viernes, 7 de junio de 2013

El Poder de su Elección


Introducción
Autoestima:
 “El Primer Escalón del Éxito”.
Lo que nos sucede no es lo que nos afecta,
 sino la interpretación que hacemos
 de éso que nos sucede.
- Viola Edward
Este taller es un apasionante viaje por el arte de ser humano. Constituye una aportación para ayudarte a alcanzar un nivel más elevado de conciencia; una nueva conciencia, en donde tus pensamientos resulten ser tan poderosos, que puedan afectar al mundo que te circunda, tus relaciones personales, la manifestación física, material y tu perspectiva con el mundo en general. Sin embargo, mis palabras no van a hacerlo real, sólo el experimentar en tu vida lo convertirá en tu realidad; por eso es un taller.
No se basa este proyecto en enseñarte una verdad, sino en que descubras tú verdad, tú propio poder y con ello recuerdes quién eres.
Descubrir la membresía que nos integra a este mágico Universo del cuál somos parte para vivir plenamente y sobre todo para lograr una armonía emocional, mental, física material y espiritual.
Este apasionante viaje a través del crecimiento como ser humano, supone disipar algunas falsas creencias que existieron en su pasado y llegar a un nuevo conjunto de conocimientos. Con tus nuevas herramientas, pasarás...
- ... de saber que vivir en un mundo con limitaciones, a saber que tú realidad última y tú propio potencial son ilimitados.
- ... de saber que estás determinado por tu herencia, las circunstancias y fuerzas externas, a saber que creas tu propia realidad, que hay fuerzas di¬vinas que actúan "con y dentro de" ti..
- ... de saber que la existencia humana suele ser mala y peligrosa, a saber que toda experiencia humana es una bendición y que por algo sucede. Ese algo es un motivo superior y positivo.
- ... de saber que dependemos de circunstancias, decisiones y personas fuera de tú control, a saber que esta dentro de ti el más grande poder del Universo para ayudarte a crear lo que deseas.
- ... de saber que nos espera un futuro difícil y cada vez peor, a saber a ciencia cierta que nos espera un futuro extraordinario y bello, cada vez mejor y en donde llegaremos a emocionamos por existir.
Sé que varias cosas que trataremos en este viaje las dudarán algunas per¬sonas y otras las negarán. Que así sea. Son la verdad, según yo las vivo día con día, y salen de mi corazón.
El taller de autoestima nació en Septiembre de 2005 para compartir abierta y desinteresadamente con personas necesitadas de respuestas y encontrar luz en su camino de vida, sin pedirte nada a cambio y sin costo alguno, por lo que te pido que lo compartas con el mismo amor con que yo lo hago. No tiene que ver con ninguna religión, el color de tú piel, en dónde vivas, tu afiliación política ó cualquier otra creencia que nos divida. Es más este taller tiene que ver muy poco con un enfoque tradicional de psicología.
No es estrictamente necesario seguir la secuencia numérica de los capítulos, a excepción de algunos capítulos seriados, los cuáles al inicio del capítulo así lo indica, ó en el titulo dice Parte 1 ó Parte 2, etc.. y que también están indicados en el índice.
Si sientes el deseo de leer algunos simplemente guiado por porque el título te llame la atención, esta bien, ello corresponde a la orientación de tu guía interior, aunque retrospectivamente si veo una evolución en el tratamiento de los temas con el tiempo, seguramente influido por mi propio crecimiento.
Ha sido un gran gozo planear éste taller de autoestima, pero es una emoción indescriptiblemente mucho mayor, "vivir" en la nueva conciencia de la que hablamos, te deseo la misma emoción por existir y más, con tu nuevo descubrimiento: Tú Mismo.
Adquirir una Nueva Conciencia de nosotros mismos es todo un desafío ante los hábitos del ser humano. Plantear una reconstrucción mental pareciera difícil, pero se torna sumamente fácil cuando se dimensiona el bien que se puede llegar a alcanzar.
Una de las mayores lecciones que podemos aprender los seres humanos es saber el motivo de nuestros comportamientos. Todo ser humano tiende a evi¬tar el dolor o sufrimiento y a buscar la felicidad o el placer. Créame que se visualizará una perspectiva diferente ante la vida cuando se tiene plena con¬ciencia de esta dinámica mental tan interesante en el ser humano.
Cuando alguien experimenta cierta dificultad para iniciar algo nuevo en su vida es porque resulta natural al ser humano ese sentimiento de miedo ante el cambio, lo que dificulta el mismo. El cambio, por definición, implica cierto temor hacia lo desconocido. Platón, gran filósofo griego, decía que el valor y la cobardía no existían, sino que lo que verdaderamente existía era el conocimien¬to o la ignorancia; veamos, si a un niño pequeño de tan sólo 2 años de edad le pidiéramos que se arrojara al vacío desde el noveno piso de un edificio, le podría asegurar, mientras no interfirieran los padres o ningún adulto, que sí lo haría, claro que lo haría. Ahora bien, también le puedo asegurar que ni usted ni yo esta¬mos pensando en lo valiente que es ese chico para afrontar tal desafío, ¿verdad?; lo que le puedo asegurar es que ese niño no tenía el conocimiento de la grave consecuencia; ignoraba esa información y por ello se lanzó al vacío.
Pero si, por el contrario, le pidiera a usted que se arrojara desde la azotea de su casa, pues no lo haría de ninguna manera (a menos de que tuviera una razón de peso para hacerlo. Le recomiendo terminar de leer todo el material para tomar posteriormente la decisión). Falso sería decir que es usted un cobarde al no acometer tal desafío; lo que verdaderamente sucede es que usted "conoce" las consecuencias del golpe que podría recibir. Ahí está, conocimiento e ignorancia, esa es la dualidad para ejercer muchos de nuestros comportamientos en la vida.
Cuántas veces no ha exclamado usted, " ¡caray!, si yo hubiera sabido esto antes...", o "¡esto ni me lo imaginaba!". Existen un sinnúmero de frases que nos muestran la ignorancia o el conocimiento que teníamos de talo cual cosa. Lo importante de esto es que todo lo que nosotros podamos llegar a conocer servirá como parámetro funda¬mental de referencia para que posteriormente podamos elegir. Este concepto es aplicable a prácticamente todo en la vida. ¿Cómo vamos a elegir algo que no conocemos?, de aquí lo trascendentemente importante que es conocer. Podríamos llegar a decir que casi en todo momento estamos conociendo.
Cuando leemos, observamos, tocamos, escuchamos, cuando asimilamos infor¬mación por cualquiera de nuestros cinco sentidos, estamos conociendo, estamos  aprendiendo. Y le garantizo que entre más conozca de cualquier área del conocimiento humano, más humano se puede llegar a ser por la capacidad de elección que se incrementa como consecuencia.
Todos nosotros, usted y yo, hemos pasado por momentos muy difíciles, por momentos en donde se ponen a prueba nuestra prudencia, nuestra fortaleza, nuestra templanza, nuestra justicia, etc. Sin embargo, aquí hay algo que también puede ser positivo; nuestra capacidad de decisión, aun en momentos difíciles, la conservamos y gracias a ello es que podemos elegir, podemos decidir en qué fijamos.
Mire, cuando dije "momentos difícil es", quise decir que usted tiene la libertad de elegir, darle más importancia a la palabra "momentos" o a la palabra "difícil es", y en esa decisión ¿verdad que hay una gran diferencia? Recuerdo cuando una amiga mía me hablaba por teléfono un domingo cerca de la media noche. Era uno de sus últimos momentos de vacaciones porque al día siguiente iniciaba un semestre más en sus estudios universitarios. Me hablaba un poco afligida y triste por el fin de sus vacaciones, pero más se percibía su preocu¬pación por el inicio de clases; una vez más levantarse temprano, estudiar, correr a clase, prepararse para los odiosos exámenes. Además, su escuela se caracteri¬zaba por un prestigio de "las más difíciles", de esas escuelas donde a los alum¬nos se les presenta calvicie, úlceras, alteraciones en la piel, etc. Como ve, algo "muy motivante" para iniciar el semestre.
Ella me decía "estoy un poco preocupada porque mañana inicio un nuevo semestre, y me da un poco de miedito, ¿sabes?". Todavía recuerdo que le respondí algo como: "Te entiendo, yo también me acuerdo de lo espantoso que fue cuando yo inicie a estudiar mi carrera profesional: el reto de nuevas materias; sin embargo, déjame preguntarte algo, ¿no has dimensionado la maravilla que es poder estudiar?, ¿qué pre¬fieres?, estudiar o levantarte a las 4:30 de la madrugada para ir a la Central de Abastos a recoger tu mercancía, cargar1a sobre tus hombros para llegar al mer¬cado y poner tu puesto de verduras y dedicarte a ello; o mejor tener la dicha y la oportunidad de estudiar, vivir la maravillosa aventura de descubrir nuevos mundos y diferentes perspectivas de vida como las que encuentras en una uni-versidad; poder leer sentada en el sillón más cómodo de tu casa saboreando al mismo tiempo un rico café, o preferirías tener que salir a vender periódico y poseer un horizonte tan corto como tu propia nariz, sin sueños que alcanzar, sin desafíos que afrontar. ¡Caray!, emocionarte enormemente al saber que tienes la capacidad de leer y con ella llegar a conocer tanto, pudiendo elegir entre tan variadas opciones que se nos presentan en la vida.
Todavía le agradezco a Dios la oportunidad que me brindó para estudiar, y que con el apoyo de mis padres se reflejara en una mejor educación, más conocimientos y mayor capacidad de elección y decisión, como lógica consecuencia".
Se hizo un silencio en la línea telefónica, luego me respondió "No sé que hiciste, pero ya me dieron ganas de ir mañana a la escuela". ¡Pues claro!, ahí estaba la diferencia; ante el mismo evento (asistir a la escuela) los dos teníamos perspectivas diferentes y con ello experimentábamos emociones distintas. Créame, sí se pueden ver las cosas de manera diferente a como estábamos acostumbrados, basta que usted así lo quiera.
Una vez que nos hemos afianzado a una nueva creencia, a una nueva pers¬pectiva ante la vida, a través del tiempo se empieza a tomar como un verdadero estilo de vida; empezamos a ver las cosas a través del mismo cristal siempre, y tenga la plena certeza de que ese cristal usted mismo lo puede limpiar o ensu¬ciar. Estoy convencido de que la perspectiva que uno llega a tener de la vida es muy similar a la visión que se tiene al ir manejando un automóvil. Cuando maneja va observando todo lo que está delante de usted, para evitar colisiones, saber qué carril le conviene tomar, etc. Pero muy pocas personas se han puesto a reflexionar que para ver todo ello, también fue necesario observar el parabrisas, ¡al mismo tiempo y a través de él!, pero lo más impactante es que casi nadie se da cuenta de esto.
Ese parabrisas podría estar polvoriento, grisáceo, viejo ó estrellado y más de uno podría haber afirmado "¡caray!, que día tan contaminado!". Pues bien, aunque esa es una muy factible realidad dentro de una gran ciudad, podría esa persona llevarse una sorpresa cuando se bajara por un momento del automóvil y viera "la realidad" más despejada, incluso podría restregarse los ojos como no creyendo lo que está frente a él, ¡un día limpio!. Qué interesante si volteara a ver su parabrisas y lo encontrara sucio, qué maravilla si al per-catarse de la causa de tal diferencia, emprendiera la acción y limpiara el parabrisas, lo puliera, y posteriormente regresara al volante para manejar y muy seguramente exclamaría -"¡Qué bello día!". ¿Se imagina?
Pues bien compañeros, el apasionante paseo al que me dispongo invitar¬lo es a que juntos limpiemos nuestros parabrisas. En nosotros está la decisión para ello. Tú y yo iniciamos el día de hoy una apasionante jornada que no se cuanto tiempo durará, pero estoy seguro que cambiará tu vida. Nos haremos acompañar por muchos maestros: Deepak Chopra, Alejandro Ariza, W. Dyer Wayne, Gregg Braden, Lair Ribeiro, Joseph Morphy, Norman Vincent Peale, Lynn Grabhorn, Neale Donald Walsch, Stephen Covey, Louise L. Hay, Esther y Jerry Hicks, Joe Vitale, Emet Fox, Emilio Guzmán, Ema Godoy, Leo Alcalá, Camilo Cruz, Víctor Frankl, Ralph Waldo Emerson, Harold Kushner, Gerardo Schmedling, Esther y Jerry Hicks, Sergio Valdivia, Anthony Robbins, Robert B. Stone, James Readfield, Daniel Goleman, Jack Canfield, Carl Gustav Jung, Miguel Ruiz, Brian Tracy, Masaru Emoto y algún otro que se me escapa su nombre en este momento además de  tu servidor.
Dedico esta obra a mi maestro, el Dr. Alejandro Ariza, quién con su gran valor y conocimiento humano cambió mi vida y la de mi familia.
¡Empecemos!
Juan Carlos Fernández

1
El Poder de su Elección
"El hombre no es la criatura de las circunstancias, sino 
que las circunstancias son las criaturas del hombre"
- Benjamín Disraeli

