«Todos nuestros problemas provienen
de nuestro deseo de asir: la meditación es el medio para dejar de lado
nuestras tendencias a querer asir. Al abandonarnos, una sensación natural de
espacio crece en nosotros; eso es la meditación... En la meditación no hay
nada que esperar, nada que realizar o conseguir; simplemente, abandonáos...
Olvidad toda idea admitida, olvidad hasta que estáis meditando. Quedáos
inmóviles, y respirad con toda naturalidad...
En cuanto a los pensamientos, no se
trata de suprimirlos ni de retenerlos, sino muy por el contrario de dejarlos
pasar, sin permitir que os distraigan o seduzcan. No intentéis influirlos. Ya
sea que estéis soñando o reflexionando... pues bien, soñad o reflexionad
sencillamente. Si no los alimentáis, los pensamientos pasarán solos». (Sogyal
Rinpoche, lama tibetano)
Si la atención se mantiene fija en
un solo objeto durante algún tiempo, se accede a un nivel que se llama
“concentración”, la cual sería, por tanto, una atención sostenida y
continuada, capaz de mantener un solo objeto en la conciencia, sin que
desaparezca de ella. Según la naturaleza del objeto sobre el que apliquemos
nuestra atención, conseguiremos distintos objetivos, pero todas las prácticas
de atención producen un mismo efecto: estabilizar la mente.
Si la concentración es una atención sostenida, por la cual el objeto no
desaparece de nuestra mente, al haberse eliminado las distracciones, la
meditación sería una concentración sostenida y continua, que hace que el
objeto penetre en la mente y se funda con ella. Es decir, que en la verdadera
meditación o “recogimiento perfecto” (samadhi para el yoga) no
hay ya un sujeto perceptor y un objeto percibido, sino que los dos son una y
la misma cosa. Esta vivencia unitiva destruye la ignorancia productora del ego,
pues éste se fundamenta en la idea falsa de la separación. A esto se le llama
iluminación, de la cual hablaremos en el siguiente capítulo.
¿Que objetos son los más adecuados para la meditación? Según Buda, hay
“cuatro fundamentos de la atención”, es decir, cuatro objetos principales: el
cuerpo; las emociones y sensaciones; la mente; los fenómenos mentales.
Si consideramos la meditación como un proceso de percepción especial,
podemos distinguir tres tipos de objetos, según en qué nivel del acto
perceptivo tengan lugar:
· Lo percibido: son objetos que se suelen captar
por los sentidos. Los principales objetos de concentración serían:
-corporales: el entrecejo, la punta de la nariz, un punto situado dos
dedos por debajo del ombligo (hara), la respiración y los latidos del
corazón.
-sensoriales: sonidos (mantrams), imágenes, mandalas,
representaciones de un Dios o un santo, símbolos religiosos, el OM, etcétera.
· La percepción: los objetos de concentración son
experiencias no captables sensorialmente. Para que produzcan estabilidad
mental, han de ser vivencias “sin dolor y luminosas”, es decir, de naturaleza
positiva. Las más importantes son : la sensación de felicidad (ananda),
la experiencia del “vacío”, la conciencia de existencia y, en la mística
devocional, el amor a la divinidad.
· El perceptor: el objeto de atención es el
mismo observador, que se percibe a sí mismo. En este tipo de meditación, la
mente se concentra sobre sí misma, escudriñando cómo surgen, se mantienen y
desaparecen los procesos mentales, en actitud de testigo.
Realmente, la naturaleza del objeto sobre el que se concentra la atención
es indiferente, con la condición de que no produzca negatividad ni actividad
mental (vrittis). Lo que produce la meditación y la absorción no es
ninguna cualidad específica de ningún objeto, por muy “elevado” que éste sea,
sino la atención sostenida en él, sea cual sea su naturaleza. En estre
sentido, si nos concentramos sostenidamente en una piedra conseguiremos el
mismo resultado que si lo hacemos sobre un objeto más “espiritual”, como la
imagen de una divinidad.
Lo que sí es importante es comenzar por objetos más “toscos” (que se
puedan percibir sensorialmente), para después pasar a “viencias luminosas”,
ya que al principio es más fácil mantener la atención sobre objetos
percibibles con los sentidos que sobre abstracciones u objetos imaginarios.
La elección de un objeto u otro dependerá de nuestro criterio, el cual, como
es normal, se ajustará a nuestra experiencia y nuestra personalidad. Por
ejemplo, una persona que tienda a la devoción elegirá objetos más “religiosos”
(una frase sagrada, una imagen de la divinidad...), mientras que alguien que
no sea tan afectivo elegirá objetos más “mentales” (un mandala, por el Siguiendo
esta clasificación de los objetos de meditación, dividiremos nuestra práctica
en tres apartados fundamentales:
- ejercicios de observación: se
aplica la atención a un objeto externo, que sirve de punto fijo para
concentrar la mente. Se trabaja así el factor de la sensación- percepción.
