentarnos con nuestra ira y su verdadero origen, podemos enfrentarnos con nuestros propios defectos.
Responsabilizarnos de nuestra ira y nuestros actos, y ser honestos con relación a nuestras emociones, constituye una de las claves para hallar la felicidad en nuestro interior, y la mejor cosa que jamás podremos hacer por nosotros mismos. Considérelo como una inversión a largo plazo. Responsabilícese de sus sentimientos y su ira en vez de echar la culpa a los demás.
Para garantizar la felicidad y la paz interiores, tenemos que conocer de dónde surge nuestra ira y examinar honestamente esa fuente. Lo que descubrimos sobre nosotros mismos no tiene que confesarse en medio de la sala de estar o en la cafetería del trabajo o proclamarse desde una tribuna. Puede admitirse en silencio, interiormente, en un momento de reflexión, y no hay necesidad alguna de hablar de ello.
Nadie más que nosotros mismos es responsable de nuestra vida y nuestros actos. Algunas veces el hecho o la palabra que despiertan la ira no son su verdadera causa. Quizás es otra cosa que se halla por debajo de las emociones, enterrada, hasta que algo dicho con toda la inocencia hace que la ira salga a la superficie. Cuando esto sucede, lo mejor que se puede hacer es abordar directamente esa ira. ¡Se quedará muy sorprendido al saber de dónde procede, e incluso del tiempo que ha estado oculta en su interior!
Bien, ahora ya tiene una idea de por qué se enoja. Pero ¿qué puede hacer para detener lo que usualmente acaba siendo un choque de trenes mental? La respuesta: aceptación y comprensión. ¿Por qué está tan enojado y molesto por tener que hacer una larga cola en el banco en una mañana de sábado? Porque tiene tantas cosas que hacer... Pero ¿tiene que hacerlo todo precisamente esa mañana? No, pero quiere hacerlas, de ese modo la próxima semana dispondrá de más tiempo libre. Y mientras está de pie y haciendo cola, mirando con impaciencia al empleado, que parece que tarda demasiado en realizar cada transacción, su irritación va en aumento. Ahora trate de contemplar la escena desde un punto de vista un poco diferente: el empleado ciertamente tarda más de lo que usted desearía, pero está haciendo bien su trabajo. Está asegurándose de que las operaciones se realizan sin errores y que entrega la cantidad correcta de dinero a cada cliente. Cuando le llegue su turno, ¿no le gustaría recibir la misma atención?
Aunque no nos demos cuenta de ello, somos los causantes de gran parte de nuestra ira. Necesitamos dar un paso hacia atrás para percatarnos de dónde procede toda esa ira. Hay mucho que aprender sobre esta emoción intensa. Una gran manera de enfrentarse con ella es interrogarnos constantemente y tratar de descubrir en nuestro interior por qué nos sentimos tan irritados con una determinada persona o situación. Después de cada respuesta debemos añadir otro "¿por qué?", hasta que finalmente lleguemos a la raíz de nuestra emoción. Una vez hayamos contestado todos nuestros "por qué", ¿cuál es el siguiente paso?
Pues o bien podemos ignorar lo que hemos aprendido y continuar enojándonos, y posiblemente acabar con una úlcera de estómago (y no muchos amigos), o podemos renunciar a nuestros deseos de control, no importa lo inconscientes que sean, admitiendo que no nos es posible controlar determinadas cosas. No hay nada que podamos hacer acerca de cómo piensan y actúan los demás. Y tanto si lo aceptamos como si no, habremos de tratar con ciertas personas y situaciones que serán capaces de alterarnos y que harán que nos enojemos. Así pues, ¿por qué no soltamos el lastre de la ira?
Si no lo soltamos, nuestra ira se incrementará, se volverá hacia el interior y con el tiempo puede que se manifieste en forma de una enfermedad física. Otro punto importante es recordar que no pasa nada si no se entiende una relación o una situación determinada, pero que es imperativo entender que no podemos hacer nada para modificarla. Ya lo llamaremos karma, destino o proceso de vivir y aprender, cada uno de nosotros debe intentar decirse a sí mismo: "No entiendo esta relación, no hay nada que pueda hacer para modificarla, así que la dejo correr y lo acepto como es".
Si descubrimos que nuestra ira tiene su origen en la inseguridad o los celos (que son inseguridad, pero bajo otro disfraz), debemos trabajar para cambiar esta actitud. Incluso la admisión -en silencio y a nosotros mismos- de cómo reaccionamos a determinadas circunstancias es el comienzo del cambio.
Cuando antes hablaba acerca de la ira que se va cociendo a fuego lento, hasta que de repente algún comentario hace que se vierta, me estaba refiriendo a la ira equivocada. Suponga que un amigo o un compañero de trabajo hace un comentario y usted pierde los estribos. ¿De qué está realmente enojado? Puede que no sea de lo que esta persona ha dicho, sino del tono en que lo ha dicho. Tal vez activó algo en su interior que le recordó a su padre o a su ex marido o incluso a un profesor que le hablaba y humillaba con un determinado tono de voz. Por consiguiente, su ira surge realmente de una situación no resuelta del pasado, más que de un problema del presente.
¿Cómo se resuelve la ira equivocada? Enfréntese con la fuente que origina su ira. Puede que la persona con la que está realmente enojado no responda de manera receptiva, pero por lo menos habrá sido capaz de hablar con ella acerca del problema. Sáquelo de su sistema. Si todavía conserva ira por una situación pasada, y no hay manera de enfrentarse con la persona que estuvo implicada en aquella situación, escriba una carta, vertiendo en ella todos sus sentimientos lo más honestamente posible y, en vez de enviarla, quémela, liberándose de todas las emociones que le han tenido atado durante tanto tiempo. Al mismo tiempo que quema la carta, pida perdón a esa persona, para esa persona y para usted mismo, y pida la curación a los espíritus que guían. Éste es un poderoso ritual, y ayuda a situar su ira contra los demás y contra las situaciones no resueltas en el auténtico lugar que le corresponde. También contribuye a dejar atrás el pasado. Al dejar atrás el pasado, uno está libre para ocuparse del presente precioso.

