martes, 30 de diciembre de 2014

FELIZ 2015

Comienza un nuevo año y con el un mundo de oportunidades se abre ante nosotros. El momento es propicio para reflexionar internamente sobre experiencias pasadas, situaciones presentes y el porvenir. Para aprender del pasado, disfrutar el presente y construir un futuro mejor.
Si nos detenemos por un momento y hacemos una pausa para mirar hacia atrás, podremos darnos cuenta que nos encontramos exactamente donde nos han traído nuestras acciones pasadas. El ser humano construye su futuro día a día mediante sus pensamientos, palabras y acciones, y estas a su vez van moldeando el presente.
Algunos pueblos que han tomado consciencia de la importancia de los actos de cada uno de sus habitantes para la consecución de un fin común, han incorporado a sus culturas la tradición de los propósitos a alcanzar en el año nuevo.
Esta tradición es muy sencilla. En ella cada persona se traza metas que hasta ahora no ha podido alcanzar, o no se había planteado y se hace el firme propósito de lograrlas durante el año que recién comienza. Puesto que según la tradición esto ocurre generalmente en alguna reunión social relativa al nuevo año, puede ser la cena de fin de año o la primera reunión de familiares y amigos del año que apenas comenzó, es costumbre comunicarse entre los concurrentes sus propósitos para de esta manera intercambiar opiniones sobre la mejor manera de lograrlos y obtener el apoyo necesario de quien este dispuesto a brindarlo para concretarlos, y si ocurre que se encuentran personas con propósitos comunes, unir esfuerzos para facilitar su consecución.
Esta tradición no esta limitada exclusivamente a propósitos individuales, pueden plantearse también propósitos familiares, de grupo, sociales y hasta mundiales, y de esta manera poner un granito de arena para construir un mundo mejor, el mundo que todos en el fondo deseamos.
Con el pasar del tiempo nuestra voluntad se fortalece y nos sentimos cada vez más capaces de lograr lo que nos propusimos; y no solo eso sino que también sentimos la necesidad de hacer algo por aquellos que hasta ahora no se han propuesto lograrlo pos si mismos, y comienza entonces un proceso de crecimiento en el cual nos volvemos conscientes de que somos dueños de nuestros destinos y capaces de utilizar nuestra voluntad en formas cada vez más creativas y constructivas.
A partir de ese momento vemos los obstáculos solo como situaciones a superar y de las cuales aprender, el contento se abre paso entre los lamentos, la alegría vence a la tristeza y la esperanza, la seguridad y la confianza reinan donde antes se encontraba el temor.
Siempre podemos escoger entre vivir el mundo cual lo conocemos o cambiarlo en el que deseamos, la decisión al final es de cada uno según decida ejercitar su libre albedrío.
Que este nuevo año nos brinde paz, amor, salud, armonía, unión, felicidad y prosperidad.
Feliz 2015 y que todos sus deseos se concreten.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Intelecto, autoridad e inteligencia.


Muchos de nosotros creemos que enseñándole a cada ser humano a leer y a escribir quedan así resueltos los problemas de la humanidad; pero ya se ha probado que esta idea es falsa. Los llamados educados no aman la paz, no son íntegros, y son también responsables de la confusión y la miseria del mundo.

La verdadera educación significa el despertar de la inteligencia, la creación de la vida integral, y solamente esa clase de educación puede crear una nueva cultura y un mundo pacífico; pero para llegar a alcanzar esta nueva clase de educación, debemos comenzar de nuevo sobre una base completamente diferente.

Con un mundo que se está desmoronando ruinosamente en torno nuestro, discutimos teorías y vanas cuestiones políticas, y jugamos con reformas superficiales. ¿No indica todo esto una crasa irreflexión de nuestra parte? Algunos dirán que sí, pero seguirán haciendo exactamente lo que han hecho siempre y eso es lo triste de la existencia. Cuando nos percatamos de una verdad, y no actuamos en seguida de acuerdo con ella, se convierte en veneno dentro de nosotros mismos, y el veneno se esparce y produce perturbaciones psicológicas, inestabilidad y mala salud. Sólo cuando se despierta la inteligencia creativa en el individuo es que existe la posibilidad de paz y felicidad en la vida.

No podemos ser inteligentes sustituyendo simplemente un gobierno por otro, un partido o grupo por otro, un explotador por otro. Las revoluciones sangrientas no pueden resolver jamás nuestros problemas. Sólo una profunda revolución interna que altere todos nuestros valores puede crear un ambiente diferente, una estructura social inteligente; y tal revolución sólo la podemos hacer tú y yo. Ningún nuevo orden surgirá hasta que individualmente destruyamos nuestras barreras psicológicas y nos liberemos.

Podemos trazar sobre el papel los planos de una brillante utopía, de un valeroso nuevo mundo; pero con toda certeza el sacrificio del presente por un futuro desconocido nunca resolverá ninguno de nuestros problemas. Hay tantos elementos que ocurren entre el ahora y el mañana, que nadie puede saber lo que será ese futuro. Lo que podemos y debemos hacer, si es que lo deseamos con sinceridad, es atacar nuestros problemas ahora, y no posponerlos para le futuro. La eternidad no está en el futuro; la eternidad es ahora. Nuestros problemas existen en el presente, y es sólo en el presente cuando podemos resolverlos.

Aquellos de nosotros que seamos sinceros debemos regenerarnos; pero no puede haber regeneración sino cuando nos separamos completamente de los valores que hemos creado con nuestros deseos agresivos de propia protección. El conocimiento de uno mismo es el principio de la libertad, y es sólo cuando nos conocemos que podemos crear el orden y la paz.

Ahora bien, algunos se preguntarán”: ¿Qué puede hacer un solo individuo que afecte a la historia? ¿Podrá hacer algo por la forma en que vive?” Ciertamente que sí. Evidentemente ni tú ni yo vamos a detener las guerras inmediatas, o crear una comprensión instantánea entre las naciones; pero por lo menos, podemos efectuar en el mundo de nuestras relaciones cotidianas un cambio fundamental que tenga los efectos consiguientes.

El esclarecimiento individual afecta positivamente a grandes grupos de personas, pero únicamente si no estamos impacientes por conseguir resultados. Si pensamos en términos de ganancias y resultados no es posible nuestra transformación verdadera.

Los problemas humanos no son simples; son muy complejos. El entenderlos exige paciencia y penetración, y es de la mayor importancia que nosotros, como individuos, los entendamos y los resolvamos por nosotros mismos. No han de entenderse por medio de fórmulas o lemas; ni pueden resolverse en su propio nivel por especialistas que trabajan en un campo determinado, lo que sólo conduce a más confusión y miseria. Nuestros muchos problemas podrán entenderse y resolverse sólo cuando nos comprendamos como un proceso total; es decir, cuando entendamos nuestra constitución psicológica, y ningún líder político o religioso puede darnos la clave de esa comprensión.