- ejercicios de imaginación: los
objetos que se proponen son “vivencias sin dolor y luminosas”, de naturaleza
imaginaria, en los fijamos la atención con el fin de relajar y aquietar la
mente.
- ejercicios de auto-observación: el
objeto mental pasa a ser algún fenómeno interno (sensaciones corporales,
emociones, pensamientos), siendo el objetivo de esta auto- observación
investigar las diversas formas en que reaccionamos a las percepciones. Es decir,
el objeto sobre el que se enfoca la atención es la propia mente. Estos son
los ejercicios más importantes, pues son justamente aquellos que rompen la
conexión entre las sensaciones y los samskaras, como veremos.
2.- Ejercicios de observación
Le preguntaron en cierta ocasión a
Buda: «¿Quién es un hombre santo?» Y Buda respondió: «Cada hora se
divide en cierto número de segundos, y cada segundo en cierto número de
fracciones. El santo es en realidad el que es capaz de estar totalmente
presente en cada fracción de segundo».
Observar significa estar atento, estar despierto, estar alerta,
expresiones equivalentes al “darse cuenta” ya comentado cuando hablábamos del
método perceptivo-sensorial, y que tanta importancia tiene para la relajación
físico-mental.
La inmensa mayoría de nosotros no estamos atentos a la realidad que nos
rodea. Miramos sin ver, oímos sin oír... vivimos sin vivir, en una palabra.
No nos damos cuenta de la vida que nos rodea, porque vivimos en un permanente
estado de distracción que merma nuestra capacidad de disfrutar de la
existencia plenamente. No estamos inmersos en el aquí y el ahora, y eso
disminuye nuestro rendimiento en todo lo que hacemos, al no poder concentrar
toda nuestra capacidad en una sola cosa cada vez, justamente en lo que
tenemos ahora delante de nuestros ojos.
«El mundo está aquí mismo; para recibirlo lo único
que tenemos que hacer es vaciar nuestras mentes y abrirnos». (John O.
Stevens, Darse cuenta)
1.- Observación del cuerpo
En el capítulo sobre la relajación física de esta página web
expusimos varios ejercicios perceptivo-sensoriales destinados a la
observación de las sensaciones corporales. Para no repetirnos, aconsejamos
practicar los ejercicios del método perceptivo-sensorial , con la salvedad de
que ahora, en vez de utilizarlos simplemente para relajarnos, los usaremos
como objeto sostenido de concentración.
2.- Observación de un objeto
Fijo mi atención en un objeto cualquiera de mi
realidad cotidiana... Una flor, por ejemplo... Durante unos cinco minutos,
voy a procurar fijarme en todos los detalles de esa flor: su forma, su
tamaño, sus colores... No pienso sobre la flor, sino que simplemente la
observo como es... Pasados los cinco minutos, cierro los ojos, e intento
reproducir mentalmente esa flor, sin olvidar nada... Pasados dos o tres
minutos, abro los ojos lentamente, y contemplo de nuevo la flor, comprobando
qué detalles se me olvidaron... Cierro los ojos nuevamente... (se repite el
ejercicio dos veces más).
Especial importancia tiene la práctica de fijar la mirada sobre la llama
de una vela, de magníficos efectos para favorecer el vacío mental. En todo
caso, los objetos deberán ser lo más neutros posibles (“carentes de pasión y
sin dolor”, en palabras de losYogasutrasi) ya que, si lo que
pretendemos es el aquietamiento, un objeto cargado de energía emocional
excitaría nuestros pensamientos.
Es
importante darse cuenta de que el factor del funcionamiento mental que
trabajamos con este tipo de ejercicios es el de la sensación, definida como
el contacto entre la conciencia y un objeto. Con esta práctica tratamos de
abortar la interpretación de esa sensación, eliminando los pensamientos sobre
el objeto, contemplándolo como es en sí, sin proyecciones ni especulaciones.
3.- Concentración sobre mandalas
A medio camino entre los objetos toscos y sutiles, tenemos un grupo de
objetos que, al poseer un significado simbólico, pueden llevarnos a
contenidos experienciales: paz, beatitud, benevolencia, conciencia del ser,
felicidad, gozo, etc. Serían aquellos objetos que son portadores de
características religiosas en las diversas tradiciones, favoreciéndonos un
mayor contacto con el Ser Esencial. Rozamos aquí los terrenos de la
meditación más espiritual, por tanto, si los empleamos con esta intención,
más que para focalizar la mente en un solo objeto.
Dos
objetos destacan en este dominio: los mandalas, y las imágenes de
divinidades.