El verano pasado salía de una plática de desarrollo humano y recuerdo perfecta­mente cuando una persona se me acercó y me hizo una pregunta muy intere­sante: "Después de todo lo que acabo de escuchar me ha surgido una duda, ¿qué es lo más humano del humano?". En ese preciso instante pensé -"pues ¿qué habré dicho para que le surgiera tan curiosa pregunta?"- y de momento me quedé callado con una cara de como pensando, realmente como pensando porque no tenía ni idea de qué responderle a esta persona. Lo primero que se me vino a la mente fue: - "Sí, claro, ya veo. Esa es una pregunta muy inteligente y me gustaría respondérsela en mejor ocasión, qué le parece si des­cansamos un momento y con gusto lo busco más tarde y conversamos".
Así fue por suerte, entre tanta gente, el ruido, el brindis de clausura, etc., todo volvió a la normalidad. Sin embargo, al llegar a la soledad reflexiva de mi habitación no dejaba de merodearme su pregunta, ¿qué es lo más humano del humano?, ¿acaso realmente hay algo tan característico que defina tan sólo a nuestra especie?, pues no tenía la plena certeza, pero le confieso que ciertos estudios a los que tuve acceso apuntaban para responder a esa pregunta.
Permítame platicarle algo; mire, es muy curioso que cuando un animal de especie inferior a la nuestra nace, siempre será eso que nació; por ejemplo, un perico nace perico, vive como perico y morirá irremediablemente como perico. Un perro nace perro, vive como perro y también morirá irremisiblemente como perro. La misma suerte corre un delfín, una garrapata o un avestruz. Entonces, la enorme diferencia consiste en que el ser humano nace y luego "elige" qué quiere ser, incluso puede elegir ser más humano o no serlo. Esta reflexión es muy confrontante, muy comprometedora.
Cuando usted nace, todavía depende de su madre por un tiempo; incluso, el ser humano es el animal que nace más indefenso al compararlo con una gran gama de animales de especie inferior a él. La madre todavía le tiene que proporcionar espacio, tiempo y alimento. Pero conforme uno va creciendo y desarrollándose se empieza a vivir la apasionante aventura de elegir. Este enorme poder se va incrementando con el transcurso de los años; por ejemplo, dudo mucho, que usted haya elegido el kínder al cual asi­stir, que haya revisado los programas de estudio, que haya entrevistado a las dis­tintas maestras de esa institución para valorar su nivel académico, etc., pues no, ¿verdad? Creo que a usted, al igual que a mí, nos mandaron y ni nos pregun­taron. Pero con el transcurso de los años usted ya pudo elegir la universidad a la cual asistir, la carrera que estudiar o incluso pudo elegir estudiar o no hacerlo. Por lo menos, espero que a esas alturas de la vida ya le hayan permitido elegir.
De esa forma es que se va madurando; todos nosotros necesitamos algún día confrontamos con el momento de la elección, incluso confrontar el momento cuando nosotros somos los únicos en el proceso de elegir y no hay nadie a quien consultar. Si usted ya ha llevado una vida de altas responsabilidades es posible que ya haya experimentado momentos como ese. Toda la vida nos encontramos eligiendo, elegimos a qué hora levantamos, cuándo bañamos, qué jabón usar para limpiamos, la ropa que ponemos, el alimento que ingerimos, el automóvil que nos transporta, etc., la lista seria interminable. Sin embargo, cuando rea­lizamos tantos actos en nuestra vida, a base de repetirlos día con día se con­vierten en hábitos, y es entonces cuando se hacen inconscientes y por ello muchas veces ya no nos damos cuenta del proceso de la elección; pero eso no implica que nuestra elección sea falsa o inadecuada, no, todo lo contrario, sim­plemente hemos caído presa de la costumbre.
¿Recuerda el último viaje que realizó? Si hace memoria es posible que se asombre por la cantidad de procesos de elección que realizó para dar un paseíto. Usted eligió el lugar a visitar, la vía más adecuada para ello, el hotel o la casa a la cual llegó, eligió la hora a la cual salir (aunque muchas veces no coincida con la verdadera salida), etc.
 Esa enorme capacidad de elección es la manera en cómo se manifiesta una de las facultades espirituales del ser humano, "La Voluntad". A través de esta facultad es cómo nosotros elegimos, y el proce­so que lleva a cabo nuestra voluntad es verdaderamente interesante. Cuando uno se enfrenta a determinadas circunstancias y necesita elegir es cuando entra en acción nuestra voluntad, manifestándose en el hecho mismo de elegir. Sin embargo., cabría hacerse otra pregunta, ¿de dónde elige nuestra voluntad? ¿Cuáles son las opciones que tiene? Precisamente, las opciones se las presenta la otra facultad espiritual del ser humano., "La Inteligencia".
La inteligencia se encarga fundamentalmente de conocer, el conocimiento. Es la materia prima de la inteligencia, y por ello. "saber" es una de las principales manifestaciones de la misma. De tal suerte, que cuando nosotros elegimos, nuestra voluntad siempre consulta las opciones que le presenta nuestra inteligencia.
 Pongamos un ejem­plo. Si usted quisiera ir hoy en la noche a una gran fiesta porque recibió la invitación para asistir, pues sin duda se encaminaría a ella (y más probablemente si la entrada es libre). Imagine que va usted manejando y al llegar a la esquina de una avenida principal observa que más adelante hay un accidente, y supone que tardaría mucho tiempo en cruzar las 7 calles que faltan para llegar al punto donde usted se dirige. En ese momento., es posible que dude acerca de cuál sería la mejor opción, sobre todo si trae un poco de prisa por llegar. ¿Sigo de frente ya que pronto se agilizará el tránsito? o ¿mejor doy vuelta a la izquierda y me voy por calles alternas?
Esta parece una pregunta sencilla de responder, pero ¿qué tal cuando usted no conoce la zona, y ya está muy adentrada la noche? ¿Verdad que entonces ya no es tan sencilla? Pues bien, en ese momento la vo­luntad se acercaría a la inteligencia y le pediría las sugerencias para ahorrar tiempo, encontrando la vía más corta o el mejor atajo. Si usted "conoce" la zona, su inteligencia podría mostrarle a su voluntad un verdadero mapa geográfico y con ello la elección se haría la más adecuada. Pero, imagínese que su voluntad se acerca con su inteligencia y le dice: -"Inteligencia, oye, te tengo noticias, ¡estamos perdidos en medio de no sé dónde!, por favor preséntame las opciones más viables para salir de aquí, ¡estos rumbos me están poniendo los nervios de punta!, apresúrate". Y la inteligencia le responde: -"No hay nada, recuerda que hoy es la primera vez que salimos a la calle; ¡suerte!". Creo que aunque parezca un cuento para niños, es muy posible que ese haya sido el diálogo entre su inteligencia y su voluntad la primera vez que usó el automóvil manejando solo, en aquellos años de adolescencia, ¿lo recuerda? Pero al pasar de los años, ver­daderamente se hace más difícil extraviarse porque cada vez se va conociendo más.
El ejemplo que acabamos de imaginar opera para cualquiera de nuestras elecciones; siempre necesitamos consultar a la inteligencia. De ahí el trascen­dente hecho que tiene el "conocer", el saber. Si reflexionamos un poco más, el ser humano se encuentra conociendo continuamente a través de la información que obtiene por sus cinco sentidos, todo lo que observa, lo que escucha, toca, huele o saborea. Todo es información que llega a la inteligencia en cada momen­to. Así, se va formando un verdadero banco de datos con dimensiones inenarrables. Me imagino que ha llegado a la conclusión de que entre más sepa, más opciones para que pueda elegir. Está usted en lo correcto.

