viernes, 24 de septiembre de 2021

El privilegio de toda una vida es ser uno mismo.




Todos tenemos una doble vida: la vida que tenemos ahora, y la que potencialmente podríamos tener si tan sólo nos atreviéramos a ser lo que queremos ser. Si lleváramos a cabo nuestros sueños y le diéramos rienda a nuestra vocación, con seguridad habría menos crisis personales, profesionales y familiares. Estar atrapados en la inercia acaba finalmente por matar el espíritu y la fuerza vital. El éxito, o la búsqueda del éxito, puede ser tóxico. 

Se gana en un frente pero se pierde en otros. La evidencia abunda: predominan los desbalances y las crisis personales y no sabemos cómo salir del pozo, o peor, ni siquiera nos damos cuenta de que estamos en el pozo. Es inconcebible que el éxito sea unidimensional y sea medido en términos económicos. Por lo menos hay otras 4 dimensiones que tienen que tomarse en cuenta en la búsqueda del éxito integral y de la felicidad: la profesional, la personal, la familiar y la social . 

Una persona verdaderamente exitosa tiene un balance entre las cinco dimensiones. El peso que tiene el dinero opaca a las otras dimensiones. Como si la valía de una persona estuviera directamente relacionada con la cantidad de dinero que se tiene. Y está comprobado que la gente típicamente tiene un "tope" que aunque se saque 100 millones de dólares, eventualmente el efecto se erosiona, y al tiempo, se está en el mismo nivel de satisfacción que se tenía antes de tenerlos. Lo mismo pasa con un auto, un traje, un vestido o joyería nueva: el efecto se desvanece. 

Y sin embargo nos empecinamos a llegar al "éxito", entendiéndolo como status, dinero y poder, sin contabilizar los costos. En una investigación informal entre gente de nivel socioeconómico A y B, el 80% de los entrevistados entre las edades de 35 y 60 años, confesaron estar utilizando alguno de los siguientes métodos: Rivotril, Halcion, Tafil, Valium, Ritalin, Tofranil; y en otro rubro sustancias como la nicotina, el alcohol y en algunos casos hasta drogas. La razón: llenar el hueco, el vacío, parchar lo descosido, cubrir una deficiencia, lidiar con la sombra interna. Y La Sombra es algo serio. 

La Sombra es esa parte interna que nos tiene atados a una realidad que no queremos. Se encarga de sabotear, bloquear, frenar. Nos hace hacer cosas que no son buenas para nosotros, como si fuera una fuerza que no nos dejar florecer. La sombra nos hace ser candiles de la calle y oscuridad de la casa; no nos deja hacer ejercicio, nos hace comer mal, beber de más, pelearnos con la gente que queremos, y lo peor: no nos deja desarrollar nuestra parte creativa e incorporarla como parte de nuestra vida cotidiana. Desde Carl Jung, La Sombra ha sido estudiada por muchos, pero una tesis en particular, proveniente de la Psicología Evolutiva es impactante. 

La Sombra tiene una explicación de programación genética. Es producto de los miles de años que el humano tuvo que lidiar para sobrevivir a la intemperie y enfrentar a un mundo físicamente hostil. Pertenecer a un clan y fusionarse con el grupo era la única forma de no morir. Hay una propensión humana para pertenecer, estar afiliado y parecerse a los demás. Si se era demasiado original, vistoso o creativo, se ponía en juego la pertenencia a la tribu y por andar de novedosos y arriesgados, se corría el riesgo de quedar aislado y por ende, sentenciado de muerte. A Sócrates lo mataron, Galileo se salvó por astuto y Van Gogh fue segregado; ellos eran "diferentes". Por eso el borreguismo, la programación de las personas para que hagamos lo mismo, la obsesión por ser "normal" y comportarse como la mayoría. El mundo está lleno de copias. Es poca la gente que se atreve a ser ella misma y vencer a La Sombra. Casi todos sabemos que si hiciéramos "x" o "z" y dejáramos de hacer "h" y "j", nuestra vida podría cambiar por completo. Pero La Sombra nos tiene dominados. La Sombra desaparece con luz y con la claridad. 

El primer paso es la claridad y la honestidad mental de que La Sombra existe dentro de nosotros y que es una fuerza que nos frena y nos sabotea. No se puede vencer a un enemigo que no se le da el crédito de su existencia. El segundo paso es declararle la guerra. Y la guerra se gana lidiando con batallas diarias. 

Un empresario de 74 años parece haber realizado esto de manera intuitiva "todos los días me levanto con flojera, siento ganas de volverme a dormir; pero me levanto a las 7 y me pongo a hacer ejercicio, desde lagartijas, sentadillas y tensión dinámica (lo hace diario, excepto los domingos, desde hace 52 años). Cuando salgo a desayunar, ya bañado y vestido, el psiquis me cambió por completo, estoy listo para el día". Este empresario no tiene panza, es cintura 32, tiene buenos hábitos y desborda energía. A sus 74 años está por emprender lo que sería su quinto negocio.
Habrá quien opine que a esa edad se podrían hacer mejores cosas, y que es imposible conocer su grado de felicidad, pero lo que se resalta es que a La Sombra se le tiene que vencer día a día. 
Otro empresario de 48 años, millonario y con cáncer, decidió dejar su trabajo y ponerse a pintar. Un alto ejecutivo abandona su carrera corporativa y se pone a escribir. Ambos, forzados por fin a vencer a La Sombra, se dedican a algo que les da gratificación y le dan tiempo a personas que quieren.

 Lo paradójico es que la enfermedad acaba por ceder y sienten que por primera vez realmente viven la vida. ¿Habrá que esperar que nos dé un infarto o algo parecido para despertar? El tercer y último paso para quitarle fuerza a La Sombra es identificar a La Luz: rescatar sueños enterrados, darles vida a viejos o nuevos anhelos. Esto no es sencillo, pero podríamos empezar por preguntarnos ¿qué es lo que estaríamos haciendo si tuviéramos todo el tiempo y todo el dinero? 
El privilegio de toda una vida es ser uno mismo.



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