miércoles, 15 de mayo de 2013

La consciencia y el conocimiento propio


El yo está entretejido con la conciencia, y ésta es la puerta de entrada a la realidad. En estado impuro, la conciencia extingue la luz; en estado puro, la irradia.
Desde el punto de vista de la mente humana, qué triste es que las ilusiones hayan de ser destrozadas. Pero nosotros consideramos mucho más prudente y mucho menos doloroso destrozar esas ilusiones mediante el diestro uso del discernimiento espiritual, a que dichas ilusiones sean quebradas por la ley superior cuando ésta le devuelva a la puerta de cada hombre las energías negativas que él ha enviado.



El anhelo de entablar amistad con Dios y con el hombre

Viajemos por la noche de la razón humana. Atravesando la maleza de una tierra salvaje, ¡de repente aparece una luz! Es una luz situada en la cima de un monte, Vagamente, entre la niebla, percibimos un viejo castillo. Y el débil rayo de luz de la ventana es un resplandeciente filamento de esperanza.

Allí hay alguien, alguien que nos recibirá. Nos acercamos con cautela. Pero al aproximarnos, el corazón, previendo una cálida recepción, se regocija. Sí, grande es la esperanza que el corazón alberga por escuchar la palabra "amigo".

Llegamos así a la regla de oro: "Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos". Al usar las energías de Dios, (utilizaremos el termino Dios para referirnos al Ser Universal, sin tener ninguna trascendencia religiosa concreta) o al abusar de ellas, atraemos una cadena de afinidades que une muchas de nuestras vidas pasadas con la presente.

Algunas veces las madejas del reconocimiento aparecen en un momentáneo hilo de contacto. Las almas entran en contacto con lo amargo y lo dulce de la experiencia pasajera cuando un toque hace tiempo olvidado provoca que cobre vida una relación humana. Si pones este motivo a contraluz frente a la ventana del castillo, comprenderás cómo los hombres buscan el pasado con el anhelo de ser aceptados, de entablar amistades y de sentir que pertenecen a algo.



Unidad material y espiritual

Hazte las siguientes preguntas: ¿Crea el Creador eterno sin la esperanza de que Su creación alcance la unidad espiritual? ¿Debería la unidad ser sólo espiritual o debería ser tanto espiritual como material?

Cuando tienes conocimiento de la llama de la vida que arde dentro de tu alma, percibes tanto las cualidades naturales de la vida como las sobrenaturales. Lo natural puede adquirir propiedades sobrenaturales o inusuales, en tanto que lo sobrenatural puede parecer natural.

Independientemente de lo que la otra persona pueda llegar a hacerte, nunca hay excusa que justifique el hecho de devolver a esa persona, con la misma moneda, un acto de maldad. Ello no excluye la posibilidad de que el individuo, con la dignidad de su ser, evite subordinarse a la necedad humana. Por lo tanto, por reverencia al resplandor de divinidad que se encuentra en el alma, los hombres pueden extender el bálsamo del perdón a todos con quienes se encuentren, sin por ello convertirse en víctimas de energías perversas. De esta manera podemos construir la nobleza de carácter a imitación del Ser Divino.



Liberación de estados de ánimo agobiantes

Que todos aprendan, pues, que hay que amar por igual a amigos y enemigos. Algunas veces los amigos son más peligrosos que los enemigos, porque los enemigos sabemos que lo son, pero a los amigos sólo los conocemos como tales, aunque puede que sus pensamientos de crítica y control sean casi audibles. Muchas veces los hilos del egoísmo, tejidos por debajo de la superficie de la conciencia, motivan a los individuos a intentar controlar ilícitamente las vidas de los demás.

Cuando alguien busca consejo, éste se puede ofrecer con impunidad. Cuando se ofrece el consejo sin que haya sido solicitado, con frecuencia se convierte en una responsabilidad kármica. Y cuando es despreciado, el invisible choque de una mente contra otra crea karma para ambas partes.

Hay veces en que la turbulencia y la tensión presente entre las personas le dejan a uno con una sensación deprimente en el estómago, debido a que toda discordia establece una interferencia con el patrón de energía/luz que pasa por el plexo solar. El primer paso para lograr la integración sana con la presencia divina es eliminar la tensión de los cuatro cuerpos inferiores: del cuerpo físico, del cuerpo de los deseos, del cuerpo mental y del cuerpo de la memoria.

Los años pasan, y también pasan las vidas. Los asuntos humanos son, con frecuencia, un embrollo. Pero la mejor manera de desenredarse uno mismo, y de desenredar las energías de los patrones kármicos que regresan hasta nosotros para su solución, es conservar la sensación de estar unido al Ser de Luz y a todos sus hijos e hijas. El simple hecho de tener problemas con alguien no quiere decir que esos problemas deban continuar. Permite que tus experiencias le enseñen al alma oprimida a liberarse de los estados de ánimo agobiantes.



La ira es un peligro para el alma

Cuando los hombres se burlan de los principios y violan aquellos que son básicos en la vida, esto puede, legítimamente, provocar indignación en otros. Existe la ira justa, pero ésta tiene que ver con principios y no con personas.

Uno nunca debería dirigir su ira hacia otra persona. Cual nubarrón que oculta el Sol, las oscuras nubes de la ira ocultan el sol del alma.