El término sánscrito “mandala” puede traducirse como “círculo”, y
consiste en un diagrama simbólico que, diseñado a partir de formas
geométricas, representa una determinada estructura del universo. Se
corresponden a atributos divinos y a fórmulas rituales repetitivas (mantrams),
y son ampliamente utilizados como soportes para la contemplación y la
concentración en todas las tradicionales
Sus
elementos básicos son figuras geométricas contrapuestas y concéntricas, por
lo cual suele decirse que el mandala es siempre una “cuadratura
del círculo”, pues generalmente todas las figuras están encerradas dentro de
un círculo o un cuadrado. Los mandalas existen ampliamente en el mundo
natural (la estructura de un copo de nieve, de los anillos de un árbol, de
los pétalos de una rosa, de los cristales de una roca, etc. pueden
considerarse mandalas), y en el cultural (la planta de un edificio, un
rosetón, las monedas...)
Prescindiendo de su contenido esotérico incluso, los mandalas pueden
utilizarse como instrumento para favorecer el aquietamiento mental, enfocando
la atención, ya que las figuras geométricas son modelos carentes por completo
de componentes emotivos y discursivos, por lo cual tienen un carácter neutro
e impersonal que ayuda poderosamente a la relajación de la mente.
La técnica básica consistiría en hacer una práctica de relajación y
después fijar nuestra vista en un mandala colocado enfrente de nosotros, a unos
dos metros aproximadamente. Repitamos que, al igual que ocurre con todas las
técnicas de concentrarse visualmente en un objeto, se trata de ver sin
pensar, fijándonos en las líneas del dibujo, memorizándolas, para luego
descansar la mirada en el dibujo globalmente, en actitud pasiva y receptiva,
de manera que sea el propio mandala quien nos penetre hasta que su
significado simbólico salte en nuestra conciencia intuitivamente, sin
esfuerzo discursivo por nuestra parte. Podemos abrir y cerrar los ojos, para
descansar la vista y para que la memorización sea más eficaz.
A la hora de elegir un modelo de mandala, podemos usar cualquiera, a
condición de que sea sencillo y sintamos una conexión con él, es decir que
nos transmita algo íntimo y resuene en nuestro interior.
Para facilitar su contemplación, es aconsejable seguir los ejes de
simetría del dibujo, pues son los que ordenan el conjunto de líneas y formas,
cuya complejidad puede llevar a confusión. Percibida esta simetría,
interiorizado el esquema geométrico, nos será más fácil captar su punto
central, llamado binya en sánscrito (semilla), que es el
punto esencial a partir del cual se despliegan las estructuras del mandala, y
al cual todas vuelven, reabsorbiéndose en él, simbolizando así los dos
momentos del devenir cósmico: la expansión desde el centro divino, y la
vuelta a la unidad.
4.- Concentración sobre sonidos
Después de las sensaciones visuales, destacan las auditivas a la hora de
conectar sensorialmente con los objetos. Para purificar nuestras sensaciones
convendría, por tanto, practicar con el sonido como medio de percepción de
los objetos.
Ya tuvimos ocasión de exponer técnicas basadas en escuchar sonidos cuando
comentamos la técnica de relajación perceptivo-sensorial.
3.- Ejercicios de imaginación
1.- El árbol
Ahora me imagino que estoy viendo un árbol... ¿Qué
árbol es? ¿Puedo identificarlo dándole un nombre?... Lo veo entero en mimente, todo de una
vez... Ahora empiezo a verlo desde abajo... ¿Dónde se encuentra? ¿En un
prado? ¿En un desierto? ¿A orillas de un río? ¿En la falda de una montaña?...
Veo claramente dónde está... Me fijo en lo que hay a sus pies, allí donde el
tronco sale de la tierra... ¿Hay flores? ¿Cómo son? ¿De qué color es la
tierra donde crece ese árbol?... Empiezo ahora a subir por su tronco... Lo
hago despacio... ¿Cómo es el tronco? ¿Es delgado o grueso?... ¿Es alto, bajo
o mediano?... ¿De qué color es?... Sigo subiendo... ¿Tiene muchas ramas?
¿Cómo son?... ¿Hay hojas en las ramas? ¿Qué forma y qué color tienen?...
¿Tienen perfume?... Contemplo ahora el árbol globalmente, y descanso en esta
contemplación... ahora me imagino que yo soy el árbol, asimilando su
verticalidad, su quietud, el entorno donde está... Mi mente se aquieta más y
más...
2.- El vacío
Me imagino que mi cabeza está vacía, que mi cerebro
está hueco por dentro, que me es imposible pensar... Al echar el aire, repito
mentalmente la palabra “nada”... “nada”... “nada”, o “vacío”... “vacío”... o
“paz”...
