martes, 12 de marzo de 2013

Como Vencer Angustias y Temores


CONSEJOS PARA PREVENIR LA ANGUSTIA   



I. ¿QUE ES LA ANGUSTIA?  
La angustia se define como una intranquilidad o desazón ante un peligro o una desgracia, acompañada de un sufrimiento intenso. La angustia es una reacción profunda en el ser con manifestaciones físicas a situaciones o causas que realmente no tienen por qué provocar esa reacción.  
El ser humano en realidad es muy flexible y tiene una gran capacidad para soportar problemas, que incluso es mayor de lo que él cree. Puede ser golpeado de muchas maneras por la vida y permanecer en pie ante cualquier circunstancia, si tiene razones profundas por las que vivir y morir. Si una persona encuentra razones concretas por qué vivir y luchar, puede experimentar, sufrir y aguantar toda clase de sufrimientos y dolores, más allá quizás de ciertos parámetros establecidos, y permanecer firme para superar las situaciones en las que se encuentra.  

II. SÍNTOMAS DE LA ANGUSTIA  
Las personas que sufren crisis de angustia pueden tener uno o más de los siguientes síntomas: 
A. Sensación de peligro inminente 
La persona siente una sensación de que está en peligro inminente, sin que exista una situación u objeto amenazante.   
B. Impresión de desorganización o impotencia 
La persona tiene la impresión de que no puede hacer absolutamente nada en contra del miedo que siente. Se siente impotente ante la situación que le amenaza.  
C. Sensación de irrealidad 
La persona admite que lo que siente es realmente absurdo, pero sigue sintiendo la misma sensación de angustia ante la cual no puede hacer nada. O sea, la persona sabe que es absurdo pero cree que es verdad.  
D. Síntomas físicos 
En una crisis de angustia, la persona puede sentir uno o más de los siguientes síntomas físicos: 
1. Palidez, jadeo, temblor, sudor o palpitaciones 
2. Sensación de que algo le oprime y le hace mucho daño  
3. Dificultad para respirar 
4. Confusión y agitación como si estuviera inmersa en una especie de niebla 
5. Inamovilidad y paralización, a la espera de una catástrofe inminente y presa de un pánico incontrolable 
6. Apariencia ante los demás como si estuviera loco o fingiendo el malestar que siente 
Sin embargo, las crisis de angustia son reales, auténticas y los que la padecen sufren terriblemente. La situación de crisis puede empeorar considerablemente si se mezcla con licor o drogas.  

III. CAUSAS DE LA ANGUSTIA  
Los sentimientos de angustia pueden ser causados por las siguientes situaciones: 
A. No tener un sentido profundo por qué vivir 
Cuando el ser humano está desorientado, no tiene claro por qué vive o sufre, no tiene metas definidas ni encuentra sentido a su vida y sufre sin saber por qué. En este estado, lo atacan fácilmente miedos irracionales y toda su energía vital, su fuerza interna profunda, que en sí es positiva y buena porque viene de Dios, se diluye y se diversifica y la persona no puede gobernar su propio ser. Si una persona es incapaz de dominarse, su cuerpo es invadido por energía negativa, descontrolada y desequilibrada que ataca sus órganos vitales y los destruye. Sus fuerzas internas descontroladas se convierten en negativas y pueden aniquilarlo poco a poco. Sobrevienen, entonces, reacciones somáticas que se manifiestan en problemas cardíacos, estomacales, intestinales, nerviosos, y otros.  
Cuando la persona no tiene razones profundas por qué vivir ni causas por qué sufrir, y se encuentra alejado de Dios, su capacidad de resistir se limita muchísimo más, puede quebrarse fácilmente y de allí viene la angustia.  
La angustia proviene, pues, de una rebeldía interna. Esa es la razón por la que las personas se enferman tanto; padecen mucho más de lo que tendrían que padecer físicamente y ciertamente se desgastan por el mal uso de la energía positiva interna que Dios les ha dado.  
La angustia no es la única causa de enfermedades, porque el mundo del ser humano es sumamente misterioso y la medicina misma no es capaz de descubrir todos los orígenes de las enfermedades. Pero ciertamente se puede decir que el ser humano se desgasta y enferma porque no utiliza bien su energía o sencillamente no la usa.  
Todo lo positivo y bueno que tiene el ser humano, que es creación de Dios, puede destruir su mente y su cuerpo si no se controla. Nadie puede ser dueño de sí mismo si no se conoce profundamente ni sabe para qué está en este mundo. Como respuesta interna a esta situación de estar alienado y dormido, aparece una angustia vital y existencial, una sacudida profunda del alma, del ser interior, que desequilibra la mente y el cuerpo del ser humano. Esa fuerza interna, que no ha sido bien encauzada ni gobernada, sale anárquicamente de mil maneras, como un caballo desbocado que golpea el cuerpo y el alma del ser humano, destruyéndolo física y emocionalmente. La persona se empieza a alterar y angustiar, y no logra entender qué es lo que le está pasando. Lo que sucede es que su energía vital está padeciendo anarquía profunda.  
La capacidad de sufrimiento del ser humano tiene como fundamento el poder creador de Dios, quien nos hizo a Su imagen y semejanza. Si la persona cuenta con el auxilio y el poder de Dios, y se apoya en la fuerza divina que proviene del Señor, su capacidad de trabajo y de sufrimiento es, en verdad, casi ilimitada y su reacción ante las circunstancias adversas de la vida es mucho más positiva.  
Uno de los problemas del ser humano es la mediocridad. El mundo es de aquel que es capaz de dar a la gente razones por las que vivir. Un buen ejemplo de ésto fue lo que sucedió en Alemania antes de la segunda guerra mundial. En ese tiempo, Alemania era una nación moderna que tenía grandes potencialidades; estaba llena de vitalidad, entusiasmo y riqueza cultural. Esa nación fue tomada por una persona anormal que, tristemente, le inyectó razones equivocadas por las que vivir y morir que la lanzaron a una hecatombe. El pueblo Alemán no tenía un núcleo vital, un por qué vivir y morir, no había sido educado en el sentido más profundo del término (es decir evangelizado) y carecía de jerarquía en sus valores morales. La locura de Hitler alzó a ese pueblo a una lucha irracional, infundiéndole, inteligentemente, sus propias razones torcidas por las que luchar. El no comprendió que era imposible combatir contra el mundo entero, vencerlo, adueñarse de todo y crear otro imperio romano. Si Hitler hubiera sido un hombre cuerdo, positivo, auténtico y equilibrado, probablemente Alemania hubiera dado al mundo un impulso de progreso mucho más grande que el de Japón.  
Esta es una prueba de que el mundo está hambriento de razones profundas por qué vivir y morir. Todo ser humano necesita encauzar la energía maravillosa dada por Dios para poder vivir, luchar y morir. Mientras más encauza su energía por senderos positivos y buenos, más plenamente vivirá. Muchos grandes artistas, pintores, políticos, músicos, descubridores, científicos y líderes religiosos han vivido muchos años más de lo normal por su apasionamiento y entrega a una causa profunda, sea sus cuadros, su música, su economía o su Dios. La vida se alarga mientras uno está más entusiasmado luchando por algo grande.  
Hendel pasó 24 días encerrado, casi sin comer ni dormir, inspirado, apasionado, creando el Aleluya, que es una obra inmortal y maravillosa, que se ha cantado y ejecutado en todas partes del mundo. Este músico por vocación estaba impactado, motivado, entusiasmado y convencido que esta obra era grande y valía la pena. Muchos artistas de esa época morían de hambre, pero se puede decir que sus obras eran su razón por qué vivir y por qué morir y quedaron como herencia valiosísima que hoy día se venden por muchos miles de dólares.  
Cuando el ser humano trabaja de esta manera, no sufre de angustia, taquicardia o dolores de cabeza, cuello, nuca o estómago. Su energía esta bien encauzada, todo su cuerpo funciona bien y está en armonía.  
Cada ser humano fue hecho increíblemente bien por Dios, con un caudal grande e impresionante de energía y capacidad para trabajar diez, doce o más horas al día. Si usted se encuentra apasionado y entusiasmado con su trabajo, puede trabajar por mucho más tiempo y al final se sentirá muy satisfecho y tranquilo. En cambio, la falta de motivación, entusiasmo y apasionamiento causará que usted trabaje muy por debajo de su capacidad y se sienta agotado. Usted tomará su carrera o profesión simplemente como un medio para vivir y comer y no para desarrollarse plena e integralmente. El desperdicio de la energía maravillosa que Dios le ha dado provoca muchas neurosis, conflictos emocionales, problemas físicos, angustia y cansancio.  
La angustia aparece cuando no existe una razón profunda por la que usted deba vivir o morir. Significa que usted no está convencido y enamorado de lo que está haciendo. La angustia es, en parte, como un fenómeno mental y físico de desorientación y alarma que nos anuncia que las cosas no andan bien. También es un signo de vagancia de nuestra sociedad de opulencia, donde todo es fácil, todo está programado, establecido y asegurado y no hay que sacrificarse demasiado. Las personas son poco creativas y actúan como robots, subsistiendo pero nunca rindiendo al máximo. Se convencen que no nacieron para sufrir sino para vegetar y vivir tranquilos, sin  
dificultades, o sea como un adorno. En estas circunstancias, siempre encontrarán una manera de estar toda la vida simplemente descansando. La angustia es consecuencia clara de no descubrir por qué razón está usted vivo en este mundo. Es como un vacío existencial en el que la persona se encuentra desorientada y no ha descubierto aún el papel que ha venido a desempeñar en esta vida.  
A Dios le tiene que doler cómo está el mundo y cómo ha ido evolucionando, porque la cantidad de vagos es realmente impresionante. El cuerpo de Cristo, que es la Iglesia y somos todos nosotros, tiene la sagrada misión de crear un mundo verdaderamente maravilloso con razones profundas y auténticas por las que vivir y morir. 
B. Educación negativa, traumas y frustraciones a temprana edad 
La educación negativa definitivamente influye como causa de la angustia. Hay situaciones de angustia que empiezan a desarrollarse en nuestra infancia, niñez, adolescencia o juventud. Nacer y crecer en una familia que experimenta ansiedad y en la que a menudo se vive angustiado causará que los niños se desarrollen con ciertas deficiencias en cuanto a su educación. Una educación negativa, donde el padre o la madre ha estado consciente o inconscientemente inyectando ansiedad a sus hijos, los condiciona a sufrir diferentes grados de angustia, que no se resuelven hasta que se descubren las causas y se somete a la persona, ya adulta, a una terapia profunda.  
La educación en el hogar es clave para el bienestar mental de una persona. Los niños no tienen formado aún su juicio crítico; son como esponjitas que todo lo asimilan. Un niño no puede analizar que su madre es una mujer nerviosa y angustiada. El niño solamente puede deducir que lo que la madre o el padre sufre y teme debe ser verdad porque esos son sus padres. Entonces, el niño aprende a tener miedo de las mismas cosas que sus padres temen. Es terrible que los padres inyecten ansiedades a sus niños y los programen a estar siempre sobresaltados y angustiados.  
C. Cultivo de miedos irracionales 
Los miedos probablemente tienen cierto fundamento real, pero luego se pueden volver irracionales. Cuando es así, la persona pierde la medida o magnitud de esa realidad inicial y se produce una reacción obsesiva que daña el organismo. Los miedos irracionales aturden y con el tiempo se pueden convertir en fobias que pueden activar sentimientos de angustia. Las personas que sienten miedos los "viven" como si fueran realidad, lo cual los va agotando y destruyendo. Los miedos también pueden provocar o anticipar acontecimientos negativos, si se viven muy intensamente.  
Hay ciertas personas que no sufren angustia porque tienen razones profundas por qué vivir, pero nunca han podido superar ciertos miedos irracionales. Realmente, es muy fácil cultivar miedos irracionales, ya que no hemos sido educados para vivir mejor, sino para saber más de matemáticas, ciencias, inglés, geografía y demás, o para vestir bien, para no gritar o no gastar mucho dinero.  Se puede decir que todos estamos enfermos ya que vivimos en una sociedad enferma y neurótica.  
Los miedos deforman la realidad cuando se experimentan irracional y obsesivamente y producen cierto desequilibrio y depresión. Por el efecto dañino que causan los miedos, hemos identificado 14 tipos diferentes de miedos que analizaremos para descubrir cómo superarlos y vencerlos.  

