El ser humano debe vivir sin autoridad, sin jerarquía, porque la jerarquía es la estructura que organiza y da cuerpo a la autoridad. Las jerarquías no sólo son dañinas sino también innecesarias, y que existen formas alternativas, más perfectas de organizar la vida social. El estado es la forma más alta de jerarquía. Pero no se debe permitir ninguna desigualdad de poder o de privilegios entre las personas. Si nadie posee el poder, nadie puede oprimir a nadie.
Es necesario establecer un sistema social en el que se lleven al máximo la libertad individual y la igualdad social. Libertad e igualdad a través de una vida espiritual y del apoyo mutuo. La libertad sin un fundamento espiritual es libertinaje, y acaba en esclavitud y brutalidad.
Tiene que llegar el fin de la propiedad privada de la tierra y de los medios de producción- el capital también está llamado a desaparecer en un futuro-, pues todos los medios de producción deben de ser propiedad común de la sociedad, y gestionados en común por los mismos productores de la riqueza.
La organización política ideal de la sociedad –de cualquier sociedad- es un estado de cosas donde las funciones de gobierno se reducen al mínimo. Por eso, una meta de todos los seres humanos es la reducción de las funciones de gobierno a la nada, es decir, una sociedad sin gobierno.
Como en todo, se debe ser consciente y crítico con la sociedad en la que uno vive y obrar adecuadamente. No se puede construir una sociedad mejor sin comprender lo que está mal en la presente. La persona espiritual es un apasionado amante de la libertad, pues esta es la única condición bajo la cual la inteligencia, la dignidad y la felicidad humana pueden desarrollarse y crecer. Es necesario vivir espiritualmente y rescatar el amor propio y la independencia de las personas de todo freno e invasión del Poder. Sólo en la libertad el ser humano puede aprender a pensar y a conducirse, a dar lo mejor de sí mismo y a realizarse. Sólo en libertad puede llevar a cabo la verdadera fuerza de los lazos sociales, que unen a las personas entre sí, y que son la verdadera base de la vida social.
Una comunidad libre y saludable producirá personas libres que, a su vez, darán forma a la comunidad y enriquecerán las relaciones sociales entre los seres que la componen. Entonces, la libertad, al ser promovida y producida por la misma comunidad, no existe porque hayan sido establecidas legalmente en un papel, sino únicamente porque las personas viven en libertad. Y cualquier atentado que quiera impedirla choca con la resistencia de toda la comunidad. Una persona adelanta en su sendero espiritual cuando vive espiritualmente y trabaja y defiende la virtud y la dignidad del ser humano.
La verdadera, plena y final liberación del ser humano sólo será posible cuando la comunidad que forme toda la humanidad posea el capital, es decir, las materias primas y las herramientas de trabajo, incluyendo la tierra.
Una persona espiritual debe oponerse a la propiedad privada de los medios de producción y a la esclavitud asalariada -que es uno de los sustentos del sistema que implanta el Poder-, como incompatibles con el principio de que el trabajo debe ser emprendido libremente y bajo el control de los mimos productores.
Libertad significa una sociedad no autoritaria en la que personas y grupos de ellas ejercen la autogestión, lo que quiere decir que se “gobiernan” a sí mismas. La libertad no puede existir sin sociedad ni organización. Para llegar al sentido pleno de la vida debemos vivir espiritualmente y cooperar, y para cooperar tenemos que llegar a acuerdos con nuestros semejantes. La organización, lejos de crear autoridad, es el único remedio para ésta, y el único medio por el que cada uno de nosotros toma parte activa y consciente en el trabajo comunitario -y deja de ser un instrumento pasivo en manos del Poder.
El modo de organización jerárquico-autoritario es un desarrollo relativamente reciente en el curso de la evolución social de la humanidad. Los seres humanos no estamos predestinados ni programados genéticamente para ejercer una conducta autoritaria, competitiva y agresiva. Al contrario, esta conducta está condicionada socialmente o aprendida y, como tal, puede ser desaprendida.
