lunes, 15 de junio de 2015

Oportunidades

Podemos creer que todo lo que la vida nos ofrecerá mañana es repetir lo que hicimos ayer y hoy.
Pero, si prestamos atención, percibiremos que ningún día es igual a otro. Cada mañana trae una bendición escondida; una bendición que solo sirve para este día y que no puede guardarse o desaprovecharse. Si no usamos este milagro hoy, se perderá.
Este milagro está en los detalles de lo cotidiano; es preciso vivir cada minuto porque allí encontramos la salida de nuestras confusiones, la alegría de nuestros buenos momentos, la pista correcta para la decisión que ha de ser tomada.
No podemos dejar nunca que cada día parezca igual al anterior porque todos los días son diferentes.
Presta atención a todos los momentos, porque la oportunidad, el “instante mágico”, está a nuestro alcance.

viernes, 29 de mayo de 2015

La cosntrucción de la autoestima

"Cuando un niño escucha, la historia que se le cuenta penetra en él simplemente como historia, pero existe una oreja detrás de la oreja que conserva la significación del cuento y la revela mucho más tarde".
LOUIS PAUWELS, Gurdjieff. El hombre más extraño de este siglo.
EL COMIENZO de un gran relato. La historia del niño comienza antes de su primera mamada, antes incluso de que los progenitores soñaran con el hijo. La historia anterior de cada padre gravita y mucho. Gravitan los tíos, los abuelos y hasta las tradiciones contenidas en varias generaciones (Hornstein, 2011).
En este punto nos retomaremos solamente hasta el encuentro boca-pecho. Entonces el bebé descubre el placer. El cuerpo del bebé descubre el estar satisfecho.[1] Afecto, sentido, cultura están presentes en esos primeros sorbos de leche.
El recién nacido no es una tabla rasa, pero aun así recibe muchas "estructuras" (que en realidad son voces, caricias, gestos, afectos). Esta mirada de amor, esos brazos que acunan, las manos que lo tocan son masajes, estén o no acompañados de palabras. Los padres van presentando el mundo al bebé, y ese tráfico de afectos y símbolos constituyen tanto la identidad como la autoestima (Hornstein, 2011).
No es un idilio sin zozobras ni tormentas. Ni siquiera nos consta que la temporada en el vientre sea pura placidez. Pero el parto instaura una brusca ruptura en el equilibrio entre el bebé y su medio. El recién nacido es impulsado a la vida antes de que pueda sentirse a sí mismo como unidad. Saldrá del desamparo si soporta el desamparo. Es el más desamparado de todos los mamíferos. La autonomía se conquista, palmo a palmo.