Para entendernos nosotros mismos debemos estar alertas a nuestras relaciones, no sólo con la gente, sino con la propiedad, con las ideas y con la naturaleza. Si hemos de hacer una verdadera revolución con respecto a las relaciones humanas, que son la base de toda la sociedad, debe haber un cambio fundamental en nuestros propios valores y en nuestra visión de la vida; pero evitamos la necesaria y fundamental transformación de nosotros mismos, y tratamos de provocar revoluciones políticas en el mundo, lo que sólo trae desastres y derramamiento de sangre.

Las relaciones humanas basadas en la sensación no pueden ser un medio para libertarse del “yo”; sin embargo, la mayor parte de nuestras relaciones se basan en la sensación, y son el resultado de nuestro deseo de beneficio personal, de convivencia, de seguridad psicológica. Aunque estas cosas nos ofrezcan un escape momentáneo del “yo”, tales relaciones sólo fortalecen el yo con sus actividades que lo envuelven y limitan. Las relaciones humanas son como un espejo donde pueden verse el yo y todas sus actividades; y es sólo cuando se entienden las manifestaciones del yo, en las reacciones de la relación, que hay libertad creativa sin la carga del yo.

Para transformar el mundo debe haber regeneración en cada uno de nosotros. Nada puede conseguirse por la violencia, por la fácil destrucción de unos contra otros. Podemos encontrar alivio temporal organizándonos en grupos, estudiando métodos de reformas sociales y económicas, promulgando legislación, o elevando nuestras oraciones al cielo; pero hagamos lo que hagamos, sin el conocimiento propio y sin el amor que le es inherente, nuestros problemas crecerán y se multiplicarán. Mientras que si aplicamos nuestras mentes y nuestros corazones a la tarea de conocernos a nosotros mismos, indudablemente resolveremos nuestros numerosos conflictos y tristezas.

La educación moderna nos está convirtiendo en seres irreflexivos; hace muy poco para ayudarnos a descubrir nuestra vocación individual. Aprobamos ciertos exámenes, y entonces, con buena suerte, conseguimos una colocación que a menudo significa una rutina interminable por el resto de la vida. Puede ser que nuestro trabajo nos disguste, pero estamos obligados a seguir en él, porque no tenemos otro medio de ganarnos la vida. Puede ser que deseemos hacer otra cosa enteramente distinta, pero los compromisos y las responsabilidades nos lo impiden y estamos acorralados por nuestras ansiedades y temores. Y al vernos frustrados buscamos un escape, a través del sexo, de la bebida, de la política, o de las religiones fantásticas.

Cuando nuestras ambiciones se frustran, damos indebida importancia a lo que debe ser normal, y desarrollamos una peculiaridad psicológica. Hasta tanto no poseamos un conocimiento comprensivo de nuestra vida y del amor, de nuestros deseos políticos, religiosos y sociales, con sus exigencias e impedimentos, tendremos problemas crecientes en nuestras relaciones que nos llevarán a la destrucción y a la miseria.

La ignorancia es la falta de conocimiento con respecto a cómo se manifiesta el yo, y esta ignorancia no puede desaparecer con actividades y reformas superficiales: sólo puede desaparecer con una constante vigilancia de los movimientos y reacciones del yo en todas sus relaciones.

Debemos darnos cuenta de que no sólo estamos condicionados por el ambiente, sino de que nosotros somos el ambiente y no somos algo aparte de él. Nuestros pensamientos y reacciones están condicionados por los valores de la sociedad, de la cual somos parte, nos ha impuesto.

Nunca observamos cómo somos el ambiente total, porque hay varias entidades en nosotros, todas gritando alrededor del “mí”, del “yo”. El yo se compone de estas entidades que son simplemente deseos en varias formas. De este conglomerado de deseos surge la figura central, el pensador, la voluntad del “mí” y lo “mío”; y se establece de esta manera una división entre el yo y el no yo; entre el mí y el ambiente o la sociedad. Esta separación es el principio del conflicto, tanto interno como externo.

La alerta percepción de este proceso total, tanto el consciente como el oculto, es la meditación; y a través de esta meditación se trasciende el yo con sus deseos y conflictos. El autoconocimiento es necesario si uno ha de liberarse de las influencias y de los valores que protegen al yo; y es sólo en esta libertad donde hay creación; verdad, Dios, o lo que se quiera.

La opinión y la tradición moldean nuestros pensamientos y sentimientos desde la más tierna edad. Las influencias e impresiones inmediatas producen un efecto poderoso y duradero, que determina todo el curso de nuestra vida consciente e inconsciente. La conformidad comienza en la infancia, mediante la educación y el impacto de la sociedad.

El deseo de imitar es un factor muy fuerte en nuestra vida, no sólo en los niveles superficiales, sino también en los más profundos. Apenas tenemos pensamientos y sentimientos independientes. Cuando se presentan son meras reacciones, y no están, por lo tanto, libres del patrón establecido, puesto que no hay libertad en la reacción.

La filosofía y la religión establecen ciertos métodos por medio de los cuales podemos llegar a la realización de la verdad o Dios; sin embargo, el mero acto de seguir un método es mantenernos irreflexivos y desintegrados, no importa lo beneficioso que el método pueda parecer en nuestra vida social cotidiana.

La tendencia a la sumisión, que es el deseo de seguridad, engendra temor y les da precedencia a las autoridades políticas o religiosas, a los héroes y líderes que incitan al sometimiento y por quienes estamos sutil o groseramente dominados; pero no someterse es sólo una reacción contra la autoridad, y no nos ayuda en modo alguno a convertirnos en seres humanos integrados. La reacción es infinita, y sólo nos conduce a otra reacción.

La conformidad, con su oculta tendencia de temor, es un obstáculo; pero el simple reconocimiento intelectual de este hecho no remueve el obstáculo. Es sólo cuando nos damos cuenta de esos obstáculos con toda la fuerza de nuestro ser que nos podemos librar de ellos sin crear obstrucciones ulteriores más profundas.

Cuando estamos interiormente subordinados. Entonces la tradición tiene un gran agarre en nosotros; y una mente que piensa de acuerdo con la tradición no puede descubrir lo que es nuevo. Al someternos no convertimos en imitadores mediocres, en engranajes de una cruel maquinaria social. Lo que pensamos es lo que importa, no lo que otros quieren que pensemos. Cuando nos sometemos a la tradición nos convertimos en simples copias de lo que debemos ser.