La sociedad que impone el Poder está muy bien pensada y organizada respecto a los beneficios que con ella obtiene. Pero es una máquina con engranajes nefastos para la humanidad. Y todos los seres humanos la padecemos. El Poder crea una sociedad insalubre del todo. Por ello, las personas espirituales rechazamos las formas autoritarias de organización y, en su lugar, apoyamos acciones basadas en los acuerdos libres y voluntarios. El acuerdo libre y voluntario que ejerce una persona espiritual es imprescindible, porque sólo cuando una persona es libre e independiente y coopera con las demás personas de por su propia voluntad, atendiendo a los intereses comunes y personales, puede la humanidad relacionarse positivamente y crear verdaderos beneficios.
En la esfera política esto quiere decir que la sociedad funciona en un sistema de democracia directa -o participatoria- y confederación. En ella se necesitan foros donde las personas puedan ejercer el derecho y el deber de dar lo mejor de sí mismos al resto de la humanidad, discutiendo y debatiendo entre iguales, y aprendiendo todos del papel creativo que en realidad tiene la disensión.
Libertad no significa que cada uno haga lo que le plazca, pues ciertas acciones traen invariablemente consigo la negación de la libertad de otras personas. No puede existir la libertad de violar, explotar u obligar a los demás. Tampoco se puede tolerar la autoridad, pues ésta es un atentado contra la libertad, la igualdad y la solidaridad. La autoridad es un atentado contra la dignidad humana. La libertad es indispensable para todos los seres humanos, con el único límite de la libertad de los demás.
La persona que vive espiritualmente choca invariablemente con la sociedad que implanta el Poder. Entonces, la persona, una vez más, debe ser consciente y obrar adecuadamente. En algunos casos, este obrar supondrá la resistencia o la rebeldía a la forma de autoridad jerárquica, que será. La desobediencia, en este caso, será la base de la rebeldía y de la libertad, pues ocurre en demasiadas ocasiones que quienes son siempre obedientes suelen ser, en realidad, esclavos.
La raza humana forma un gran “todo”, una gran comunidad donde cada persona complementa al resto y necesita de ellos. Esta variedad infinita en los seres humanos es una buena causa y una buena base para establecer la solidaridad. Igualdad es igualdad social, y en realidad significa la igualdad de desiguales. Con ello, las relaciones sociales jerárquicas son abolidas a favor de aquellas que fomentan la participación y están basadas en el principio de “una persona un voto”. Por lo tanto, la igualdad social en el trabajo, por ejemplo, quiere decir que cada uno tiene la misma voz en las decisiones acerca de cómo se desarrolla y se organiza el trabajo. Aquello que afecta a todos es decidido por todos.
La igualdad social y la libertad individual son inseparables. Sin la gestión comunitaria de las decisiones que afectan a un grupo –igualdad- para complementar la autogestión individual de las decisiones que afectan a la persona –libertad-, no puede existir una sociedad libre.
La solidaridad y el apoyo mutuo que nace entre personas que viven espiritualmente es una idea clave. Es el lazo de unión entre el individuo y la sociedad, el medio a través del cual las personas trabajan juntas para satisfacer sus intereses comunes dentro de un entorno que apoya y nutre la libertad y la igualdad. La solidaridad y el apoyo mutuo son un rasgo fundamental de la vida humana, una fuente de fuerza y de felicidad y un requisito principal para una plena existencia humana.
La solidaridad y la cooperación entre las personas, que nacen de la vida espiritual, son necesarias para la vida y están lejos de ser una negación de la libertad. Muchos resultados maravillosos ha logrado la fuerza singular de la individualidad humana cuando se fortalece con la cooperación de otras personas. La cooperación, en contraposición a las luchas intestinas y a la disensión, ha funcionado a favor de la supervivencia y la evolución de las especies. Sólo el apoyo mutuo y la cooperación voluntaria pueden crear las bases de una vida individual y comunitaria digna y libre.