Mientras recito estas palabras, me imagino cómo mi
cabeza se va vaciando de todo...
como no va quedando nada...
ni pensamientos... ni imágenes... ni recuerdos... nada...
Ahora siento cómo esa “nada”, ese “vacío” se va
extendiendo por todo mi cuerpo, como si fuese una niebla, vaciándolo de
tensiones... Al final, repito esta frase varias veces: “En todo mi cuerpo y
mi mente reina una completa paz”...
3.- La palabra
Recita mentalmente, o en voz audible, durante la espiración, una frase o
afirmación con la que te sientas identificado, y que te produzca efectos
relajantes. Por ejemplo, “estoy en un nivel mental más profundo, más
perfecto y más saludable”... “En mimente hay una paz
completa”... Se puede escoger alguna afirmación de las utilizadas
para visualizaciones, y será más eficaz si se acompaña de la imaginación,
visualizando claramente el estado psicosomático que se desea conseguir.
Lo ideal sería que cada uno se hiciese una lista con las frases que mejor
resultado le producen, unas pocas, y repetirlas hasta que sean capaces de
provocar en el cuerpo-mente una respuesta automática de quietud. El objetivo
sería condicionar el subconsciente para que la sola mención de la frase-clave
nos llevara al estado de relajación deseado.
4.- La pantalla blanca
Como ya explicamos al hablar sobre los aspectos técnicos de las prácticas
de visualización, la “pantalla mental” es el fundamento básico de todas
ellas, pues imaginar consiste realmente en proyectar imágenes sobre un fondo,
de aquí se deduce la conveniencia de dotar a ese fondo de una cierta
corporeidad.
El ejercicio que proponemos aquí es el de elaborar esa pantalla, pero no
para proyectar imágenes sobre ella, sino usándola para nuestra relajación,
aprovechando para ello el simbolismo del color blanco. En efecto, éste se
asocia con la nada, con el vacío, con la quietud de lo inmanifestado, con la
limpieza mental que queremos alcanzar. El procedimiento sería así:
Ahora voy a imaginar que delante de
mí, a un metro de distancia aproximadamente, hay una pantalla blanca,
parecida a la de un cine... La veo claramente... Me fijo en su color
blanco... Toda mi conciencia se llena de ese color blanco... Siento cómo mi
mente comienza a vaciarse de pensamientos... Ya casi no puedo pensar... Noto
cómo ese color blanco lo disuelve todo, y me relajo más y más...
5.- El mar
Imagino ahora un mar, un mar azul... Veo la línea
del horizonte, completamente recta... Siento el color azul llenando toda mi
mente... No hay casi olas en este mar... todo está tranquilo... Escucho ahora
el subir y bajar de la marea, el sonido que hace el agua cuando sube... El
momento de pausa y silencio que sigue... el sonido del agua cuando baja y se
retira... Aspiro el olor del mar, lo saboreo claramente... Imagino ahora que
soy una parte de ese mar, que estoy flotando en él... Siento que, al flotar, me
relajo más y más profundamente...
Una variante del ejercicio es asociar el vaivén respiratorio con la
pulsación rítmica de la marea: la inspiración correspondería a la subida, y
espiración a la bajada.
4.- Ejercicios de autoobservación
«Tenéis que contemplar vuestra mente como
contempláis a un lagarto que se escurre, deslizándose de un lado a otro de la
pared, viendo sus cuatro patas, cómo se adhiere a la pared... Tenéis que
contemplarlo y, mientras lo contempláis, veis la delicadeza de sus
movimientos. Así, de la misma manera, contemplad vuestro pensamiento: no lo
corrijáis, no lo suprimáis, simplemente contempladlo ahora, en este mismo
momento» (Krishamurti)
Este bloque de prácticas tiene como objetivo concentrar la atención en
objetos internos, es decir, pertenecientes a nuestra experiencia interior, de
manera que enfocamos la atención sobre las sensaciones e impresiones que
experimentamos en los distintos niveles de nuestro ser: sensaciones
corporales, emociones y pensamientos.
Consiste en la observación desinteresada de lo que sucede dentro de
nosotros en el momento presente, en el aquí y el ahora en que tiene lugar la
experiencia, sin dejarse atrapar en la red del pensamiento discriminativo. La
tarea a realizar es la de registrar escuetamente cualquier cosa que aparezca
en nuestra conciencia, tal y como aparece, reseñando desapegadamente cómo las
impresiones surgen, permanecen y desaparecen, asumiendo una actitud de
testigo imparcial en la que discernimos los fenómenos que experimentamos con
la máxima minuciosidad, hasta conseguir que salgan a la luz sus
características fundamentales. Este tipo de atención desinteresada produce
una “visión cabal y penetrante” (puñña en la terminología
budista) de los fenómenos, a los cuales vemos bajo sus tres características
esenciales: impermanencia, sufrimiento, e insustancialidad.