Ser humano y Realidad


Para quienes viven dentro de sus límites, las luces de la ciudad son las únicas luminarias del cielo. Las farolas de las calles eclipsan a las estrellas, y el resplandor de los anuncios de whisky reduce incluso la luz de la luna, hasta que ésta tiene una irrelevancia casi invisible.
El fenómeno es meramente simbólico, una parábola de la acción. Física y mentalmente, el hombre es habitante, durante la mayor parte de su vida, de un universo puramente humano y, por así decir, hecho en casa, extraído por él mismo del inmenso cosmos no humano que lo rodea, y sin el cual ni él ni su mundo podrían existir. Dentro de esa catacumba privada construimos para nuestro uso propio un pequeño mundo, fabricado a partir de un extraño ensamblaje de materiales, de intereses e "ideales", de palabras y tecnologías, de anhelos y ensoñaciones, de artefactos e instituciones, dioses y demonios imaginarios. Aquí, entre las proyecciones ampliadas de nuestras propias personalidades, realizamos nuestros curiosos caprichos, perpetramos nuestros crímenes y nuestras locuras, pensamos los pensamientos y sentimos las emociones que nos parecen apropiadas a nuestro entorno artificial, y acariciamos las disparatadas ambiciones que por sí solas sólo tendrían sentido en un manicomio. Pero en todo momento, a pesar de los ruidos de la radio y de los tubos de neón, la noche y las estrellas siguen estando ahí, un poco más allá de la última parada de autobús, un poco por encima del dosel de humo iluminado. Es un hecho que a los habitantes de la catacumba humana les resulta extremadamente fácil de olvidar; ahora bien, tanto si lo olvidan como si lo recuerdan, es un hecho que siempre permanece. La noche y las estrellas están siempre ahí, el otro mundo, el mundo no humano, del cual la noche y las estrellas no son más que símbolos, persiste, y es el mundo real.
El hombre, el hombre orgulloso, investido de una breve autoridad...
Sumamente ignorante de lo que más garantizado tiene,
Su cristalina esencia, como un simio colérico
Hace trucos tan fantásticos ante las esferas del firmamento
que los ángeles tienen que llorar.
Esto escribió Shakespeare en la única de sus obras teatrales que revela una honda preocupación por las últimas y definitivas realidades espirituales. Esa "cristalina esencia" del hombre constituye la realidad que más garantizada tiene, la realidad que lo soporta y en virtud de la cual vive. Y esa esencia cristalina es del mismo tipo que la Clara Luz, que es la esencia del universo. Dentro de cada uno de nosotros, esta "chispa", esta "hondura del Alma no creada", este Atman en resumen, permanece impoluto e inmaculado, por fantásticos que sean los trucos que queramos realizar, tal y como, en el mundo exterior, la noche y las estrellas siguen siendo las que son, a pesar de todos los Broadways y los Piccadillies de este mundo, a pesar de los focos antiaéreos y las bombas incendiarias.
El gran mundo no humano, que existe simultáneamente dentro y fuera de nosotros, está gobernado por sus propias leyes divinas, leyes que somos muy libres de acatar o desobedecer. La obediencia conduce a la liberación; la desobediencia, a una esclavitud más profunda, en manos de la miseria y del mal, a una prolongación de nuestra existencia a imagen y semejanza de simios coléricos. La historia de los hombres es un recuento del conflicto que se da entre dos fuerzas: por una parte, la presunción estúpida y criminal de que el hombre ignora su esencia cristalina; por otra, el reconocimiento de que, a menos que viva de conformidad con la inmensidad del cosmos, él mismo es absolutamente malvado, y su mundo una pesadilla. En este interminable conflicto, unas veces es una parte la que se lleva la palma, otras es la contraria. En la actualidad, somos testigos de un provisional triunfo del lado específicamente humano de la naturaleza del hombre. Desde hace ya algún tiempo hemos escogido creer, y actuar sobre la creencia de que nuestro mundo privado de tubos de neón y bombas incendiarias es el único de los mundos reales, y de que la cristalina esencia de cada uno de nosotros no existía en realidad. Simios coléricos, nos hemos imaginado, debido a nuestra inteligencia simiesca, que éramos ángeles -que éramos, de hecho, más que ángeles, dioses, creadores, dueños de nuestro destino-.
No podemos ver la luna y las estrellas mientras prefiramos seguir bajo el aura de las farolas de las calles y de los anuncios de whisky.
Realidad trascendente.
Ningún fenómeno puede tener lugar si no existe una Realidad de fondo como referencia. La impermanencia de todos los objetos nos lleva a la conclusión de que ha de existir algo, de naturaleza permanente, tras las vicisitudes de la existencia superficial de las cosas.
La búsqueda de esa realidad trascendente, esencia de todas las cosas, es el principio que inspira la investigación científica, la especulación filosófica y, finalmente, la aventura espiritual.
En efecto, en el ascenso de la evolución, el hombre procede de la ciencia a la filosofía y de ésta a la espiritualidad. La primera fase es el estudio científico que considera, en primer lugar y sobre todas las demás características de su personalidad, las relaciones externas del hombre, estudiando las connotaciones físicas, químicas, biológicas, psicológicas, sociales, políticas y culturales como los fundamentos del progreso y de los logros humanos.
¿A dónde nos lleva este estudio? La física descubre que el Universo es una disposición material de sustancia inorgánica que se extiende a lo largo y ancho del espacio infinito, constituyendo la base de los elementos -tierra, agua, fuego y aire- y la sustancia de todo el sistema estelar, el sol, la luna, las estrellas, etc.
Newton sostiene que el espacio actúa como una especie de receptáculo para las substancias materiales, tales como el sol, los planetas, etcétera, y que existe una fuerza, llamada gravedad, que opera mutuamente entre estos objetos materiales y que los mantiene en sus posiciones y órbitas respectivas. Y no solamente esto, sino que hasta cierto punto, determina también su carácter y, tal vez, su constitución.
Los descubrimientos físicos posteriores a Newton muestran hechos que difieren y trascienden los conceptos de éste, estableciendo que el espacio no es un receptáculo que contiene cosas desconectadas de él, sino que puede considerarse como una especie de campo electromagnético infinito que penetra e impregna la estructura y función de todos los objetos materiales. Este descubrimiento lleva posteriormente a teorías más complejas como la mecánica cuántica, etc. Y, finalmente, a la teoría de la Relatividad, por la que llegamos a saber que no solamente las cosas están interconectadas entre sí en un campo electromagnético, sino que incluso el concepto de fuerza o energía es inadecuado para comprender la naturaleza real del universo, se nos dice que no existen cosas, sino únicamente procesos, que vivimos en un Universo fluido, en el que lo único constante es el flujo continuo del Espacio-Tiempo y en el que la Relatividad es la ley suprema.
El principio de la Relatividad reduce todo a una interdependencia de los patrones estructurales y de los acontecimientos en el Tiempo y en el Espacio, de tal forma que el Universo es más bien un todo vivo y orgánico, en el que la idea de casualidad, tal como era normalmente interpretada, no tiene lugar, ya que en una estructura orgánica las partes están tan relacionadas entre sí, en una afinidad orgánica interna, que cada parte es tanto una causa como un efecto, puesto que, en el conjunto, todo determina lo demás.
Aunque la ciencia, en sus observaciones físicas más avanzadas, ha llegado a establecer verdades incuestionables, como las que revela la teoría de la Relatividad, sin embargo no ha podido aún liberarse de la noción de que el Universo es físico, a pesar de que unos pocos genios en el pasado reciente hayan llegado, independientemente, a aceptar una Mente o Conciencia Universal, actuando como substrato u "Observador" de todos los fenómenos relativos.
Percibir, afirma el profesor Rodríguez Delgado, es deformar la realidad. Parece ser que es nuestra mente quien otorga formas y características a lo que no es más que un flujo de energías. De acuerdo con las últimas investigaciones bioeléctricas del funcionamiento del cerebro, los sentidos envían una información codificada en impulsos eléctricos a las neuronas, donde se forma un patrón preciso, que la mente interpreta en lo que creemos son las formas exteriores.
Durante mucho tiempo se ha considerado al Universo como algo objetivo, que puede percibirse o no, pero que tiene una existencia real e independiente. Ya hemos visto cómo esa noción es científicamente incorrecta, puesto que las cosas no existen como las vemos, sino que adquieren esas formas al ser percibidas.
Hasta aquí, la ciencia, con los hallazgos actuales, y la consiguiente revolución en el pensamiento occidental, parece acercarse a las antiguas afirmaciones de los Upanishads: "El mundo es Maya o ilusión. Nada existe con independencia de la mente".
Pero ¿qué o quién es esa Mente o preceptor? La ciencia será siempre incapaz de dar respuesta a esta pregunta, porque solamente puede investigar los objetos con cualidades y características. Su sistema de investigación no sirve cuando se trata de conocer al Conocedor. Los ojos no pueden verse a sí mismos. La respuesta, una vez más, hay que buscarla en los Upanishads, el legado milenario de aquellos sabios que llegaron intuitivamente a las conclusiones a las que ahora están llegando los científicos más avanzados y aún mucho más allá, hasta la esencia misma de la consciencia. Su contundente afirmación: "Sólo Brahman existe. La individualidad es otra noción ilusoria", puede parecer una afirmación absurda en nuestro estado actual de conocimiento, pero no lo es tanto si se atiende a su desarrollo filosófico.
La filosofía Vendata, elaborada a partir de las afirmaciones de los Upanishads, llega a la conclusión de que el Principio Creador no es diferente del Universo que crea, o, en otras palabras, que el Conocedor no es diferente de lo conocido, lo que no le impide aceptar plenamente el hecho de que la evolución de la vida se produjera a partir de materia inorgánica. Considera válida la Teoría de la Evolución de las formas y las especies, ya que es una visión correcta, en términos relativos, debido a la subjetividad de la mente, pero le otorga un propósito: la realización del Objetivo Supremo de la vida, la unidad en lo Absoluto.
Vemos, así, que hay dos realidades: una, la realidad absoluta, única, creadora. Otra, la realidad relativa, fluctuante, producto de la visión pequeña y subjetiva de la mente individual. La investigación científica solamente puede tener lugar en esta parcela de la realidad. Cuando llega a sus límites, ha de dar paso a la especulación filosófica que puede concebir mejor la naturaleza del Conocedor. Sin embargo, es, finalmente, la experiencia espiritual la que ha de llevar a la realidad Ultima, que ni la ciencia ni la filosofía podrán jamás alcanzar.