Esta imitación de lo que debemos ser, engendra el temor, y el temor mata el pensamiento creador. El temor embota la mente y el corazón y evita que estemos alertas a la significación total de la vida; nos volvemos insensibles a nuestras propias tristezas, al movimiento de las aves, a las sonrisas y las miserias de los demás.

El temor, consciente e inconsciente, tienen muchas causas diferentes, y necesita alerta vigilancia para librarse de todas ellas. El temor no puede eliminarse por medio de la disciplina, de la sublimación o de otro acto cualquiera de la voluntad: sus causas tienen que buscarse y comprenderse. Esto requiere paciencia y una comprensión tal en que no haya juicio de ninguna especie.

Es comparativamente fácil entender y resolver nuestros temores conscientes. Pero los inconscientes ni siquiera han sido descubiertos por la mayor parte de nosotros, porque no les permitimos salir a la superficie, y cuando en raras ocasiones se manifiestan, nos apresuramos a encubrirlos para escapar de ellos. Los temores ocultos a menudo se presentan en los sueños y en otras formas de insinuación, y causan mayor deterioro y conflicto que los temores superficiales.

Nuestra vida no se halla en la superficie solamente; la mayor parte de ella está escondida a toda observación accidental. Si quisiéramos que nuestros temores ocultos salieran a la luz y se disolvieran, la mente consciente debería estar algo tranquila, y no eternamente ocupada; entonces, según estos temores van saliendo a la superficie, deben ser observados sin estorbo ni obstáculo, porque cualquier acto de condenación o justificación sólo aumenta el temor. Para sentirnos libres de todo temor, debemos estar prevenidos de su tenebrosa influencia, pues sólo una constante vigilancia puede revelar sus muchas causas.

Uno de los resultados del miedo es la aceptación de la autoridad en los asuntos humanos. Creamos autoridad con nuestro deseo de verdad, de seguridad, de comodidad, de evitar conflictos y confusiones conscientes; pero nada que sea un resultado del miedo puede ayudarnos a entender nuestros problemas, aunque el miedo asuma apariencia de respeto y sumisión a los llamados sabios. Los sabios no hacen uso de la autoridad, y los que tienen autoridad no son sabios. El miedo en cualquier forma impide que nos entendamos nosotros mismos y nuestras relaciones con las cosas.

Seguir una autoridad es la negación de la inteligencia. Aceptar la autoridad es someternos al dominio, subyugarnos a un individuo, a un grupo o a una ideología, ya sea religiosa o política; y este sometimiento de uno mismo a la autoridad es la negación, no sólo de la inteligencia, sino también de la libertad individual. La sumisión a un credo o a un sistema de ideas es una reacción de protección propia. La aceptación de una autoridad puede ayudarnos temporalmente a disimular nuestras dificultades y problemas; pero el evadir un problema sólo sirve para intensificarlo, y en ese proceso la auto comprensión y la libertad se abandonan.

¿Cómo puede haber transacción entre la libertad y la aceptación de la autoridad? Si hay transacción, entonces los que dicen que buscan su propio conocimiento y libertad no son sinceros en su esfuerzo. Parece que pensamos que la libertad es el fin último, una meta, y que para llegar a ser libres primero debemos someternos a varias formas de supresión e intimidación. Esperamos alcanzar la libertad por medio de la sumisión; pero, ¿no son los medios tan importantes como el fin? ¿no son los medios los que determinan el fin?

Para tener paz uno debe emplear medios pacíficos; porque si los medios son violentos, ¿cómo es posible que el fin sea pacífico? Si el fin es la libertad, el principio debe ser libre, porque el fin y el principio deben ser libres, porque el fin y el principio son uno. Sólo puede haber autoconocimiento e inteligencia cuando hay libertad desde el primer momento, y se niega la libertad cuando aceptamos la autoridad.

Reverenciamos la autoridad en varias formas: conocimiento, éxito, poder, etc. Ejercemos autoridad sobre los jóvenes y al mismo tiempo le tememos a la autoridad superior. Cuando el ser humano mismo no tiene visión interna, el poder externo y la posición social asumen enorme importancia, y entonces el individuo está cada vez más sujeto a la autoridad y a la coacción; se convierte en instrumento de otros. Podemos ver que esto está sucediendo constantemente a nuestro alrededor: en momentos de crisis, las naciones democráticas actúan como las totalitarias, olvidándose de su democracia y obligando al ser humano a someterse a sus designios.

Si podemos entender la compulsión que hay tras nuestros deseos de dominio o de sumisión, entonces tal vez podamos libertarnos de los efectos perjudiciales de la autoridad. Ansiamos tener seguridad, razón, éxito, sabiduría, etc., y este anhelo de seguridad, de permanencia, crea en nosotros la autoridad de la experiencia personal, mientras que exteriormente crea la autoridad de la sociedad, de la familia, de la religión y así sucesivamente. Pero meramente ignorar la autoridad, librarnos de sus símbolos externos, es de muy poca significación.

Abandonar una tradición y aceptar otra, dejar un líder para seguir otro, es sólo un gesto superficial. Si hemos de compenetrarnos bien de todo el proceso de la autoridad, si hemos de ver su esencia, si hemos de entender y trascender el deseo de seguridad, entonces debemos tener amplio entendimiento e intuición, debemos ser libres, no al fin, sino desde el principio.

El anhelo de certeza, de seguridad, es una de las primordiales actividades del yo, y es este impulso apremiante el que tenemos que vigilar constantemente, y no simplemente torcerlo o forzarlo en otra dirección, u obligarlo a ajustarse a un molde deseado. El yo, el mí, y lo mío, son muy dominantes en la mayor parte de nosotros; tanto en el sueño como en la vigilia, están siempre alerta y siempre cogiendo nuevos bríos. Pero cuando hay comprensión del yo y nos damos cuenta de todas sus actividades, por sutiles que sean, inevitablemente conducen al conflicto y al dolor, entonces el ansia de seguridad, de continuidad del yo termina. Uno tiene que estar en constante vigilancia de que el yo revele sus manifestaciones y ardides; pero cuando empezamos a entenderlos y a comprender las implicaciones de la autoridad con todo lo que está envuelto en nuestra aceptación o negación de ella, entonces ya estamos desembarazándonos de la autoridad.

Mientras la mente se deje dominar y controlar por el deseo de su propia seguridad no podrá libertarse del yo y de sus problemas; y es por eso que no hay liberación del yo mediante el dogma y la creencia organizada que llamamos religión. El dogma y la creencia son sólo proyecciones de nuestra propia mente. Los ritos, el “puja”, las formas aceptadas de meditación, las palabras y frases constantemente repetidas, aunque pueden producir ciertos efectos agradables, no libertan la mente del yo y sus actividades, porque el yo es esencialmente el resultado de las sensaciones.