IV. LOS MIEDOS 
Los miedos muchas veces tienen su origen en la realidad de las cosas que acontecen, pero hacen un daño terrible cuando por diversas circunstancias se convierten en una obsesión para el que los siente. Cuando los miedos pierden su sentido real, se transforman en auténticos monstruos mentales que causan mucho daño. Si los miedos no son bien controlados, se desbordan y producen una angustia terrible.  
En general, los miedos obsesivos producen una terrible angustia, sobre todo cuando no se aprenden a dominar. Los seres humanos son mucho más irracionales de lo se piensa porque en muchas de las cosas que hacen, actúan sin pensar y sin razón. Mientras las personas no racionalicen los miedos, seguirán angustiados.  
Hemos seleccionado y resumido los principales miedos, tomando las ideas de varios autores diferentes, y se los presentamos a continuación. Ataquemos de frente estos miedos irracionales para poder vivir una vida más plena, 
A. Miedo al fracaso 
El miedo al fracaso paraliza e impide actuar. Este miedo a no triunfar en una determinada empresa que nos hemos dispuesto a realizar en cualquier campo de la vida, puede producir desequilibrio emocional y angustia. Este miedo se produce muchas veces porque la persona tiene una visión irreal de la vida, en la que piensa que todo le tiene que salir bien, que su camino tiene que ser amplio, tranquilo, cómodo, feliz y sin problemas. No concibe que en la vida puede ocurrir algo negativo. Con esa manera de pensar, la persona no está preparada para el fracaso y cualquier cosa negativa que le ocurra se convierte en una tragedia. Cuando una persona tiene este tipo de pensamiento en su subconsciente y está convencido de lo que piensa, se paraliza, se limita en su acción y se convierte en un ser mediocre que nunca será algo grande en la vida, ni realizará algo que en verdad valga la pena. Esa persona hará solamente aquello que no conlleve ningún riesgo que le pueda llevar al fracaso.  
La persona que piense así, al situarse ante cualquier posible fracaso o algo que implique cierto riesgo, inmediatamente comenzará a angustiarse. Su angustia puede llegar a ser tan grande que su reacción será huir. Si no puede huir, comenzará a volverse agresivo y atacará el obstáculo que tenga en el camino, que bien puede ser el motivo de su fracaso. La huida y la agresividad son sus dos opciones. Ambas reacciones son primitivas e instintivas y causan que la persona actúe irracionalmente.  
¿Qué hacer ante el miedo al fracaso? 
Todo ser humano debe tener conciencia clara de que en la vida se triunfa y se fracasa; se tiene éxito y se cometen errores; se alcanzan cumbres y se cae en abismos. Cuando uno se esfuerza por alcanzar ciertas metas, en esa lucha habrá una mezcla de éxito y fracaso, lo que nos mostrará con más claridad el camino que se debe tomar para triunfar. Ser realista y tener una visión objetiva de la vida preparará al ser humano para tomar con serenidad un posible fracaso. El éxito servirá de estímulo para seguir adelante y el fracaso servirá de lección para no volver a hacer lo mismo.  
Para vencer el miedo al fracaso, hay que aceptar que todo en la vida tiene un riesgo. No hay nada bueno en la vida que para conseguirse no conlleve el riesgo de perderlo. Hay que estar preparado para asumir ese riesgo si se quiere conseguir algo bueno.  
Otro paso importante para vencer el miedo al fracaso es seguir adelante sin pensar demasiado. Cuando se está convencido de que lo que se quiere obtener es algo bueno, debe ponerse rápidamente en acción. Una vez que empiece, estará tan ocupado trabajando que se olvidará del miedo. Después se dará cuenta de que gran parte del miedo era irracional. Al descubrir esto, empezará a adquirir confianza en sí mismo y en esa medida irá desapareciendo el miedo a fracasar.  