El valor exacto de las palabras


No sé si alguna vez ha considerado o examinado todo el proceso de la verbalización, el proceso de nombrar. Si lo ha hecho, habrá encontrado que es una cosa interesante, sorprendente y muy estimulante. Cuando damos un nombre a cualquier cosa que experimentamos, vemos o sentimos, la palabra se vuelve extraordinariamente significativa; y la palabra es tiempo. El tiempo es espacio, y la palabra es el centro de ello. Todo pensar es verbalización; pensamos en palabras. ¿Puede la mente liberarse de la palabra? No diga "¿Cómo ha de liberarme?" Eso no tiene sentido. Formúlese esa pregunta a sí mismo y vea cuán esclavos somos de palabras tales como India, comunismo, capitalismo, cristiano, ruso estadounidense. La palabra amor, la palabra Dios, la palabra meditación, ¡qué significado extraordinario hemos dado a estas palabras y cuán esclavos somos de ellas!
¿Hay un pensar sin la palabra? Cuando la mente no está obstruida por las palabras, el pensar no es pensar tal como lo conocemos; es una actividad exenta de palabras, de símbolos; por lo tanto, carece de fronteras, ya que la palabra es la frontera.
La palabra crea la limitación, y una mente que no está funcionando a base de palabras, no tiene limitación alguna, no tiene fronteras, no está amarrada. Tome la palabra amor y vea qué despierta en usted, obsérvese; en el instante en que menciono esa palabra, comienza a sonreír y se endereza en el asiento, experimenta cosas.
La palabra despierta, pues, toda clase de ideas, toda clase de divisiones, tales como amor carnal, espiritual, profano, infinito, y demás.
Pero descubra qué es el amor. Por cierto, para descubrir qué es el amor, la mente debe estar libre de esa palabra y del significado de esa palabra.
Para comprendernos el uno al otro, considero necesario que no estemos presos en las palabras; una palabra como Dios, por ejemplo, puede tener un significado especial para usted, mientras que para mí puede que tenga una formulación totalmente distinta, o ninguna formulación en absoluto. Así que es casi imposible comunicarnos mutuamente, a menos que ambos tengamos la intención de comprender las meras palabras e ir más allá de éstas.
Después de todo, la mente está compuesta, entre otras cosas, de palabras. Ahora bien, ¿puede la mente estar libre de la palabra envidia? Experimente con esto y verá que palabras como Dios, verdad, odio, envidia, ejercen un efecto profundo sobre la mente. ¿Puede, entonces, la mente estar libre de estas palabras, tanto neurológica como psicológicamente? Si no está libre de ellas, es incapaz de enfrentarse al hecho de la envidia. Cuando puede mirar directamente el hecho que llama "envidia", entonces el hecho mismo actúa con mucha mayor rapidez que el empeño de la mente en hacer algo con respecto al hecho. En tanto la mente esté pensando en librarse de la envidia mediante el ideal de la "no envidia" y demás, está distraída, no se enfrenta con el hecho; y la palabra misma envidia es una distracción respecto del hecho. El proceso de reconocimiento se efectúa a través de la palabra; en el instante en que reconozco el sentimiento por intermedio de la palabra, doy continuidad a ese sentimiento.

