viernes, 19 de julio de 2013

Un tiempo de creación


Recluirse, o esconderse de los demás, no son cosas que se recomienden popularmente. Sin embargo, hace falta disponer de un “tiempo personal” para darse cuenta de muchas respuestas esenciales y de los talentos maravillosos que están dentro nuestro. Además del tiempo, es necesario tener la intención y las ganas, o el método adecuado para tenerlas. De ahí la gran importancia de una práctica continua de recreación personal. Ello no tiene nada que ver con cualquier tipo de egoísmo, ya que el tiempo que estemos restando a nuestro familiares, amigos y conocidos será ampliamente compensado y nuestras relaciones serán mucho más ricas.
Hay quienes necesitan para estas prácticas de un contacto directo con la belleza, con la naturaleza o con las grandes obras de la humanidad. A otros, veinte minutos de silencio cruzados de piernas les permiten un viaje interior. Sea cual fuere la manera, son minutos que hay que encontrar cada día.
Un tiempo de soledad nos permite acceder a otras facetas de nosotros mismos porque nos transporta a otros ámbitos. Los momentos de creación son un buen ejemplo: escribir, pintar, dibujar o construir cosas. Incluso la fotografía y el video, u otras tecnologías, nos pueden hacer captar otros aspectos de la realidad en que nos movemos. El tiempo de la creación es muy personal y siempre nos quedará por expresar algo más, pero podemos comenzar por algo: una hora cada día.
Quien dedique sólo una hora al día a algún proyecto, le estará destinando 265 horas al año, o sea lo equivalente de más de 45 jornadas completas de trabajo de ocho horas cada una. ¡Esto agregaría un mes y medio de vida productiva a cada año de nuestra existencia! Y sin embargo, cuando se menciona una hora diaria de soledad para el cultivo de las propias facultades, muchos responden: “Estoy excesivamente ocupado. Trabajo todos el día y llego a casa rendido de cansancio. ¿De dónde voy a sacar esa hora?”.
El frenético ritmo de la vida moderna, nos hace creer que los días no tienen horas suficientes para nuestras propias necesidades... y así renunciamos a ellas. Luego nos sentimos frustrados, para acabar haciéndoselo pagar a los seres que nos rodean. Sin embargo, el mundo está lleno de personas que –a fuerza de voluntad- han encontrado la manera de destinar una hora diaria a cultivar sus facultades creadoras. Paradójicamente, los individuos con mayor número de ocupaciones suelen ser aquellos que mejor se las arreglan, para disponer diariamente de una hora para disfrutar en soledad.
La inmensa mayoría de las personas que destinan una hora diaria a la soledad se consideran recompensadas por ello, lo más curioso es que su círculo íntimo de personas que lo rodean también salen sumamente beneficiadas de ese período de relajo. Aunque no produzcan nada, al menos tienen la oportunidad de analizarse a sí mismas.
Si se le ofrece –periódicamente- una oportunidad, toda mente humana es capaz de crear ideas. La soledad es buena amiga de la imaginación. Lo importante es que nuestras horas de soledad sean productivas... y lo serán por el sólo hecho de ofrecernos, cuanto menos, un sentimiento de bienestar interior. Definitivamente, una hora de soledad diaria no es algo fácil de obtener y se necesita voluntad y discernimiento: primero para encontrar esa hora y luego para utilizarla sabiamente.
Es bueno saber que nunca somos demasiado viejos para aprovechar esta hora diaria de aislamiento. Por el contrario, cuando nos acercamos a la vejez, nada mejor que cultivar el placer por la música, la lectura, o el arte. La sociedad requerirá menos de nuestros servicios y tendremos cada vez más tiempo. Será mejor, entonces, estar preparados para gozar de la compañía de uno mismo. Actualmente, se sabe que la adquisición de nuevos conocimientos y habilidades retarda el envejecimiento. Además, es muy bueno para la autoestima saberse capaz de emprender algo nuevo o desarrollar un talento diferente.

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