B. Miedo al rechazo 
El miedo al rechazo se produce muchas veces en la infancia. Desgraciadamente, hay padres que no dedican suficiente tiempo a sus hijos, por estar ocupados en otras cosas o porque en el fondo no los quieren. Un niño en este ambiente sufre tremendamente el abandono de sus padres y va desarrollando un sentimiento de que no vale nada. Desde su infancia, entonces, se produce en esa criatura un gran complejo.  
También se puede cultivar ese miedo en el ambiente escolar. Si un niño tiene algún defecto físico o algún problema de ajuste mental, puede ser rechazado y ridiculizado por sus compañeros o su maestra.  
Luego en la adolescencia, el sentimiento de rechazo puede cultivarse por desengaños amorosos u otras desilusiones en el campo afectivo que se convierten en traumas.  
El miedo a ser rechazado produce parálisis en el campo de la afectividad y hace que la persona se repliegue y se aleje cada vez más del contacto social. Cuando una persona ha sido muy golpeada en la infancia, adolescencia o juventud, se desilusiona mucho y eso le produce un tremendo miedo a ser rechazado, porque quienes deberían quererlo no lo hacen. La persona se esconde dentro de una timidez o reacciona muy anormalmente cuando está en grupo; siente mucha angustia cuando tiene que enfrentar situaciones en las que debe encontrarse con otros seres humanos. Entonces, su actitud no es espontánea y tiene dificultad en comunicarse con las demás personas, esquiva la mirada de los demás, guarda sus ideas y no habla. Por esto, pierde numerosas oportunidades para cultivar amistades y establecer relaciones afectivas. Esto empobrece a la persona humanamente, porque nadie puede crecer integralmente sin el contacto permanente y profundo con otros seres humanos con quienes pueda dialogar, comunicarse y convivir.  
El miedo al rechazo también puede provocar que una persona, aún con muchas cualidades, no pueda funcionar plenamente en su oficio o profesión.  
La persona que teme ser rechazada provoca rechazo por su manera de hablar y comportarse en grupos y en sus relaciones interpersonales. Su forma anormal de reaccionar provoca a su vez más rechazo y se convierte en un círculo vicioso. Además, muchas veces la persona afectada aumenta la magnitud del rechazo normal (que todos experimentan en un momento u otro de su vida) y lo convierte en algo monstruoso. Muchas veces, la persona confunde una simple mirada con una mirada mal intencionada, confunde un tono de voz un poco subido con una ofensa y un gesto un poco brusco con un desafío o una humillación terrible. Las "víctimas" de este miedo actúan siempre a la defensiva y se convierten en personas hipersensibles. La hipersensibilidad las torna agresivas y hasta capaces de causar daños físicos o mentales a otras personas. Con el tiempo, puede aparecer una especie de demencia y deseo de venganza, de hacer daño y de aniquilar a todo el mundo.  
El rechazo ficticio que la persona elabora en su mente como resultado de traumas sufridos en su pasado, produce el rechazo real de las personas con las que se relaciona y lo obliga a retirarse aún más de la sociedad. Esto impide que dé mucho más de lo que puede dar y la persona experimenta una terrible soledad.  
La persona que siente miedo a ser rechazada deforma la realidad, ve monstruos por todas partes y se convierte en un ser peligroso. Son personas difíciles en su trato en cualquier situación
El miedo al rechazo empobrece al ser humano, aniquila su afectividad, lo convierte en un ser raro, anormal, enfermizo y provoca que sienta más y más odio por la sociedad.  
Para vencer el miedo al rechazo, hay que tomar en cuenta que en la vida unos son aceptados y otros no y hacer el esfuerzo de comprender a las demás personas. Vivimos en una sociedad enferma y bastante agresiva, donde muchas personas han sido afectadas y golpeadas y están siempre a la defensiva. Muchas veces cuando la persona se cree rechazada por alguien es porque esa persona tiene sus propios problemas que la hacen actuar de esa manera.  
Piense positivamente que, a veces, el que tiene problemas no es usted sino la otra persona. Mantenga una autoimagen muy positiva y no permita que estas cosas le afecten. Convierta el rechazo en un reto: ¡llénese de amor! Presente su mejor imagen y pruebe a ver qué vencerá: el amor o el odio. Mejórese más, pula su personalidad, llénese de amor y conquiste esos corazones que supuestamente le rechazan. Hágale ver a los demás que usted sí los acepta y los quiere tal y como son, ya que hay muchos otros que están igualmente temerosos al rechazo.  
Lo más importante para vencer el miedo al rechazo es sentirse seguro de que hay alguien que lo acepta a usted totalmente, tal y como es El le ama por encima de todo y eso le debe bastar, aunque ninguna otra persona le ame en la vida. Además, eso es imposible, ya que siempre habrá una persona que le ame si usted ama. No tema a nadie y rompa barreras; conquiste corazones siendo dulce y transparente en sus acciones.
C. Miedo al futuro 
El miedo al futuro paraliza y produce angustia porque impide vivir lo único que tenemos que es el día de hoy. El miedo al futuro o a lo que pasará mañana es un miedo a la incertidumbre, a lo sorpresivo y misterioso. Puede sentir miedo a enfermarse algún un día, miedo a que se le muera un hijo, a perder el trabajo, a una guerra mundial o al fin del mundo. Mucha gente se olvida del presente y no vive ni disfruta nunca un día por estar su mente y su corazón puesto en un futuro incierto, misterioso y dramático. Estas personas piensan que el futuro le va a arrebatar todo lo que tienen y se enferman por estar angustiadas pensando en el mañana. El miedo al futuro es en realidad el ladrón del presente; le impide ser usted mismo y sacarle al presente toda la felicidad que puede brindarle.  
Si usted pone bien las bases y siembra la semilla buena, lo que haga en el presente es lo único que tiene en sus manos con seguridad y que le podrá producir un futuro mejor.  
El tiene en sus manos la vida, la muerte, el futuro, el presente y el poder para transformar la historia. Dios es fuerte, vigoroso, sabio y vencedor de la muerte. El sabe cómo manejar todas las situaciones.nunca. 
De acuerdo con sus posibilidades, influya lo más que pueda en la sociedad para que mañana sea mejor que hoy a nivel social, económico, político y religioso. Es decir, conviértase en protagonista activo de la historia y no en alguien que, por miedo, se queda paralizado y no hace nada. No sea un simple espectador esperando un futuro terrible. Dios quiere que usted viva plenamente su presente y actúe hoy para tratar de evitar en algo lo que usted cree que puede ocurrir mañana.  
D. Miedo al pasado 
Las experiencias del pasado permanecen en el subconsciente, producen complejos, provocan miedos y paralizan. El miedo al pasado causa que las heridas emocionales, los pecados y los errores del pasado vuelvan al presente para herir y hacer brotar sangre. La persona que experimenta miedo al pasado teme que los pecados que ya estaban dominados le ataquen, que los fracasos que ya había superado en el pasado se presenten nuevamente, que la mala vida anterior destruya la presente, que las sombras que oscurecían la luz de Dios en su vida vuelvan para convertirlo en el pecador de antes.  
El miedo al pasado es el temor a que ocurran las mismas cosas de ayer, a experimentar aquellas cosas que tanto daño hicieron. La persona ha quedado golpeada, herida y traumatizada por cosas del pasado.  
¡Despierte! ¡Reaccione! ¡El ayer esta aniquilado, muerto y sepultado! Comprenda que hoy es diferente que ayer. No tenga miedo a que resuciten los muertos que le produjeron agonía. Ponga de su parte y aprenda del ayer para no volver a experimentar esas cosas. Pero, si volviera a ocurrir lo de ayer, hoy se puede enfrentar mejor a la situación porque conoce el problema, sabe qué esperar, está más preparado y puede manejarlo mejor. Prepárese y esté bien entrenado para los golpes, pues no hay quien escape de ellos en la vida.  
La palabra clave es experiencia, que es la madre de toda ciencia. Gracias a una actitud mental positiva, muchas personas que en el pasado hicieron cosas feísimas, y hasta fueron criminales, se convirtieron en hombres de bien. Al sentirse perdonados por Dios y perdonarse ellos mismos, se pudieron reconciliar consigo mismos y con las personas a quienes ellos hicieron daño.  
Viva su presente y aleje los pensamientos negativos del pasado. Repítase constantemente que el ayer está muerto y olvidado. Sánese a nivel espiritual y pida al Señor que cierre las heridas emocionales y mentales provocadas por los golpes del pasado. Si es necesario, busque tratamiento profesional para que pueda analizar su pasado y comprender que eso todo quedó atrás; que usted ya lo superó. Sólo el hoy es suyo. ¡Vívalo plenamente!  
E. Miedo al qué dirán 
El miedo al qué dirán se basa en la opinión que tienen los demás sobre su persona. Este miedo se relaciona con una autoimagen sumamente pobre que tiene la persona de sí misma, ya que para sentirse bien depende de que otros lo miren bien y se lo digan. De esta manera, la persona se convierte en un esclavo de lo que otros piensan y permite que sea la opinión de otros la que decida si la imagen que tiene de sí mismo es positiva o negativa.  
El miedo al qué dirán paraliza y angustia sobremanera a cualquier persona. La angustia detiene la acción, paraliza en cuanto al triunfo e impide que una persona sea original, sea ella misma y realice en la vida grandes cosas. Este miedo se puede vencer en la medida en que su autoimagen sea auténtica, objetiva, positiva y real. Mientras más pobre y negativa sea su autoimagen, asimismo dependerá más de la opinión de los demás.  
Dios ha hecho a cada persona original, única, diferente e irrepetible. . Desarrolle una autoimagen lo más positiva posible. Para esto, usted tiene que conocerse, valorar sus virtudes y cualidades y siempre relativizar las opiniones que tengan los demás de usted. Sea independiente y autónomo, conozca su naturaleza lo más profundamente posible, con sus virtudes y defectos, aprenda a quererse, amarse y aceptarse, y desarrolle muy positivamente su autoimagen. Escuche con atención, atienda las críticas constructivas y acéptelas con humildad, pero no se atenga totalmente a la opinión de los demás. Elimine la esclavitud absurda de vivir pendiente de los demás. 
F. Miedo al éxito 
Es irónico, pero muchas personas le temen al éxito; le huyen y no quieren saber nada de escalar puestos ni de adquirir más responsabilidades. Tienen todas las cualidades necesarias: cultura, inteligencia, educación, voluntad y medios económicos, pero no luchan para superarse, crecer y subir.  
Algunas personas se angustian pues no quieren subir muy alto porque sienten mucho temor a caer de allá arriba y romperse la cabeza en una caída vertiginosa. Saben que mientras más suben, tendrán que luchar más y les costará más mantenerse en ese nivel. Se quedan, entonces, como parte del montón en los puestos secundarios. Algunas veces esconden en una falsa humildad un terrible miedo a tener éxito. Dios nos dio la vida para ser como águilas y vivir en lo más alto de los montes, cada uno en su puesto de acción. Dios no nos creó para ser mediocres. Intente siempre llegar a las cumbres más altas. Lo más que le puede suceder es que no alcance la meta, pero al menos podrá llegar a la mitad y no quedarse abajo. Llegar al triunfo, a la altura espiritual y humana, superarse y rendir lo máximo en todo produce una increíble satisfacción.   
La cuestión no es solamente subir sino mantenerse allá arriba, en un puesto dentro de su profesión, en la santidad o en el amor matrimonial, pero vale la pena. No se trata de competir ni compararse con nadie. Cada persona tiene su cumbre diferente y debe competir solamente consigo mismo. Llegue a la cumbre y no le tema al éxito porque se paralizará y lo dominará la angustia.  
G. Miedo al ridículo 
Este es un miedo a que se burlen o rían de uno. Muchas veces duele más una burla que la peor calumnia. 
Para vencer el miedo al ridículo, aplique el dicho "el que ríe de último ríe mejor". Adquiera una cierta indiferencia a la burla de los demás. Comprenda que si se ríen de usted es porque no le entienden y que el día que entiendan dejarán de reírse. Aprenda a reírse de los que se ríen de usted, no en sentido de burla, sino restando importancia a lo que a ellos les produce risa.  
Sobre todo, aprenda a reírse de usted mismo y a no tomarse demasiado en serio. Adquiera mucho coraje, valentía y valor, a nivel mental y emocional, para que las risas de los demás no le aturdan. Piense que usted es importante,  
A través de la historia, los grandes hombres han sido siempre objeto de risa, porque la mediocridad, al igual que la ignorancia, es atrevida. Quien no ve más allá de sus narices no puede comprender la trascendencia de las grandes mentes e ideas.  
Mientras usted más suba, más solo se quedará. Pero los que se quedan rezagados abajo son los que no quieren amar, no quieren ser santos, no quieren ser buenos profesionales, y se conforman con ser siempre iguales. Esos siempre se reirán de los pioneros, de los que abren camino y suben. Además, la risa de los demás puede ser una señal de que usted es alguien que empieza a destacar, un poco original y diferente a los demás, pero usted mismo. Benditas risas que demuestran que usted es diferente a los tontos de siempre.  
Por el miedo al ridículo uno no hace una pregunta importante en una reunión, no va a leer una lectura en el altar, no lanza ideas profundas y buenas en la comunidad, grupo o empresa. Hay personas que sudan copiosamente cuando tienen que asistir a una reunión.  