La sociedad e individuo


Muchos son los males de nuestra sociedad y muchas las soluciones que se aportan en estos tiempos de frivolidad, pero tenemos que dar un paso esencial y terminar con el nefasto culto a la imagen, la hipocresía y la apariencia mentirosa. Este paso imprescindible es la consciencia moral que otorga la vida espiritual.
La represión a ultranza es traumática e indeseable, pero una convivencia moral obliga a un esfuerzo razonable para someter los oscuros instintos egoístas y obrar adecuadamente. Esta permisiva sociedad ya está dando suficientes muestras de hastío y de alarma ante la hecatombe que ha supuesto la necia implantación de una ética descabellada y acomodaticia, tal vez como reacción pendular a la hipócrita represión sufrida en tiempos recientes. Debemos aprender que la moral no puede imponerse, puesto que es una actitud soberana e individual.
El mundo no es algo separado de nosotros mismos. El mundo, la sociedad, es la relación que establecemos o procuramos establecer entre nosotros. Así pues, el problema somos nosotros, no el mundo, ya que el mundo es la proyección de nosotros mismos, y para comprender el mundo debemos comprendernos a nosotros mismos. El mundo no se halla separado de nosotros; somos el mundo, y nuestros problemas son los problemas del mundo.
El mundo es una sociedad compuesta por personas que se relacionan entre sí, y si las personas que lo componen no pueden generar una relación espiritual, la humanidad seguirá en un estado de caos, sin sosiego y en desarmonía. Parte de nuestra labor consiste en aportar la virtud al mundo; pero ello no nos será posible hasta que la misma virtud se encuentre en nuestro interior, hasta que no seamos paz en nuestras mentes, amor en nuestros corazones y comprensión en las profundidades de nuestro ser. Por esto es esencial que seamos conscientes de verdad y obremos adecuadamente, y no nos quedemos únicamente leyendo o hablando sobre ello. Por la espiritualidad, permitimos que el Padre, lo Otro, la Verdad, o como queramos llamarlo, pueda entrar en nuestras vidas.
No sólo las personas necesitan vivir espiritualmente, la sociedad también lo necesita. Quien no vive espiritualmente se convierte en una fuente de dolor, hasta el punto que su propia ignorancia, ego y maldad se proyectan al final, espectacularmente, en conflictos, guerras, y calamidades. Tenemos que ser capaces de advertir el ego en la sociedad, y cómo éste parece ser un imán que a todos atrae hacia el mal y la oscuridad.
La existencia en este plano físico ofrece la oportunidad de ser conscientes, obrar adecuadamente y con ello también crecer y evolucionar. Un medio para ello se encuentra en las relaciones sociales, pues una mentira planetaria envuelve a la humanidad, la mentira que se encuentra en las relaciones sociales.
Contra la presión de la sociedad se tiene el amparo de la consciencia, del conocimiento y del discernimiento. Así y todo, uno se ve obligado a participar en esta comedia. No está permitido salirse del teatro, pues normalmente no es conveniente hacerlo. La estancia en esta Tierra, concretamente en la sociedad de la que se forma parte, sólo tiene sentido si se es consciente y se obra adecuadamente.
O de grado o por fuerza nos sometemos a la ley que nos impone la sociedad. Sin embargo, no es preciso someternos inconscientemente a sus exigencias y convencionalismos. Representar automáticamente un papel en la comedia, vestirnos y gesticular como actores es una locura que nos alía con las fuerzas de la oscuridad y que, tarde o temprano, arruinará nuestra salud corporal y espiritual.
Sólo la verdad es moral, la mentira es inmoral. La verdad purifica, la mentira corrompe. La sociedad es insensata e insiste en engañarse, y nosotros con ella. El continuo embuste que nos imponemos consume, como un lento veneno, todas nuestras fuerzas vitales, y hasta llegamos a encontrar cierta complacencia morbosa en alimentar con nuestra carne y nuestra sangre al gusano roedor que nos devora.
Sólo la verdad puede salvar al mundo. Ella debe permanecer siempre y en todo lugar con nosotros. La mentira es la causa de nuestra debilidad. Los seres humanos hemos seguido siempre, en toda nuestra historia y en la actualidad, el camino de la mentira, la sinrazón y la barbarie. Para que esta brutalidad y este abatimiento espiritual se disuelvan es imprescindible que seamos conscientes y obremos adecuadamente. Sólo las personas espirituales tienen ánimo, valor y fuerza suficientes para no mentir a los demás ni engañarse a sí mismas, para ser y conocer lo que son.
Un buen paso para apreciar el error que se encuentra en la sociedad es distinguir lo que son emociones mundanas y lo que son sentimientos profundos. Veremos la diferencia si comparamos lo que sentimos, por ejemplo, cuando nos aplauden y cuando vivimos la naturaleza, o cuando obtenemos algún éxito, cuando llegamos “arriba” y cuando disfrutamos realmente con nuestro trabajo, cuando somos los jefes y tenemos poder y cuando disfrutamos de la compañía de compañeros y de amigos.
Las emociones mundanas son ilusiones que únicamente producen vacío y dolor. Proceden de nuestra propia “glorificación” y “promoción”, es decir, de nuestro ego. Son inventadas por nuestra sociedad y nuestra cultura para que seamos productivos y podamos ser controlados. Ver la realidad nos libera de nuestros condicionamientos y del control que la sociedad ejerce sobre nosotros. Un control tan desmesurado y brutal que librarnos de él es tanto como morir.
La sociedad está llena de deseos y de apegos. Si un miembro suyo se encuentra apegado al poder, al dinero, a la prosperidad y al éxito, si desea y busca todas estas cosas como si su felicidad dependiera de ellas, será considerado como un miembro dinámico, trabajador y productivo para la sociedad. Pero casi nadie ve que si una persona persigue esas cosas destruirá su vida y se convertirá en un ser duro, frío e insensible con los demás y consigo mismo, en un verdadero infeliz. Es sorprendente cómo la sociedad le considerará entonces un ciudadano como es debido, y sus parientes y amigos se sentirán orgullosos del “status” que ha alcanzado. Es muy difícil conocer a nadie de los que llamamos respetables que vivan de manera espiritual, sensible y amorosa, y no cedan a la presión de deseos y de apegos. Si de verdad fuéramos conscientes de ello alejaríamos de nuestro interior todo deseo y todo apego, como haríamos con una serpiente que se nos hubiera caído encima. Quienes son espirituales ven la podredumbre de esta cultura que se basa en la codicia, el apego, la insensibilidad y la dureza del desamor. Por ello actúan con libertad.
La sociedad no está precisamente compuesta por personas espirituales, ni se fundamenta en el suministro de las cosas esenciales, sino que se asienta en la propia exaltación psicológica, pues se emplea lo esencial como medio de exaltación psicológica de uno mismo. La subsistencia es el ganar lo necesario para cubrir las propias necesidades, el alimento, el vestido y la vivienda. La dificultad de la subsistencia surge tan sólo cuando no vivimos espiritualmente y empleamos las cosas esenciales de la vida, el alimento, el vestido y la vivienda, como medio de agresión psicológica, es decir, cuando nos valemos de las cosas necesarias como un medio de engrandecernos a nosotros mismos.
La humanidad tiene medios para asegurarse la subsistencia. Es innegable que podemos producir en tal abundancia el alimento, el vestido y la vivienda, que aseguraría la subsistencia de toda la humanidad, técnicamente es posible. Pero en esta Tierra el egoísmo, la ignorancia y la demanda de la guerra es mayor que la espiritualidad. En la sociedad se encuentran muy arraigados los nacionalismos. Pero el nacionalismo, para la humanidad, es un veneno y una maldición. Cuando el nacionalismo se va llega la inteligencia, evidentemente. En lo externo el nacionalismo origina divisiones y clasificaciones entre las personas, guerras y destrucción, todo lo cual es evidente para cualquiera que sea un poco observador. Interiormente, psicológicamente, lleva a una identificación con lo más grande, con la patria o con una idea, y es, evidentemente, una forma de autoexpansión. Creemos que no tenemos importancia, que no somos nada, pero si nos identificamos con el país, si nos llamamos americano o alemán, esto halaga nuestra vanidad y nos brinda satisfacción, prestigio y una sensación de bienestar. Esta identificación con lo más grande, que es una necesidad psicológica para quienes necesitan la expansión del “yo”, engendra aislamiento, conflicto y lucha entre las personas.
El patriotismo no sólo causa conflictos externos, sino también frustraciones internas y es la ruina de la humanidad. Cuando comprendemos el nacionalismo, cuando nos damos cuenta de todo su proceso, como nace y lo que produce, todo el proceso del nacionalismo y del patriotismo se desvanece. Sólo puede desaparecer si comprendemos plenamente sus implicaciones, examinándolo, captando su significado en las actividades tanto externas como internas.
De esta investigación surge la inteligencia, y entonces ya no se produce la sustitución del nacionalismo por ninguna otra cosa. En el momento en que sustituimos la religión por el nacionalismo, la religión se convierte en otro medio de autoexpansión, en una fuente más de ansiedad psicológica y de dolor, en un medio de alimentarnos con una creencia. Por lo tanto, cualquier forma de sustitución, por noble que parezca, es una forma de ignorancia. El nacionalismo con su veneno, son sus miserias y contiendas, sólo desaparecerá cuando seamos inteligentes y vivamos espiritualmente.
Otro gran problema de la sociedad es su profunda superficialidad. Básicamente ser superficial es depender de algo o de alguien. Depender psicológicamente de ciertos valores, de ciertas experiencias, de ciertos recuerdos contribuye ciertamente a la superficialidad. Cuando dependemos de ir a la iglesia todas las mañanas, o todas las semanas, para levantarnos el ánimo o recibir ayuda, si tenemos que cumplir ciertos ritos para mantener nuestra sensación de integridad o para recordar algún sentimiento que experimentamos alguna vez, significa que somos superficiales. Nos vuelve superficiales entregarnos a un país, a un proyecto o a determinada agrupación política. Lo cierto es que todo el proceso de dependencia es una evasión de nosotros mismos. Esta identificación con lo más grande es la negación de lo que somos. Pero no debemos negar lo que somos, que es la realidad, sino comprender lo que somos y no tratar de identificarnos con el Universo, con Dios, con determinado partido político o con lo que fuere. Todo esto conduce al pensamiento superficial, y de este pensamiento superficial surge una actividad que es permanentemente dañina, sea a escala mundial o a escala individual.
Se justifican las acciones superficiales pensando que por lo menos se lucha por algo mejor, pero cuanto más se lucha más superficiales se es. Esto es lo primero que necesitamos ver, y esta es una de las cosas más difíciles, ver lo que somos, reconocer que somos necios, frívolos, celosos, de miras estrechas. Si vemos lo que somos, si lo reconocemos, entonces por ahí podemos empezar. Sin ninguna duda es la mente superficial la que huye de la realidad, y no escapar requiere una ardua investigación y no ceder ante la inercia. En el momento en que vemos que somos superficiales se inicia un proceso de profundización, pero siempre que no hagamos nada con esa superficialidad. Sólo si vemos nuestra mezquindad y la examinamos cuando surge comprendemos la totalidad de su influencia y obramos adecuadamente. Entonces existe una posibilidad de transformación. Pero la persona mezquina, que reconoce que lo es y trata de no serlo ya sea leyendo, reuniéndose con la gente, viajando o estando incesantemente activa como un mono, seguirá siendo una mente mezquina.
La sociedad es superficial y por eso se encuentra abocada a la sinrazón y al desastre. La persona superficial jamás podrá conocer grandes profundidades. Puede tener abundancia de conocimientos, de información, puede repetir palabras. Pero si sabemos que somos superficiales, poco profundos, y observamos todas las actividades de la superficialidad, sin juzgar y sin condenar, pronto veremos que lo superficial desaparece sin ninguna acción por nuestra parte. Pero eso requiere atención y paciencia, no el ansioso deseo de resultados, de éxito. Sólo la mente superficial desea conseguir resultados.