En momentos de tristeza, nos volvemos a lo que llamamos Dios, que es sólo una imagen de nuestra propia mente; o encontramos explicaciones satisfactorias, y esto nos da consuelo temporal. Las religiones que seguimos son creaciones de nuestras esperanzas y temores, de nuestro deseo de seguridad interna y reafirmación; y con el culto de la autoridad, ya sea la de un salvador, un maestro o un sacerdote, viene la sumisión, la aceptación y la imitación. De suerte que se nos explota en el nombre de Dios, tal como se nos explota en nombre de los partidos y de las ideologías y continuamos sufriendo.

Todos somos seres humanos, sea cual fuere el nombre con que nos llamamos, y nuestro destino es sufrir. El sufrimiento es común a todos nosotros, lo mismo al idealista que al materialista. El idealismo es un escape de lo que “es”, y el materialismo es otra manera de negar las inconmensurables profundidades del presente. Tanto el idealista como el materialista tienen su modo de evitar el complejo problema del sufrimiento; a ambos los consumen sus propios anhelos, ambiciones y conflictos, y sus modos de vida no los conducen a la tranquilidad. Ambos son responsables de la confusión y miseria del mundo.

Ahora bien, cuando estamos en un estado de conflicto, de sufrimiento, no hay comprensión: en ese estado, por cuidadosa y hábilmente que pensemos nuestros actos, sólo nos pueden llevar a mayor confusión y tristeza. Para entender el conflicto y de ese modo libertarnos de él, tiene que haber una comprensión de los procesos de la mente consciente y de la inconsciente.

Ningún idealismo, ningún sistema, ni patrón de especie alguna, puede ayudarnos a desenmarañar los profundos procesos de la mente; por el contrario, cualquier fórmula o conclusión nos hará más difícil su descubrimiento. La persecución de lo que debe ser, el apego a los principios, a los ideales, el establecimiento de una meta, todo esto conduce a muchas ilusiones. Si hemos de conocernos a nosotros mismos, tiene que haber cierta espontaneidad, libertad de observación, y esto no es posible cuando la mente está encerrada en lo superficial, en los idealistas o materialistas.

La existencia es relación; y tanto si pertenecemos a una organización religiosa o no, o si somos mundanos o idealistas, nuestros sufrimientos sólo podrán resolverse entendiéndonos a nosotros mismos en nuestras relaciones. Sólo el autoconocimiento puede traer tranquilidad y felicidad al ser humano, porque el autoconocimiento es el principio de la inteligencia y de la integración. La inteligencia no es un simple ajuste superficial; no es el cultivo de la mente, ni la adquisición de conocimientos. La inteligencia es la capacidad para entender los procesos de la vida; es percepción de los verdaderos valores.

La educación moderna, al desarrollar el intelecto, imparte más y más teorías y datos, sin realizar la comprensión del proceso total de la existencia humana. Somos altamente intelectuales; hemos desarrollado mentes sagaces, y estamos enredados en explicaciones. El intelecto se satisface con teorías y explicaciones; pero la inteligencia no; y para entender el proceso total de la existencia, debe haber integración de la mente y del corazón en las acciones. La inteligencia no está separada del amor.

Para la mayor parte de nosotros, la realización de esta revolución interna es extremadamente difícil. Sabemos meditar, tocar el piano, escribir; pero no conocemos al meditador, al pianista o al escritor. No somos creadores porque hemos llenado nuestras mentes y nuestros corazones de conocimiento, de información y de arrogancia. Estamos repletos de citas que otros han pesado o dicho. Pero el acto de vivencia viene primero; no la manera de “vivir”. Debe haber amor antes de que exista la expresión del amor.

Es, pues, evidente, que el mero cultivo del intelecto, que ha de desarrollar la capacidad o el conocimiento, no resulta en inteligencia. Hay una diferencia entre intelecto e inteligencia. El intelecto es el pensamiento en función independiente de la emoción; mientras que la inteligencia es la capacidad para sentir y para razonar; y hasta que no nos acerquemos a la vida con inteligencia, en vez de con el intelecto únicamente, o con sólo la emoción, no habrá sistema educativo o político en el mundo que nos salve de las calamidades del caos y de la destrucción.

El conocimiento no es comparable con la inteligencia. El conocimiento no es sabiduría. La sabiduría no está en el mercado; no es una mercancía que puede adquirirse por el precio del aprendizaje, o de la disciplina. La sabiduría no puede encontrarse en los libros; no puede acumularse ni aprenderse de memoria, ni almacenarse. La sabiduría surge de la abnegación del yo. Tener una mente abierta es más importante que el aprendizaje; nosotros podemos tener una mente receptiva, no atiborrándola de información, sino comprendiendo nuestros propios pensamientos y sentimientos, observándonos cuidadosamente a nosotros mismos y estudiando las influencias que nos rodean, oyendo a los demás, observando a los ricos y a los pobres, a los poderosos y los humildes. La sabiduría no se logra a través del miedo ni de la opresión, sino de la observación y de la comprensión de todos los incidentes en las relaciones humanas.

En nuestra búsqueda de conocimientos, en nuestros deseos de adquisición, estamos perdiendo el amor, embotando el sentimiento de la belleza, la sensibilidad de la crueldad; nos especializamos cada vez más, y nos integramos cada vez menos. La sabiduría no puede sustituirse por el conocimiento, y ninguna cantidad de explicación, ninguna acumulación de datos, librarán al ser humano del sufrimiento. El conocimiento es necesario, la ciencia tiene su lugar, pero si la mente y el corazón están sofocados por el conocimiento, y si la causa del sufrimiento queda descartada con explicaciones, entonces la vida se vuelve vana e insignificante. ¿Y no es esto lo que nos está sucediendo a la mayor parte de nosotros? Nuestra educación nos hace más y más superficiales; no nos ayuda a descubrir las capas más profundas de nuestro ser; y nuestras vidas se hacen cada vez más vacías e inarmónicas.

La información, el conocimiento de datos, aunque en aumento constante, están limitados por su propia naturaleza. La sabiduría es infinita, incluye el conocimiento y el proceso de la acción; pero agarramos una rama y creemos poseer el árbol entero. Con sólo el conocimiento de una parte jamás podremos gozar la alegría del todo. El intelecto no puede llegar al todo, porque es sólo un fragmento, una parte.

Hemos separado el intelecto del sentimiento, y hemos desarrollado el intelecto a expensas del sentimiento. Somos como un objeto de tres patas con una pata más larga que las otras, y por lo tanto, no tenemos equilibrio. Hemos sido entrenados para ser intelectuales; nuestra educación cultiva el intelecto hasta hacerlo perspicaz, astuto, adquisitivo; y por lo tanto, desempeña el papel más importante en nuestra vida. La inteligencia es mucho más grande que el intelecto, porque es la integración de la razón y el amor, pero sólo puede haber inteligencia cuando hay autoconocimiento, el conocimiento profundo del proceso total de uno mismo.