El fin de este proceso de visión es hacernos conscientes de cómo nuestra
mente interpreta los hechos y crea los samskaras. Partiendo de
una impresión recibida en el presente, la mente se lanza a un proceso de
ideación con el que interpreta el objeto con respecto a sí misma para hacerlo
inteligible en términos de sus propias categorías y presunciones. Lo efectúa
postulando conceptos, ensamblando los conceptos en construcciones, para luego
entretejer éstas en esquemas interpretativos complejos que, al proyectarse
sobre el objeto, lo encubren y deforman, de manera que ya no lo percibimos
como es en sí, sino a través de una “máscara” mental. Como este proceso tiene
lugar dentro de nuestra mente, ésta constituirá el objeto sobre el que
focalizaremos nuestra atención - concentración.
1.- Meditación vipassana
Esta práctica tiene como objetivo
observar los pensamientos de manera desapegada, sin identificarnos con ellos,
colocándonos ante nuestra mente en la actitud de testigo, que asiste al
surgimiento, permanencia y desaparición de las ondas mentales, limitándose a
registrarlas. El proceso es parecido a ver una película: contemplamos cómo se
suceden las imágenes en una pantalla, pero mantenemos una distancia con
ellas, no nos implicamos, no nos identificamos con lo que estamos viendo,
pues sabemos que la realidad de lo que sucede en esa pantalla es ilusoria.
Otra imagen que puede ayudarnos en esta actitud de desidentificación de
nuestros pensamientos es la de verlos pasar con sus formas variadas como
pasan las nubes en el cielo. No se trata ni de fomentar las ondas mentales
enredándose con ellas, entrando en su juego alucinatorio, ni de reprimirlas,
pues, como dice la frase, “mata un mosquito, y vendrán mil más al funeral”.
Esta práctica difiere de la anterior en que aquí los pensamientos no son
considerados como distracciones que nos evaden de un tema de concentración,
sino que son el mismo objeto sobre el que fijamos nuestra atención. A medida
que ésta se mantiene sin interrupción contemplando los estados mentales que
surgen y desaparecen, irá surgiendo en nosotros la visión cabal y penetrante
de la naturaleza mental, haciendo entonces una serie de descubrimientos
importantes.
Lo primero que se comprende es que los fenómenos contemplados son
distintos de la mente que los contempla. El meditador sabe que la conciencia
es distinta de los objetos que percibe. Ahondando en esta comprensión, se
percibe entonces que tanto la conciencia como los objetos carecen de yo, que
surgen como efectos de sus causas respectivas, no como el resultado de la
dirección de algún agente individual. Cada momento de la conciencia se
produce de acuerdo con su propia naturaleza, al margen de la propia voluntad.
Se llega entonces a tener la certeza de que en ninguna parte de la mente
puede detectarse ninguna entidad permanente.
Continuando la práctica de la percepción, se observa que la mente
contempladora y los objetos contemplados van y vienen siguiendo una secuencia
incomprensible, un flujo continuo que renueva a cada instante sus contenidos,
en una cadena interminable. Con esta comprensión, se conoce la verdad de la
impermanencia y la transitoriedad.
La conciencia de esta verdad lleva al sufrimiento, al sentir el
desencanto de que nuestra realidad privada carece de yo y es siempre
cambiante, y lo que cambia constantemente no puede ser la base de ninguna
satisfacción duradera. Todo esto lleva a la ecuanimidad y el desapego de los
contenidos de la conciencia.
Tras estas comprobaciones, se abre todo un proceso interior que lleva al
nirvana, a la iluminación, pero éste no es el objetivo que buscamos, sino que
nuestras pretensiones son mucho más modestas, en el sentido de que esta
práctica —y de todas las que incluimos en el libro—, es
aquietarnos, aumentar nuestros niveles de bienestar, favorecer un
autoconocimiento que amplíe y profundice nuestra conciencia.
2.- El testigo
Este ejercicio es uno de los más importantes de este libro, por lo cual
su práctica, más que recomendada, es obligatoria. Incluido en las principales
tradiciones espirituales, desde su origen budista, provoca una clara apertura
al ser esencial, en base a desidentificarnos de todas aquellas imágenes con
las que confundimos a nuestro verdadero yo. Supone, además, una
recapitulación de las principales técnicas que hemos expuesto hasta aquí,
realizada de una manera rápida y sencilla, y cuya eficacia es indudable para
abrir nuestra conciencia a una dimensión superior y trascendente:
Tomo conciencia de las sensaciones corporales...
Paso de una a otra parte de mi cuerpo, recogiendo el mayor número de
impresiones... Me hago consciente de mi cuerpo como un todo...