En la historia se han perdido iluminaciones profundas, ideas importantes y acciones heroicas, más que por miedo a perder la vida, por miedo a causar risa. Acostúmbrese a la risa, no le dé importancia a las cosas pequeñas e insignificantes y sea valiente. No permita que el miedo al ridículo le frene e impida que usted se realice en todo su potencial, como Dios quiere que usted sea.  
H. Miedo a la enfermedad 
Muchas veces, el miedo a la enfermedad es producto de estar siempre hablando de lo mismo y leyendo acerca de estas cosas constante y obsesivamente. Los constantes mensajes de los medios de comunicación nos han acostumbrado a alarmarnos, porque hablan de todas las enfermedades posibles, conocidas y no conocidas, sus síntomas y consecuencias.  
Hay personas que sufren muchísimo por un miedo obsesivo a que la próxima enfermedad sea trágica, que su gripe sea en verdad un cáncer en los pulmones, que el dolor que sienten en el estómago sea un cáncer, que su dolor de cabeza sea por un tumor, o que un malestar de varios días significa que se han contagiado con el sida.  
Definitivamente, hay que cuidar la salud y mantenerse lo más sano que se pueda. Algunas enfermedades se pueden prevenir si usted se hace exámenes periódicos, modera su dieta y hace ejercicios, y sobre todo si tiene su mente siempre positiva. Lo que hay que evitar es estar pensando obsesivamente que lo que le sucede a usted es lo peor y que ya le ha llegado el final.  
Hay personas que son hipocondríacas y siempre se están quejando de algo, se preocupan mucho más de la cuenta y piensan que el día que no sienten alguna molestia es porque ha llegado el final. Estas personas están siempre pendientes de las enfermedades de los demás, preguntando acerca de sus síntomas para sentir ellos lo mismo. Cuando su mente está negativa, puede producir enfermedades físicas porque usted tiene un gran poder de sugestión. O sea, si su mente está descontrolada y usted la utiliza negativamente puede llegar a producirle una enfermedad.  
Para vencer el miedo a la enfermedad usted tiene que cuidarse, tener una actitud mental positiva en todo, Entérese bien de los avances de la medicina y las estadísticas que muestran que la mayoría de las personas que están hospitalizadas sufren de enfermedades emocionales y no físicas. Cuide su mente de enfermedades imaginarias y comprenda que es normal que usted se enferme de vez en cuando.
I. Miedo al dolor 
El miedo al dolor y al sufrimiento puede paralizar y producir angustia. Si siente miedo al dolor, usted se situará siempre en segundo lugar y no luchará para conseguir las cosas que más quiere.  
El miedo al dolor se relaciona mucho con la educación. Si cuando niño lo criaron demasiado consentido y usted no fue educado para ganarse las cosas, ya que haciendo nada consiguió todo lo que quiso, en su vida puede aparecer fácilmente el miedo obsesivo al dolor.  

Toda persona nace para amar y ser amada, porque el amor es parte de la vida. Amar implica una profunda entrega, una lucha y preocupación constante y profunda por los que se aman y, si es necesario, hasta morir por ellos. Sin embargo, mientras más se ama, más se tiene que sufrir y experimentar dolor. Todos comprendemos lo necesario que es amar.  
Muchas personas tienen un miedo obsesivo y espantoso a sufrir y prefieren sacrificar la experiencia más grande que puede darnos la vida que es sentir amor. Una persona así puede vivir una vida supuestamente "feliz" porque no sufre, pero tampoco ama. Si una persona no ama, no ha vivido; si no ha vivido, ha fracasado totalmente. Vivirá más o menos tranquila, pero cuando muera muy pocos la recordarán, porque no dejará una huella positiva en la vida de ninguna persona.  
Dice la Palabra que cuando Jesús le dijo al joven rico, "Anda, ve y vende todo lo que tienes, sacrifícate y sígueme", éste desconcertado, sintió mucho miedo y no se atrevió. El hubiera sido uno de los doce apóstoles y su nombre hubiera quedado escrito para siempre en el libro de la vida. Pero ni siquiera su nombre ha quedado en la Palabra como constancia porque él se perdió entre el montón de gente. No hay amor auténtico sin sufrimiento, no hay resurrección sin calvario ni vida eterna sin Viernes Santo. No existe amor sin dolor, sin sufrimiento. Este es parte del precio que hay que pagar por amar. Una de las cosas más hermosas que puede suceder a un ser humano es vivir en el corazón de otros. Lo más triste es no ser nada para nadie; no tener resonancia en el corazón de alguien. Es triste vivir sin amar y morir sin haber amado y que nadie derrame una lágrima por uno.  
El que más ama y tiene razones profundas por qué vivir y morir, más sufre pero también vive más plenamente. "Benditos clavos que atravesaron las manos y los pies del cuerpo de Cristo."  
J. Miedo a la vejez 
La vejez, bien entendida, es un progresivo desgaste orgánico, biológico y mental, que le anuncia y lo prepara para el encuentro definitivo con el reino de Dios. Mucha gente le tiene un miedo espantoso a la vejez y cualquier signo o acontecimiento indicativo de vejez lo quieren tapar y disimular. Detener ese proceso normal, que va a ocurrir aunque usted no lo quiera, le impedirá vivir momentos maravillosos que se experimentan en esta etapa de la vida. Además, este miedo es un insulto y una ofensa a Dios, pues usted le está diciendo a El que hizo las cosas mal permitiendo que nos llegara el período de la vejez.  
El miedo obsesivo a la vejez lleva a una persona a asumir actitudes ridículas, que son notadas por todos menos por la misma persona y que, en definitiva, la mantiene engañada.  