La autoliberación no debe esperar el futuro. Lo personal es político, y según obremos aquí y ahora influirá sobre el futuro de la sociedad y de nuestras vidas. Debemos crear no sólo las ideas, sino también los hechos de un futuro utópico, siendo conscientes, viendo lo que no debe ser y obrando adecuadamente. Debemos saber que la palabra utopía no significa un mundo inalcanzable, sino un universo por crear. Podemos crearlo relacionándonos con todo lo que nos rodea de manera espiritual, creando comunidades y organizaciones verdaderamente espirituales, obrando como personas libres en una sociedad no libre. Sólo por medio de nuestras obras, aquí y ahora, podemos asentar los cimientos de una sociedad libre en la que nuestros hijos se desarrollen en plenitud.
La jerarquía es una organización piramidal compuesta de una serie de grados, rangos u oficios que van de menor a mayor poder, prestigio y remuneración. Incluye siempre la manipulación, la represión y la explotación. Por eso las personas que viven espiritualmente trabajan contra el Poder y la jerarquía en la que se establece su Estado. La persona que vive espiritualmente se opone a todas las instituciones jerárquicas, pues ellas encarnan el principio de autoridad.
La jerarquía tiene la función principal de ejercer el control a través de la coerción, de la amenaza de sanciones negativas de cualquier clase: física, económica, psicológica, social, etc. Este control, en el que están incluidas la represión de la protesta y de la rebelión, necesita de la centralización, de un conjunto de relaciones de poder en el que el control máximo es ejercido por unos pocos en la cumbre –en particular en la cabeza de la organización-, mientras que aquellos que se encuentran en los rangos medios tienen mucho menos control y los de abajo ninguno. Como la dominación, la coerción y la centralización son rasgos esenciales del autoritarismo, y como esos rasgos forman parte de las jerarquías, toda institución jerárquica es autoritaria. Quien no busque el desmantelar todas las formas de jerarquía no puede ser llamado espiritual.
El poder debe encontrarse totalmente descentralizado. Sólo por medio de una descentralización racional del poder, estructuralmente y territorialmente, puede fomentarse la libertad individual, la igualdad y la solidaridad. La delegación de poderes en manos de una minoría es una negación de la libertad y de la dignidad humana. Las personas deben ser libres para unirse según ellas crean conveniente, y sus asociaciones deben ser regidas por asambleas en las que intervengan todos sus miembros, con los asuntos puramente administrativos gestionados por comités elegidos para el caso. Estos comités comunales están formados por delegados temporales revocables que ejecutan sus labores bajo la vigilancia de la asamblea que los eligió. Si los delegados actúan en contra de su mandato, o tratan de extender su influencia o labor más allá de lo decidido por la asamblea –si empiezan a tomar decisiones políticas-, podrán ser instantáneamente revocados y sus decisiones abolidas.
Estas comunidades igualitarias, formadas por acuerdos libres, a su vez se asocian libremente en confederaciones. Las decisiones de estas confederaciones libres van desde abajo hacia arriba, fluyen desde las asambleas elementales hacia arriba. Las confederaciones son gestionadas de manera similar a como se gestionan las comunidades de personas. Regularmente hay conferencias locales y regionales. Estas van desde menor a mayor índice de representatividad, desde las que se representa a una sola comunidad hasta las que representan al conjunto de la humanidad. En ellas se tratan todos los asuntos importantes y los problemas que afectan a la confederación libre. Las decisiones fluyen desde abajo hacia arriba, desde las asambleas elementales hacia las que representan a más número de personas.
Las confederaciones son gestionadas de manera similar a las comunidades de base. Se forman comités de acción, si se necesitan, para coordinar y administrar las decisiones de las asambleas y sus congresos, bajo el estricto control que surge desde abajo, según hemos expuesto anteriormente.