Los alimentos afectivos

El niño se alimenta del amor que recibe de sus padres. El niño lo percibe, le permite no padecer un sufrimiento devastador, daños irreparables, pero si ese amor no es acompañado con actos y gestos concretos su autoestima e identidad serán lesionados (Hornstein, 2011).
Para John Bowlby sólo hay seguridad emocional cuando se cuenta con figuras para el apego o se confía en la posibilidad de obtenerlas. La necesidad de apego es primaria. La respuesta del cuidador consiste en captar e interpretar las señales del bebé y en responder con empatía. Un apego seguro genera una autoestima equilibrada y promueve menor ansiedad y mejor relación con los otros. El inseguro se asocia con depresión, angustias diversas, hostilidad, enfermedades psicosomáticas y trastornos de identidad (Hornstein, 2011).
Bowlby opina que la baja autoestima suele resultar de algunas de estas situaciones: a) cuando el niño jamás formó una relación segura y satisfactoria con los adultos; b) cuando le trasmitieron cuan pocas cualidades tenía para ser amado y valorado; c) Cuando el niño padeció una pérdida importante sin un sustituto adecuado. Estas vivencias generan sistemas de creencias que distorsionan el modo como procesa la experiencia en la vida adulta.
Si el apego seguro es producto de una contención exitosa, el inseguro resulta del encuentro con un cuidador rechazante o indiferente, por lo que fracasa en sus respuestas a las necesidades del bebé (Hornstein, 2011).
El bebé llora. Necesita algo, no sabe exactamente qué, pero no puede conseguirlo sólo. Precisa ser alimentado, acariciado y contenido. El lactante requiere de otro para satisfacer sus necesidades esenciales y poner fin a la tensión interna. En ese momento, la madre responde a esa necesidad básica para la supervivencia psíquica y psicológica. El apego es un nexo perdurable que, de ser seguro, produce consuelo, contención, placer. Y su resultado condicionará el andamiaje para las relaciones ulteriores.
Más allá de lo innato, lo que fue adquirido por medio de la experiencia dejó una huella. Su impronta dejó una emoción que el cuerpo registró. Quienes padecen ausencia o separaciones físicas o emocionales, es muy probable que, desde muy temprano, generen mecanismos defensivos para sobreponerse. Las ausencia o, lo que es peor, las presencias sin afecto o las faltas de contacto, contribuyen a las angustias crónicas (Hornstein, 2011).
Los bebés que se crían en hogares demasiado tristes, caóticos o negligentes probablemente vivirán con una visión derrotista, sin esperar ningún estímulo o interés de los otros. Este riesgo es mayor para los padres ineptos (inmaduros, consumidores de drogas, deprimidos o carentes de objetivos).
Winnicot llamó "capacidad de estar sólo" a la capacidad de arreglárselas relativamente bien en ausencia de la madre. En los que no saben estar solos hay quizá una futura dependencia absoluta respecto de los otros. El bebé confiado sabe que el todo poderoso cuidador (madre y otros) no abusará del poder. La internacionalización de esa relación permite al bebé estar a solas sin sentirse aislado.