"El Ser Humano no es tan sólo un ente
material con una experiencia espiritual, es
un Ser Espiritual con un componente físico"
- Wayne Dyer
Los antiguos filósofos griegos definían al Ser Humano como un animal racional, con lo cual, verdaderamente decían mucho porque ellos á su vez, definían lo racional como el conjunto de tres facultades: inteligencia, voluntad y libertad. Sin embargo, fue hace muchos años que leí la más bella definición de lo que podría ser el Ser Humano, y esto sucedió cuando llegó a mis manos un libro de uno de los autores que más admiro y de quien he aprendido mucho, el Dr. Wayne Dyer.
Fue entonces cuando conceptualicé mejor lo que es un ser humano. El da una definición muy concreta, pero no por ello dejando de ser extraordinaria, del Ser Humano con la que estoy profundamente de acuerdo. El Ser Humano es 'fundamentalmente un Ser espiritual con una dimensión física, lo cual es muy diferente a la perspectiva de que el ser humano sea un ente físico con una dimensión espiritual. Aunque pareciera un simple juego semántica, la diferencia entre ambas perspectivas es abismal. Esta dualidad cuerpo-espíritu ha sido tema de discusión de grandes filósofos de la antigüedad e incluso hasta nuestros días. Sin embargo, queda claro que ambas entidades, espíritu y mate­ria, conforman la unidad llamada "Hombre". No creo que sea necesario discu­tir cuál ocupa más espacio, cuál es más importante o si estamos de acuerdo o no. Lo único que quiero compartirle es que nuestro espíritu, el suyo y el mío, tiene esas dos facultades de las que hablamos al principio, Inteligencia y Voluntad.
Por tanto, cuando ejercemos nuestra más pura esencia, lo espiritual, es cuando somos más humanos; cuando aprendemos, cuando conocemos, cuando elegimos y decidimos, es cuando somos más plenamente humanos. De esto estoy con­vencido y es algo que verdaderamente me emociona, y ojala lo perciba así usted también. La profunda magia que existe cuando tenemos la capacidad y el poder de elegir nos posiciona en una gran ventaja competitiva en relación con todas las demás especies, inclusive dentro de la nuestra, ¿no cree?
Como verá, fue hasta entonces que pude responder a la pregunta que en aquella conferencia me hiciera una persona, ¿qué es lo más humano del humano?, y le podría haber dicho: "Su espíritu", con lo cual no creo que se hubiera ido muy satisfecho; o bien, haberle respondido: "Su conocimiento", lo cual tampoco le hubiera gustado, creo. Pero llegué a la conclusión de que la respuesta más viable sería: "Mi estimado y fino amigo, me atrevería a comen­tarle que lo más humano del humano es su enorme poder para elegir". ¡Caray!, cuántas cosas se dicen en esa frase. Pero de todas maneras me imagino que la maravilla de poder elegir es una respuesta adecuada.
Incluso, en este preciso momento, mientras usted lee este material, ha "elegi­do" hacerlo, está ejerciendo facultades plenamente humanas, está aprendiendo y decidiendo, ¡lo felicito por ello! Este es el poder de su elección, y créame que lo ejerce en todo momento, aunque la mayor parte del tiempo lo hace incons­cientemente. El reto: hacerlo más consciente.
Su visión personal
Definitivamente hemos aprendido algo muy valioso; el poder que usted lleva dentro de sí. De tal suerte que, mientras se forja nuestra personalidad en base a muchos y muy variados factores, el único que es determinante es usted mismo. Mire, nuestra personalidad, nuestra visión personal, se ve influenciada por varios aspectos, tales como el momento histórico en el que nacimos a este mundo, el perfil socioeconómico de la familia de la que surgimos, los hábitos de nuestros padres, las costumbres sociales de esa época, nuestros maestros y amigos, etc.; sin embargo, el único factor que determina nuestra personalidad, nuestro ser, es nuestra propia autodeterminación.
"Absolutamente nada ni nadie tiene importancia, tan sólo la que usted mismo ha elegido conferirle"
- Alejandro Ariza Z.
Hace mucho tiempo me enteré de una anécdota que probablemente nos sirva en este momento. Se trataba de un sujeto de 55 años de edad, delincuente, alcohólico, mismo que se encontraba purgando una condena de varios años en prisión por haber asesinado a sangre fría al dependiente de una licorería durante un asalto. Esta persona tuvo dos hijos, uno de ellos resultó ser la copia casi fiel de su padre: asaltante, alcohólico, drogadicto y manteniendo sus vicios a base de robar autopartes y venderlas en los barrios más bajos de la ciudad. Mientras tanto, el otro hijo resultó ser el dueño de su propio negocio, llevando una vida muy saludable, casado, con tres bellas hijas, incluso estaba próximo a abrir una nueva sucursal de su microempresa.
Lo más interesante es que a ambos hijos se les citó para hacerles la misma pregunta: ¿por qué habían elegido ese estilo de vida? Los dos respondieron de manera independiente, sin que uno se enterara de la respuesta del otro. Sin embargo, el mayor impacto fue cuando ambos dieron la misma respuesta: "¿Qué otra cosa podría haber hecho después de haber tenido el padre que tuve?".
Esto es la propia autodeterminación, cuando el ser humano está "por arri­ba" de las circunstancias y no "es víctima" de las circunstancias. El ser humano que vive dependiendo de las circunstancias es lo que se conoce como "Personalidad Reactiva", es el ser humano al que lo define su ambiente, lo define el clima, lo define la economía de su país, lo define su familia, su esposa, lo definen un sinnúmero de factores "externos" a él. Obviamente, todo su comportamiento empieza a estar con base en sus padres, en Dios, en la suerte, en su horóscopo, etc.
Sin embar­go, ese ser humano, se mueve a niveles dramáticamente inferiores a los que se le confieren de suyo. Es decir, siendo la máxima obra de la creación, simple­mente opera "reaccionando", al mismo nivel de la más elemental formulación. Existe una ley en física que dice así: "A toda acción le corresponde una reacción de igual magnitud pero de sentido contrario", pues precisamente así operan estas personas: acción-reacción, y ¡nunca se detienen a pensar y elegir! Así no debe operar un ser humano "plenamente humano".
Como hemos visto con ante­rioridad, el hombre tiene la enorme capacidad de elegir, y es exactamente entre la acción y la respuesta que se presenta esta capacidad. Esta otra tipología es la "Personalidad Proactiva": aquel que es dueño de las circunstancias.
Existen muchos factores que influyen en su comportamiento, pero sólo uno lo determi­na, él mismo, mediante su gran capacidad de elección. Son personas que perciben las acciones, pero antes de responder, "piensan" qué, cómo y cuándo responder. Si bien no es una tarea fácil, es algo que nos hace más humanos. Henry Ford dijo en alguna ocasión "Pensar es la tarea más dura que existe; por eso, probablemente, son tan pocos los que se dedican a ella". Parafraseando a Henry Ford, me atrevería a decir que esa es la razón por la que existen tan pocos proactivos y tantos reactivos. Esa es la enorme diferencia. Una diferencia que puede marcar la distinción entre una persona sana y una enferma, entre una persona son a que vive realizándose día con día y una frustrada.
"Podrás permanecer inconmovible en un torrente caudaloso,
                    pero no en el mundo de los hombres ".
- Proverbio Japonés.
La misma dinámica que hemos venido comentando opera en el apasio­nante mundo de las relaciones humanas. ¿Quién no ha tenido problemas con alguien?, probablemente lo haya logrado Robinson Crusoe, pero debido a que estaba solo; sin embargo, dudo que haya seguido tan ecuánime en cuanto llegó Viernes, su acompañante. Pues el mismo desafío lo afrontamos todos nosotros, todas las personas que se vean obligadas a convivir (y hasta el momento esa es la dinámica de la mayoría). Todos tenemos que convivir de una u otra forma, con la familia, con los compañeros de la escuela, del trabajo, etc. De ahí que sea un verdadero arte el hecho de convivir. En alguna ocasión escuché a un amigo que había recién contraído nupcias y que me fue a ver y recuerdo cuando me decía: "Alejandro, estoy ¡tan enamorado!, mi mayor alegría es cuan­do hago feliz a mi pareja, siento que esa es mi responsabilidad en ésta, mi nueva vida". Reflexioné y le dije: -"¡Qué bueno!, me da mucho gusto, sin embargo ten la prudencia para medir los límites de tu responsabilidad". -"A qué te refieres con eso" -exclamó. - "Pues bien -dije-, me refiero a que cada ser humano es el único responsable de sus propias emociones. De otra manera, si tú no te responsabilizaras de la felicidad de tu pareja, ella estaría destinada a vivir una desdicha para toda su vida; sus emociones dependerían exclusivamente de ti y eso no puede ser verdad. La auténtica felicidad es decisión de la propia persona. Ahora bien, si por amor tú favoreces su propia elección, ¡enhorabuena!, que extraordinario crecimiento le estás ayudando a generar".
Todos nosotros hemos llegado a experimentar alegría o tristeza con base en el comportamiento de otra persona, y en ese preciso instante nos convertimos en "víctimas" de esa circunstancia. En mi propia visión personal y en la de muchos de mis amigos, he visto este error cometerse una y otra vez. El resul­tado: frustración, ansiedad, depresión. Este error en las dinámicas interperso­nales se debe primordialmente al tipo de "amor posesivo" que manejan muchas personas en su vida de relación; sin embargo, una vez analizada esta dinámica (como lo haremos en el capítulo 3 de este material) se toma más fácil y duradera la convivencia entre seres humanos. ¿En alguna ocasión ha escuchado frases como: "¡Ya cállate porque me estás poniendo de malas!?" o, "¡Es que me estás enfermando!". Pues bien, lamento desilusionarlo pero quien se está poniendo de malas o quien se está enfermando es usted solito.
En muchas ocasiones ni siquiera la otra persona, "su agresor" (según usted), está enterado del mal que le está ocasionando; imagínese ¡qué irónico! La señora Emma Godoy expresó en alguna entrevista de las que le hacían por radio, que la envidia y los celos eran dos emociones profundamente absurdas y desgastantes, ya que la persona a la que le teníamos envidia o celos, muchas veces ni enterada estaba de nuestra reacción. A manera de broma decía: "...por lo menos si con nuestros celos o envidia le dieran dolores espantosos a esa otra persona o le surgieran alteraciones gastrointestinales, pues seria discutible lo beneficioso de experimentar esas emociones, pero si no le pasa nada a nuestro agresor y tan sólo nos hacemos daño a nosotros mismos, no ganamos nada; es tonto proceder así...", y con mucha razón.
Sé que mientras usted está leyendo estos conceptos, muy posiblemente esté de acuerdo e incluso esté asintiendo con su cabeza; pero ¿qué tal a la hora de la verdad? ¿Realmente es usted pro activo? ¿Sinceramente piensa y elige antes de actuar? No me responda, no intento torturado, simplemente hago esta reflexión porque primero, antes que nada, necesitamos conocemos más a nosotros mismos para que, luego y más acertadamente, naveguemos por el apa­sionante mundo de las relaciones humanas como unos verdaderos artífices de éstas. Todo empieza con la propia perspectiva que tenemos de nosotros mismos. Si nos interesa vivir una vida plenamente exitosa en los diferentes roles que ju­gamos diariamente, le recomiendo hacer un recorrido por su propia persona. ¿Se imagina? ¿Recorrer su propia personalidad y conocerse un poco más? i  ¡Conozca el Poder de su propia Identidad!!!!!
Mire usted, este material que le estamos compartiendo resulta ser como una escalera hacia una Nueva Conciencia, y le podría garantizar que el primer escalón se llama Autoestima.
Existe un principio filosófico fundamental que dice así: "Nadie puede dar lo que no tiene". Si yo le pidiera diez dólares prestados (y suponiendo que es usted de buena voluntad), pues me los prestaría. Pero, ¿qué pasaría si no los tuviera?; pues, claro, no podría prestármelos. ¿Acaso tendría yo la razón al opinar que usted es un avaro, o un egoísta? Se imagina que le dijera: "Ha sí... ...con que ésas tenemos... ...pues entonces cierre el archivo en este preciso momento y ya no me lea". Absurdo ¿verdad? Si usted no tiene los diez dólares, aunque tenga la mejor voluntad de prestármelos, le será imposible hacerlo. Pues, de la misma manera, si alguien le solicitar su confianza, su cariño, su respeto, y usted ¡no los tiene!, sería imposible darlos.
Lo invito cordialmente a dar un paseo por las distintas dinámicas de la autoestima, investiguemos cuáles son los pilares que mantienen la nuestra y cómo incrementarla. Entérese de muchos casos prácticos a través de los cuales dignifique más a su persona y se identifique como alguien que realmente merece ser más de lo que hasta hoy ha sido. ¿Le interesa? Pues bien, adelante, continúe con su lectura y ascienda al primer escalón al éxito, utilice el poder de su identidad (Capítulo siguiente).