Ahora enfoco mi atención en aquella parte de mí que
ha estado observando el cuerpo y sus sensaciones... Me doy cuenta de que el
observador, el Yo, no es lo mismo que las sensaciones que están siendo
observadas... Me digo a mí mismo: “Yo no soy esas sensaciones, yo no soy el
cuerpo”...
Dirijo mi atención a la respiración... Noto el aire
cuando entra y cuando sale... percibo los movimientos musculares que producen
en mi cuerpo el vaivén respiratorio...
Vuelvo mi atención ahora hacia quien ha estado
observando la respiración, y me doy cuenta de que el Yo, no es lo mismo que
ella, que es algo diferente, pues puede observarla desde fuera. Me digo: “Yo
no soy la respiración”...
Observo un sentimiento o emoción que estoy
experimentando en este momento —o evoco alguno que haya tenido
anteriormente—. Lo percibo claramente, dándome cuenta de
cómo es, especialmente si se trata de una emoción negativa —miedo, ansiedad,
molestia, resentimiento, angustia—...
Enfoco mi atención en aquél que ha estado observando
ese sentimiento, y percibo que el Yo es diferente de la emoción observada...
Me digo: “Yo no soy mis sentimientos”...
Ahora observo los pensamientos que hay en mi
mente... Los veo aparecer y desaparecer, como las imágenes de una película,
mirándolos desde fuera, como nubes que pasan... Me esfuerzo por observar ese
flujo mental ininterrumpido...
Ahora vuelvo mi atención hacia quien ha estado
observando la pantalla mental, y me doy cuenta de que el observador, el Yo es
diferente de los pensamientos observados... Me digo: “YO no soy mis
pensamientos, soy independiente de mi mente”.
Por último, presto atención al vacío que queda, me
imagino que estoy frente a la nada. Ahora, voy a percibir mi identidad
personal... No pienso, no analizo... Percibo mi ser, me quedo concentrándome
conmigo, identificado conmigo... Siento mi unidad interior... Mi conciencia
se hace presente a sí misma en toda su totalidad... Me digo: YO SOY...
3.- Meditación zen
Aparte del vipassana budista,
la meditación zen es la más importante de cuantas se basan en la atención a
la propia mente como objeto de la meditación.
El zen es una tradición espiritual perteneciente al budismo, que se
caracteriza por su carácter práctico, influencia de la corriente china
taoísta cuando el budismo, desde su origen hindú, se trasplantó a la cultura
china. Su característica fundamental es que la iluminación (satori)
puede obtenerse aquí y ahora, en el momento presente, sin las complicaciones
teóricas del budismo clásico, y sin la ascesis disciplinaria de la
metodología del yoga.
Su esencia es la práctica meditativa conocida como shikantaza,
o “posturasentada”. Esta postura es iluminación por sí misma, cuando se
realiza bajo las tres condiciones de postura justa, respiración justa y
actitud justa.
Esta práctica arranca en el nivel conocido como dhyana en
la terminología del yoga, palabra que traducíamos como “absorción”, y de la
cual deriva el término chinot’chen que da lugar al vocablo “zen”.
¿En qué objeto se realiza esa absorción?: en la respiración, el tema de
concentración favorito del budismo.
La postura justa produce la respiración justa. Para ello, el meditante se
sienta en el suelo, de manera que la cadera queda más alta que las rodillas.
Éstas empujan el suelo, mientras que la cabeza “empuja en el cielo”. La
espalda está derecha, la cabeza inclinada ligeramente sobre el pecho, contrayendo
la glotis. La nuca está estirada. Las manos descansan en el regazo, de manera
que los pulgares están unidos, mientras que el dorso de la mano izquierda
reposa sobre la palma de la mano derecha.
Una vez en la postura, la atención se fija en la respiración, cuatro
dedos por debajo del ombligo, en la zona llamada hara, asiento de
la energía ki. La respiración debe ser suave, lenta y profunda,
especialmente la espiración. No se trata de hacer ejercicios respiratorios
especiales, sino de permitir que el aliento fluya con naturalidad, pero
haciendo hincapié en la espiración, “empujando con los intestinos”, y
contrayendo el ano durante la misma.
Establecidas la postura y la respiración, se trata de quedarse ahí
concentradamente, permitiendo a los pensamientos ir y venir, pasar como nubes
en el cielo, sin analizarlos, sin reprimirlos. La vista se fija en el suelo,
a un metro de distancia, con los ojos entreabiertos. No hay nada que
conseguir, nada que obtener, nada que alcanzar, no hay “provecho ni
beneficio”. En esto radica la actitud justa. Así, “sentados en la pelvis”,
concentrados en el hara, salen a la mente contenidos
subconscientes, pero no nos identificamos con ellos, sino que volvemos una y
otra vez a la respiración, nos enraizamos en la tierra, volvemos a nuestro
centro de gravedad en el bajo vientre.