La madre trasmite mediante palabras, caricias, gestos, cuidados. Ya los cuidados maternos ejercen un mensaje socializante. "ahora te cambio los pañales". "Ahora te baño". "Ahora salgo de tu cuarto". La madre lo conforta con una realidad que todavía el niño no está en condiciones de entender. Todavía no puede prever el sentido y las consecuencias de las experiencias con las que se ve enfrentado. Pero cada hora está un poco más preparado. La madre (los padres) nunca está en un justo medio. Se les va la mano de un modo u otro. Exceso de sentido, de excitación y de frustración. Exceso de gratificación y de protección (Hornstein, 2011).
El bebé necesita que la madre le filtre y le atempere los estímulos externos y que lo ayude con los internos. Que sea capaz de decodificar lo que él "oscuramente" trasmite y de comprender que él necesita estimulación y quietud en dosis que ningún asesor podría determinar. Tanto la sobre estimulación como la subestimación puede hacer que la autonomía encuentre trabas.
Si por esto o lo otro la mirada materna hubiera estado velada, si desde sus primeros intercambios el bebé ni hubiera captado sino cierta indiferencia o inestabilidad afectiva, incubará un sentimiento frágil de su identidad y de su autoestima (Hornstein, 2011).
Lo que winnicot denomina "confianza básica" constituye el vínculo original del que surge una orientación hacia los demás, hacia la realidad, la identidad y la autoestima. El lactante no es un "ser" sino alguien que "va siendo". La creatividad, esa capacidad para crear o para actuar de una forma innovadora, está íntimamente ligada a la confianza básica. La confianza implica un compromiso que es un "salto a lo desconocido", una disposición a aceptar lo novedoso.
Una persona cuya identidad no es frágil tiene sensación de continuidad biográfica al forjar una coraza protectora que "filtra" muchos de los peligros que la amenazan. A lo largo de la vida, nos relacionamos con muchas y diferentes personas. La relación con la madre[2]es una impronta[3]El niño accede a las otras (demás) gracias a ese gran mediador.
Los otros van cambiando. Apenas nacidos, somos pura necesidad. Enseguida conocemos el placer de ser abrazados. Después tenemos relaciones amorosas y sexuales. Luego conocemos el placer del trabajo y de otras actividades. Pero no pasamos de una etapa a otra automáticamente. No se trata de una transición natural, sino de una transición regada por el lenguaje, la simbolización, la creatividad que los otros nos procuraron hasta que estuvimos en condiciones de procurárnoslos por nosotros mismos (Hornstein, 2011).
El niño, un día, percibe su desvalimiento, pierde la ilusión de una fusión perfecta con la madre. Percibe que necesita, que tiene que pedir. La ilusión de autosuficiencia deja paso a un sentimiento de inferioridad. El desamparo no puede ser sino muy demandante, y muy angustiante.
Para congraciarse, el niño se vuelve casi una réplica. Acepta todo de los padres. Incorpora sus valores y sus prohibiciones. El temor a que dejen de quererlo queda siempre flotando, mientras se va constituyendo el superyó, que es el mismo tirano con distinto bozal. Con la aclaración de que "el papá dentro de uno", por terrible que sea, no deja de ser una creación del sujeto (Hornstein, 2011).