Stress Management Through Sahaja Yoga Meditation Part 1
2
El poder de su identidad
"El Hombre es lo que cree"
- Anton Chejov
¿Quién es usted? ¿Realmente sabe quién es usted? Esta pregunta es de trascendente dimensión y en este capítulo veremos por qué. Mire, es muy posi­ble que en varias ocasiones en su vida se haya hecho esta pregunta, y también es muy posible que la haya dejado de lado por la dificultad para responderla. Un ejemplo de la dificultad para responder a esta pregunta se puede encontrar en la siguiente conversación:
. "¿Quién eres?" -preguntó.
. "Soy Juan Carlos".
. "No te pregunté tu nombre, sino ¿quién eres?".
. "Soy licenciado y consultor".
. "No te pregunté tu profesión, ¿quién eres?" -insistía. . "Pues,... ...soy casado".
. No te pregunté tu estado civil, ¿quién eres?".
Al ya no saber qué responder y ante la sospecha de quién era quien me preguntaba, respondí: "Soy católico y voy a misa todos los domingos".
. ''No te pregunté cómo calmas tu conciencia, ¿quién eres?".
Y así sucesivamente siguió cuestionándome una y otra vez sin que yo supiera responder atinadamente. Al parecer, la respuesta no era tan sencilla, pero lo que más me llamó la atención es que lo difícil era detenerme a pensar, sí, detenerme a pensar en mi propia identidad. Creo que lo que me pasó, al igual que puede pasarle a usted, es que no me daba tiempo para pensar en mí mismo, pensar lo que yo era en verdad; y precisamente ahí es cuando uno empieza a caminar por senderos de la vida sin saber absolutamente nada de uno mismo.
En el capítulo anterior empezamos a descubrir lo que es el ser humano, y muy posiblemente usted ya me quiera responder: Pues yo tengo la respuesta: soy un ser espiritual con un componente físico, ¿alguna otra duda?". Pues bien, con gran razón lograría responder eso a la pregunta ¿qué es el ser humano?, pero en esta ocasión nos hemos hecho "otra" pregunta, ¿Quién es usted? Existe una sutil diferencia entre ambas preguntas porque aunque usted me dijera que es un ser humano y, por tanto, pareciera que se trata de la misma pregunta, permítame confesarle que no es tan simple. Estoy de acuerdo con usted en que somos seres humanos y por ello somos fundamentalmente espiri­tuales con un componente material; sin embargo, a nivel operante, a un nivel más tangible, necesitamos responder a una identidad "personal", no tan sólo a una identidad genérica. Es ¡tan importante! la fuerza de nuestra propia identi­dad, que en base a ella es como nos comportamos. Permítame ilustrar el con­cepto con una pequeña fábula.
Se encontraba un escorpión merodeando por el bosque, cercano a un río. El escorpión tenía la necesidad de cruzar el río pero, como usted sabe, los escor­piones no pueden entrar al agua porque mueren. Entonces, mientras el escorpión iba acercándose al río observó a lo lejos a una rana. Se acercó a ella y la saludó:
"Buenas tardes, Sra. Rana".
La rana se sorprendió al vedo y empezó a temblar de miedo. "Buenas tardes, escorpión. Por favor, aléjate de mí".
  "¿Qué le pasa, Sra. Rana? ¿Por qué me teme? Sé que mi fama no es muy buena, pero yo sólo vengo a pedirle un favor".
  La rana, temerosa, le preguntó: - "¿Qué deseas, en qué te podría servir yo?".
''Necesito cruzar el río. Del otro lado se encuentra mi familia, mi esposa y mis cinco adorados hijos, tengo que verlos, creo que me necesitan. Pero, si me lanzo al río, moriría irremediablemente, y es por ello que le pido que me ayude a cruzar, yo me subo en su dorso y una vez del otro lado no la volveré a molestar. ¿Me ayuda?".
La rana, ante esa historia, dudó. Reflexionó que el escorpión no le podría hacer daño ya que si ella moría a la mitad del río, él mismo se estaría suicidan­do. Aún temerosa, respondió: - "Vamos, lo llevo". Y así fue, el escorpión subió al dorso y juntos se adentraron en el río. Pero para sorpresa de la rana, a la mitad del río, el escorpión ¡clavó su aguijón en ella inyectándole su veneno!. La rana empezaba a morir y, sin embargo, alcanzó a decir unas palabras:
"Pero, escorpión, ¿por qué lo haces?, me estoy muriendo y ahora tú tam­bién te vas a morir, ni siquiera podrás ver a tu familia. ¿Por qué lo hiciste?, ¡por qué!".
El pequeño vivíparo, con una gran tranquilidad y con una voz grave, respondió: - "Por que soy un escorpión y eso es lo que hacemos los escorpio­nes”.
¡Ahí esta!, eso es el poder de la identidad. Este pequeño animalito, aun teniendo la necesidad de llegar con su familia, prefirió suicidarse para actuar de acuerdo con su propia identidad. Su comportamiento fue una lógica y natural consecuencia de su identidad.
De la misma manera operamos usted y yo. Supongamos que alguien le propusiera liquidar a cierta persona. Ya sabe, está de moda por todo el mundo que cuando alguien estorba se le puede matar. ¿Lo haría?, ¿sería capaz?
Supongo que su respuesta sería un rotundo "no" (por lo menos lo infiero por el simple hecho de que haya decidido participar en éste grupo). Déjeme comentarle que yo tam­poco lo haría. El hecho de que ni usted ni yo pudiéramos matar a alguien, se debe a que ninguno de los dos nos identificamos con un asesino. ¿Se da cuen­ta? Es enorme la fuerza que opera en usted cuando se identifica con alguien. Esa fuerza es la que lo lleva a actuar en consecuencia. Créame que si le hubiéramos hecho esa pregunta a un verdadero asesino, muy seguramente nos respondería: "Claro, ¿de qué se trata?".
El ser humano siempre actúa en consecuencia a la identidad que percibe de sí mismo. Así, cuando usted elige, "la forma" en que lo hace siempre obede­cerá a la identidad con la que se conoce usted mismo.
Por ejemplo, imagínese la escena. Se trata de una señora ama de casa que sabe que necesita limpiar la sala. Esta señora realmente sabe que es necesario; más tarde llegarán las visitas que son compañeros de trabajo de su esposo. Es importante dejar una imagen agrad­able del lugar: que esté limpio y ordenado, etc. Sin embargo, no limpia. ¿Por qué?, pues muy posiblemente en el fuero interno de esa señora pasarían reflex­iones como las siguientes: - "Limpiar ¿yo?, pero si soy la señora de la casa.
Limpiar es una actividad propia de otras personas; mejor espero a que llegue la persona adecuada y le ordenaré que lo haga". Una vez más quedó claro el poder de la identidad. La señora identifica a su persona como alguien incapaz de limpiar, pero es incapaz por la simple identidad, no por que la limite algún impedimento físico o algo por el estilo. También identifica a "otra persona" como aquella que sí es capaz de limpiar. Ejemplos como éste hay muchos; el jefe que no puede responder a una llamada telefónica porque antes debe hacer­lo su secretaria, de lo contrario "no sería" jefe; el joven que no desea trabajar porque "es" estudiante y, por tanto, no debe descuidar su escuela; el marido que no halaga ni reconoce los esfuerzos de su esposa porque, si lo hiciera, "dejaría de ser" el macho de la casa, el "hombre".
Ahora bien, si hasta el momento ha quedado claro que nuestra conducta y comportamiento es una lógica y natural consecuencia de nuestra identidad, imagínese cuál es el proceder de alguien que se identifica a sí mismo como "deprimido", "ansioso", "nervioso", etc.; pues lo único que nos podría compar­tir sería su tristeza, su ansiedad y su nerviosismo. Por otra parte, qué agradable sería convivir con alguien que se identifica con una persona alegre, optimista, confiable, etc. ¿No cree?
"Y sobre todo, nunca pienses que no eres
suficientemente bueno. Un hombre nunca debe
pensar eso. Mi creencia es que en la vida
la gente te toma según te valores ".
- Anthony Trollope
Para abundar de una manera muy enriquecedora en lo que usted y yo esta­mos conversando, permítame platicarle una de mis historias favoritas. Está rela­cionada con Carlos Castaneda y su maestro espiritual, el nagual don Juan. Tras haber sido perseguido durante varios días por un jaguar en las montañas y estar convencido de que ese jaguar iba a desgarrarlo miembro a miembro y comérse­lo, Castaneda por fin consiguió escapar de la feroz bestia.
Durante tres días había vivido con el miedo de que iba a ser destrozado y devorado por el jaguar. Cuando su maestro le preguntó por esta experiencia,
Castaneda, según consta en su obra "El Poder del Silencio", respondió:
-"Lo que quedó en conciencia fue que un león de las montañas -puesto que no podía aceptar la idea de un jaguar- nos había perseguido montaña arri­ba, y que don Juan me preguntó si me había sentido ofendido por que pudiera arremeter contra mí aquel gran gato. Yo le dije que era absurdo que pudiera sen­tirme ofendido, y él me respondió que debía sentirme igual respecto a las arremetidas de mis congéneres humanos. Debía protegerme o apartarme de su camino, pero sin la sensación de ser tratado de un modo moralmente incorrec­to".
Era obvio que no tenía sentido "ofenderse" por el ataque de un jaguar, porque el jaguar sólo estaba haciendo lo que hacen los jaguares. Del mismo modo, cuando sentimos que alguien nos ofende, es momento para pensar que no es posible que nada ni nadie nos ofenda, lo único que sucede es que esa persona que nos gritó y que nos ofendió, está haciendo lo propio de un ser hostil y gritón; alguien que parezca lastimamos y herimos simplemente está haciendo lo propio de una persona con esa identidad.
Esa es la percepción que tiene de sí mismo y actúa tan sólo en consecuencia. Reflexione y tenga presente que cabe la gran- posibilidad de que todo lo que le ofenda represente su identidad de "ofendido" o de víctima. Por ello, establecer reglas de cómo se le debe tratar es una forma de garantizar que se convertirá en un ofendido crónico.
Recuerdo alguna ocasión en que me encontraba dictando una conferencia motivacional acerca de valores humanos a un grupo numeroso de reclusas en una prisión al oriente de la ciudad. La experiencia fue muy interesante; por primera vez en mi vida asistía a ese medio tan hostil. Verdaderamente no era nada agradable; lo gris de las celdas, el rostro nada amigable de los guardias, el pesado ambiente de tensión, etc. Mi conferencia estaba programada para iniciar a las 12:30 hrs., y cuando eran las 13: 15 hrs. aún no lograba empezar. La razón fue que la mujer líder de las reclusas estaba en desacuerdo con ir a escucharme y organizó a todas las prisioneras para llegar tarde y así intentar desesperarme. Por fin, después de larga espera, pude iniciar y la mayor sorpresa es que a la mitad de mi conferencia, mientras me encontraba hablando, se levanta la líder y me grita en medio del auditorio: - "Licenciado, habla más fuerte porque no se te oye aquí atrás". En ese momento empezaron a reír todas sus compañeras y excuso decirle cómo me encontraba yo.
Era la primera vez en mi trayectoria dando una plática que me sucedía algo similar. Haciendo un alarde de mi paciencia logré terminar mi plática y, por cierto, percibí que conforme avanzaba mi conferencia, la atención de la audiencia se iba incrementando, pero lo que pasó al final me dejó una gran lección de vida. Estaba pronto a retirarme y me llamó la atención que la mujer que me gritó a media conferencia se había quedado sentada y no se movía de su lugar. Tan sólo tenía su mirada fija en el piso y recargaba su cabeza sobre sus manos. Cuando iba de salida pasé muy cerca de ella y pude escuchar un intercambio de palabras que mantuvo con el guardia que la vigilaba continuamente:
  "Me pasa esto de valorarnos a nosotros mismos, me cae que estuvo re-bonito"
- dijo en tono muy áspero y vago.
  El guardia que estaba cerca de ella la escuchó y le dijo: - "Pues qué lástima que no te hubiera 'pasado' antes de caer prisionera, otra seria tu suerte".
  La mujer lo volteó a ver, le clavó la mirada como no entendiendo lo que acababa de escuchar y respondió: -" Pus cómo quieres, si no lo conocía".
''No lo conocía", nunca había identificado en su persona los valores de los que fui a hablar en esa ocasión. Fue entonces cuando me pregunté, ¿cómo es posible que alguien sea bondadoso cuando nunca antes había conocido la Bondad?, vamos, ni siquiera sabía que existía. ¿Cómo le podemos pedir a un niño o a un joven que sea honesto, si nunca ha visto ese valor en su familia? ¿Cómo podemos invitar a vivir en unión, lealtad y fraternidad a alguien que nunca tuvo una familia, a alguien sin padre ni madre, a verdaderos huérfanos... ...con padres vivos? Con lecciones como ésta es cuando más interés tengo en que ayudemos a crear una nueva conciencia de nosotros mismos.
Nuestra identidad se empieza a forjar con el conocimiento de los dife­rentes valores y virtudes del ser humano. No nacimos con una identidad ya pre­determinada. Cuando usted ha asistido a un hospital para felicitar a la mamá que tuvo a su primer hijo, ¿qué pregunta suele hacer?, ¿qué fue, niño o niña? ¿Ver­dad que es la pregunta más común? Pues bien, puede preguntar eso y la respuesta de la nueva mamá también podría ser una de dos: niño o niña. Se imagina que la mamá le respondiera: - "Soy la más feliz, tuve a una pianista, o a un electricista, o tuve un pequeño bebé cardiólogo". Absurdo ¿verdad? Pues desde ese momento, nuestro nacimiento, inicia una larga jornada para poder identificamos con nosotros mismos y actuar en consecuencia. No niego que existan factores genéticos que nos favorezcan para talo cual identidad, pero como dije en el capítulo anterior, ello tan sólo favorece, no determina.
¿Quién es usted?, por favor le suplico que suspenda su lectura en este momento y se permita pensar en algo trascendentemente valioso, en su propia identidad. Le aconsejo que tome papel y lápiz y ponga por escrito quién es usted.
Posteriormente haga una lista de comportamientos que avalan su propia identidad. Por ejemplo, si en la parte superior de su hoja escribe "Soy una per­sona bondadosa", a continuación escriba todos los comportamientos que lo avalen, como que todos los fines de semana visita algún asilo, comparte lo más valioso de su tiempo con sus hijos y pareja, ayuda económicamente a alguien de manera anónima, ayuda con el mantenimiento de algún niño de la calle, etc. ¡Hágalo ahora mismo!. Escriba cuantas identidades crea poseer: soy bondadoso, soy alegre, soy nervioso, etc., y justifique cada una de ellas. Verá que le será más fácil en aquellas identidades que "realmente" son usted. Entérese de usted mismo; le garantizo una gran lección de vida. Si gusta compartir con el grupo lo que encontró en éste ejercicio, adelante, hágalo por favor.
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Autoestima: Primer escalón al Éxito
¡Hola! Espero que haya hecho el ejercicio anterior indicado al final del capítulo anterior y ahora sepa más de usted mismo; incluso ahora es posible que entienda más de su comportamiento. Si no quiso hacer el ejercicio anterior, le insto a que no deje pasar esta valiosa oportunidad donde podrá ver su propia persona. Hágalo y retorne su lectura más tarde. Recuerde: "Nunca daremos en el blanco que no podamos ver". Sobre todo estamos seguros que el provecho que obtenga de éste taller está no solo en leerlo, sino también el sentirlo, y sobre todo le pedimos si así lo desea nos lo comparta al grupo.
Como hemos venido comentando hasta el momento, el poder de su iden­tidad es enorme, pero ¿qué pasaría si no estuviera de acuerdo con su propia identidad?, ¿Qué tal con la identidad de "soy gordo o gorda" o "soy un enfermo terminal" o "soy metiche"? Nada placentero, ¿verdad? Pues peor aún si logró escribir justificaciones para ese tipo de identidad. Permítame asegurarle categóricamente algo: si usted dijo, por ejemplo, "soy gordo", pues ¡NO ES CIERTO!!!, es posible que esté gordo, pero existe una abismal diferencia entre estar y ser.
Mire, cuando iniciamos nuestros enunciados con el verbo "ser" esta­mos hablando de nuestra identidad, pero cuando iniciamos con el verbo "estar", tan sólo describimos parte de nosotros, pero eso no es todo lo que somos. Aunque este juego de palabras parezca un simple azar semántico o gramatical, le aseguro que es algo mucho más trascendente. La fuerza que ejercen las pa­labras sobre la construcción de nuestra vida, de nuestra propia identidad, es más grande de lo que usted se imagina. A través de la Programación Neurolingüística (P.N.L.), una nueva ciencia del desarrollo humano, es como se estudia el poderosísimo efecto que tienen las palabras en nuestra conducta; es algo de lo que hablaremos extensamente en el tercer y cuarto capítulos de nues­tro taller cuando estudiemos cómo nos comunicamos. Por lo pronto, iniciemos con un conocimiento más: ¿qué es la autoestima y por qué es tan importante para el pleno desarrollo del ser humano?
La autoestima es la clave más importante para lograr el éxito en los dife­rentes campos de nuestra vida. El Dr. Nathaniel Branden es una verdadera autoridad en los Estados Unidos de Norteamérica como estudioso y profesional de este tema. Él define la auto estima como una experiencia personal al saberse apto para la vida y sus necesidades, y ello implica confianza en dos aspectos fundamentales:
1) Confianza en nuestra capacidad de pensar y de afrontar los desafíos básicos de la vida, y...
2) Confianza en nuestro derecho a ser felices, al sentimiento de ser dig­nos, de merecer, de tener derecho a afirmar nuestras necesidades y a gozar de los frutos de nuestros esfuerzos.
De estas afirmaciones se desprende la gran responsabilidad de conocer más del tema. En el transcurso de la historia han desfilado muchos psicólogos y profesionales afines al tema que han contribuido para la comprensión del mismo. Hablamos de Sigmund Freud, Adler, y más recientemente de William James, Nathaniel Branden. Le adelan­to que actualmente se ha descubierto que una de las principales fuentes de la angustia existencial es cuando nos valoramos a nosotros mismos con respecto a otros. La autoestima es un juicio definitivamente personal de dignidad que se expresa en las actitudes del hombre hacia sí mismo.
“Amarás a tu prójimo
  como a ti mismo"
- Jesucristo