Vivir sin autoridad


El ser humano debe vivir sin autoridad, sin jerarquía, porque la jerarquía es la estructura que organiza y da cuerpo a la autoridad. Las jerarquías no sólo son dañinas sino también innecesarias, y que existen formas alternativas, más perfectas de organizar la vida social. El estado es la forma más alta de jerarquía. Pero no se debe permitir ninguna desigualdad de poder o de privilegios entre las personas. Si nadie posee el poder, nadie puede oprimir a nadie.
Es necesario establecer un sistema social en el que se lleven al máximo la libertad individual y la igualdad social. Libertad e igualdad a través de una vida espiritual y del apoyo mutuo. La libertad sin un fundamento espiritual es libertinaje, y acaba en esclavitud y brutalidad.
Tiene que llegar el fin de la propiedad privada de la tierra y de los medios de producción- el capital también está llamado a desaparecer en un futuro-, pues todos los medios de producción deben de ser propiedad común de la sociedad, y gestionados en común por los mismos productores de la riqueza.
La organización política ideal de la sociedad –de cualquier sociedad- es un estado de cosas donde las funciones de gobierno se reducen al mínimo. Por eso, una meta de todos los seres humanos es la reducción de las funciones de gobierno a la nada, es decir, una sociedad sin gobierno.
Como en todo, se debe ser consciente y crítico con la sociedad en la que uno vive y obrar adecuadamente. No se puede construir una sociedad mejor sin comprender lo que está mal en la presente. La persona espiritual es un apasionado amante de la libertad, pues esta es la única condición bajo la cual la inteligencia, la dignidad y la felicidad humana pueden desarrollarse y crecer. Es necesario vivir espiritualmente y rescatar el amor propio y la independencia de las personas de todo freno e invasión del Poder. Sólo en la libertad el ser humano puede aprender a pensar y a conducirse, a dar lo mejor de sí mismo y a realizarse. Sólo en libertad puede llevar a cabo la verdadera fuerza de los lazos sociales, que unen a las personas entre sí, y que son la verdadera base de la vida social.
Una comunidad libre y saludable producirá personas libres que, a su vez, darán forma a la comunidad y enriquecerán las relaciones sociales entre los seres que la componen. Entonces, la libertad, al ser promovida y producida por la misma comunidad, no existe porque hayan sido establecidas legalmente en un papel, sino únicamente porque las personas viven en libertad. Y cualquier atentado que quiera impedirla choca con la resistencia de toda la comunidad. Una persona adelanta en su sendero espiritual cuando vive espiritualmente y trabaja y defiende la virtud y la dignidad del ser humano.
La verdadera, plena y final liberación del ser humano sólo será posible cuando la comunidad que forme toda la humanidad posea el capital, es decir, las materias primas y las herramientas de trabajo, incluyendo la tierra.
Una persona espiritual debe oponerse a la propiedad privada de los medios de producción y a la esclavitud asalariada -que es uno de los sustentos del sistema que implanta el Poder-, como incompatibles con el principio de que el trabajo debe ser emprendido libremente y bajo el control de los mimos productores.
Libertad significa una sociedad no autoritaria en la que personas y grupos de ellas ejercen la autogestión, lo que quiere decir que se “gobiernan” a sí mismas. La libertad no puede existir sin sociedad ni organización. Para llegar al sentido pleno de la vida debemos vivir espiritualmente y cooperar, y para cooperar tenemos que llegar a acuerdos con nuestros semejantes. La organización, lejos de crear autoridad, es el único remedio para ésta, y el único medio por el que cada uno de nosotros toma parte activa y consciente en el trabajo comunitario -y deja de ser un instrumento pasivo en manos del Poder.
El modo de organización jerárquico-autoritario es un desarrollo relativamente reciente en el curso de la evolución social de la humanidad. Los seres humanos no estamos predestinados ni programados genéticamente para ejercer una conducta autoritaria, competitiva y agresiva. Al contrario, esta conducta está condicionada socialmente o aprendida y, como tal, puede ser desaprendida.
La sociedad que impone el Poder está muy bien pensada y organizada respecto a los beneficios que con ella obtiene. Pero es una máquina con engranajes nefastos para la humanidad. Y todos los seres humanos la padecemos. El Poder crea una sociedad insalubre del todo. Por ello, las personas espirituales rechazamos las formas autoritarias de organización y, en su lugar, apoyamos acciones basadas en los acuerdos libres y voluntarios. El acuerdo libre y voluntario que ejerce una persona espiritual es imprescindible, porque sólo cuando una persona es libre e independiente y coopera con las demás personas de por su propia voluntad, atendiendo a los intereses comunes y personales, puede la humanidad relacionarse positivamente y crear verdaderos beneficios.
En la esfera política esto quiere decir que la sociedad funciona en un sistema de democracia directa -o participatoria- y confederación. En ella se necesitan foros donde las personas puedan ejercer el derecho y el deber de dar lo mejor de sí mismos al resto de la humanidad, discutiendo y debatiendo entre iguales, y aprendiendo todos del papel creativo que en realidad tiene la disensión.
Libertad no significa que cada uno haga lo que le plazca, pues ciertas acciones traen invariablemente consigo la negación de la libertad de otras personas. No puede existir la libertad de violar, explotar u obligar a los demás. Tampoco se puede tolerar la autoridad, pues ésta es un atentado contra la libertad, la igualdad y la solidaridad. La autoridad es un atentado contra la dignidad humana. La libertad es indispensable para todos los seres humanos, con el único límite de la libertad de los demás.
La persona que vive espiritualmente choca invariablemente con la sociedad que implanta el Poder. Entonces, la persona, una vez más, debe ser consciente y obrar adecuadamente. En algunos casos, este obrar supondrá la resistencia o la rebeldía a la forma de autoridad jerárquica, que será. La desobediencia, en este caso, será la base de la rebeldía y de la libertad, pues ocurre en demasiadas ocasiones que quienes son siempre obedientes suelen ser, en realidad, esclavos.
La raza humana forma un gran “todo”, una gran comunidad donde cada persona complementa al resto y necesita de ellos. Esta variedad infinita en los seres humanos es una buena causa y una buena base para establecer la solidaridad. Igualdad es igualdad social, y en realidad significa la igualdad de desiguales. Con ello, las relaciones sociales jerárquicas son abolidas a favor de aquellas que fomentan la participación y están basadas en el principio de “una persona un voto”. Por lo tanto, la igualdad social en el trabajo, por ejemplo, quiere decir que cada uno tiene la misma voz en las decisiones acerca de cómo se desarrolla y se organiza el trabajo. Aquello que afecta a todos es decidido por todos.
La igualdad social y la libertad individual son inseparables. Sin la gestión comunitaria de las decisiones que afectan a un grupo –igualdad- para complementar la autogestión individual de las decisiones que afectan a la persona –libertad-, no puede existir una sociedad libre.
La solidaridad y el apoyo mutuo que nace entre personas que viven espiritualmente es una idea clave. Es el lazo de unión entre el individuo y la sociedad, el medio a través del cual las personas trabajan juntas para satisfacer sus intereses comunes dentro de un entorno que apoya y nutre la libertad y la igualdad. La solidaridad y el apoyo mutuo son un rasgo fundamental de la vida humana, una fuente de fuerza y de felicidad y un requisito principal para una plena existencia humana.
La solidaridad y la cooperación entre las personas, que nacen de la vida espiritual, son necesarias para la vida y están lejos de ser una negación de la libertad. Muchos resultados maravillosos ha logrado la fuerza singular de la individualidad humana cuando se fortalece con la cooperación de otras personas. La cooperación, en contraposición a las luchas intestinas y a la disensión, ha funcionado a favor de la supervivencia y la evolución de las especies. Sólo el apoyo mutuo y la cooperación voluntaria pueden crear las bases de una vida individual y comunitaria digna y libre.
La autoliberación no debe esperar el futuro. Lo personal es político, y según obremos aquí y ahora influirá sobre el futuro de la sociedad y de nuestras vidas. Debemos crear no sólo las ideas, sino también los hechos de un futuro utópico, siendo conscientes, viendo lo que no debe ser y obrando adecuadamente. Debemos saber que la palabra utopía no significa un mundo inalcanzable, sino un universo por crear. Podemos crearlo relacionándonos con todo lo que nos rodea de manera espiritual, creando comunidades y organizaciones verdaderamente espirituales, obrando como personas libres en una sociedad no libre. Sólo por medio de nuestras obras, aquí y ahora, podemos asentar los cimientos de una sociedad libre en la que nuestros hijos se desarrollen en plenitud.
La jerarquía es una organización piramidal compuesta de una serie de grados, rangos u oficios que van de menor a mayor poder, prestigio y remuneración. Incluye siempre la manipulación, la represión y la explotación. Por eso las personas que viven espiritualmente trabajan contra el Poder y la jerarquía en la que se establece su Estado. La persona que vive espiritualmente se opone a todas las instituciones jerárquicas, pues ellas encarnan el principio de autoridad.
La jerarquía tiene la función principal de ejercer el control a través de la coerción, de la amenaza de sanciones negativas de cualquier clase: física, económica, psicológica, social, etc. Este control, en el que están incluidas la represión de la protesta y de la rebelión, necesita de la centralización, de un conjunto de relaciones de poder en el que el control máximo es ejercido por unos pocos en la cumbre –en particular en la cabeza de la organización-, mientras que aquellos que se encuentran en los rangos medios tienen mucho menos control y los de abajo ninguno. Como la dominación, la coerción y la centralización son rasgos esenciales del autoritarismo, y como esos rasgos forman parte de las jerarquías, toda institución jerárquica es autoritaria. Quien no busque el desmantelar todas las formas de jerarquía no puede ser llamado espiritual.
