viernes, 17 de junio de 2022

Brilla con luz propia



Era un árbol hermoso. Sus ramas se esparcían hacia el cielo y estaban repletas de manzanas rojas que brillaban a la luz del sol. Todos deseaban probarlas, pero muchas serpientes pendían de las ramas, listas para dar el zarpazo a quienes se atrevieran a tomarlas. Por gustar de la carne, no comían ni dejaban comer.
Llegó la noche y una luciérnaga juguetona se sintió atraída por aquella luz que brillaba con el reflejo de la luna. Sin saber que su osadía podía costarle la vida, se acercó y sintió un movimiento repentino, como un latigazo que casi la desaparece de un bocado.
Había comenzado el asecho. Asustada continuó su vuelo cercano a la Tierra y mientras miraba hacia atrás veía a una inmensa serpiente que parecía no tener frenos ni reparo en perseguirla para comerla. Incrédula ante la persecución de la serpiente, la luciérnaga dio lo mejor de sí para escapar y cuando se dio cuenta que era inútil, se detuvo y le dijo a la serpiente: “Sé que me persigues para comerme, pero antes de hacerlo explícame porqué lo haces, ya que no te he hecho nada ni pertenezco a tu cadena alimenticia”.

La serpiente le contestó: “Es que me molesta que brilles con luz propia”.
¿Te ha pasado alguna vez esto a ti? ¿Te has sentido perseguido y menospreciado por otros, que embriagados por el poder y la envidia han intentado devorarte, sólo porque brillas con luz propia? ¿Te has preguntado por qué?
Dios le dio a cada ser humano la capacidad de amar y de tener dones. También les dijo que hicieran uso de ellos (los dones) porque a aquél que los utilice se les duplicará y a aquél que los guarde sólo para sí mismo, se les quitará.

Dios también nos dio la capacidad de la sabiduría y el aprendizaje. El término sabiduría es mucho más profundo que el aprendizaje, porque va de la mano con los valores y las experiencias que se adquieren en nuestro pasar por la vida. Sin embargo, a veces confundimos la educación con la instrucción.
Una persona puede ser muy educada, pero poco instruida y tener un caudal de valores muy arraigado. Por otro lado, existen personas muy instruidas, quizás con doctorado, que menosprecian y faltan el respeto a los demás, pensando que valen menos porque no tienen su nivel académico. Pasan por alto que el “don de gente”, la compasión, el respeto a la dignidad del ser humano y el perdón son dones que deben estar inherentes a la sabiduría.

Ahora te corresponde a ti contestar en cuál de los bandos estás, en el bando de los sabios o de los instruidos. Lo ideal sería que estuvieras en ambos bandos, porque la ampliación instructiva debería volver a las personas más sabias, aunque no siempre es así.
Por otro lado, el amor y el odio forman parte de la dualidad humana, pero ambos se repelen cuando provienen de personas distintas. De ahí que a veces sientas a tu cuerpo o espíritu repeler a alguien que está a tu lado. Debido a que somos seres de energía y vibraciones, nuestro cuerpo y nuestra intuición nos alertan de quienes nos quieren bien o mal. Cuando esto te ocurra activa tu cubierta angelical y dale poder sólo al bien.

Llegó el momento de alertar tus sentidos, agrandar tu amor y procurar brillar con luz propia; aunque la serpiente de la envidia te persiga. Confía en Dios y en tu intuición. Sé educado, instruido y sabio. Amplía tu lista de valores y pon a funcionar tus dones. Recuerda que cuando andamos de la mano del bien los que atentan contra nosotros son confundidos, avergonzados y expulsados del reino de los justos.

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