Dinámica de la Autoestima

Analizar cómo se va fraguando nuestra autoestima implica entender que todos provenimos de familias que, hasta cierto grado, son disfuncionales. No se ofenda, yo también provengo de una familia así. Esto no quiere decir que nues­tros antecedentes sean de padres alcohólicos, madres solteras, padres violentos, madres castrantes, no, en absoluto; me refiero a que "la familia perfecta" no existe. Siempre se presentan ciertos padecimientos neuróticos en el núcleo familiar: el trastorno obsesivo-compulsivo, la depresión, delirios de grandeza, etc. Más aún, al salir de casa nos topamos con una gran cantidad de personas; muchas de ellas también presentan cuadros neuróticos e incluso podríamos encontrar varios sicóticos.
Todas estas personas han influido de alguna manera en nuestra autoestima; para ejemplificar, le recordaré algunas anécdotas que tenemos en común varias personas: que en alguna época de su vida (la etapa de educación secundaria suele ser la más común) se le haya catalogado como "no suficiente" para alguna materia. ¿Se imagina? ''NS''; si nos detenemos a ver la fuerza de ese par de palabras pareciera que usted prácticamente no puede justi­ficar su existir en el planeta. Otro ejemplo es cuando en alguna ocasión hayamos sido ridiculizados o humillados. ¿Recuerda algo así en su vida?
Simplemente acuérdese de esa época en que estaban de moda los apodos; que el "cara de pizza", "la pelota", "el pollo", "el nariz de alcanza queso", "el fideo", etc. Seguramente usted recuerda más que yo. También afectó desarrollarse en famil­ias en las que se vivía sin normas, o peor aún, familias con normas contradicto­rias como cuando se les indica a los hijos decir la verdad mientras que, al mismo tiempo, suena el teléfono en la casa y el propio padre le dice a su hijo: -"diles que no estoy". Ya me imagino el conflicto dentro de la cabeza del hijo cuando en la mismísima presencia de su padre, éste dice que no está. Creo que el hijo podría decir: -"ya me estoy volviendo loco; yo sí veo a mi papá, y al mismo tiempo digo que no está".
Haber vivido dinámicas en donde no se tenía contac­to con la realidad también afecta nuestra autoestima; por ejemplo, cuando se vive un mundo de economía y finanzas muy superior al que verdaderamente tenemos, ¿lo ha usted experimentado? ¿En alguna ocasión ha gastado más de lo que tiene? Bueno, esa interesante y extraña dinámica también influye en nuestra autoestima. Familias en las cuales se vivió bajo amenazas, educados con golpes ó devaluándolos diciéndoles que son tontos, flojos, vagos, que no saben hacer nada bien. Peor aún el manejo de comparaciones donde nos compararon negativamente contra el hermano ó familiar de mayor aprobación, sembrando en nuestro subconsciente el mensaje. “tu no puedes”, “otros son mejores” y cosas desagradables por el estilo que después de tantos años siguen presentes en nuestra vida a través del sub-conciente.
 Sin embargo, no crea que todo es negativo; eso es absoluta­mente lo contrario a mi perspectiva de vida. También factores propositivos influyeron en la dinámica de nuestra auto estima: familias en donde se creía en uno mismo, en donde se nos dijo alguna vez "tú puedes", en donde se vivió den­tro de un ambiente de cordialidad, amor y perdón, en donde fuimos testigos de reconciliaciones, en donde tuvimos la dicha de ser acariciados y llamados por nuestro nombre. Así empezaron a configurarse los primeros eslabones de la cadena que nos ancla a una identidad.
La auto estima es una poderosa necesidad humana; podríamos decir que es el sistema inmunológico de la conciencia, lo que nos fortalece ante cualquier desafío. Me parece importante recalcar que uno de los mayores errores que podemos cometer es cuando nos valoramos con respecto a otros. Hacerlo merma nuestra autoestima, genera ansiedad y dolor. Como consecuencia, muchas per­sonas inclinan su vida hacia un sinnúmero de dependencias como el tabaquis­mo, el alcoholismo, el trabajo excesivo, la adicción a otra persona, etc., ya que con ello sienten que alivian esa ansiedad y ese dolor; sin embargo, ese alivio resulta ser falso.
Entonces, ¿cómo podríamos mantener nuestra autoestima? ¿Cuáles serian los pilares de nuestra auto imagen? Las columnas que mantienen nuestra autoestima son dos: Auto eficacia y Auto dignidad. La primera se refiere a la confianza que tenemos en el funcionamiento de nuestras capacidades men­tales como pensar, facilidad de palabra, cálculos matemáticos, cúmulo de conocimientos, etc. Por otra parte, la auto dignidad se refiere a la seguridad de mi propio valor siendo una actitud afirmativa hacia mi derecho de vivir y ser feliz. Al dimensionar la fuerza de estos dos pilares, eficacia y dignidad propios, podemos decir que la auto estima se entiende como una predisposición a expe­rimentarse como competente para afrontar los desafíos de la vida y como mere­cedor de la felicidad.
"Si no creemos en nosotros mismos,
ni en nuestra capacidad, ni en nuestra bondad,
el Universo es un lugar aterrorizante."
  1. Nathaniel Branden
  2.  
Existen varias estrategias para incrementar nuestra autoestima, sin embar­go, la más importante de todas ellas es "Creer en Uno mismo". Mire, estoy con­vencido de que, si varias personas con las que me he encontrado y que resultan ser de muy baja autoestima, creyeran en sí mismas casi como creen en Dios, otra vida experimentarían. No tome esto como una falta de respeto a Dios ni mucho menos. No intentamos comparamos con El, no, en absoluto. Pero lejos de pare­cer blasfemia, estoy convencido de que hace falta creer en el ser humano casi como se cree en Dios.
 Ahora bien, también estoy plenamente consciente de que no basta con decir "cree en ti" como una fórmula maravillosa; ello correspon­dería a que cuando un paciente insomne acudiera al médico para encontrar solución a su problema, y simplemente le dijera: -"¡hombre!, ya duérmase y se acabó". Más adelante le compartiré varios consejos de uso práctico que le ayudarán a creer más en sí mismo, pero por el momento cabría preguntamos ¿por qué necesitamos autoestima? Pues por una gran razón: el ser humano, pro­piamente humano, tiene conciencia (capacidad de discernir) y responsabilidad, y aquí la autoestima es fundamental porque es la única manera de mantener prendida por más tiempo la luz de nuestra conciencia que, para sorpresa de muchos, podemos apagar a voluntad. Permítame explicarme mejor.
 ¿Cuántas ocasiones sabe usted de antemano que aquello que va a hacer está mal?, ¿o que no le conviene, o le hace daño? Muchas, por supuesto, ¿verdad?; entonces, ¿por qué a pesar de ello así lo hace? Pues porque usted mismo puede apagar la luz de su conciencia a voluntad e irse de juerga con los amigos mientras dijera a su esposa que estaría en una junta de negocios; o bien, cuando vive una vida basa­da en la infidelidad y jurando al mismo tiempo amor y respeto por su pareja; o simplemente cuando pasa a formar parte del sistema de la corrupción pero, eso sí, va a misa todos los domingos. Pues bien, es precisamente ahí, cuando usted apaga la luz de su conciencia, que surge su autoestima y le dificulta apagarla; cuando el juicio personal lo inunda en su intimidad y lo empieza a cuestionar: "¿Estará bien lo que hago? Bueno, al fin que nadie se va a dar cuenta (i Y usted !!!, ¿acaso no se está dando cuenta?). ¿Seré capaz de besar a otra persona después del amor que me profesa mi pareja? ¿Y si me fugo nada más tantito?"
Estas y otras preguntas son originadas en su propia autoestima, créamelo; en su misma identidad se empiezan a gestar estos cuestionamientos que le impiden apagar con facilidad la luz de su conciencia. Por eso necesitamos de auto estima, por la decisión para pensar o no pensar, y en ello se entiende la altísima respon­sabilidad de los actos libres del ser humano.

Ahora bien, no debemos confundir la auténtica autoestima con la pseudo­ autoestima o falsa auto estima, que es "mi valía por causas ajenas a mí". Recuerde que la verdadera autoestima se fundamenta en usted mismo, no en los bienes materiales alrededor de su persona. La falsa autoestima es cuando nos valoramos por nuestro dinero, apellidos, membresías a algún club privado, popularidad, tarje­tas de crédito, aclamación, adquisiciones materiales, cirugía plástica, conquistas sexuales, la gente con quién convivimos socialmente entre otras.
Recuerdo cuando en alguna ocasión salía de una de mis conferencias que había dictado en una universidad para mujeres al sur de la ciu­dad. Fue un verdadero espectáculo. Ahí las niñas no caminaban, partían plaza, moviéndose al ritmo de las marcas de ropa, conquistas amorosas, tono de voz y forma de hablar (muy peculiar, por cierto), etc. Estaba a punto de abordar mi automóvil cuando una de estas niñas con alrededor de 19 años de edad se acer­có a mí y me preguntó: -"perdón por la molestia, pero me surgió una duda, ¿tienes a couple of minutes?". -"Yes", le dije. Y en ese mismo instante me arremetió con una curiosa pregunta: -"¿Como cuánto calculas que valga yo?". Le confieso que reflexioné un poco e hice mis cálculos. Me acuerdo que le respondí algo similar a esto: -"Mira, la cantidad exacta no la sé, pero probable­mente te sirva el estudio que realizó hace algunos años el Dr. Donald Foreman, jefe del departamento de bioquímica de la universidad de Evanston, quien pul­verizó a un cadáver para cotizar sus diferentes componentes tales como, mi­nerales, carbohidratos, lípidos, proteínas, aminoácidos, etc., y con una talla de 1.70 m y peso de 72 Kg., según las últimas cotizaciones internacionales su valor ascendía a 5.75 dólares. Ahora bien, si tú eres más corta de estatura y de menor peso, pues andarás alrededor de los 4 dólares con 50 centavos". No logré enten­der por qué simplemente se dio media vuelta y se fue.
La auténtica autoestima es una íntima experiencia que habita en uno mismo, y que nadie en el mundo puede ni debe decirnos cuanto valemos. Este nivel de autoestima nos confiere la capacidad y el valor para actuar y lograr alcanzar metas, teniendo al final un profundo sentido de orgullo propio, entendiéndose éste como un premio emocional. La auténtica autoestima es una experiencia tan íntima que me permitiré explicarlo mejor con una metáfora:
Se encontraba un buen hombre, de oficio globero, caminando por el parque en una tarde veranie­ga tratando de vender sus globos. En esa ocasión llevaba muchos globos de muy variados colores: rojo, azul, blanco, negro, morado, verde, etc. Después de ca­minar varios minutos, se le acercaron muchos niños queriendo adquirir uno de sus fantásticos globos, cuando, de repente, llegó toda una pandilla de pequeños traviesos que al empujarlo, hicieron que se le escaparan de entre sus manos un grupo de tres o cuatro globos. Se habían escapado hacia el cielo. El globero miró a los pequeños rapaces con un poco de enojo al haber perdido esa venta, pero después de unos momentos, y gracias a la gran inteligencia de este buen hombre, todo volvió a la normalidad y siguió vendiendo.
Lo más curioso es que lejos de la escena lo observaba un pequeño de 8 años que había visto todo: cómo vendía sus globos, cuándo llegaron los niños y habían volado los globos de co­lores, etc. Este niño era muy tímido, pero cuando el buen hombre, el globero, se percató del pequeño escondido tras un árbol lejano, se acercó a él y le pregun­tó: -"¿qué te pasa, por qué no juegas como los otros niños?". El pequeño, quien era negro y de pelo emulado, respondió -"Es que no me juntan a jugar". El buen hombre le dijo: -"Ven, sal de ahí y te regalaré un globo. ¿Te agrada la idea?". El infante salió de inmediato y le hizo una última pregunta, como temiendo por la respuesta: -"Oiga, señor globero, hace rato observé cuando volaron los glo­bos de colores y tengo una duda, ¿el globo negro que usted tiene, si lo suelta también logrará subir?". Para suerte del pequeño, el globero era una persona con una gran calidad humana, y de esa manera le respondió una gran verdad: -"Hijo mío, aprende que lo que hace subir a un globo no es su color, sino lo que lleva dentro".
Esa experiencia tan profunda y propia de la auténtica auto estima también se puede llegar a manifestar en nuestro exterior como una mera consecuencia. Una persona con alta auto estima tiene un rostro en el que se percibe el placer de estar vivo, serenidad al hablar de logros y fracasos, una actitud de comodidad para dar y recibir cumplidos, apertura ante la crítica, posee una gran capacidad para gozar del buen humor; se le observa relajado con ojos despiertos y bri­llantes, con una postura erguida, camina con decisión y su voz suele ser modu­lada. Estas son algunas características que he observado en personas con gran auto estima; no son las únicas, pero sí suelen ser las más frecuentes.
"La gente gusta del hombre que lleva escrito en el rostro
                                 la seguridad del triunfo"
- Orison Swett Marden
Probablemente a estas alturas de nuestro estudio habrá surgido en usted una pregunta: ¿será bueno elevar nuestra autoestima demasiado?, o ¿acaso eso no nos llevaría a sentimos "muy elevados" y petulantes? Le puedo afirmar categóricamente que no. Es profundamente valedero y extraordinariamente necesario que nuestra autoestima se eleve a dimensiones exageradas, a alturas inverosímiles claro, si se trata de auténtica autoestima. Por ende, nunca deben elevarse los sentimientos de vanagloria, jactancia y arrogancia, mismos que son una manifestación de una pobre autoestima.
También es importante aclarar que una persona con alta autoestima puede sufrir, puede sentir desolación, estar triste. Pero, entonces, ¿cuál sería la dife­rencia con otra persona de esas características pero con pobre o nula autoesti­ma? Incluso, esas emociones definen mejor a este segundo. La enorme dife­rencia es que la persona con gran autoestima puede experimentar todos esos problemas y emociones, pero esas mismas emociones no lo detienen, no lo definen, no lo identifican. Siempre recuerde, por favor: "Usted es más grande que sus problemas".