El poder debe encontrarse totalmente descentralizado. Sólo por medio de una descentralización racional del poder, estructuralmente y territorialmente, puede fomentarse la libertad individual, la igualdad y la solidaridad. La delegación de poderes en manos de una minoría es una negación de la libertad y de la dignidad humana. Las personas deben ser libres para unirse según ellas crean conveniente, y sus asociaciones deben ser regidas por asambleas en las que intervengan todos sus miembros, con los asuntos puramente administrativos gestionados por comités elegidos para el caso. Estos comités comunales están formados por delegados temporales revocables que ejecutan sus labores bajo la vigilancia de la asamblea que los eligió. Si los delegados actúan en contra de su mandato, o tratan de extender su influencia o labor más allá de lo decidido por la asamblea –si empiezan a tomar decisiones políticas-, podrán ser instantáneamente revocados y sus decisiones abolidas.
Estas comunidades igualitarias, formadas por acuerdos libres, a su vez se asocian libremente en confederaciones. Las decisiones de estas confederaciones libres van desde abajo hacia arriba, fluyen desde las asambleas elementales hacia arriba. Las confederaciones son gestionadas de manera similar a como se gestionan las comunidades de personas. Regularmente hay conferencias locales y regionales. Estas van desde menor a mayor índice de representatividad, desde las que se representa a una sola comunidad hasta las que representan al conjunto de la humanidad. En ellas se tratan todos los asuntos importantes y los problemas que afectan a la confederación libre. Las decisiones fluyen desde abajo hacia arriba, desde las asambleas elementales hacia las que representan a más número de personas.
Las confederaciones son gestionadas de manera similar a las comunidades de base. Se forman comités de acción, si se necesitan, para coordinar y administrar las decisiones de las asambleas y sus congresos, bajo el estricto control que surge desde abajo, según hemos expuesto anteriormente.
Las asambleas comunales básicas pueden anular cualquier decisión alcanzada por las confederaciones y salirse de una confederación. Además, pueden convocar reuniones confederales para discutir nuevos asuntos y para informar a los comités de acción acerca de nuevos objetivos o intereses y para instruirlos sobre que hacer con respecto a nuevos requerimientos e ideas.
Organizados de esta manera, la jerarquía es abolida, ya que el ser humano, en la base de la organización, ejerce el control, no sus delegados. Sólo esta forma de organización -que necesita de la iniciativa todos y resulta en beneficio de todos-, puede reemplazar al gobierno jerárquico -que supone la iniciativa y el beneficio de unos pocos frente a la explotación de la mayoría. Esta forma natural de organización debe existir en todas las actividades que requieren trabajo de grupo y la coordinación de muchas personas. Es el medio para integrar a las personas dentro de estructuras que ellos mismos pueden comprender, controlar y modificar. En él, las iniciativas individuales son gestionadas por la propia persona.
La creación de una nueva sociedad basada en las organizaciones libertarias tendrá un incalculable efecto en la vida diaria. El impulsar la creatividad y el trabajo de todos los seres humanos transformará la sociedad en maneras que hoy día apenas podemos llegar con la imaginación.
La forma de organización estadista, centralizada y jerárquica produce indiferencia en vez de implicación y compromiso, dureza de corazón en lugar de solidaridad, uniformidad en vez de unidad, y élites privilegiadas en lugar de igualdad. Y lo más importante, estas organizaciones destruyen la iniciativa individual, aplastan la acción independiente, el pensamiento crítico y son nefastas para la humanidad.
Los efectos de la jerarquía pueden verse por todas partes. No funciona. La jerarquía y la autoridad existen por todas partes, en el trabajo, en el hogar y en la calle, y en todos estos lugares puede verse el dolor que causan.
Si una persona pasa la mayor parte de su vida recibiendo y aceptando órdenes, si se acostumbra a la jerarquía, se convertirá en un ser pasivo-agresivo, sadomasoquista, servil y estúpido, y llevará ese peso a todos los aspectos del resto de su vida. El fin de la jerarquía trae consigo una transformación integral de la vida cotidiana. Implica la creación de organizaciones centradas en el ser humano dentro de las cuales todos pueden ejercitar sus habilidades al máximo. Sólo la autodeterminación y el acuerdo libre en cada nivel de la sociedad y dela existencia puede desarrollar la responsabilidad, la iniciativa, la inteligencia, la implicación y la solidaridad de las personas y de la comunidad.
Sólo una organización de la sociedad en la que no exista la jerarquía permite acceder y utilizar el inmenso talento y la extraordinaria capacidad que existe en el interior de la humanidad. Únicamente una organización así enriquece a la comunidad a través del mismo proceso que enriquece y desarrolla a la persona en su individualidad. Solamente involucrando a todos los seres humanos en el proceso de idear, planear, coordinar e implementar las decisiones que los afectan podrá florecer la libertad y podrá desarrollarse y ser protegida la individualidad. Una organización así desata la creatividad y el talento del rebaño esclavizadas por el Poder y su jerarquía, por lo que ya deja de ser un rebaño para convertirse en una verdadera humanidad.
Es sistema libertario beneficia incluso a aquellos que dicen beneficiarse por el libre mercantilismo, el capitalismo y sus relaciones autoritarias. Todos, los que mandan y los que son mandados son estropeados por la autoridad; ambos, explotadores y explotados son degradados por la explotación. Esto es así porque en cualquier relación jerárquica el que domina, al igual que el que es dominado, paga un precio. El precio pagado por “la gloria de mandar” es verdaderamente pesado. Cada tirano se resiente de sus obligaciones, y está condenado a arrastrar el peso muerto del durmiente potencial creativo de sus subordinados por el camino de su tortura.
La libre asociación se organiza alrededor de una asamblea en la que se reúne todos sus miembros -en el caso de grandes centros de trabajo, de pueblos o ciudades, esta asamblea puede componerse de un sub-grupo funcional, tal como una oficina específica o un barrio. En esta asamblea, en cuerdo con otras, se define el contenido de sus obligaciones políticas. Actuando dentro de la asociación, la gente debe ejercer juicios críticos y elegir, es decir, gestionar sus actividades. Lo cual quiere decir que la obligación política no se le debe a una entidad aparte por encima del grupo o sociedad, tal como el Estado o la empresa, sino a los "con-ciudadanos" o compañeros. Aunque el pueblo en asamblea legisla colectivamente las reglas que gobiernan su asociación, y están sujetos a ellas como individuos, también son superiores a ellas en el sentido de que esas reglas siempre pueden ser modificadas o abrogadas.
Comunitariamente, las personas asociadas constituyen la autoridad política, pero como esta autoridad está basada en relaciones horizontales entre ellas mismas, más bien que en relaciones verticales entre ellos y la élite, la "autoridad" es no-jerárquica, sino "racional" o "natural".
Si algunos se encuentran en minoría en una votación particular, esas personas tienen que elegir entonces si consienten o se niegan a reconocer la decisión como obligatoria. Negarle a la minoría la oportunidad de ejercer su juicio y su elección es infringir en su autonomía e imponerle una obligación que no ha aceptado libremente. La imposición a la fuerza de la voluntad mayoritaria va en contra de la obligación auto-asumida, y por eso es contraria a la democracia directa y la libre asociación. Por lo tanto, lejos de ser una negación de la libertad, la democracia directa, dentro del contexto de la libre asociación y de la obligación auto-asumida, es la única manera de permitir la libertad. No hace falta decir que, una minoría, si permanece dentro de la asociación, puede apelar su caso y tratar de convencer a la mayoría de su error.
Los lazos entre las asociaciones siguen el mismo modelo que las asociaciones. En lugar de individuos unidos en una asociación, encontramos asociaciones unidas en confederaciones. Los enlaces entre asociaciones dentro de una confederación son de la misma naturaleza horizontal y voluntaria que en las asociaciones, con los mismos derechos de "voz y salida" de sus miembros.
La forma de organizar la sociedad -que realiza la libertad, la igualdad y la fraternidad- en la gestión de los asuntos humanos, ya existía antes de que naciera el capitalismo, aunque aumentó su influencia a medida que el capitalismo acaparaba más y más de la sociedad del planeta. Los pensadores cuyas ideas pueden ser clasificadas como libertarias se remontan a miles de años, y se pueden encontrar tanto en civilizaciones orientales como occidentales.
Es necesaria la abolición de todos los monopolios económicos y la propiedad común de la tierra y de los medios de producción, cuyo usufructo debe ser disponible para todos sin distinción. Es imprescindible una actitud espiritual frente al capitalismo y hacia todas las instituciones de poder político, ya que históricamente la explotación económica siempre ha ido de la mano de la opresión y de la dominación política y social del ser humano por el ser humano. La explotación y la opresión de unos sobre otros son inseparables, y la una condiciona la otra.
La naturaleza tampoco se libra de la explotación cuando el sistema que organiza a la sociedad explota a las personas. La verdadera ecología localiza las raíces de la crisis ecológica en las relaciones de dominio entre las personas. La dominación de la naturaleza es un producto más de la dominación que sucede de la sociedad. Por ello los auténticos ecologistas consideran esencial tratar adecuadamente a la jerarquía, y no a la civilización como tal.
El ser humano debe tomar una actitud espiritual con respecto al capitalismo, el estado y la propiedad privada. Esto incluye el poder político, la propiedad y la gestión de los asuntos que conciernen a la comunidad, las relaciones entre los hombres y las mujeres, padres e hijos. Debe encontrar e identificar las estructuras autoritarias, la jerarquía y la dominación en cada aspecto de la vida, y obrar adecuadamente. Esto significa, en muchos casos, desafiarlos y desarmarlos, de forma que aumente el campo de la libertad humana.