Lo que es esencial para el ser humano ya sea joven o viejo, es vivir plenamente, integralmente, y es por eso que nuestro principal problema es el cultivo de esa inteligencia que nos da la integración. El énfasis indebido sobre cualquier parte de nuestra total naturaleza ofrece sólo una vista parcial, y por tanto deformada, de la vida; y esta deformación es la causa de la mayor parte de nuestras dificultades. Cualquier desarrollo parcial de nuestro temperamento total tiene que ser desastroso para nosotros y para la sociedad; y por eso es realmente tan importante que ataquemos los problemas humanos desde un punto de vista integral.

Ser un ente humano integrado es comprender el proceso completo de nuestra propia conciencia, tanto la oculta como la manifiesta. Esto no es posible si damos indebido énfasis al intelecto, Le atribuimos mucha importancia al cultivo de la mente, pero interiormente somos insuficientes, pobres, y estamos llenos de confusión. Este vivir en el intelecto es el camino hacia la desintegración, porque las ideas, como las creencias, no pueden nunca unir a los hombres si no es en grupos discordantes.

Mientras dependamos del pensamiento como medio de integración, tiene que haber desintegración; y entender la acción desintegrante del pensamiento, es comprender los procesos del yo, los procesos de nuestros deseos. Debemos conocer nuestro condicionamiento y sus reacciones, colectivas y personales. Es sólo cuando uno comprende totalmente las actividades del yo con sus deseos y fines contradictorios, sus esperanzas y temores, que existe una posibilidad de ir más allá del yo.

Tan sólo el amor y el recto pensar producirán la verdadera revolución, la revolución interna en nosotros mismos. ¿Pero cómo podremos tener amor? No es buscando el ideal de amor, sino cuando no exista el odio, cuando no haya avaricia, cuando el sentido del yo, que es la causa del antagonismo, llegue a su fin. Un ser humano preso en los propósitos de la explotación, de la avaricia, de la envidia, jamás podrá amar.

Si no hay amor ni recto pensar, la opresión y la crueldad irán siempre en aumento. El problema del antagonismo entre los seres humanos puede resolverse; no buscando el ideal de la paz, sino entendiendo las causas de las guerras que se hallan en nuestra actitud hacia la vida, hacia nuestros semejantes, y este entendimiento sólo puede lograrse mediante la verdadera educación. Sin un cambio de corazón, sin buena voluntad, sin la transformación interna que nace de nuestra propia comprensión, no puede haber paz ni felicidad para los seres humanos.

domingo, 14 de diciembre de 2014

El Valor de un Ser Humano

En una ocasión un discípulo le preguntó a su maestro:
¿Qué valor tiene Un Ser Humano?
Entonces el maestro colocó en su mano un diamante y le dijo:
Quiero que te acerques al bazar y vayas entrando en diferentes tiendas y preguntando qué te darían a cambio del diamante. Después vienes a reunirte conmigo y me cuentas. Pero no dejes el diamante a nadie.
El discípulo llegó al bazar y comenzó a ofrecer el diamante en diferentes tiendas, preguntando qué le ofrecían por él. Mostró la gema a su vendedor de verduras, que trás mirar el diamante, dijo:
- Te podría dar por ese diamante hasta seis kilos de patatas y dos de arroz.
Después entró en una cacharrería y tras observar la joya, el propietario dijo:
- Por este diamante te daría un barreño.
Tras entrar en una bisutería, el bisutero le dijo al ver el diamante:
- Te doy a cambio un collar de piedras semipreciosas.
Visitó luego una joyería y el dueño de la misma comentó:
- Es bastante bueno este diamante. Te doy por el diez mil rupias.
Visitó por último la mejor y más reputada joyería del bazar, y el joyero, tras examinar muy atentamente el diamante, dijo:
- Amigo mío, este diamante no tiene precio. Su valor es incalculable.
El discípulo regresó junto al maestro y le contó lo sucedido. Entonces el mentor dijo:
¿Te das cuenta, querido mío? Depende de quién haga la valoración. Para el que sabe ver y tiene sensibilidad, un ser humano no tiene precio. Su valor es incalculable.

Reflexión
Hay muchos bisuteros y muchos joyeros. Los joyeros verdaderos son aquellos que consideran toda forma de vida un diamante al que no se puede dañar, aquellos que de verdad valoran la vida humana y la respetan se tornan cooperantes.
Cuando se valora a un ser humano, surge hacia él una corriente de compasión y el deseo profundo y fecundo de que pueda ser feliz y esté libre de sufrimiento.

Ya no hay envidia por sus éxitos, sino alegría por los mismos; l
as tendencias de odio se vencen a través de la benevolencia y la comprensión, y la ira mediante la ecuanimidad y la alegría, y como señala el Dhammapada uno entiende que “la victoria engendra enemistad; los vencidos viven en infelicidad, renunciando tanto a la victoria como a la derrota; los pacíficos viven felices”.
El que valora la vida humana, aprecia la propia y la ajena, y deja de abrigar cualquier sentimiento dañino hacia uno mismo o hacia los demás.

martes, 11 de noviembre de 2014

EL COMPORTAMIENTO HUMANO

La conducta es un conjunto de actos de un hombre o un animal, exteriores y visibles para su observador. La conducta de un hombre revela, más que sus palabras, sus verdaderos pensamientos, sus propósitos y sus ideales.
En la siguiente investigación desarrollaremos varios puntos importantes sobre la conducta humana y los factores que la determinan.
Con este trabajo buscamos conocer más sobre uno de los temas más importantes de la psicología, como lo es la conducta o comportamiento de todo ser humano.
Esperamos que nuestro trabajo sea del agrado y provecho de todo lector del mismo, así como lo fue para nosotras.
LA CONDUCTA HUMANA
La mayoría de los psicólogos de hoy convienen en que el objeto propio de las ciencias psicológicas es la conducta humana.
Pero, por “Conducta humana” se entienden muchas cosas, además de poder ser enfocada desde muy diversos puntos de vista.
Conducta humana es la lucha por la vida del recién nacido prematuro.
Artistas, científicos, profesores, políticos, ejercitan la conducta humana cuando aplican sus conocimientos y destrezas a sus tareas correspondientes.
Conducta humana son las fantasías de un niño, los sueños del adolescente, las alucinaciones del alcohólico.
La conducta humana se conoce bien, pero se comprende poco.
Cuando hablamos de conducta, aludimos primeramente, a las actividades claras y evidentes observables por los demás: su caminar, hablar, testicular, su actividad cotidiana… a esta conducta se le denomina conducta evidente por ser externamente observable.
Interpretación científica de la conducta
Para hacernos cargo de cualquier problema humano debemos intentar comprender primero la conducta humana de un modo científico.
¿Que quiere decir esto?
Entender a “nivel científico” la conducta quiere decir que nos es preciso conocer los principios que la rigen.
Estos principios son tres:
Casualidad, motivación y finalidad.
Casualidad: para este principio, toda conducta es causada, obedece a una causa. Ante una situación dada nos comportamos de una manera y no de otra: según este principio debemos buscar la razón de esta unicidad del comportamiento en hechos precedentes y no en el resultado o realización del mismo.
Motivación: toda conducta esta motivada por algo.
Perseguimos siempre una finalidad en el comportamiento, y por ella cobra sentido la conducta del hombre y puede ser interpretada.
Proceso de la conducta humana
Las conductas difieren entre si porque los sujetos:

  • Se encuentran en situaciones distintas.
  • Tienen diferencias individuales,
  • Persiguen fines diferentes.