Fuentes de la Autoestima
La fuente principal de la autoestima es "El Conocimiento"; quien más sabe, mayor autoestima experimenta. Todo el combustible que pueda proporcionar a su inteligencia redundará en mayor autoestima. Usted lo ha experimentado. ¿Recuerda aquella ocasión en la que necesitaba saber algo para salir de un pro­blema, y ese algo usted lo sabía? ¿Se acuerda cuando dio la respuesta y todo el mundo se lo agradeció? ¿Qué tal se sentía? Podría jurar que la "divina garza" se quedaba muy corta junto a usted. Pues bien, esa es la conexión a la que me refiero cuando afirmo que el conocimiento es la principal fuente de autoestima. Entre más sepa, más seguridad experimentará para elegir en su vida (ver capí­tulo 1). Además, existen fuentes directamente involucradas en nuestra autoesti­ma: la integridad del Ser, la conciencia, la voluntad de ser eficaz y, muy impor­tante, "el distanciamiento estratégico".
 Entiéndase por distanciamiento estratégico la prudente e inteligente distancia que debe existir entre usted y sus problemas. Insisto en que siempre tenga presente la siguiente frase: "Yo Soy más grande que mis problemas". Incluso, permítame recomendarle que la escriba con letras grandes y la coloque en un lugar donde diariamente la pueda leer; un espejo es una muy buena opción. Los resultados de esta autosugestión son for­midables.
La gran meta a la cual lo quiero invitar es a que logre "pensar indepen­dientemente". Si logra poder pensar sin verse influenciado por los rumores, por los vecinos, por sus amigos, por su mamá, por el horóscopo, etc., le puedo garantizar de una manera rotunda y contundente que su autoestima se elevará como la espuma de una cerveza. ¿Se imagina poder decidir sin tener que consultar al oráculo todas las mañanas?; ¿se imagina poder elegir el color de su ropa sin tener que darle gusto a su madre o a su esposo?; ¿se imagina poder salir a pasear sin llevar cargo de conciencia por no avisarle a un familiar determinado? Si lo logra imaginar ya ha dado un gran paso; ahora simplemente faltaría dar. El paso definitivo: iniciar la acción concreta para obtener los resultados.
Ahora bien, ¿le interesa realmente incrementar su auto estima, mejorar su calidad de vida, experimentar más momentos de felicidad?, pues entonces siem­pre tenga presente esto: "No subordine su conciencia a sus deseos". Esta es una verdadera piedra angular en la dinámica de su autoestima. Mire, líneas atrás  comentábamos acerca de que usted bien sabe cuando hace malo cuan­do algo le hará daño, ¿no es así? Pues esa es la valiosísima información que le proporciona su conciencia. Sin embargo, debido a que usted puede apagar esa luz de su conciencia a voluntad, es posible que quiera obedecer a sus deseos; pero cuando estos son diametralmente opuestos a lo que le dicta su conciencia, se presenta el conflicto.
Un conflicto interno en donde pone a prueba su inte­gridad, sus valores, sus virtudes, su dimensión humana, y cuando hace caso omiso de su conciencia, subordinándola a sus deseos, surge tarde o temprano el arrepentimiento, ya sea explícito o implícito. Esa sensación de amargura subsecuente merma nuestra autoestima, daña nuestro sistema inmunológico de con­ciencia, nos identifica plenamente con el auto sabotaje. El resultado es muy posi­ble que ya lo haya experimentado en más de una ocasión ¿verdad?; pero ahora que usted y yo estamos en confianza, le pregunto: ¿Le agradó?, ¿acaso sintió orgullo de sus debilidades? No creo.
Sin embargo, la otra cara de la moneda tiene su gran recompensa. ¿Qué tal cuando obedeció a su conciencia e hizo caso omiso de sus deseos más banales? En otras palabras, ¿qué tal cuando estaba a dieta y no se comió el postre que tanto deseaba? Es una sensación heroica, ¿no cree? Cuando pudo ser infiel y prefirió regresar a casa para cenar con los suyos, se dimensionó a un nivel más humano que nunca. Cuando pudiendo robar pre­firió guiarse por la virtud y se negó a participar en ese negocio, automática­mente se postuló como un ser humano auténtico, íntegro, digno de sí. Pues esa emoción de triunfo, de éxito, es la que lo debe acompañar diariamente, ¡Usted decide! Vivir a la sombra y ocultándose de la luz, o vivir con la frente en alto, desprendiendo luz a su paso y emocionándose por existir.

Recomendaciones para incrementar la Autoestima
"Cuando hacemos lo mejor que podemos,
nunca sabemos qué milagro se produce
en nuestra vida o en la vida de otros”.
- Hellen Keller
Con el debido respeto que usted me inspira y con la confianza que hemos entablado en estos últimos días, me permito recomendar1e una gran estrategia para incrementar su autoestima: "Acéptese tal cual es". La auto aceptación es la clave del concepto.
Hace ya algunos años que me visitó a mi consulta una niña cuyo sueño era tener una nariz respingada. Ella era muy bonita; a mi parecer no necesitaba ninguna cirugía plástica, pero cuando me dijo que todas las noches se acostaba con una cinta adhesiva que se colocaba de la nariz hacia atrás, hasta la coronilla, fue cuando me expliqué el por qué había llegado al psiquiatra. ;Acéptese tal cual es!. Está bien que siempre queramos mejorar, pero eso no implica sufrir por nuestro estado actual.
Cuando le recomiendo que se acepte, ya sea usted flaco, gordo, pobre, feo, jorobado, con mal aliento, etc., pero ¡por supuesto que puede cambiar!, recuerde que puede cambiar su propia identidad, pero no padezca su estado actual. Recuerdo cuando a un gran maestro mío lo invitaron a dictar una conferencia en un congreso juvenil con una asistencia cercana a los dos mil jóvenes. Me platicó que, al igual que él estaba en la mesa de honor la Miss Universo de ese año (1990). Por falta de organización y demás circunstancias propias de un evento de esa magnitud, sucedió un percance al no poder llegar el conferenciante invitado; entre la sorpresa para los organizadores. La ansiedad del momento, las cámaras que estaban filmando el evento, etc., los organizadores decidieron que la Miss Universo pasara al podium y tomara la palabra para que improvisara un pequeño discurso. Pues ya se imagina, esas mujeres son muy bellas, muy bellas en verdad, pero nada más.
Cuando le soli­citaron unas palabras, se puso nerviosísima porque "no lo llevaba preparado" y no sabría qué decir; sin embargo, con las prisas, la presión del público, lo súbito del momento, llegó hasta el podium y dijo el mejor discurso que se haya escuchado en el congreso: -"Jóvenes, yo sólo puedo decirles una cosa: una per­sona muy bella, fácilmente es usada, difícilmente amada". Dio las gracias y regresó a su asiento. No se escuchaba ni una sola voz; el auditorio en su totali­dad se encontraba impávido ante tal afirmación (casi como usted se encuentra ahora). ¿Se imagina la escena? ¿La mujer más guapa del mundo diciendo eso? Es realmente para pensarse, mas no crea por ningún motivo que soy partidario de la fealdad; en absoluto, ser feo no es ninguna virtud.
Lo que llego a reflexio­nar es que no debemos apoyar nuestra valía tan sólo en nuestro físico. No se imagina la cantidad de personas que he podido conocer que se han practicado algún tipo de cirugía plástica. La inmensa mayoría de ellos viven con una ansiedad crónica, latente, ante la posibilidad de que "alguien los descubra". Qué trágico ha de ser recibir un saludo como éste cuando uno se ha operado: -"Hola, ¿eres tú quien está debajo de eso?". No me lo quiero ni imaginar.
Bueno, ya basta de mensajes alternos. Tan sólo le quiero recomendar 12 estrategias concretas para incrementar su auto estima en la vida práctica, mismas que más adelante comentaré:
1) Haga un inventario de sus cualidades personales.
2) Arréglese, vístase bien, no importa la ocasión, siempre es bueno y sobre todo piense que lo hace primero por usted porque lo vale.
3) Lea libros propositivos y de superación profesional.
4) Asista y escuche conferencias motivacionales.
5) Emprenda algo, Inicie un proyecto.
6) Pertenezca a un club de personas positivas.
7) Reúnase con personas entusiastas.
8) Escriba una lista de sus victorias y éxitos pasadas y léalas con frecuencia.
9) Evite ver películas de horror, suspenso o maldad.
10) hable en público, dicte conferencias.
11) Aprenda del fracaso
12) HAGA algo por alguien.

Le puedo afirmar que si usted practica diariamente por lo menos cinco de estos puntos, su calidad de vida mejorará de una manera extraordinaria. En la primera recomendación realizará un inventario de sus virtudes y cualidades; espero que en el ejercicio pasado, cuando hablábamos de su identidad, ya lo haya iniciado. Es muy fortalecedor saber sus cualidades. Además, es muy importante que "independientemente" de la ocasión, vista bien. Su imagen habla mucho de usted, y lo más importante es que ¡habla con usted mismo!, esa es la clave. ¿Recuerda cómo se ve cuando acaba de despertarse luego de una noche tormentosa? ¿Recuerda cómo se ve cuando termina de arreglarse para salir a una gran cena? ¿Qué prefiere? Pues entonces arréglese, es sano hasta para sus propios familiares. No caiga en el juego dominical de autocomplacencia cuan­do piense: -"para qué me arreglo si hoy no viene nadie". Reflexione, ¿su esposa o esposo es "nadie", sus hijos son "nadie"? Vista bien, incluso su familia se lo agradecerá.
Leer literatura que enriquezca el espíritu es de lo más saludable que pueda practicar, tal cual lo está haciendo ahora mismo. ¿No es verdad que se siente muy, pero muy bien? Bajo la misma tesitura le recomiendo amplísimamente que no lea con mucha frecuencia el periódico ni literatura por el estilo. Es parte de nuestra cultura el que se viertan centenares de malas noticias en los diarios; le aseguro que no es tan necesario estar "bien informado, bien neurótico". Por favor, asista a conferencias motivacionales; elija muy bien el tema y cerciórese de que el orador sea un famoso motivador; de lo contrario, corre el riesgo de que el conferencista sólo le saque lágrimas. En mi vida he visto grandes cambios en muchas personas y doy fe de lo extraordinariamente positivo que puede resultar el escuchar y vivenciar una gran conferencia moti­vacional.
Cuando uno inicia algo, cuando usted emprende cierto proyecto, su autoestima se incrementa. Supongo que esto ya lo ha vivido y no me dejará mentir; la magia que le rodea es el carisma del líder al iniciar un sueño. Lo desafió a que lo haga. El resultado en su dinámica personal es sorprendente. Además, trabajar con alguien optimista y agradable siempre resulta altamente reconfortante. Busque colaborar con personas entusiastas; aunque le advierto que corre el riesgo de contagiarse y no sentir ninguna carga de trabajo. Este lema lo ampliaremos en el siguiente capítulo al abordar el arte de las relaciones humanas.
Alguna ocasión tuve la oportunidad de leer a un filósofo que decía: -"...y ayer cómo el pasado se vuelve maravillosamente presente ante el pensamiento humano...". Esa es una de las más grandes facultades del hombre, puede desa­fiar al tiempo y, con su mente, ¡puede viajar al pasado! Recuerde sus victorias y alegrías, ello le fomentará la confianza necesaria para volverlas a vivir. Si ya lo logró una vez, con más razón puede repetir esa magnífica vivencia porque, Recuerde: "el éxito deja pistas". Del mismo modo, resulta fundamental que si estamos enfocando nuestra mente hacia una Nueva Conciencia, debemos alejar­ de toda información que vaya en detrimento del espíritu humano. Por favor, no vea películas de terror, suspenso o maldad. Existen estudios que han demostrado que ver una película de suspenso tres veces seguidas (6 horas de duración continua) produce un daño mental muy similar a haber experimentado en vida real lo que se vió en la pantalla. Ejerza su poder de elección y tome lo mejor para su espíritu.
Por otra parte, le recomiendo hablar en público. Todos sentimos al princi­pio el famoso pánico escénico, pero con la práctica se puede disminuir hasta niveles imperceptibles. Recuerde que la madre de toda habilidad es la práctica. Fíjese que he observado que las personas con gran autoestima siempre gustan de ocupar foros; buscan constantemente la oportunidad de hablar ante un audi­torio e, incluso, les causa éxtasis poder comunicar sus ideas a los demás. Pero la dinámica más interesante es que se crea un círculo virtuoso; su autoestima les favorece hablar en público, y esto a su vez les incrementa su autoestima. Si le ha pasado que siente que se trastorna ante la simple idea de pararse a hablar frente a un grupo de personas, le garantizo que llegará el momento en que lo tenga que hacer y se vea obligado a pronunciar un discurso; este es un buen momento para asistir a unas clases de oratoria, pertenecer a un comité donde se vea obligado a tomar la palabra, o simplemente ser quien se levanta a pronun­ciar un brindis en la próxima comida. ¡Hágalo! Le garantizo por experiencia propia que las consecuencias son muy alentadoras. No tenga miedo al fracaso; éste suele aportamos información muy valiosa en las diferentes opciones de mejora que nos presenta.
Apreciable compañero, ha llegado un momento en que me sinceraré con usted. Le confieso que no he encontrado mayor placer en mi vida que hacer algo por alguien. Ayudar es el sentido de mi vida y gran parte de mi misión existencia!.
Cuando usted hace algo por alguien, cuando sabe que gracias a usted otra per­sona puede respirar con mayor tranquilidad, cuando le hace más liviana la carga a su prójimo, experimenta la dimensión más sublime que puede vivir un ser humano. De todas las recomendaciones que le he sugerido hasta ahora, me atre­vo a afirmar categóricamente que ésta, cuando ayuda a otra persona, cuando hace algo por alguien, es la más valiosa, es donde se vive una mágica realidad. Le insto a que lo practique y pronto pueda experimentar que la distancia entre lo ideal y lo real es verdaderamente corta. Cuando haga algo por los' demás sen­tirá cómo dos corazones logran latir en un mismo cuerpo; percibirá una enorme emoción por existir, una pasión desbordante que lo llevará a realizar cosas, antes inimaginables; todo por amor, todo por ser, por ser plenamente humano.
Lo invito a que, una vez incrementado su propio potencial, se compro­meta a vivir la magia que hay en la vida de relación, ese caudaloso río que rep­resenta el género humano. Es un verdadero reto aplicar todos nuestros conocimientos en el arte de las relaciones humanas, pero resulta ser un exquis­ito desafío con enormes regalías y grandes dividendos.