K. Miedo a la muerte 
La muerte es parte de la vida, así como el nacer y el vivir. No hay que ver la muerte como un simple suceso orgánico y biológico, sino como un paso trascendental a una vida más plena. Hay que ver la muerte desde el punto de vista de la fe. La fe dice que la muerte es un simple paso a la eternidad.  
Cuando el miedo a la muerte se convierte en algo obsesivo e irreal produce angustia, paraliza y convierte a la persona en un ser anormal. El miedo obsesivo a la muerte lleva a las personas a vivir tensas, angustiadas y nerviosas. Cuando se tiene un miedo obsesivo a la muerte, no se vive sino que se vive muerto.  
El miedo obsesivo a la muerte puede llamarla más rápidamente. Vivir un miedo obsesivo puede traer más fácilmente la realidad del miedo. Si piensa negativamente, puede atraer eso que tanto teme porque el poder de la mente es muy grande, tanto para el bien como para el mal.  
Para vencer el miedo a la muerte, hay que darle su lugar. Piense mucho más en la vida que en la muerte. La mayor parte de los momentos hay que pasarlos pensando en la vida, en lo que puede hacer para vivir mejor y más plenamente, para llevar una existencia mucho más completa y feliz. Piense en la muerte solamente en los momentos en que sea necesario.  
"Uno llega a ser lo que piensa constantemente." (Pensamiento del psicólogo William James fraseado por Norman Vincent Peale) Lo que usted piensa puede convertirse en realidad después de tanto pensarlo. Por eso, piense mucho más en la vida que en la muerte.  
L. Miedo obsesivo a Dios 
En su mente, usted sabe que Dios lo conoce. Usted cree que las demás personas no lo conocen, pero que a Dios usted no lo engaña, porque El sabe quién es usted y está al tanto de todo lo que hace. Usted piensa que El lleva una cuenta de todos sus fallos, defectos y pecados, lo ve de día y de noche, se va a vengar de usted, no le va a perdonar nada y lo va a castigar. Es cierto, ¡Dios todo lo sabe! Esta manera de pensar puede producir el miedo que nace de creer que Dios no lo va a perdonar y que se va a condenar por todo lo malo que sabe que ha hecho en su vida.  
Usted le tiene un tremendo temor a Dios porque siente que El le ha exigido mucho y usted no ha dado suficiente, y además ha hecho  
cosas malas. Usted cree que al final se condenará e irá al infierno, porque Dios es un dios castigador.  
Es cierto que hay que tenerle un santo temor a Dios: no ofenderlo, no jugar con El, no usar Su Nombre en vano, no tratar de engañarlo y no frustrar Su plan de salvación en nuestra vida. En la Palabra de Dios aprendemos que existe el infierno, pero por encima de ese temor hay que tener un impresionante amor y una confianza ilimitada en Su misericordia, Su paternidad y maternidad y Su corazón abundantemente lleno de amor, que vela por cada uno de nosotros y nos ama por sobre todas las cosas. Dios quiere lo mejor para nosotros y quiere ayudarnos a ser mejores porque somos Sus hijos y estamos bañados con la preciosísima Sangre de Cristo. 
Ponga toda su fe y confianza sin límite en Dios. Sepa que El está con usted, le quiere, le ama por encima de cualquier criatura no humana y quiere lo mejor para usted.
M. Miedo a perder algo importante 
Hay personas que tienen un miedo obsesivo a perder algo importante en la vida, sobre todo un ser querido. También puede ser un miedo irracional a perder un puesto o un trabajo que considera importante.  
Este tipo de miedo tiene que ver con el fatalismo. Hay personas que llegan a expresar que en un período determinado les ha ido tan bien que con seguridad algo malo les ocurrirá pronto. Peor todavía, hay personas que están muy de acuerdo con el dicho "unos nacen con estrellas y otros estrellados". Por supuesto que se identifican con los estrellados y piensan que nada les saldrá bien nunca porque están marcados con una especie de maldición.  
El miedo a perder un ser querido se debe, en parte, a que ha hecho de ese ser querido un ídolo, y piensa que si falta no va a poder vivir. El miedo obsesivo a perder un ser querido paraliza, angustia y convierte a la persona en un ser temeroso. Si es casado, se vuelve excesivamente celoso.
Los celos es una enfermedad absurda y dramática, que produce terribles torturas psicológicas al que la padece. Los celos tienen que ver con inseguridad, autoimagen muy pobre, complejo de inferioridad e idolatría. Esa mezcla de sentimientos produce una reacción horrorosa. El que sufre de celos es en realidad el que tiene el problema, porque demuestra una autoimagen negativa bastante pobre y un gran complejo de inferioridad. Los celos no conducen a nada positivo.  
Haga un esfuerzo por solucionar esos problemas que pueden causarle sentimientos obsesivos de celos. No espere ni exija que las otras personas cambien, porque el problema lo tiene usted.  
 Sus seres queridos son humanos, no dioses. Si se trata de su esposo o esposa, usted se casó con esa persona para quererla y amarla. Pero si algún día esa persona ya no está con usted, usted tiene que seguir viviendo. Un ser querido es importante; pero Dios, quien creó a ese ser querido, lo es más.  
Si se trata de un trabajo o un puesto importante que teme perder, piense más bien en trabajar lo mejor que pueda y deje de pensar negativamente. Si llega a perder su trabajo por alguna injusticia, entonces sencillamente olvide y siga adelante.  
En la mayoría de los casos, las personas que sienten miedo obsesivo a perder algo importante lo atribuyen a su mala suerte. Viven la vida obsesionados con un fatalismo. ¡La mala suerte no existe ni ha existido nunca! ¡No diga jamás que lo bueno o lo malo que le sucede se debe a la suerte!  
Existen causas naturales y otras provocadas por uno mismo, por obsesiones, fatalismos y temores irracionales e infundados. También existe el poder de las tinieblas. Pero más allá de todo está el poder de Dios. Crea en el poder maravilloso de Dios y en su infinita bondad y misericordia y podrá superar todos los problemas.  
N. Miedo a fantasmas 
Este miedo, que puede ser obsesivo, es provocado por los cuentos que escuchábamos de niños que hablaban de brujas, aparecidos y muertos que salen por las noches a asustarnos. Este miedo es irreal y absurdo, porque los fantasmas no existen y los muertos están en otra dimensión de donde no vuelven. Lo que sucede en esas casas que se dice que están embrujadas, que han estado deshabitadas por largo tiempo, donde ciertas personas dicen haber escuchado ruidos o visto imágenes de personas que vivieron dos o más siglos atrás, no es más que un fenómeno científicamente medido de energía acumulada. Cada ser humano tiene un contenido de energía que puede mantenerse por cientos de años. Lo que se da es el contacto de energía que se puede convertir en imágenes borrosas o en ruidos, pero no son muertos, sino restos de energía, igual que hay estrellas y soles que desaparecieron hace millones de años y aún emiten destellos de luz.  
¡Cuánta gente vive sugestionada por el miedo a los fantasmas y al más allá! No tema a nada del más allá que no sea el Señor. Los brujos y brujas que existen son mentirosos, embaucadores, manipuladores y negociantes del miedo que lógicamente buscan tocar las sensibles fibras internas del instinto de conservación del ser humano. Conocen bien que las personas, desgraciadamente, tienen muchos miedos y se aprovechan de esta situación para crear más miedo sugiriendo que le están haciendo un "daño". ¡No existen trabajitos ni daños; eso es absurdo! Lo que existe es el gran poder de sugestión que tienen estas personas que le pueden llevar hasta a enfermarse. Cuidado con permitir que en algún momento usted sea manipulado con esas tonterías.  
O. Miedo a uno mismo 
Algunas veces las personas deforman su imagen y se ven grotescas y monstruosas por cosas que le sucedieron en el pasado o por cosas que se dicen de ellas. Muchas personas exageran y agrandan los hechos. Este concepto negativo que se desarrolla en la mente de las personas se convierte en un miedo obsesivo de sí mismos, que los lleva a no quererse, rechazarse y hasta odiarse.  
Una madre que golpea a su niño demasiado fuerte en alguna ocasión puede crear en su mente un complejo de culpa muy agudo que la llevará a acusarse obsesiva-mente por haber sido tan salvaje. En vez de preguntarse por qué actuó de esa manera (que bien puede ser por exceso de trabajo, stress o problemas maritales y económicos), analizar la situación positivamente y comprenderse, la persona tiende a reaccionar negativamente, considerándose un monstruo.  
Estas situaciones van creando una auto-imagen deformada. Nadie es tan monstruo como quiere hacer creer. Dios creó a todos los seres humanos y, por esa razón, cada persona es esencialmente buena. Muchas de las cosas malas que hacen son provocadas por condicionamientos psicológicos, traumas, complejos y otras situaciones. Cada persona es libre y algunas veces actúa con maldad por esa libertad. Pero, en el fondo, el ser humano es más bueno que malo. Personas que han cometido terribles crímenes, con ayuda espiritual, terapia psicológica, mucha paciencia y un buen ambiente han cambiado y se han convertido en seres increíblemente buenos.  
No hay nadie tan malo que no pueda recuperarse. No deforme su autoimagen. El miedo obsesivo a usted mismo lo puede llevar a hacer cosas absurdas, porque se va sugestionando y condicionando negativamente.  