Los límites: entre el amor incondicional y el despotismo

Recuerdos del doctor Spock. El doctor Benjamin Spock (1903-1998), que no era psicoanalista sino pediatra, creyó primero que los niños serían más sanos si nunca se les decía que no. Después se arrepintió de esa postura ingenua. Distinguir entre bueno y malo es inherente al ser humano y por lo tanto hay que trazar, mejor o peor, una raya de separación.
No hay en el ser humano una facultad "natural" que le permita distinguir entre el bien y el mal. La ética no es innata sino adquirida. Le es impuesta al niño por un dictamen exterior, que paulatinamente irá haciendo suyo. Se somete porque es débil. Se somete cuando lo incitan a controlar sus esfínteres. ¿O usted piensa que él tiene alguna gana de controlar? Los padres bajan línea. A veces como vicario de leyes que están en la cultura (controlar los esfínteres), a veces como déspotas caprichosos (Hornstein, 2011).
Nuestra empresa, lector, es la de desentrañar la autoestima no la de abolir los valores, lo que sería imposible. Los valores internalizados nos recuerdan que vivimos en una comunidad y que hay ideales compartidos. "Prohibir-prohibir" no es un eslogan simpático, es un eslogan irresponsable.
Para conservar el amor de los padres, los sentimientos hostiles hacia ellos deben de ser suprimidos. "Lo malo es, en un comienzo, aquello por lo cual uno es amenazado con la pérdida" (Freud, 1930: 120). La autoridad se instrumenta otorgando o negando amor. Las aspiraciones acerca de lo que se debe ser y tener (ideal del yo), así como las consignas de lo que no se debe de hacer (superyó) están delimitadas por las aspiraciones parentales (Hornstein, 2011).
A esto se le denomina "condicionalidad del amor expresado". Lo que diferencia los distintos tipos de apoyo es el hecho de que sean entregados sin condición (haga el niño lo que haga, recibirá amor) o con condiciones (el apoyo depende del desempeño del niño). Las consecuencias sobre la autoestima son distintas. En el primer caso, el niño entiende que tiene cierto valor, puesto que sus padres lo aman por todo y contra todo. Pero este amor incondicional no lo prepara para provocar amor en personas distintas a sus padres: es el niño "mimado". En el segundo caso, el niño sabe que el apoyo recibido depende (en parte) de sus actos.
El niño empieza a explorar el afuera de la casa. Va ingresando en ámbitos que le enfrentan a otras exigencias. No basta la maduración física. Si no se adapta al jardín y debe abandonar el ingreso por un tiempo, pocas veces es por motivos orgánicos. El jardín, las colonias, la primaria, la secundaria, la universidad, el trabajo… Los viajes… El niño debe lograr conjugar dichos espacios, hacer arreglos con la "realidad". Se mueve en el espacio familiar, en el escolar, en el grupo de pares, en un círculo profesional.[4] Como decía Sartre, no existe el hombre sino el hombre en situación. Por ejemplo: en el siglo XXI y en México; y hay que seguir especificando: comunidad, la case social, pertenencias diversas con las que se comparten intereses, exigencias y esperanzas (Hornstein, 2011).
Los bebés son prematuros. Si todos los cachorros nacen dependientes, el cachorro humano es el más dependiente, tal vez porque no tiene que aprender a volar y cazar por su cuenta sino que tiene que aprender a incorporar el mundo cultural, que se trasmite por el habla y la escritura. La prematurez del niño, su indefensión origina un apego duradero a los primeros objetos de amor, un deseo de fusión nunca saciado. En todo adulto perdura ese bebé prematuro que aspira a la unión total con el otro. Georges Bataille lo dice a propósito del erotismo. Cada ser es único, irrepetible, distinto de todos los demás. Su nacimiento, su muerte y los acontecimientos de su vida interesan e implican a otros, pero se nace y se muere sólo. Entre un ser y otro hay un abismo que el erotismo tiende a anular (Hornstein, 2011).
El narcicismo es trófico cuando da forma y patológico cuando deforma. Es trófico cuando el cuidado por la identidad y la autoestima no lo absorbe todo y deja energía para otras metas y actividades. El narcisismo patológico muestra siempre un hueco. El sujeto no fue amado lo suficiente o lo fue con modalidades alteradas por sus padres o sustitutos. Las faltas o fallas crónicas de amor parental devienen una falta de amor propio.