Las asambleas comunales básicas pueden anular cualquier decisión alcanzada por las confederaciones y salirse de una confederación. Además, pueden convocar reuniones confederales para discutir nuevos asuntos y para informar a los comités de acción acerca de nuevos objetivos o intereses y para instruirlos sobre que hacer con respecto a nuevos requerimientos e ideas.
Organizados de esta manera, la jerarquía es abolida, ya que el ser humano, en la base de la organización, ejerce el control, no sus delegados. Sólo esta forma de organización -que necesita de la iniciativa todos y resulta en beneficio de todos-, puede reemplazar al gobierno jerárquico -que supone la iniciativa y el beneficio de unos pocos frente a la explotación de la mayoría. Esta forma natural de organización debe existir en todas las actividades que requieren trabajo de grupo y la coordinación de muchas personas. Es el medio para integrar a las personas dentro de estructuras que ellos mismos pueden comprender, controlar y modificar. En él, las iniciativas individuales son gestionadas por la propia persona.
La creación de una nueva sociedad basada en las organizaciones libertarias tendrá un incalculable efecto en la vida diaria. El impulsar la creatividad y el trabajo de todos los seres humanos transformará la sociedad en maneras que hoy día apenas podemos llegar con la imaginación.
La forma de organización estadista, centralizada y jerárquica produce indiferencia en vez de implicación y compromiso, dureza de corazón en lugar de solidaridad, uniformidad en vez de unidad, y élites privilegiadas en lugar de igualdad. Y lo más importante, estas organizaciones destruyen la iniciativa individual, aplastan la acción independiente, el pensamiento crítico y son nefastas para la humanidad.
Los efectos de la jerarquía pueden verse por todas partes. No funciona. La jerarquía y la autoridad existen por todas partes, en el trabajo, en el hogar y en la calle, y en todos estos lugares puede verse el dolor que causan.
Si una persona pasa la mayor parte de su vida recibiendo y aceptando órdenes, si se acostumbra a la jerarquía, se convertirá en un ser pasivo-agresivo, sadomasoquista, servil y estúpido, y llevará ese peso a todos los aspectos del resto de su vida. El fin de la jerarquía trae consigo una transformación integral de la vida cotidiana. Implica la creación de organizaciones centradas en el ser humano dentro de las cuales todos pueden ejercitar sus habilidades al máximo. Sólo la autodeterminación y el acuerdo libre en cada nivel de la sociedad y dela existencia puede desarrollar la responsabilidad, la iniciativa, la inteligencia, la implicación y la solidaridad de las personas y de la comunidad.
Sólo una organización de la sociedad en la que no exista la jerarquía permite acceder y utilizar el inmenso talento y la extraordinaria capacidad que existe en el interior de la humanidad. Únicamente una organización así enriquece a la comunidad a través del mismo proceso que enriquece y desarrolla a la persona en su individualidad. Solamente involucrando a todos los seres humanos en el proceso de idear, planear, coordinar e implementar las decisiones que los afectan podrá florecer la libertad y podrá desarrollarse y ser protegida la individualidad. Una organización así desata la creatividad y el talento del rebaño esclavizadas por el Poder y su jerarquía, por lo que ya deja de ser un rebaño para convertirse en una verdadera humanidad.
Es sistema libertario beneficia incluso a aquellos que dicen beneficiarse por el libre mercantilismo, el capitalismo y sus relaciones autoritarias. Todos, los que mandan y los que son mandados son estropeados por la autoridad; ambos, explotadores y explotados son degradados por la explotación. Esto es así porque en cualquier relación jerárquica el que domina, al igual que el que es dominado, paga un precio. El precio pagado por “la gloria de mandar” es verdaderamente pesado. Cada tirano se resiente de sus obligaciones, y está condenado a arrastrar el peso muerto del durmiente potencial creativo de sus subordinados por el camino de su tortura.