 CONSEJOS PARA PREVENIR LA ANGUSTIA 
Hemos señalado y definido algunos de los miedos más comunes, que son los que hacen más daño y producen más angustia. Para prevenir la angustia hay que luchar para vencer estos miedos o temores, por eso es importante (1) descubrir el miedo en uno mismo o en otra persona y averiguar cómo actúa y afecta a las personas y (2) buscar una estrategia para dominar y vencer el miedo.  
No viva su vida angustiado porque vivirá infeliz. Si desea en verdad vencer la angustia, tiene que vencer los miedos con todos los medios buenos que estén a su alcance. Nunca cultive miedos irracionales. Medite, piense y razone inteligente-mente para descubrir lo que está detrás de sus temores. Luche contra esos miedos para eliminar muchas de sus angustias.  


soberbia...yo??


La soberbia consiste en concederse más méritos de los que uno tiene. Es la trampa del amor propio: estimarse muy por encima de lo que uno vale. Es falta de humildad y por tanto, de lucidez. La soberbia es la pasión desenfrenada sobre sí mismo. Apetito desordenado de la propia persona que descansa sobre la hipertrofia de la propia excelencia. Es fuente y origen de muchos males de la conducta y es ante todo una actitud que consiste en adorarse a sí mismo: sus notas más características son prepotencia, presunción, jactancia, vanagloria, situarse por encima de todos lo que le rodean. La inteligencia hace un juicio deformado de sí en positivo, que arrastra a sentirse el centro de todo, un entusiasmo que es idolatría personal.
Hay dos tipos de soberbia; una que es vivida como pasión, que comporta un afecto excesivo, vehemente, ardoroso, que llega a ser tan intenso que nubla la razón, pudiendo incluso anularla e impedir que los hechos personales se vean con una mínima objetividad. La otra es percibida como sentimiento cursa de forma mas suave y esa fuerza se acompasa y la cabeza aún es capaz de aplicar la pupila que capte la realidad de lo que uno es, aunque sólo sea en momentos estelares. Entre una y otra deambula la soberbia, transita, circula, se mueve y según los momentos y circunstancias hay más de la una o de la otra.
La soberbia es más intelectual y emerge en alguien que realmente tiene una cierta superioridad en algún plano destacado de la vida. Se trata de un ser humano que ha destacado en alguna faceta y sobre una cierta base. El balance propio saca las cosas de quicio y pide y exige un reconocimiento publico de sus logros. Para un psiquiatra , estamos ante lo que se llama una deformación de la percepción de la realidad de uno mismo por exceso.
Ante la soberbia dejamos de ver nuestros propios defectos, quedando éstos diluidos en nuestra imagen de personas superiores que no son capaces de ver nada a su altura, todo les queda pequeño.
Hay una gradación entre las tres estirpes, soberbia-orgullo-vanidad, que van de más a menos intensidad, tanto en la forma como en el contenido. Entre la soberbia y el orgullo hay matices diferenciales, aunque el ritornello que se repite como denominador común puede quedar resumido así: apetito desordenado de la propia valía y superioridad. Es una tendencia a demostrar la superioridad, la categoría y la preeminencia que uno cree que tiene frente a los de su entorno. En general estos dos conceptos se manejan como términos sinónimos, aunque se pueden espigar algunas diferencias interesantes.
La soberbia es más cerebral, se da en alguien que objetivamente tiene una cierta superioridad, que realmente sobresale en alguna faceta de su vida. Facetas concretas de su andadura tienen un relieve que las realzaba sobre los demás. Hay una evidencia por la que puede ser tentado por la soberbia, no necesitando del halago de los otros y haciendo él mismo su propio y permanente elogio de forma clara y difusa, rotunda y desdibujada, a tiempo y a destiempo, con ocasión y sin ella. Sus manifestaciones son más internas y privadas, aunque pueden ser observadas por una atmósfera grandiosa que él crea sobre su persona y además, a través de sus máscaras; hay arrogancia, altanería, tono despectivo hacia los demás, que se mezclan con desprecio, desconsideración, frialdad en el trato, distancia gélida, impertinencia e incluso, tendencia a humillar. Otras veces, esas máscaras son de una insolencia cínica, mordaz, con un ritintín de magnificencia que provoca en el interlocutor un rechazo frontal. En los casos algo más leves, baja la hoguera del engreimiento y entonces la relación personal se hace más soportable.
El orgullo es más emocional. Es una alta opinión de uno mismo mediante la cual la persona se presenta con una superioridad y un aire de grandeza extraordinario. Puede ser lícito y hasta respetable. Decía Luis Vives que «es un amor a uno mismo por méritos propios». Puede ponerse de manifiesto en circunstancias positivas, en donde el lenguaje coloquial se mezcla con hechos e intenciones. En esos casos dimana de causas nobles y puede ser hasta justo. El orgullo de ser un buen cirujano, un buen padre, un excelente poeta, ser de una región concreta de un país… Todo esto está dentro de unos límites normales. Puede encuadrarse en el reconocimiento a una labor bien hecha.
La palabra vanidad procede del latín vanitas,-tatis, que significa falto de sustancia, hueco, sin solidez. Se dice, también, de algunos frutos cuyo interior está vacío, en donde sólo hay apariencia. Mientras la soberbia es concéntrica, la vanidad es excéntrica. La primera tiene su centro de gravedad dentro, en los territorios más profundos de la arqueología íntima. La segunda es más periférica, se instala en los aledaños de la ciudadela exterior. La soberbia es subterránea. La vanidad está en la pleamar del comportamiento. En la soberbia uno tiene una enfermedad en el modo de estimarse uno a sí mismo, en una pasión que tiene sus raíces en los sótanos de la personalidad en donde brota el error por exceso de autonivel. En la vanidad la estimación exagerada procede de fuera y se acrecienta del elogio, la adulación, el halago, la coba más o menos afectada y obsequiosa que lleva a dilatar alguna faceta externa y que de verdad tiene un fondo falso, porque no contempla más que un segmento de la conducta.
En la soberbia y en la vanidad hay una sublevación del amor propio que pide un reconocimiento general. La primera es mas grave, porque a ella se suele añadir la dificultad para descubrir los defectos personales en su justa medida y apreciar las cosas positivas que hay en los demás, al permanecer encerrado en su geografía ampulosa.
Se pueden distinguir dos modalidades clínicas de la soberbia, entre las cuales cabe un espectro intermedio de formas soberbias. Una es la soberbia manifiesta que es notarial y que se la registra a borbotones, con una claridad absoluta, lo cual suele ser poco frecuente. Hay petulancia y presunción. La otra es la soberbia enmascarada, que es la más habitual y que se camufla a soto voce por los entresijos de la forma de ser y que es más propia de las personas inteligentes y teniendo un sentido amplio y desparramado que asoma, se esconde, salta y bulle y revolotea por su mundo personal. ¿Cuáles son estos síntomas? Voy a resumirlos esquemáticamente:
1.- Aire de suficiencia que refleja un bastarse a sí mismo y no necesitar de nadie. Engreimiento que esculpe y hace hierático el gesto y lleva al hábito altanero.
2.- La borrachera de sí mismo tiene su génesis de una zona profunda e íntima donde se elabora esa superioridad. Las manifestaciones más relevantes son: susceptibilidad casi enfermiza para cualquier crítica con un cierto fundamento; gran dificultad para pasar desapercibido; tendencia a hablar siempre de sí mismo, si éste no es el tema central de conversación, enseguida decae su interés en la participación y el diálogo con los demás; desprecio olímpico hacia cualquier persona que aflore en su cercanía y de la que se pueda oír alguna alabanza. Esta embriaguez puede disfrazarse de los más variados ropajes
3.- La soberbia entorpece y debilita cualquier relación amorosa. Cuando alguien tiene un amor desordenado a sí mismo como el descrito, es difícil darse a otra persona y poner los sentimientos y todos sus ingredientes para que esa relación se consolide. Esto hace casi imposible la convivencia, volviéndola insufrible, pues reclama pleitesía, sumisión, acatamiento y hasta servilismo.
No podemos olvidar, que para estar bien con alguien, para establecer una relación de convivencia estable y que funcione hace falta estar primero bien con uno mismo
4.- En la soberbia se hospeda una obsesión exagerada por uno mismo, que ha ido conduciendo a una excesiva evaluación del propio mérito. Y afloran términos como alardear, jactarse, vanagloriarse.
Lo contrario de la soberbia es la humildad. Todo el edificio de la persona equilibrada se basa en una mezcla de humildad y autoestima. La una no está reñida con la otra. Una persona que reconoce sus defectos y lucha por combatirlos y a la vez, tiene confianza y seguridad en sus posibilidades.
Entre la soberbia, el orgullo y la vanidad hay grados, matices, vertientes y cruzamientos recíprocos. Por esos linderos se suele acabar en el narcisismo, patrón de conducta presidido por el complejo de superioridad, la necesidad enfermiza de reconocimiento de sus valías por parte de la gente del entorno y la permanente autocontemplación gustosa.
Lasch, en su libro La cultura del narcisismo, dice que en la cultura americana éste es un emblema de nuestro tiempo. Freud puso de moda este término, recordando a la planta del narciso, que crece a orillas de los estanques y se mira en el espejo que el agua le ofrece. Lipovetsky, en su obra La sociedad perdida, habla del interés desmedido por la propia imagen: por la personalidad, por el cuerpo y sus partes descubiertas (la cara y las manos) y por la necesidad de aprobación de los demás que tienen este tipo de personas. El análisis se complica más de lo que quisiéramos y hay un terreno magnético e imantado entre estas tres estirpes mencionadas.
Sólo el amor puede cambiar el corazón de una persona. Cuando hay madurez, uno sabe relativizar la propia importancia, ni se hunde en los defectos ni se exalta en los logros. Y a la vez, sabe detenerse en todo lo positivo que observa en los que le rodean. Saber mirar es saber amar. A lo sencillo se tarda tiempo en llegar.