  • Es decir, que todo proceso conductual seguirá este derrotero:
    • un estimulo actuaría sobre el individuo
    • dando lugar a una conducta
    • que lleva una realización
    ¿Qué es la conducta?
    Entendemos por conducta el acto realizado como reacción ante el estimulo. Este acto incluye el pensamiento, movimientos físicos, expresión oral y facial, respuestas emocionales.
    Realización es el resultado de la conducta, e incluye el cambio en la estimulación, la supervivencia, la evasión…
    El producto de la interacción estimulo-persona es la Percepción.
    La influencia de las condiciones individuales.
    De cada uno sobre el estimulo hace que lo percibamos de manera distinta.
    Los fines pueden ser infinitos.
    A los modos constantes y generales de interpretar una situación y reaccionar ante ella se denomina actitud.
    El estudio de la conducta humana se caracteriza porque sostiene que la conducta:

  • Esta causada y, por lo tanto, para conocerla hay que analizar los hechos que la preceden.
  • Varía con la naturaleza del estímulo y debe hacerse cargo con él y de la situación en que se da;
  • Varía también con la naturaleza de la persona, debe ser analizada para ser comprendida y se debe tratar de saber de sus aptitudes, temperamento, carácter, experiencias anteriores.

  • Situaciones, diferencias individuales, hábitos, actitudes y fines son los datos fundamentales que se debe analizar científicamente, rigurosamente, para entender la conducta humana.
    La psicología tiene por objeto conocer científicamente a los seres humanos, para ello, observa su conducta o comportamiento.
    Describe las diferentes formas de la conducta, identifica cada una de estas formas y las distingue de las demás, las explica e interpreta y también aplica todo este saber organizado a los asuntos de la vida práctica.
    El hombre se expresa a sí mismo mediante actos de conducta. Si pudiéramos saber qué es lo que hace una persona y cómo lo hace, la conoceríamos bastante bien.
    Las formas de la conducta son cuatro: las actitudes corporales, los gestos, la acción y el lenguaje.
    La conducta de los seres humanos es una reacción frente a las circunstancias de la vida. Decimos que estas circunstancias constituyen estímulos para nuestras reacciones.
    La vida psíquica es activa, porque el hombre reacciona frente a las circunstancias con actitudes corporales, gestos, acciones y lenguaje. En todas estas reacciones hay diversos factores.
    • El pensar: cuando enunciamos con palabras la solución de un problema.
    • El imaginar: cuando el sujeto crea con su acción una obra de arte.
    • El percibir: cuando excita al sujeto a coger el objeto percibido.
    • El recuerdo
    • La voluntad
    • Las afecciones: cuando el sujeto es preso de una emoción violenta, actúa exaltadamente.
    La personalidad, animada por el carácter y el temperamento, es el factor global de la conducta.
    Al lado de estos factores, hay otros que son o tienden a ser de naturaleza puramente mecánica. Son los reflejos, los instintos y los hábitos.
    Los reflejos
    Los reflejos constituyen reacciones mecánicas y constantes de músculos y glándulas, frente a estímulos físicos (luz, golpe, contacto,…) químicos (el olor de los alimentos…) y aun psíquicos (una emoción violenta desencadena reacciones instantáneas de las glándulas suprarrenales).
    En los reflejos, los estímulos se convierten inmediatamente en reacciones orgánicas. Son ejemplos de reflejos: la reacción de la rótula cuando responde al estimulo físico de un ligero golpe, la reacción de los dedos del pie cuando se estiran al estímulo de un roce en la planta de nuestra extremidad inferior, la reacción de la pupila que se agranda o empequeñece según la cantidad de luz que penetra en ella; la reacción de las glándulas salivares, que segregan automáticamente mayor cantidad de saliva frente al estímulo representado por el olor de viandas sabrosas; la reacción instantánea de las glándulas sudoríparas al estimulo de una emoción de temor o de ira.
    Todas estas son reacciones mecánicas: se producen sin la intervención del yo.
    La función de los reflejos es la de contribuir a adaptar mecánicamente el organismo a su ambiente.
    Los instintos
    Los animales son muy ricos en conducta instintiva. Los seres humanos en cambio, ostentan instintos muy pobres. La conducta llamada instintiva se ha debilitado considerablemente en el hombre. Lo que el hombre tiene de común con los animales son las necesidades instintivas, es decir, impulsos a cumplir ciertos actos con los cuales está ligada la conservación de la vida.
    Podemos definir los instintos como las reacciones impulsivas destinadas a satisfacer necesidades biológicas fundamentales.
    Los instintos fundamentales del hombre son los siguientes:
    - Los instintos de conservación: impulsan al hombre a satisfacer su necesidad de alimentarse, de protegerse contra el frió y el calor excesivos, etc.…, lo impulsan a huir automáticamente, ciegamente ante los peligros, a la lucha cuando ella es inevitable para conservar la vida, etc.
    - Los instintos de reproducción: impulsan al hombre a perpetuar la especie humana.
    - Los instintos gregarios: impulsan al hombre a buscar la sociedad con otros seres humanos.
    El impulso instintivo es innato en el hombre, pero la ejecución de la conducta instintiva, destinada a satisfacer necesidades biológicas elementales, depende del ambiente social y de la personalidad del sujeto.
    Los hábitos
    Una vez que el organismo ha adquirido una habilidad motor (como caminar), ocurre que esa habilidad repte innumerables veces en actos de conducta.
    El habito es una reacción adquirida (no innata) y relativamente invariable.
    La función del habito es la de disminuir el esfuerzo de la voluntad (al caminar, no nos proponemos deliberadamente adelantar un pie luego el otro), el esfuerzo de la atención (no necesitamos poner atención ni ser conocientes de los movimientos que efectuamos al caminar) y del pensar (tampoco pensamos en lo que vamos haciendo al caminar).
    El hábito tiene de común con los reflejos y los instintos que él también tiende a mecanizar la conducta.
    Apuntes sobre la conducta
    Las bases de la conducta humana son fisiológicas y psicológicas: porque el hombre es un compuesto de cuerpo y alma. El cuerpo constituye el soma y el alma el psique. Por eso decimos que el hombre es una realidad someto-síquica. Las funciones propias del cuerpo las estudia la fisiología y las funciones propias del alma las estudia la psicología. Seria un burdo error materialista el pretender, que la, conducta humana solo depende de los fenómenos fisiológicos. Pues siendo el hombre una realidad someto-síquica la conducta del mismo depende de factores psicológicos y de factores fisiológicos.
    La realización misma de la vida de cada sujeto, no la vida biológica simple, sino la vida que realiza como miembro de un grupo social, constituye la expresión de su personalidad, hecho que se conoce con el nombre de conducta.
    La conducta es, entonces, la expresión de todas las características personales, es la manera como cada uno realiza su propia cualidad, como se manifiesta lo que es. Todo lo que la personalidad tiene de íntimo, la conducta lo tiene de externo: es la misma personalidad, pero manifiesta; es la manera de ser, mostrada al exterior. Consecuentemente, al considerar la personalidad y la conducta como hechos correlativos (pues cada manera de ser corresponde una manera de manifestarse, o mas claramente, todo ser se manifiesta), la cuestión de cómo investigar la personalidad, como peculiaridad de cada uno de los sujetos, se resuelve al considerar que, siendo la conducta la proyección de la personalidad, el estudio de aquella es el camino para el conocimiento de esta. Así, por ejemplo, el estudio de las manifestaciones de la inteligencia nos permite apreciarla en su cantidad; el conocimiento de las actitudes de los sujetos nos lleva a descubrir sus intereses, etc. El estudio de la personalidad se hace a través del estudio de la conducta.
    Claro está que, al hablar de un estudio de la personalidad a través de la conducta, nos referimos al aspecto psicológico de la personalidad, pues aunque ésta está constituida no tan solo por elementos psíquicos, sino también somáticos y funcionales, estos últimos constituyen una realidad concreta que se puede apreciar directamente, como el peso, la estatura, el rigor, las agudezas sensoriales, etc. El estudio de la conducta nos proporciona pues, el conocimiento de algunos rasgos psicológicos de la personalidad.
    La motivación de la conducta
    En términos generales, tanto los animales como los seres humanos entran en actividades movidas por algún resorte. La vida es un proceso de interacción constante entre el ser y el medio en que vive. Toda conducta está, pues, determinada por dos clases de factores: externos unos, como los estímulos o situaciones externas, e internos otros, como la condición en que se encuentran los órganos y tejidos del ser vivo en un momento dado.
    Otros resortes de la conducta humana
    Estudiar los resortes de la conducta animal es bastante fácil, y se ha hecho en los laboratorios de psicología con notables resultados. Pero la conducta humana es enormemente mas complicada que la conducta animal. Además de los imperativos fisiológicos, y por sobre ellos, el hombre es también movido por incentivos morales y sociales. Así, por ejemplo, el deseo de obtener la admiración y el respeto de sus conciudadanos, la ambición de conquistar fama y gloria, los sentimientos de honor, de justicia, etc., actúan a menudo como potentes resortes de la acción humana.
    Los seres humanos se ven colocados frecuentemente en situaciones muy complejas, en que intervienen muchos de esos resortes de la acción, a veces incompatibles entre si, son situaciones de conflicto.
    Factores que intervienen en la conducta humana
    Entre los factores que intervienen en la conducta humana, aparecen dos básicos, que son:

  • Los Factores biológicos
  • Los factores ambientales y de socialización

  • Factores Biológicos:
    Entre todas las posibilidades genéticas de dos, cada ser humano que nace hace su propia combinación de genes los cuales influyen en el desarrollo biológico y determina en parte la conducta. A ese elemento lo llamamos genotipo.
    Sobre esta estructura genética actúan otros factores como son los externos (alimentación, medicinas ingeridas durante el embarazo, estados emocionales durante este periodo, cómo aconteció el parto, etc.). A la unión de estos factores se les denomina fenotipo.
    Factores Ambientales y de Socialización:
    El medio ambiente es todo lo que nos rodea y todos los elementos ambientales son necesarios para el desarrollo físico e intelectual normal. La socialización se refiere a los modelos de conducta que adoptamos en los grupos, como son: la familia, la escuela, los amigos, etc.
    Conclusión
    La conducta humana viene dada por reacciones adaptativas a los estímulos ambientales. La psicología estudia la conducta del hombre a partir de la observación de su comportamiento y de sus condiciones.
    En la conducta humana existen factores influyentes, como son los factores biológicos y los factores ambientales o de socialización, estos últimos refiriéndose a la influencia de la familia, los amigos y la sociedad en el comportamiento de todo individuo.


    miércoles, 10 de septiembre de 2014

    Un Compañero Para Toda La Vida

    1- Elige a alguien como si fueras ciego.
    Cierra los ojos y observa qué puedes sentir de esa persona, de su gentileza, su lealtad, su comprensión, su devoción, su habilidad para ocuparse de ti, su habilidad para cuidar de sí mismo como un ser independiente. En nuestra cultura nos basamos mucho en lo que vemos con nuestros ojos externos. Pero cuando miramos al objeto de nuestro amor, es mucho más importante lo que vemos con los ojos cerrados.
    2- Elige a alguien que tenga la habilidad de aprender.
    Si hay algo que verdaderamente hace diferencia entre un amante para toda la vida y uno fugaz, es una persona que tenga la habilidad de aprender. Dice el refrán “el ignorante es poco tolerante”. Aquellos que no pueden aprender cosas nuevas, ver las cosas a la luz de lo nuevo, ser curiosos acerca del mundo y de cómo funcionan las cosas o las personas, a menudo se cierran y dicen. “No, esto tiene que ser así, de este modo” y para una relación de toda la vida es mejor estar con alguien que se abra y se cierre aprendiendo y evolucionando.
    3- Elige a alguien que quiera ser como tú, fuerte y sensible a la vez.
    Para no confundir el significado de estas palabras, no relacionarlas con la rigidez y la fragilidad. La fuerza en el sentido en que es fuerte un árbol: pueden soplar fuertes vientos pero se sostendrá porque es flexible y se moverá para adelante y para atrás con el viento. Y en cuando a la sensibilidad, estoy hablando de ver, estar alerta a las cosas que están alrededor de uno. Algunas personas pueden necesitar una pequeña ayuda en esto, pero a menudo en algún en algún lugar profundo en su mente, o en su corazón, ya están despiertos y alerta a todas estas cosas, si bien no saben cómo articularlas. Y es por eso que el número 2 es tan importante: la habilidad para aprender. Puedes tener todas las posibilidades, todas las potencialidades del mundo para ser amable, amoroso, devoto, bueno y el mejor amante conocido del género humano pero si no puedes aprender a desarrollar ese potencial. ¡Entonces no sirve de nada!
    4- Elige a alguien que cuando lo hieras, sienta dolor y te lo muestre.
    Y viceversa… elige a alguien que cuando te hiera, vea tu dolor y lo registre. Esto es muy importante. Hay muchos modos en que la gente muestra el dolor. A veces reclamando es una de las cosas que hacen las personas más extrovertidas. Reclaman, se vuelven locos… pero es su propia expresión de dolor. Lo peor es cuando le haces a tu compañero algo que no es amable, o que es impensado y él no muestra reacción. Como si no se permitiera a sí mismo mostrarse verdaderamente humano en tu presencia. Pasamos por muchas relaciones o unas cuantas, antes de encontrar a alguien con quien querríamos pasar nuestra vida. Sentimos las heridas en tantas relaciones que empezaban con grandes esperanzas pero que terminaban con fallas y accidentes. Por otro lado, te vas a encontrar con otro que no está intacto, que también está herido de algún modo. Como resultado de esto es que la habilidad de tu compañero de mostrar su dolor es tan importante como su habilidad para percibir tu dolor. ¡Es muy importante! Porque por naturaleza de las relaciones hay momentos de tensión en que presionamos o hicimos algo que lastimó al otro y esto no puede ser evitado completamente, pero no debe ser la misma herida una y otra vez. La gente tiene que aprender cada vez. Puede que alguien haya acumulado enojo y sufrimiento, heridas de los amantes anteriores, y haya adquirido así la habilidad de herir al nuevo amante y hasta ser desbordado por el deseo de herirlo. Entonces debe ser capaz de parar, de detenerse cuando ve el dolor en la otra persona.