miércoles, 5 de junio de 2013

Problemas: Opciones de Mejora


Un problema
es, cuando se te presenta, la oportunidad
          de dar tu máximo esfuerzo.
          - DUKE ELLINGTON
Músico, compositor y director de orquesta estadounidense.
Todos hemos vivido momentos en donde parece que todo son problemas y ya no quisiéramos saber de nadie ni de nada. Momentos en donde verdaderamente nos sentimos abatidos, desilusionados, frustrados o dramáticamente enojados. Todas esas emociones son normales en el género humano. ¿Pero, por qué nos llegamos a sentir enojados o frustrados o deprimidos? Pues ten la plena certeza de que nos llegamos a sentir así, porque alguien no cumplió con nuestras expectativas. No realizó el trabajo que nosotros esperábamos, no nos dio esa muestra de ternura y cariño que pensamos merecer, ni nos da la libertad que reclamamos o alguien nos hizo a un lado. Hasta aquí, todo parece indicar que la culpa de nuestra desavenencia la tuvo "alguien". Sin embargo, lamento decirte que ese "alguien" no es otro más allá de ti.
Mira, lo más interesante para analizar ahora es que todas esas sensaciones debilitantes son fruto de nuestro interior, del cómo vemos las cosas, de nuestra muy particular forma de apreciar los hechos. Nosotros somos los que decidimos sentirnos mal frente a un problema. Me lo creas o no, así es. Todos creamos un problema dentro de nuestra men­te cuando alguien o algo no se ajustó a nuestros parámetros de resultados. El problema en realidad no existe como tal, sólo nuestro desacuerdo con las circunstancias que se pre­sentaron y cobra dimensión únicamente a través de no­sotros. Esta debilitante perspectiva de los hechos (cuando sólo vemos problemas) es la que nos imposibilita ver las oportunidades que hay "detrás" de un aparente pro­blema. Quiero afirmarte algo: SIEMPRE hay una opor­tunidad oculta detrás de algún problema, y lo más común es: Crecer.
          Las adversidades están hechas para estimular
y no para quitar el ánimo. El espíritu humano
          se fortifica en la lucha.
- WILLIAM E. CHANNING Teólogo estadounidense
Hace unos cuantos días, en la oficina tuvimos un problema -aunque te informo que nosotros lo llamamos "opción de mejora"-. Decidimos con­fiar en alguien para la realización de ciertos proyectos y ese alguien resultó ser un mediocre, patán, irresponsable y ra­tero. Cuando nos percatamos de que ese peculiar sujeto nos robó una suma muy importante de dinero, la primera reacción fue funesta de nuestra parte (a nivel de pensa­miento), pero unos cuantos minutos después del desagra­dable suceso, gracias a la filosofía de una Nueva Conciencia, encontramos una enorme opción de mejora detrás de ese "aparente" problema. El proyecto que le habíamos encar­gado a alguien, lo terminamos haciendo nosotros. Resultado: un muy considerable ahorro en las finanzas y un dramático crecimiento en nuestro cono­cimiento y autoestima. Lo único que te puedo comentar es, que sólo 48 horas después del aparente problema surgió un gran crecimiento intelectual, económico y moral en nosotros -y te confieso que muy especialmente en mí. Si no hubiera sido por aquel "problema", nunca nos hubiéramos dado cuen­ta del robo al que estábamos siendo sometidos mes con mes. Si no hubiera sido por aquel "problema", nunca nos hubiéramos sentido obligados a aprender y dominar ciertas habilidades que hoy ya adquirimos. El innegable resultado: ¡crecer y mejorar!
El placer que genera resolver un problema es la lógica consecuencia de descubrir la gran opción de mejora que existe en él y así, poner manos a la obra y actuar de inmediato para mejorar.
Ésta es la razón por la que siempre invito a las personas a que proscriban de su vocabulario la palabra "problema", y cuando necesiten hacer alusión a él, lo nombren como "una opción de mejora". Mira, percíbelo ahora: ¿Qué prefieres, que alguien te diga: tenemos un problema, o tenemos una opción de mejora? ¿Verdad que la sensación es radicalmente dife­rente? Y sin embargo se está refiriendo a lo mismo. Agradece tener "opciones de mejora". Esas "opciones de mejora" son las que generan auténticos momentos para crecer.
Muy bien, ahora ya sabes que los "problemas" son opor­tunidades de crecimiento ocultas, verdaderas opciones de mejora. Sin embargo, necesitamos aprender cómo percibirlos así, cómo transformar nuestra perspectiva para que siempre podamos observar más allá de lo evidente y logremos apreciar lo que hay detrás. ¿Te interesa saber cómo lograrlo? Pues supongo que sí, por el simple hecho de haber llegado hasta este punto de la lectura. Te compartiré varias reflexiones de crecimiento interior para resolver cualquier "problema", para optar por la mejora. Empecemos con las siguientes cuatro premisas:
+ Tú eres más grande que tus problemas (incluso frente a problemas gigantescos).
+ Tú decides desde dónde ver tus problemas (fenómeno de enfoque).
+ Tú eres el único que le da la importancia al problema.. El problema en sí mismo, carece de todo valor e importancia.
+ Tú eres quien decide qué palabras usar para referirte al problema y de esa manera, debilitarte o fortale­certe.
Cuando te digo que tú eres más grande que tus problemas, te estoy diciendo una gran verdad. Lo único que necesitas es creerlo -"darte cuenta", como todo en la vida. Tú autoestima debe ser tan grande que te permita percatarte de esta innegable verdad. Te lo repito: tú eres más grande que tus problemas. De hecho, una de las autoterapias más efectivas frente a un problema es que, mientras lo percibes, te repitas fuertemente en tu interior: "Yo soy más grande que este problema". Hazlo una y otra vez y tu mente se empezará a abrir para darte paso a la percepción de la opor­tunidad oculta que hay detrás de ese aparente problema. Haz la prueba y constátalo. ¿Si Dios está contigo, quién puede estar en contra, que sea más grande? Velo desde esta perspectiva y percibirás la fuerza que radica en ti. Verás que nada te detendrá.

En las adversidades sale a la luz la virtud.
ARISTÓTELES Filósofo griego
Por otra parte, algo que amedrenta a muchas personas es "el tamaño" del problema. Si bien puede tratarse de aquel muchacho grandullón que amenaza a otro pequeño y débil en la escuela, como la gran magnitud de alguna discusión frente a su pequeña autoestima. El fenómeno es el mismo: un efecto de óptica, ya que el tamaño siempre es una referencia. Definitivamente no puedo negar que aquello que vemos más grande nos impone, impacta o amedrenta. Ésa es la ven­taja de aquéllos con un físico más corpulento que el resto de la sociedad. Ésa es la ventaja que llevan los candidatos a algún puesto público, al difundir su fotografía con un tamaño gigantesco en los anuncios espectaculares de las calles. En fin, creo que he sido claro en explicar ese natu­ral fenómeno psicológico.
Cuando nos sentimos más pequeños percibimos desventaja. Eso está claro. Sin embargo, y bajo el mismo poderoso principio, debemos tener en cuenta que nada hay más grande que nosotros, cuando somos parte de una creación divina. Además, todo es un efecto de óptica. Por ejemplo, si tú tomas una moneda (objeto dimin­uto) y la colocas frente a tu ojo, precisamente a unos cuantos milímetros de él, podrás apreciar la moneda como gigantesca e incluso "no podrás ver otra cosa". Pero si alejas esa moneda de tu ojo, poco a poco podrás percibir que "se hace más pequeña". Sin embargo, es evidente que la moneda no dis­minuye su tamaño, ella siempre conserva su dimensión intrínseca, pero algo igualmente cierto es que tú "sí la ves" más pequeña y así le restas importancia.
Exactamente lo mismo puedes hacer con tus problemas. Aléjalos (algo fácil de lograr con el poder de tu mente mientras piensas en el pro­blema) y verás cómo se hacen pequeños. Ten presente esta breve metáfora de la moneda y practícalo cuando sientas algún problema "muy cerca" de ti. Aléjalo hablando de otras cosas y emprendiendo la acción para remediar cualquier desavenencia. Mientras más hables del problema, más lo acer­carás a tus ojos.
La tragedia está en los ojos de quien la contempla,
          no en el corazón del que sufre.
RALPH WALDO EMERSON Poeta y ensayista estadounidense
Ahora bien, ¿Cómo define el diccionario la palabra "importancia"? La define como algo que importa, que es muy conveniente o interesante, algo con gran dignidad o cualidad. Sin embargo, esta definición nos arroja una reflexión inhe­rente al concepto. ¿Algo conveniente o interesante para quién? ¿Algo con dignidad o cualidad con respecto a qué? Defini­tivamente la respuesta es: tú. El parámetro de referencia eres tú y con dicho parámetro eres también quien le confiere importancia a algo o a alguien. Te recomiendo que siempre tengas presente que nada ni nadie tiene importancia salvo la que tú has decidido conferirle.Esta perspectiva es muy útil para poder percibir las opciones de mejora dentro de un problema marital, en alguna desavenencia con tus socios o amigos, en algún rompimiento con tu pareja, etc. Siempre hay algo bueno en lo malo. Siempre. Es mera cuestión de tiempo para que te llegues a dar cuenta de esto. Cuando pasen los meses o los años y mires hacia atrás, muy posiblemente dirás: "aquel problema que tuve, fue lo que mejor me pudo suceder para hoy poder estar donde estoy". Ten fe en ello y minimiza la importancia de aquello que te debilita. Todo está en tu capaci­dad de decisión para conferir importancia o no. Ese poder radica en ti.
La adversidad depende menos de los males que sufrimos
      que de la imaginación con que los padecemos.
FÉNELON Prelado y escritor francés
Por último, te recomiendo amplísimamente que tengas mucho cuidado con las palabras que usas para referirte a tus dificultades. En más de una ocasión te he dicho que las pala­bras conllevan una fuerza emocional muy poderosa que te pueden debilitar o fortalecer. Ya te di el ejemplo de que a par­tir de hoy, con una NUEVA CONCIENCIA, designes a tus proble­mas como "opciones de mejora". Aquí te compartiré algunos ejemplos más que te ayudarán a crecer:
Palabras debilitantes                 Nueva autoestima fortalecedora
Tengo un problema                  Tengo una opción de mejora
Me estoy divorciando               Me estoy volviendo a unir a la paz y la armonía
Estoy desempleado                  Estoy listo para trabajar
Estoy frustrado                        Aprendí cómo no se debe hacer
Estoy deprimido                      Estoy en busca de la felicidad
Estoy envejeciendo                 Estoy adquiriendo más experiencia y me estoy haciendo
                                             más interesante.

Estoy convencido plenamente de que las palabras que usamos son verdaderas profecías autocumplidas. No importa cuales uses, incluso no importa si te percatas tú de ellas o no, de una u otra forma tus palabras siempre afectarán tu estado de ánimo. El cómo te refieras tú a los diversos eventos que suceden en tu vida, es decir, las palabras que uses para hacer referencia a ellos, transformarán la percepción que tienes de los mismos; afectarán tu estado de ánimo siempre.
En la vida debemos darnos cuenta de que no existe nada que podamos perder totalmente; insisto, nada existe como una pérdida total. Siempre habrá alguna ganancia, algún cre­cimiento. Siempre.
Aunque te pueda parecer difícil, te invito a que, de ma­nera constante, mantengas la visión global del universo. Por ejemplo, un desempleado no necesita un milagro para tener trabajo, requiere sintonizar con un orden divino que le per­mita llevarlo junto a quien necesita de él. Este ejemplo me fascina. Permíteme repetirlo con otras palabras: una persona desemp1eada no requiere trabajo, más bien es necesario darse cuenta de que alguien lo necesita a él y enfocar su mente para "servir". Ese alguien que requiere de nuestro servicio siempre existe. Sólo necesitamos "alejar la moneda de nuestro ojo", ya que no nos permite ver a ese alguien.
Toda desavenencia llega para irse. Siempre es así. Recuérdalo. De esta manera, si quieres vivir con una NUEVA CONCIENCIA, las tragedias se convertirán en bendiciones, las desventajas se harán ventajas, los fracasos se transformarán en oportunidades y los desacuerdos serán acuerdos de Dios. Por ello, alta autoestima es una poderosa forma de encontrar motivos para mantener nuestra emoción por existir.