        Un escritor va paseando por la calle y se encuentra con un amigo. Se saludan y comienzan a charlar. Durante más de media hora el escritor le habla de sí mismo, sin parar ni un instante. De pronto se detiene un momento, hace una pausa, y dice: "Bueno, ya hemos hablado bastante de mí. Ahora hablemos de ti: ¿qué te ha parecido mi última novela?".
        Es un ejemplo gracioso de actitud vanidosa, de una vanidad bastante simple. De hecho, la mayoría de los vicios son también bastante simples. Pero en cambio la soberbia suele manifestarse bajo formas más complejas que las de aquel fatuo escritor. La soberbia tiende a presentarse de forma más retorcida, se cuela por los resquicios más sorprendentes de la vida del hombre, bajo apariencias sumamente diversas. La soberbia sabe bien que si enseña la cara, su aspecto es repulsivo, y por eso una de sus estrategias más habituales es esconderse, ocultar su rostro, disfrazarse. Se mete de tapadillo dentro de otra actitud aparentemente positiva, que siempre queda contaminada.
        Unas veces se disfraza de sabiduría, de lo que podríamos llamar una soberbia intelectual que se empina sobre una apariencia de rigor que no es otra cosa que orgullo altivo.
        Otras veces se disfraza de coherencia, y hace a las personas cambiar sus principios en vez de atreverse a cambiar su conducta inmoral. Como no viven como piensan, lo resuelven pensando como viven. La soberbia les impide ver que la coherencia en el error nunca puede transformar lo malo en bueno.
        También puede disfrazarse de un apasionado afán de hacer justicia, cuando en el fondo lo que les mueve es un sentimiento de despecho y revanchismo. Se les ha metido el odio dentro, y en vez de esforzarse en perdonar, pretenden calmar su ansiedad con venganza y resentimiento.
        Hay ocasiones en que la soberbia se disfraza de afán de defender la verdad, de una ortodoxia altiva y crispada, que avasalla a los demás; o de un afán de precisarlo todo, de juzgarlo todo, de querer tener opinión firme sobre todo. Todas esas actitudes suelen tener su origen en ese orgullo tonto y simple de quien se cree siempre poseedor exclusivo de la verdad. En vez de servir a la verdad, se sirven de ella -de una sombra de ella-, y acaban siendo marionetas de su propia vanidad, de su afán de llevar la contraria o de quedar por encima.
        A veces se disfraza de un aparente espíritu de servicio, que parece a primera vista muy abnegado, y que incluso quizá lo es, pero que esconde un curioso victimismo resentido. Son esos que hacen las cosas, pero con aire de víctima ("soy el único que hace algo"), o lamentándose de lo que hacen los demás ("mira éstos en cambio...").
        Puede disfrazarse también de generosidad, de esa generosidad ostentosa que ayuda humillando, mirando a los demás por encima del hombro, menospreciando.
        O se disfraza de afán de enseñar o aconsejar, propio de personas llenas de suficiencia, que ponen a sí mismas como ejemplo, que hablan en tono paternalista, mirando por encima del hombro, con aire de superioridad.
        O de aires de dignidad, cuando no es otra cosa que susceptibilidad, sentirse ofendido por tonterías, por sospechas irreales o por celos infundados.
        ¿Es que entonces la soberbia está detrás de todo? Por lo menos sabemos que lo intentará. Igual que no existe la salud total y perfecta, tampoco podemos acabar por completo con la soberbia. Pero podemos detectarla, y ganarle terreno.
        ¿Y cómo detectarla, si se esconde bajo tantas apariencias? La soberbia muchas veces nos engañará, y no veremos su cara, oculta de diversas maneras, pero los demás sí lo suelen ver. Si somos capaces de ser receptivos, de escuchar la crítica constructiva, nos será mucho más fácil desenmascararla.
        El problema es que hace falta ser humilde para aceptar la crítica. La soberbia suele blindarse a sí misma en un círculo vicioso de egocentrismo satisfecho que no deja que nadie lo llame por su nombre. Cuando se hace fuerte así, la indefensión es tal que van creciendo las manifestaciones más simples y primarias de la soberbia: la susceptibilidad enfermiza, el continuo hablar de uno mismo, las actitudes prepotentes y engreídas, la vanidad y afectación en los gestos y el modo de hablar, el decaimiento profundo al percibir la propia debilidad, etc.
        Hay que romper ese círculo vicioso. Ganar terreno a la soberbia es clave para tener una psicología sana, para mantener un trato cordial con las personas, para no sentirse ofendido por tonterías, para no herir a los demás..., para casi todo. Por eso hay que tener miedo a la soberbia, y luchar seriamente contra ella. Es una lucha que toma el impulso del reconocimiento del error. Un conocimiento siempre difícil, porque el error se enmascara de mil maneras, e incluso saca fuerzas de sus aparentes derrotas, pero un conocimiento posible, si hay empeño por nuestra parte y buscamos un poco de ayuda en los demás.




Cómo superar la culpa, el rencor y el odio

El odio es un sentimiento oscuro que nos daña y nos lleva a dañar a otros personas. Para vivir de una manera positiva, conviene evitarlo o superarlo pues sus efectos suelen ser devastadores.
De la amplia gama de emociones y sentimientos que experimentamos los seres humanos, el odio es uno de los estados más nocivos y limitantes para nuestro bienestar y para el logro de nuestro más valiosos objetivos.

Puede describirse como un estado intenso, caracterizado por manifestaciones de antipatía y aversión hacia personas, situaciones o cosas, cuyo mal podemos llegar a desear apoyándonos en ideas que vemos como razones válidas y justificadas. El odio suele asociarse con actitudes como: aversión, repulsión, encono, rencor, saña o enemistad.