    5- Elige a una persona que tenga una vida interior.
    Trabajando, dibujando, escribiendo, a través de la meditación, la religión, algo que ame. Elige a una persona que esté en viaje y te vea como a un compañero de camino, un compañero de viaje. La habilidad para estar completamente con el otro y al mismo tiempo enteramente separado es muy importante. Las relaciones son cíclicas y hay momentos para estar muy cerca el uno del otro y otros momentos para apartarse.
    6- Elige a alguien que tenga pasiones similares a las tuyas en la vida.
    Una relación construye una memoria. Estas memorias, lo compartido, son el “pegamento” lo que une la relación. Por el placer que es recordar buenos tiempos juntos, pero también los tiempos duros. Si no hay nada que verdaderamente disfruten juntos, es muy difícil pasar estos tiempos con el otro. Aun cuando cada uno pueda ser muy distinto del otro y hacer cosas muy diferentes, tiene que haber algo, algo tan simple como descansar juntos en la bañera o secarse juntos el pelo al sol, o dar vuelta a la manzana cada noche, o cualquier cosa de estas muy simple… sé que estarás pensando, cepillarse juntos los dientes a la mañana… Si, poco más que esto.
    7- Elige a alguien que tenga valores similares.
    En cuanto a tener hijos, al nacimiento de los niños, la familia, roles de hombres y mujeres y las ideas acerca del dinero y la religión. Tal vez todas estas cosas juntas son el ideal y no las puedas encontrar todas sobre todo al principio de la relación, pero puedes tener esto en cuenta. Elegir a alguien que tenga valores similares tiene que ver con disminuir las fricciones en la relación y estas cosas deben sintonizarse si ha verdadero compromiso. Esta sintonía debe darse también en un nivel pragmático y cuando se da en estos niveles prácticos en más fácil que pueda darse en otros niveles más sutiles.
    8- Elige a alguien compasivo, a alguien que sea capaz de escuchar, a alguien que te dé tiempo.
    Particularmente si eres una persona impulsiva, al tener un compañero que no sea tan impulsivo como tú, eventualmente hallarás cierta lentitud que será buena para ti. También alguien que sea un poco lento, al estar con un compañero que sea bien distinto se acelerará un poco. Y podrán después de un tiempo hallar un ritmo propio de la relación. A veces las personas tienen que estar ocho o nueve años hasta tener este ritmo completamente desarrollado. Lleva tiempo construir un milagro… no un milagro porque estén juntos sino por la fuerza que hay en el centro de una relación por la profunda guía del amor.
    9- Elige a alguien que se pueda reír de sí mismo.
    Poder hacer un chiste y reír de la situación y de sí mismo es muy importante. Pero supongamos que no tienes un compañero muy chistoso, elige a alguien que pueda parar una discusión y aprender a reírse de la situación (vuelve al punto 2, alguien que tenga habilidad para aprender)
    10- Elige a alguien a quien puedas tolerarle las fallas y características.
    En los momentos de tensión y cansancio, las cosas que más te atraerían de un compañero, las cosas más encantadoras, serían las que después te volvería loca… Así que no pienses que podrías vivir con alguien que tiene cosas que realmente molesta a las otras personas y que para ti no son importantes porque él o ella las está haciendo y él o ella es tu amante. Hay algunas cosas que son intolerables en cualquier relación sea el matrimonio o las sociedades y los negocios. Tales como el alcoholismo, el abuso sexual, el juego, las actividades criminales, Una persona que no dice la verdad, una persona que no te puede mirar a la cara, una persona por la que no podrías dar fe, una persona que puede hacer cualquier cosa por tapar sus errores. Todo eso sería construir una relación en un terreno inseguro.

    11- Ser amigos y no-solo amantes.
    Y no es solo que digas “si yo sé lo que eso significa, significa que me guste y que lo ame” Significa más que eso y un modo de juzgarlo es pensar. ¿Harías por tu pareja lo que estás dispuesta a hacer por tu mejor amigo? ¿Estás dispuesta a escucharlo, estás dispuesta a hablar de las cosas de las que él tiene ganas de hablar, a prestar atención a los detalles de lo que dice o tiene ganas de hacer? Esto no significa que tengan que estar cuidándose el uno al otro siempre y para siempre, pero sobre ciertas bases y en algunos detalles por cierto que deben hacerlo. Entonces cuando pienses en lo que harías por tu mejor amigo y en lo que harías por tu amante, las cosas se aclararán para ti.
    12- Elije a alguien que haga tu vida más grande y no más pequeña.
    Mil gracias a todos los que son mis compañeros de viaje enesta vida

    Aprovecha lo que tienes

    Cuánto tienes a tu alcance para hacer algo no es ni por asomo tan importante como lo que decidas hacer con ello. Muchísima gente que se volv...