Esta postura es la esencia de la iluminación, es despertar.
4.- Las frases sagradas: los mantrams
«En el principio era el Verbo, y el Verbo era Dios, y el Verbo estaba con
Dios». Esta
afirmación bíblica se encuentra presente en todas las tradiciones
espirituales, donde se identifica a Dios con su Nombre, hasta el punto de que
la repetición del nombre divino es sin duda la práctica más universal y
extendida, por ser la que más directamente lleva a la autorrealización.
Esta práctica recibe distintos nombres: mantra en el
hinduismo; dhikr en el sufismo; letanía o
jaculatoria en el cristianismo; incluso en la corriente amidista del
budismo se contempla la repetición del sagrado nombre de Amitabha, entidad
que ayuda a los adeptos en su camino de liberación. Sólo el judaísmo se
aparta de esta práctica, pues para él Dios es el “innombrable”.
El nombre divino es una energía mística contenida dentro de una
estructura de sonido. En efecto, el sonido es vibración, energía con una
determinada longitud de onda. En el compuesto humano, la energía circula
siguiendo unos canales (nadis en la terminología del yoga),
organizándose en torno a unos centros llamados chakras, que
se encuentran en el cuerpo astral en número de siete, los cuales se
corresponden a nivel físico con determinados plexos nerviosos. Estos chakras
vibran con diferentes energías, de modo que los más elevados tienen más alta
frecuencia vibratoria que los más bajos. Siendo así, es posible activar estos
chakras usando sonidos determinados y específicos, cuya longitud de onda
armonice con ellos. Los nombres divinos son, pues, sonidos sagrados que
despiertan en nosotros energías elevadas.
El nombre divino es la deidad misma. El pensamiento, la forma y el sonido
son la misma cosa, aspectos diferentes de una longitud de onda particular o,
en otras palabras, la misma energía vibrante, manifestada en diferentes
niveles de conciencia. Las vibraciones del sonido, hechas con concentración y
devoción, son capaces de dar lugar a la forma divina en la conciencia del
aspirante.
Otra función del nombre divino es la que podría llamarse “mágica”, en
tanto que gran número de las frases sagradas que se repiten tienen efectos
concretos a la hora de conseguir determinados resultados prácticos. Por
ejemplo, algunas protegen de accidentes, otras procuran buena fortuna, otras
ayudan a combatir malos hábitos... Junto a esta función mágica, basada en la
protección, que hace posible usar estas frases con vistas a obtener demandas
concretas, cada una tiene sus propios efectos espirituales en la conciencia
del aspirante, pues la característica esencial de los mantrams es
que están adaptados a la personalidad y vocación particular de cada uno. De
ahí que la gran mayoría de ellos deban ser proporcionados al aspirante por un
maestro experimentado que conozca tanto la energía del mantra como la del
discípulo, proporcionándole aquella frase específica que opera la iniciación
del postulante, a la vez que le transmite su propia energía. Esto es lo que
se conoce como “activar” el mantra. Sin esto, la repetición divina pierde
gran parte de su eficacia.
Esta individualización del mantra, junto al hecho de que buen número de
ellos son muy poderosos y encierran peligros si no se usan correctamente,
hace que esta práctica sea inviable para la gran mayoría de nosotros, que no
tenemos generalmente a un maestro experto que nos guíe en el uso de esta
fuente de poder.
Dentro de nuestra cultura, el cristianismo tiene en sus “letanías” y
“jaculatorias” el equivalente de los mantras y los dhikrs.
Al ser mucho más próximas a nuestra mentalidad, éste será el tipo de frase
sagrada que usaremos en nuestra práctica.
En cuanto a ésta, la técnica consiste en elaborar una lista de frases
referidas a Dios y al aspecto bajo el cual necesitamos la conexión con Él.
Por ejemplo, la frase “Dios es paz” nos hace considerar la
presencia divina bajo el aspecto de algo que necesitamos (la paz) en un
momento dado. Igualmente, podemos decir que “Dios es amor”, “Dios
es perdón”, “Nada temo en Dios”, “Dios mío, ten
misericordia”, etc., dependiendo la frase a elegir de nuestra necesidad
concreta. Lo que es importante subrayar es que es esencial hacer una
referencia clara a Dios, pues no olvidemos que estamos trabajando ya al nivel
espiritual, donde es preciso hacer una conexión con el ser interno. Si nos
decimos, por ejemplo: “No tengo nada que temer”, estaríamos
todavía dentro del nivel emocional, pues no habría una conexión clara con
nuestro ser divino. Mejor sería decir: “Dios es mi fortaleza. Nada
temo”, o alguna frase parecida donde se asocie la presencia de Dios con
la ausencia de miedo.