El odio tiene una funcion de autoprotección de la dignidad, de defensa del ego, es la valvula de escape del resentimiento o la respuesta a una injusticia notable o reiterada. Pero pese a las formas de justificación que encontremos para darle espacio, es negativo en muchos aspectos pues afecta la salud, especialmente el sistema inmune, el hígado y el corazón. Numerosas investigaciones han encontrado relación entre algunos tipos de cáncer y odios profundos no perdonados. En el marco de las relaciones personales, el odio es un veneno mortífero que impide el encuentro, la comunicación, la armonía y la convivencia basada en la comprensión, el acuerdo, el aprecio y el respeto. En el ámbito laboral odiar puede causar estragos. Verse abrazado por las llamas del odio afecta la productividad, pues impide la expresión de la creatividad, al mantener a quien lo padece, atado a pensamientos obsesivos de venganza, agresividad y violencia.

La génesis del odio puede estar en los contextos psicológicos del nacimiento y la crianza, en los que los golpes a la autoestima son caldos de cultivo de reacciones y sentimientos ruines. Muchos de quienes expresan odio, afirman haber sido ignorados, rechazados, maltratados o abandonados. A veces ese odio es dirigido hacia la propia persona en forma de culpa por no haber hecho o logrado ciertas cosas. Ese odio autodirigido, impulsa la autodestrucción: enfermarse y suicidarse, sonrespuestas que en ocasiones nacen del odio por sí msimo.

Así como puede odiarse a una persona, puede odiarse una idea o una deidad. Por ejemplo, muchos revelan odio hacia Dios por haberlos privado de sus seres queridos, o por "haberles quitado" salud, oportunidades, belleza o juventud.

El odio puede tener un lado bueno, como cuando odiamos la mediocridad o la ignorancia y nos vemos empujados a mejorar nuestra vida. Esta es, quizás, el mejor uso del odio. Aunque muchas veces consideramos que nuestra actitud está justificada, quien odia vive más cerca de la venganza que de la justicia.

Odiar es muy fácil. Para hacerlo, basta con pensar que somos los buenos, los adecuados, las víctimas, y sentirse seguro de tener la razón omitiendo todo lo que contradiga nuestras cogniciones. Entonces, casi espontáneamente brotan desde nuestra sombra, chorros calientes de lava gris, lista para bañar a cualquiera que señalemos como objeto de nuestra frustración.

Menos fácil es dejar de odiar. Se requieren mente abierta y corazón dispuesto, para enfrentar el veneno. No hay mucha ciencia en quejarse, morder, gritar, insultar, maldecir y golpear. Para eso sólo basta seguir el instinto animal; tener una excusa, elegir un enemigo y verter en la sangre un poco de adrenalina. Pero ¿qué hacer para vencer este sentimiento destructor, enemigo de la buena vida?

Podemos evitar convertirnos en blanco de los arranques de odio, tratando a los demás con aprecio, consideración y respeto.

En toda acción percibida como crítica, injusta, violenta, intervienen tres elementos:

• La herida o daño o perjuicio causado con la acción violenta.
• La deuda, dolor o sentimientos negativos (ira, frustración, amargura, odio, rencor, culpa) que acompañan el recuerdo de la experiencia y que nos engancha emocionalmente al que nos causó la herida. 
• La cancelación o anulación de la deuda o liberación, que deviene de la satisfacción, reparación, reconciliación, devolución o el olvido y el perdón.

No son los hechos los que nos hacen sufrir sino el significado que le dimos al acontecimiento. Es el cómo cada quien percibe, ve, oye y siente la experiencia y como lo graba en su memoria, junto a las reacciones corporales y de conducta que acompañan a esas emociones, lo que nos hace sufrir y nos “engancha” con la situación y con aquel que nos hizo o que creemos nos hizo daño.

Cómo percibimos los hechos depende de nuestra personalidad, de nuestras experiencias, del control que tengamos sobre nuestras emociones, de la forma como enfrentamos y resolvemos nuestros problemas y de la decisión, voluntad y esfuerzo que realizamos para cambiar el recuerdo de esa experiencia vivida.

Buscar la satisfacción, reparación, reconciliación o devolución inmediata es con frecuencia imposible (o se tarda demasiado o nunca se logra). La herida permanece abierta, nuestro dolor no se cura y nos convertimos en personas angustiadas, frustradas, amargadas, malhumoradas, temerosas, pesimistas, solitarias, obsesivas, culpables, agresivas, conflictivas y enfermas, pues el recuerdo y las emociones negativas, nos causan problemas físicos y psicológicos.

Para liberarnos de la pesada carga del recuerdo que lastima y limita debemos primero olvidar y luego perdonar.

Olvidar es una de las funciones de la memoria que nos permite liberar de nuestra conciencia, el dolor que acompaña las experiencias penosas. 

El tiempo para olvidar es muy personal y es involuntario. No se pueden cambiar los hechos, pero si la experiencia de los mismos. Es decir, podemos esforzarnos por transformar el recuerdo y acelerar el proceso del olvido.

Transformar el recuerdo significa recordar y contemplar los hechos a distancia, neutralizando las emociones, colocándonos inclusive, en el lugar de otras personas, sin juzgar, sin criticar, sin comparar, sin compadecerse, sin pena ni culpas, eliminando toda emoción negativa que está en nuestra memoria y que determina como hemos percibido la experiencia, para así estar en capacidad de perdonar. 

Perdonar es liberar de la deuda o neutralizar (olvidar) las emociones ligadas al recuerdo de la experiencia o de aquel que nos causó el dolor.

Sin embargo, el perdonar no borra el daño, no exime de responsabilidad al ofensor, ni niega el derecho a hacer justicia a la persona que ha sido herida. Perdonar es un proceso complejo que sólo nosotros mismos podemos hacer. 

Perdonar no es aceptar pasivamente la situación, dejar hacer a la otra persona o culparse porque piensa que lo provocó.

Perdonar no es olvidar o negar la ofensa y dejar que el tiempo o Dios se hagan cargo. Tampoco es culpar a otros, a las circunstancias o al destino.

Perdonar no es justificar, entender o explicar por qué la persona actúa o actuó de esa manera. 

Perdonar no es esperar por la restitución, por una satisfacción, por alguna explicación a la conducta violenta.

Perdonar no es obligar al otro a que acepte tu perdón o decirle “te perdono” para hacerlo sentir “humillado” . Tampoco es buscar u obligar a la reconciliación. 

Perdonar es, en primer lugar, reconocer nuestros errores y perdonarnos a nosotros mismos. Esto es, aceptar lo que no podemos cambiar, cambiar lo que podemos y aprender a establecer diferencias, sin remordimientos, sin culpas, sin odios ni rencores.

Perdonar es buscar la solución a los conflictos, apartando de nosotros todo sentimiento negativo como el rencor, odio, culpa, rechazo, deseos de venganza, pues son sentimientos inútiles que esclavizan y crean mayor frustración, mayor desesperanza. 

Cuando no perdonamos no tenemos alegría ni paz. Nos volvemos impacientes, poco amables, nos enojamos fácilmente causando rivalidades, divisiones, partidismos, envidias. 

Cuando no perdonamos, nuestras ideas y pensamientos se vuelven destructivos, pesimistas, erróneos; perdemos la confianza y respeto por nosotros mismos, desarrollamos conductas que crean mayores conflictos y nuestro modo de vida y nuestras relaciones con los demás, quedan afectadas. 

Cuando no perdonamos estamos permitiendo que nuestra salud, nuestro crecimiento personal, nuestro desarrollo y nuestra vida, esté gobernada por la decisión y la conducta de alguien o algo que no nos agrada o que nos ofendió o nos perjudicó.

Olvidar y perdonar nos permite, en primer lugar, controlar nuestras emociones y reacciones. Eleva la autoestima, nos da mayor seguridad y confianza. Facilita la recuperación de la habilidad para aprender, discriminar y seleccionar nuestras respuestas ante situaciones futuras. Aprenderemos, además, a actuar con madurez y sabiduría frente a la adversidad.


Olvidar, perdonar y perdonarnos, aunque doloroso, es deshacernos de la pesada carga de la culpabilidad, la amargura, la ira que nos embarga cuando nos sentimos heridos. Es abrir caminos hacia la esperanza de nuevas oportunidades. Es crecer y desarrollarnos como personas positivas, libres para vivir en paz y armonía con nosotros mismos y con los demás.

“Perdonar es el valor de los valientes.
Solamente aquel que es bastante fuerte para perdonar una ofensa, sabe amar." (Mahatma Gandhi)

Aprovecha lo que tienes

Cuánto tienes a tu alcance para hacer algo no es ni por asomo tan importante como lo que decidas hacer con ello. Muchísima gente que se volv...