jueves, 9 de mayo de 2013

Eres Feliz?




En cierta ocasión, durante una elegante recepción, de bienvenida al nuevo Director de Marketing de una importante compañía Londinense, algunas de las esposas de los otros directores, querían conocer a la esposa del festejado y le preguntaron con cierto morbo:

Tu esposo, te hace feliz?.

El esposo, quien no estaba en ese momento a su lado, pero sí lo suficientemente cerca para escuchar la pregunta, prestó atención a la conversación e incorporó ligeramente su postura, en señal de seguridad, y hasta hinchó un poco el pecho, orgullosamente, pues sabía que su esposa diría que sí, ya que ella jamás se había quejado durante su matrimonio.
Sin embargo, para sorpresa suya y de los demás, la esposa,

respondió con un rotundo

- NO, NO ME HACE FELIZ.

En la sala se hizo un incómodo silencio como si todos los presentes hubieran escuchado la respuesta de la mujer. El marido estaba petrificado. No podía dar crédito a lo que su esposa decía, y menos en un momento tan importante para él.

Ante el asombro del marido y de todos, ella simplemente se acomodó enigmáticamente sobre su cabeza su elegante chalina de seda negra y continuó:

- No, él no me hace feliz ,Yo soy feliz!
El hecho de que yo sea feliz o no, no depende de él, sino de mí.

YO soy la única persona de la que depende mi felicidad.

YO determino ser feliz en cada situación y en cada momento de mi vida, pues si mi felicidad dependiera de otra persona, de otra cosa o de circunstancias sobre la faz de esta tierra, estaría en serios problemas.

- Todo lo que existe en esta vida cambia continuamente: El ser humano, las riquezas, mi cuerpo, el clima, los placeres, etc. Y así podría decir una lista interminable…

A través de toda mi vida, he aprendido algo: YO DECIDO SER FELIZ y lo demás son "experiencias o circunstancias", como ayudar, comprender, aceptar, escuchar, consolar y junto a mi esposo lo he vivido y practicado tantas veces…

…la felicidad siempre se apoyará en el verdadero perdón y en el amor, así mismo y a los demás…

- …No es responsabilidad de mi esposo hacerme feliz... Él también tiene sus “experiencias o circunstancias”, lo amo y el me ama, muy a pesar de sus circunstancias y de las mías…

- Él cambia, yo cambio, el entorno cambia, todo cambia; habiendo amor y perdón verdadero, y observando esos cambios, (los cuales tal vez puedan ser fuertes o no, pero existen ), hay que enfrentarlos con el amor que hay en cada uno de nosotros, si los dos nos amamos y nos perdonamos; los cambios serán sólo “experiencias o circunstancias” que nos enriquecen y que nos dan fortaleza, de lo contrario, solo habremos sido parejas de “paso”.

El amar verdaderamente, es difícil, es dar amor y perdonar incondicionalmente, vivir, tomar las “experiencias o circunstancias” como son, enfrentarlas juntos y ser feliz por convencimiento.

Hay gente que dice:

- No puedo ser feliz porque estoy enfermo, porque no tengo dinero, porque hace mucho calor, porque me insultaron, porque alguien ha dejado de amarme, porque alguien no me valoró!

Pero lo que, muchos, no saben, es que se puede ser feliz aunque…

estés enfermo, aunque haga calor, tengas o no dinero, aunque alguien te haya insultado, o alguien no te haya amado o no te hayan valorado.

Ser feliz es una actitud ante la vida y cada uno decide!

Ser feliz, depende de ti!

miércoles, 8 de mayo de 2013

A partir de hoy ...

A partir de hoy ...


Tu vida puede tomar uno de dos rumbos.

La única manera de salir adelante en la vida es no culpar a los demás de lo que te sucede.

Tu eres el arquitecto de tu vida.

Y si la vida no te ha sido muy favorable hasta ahora, el futuro puede cambiar y depende especialmente de ti.

Si has tenido muchos fracasos, estas en una excelente posición para comenzar una nueva vida, pues eres experto en conocer como no deben hacerse las cosas.

Cuando tu sabes que es lo errado, no lo repetirás en el futuro y te acercara cada vez mas al éxito.

A partir de hoy tu vida puede tomar uno de dos rumbos. El éxito o el fracaso. La felicidad o la infelicidad.

Es tu decisión cual camino tomar y tienes igual oportunidad de seguir uno u otro sendero.