La libre asociación se organiza alrededor de una asamblea en la que se reúne todos sus miembros -en el caso de grandes centros de trabajo, de pueblos o ciudades, esta asamblea puede componerse de un sub-grupo funcional, tal como una oficina específica o un barrio. En esta asamblea, en cuerdo con otras, se define el contenido de sus obligaciones políticas. Actuando dentro de la asociación, la gente debe ejercer juicios críticos y elegir, es decir, gestionar sus actividades. Lo cual quiere decir que la obligación política no se le debe a una entidad aparte por encima del grupo o sociedad, tal como el Estado o la empresa, sino a los "con-ciudadanos" o compañeros. Aunque el pueblo en asamblea legisla colectivamente las reglas que gobiernan su asociación, y están sujetos a ellas como individuos, también son superiores a ellas en el sentido de que esas reglas siempre pueden ser modificadas o abrogadas.
Comunitariamente, las personas asociadas constituyen la autoridad política, pero como esta autoridad está basada en relaciones horizontales entre ellas mismas, más bien que en relaciones verticales entre ellos y la élite, la "autoridad" es no-jerárquica, sino "racional" o "natural".
Si algunos se encuentran en minoría en una votación particular, esas personas tienen que elegir entonces si consienten o se niegan a reconocer la decisión como obligatoria. Negarle a la minoría la oportunidad de ejercer su juicio y su elección es infringir en su autonomía e imponerle una obligación que no ha aceptado libremente. La imposición a la fuerza de la voluntad mayoritaria va en contra de la obligación auto-asumida, y por eso es contraria a la democracia directa y la libre asociación. Por lo tanto, lejos de ser una negación de la libertad, la democracia directa, dentro del contexto de la libre asociación y de la obligación auto-asumida, es la única manera de permitir la libertad. No hace falta decir que, una minoría, si permanece dentro de la asociación, puede apelar su caso y tratar de convencer a la mayoría de su error.
Los lazos entre las asociaciones siguen el mismo modelo que las asociaciones. En lugar de individuos unidos en una asociación, encontramos asociaciones unidas en confederaciones. Los enlaces entre asociaciones dentro de una confederación son de la misma naturaleza horizontal y voluntaria que en las asociaciones, con los mismos derechos de "voz y salida" de sus miembros.
La forma de organizar la sociedad -que realiza la libertad, la igualdad y la fraternidad- en la gestión de los asuntos humanos, ya existía antes de que naciera el capitalismo, aunque aumentó su influencia a medida que el capitalismo acaparaba más y más de la sociedad del planeta. Los pensadores cuyas ideas pueden ser clasificadas como libertarias se remontan a miles de años, y se pueden encontrar tanto en civilizaciones orientales como occidentales.
Es necesaria la abolición de todos los monopolios económicos y la propiedad común de la tierra y de los medios de producción, cuyo usufructo debe ser disponible para todos sin distinción. Es imprescindible una actitud espiritual frente al capitalismo y hacia todas las instituciones de poder político, ya que históricamente la explotación económica siempre ha ido de la mano de la opresión y de la dominación política y social del ser humano por el ser humano. La explotación y la opresión de unos sobre otros son inseparables, y la una condiciona la otra.
La naturaleza tampoco se libra de la explotación cuando el sistema que organiza a la sociedad explota a las personas. La verdadera ecología localiza las raíces de la crisis ecológica en las relaciones de dominio entre las personas. La dominación de la naturaleza es un producto más de la dominación que sucede de la sociedad. Por ello los auténticos ecologistas consideran esencial tratar adecuadamente a la jerarquía, y no a la civilización como tal.
El ser humano debe tomar una actitud espiritual con respecto al capitalismo, el estado y la propiedad privada. Esto incluye el poder político, la propiedad y la gestión de los asuntos que conciernen a la comunidad, las relaciones entre los hombres y las mujeres, padres e hijos. Debe encontrar e identificar las estructuras autoritarias, la jerarquía y la dominación en cada aspecto de la vida, y obrar adecuadamente. Esto significa, en muchos casos, desafiarlos y desarmarlos, de forma que aumente el campo de la libertad humana.
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