Escuela de padres

La producción de una autoestima consolidada tiene mejores posibilidades:
  • a) Si el niño experimenta que se aceptan sus pensamientos, sentimientos y el valor de su persona.
  • b) Si lo invitan a jugar un juego limpio, con límites definidos claramente, con una "libertad" limitada no sólo experimenta una sensación de seguridad, sino que cuenta con elementos para evaluar su propio juego.
  • c) Si los padres no recurren a la violencia o a la humillación; si para calificar toman en cuenta las necesidades y los deseos del niño.
Esa condición se trasmite por el cuidado respetuoso y no intrusivo. El amor no se siente consiente cuando se utiliza para manipular obediencia o sometimiento. Un niño cuyos pensamientos y sentimientos son tomados en cuenta aprende a aceptarse a sí mismo (Hornstein, 2011).
Branden (1995) formula ciertas preguntas para explorar los orígenes de la autoestima. Retomaremos algunos no muy textualmente:
  • 1) En su infancia, ¿tuvo la sensación de que se reconocían y respetaban los hechos o se evitaban y negaban?
  • 2) ¿Se le enseño la importancia de pensar? ¿Le proporcionaron estimulación intelectual?
  • 3) ¿Se le estimuló a ser obediente o a ser responsable?
  • 4) ¿Se sentía libre de expresar sus ideas?
  • 5) ¿Comunicaban sus padres su desaprobación de sus ideas, deseos o conducta por medio de bromas o sarcasmos?
  • 6) ¿Sentía que era comprendido, querido y valorado por sus padres?
  • 7) ¿Lo trataban sus padres de forma justa y equitativa? ¿Le sonreían cuando hacía algo bien o sólo ponían caras largas cuando hacía algo mal? ¿Estaban dispuestos a reconocer cuando ellos hacían algo mal?
  • 8) ¿Era costumbre castigarlo físicamente?
  • 9) ¿Trasmitían sus padres la sensación de que creían en sus potencialidades intelectuales y creativas? ¿Sentía que se apreciaban sus capacidades?
  • 10) ¿La conducta de sus padres tendía a suscitar sentimientos de culpa?
  • 11) ¿Respetaban sus padres su privacidad intelectual y física? ¿O lo espiaban constantemente?
  • 12) ¿Se animaba a expresar abiertamente sus emociones y deseos? ¿Era bien vista su sinceridad?
  • 13) ¿Se aceptaban sus errores como parte del proceso de aprendizaje? ¿O merecían desprecio y castigo? ¿Se le estimulaba a enfrentarse a nuevos desafíos y a conocimientos nuevos?
Usted se habrá formulado, lector, muchas de estas preguntas. Si bien me referí a la actitud de los padres, los niños están muy atentos a las comparaciones sociales. Son capaces de clasificar a sus compañeros en distintos campos: belleza, popularidad, rendimiento escolar, y de colocarse a sí mismos en esa clasificación y sacar sus conclusiones (Hornstein, 2011).
La importancia que un niño otorga a estos campos no depende sólo de su juicio, sino también de las personas significativas. Las fuentes principales de esos juicios son sus padres, sus maestros, sus pares. Cuando estas fuentes le brindan reconocimiento, ellos consolidan su autoestima. Si una u otra desfallecen, las demás pueden suplirla.
Estas fuentes suponen presión respecto a los roles sociales que el niño debe asumir: ser buen hijo o hija, buen alumno, buen compañero y amigo. Al comienzo la expresión que más peso tiene es la de los padres. Luego, se afirma la importancia de sus compañeros. En la adolescencia el lugar de los padres cede en beneficio de la microcultura. (Hornstein, 2011).
Ya han pasado los tiempos en que se les atribuía a los padres ser culpables de todos los desajustes psíquicos de sus hijos. Con el auge de los mass media, lo socio-histórico influye precozmente en el niño.
Cientos de estudios muestran que la forma en que sus padres tratan a sus hijos –ya sea con una disciplina dura o una comprensión empática, con indiferencia o con cariño, etc.- tiene consecuencias profundas en su autoestima. También las tiene el modo en que la madre y el padre se tratan entre sí. El disimulo tiene las patitas cortas. Los hijos, ya se sabe, tienen radares.
Podemos pensar, esquematizando, ejemplos de estilos perjudiciales de paternidad:
  • 1) Como quien oye llover. Para estos padres los niños no entienden nada y sus sentimientos son desatendidos porque carecen de importancia.
  • 2) Los perdonativos o muy condescendientes. Estos padres respetan lo que siente el niño pero se consideran incapaces de darle una mano cuando enfrentan una tormenta emocional. Como si la experiencia de adulto no sirviera de nada.
  • 3) Los déspotas de entrecasa. Fuera de casa pueden ser afables. Pero con los hijos son despreciativos y duros en la crítica y en los castigos. Estos padres sofocan los estallidos de ira del niño y no aceptan la menor señal de irritabilidad.
Por otro lado, se ha propuesto el término de padres "tóxico" para los que alteran la autoestima y la identidad de los niños. Propondré algunos ejemplos:
Los intrusivos. Estos padres deciden que sólo ellos saben lo que es bueno para su hijo, al que no le facilitan la autonomía. Si éste intenta rebelarse, lo culpabilizan. El niño y, luego el adulto, se siente impotente sin sus padres y frecuentemente se pasa de la dependencia paterna a la conyugal.
Los alcohólicos. Hacen padecer a sus hijos sus cambios de humor. Su vulnerabilidad, a veces incluso su degradación física y mental, contribuye a fragilizar su autoestima e identidad. Los niños no pueden prever cual será la reacción de su padre o madre alcohólica ante sus comportamientos.
Los abusadores verbales. Desvalorizan a sus hijos con observaciones de sus errores, sus puntos débiles, sus características físicas. El hijo descubre que es necesario adecuarse a los deseos de los otros renunciando a los propios.
Los abusadores físicos. Son incapaces de controlar su agresión. El universo familiar deviene peligroso e imprevisible. El niño no se siente seguro en ninguna parte.
Los abusadores sexuales. Cuando alguno de los padres tiene comportamientos incestuosos (a menudo con la complicidad o el silencio del otro), el niño es avasallado en su intimidad y en su autonomía.

La infancia ¿potencialidad o destino?

