jueves, 4 de agosto de 2022

PALABRAS MAL INTENCIONADAS








                                                            

Cuando muchas indirectas como éstas abundan, la intolerancia está flotando tácita en los aires. Es comprensible que nuestras parejas y amistades piensen diferentemente a nosotras, pero CUIDADO: hay que poner límites, porque cuando los demás deciden intervenir en nuestro mundo comenzarán los conflictos. Cada una sabe cómo reacciona y enfrenta los obstáculos que se presentan en el día a día, pero cuando alguien cercano “revela un secreto nuestro”, “rompe un acuerdo” o “habla mal de nosotras”, los valores que nos unían comienzan a diluirse.

La lealtad es la base de toda relación, es la capacidad que hemos desarrollado de ser fieles a nuestros compromisos y palabra, está muy vinculado a la integridad y con el valor que nos presentamos y actuamos en el mundo, valor que se construye a través de los años y la experiencia.
Cuando uno es leal no puede ser desleal, pues debe actuar conforme a sus pensamientos, viviendo en coherencia y congruencia con lo que predica y dice.

La traición técnicamente definida es el renegar con dichos o acciones de un compromiso de lealtad hacia una idea, grupo o asociación. En otras palabras, es un quebranto de la fidelidad. Fidelidad deviene de Fiel, y éste de Fe; es fiel el que cree en algo, el creyente. Cuando alguien nos traiciona o traicionamos, estamos diciendo en nuestro que no “creemos más en aquello que profesábamos” pero en primera instancia, nuestra acción se proyecta directamente en nosotras, pues “no creemos en lo que nosotros mismos hemos elegido”.
 
Todas nuestras relaciones están enmarcadas dentro de diversos “contratos cotidianos”, “acuerdos de conductas de amor recíproco”; cuando nos fallan o fallamos, estamos generando una ruptura de esos “acuerdos”, lo cual justifica el reproche, las preguntas y la confrontación de los resultados.
Pasamos buena parte de nuestras vidas contando historias que nos “excusan” de no ser ni hacer lo que debemos, equivocadamente pensamos que gracias a esas excusas los precios emocionales son exonerados; sin embargo, en la vida todo se paga; y lo mismo que nos justifica nos aleja de los que más queremos
.
Cuando inexorablemente violamos reglas, alianzas, elecciones, perdemos credibilidad y nos exponemos a la soledad. De igual forma, cuando nos traicionan una y otra vez, y no sabemos establecer límites, le estamos enseñando a los demás cómo tratarnos.

Ser víctima de una infidelidad por parte de nuestra pareja puede romper todos los esquemas que teníamos, destruir nuestra autoestima, y tirar años de sueños o proyectos por la borda. Una se siente miserable, y se pregunta “¿Qué no hice para que esto sucediera?”. Sin embargo, deberíamos preguntarle a ese otro “¿Qué cosas dejaste de encontrar en nuestra relación?” y “¿Cuándo fue que dejaste de creer en lo que te habías comprometido?”. Hablar es la mejor opción frente a todo, incluso a las desilusiones.
A veces a través del dialogo se podrán reparar las situaciones, otras tan sólo se logrará aclararlas, pero en cualquier caso, el poder sacar de dentro de nosotras lo que sentimos, externarlo, ponerle palabras nos ayudará a secar y cicatrizar las heridas.

Como diría el poeta Gutiérrez Nájera, “Si los que más te aman te traicionan, perdónalos, no saben lo que hacen” pero en ti vive la posibilidad de querer tenerlo fuera de tu vida para incorporar a otras personas que se relacionen con tu misma escala de valores. Suelta el pasado y mira hacia adelante, si alguna vez las cosas no funcionaron; no necesariamente tiene que volver a suceder.

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