Si una persona se acuesta sintiéndose injustamente colérica con alguien, la funda astral, conocida por ka, puede salir de esa persona cargada de ira y la puede dirigir contra la confiada víctima. Incluso sin que uno sea consciente de ello, la ira que no hemos controlado puede ser un instrumento provocador de desgracias o incluso de muerte súbita para nuestro prójimo.

Mientras una persona duerme la mente subconsciente asume el control y, entonces, el fantasmal ka, que no está bajo el gobierno de la mente consciente y con capacidad de discernimiento, se dedica a realizar los deseos desenfrenados. Cuando la persona se despierta por la mañana, no conserva recuerdo alguno de las fechorías de su ka. Sin embargo, será kármicamente responsable del daño que su subconsciente haya inflingido a un enemigo o a una víctima inocente.

Por lo tanto, antes de que se ponga el Sol y te acuestes, es importante hacer las paces con el Ser de Luz y con el hombre en todos los niveles de conciencia.



Abre la puerta de la alegría y la realidad

Cuando los hombres se atavían con la vestidura de la avaricia y del egoísmo, se cubren de absurdas idiosincrasias. Cuando moldean sus vidas con caprichos en lugar de con la geometría de la ley cósmica, cuando imaginan que Dios es por completo impersonal y que no siente interés personal por ellos o por su destino, le cierran la puerta a la alegría y a la realidad.

Para quien está comenzando a comprender que él mismo es un componente del Ser de Luz, el mundo es una nova. La aurora de cada día le reanima. El mundo renace a su alrededor. Su cansada alma se deshace de fantasías y frustraciones. Al fin, abre los ojos y contempla la realidad.

Desde el principio de los tiempos hasta el final, Dios ha enviado y enviará maestros servidores para que enseñen a Sus hijos a seguir los caminos de la automaestría que les conducirán a reunirse con Él. El Ser de Luz procura que todos Sus hijos sean elevados gradual y permanentemente a la visión del yo que revela la totalidad del hombre divino, el Yo real.



***

¿Que es la consciencia?
¿Es el mecanismo biológico que nos da cuerpo como seres individuales?
¿El que nos define como ser, distinto, a los "otros"?
Durante mucho tiempo se ha considerado que la vida psíquica sólo tenia lugar en la esfera consciente del hombre y que aquellos procesos que no se actualizaban en la conciencia carecían de existencia. Si se admite esta afirmación nos encontraremos con que nos es imposible comprender una serie de fenómenos que diariamente observamos. Así, por ejemplo, ¿cómo nos explicaremos que un joven de catorce años se dedique a robar dinero a pesar de la educación familiar y contra todo punto de vista lógico? El muchacho sabe que no debe robar (consciencia) que el persistir en su conducta le traerá complicaciones e incluso severos castigos, pero a pesar de todo, roba. Algo le impulsa desde su interior a realizar estas acciones.
Es la exteriorización de lo inconsciente.
Vemos pues, que en el inconsciente tiene lugar un proceso psiquico muy complicado que se manifiesta a través de una conducta extraviada. Si preguntáramos a este muchacho por qué sigue robando, seguramente sería incapaz de darnos ninguna respuesta.
El acontecer psíquico inconsciente no actúa solamente en casos excepcionales, sino que influye en toda nuestra vida consciente con fenómenos de los que no podemos dar razón. En todos los casos tienen lugar muchos más acontecimientos en la vida inconsciente que en la propia esfera consciente.
Sólo una parte pequeña de lo que nos sucede se manifiesta con claridad consciente; la mayor parte permanece oculto aunque influye decisivamente en nuestra vida y la condiciona terrible y fatalmente.
Analizando estas razones, nos damos cuenta, de que debemos ejercitar la consciencia lo máximo posible.
Para comprender los innumerables problemas que tiene cada uno de nosotros, ¿no es esencial que haya conocimiento propio (consciencia)?
Esa percepción alerta respecto de uno mismo es una de las cosas más difíciles que hay; no significa aislamiento, un retirarse del mundo. Obviamente, es esencial que nos conozcamos, pero ello no implica que hayamos de separarnos de nuestras relaciones. Sería, por cierto, un error pensar que uno puede conocerse a sí mismo de una manera significativa, completa, plena, mediante el aislamiento, la exclusión, o acudiendo a algún psicólogo o a algún sacerdote, o que puede aprender conocimiento propio por medio de un libro.
El conocimiento propio es un proceso, no es un fin en sí mismo, y para conocernos debemos estar atentos a nosotros mismos en la acción, la cual es relación. Uno se descubre a sí mismo, no en el aislamiento, no en el retiro, sino en la relación: relación con la sociedad, con nuestra esposa, nuestro marido, nuestro hermano; relación con la humanidad.
La transformación del mundo resulta de la transformación de uno mismo, porque uno mismo es producto y parte del proceso total de la existencia. Sin conocer lo que somos, no hay base para el recto pensar ni puede haber transformación alguna.
El conocimiento propio es el descubrimiento, de instante en instante, de las modalidades del "yo", de sus intenciones y de su actividad, sus pensamientos y apetitos. Jamás puede existir "su experiencia" y "mi experiencia"; la expresión misma "mi experiencia" indica ignorancia, demuestra que uno acepta la ilusión.
Y en ella aflora... la inconsciencia.

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