Cada cual puede hacerse su lista
de frases significativas, eligiendo aquellas que hagan referencia a las
cualidades que necesita poseer, y a aquellas necesidades que precisa
satisfacer. Si, por ejemplo, nuestro problema central tiene que ver con el
miedo, elegiremos una frase como la ya descrita. Si fuera el perdón, valdría,
por ejemplo: “Dios es el amor en el que perdono”... Dios es Uno,
pero tiene muchos atributos y manifestaciones, muchos aspectos, muchos
nombres: es amoroso, comprensivo, fuerte, poderoso, misericordioso, creador,
fuente de paz, santo, protector, etc. Lo mejor sería elegir aquel nombre que
más nos resuene y recitarlo como práctica base, utilizando luego algunos
otros nombres secundarios para conseguir otras cualidades que no sean tan
centrales en nuestra personalidad, dependiendo de nuestros estados de ánimo
transitorios.
En todas las tradiciones espirituales, se aconseja practicar la
repetición de frases sagradas utilizando un instrumento basado en una serie
de cuentas que se van pasando una a una según se repite la frase. Además de
para llevar la cuenta, este instrumento sirve también para concentrar la
atención, y para descargar la energía negativa, de ahí la conveniencia de que
esté hecho de materiales nobles: marfil, ámbar, piedras como turquesa, jade,
maderas nobles... este instrumento, llamado mala en el
hinduismo, tasbihen el sufismo, es el equivalente del rosario
cristiano. Aconsejamos su uso, pues ayuda a evitar las distracciones
Elaborada una lista personal de frases, la práctica completa quedaría
así:
Practica una relajación. Cuando sientas que te has
aquietado, ponte en la presencia de Dios y repite mentalmente la frase
elegida, muy despacio, haciendo que coincida con tu espiración, que deberá
ser lo más lenta posible. No pienses nada, no analices la frase, limítate a
repetirla, sintiendo que te penetra hasta el fondo de tu ser. Poco a poco, ve
recitando la frase cada vez más distanciadamente, aumentando el silencio
entre las repeticiones.
Cuando la repetición de la frase nos lleve al
silencio, cuando la frase caiga por sí misma y nos sintamos en el umbral de
la Presencia, entonces es el momento de abrirse a ella, en la “noche de la
fe”, ya sin palabras, sin conceptos, sin imágenes, y permanecer, mudos y
absortos, en ese vacío lleno de inmensidad, en esa oscuridad plena de luz, en
ese silencio colmado de la Palabra.
Si la repetición de la frase nos lleva al punto de
sentir la necesidad de abrir nuestro corazón con palabras, para dialogar con
ese Dios que presentimos cerca, hagámoslo, vaciemos nuestro interior
expresando con palabras nuestras vivencias: petición, alabanza, gratitud,
adoración, amor...
5.- El vocablo sagrado: OM
«Vive en OM. Medita
en OM. Respira OM. Descansa en OM. Refúgiate en OM» (Swami Sivananda)
El mantra más conocido es el llamdo pranava:
OM.
OM (que se pronuncia AUM), la palabra sagrada de los hindúes —que origina
el “Amén” cristiano—, es una de las palabras conocidas más antiguas, cuyo
origen se pierde en la noche de los tiempos. Es el vocablo sagrado por
excelencia, la Vibración Original y el Poder Divino, el mantra más poderoso
que existe. OM encierra todo las vibraciones, todas formas de lenguaje y
todos los pensamientos. Las vibraciones producidas por OM producen unas ondas
mentales que se corresponden con lo Supremo y constituyen una senda directa
hacia la iluminación.
El poder creativo que Dios emitió es el Dios que puede conocerse mediante
el contacto con OM. En el universo, Brahma se manifestó asimismo primero como
nombre, y luego como forma, es decir como este universo. El nombre de Brahma
es OM, la más santa de todas las palabras sagradas, matriz de todos los
nombres y de todas las formas. Todo el universo ha sido creado del OM. OM y
Dios son una y la misma cosa.
Acostado o sentado, los labios entreabiertos, después de inspirar
profundamente, expulse lentamente el aliento que, al pasar, hará vibrar las
cuerdas vocales en una “O...” prolongada hasta vaciar completamente los
pulmones. El sonido debe ser tan grave y uniforme como sea posible. Emitido
correctamente, la mano puesta sobre el tórax (esternón) al nivel de las
clavículas debe sentir una vibración. Al término de la expiración, cerrar la
boca y, contrayendo los abdominales, terminar de exhalar los últimos restos
de aire musitando una “M...” que zumbe suavemente en el cráneo. La otra mano,
colocada en lo alto del cráneo, debe percibir también la vibracion
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martes, 8 de mayo de 2012
Atención y concentración
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