8
Cuando Nada te Basta
Si la lógica te indica que la vida es un mero accidente
 sin sentido, no renuncies a la vida. Renuncia a la lógica
- ECLESIASTÉS
Me recomendaron un libro que se llama Cuando nada te basta", me dediqué a buscarlo. Estaba agotado por doquier. Me tardé en conseguido cerca de un mes y al fin llegó a mis manos. Tan sólo le puedo decir que lo adquirí un lunes por la tarde y que lo terminé de leer el martes siguiente por la mañana. Por favor no crea que se trata de un libro chiquitito. No, en absoluto, tiene más de 210 páginas. Leo muy rápido, pero le confieso que aun así, éste es uno de los pocos libros en mi vida que he leído en tan poco tiempo. Lo hice así, no por tener la capacidad de leer muy rápido, sino porque me atrapó el autor. He leído, literalmente, cientos y cientos de libros en mi vida, lo digo con modestia aparte; y muy pocos son los que han atrapado mi atención como éste. Así que, quiero dedicar este capítulo con todo respeto y admiración al autor de ese libro, Harold Kushner, y al mismo tiempo espero generar en usted, querido lector, un momento para hacer crecer nuestra autoestima como todos los que hemos compartido.
Carl G. Jung expresó alguna vez: "Alrededor de un tercio de mis pacientes no padece una neurosis definible en términos clínicos sino más bien sufre por la insensatez y futilidad de su vida. Esto puede denominarse la neurosis general de nuestros tiempos". Si todavía viviera C.G. Jung, me encantaría decide que estoy totalmente de acuerdo con él. Los psicólogos actuales aseguran, que podría incrementar la cifra de un tercio de Carl G. Jung a 2 terceras partes. Una de las prin­cipales fuentes de la depresión en nuestros días es el vacío exis­tencial. Esa falta de sentido en nuestras vidas, esa ausencia de emoción por existir, puede llegar a enfermar a un ser humano alcanzando, en algunas ocasiones incluso, hasta la muerte.
Lo anterior lo describió hace muchos años el doctor Víctor Frankl en su extraordinario libro “El hombre en busca de sentido”. Sin embargo, Harold Kushner aborda el tema desde una perspecti­va mucho más práctica y común en el diario quehacer del hom­bre moderno. Una de las preguntas más difíciles de responder en nuestra vida es: ¿Para qué existo? ¿Cómo justifico mi exis­tir? Y si encuentra la respuesta en "alcanzar alguna meta", surge otra pregunta: ¿Qué pasará luego de alcanzarla? Oscar Wilde cierta vez escribió que: "En este mundo, sólo existen dos trage­dias. Una es no obtener lo que deseamos, y la otra es obtener­lo". Lo que él trataba de advertimos es que, por mucho que nos afanemos por alcanzar el éxito, éste siempre nos dejará insatis­fechos porque siempre queremos más.
Es entonces cuando, al parecer, nada nos basta. Y es que el ser humano, usted o yo, en realidad no está sediento de fama, confort, riqueza o poder. Esas gratificaciones crean casi tantos problemas como los que resuelven. Los seres humanos estamos sedientos de sentido. Lo que anhelamos es la sensación de que hemos aprendido a vivir de tal manera que nuestra existencia se hace importante, de modo que el mundo sea al menos un poco distinto por el sim­ple hecho de que nosotros hemos transitado por él.
¿Qué encierra la vida aparte del mero hecho de existir, comer, dormir, trabajar y procrear hijos? ¿Acaso somos iguales a los animales salvo en la capacidad de cuestionamos el senti­do de la vida? Es muy difícil dar respuesta a esta pregunta, pero más difícil aún es evitar responderla. En este capítulo no intento dar respuesta a esta trascendente pregunta. Sin embargo, intento compartir un momento para crecer con usted al detener­nos a pensar si hemos vivido como corresponde, si no hemos malgastado nuestra existencia al vivir "esperando" el milagro que nos revele el misterioso sentido de la vida. La búsqueda de una vida plena es uno de los temas religiosos más antiguos, y en la Biblia se describe magistralmente en el libro de Eclesiastés.
Es un librito muy pequeño, apenas unas doce pági­nas. Sin embargo, como dicen los expertos en la Biblia (Harold Kushner es uno de ellos), no hay nada que se le asemeje en todas las Escrituras. Es la historia de un hombre enojado, cíni­co y escéptico, que tiene dudas acerca de Dios y cuestiona el imperativo de hacer el bien. "¿Qué provecho saca el hombre de todo el trabajo con que se afana debajo del sol?", pregunta en las primeras líneas. Trata de un hombre que se pregunta insis­tentemente y de una manera cruda y confrontante, el sentido de  lo que hace el ser humano. Como ¿para qué?, ¿qué sentido tiene la sabiduría o la riqueza, el placer o la salud?, ¿para qué hacer el bien a otros si no hay justicia? Esos son el tipo de planteamientos que se hace este hombre y logra llegar a desafi­ar la ortodoxia de sus tiempos. Basado en este pequeño libro de la Biblia es como se da paso a las reflexiones del sentido de la existencia.
Sigamos comentando. Si usted pudiera vivir sin restric­ciones, si le fuera permitido hacer lo que le venga en gana, si cualquiera cumpliese su voluntad, ¿eso le haría feliz? ¿Sería capaz de utilizar todo ese poder de tal manera que adquiriera sentido su vida de manera perdurable? Uno de los clásicos de la literatura mundial, el poema dramático Fausto de Goethe, la historia de un hombre que vende su alma al diablo, gira en torno a estas preguntas. El doctor Fausto, héroe del poema, es un científico y erudito de mediana edad, que ha abandonado toda esperanza de encontrarle sentido a la vida. Lo asalta el temor de llegar al fin de su existencia sin haber experimentado nunca lo que es estar realmente vivo. Por eso hace un trato desesperado con el diablo: promete entregarle su alma en el más allá a cambio de apenas un instante sobre la Tierra que le haga exclamar: "Este momento es tan gratificante que desearía pro­longarlo para siempre."
Lo más bello de esta obra, por lo menos para mí, fue el enterarme de que Goethe se pasó la vida entera escribiéndola. Quería que fuese su mayor afirmación acerca del sentido de la vida, la más perdurable obra literaria que le diera sentido a su propia vida. Comenzó a escribirla a los veinte años, la dejó luego para realizar otros proyectos, la retornó a los cuarenta y la terminó poco antes de morir, a los ochenta y tres años. Si bien no podemos saber a ciencia cierta qué sentía el Goethe anciano al redactar una línea en particular, resulta fasci­nante ver cómo cambian, desde el principio hasta el fin de la historia, las expectativas del personaje principal acerca de la vida.
Al principio, el joven Fausto desea experimentar todo, vivir sin límites; en la edad adulta, el diablo le da dinero, poder político, ser amado por la mujer que quiera, etcétera. Pero Fausto hace todo sin lograr ser feliz. Por enorme que sea la for­tuna que adquiera, sigue habiendo en su interior una sed insa­ciable (cuántos Faustos no conocemos, ¿no cree?). Al final de la obra, Fausto ya anciano se dedica a ayudar a los demás, cons­truye diques para recuperar tierras del mar con el fin de que allí pueda vivir la gente. Entonces, cuando Fausto ayuda a los demás, por primera vez en su vida, logra decir: "Este momento es tan gratificante que desearía prolongarlo para siempre."
De joven yo admiraba a las personas inteligentes,
ahora que soy viejo admiro a los bondadosos
- HAROLD KUSHNER
Con este brevísimo resumen de la obra Fausto quiero encaminado a una de las experiencias que más sentido le dan a la vida de todo ser humano: Ayudar. Tarde o temprano se dará cuenta de esto. Le garantizo que no fue necesario que lo leyera aquí. Pronto se iba a dar cuenta, si no es que ya se ha percata­do de ello. Sin embargo, uno de los mayores desafíos para nues­tro entendimiento es darse cuenta también de que "ayudar a otros" no le garantiza a usted que le vaya bien y a su vez otros le ayuden a usted en honor a la justicia, logrando así encontrar­le sentido a su actitud de ayuda original.
No vaya a caer en ese juego. La ilusión de que el mundo será justo para con nosotros porque somos buenos es como suponer que el toro no nos atacará porque somos vegetarianos. Por favor, no tome mi pos­tura como pesimista, tómela como sana y muy real. Le digo sana para evitarle muchas enfermedades que le pueden aparecer al ver frustrada su expectativa de justicia en este mundo. He aprendido que en este mundo no hay justicia, tan sólo existe la sublime opción de amar y así poder perdonar cualquier injus­ticia.
Yo, al igual que usted (estoy seguro), he presenciado va­rios signos de injusticia universal: la enfermedad de gente buena, la muerte repentina, el hecho de que asesinos queden impunes mientras la gente recta perece en la pobreza, el aban­donar un hijo a su padre que todo le dio, abusos de confianza y traición entre amigos, etcétera. Por ello he decidido no enfocar el sentido de la vida en la justicia, sino en el amor (con sus millares de manifestaciones). Ese amor que nos da la fuerza de perdonar y seguir adelante. De hecho, si la lógica le dice que a la larga nada es distinto porque todos morimos y desaparece­mos, entonces no viva a la larga. En lugar de vivir amargados acerca del hecho de que nada perdura, acéptelo como una ver­dad de la vida, y aprenda a encontrarle sentido a lo transitorio, a las alegrías que pronto se esfuman. Es una postura mucho más sana, créamelo.
Aprenda a disfrutar del momento, aunque no dure por toda la eternidad. Más aún, gócelo porque es sólo un momento que no habrá de regresar. Ese viaje de espectaculares paisajes, esa caricia, esa mirada de ternura, ese reencuentro, aquella comida, aquel partido de su juego predilecto, aquella charla y, por qué no, esta lectura. Todo momento tiene sentido. Los momentos de nuestra existencia pueden ser eternos sin que sean perpetuos. Esa es la magia y el enorme poder de un recuer­do. Ese poder radica dentro de usted.
Cuando cesamos de buscar la gran respuesta que le dé una trascendencia eterna a la vida, cuando dejamos de buscar "el sentido" de la vida y, en cambio, nos dedicamos a llenar cada día con momentos que nos gratifiquen, hallaremos la única respuesta posible a la duda sobre el sentido de la vida. La vida no consiste en escribir libros famosos, en amasar grandes for­tunas ni en reunir un enorme poder, sino en amar y ser amado. Es disfrutar de los alimentos y sentarse a tomar el sol en vez de comer a las carreras para regresar a la oficina. Es gozar con la belleza de los momentos efímeros, los atardeceres, las hojas que cambian de color, los raros instantes de una profunda y ver­dadera comunicación humana. Es paladearlos en lugar de dejar­ los de lado porque estamos muy ocupados, y lamentamos porque no duran hasta que tenemos tiempo como para experi­mentarlos.
Desperdiciar toda una vida para encontrar un único senti­do a la existencia, es como tratar de comer una sola comida suculenta de modo de no volver a sentir hambre nunca jamás. Ante la pregunta: ¿Cuál es el sentido de la Vida? no existe una sola respuesta, sino muchas: el amor, la alegría de trabajar, los simples placeres de una comida y la ropa limpia, convivir con un amigo, en fin, la lista es interminable, son todas las pequeñas cosas que suelen perderse en la tonta búsqueda de la gran solu­ción, pero que emergen sólo cuando dejamos de buscarla con tanto afán.
De esta manera, estimado lector, fue que descubrí que desde el mero planteamiento de la pregunta: ¿Cuál es el senti­do de la vida?, hay un grave error. Me percaté de que existe desde su planteamiento y que a muchos, donde me incluyo, nos hizo daño el habernos lanzado a la desgastante búsqueda de una sola respuesta. La pregunta bien formulada debe ser: ¿Cuáles son los sentidos de la vida? Entonces, y sólo hasta entonces, no encontraríamos tiempo ni espacios suficientes para responder­la.
Si usted y yo llegamos a esta etapa de la vida y logramos damos cuenta de la gran cantidad de cosas que existen para darle sentido a nuestra vida, y si vamos más allá y nos percata­mos de otra enorme cantidad de cosas que no podremos hacer ni obtener, y aun así logramos disfrutar de las que hacemos y de lo que hemos obtenido, lograremos llegar a justificar plena­mente nuestra existencia. Así, y en pleno honor a la verdad, damos cuenta de que la vida no tiene un sentido sino varios sen­tidos, diariamente lograremos vivir una auténtica. . .
¡Emoción por Existir!

Aprovecha lo que tienes

Cuánto tienes a tu alcance para hacer algo no es ni por asomo tan importante como lo que decidas hacer con ello. Muchísima gente que se volv...