Tienes las mismas posibilidades para cualquiera de los dos.

La forma de tomar el sendero del triunfo es... ¡dejar de culpar a los demás!

Asumir tu propia responsabilidad y virar hacia una actitud mental positiva y constructiva.

Elimina los "si no fuera por...". "Si no fuera por mis padres yo habría hecho...", "si no fuera por este gobierno, yo estaría...", "si hubiera tenido dinero...", "si me consideraran en la oficina...",

Nada soluciona el culpar a los demás.

Si las cosas te sucedieron, es en gran parte tu responsabilidad.

Asúmela y tu vida cambiara.

martes, 7 de mayo de 2013

El sentido del Humor



Cuando se pregunta a los hombres y mujeres cuáles son las características mas importantes que deben tener las parejas para ser felices, en un buen porcentaje, afirman que es indispensable tener sentido del humor, entre otros atributos.

Indudablemente, el humor se ha visto como una cualidad primordial y saludable en todo comportamiento humano. Es agradable y placentero disfrutar al lado una persona que nos simpatice y divierta, que tome las cosas con humor y con quien pasemos un buen rato.

No obstante, los investigadores del humorismo han encontrado una gran diferencia de género, en cuanto a la apreciación del sentido del humor. Los hombres y mujeres no se refieren a lo mismo en relación al valor de este atributo. En el caso de las féminas y dado que la mujer es la que hace la selección para la conservación de la especie, ella considera el humor como un buen atributo sexual. Por esta circunstancia es que los hombres han desarrollado más esta condición que las mujeres. Los hombres saben que tienen que ser simpáticos y cordiales cuando se presentan a la mujer que les gusta. Difícilmente un hombre podrá conquistar a una mujer con mal genio, aunque haya sus excepciones.

Los hombres de por si tratan de obtener el sentido del humor, por ejemplo cuentan chistes, hacen juegos de palabras con sus amigos y les ponen sobrenombres a sus compañeros (cosas de hombres), situaciones que no son tan comunes en las mujeres. Esencialmente, los hombres usan el humor para competir con sus congéneres y demostrar quién es más sociable para llamar la atención de ellas, mientras que las mujeres lo utilizan para establecer vínculos afectivos o sociales con sus semejantes de cualquier sexo.

El hombre hace chistes y la mujer se alegra. Un estudio que se hizo en Alemania indica que el número de veces que la mujer se ríe con un hombre en su primera cita es indicativo del deseo que ella tiene en volver a salir con esa persona. Riendo ella demuestra su felicidad.

Otra diferencia es que a los hombres les gusta que les celebren sus chistes y no le agradará que la mujer tome "su puesto". Ellos prefieren que les disfruten su humor y sus bromas.

En el caso de mujeres chistosas, les hace bien si encuentran al hombre que le celebre su sentido del humor ya que esto contribuye a un aumento de su autoestima, pero cuidado con alejarlo.

El humor permanente en la pareja evita y calma las tensiones y los conflictos. Los consortes que hacen juegos y chistes y toman la vida con humor tienden a ser más felices que las parejas que no lo hacen. El humor calma las tensiones y los conflictos. Los que toman la vida con humor tienden a ser más felices que los que no lo hacen.
Por favor sonríe y pásalo bien.
Carecer de humor es carecer de humildad, es estar demasiado inflamado de uno mismo. Pero no exageremos la importancia del humor: un mal tipo puede hacer gala de un humor exquisito, y es posible ser buena gente y carecer por completo de sentido del humor. No obstante, quien tiene humor suele ser más estimable que quien no lo posee. El humor es una herramienta crítica de gran eficacia. "Leí La Guerra y la Paz en veinte minutos. Es acerca de Rusia", decía Woody Allen en tiempos en que estaban de moda los métodos de lectura veloz. El humor es un instrumento apropiado para promover la tolerancia, lo que llevó a Lichtemberg a escribir: "Nada determina más el carácter de una persona como la broma que la ofende". El humor permite ver lo que los demás no perciben, ser consciente de la relatividad de todas las cosas y revelar con una lógica sutil lo serio de lo tonto y lo tonto de lo serio. A veces el mejor consejo es el que proviene de un chiste y no de una formulación teórica.
El humor es una demostración de grandeza que pareciera decir que en última instancia todo es absurdo y que lo mejor es reír, como aquel condenado a muerte que llevan a la horca un lunes y exclama: "¡Bonita forma de comenzar la semana!". El humor es una afirmación de dignidad, una declaración de superioridad del ser humano sobre lo que acontece. Cuenta Diógenes Laercio que a Metrocles se le escapó una sonora ventosidad mientras tomaba una clase de filosofía. Tan grande fue el rubor que le sobrevino que se encerró en un cuarto con ánimo de dejarse morir de hambre. Crates entró a consolarlo tras ingerir comida flatulenta y, como no pudo persuadirlo diciéndole que no había cometido ningún absurdo sino que más bien sería cosa monstruosa no despedir los flatos según marca la naturaleza, soltó él también su flato, con lo cual los dos rieron y Metrocles dejó de sentir vergüenza.
¿Tiene límites el humor? ¿Es posible hacer humor con el tema del Holocausto? Hay una delgada línea divisoria entre la posibilidad de "reírse de" y la de "reírse con". Chaplin ponía como condición de posibilidad del humor la necesidad de que el chiste estuviera a favor del débil y no del fuerte. Algunos diferencian tajan temente humor e ironía. Si Groucho Marx afirma "Pasé una excelente velada, pero no fue ésta" y se lo dice a una generosa anfitriona, se trataría de una ironía. Si en cambio se lo dice al público, se trataría de humor. La ironía invertiría la ecuación de Chaplin y se reiría a costillas del débil. Escribe Comte-Sponville: "Se puede bromear acerca de todo: el fracaso, la muerte, la guerra, el amor, la enfermedad, la tortura. Lo importante es que la risa agregue algo de alegría, algo de dulzura o de ligereza a la miseria del mundo, y no más odio, sufrimiento o desprecio. Se puede bromear con todo, pero no de cualquier manera. Un chiste judío nunca será humorístico en boca de un antisemita. La ironía hiere, el humor cura. La ironía puede matar, el humor ayuda a vivir. La ironía quiere dominar, el humor libera. La ironía es despiadada, el humor es misericordioso. La ironía es humillante, el humor es humilde".
Sin embargo, no toda ironía es cruel. La ironía es una figura retórica que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se quiere decir. No me parece que esta idea de ironía implique necesariamente una forma despiadada de hacer humor. Diría más bien que hay un humor hiriente, esteticista, que no repara en criterios éticos con tal de hacer reír. Si la ironía es utilizada en cambio como instrumento de resistencia, el humor adquiere un sesgo liberador: una modelo casada con un polista millonario responde, cuando el periodista se burla del "trabajo" de su marido: "Se necesita talento para ser polista". El que está al lado le dispara una ironía: "Claro, dinero no hace falta".
Las virtudes de reír y hacer reír no siempre van juntas. El Corán juzga que quien hace reír al prójimo merece el paraíso, pero nada dice sobre el que sabe reír. Conozco gente poco hábil para hacer reír, cuya risa es deliciosa mente oportuna y contagiosa. También ellos merecen el paraíso.
La risa aparece como la distancia más corta entre dos personas. No es un mal comienzo para la amistad. No es un mal recurso para aceptar -o retrasar- la propia muerte y la de los demás. Hay culturas que entierran a sus muertos con alegría. Prefieren recordar con risas y sonrisas, no con lágrimas y tristeza. Recordar con filosofía, tal el refrán castizo para el que "tomarse las cosas con filosofía" equivale a tomarse las cosas con alegría, con uno de los sentimientos más serios, gratuitos y paradójicos con que podemos cepillarnos las telarañas del alma.
 


Aprovecha lo que tienes

Cuánto tienes a tu alcance para hacer algo no es ni por asomo tan importante como lo que decidas hacer con ello. Muchísima gente que se volv...