Haciendo y sufriendo historia. Ahora mismo usted y yo estamos haciendo historia. Estamos recopilando hechos en un libro, en una base de datos o en esa base de datos que es nuestra mente. Además de recopilar para más adelante, en el día de hoy hacemos cosas o nos abstenemos de hacerlas. En los dos sentidos hacemos historia, activamente.
También sufrimos la historia. La del mundo, la de los vecinos y la puramente nuestra. Al caminar por la calle alguien me asalta: azar. Un día cayeron dos bombas en Japón: yo no lo decidí. ¿Pero contribuí o no a que existieran los Zs? Ojalá pudiéramos predecir los tsunamis, los tornados, las avalanchas de lodo, los terremotos, la eclosión de la esquizofrenia, el Alzheimer. De hecho no es así. "Señor López usted tendrá Alzheimer dentro de diez años". ¿Qué haría el señor López de tener un diagnóstico así? ¿Aprovecharía los diez años para vivir intensamente, disfrutando cada minuto? Sin embargo no hay ningún problema porque esos diagnósticos no se formulan (por ahora) (Hornstein, 2011).
Claro que el determinismo existe. Al señor López, por suerte ficticio, le queda un año de vida. En Estados Unidos se lo dicen directamente a él. En México, a un allegado o a nadie. ¿Es mejor saber? Y nos quedará otra pregunta pendiente: ¿Qué es vivir intensamente? Uno puede comerse toda la torta, no dejar ni una migajita. Pero los restantes alimentos del alma son más complejos, no se dejan engullir.
Algo de razón tienen los posmodernistas cuando se burlan de ciertas supersticiones de la modernidad, como esa confianza en la predictibilidad. El muchacho ha empezado a aprender inglés con un profesor. ¿Cuántos años concurrirá? Hasta que se aburra. Es decir, hasta que no tenga nada que aprender, sea porque el profesor se agotó y habrá que pasar a otro, sea porque el alumno ya ha dado todo de sí. "no le entra más".
El determinismo duro implica negarle a lo nuevo la posibilidad de existir. Voy caminando por la calle y se produce un tiroteo. ¿Pude preverlo? ¿Alguien pudo preverlo? Un día encontré el amor. ¿La elegí porque se parecía a mi madre? ¿La elegí porque era muy distinta? ¿La elegí o "ya estaba escrito"? Si el azar no es más que una ilusión debida a nuestra ignorancia de un determinismo escondido, entonces la posibilidad de la emergencia de lo nuevo es también una ilusión. Son ideales de Atlan,[5] un tipo interesantísimo.
Henri Atlan caracteriza la auto-organización entre dos polos, uno constituido por un orden rígido, incapaz de modificarse sin ser destruido como el cristal, y el otro, caracterizado por una renovación incesante, sin estabilidad, que evoca el caos propio del humo.[6] Este estado intermedio reacciona frente a las perturbaciones imprevistas mediante cambios que no conducen a una simple destrucción, sino a una reorganización. La autoestima se sitúa entre el cristal y el humo, en tanto tiene una historia. Sin embargo, es capaz de modificarse ante ciertas circunstancias. (Hornstein, 2011).
Vamos todos los años a La Cumbrecita. Sabemos a qué atenernos. Cómo es la casa, el dormitorio, el baño. Donde hacer las compras. Conocemos a los vecinos. No queremos sorpresas.
Una vida anímica totalmente determinada no podría albergar nada nuevo y una totalmente abandonada ala zar –que fuera sólo desorden- no accedería a la historicidad. Aquella sería incapaz de transformarse; ésta, incapaz siquiera de nacer.[7] Vale la pena, lector, que conozca a Edgar Morin.

El jardín de los senderos que se bifurcan: determinismo y azar

No siempre se trata de un jardín, pero siempre los senderos se bifurcan. Entre una bifurcación y la siguiente, digamos que hay una "meseta", una zona calma, al menos predecible, donde permanecen las leyendas deterministas. Conviene, lector, que vaya pensando en el azar, porque antes y después de tales puntos críticos, reina el azar.
La independencia de un sistema complejo respecto de su entorno no se consigue con el aislamiento, sino con una sofisticada red de relaciones entre ambos. Es difícil vivir en sociedad. Por eso la conducta mansa y la conducta apocalíptica son respuestas pobres al desafío de vivir.
La ciencia soñaba en reducir la realidad del mundo a la predictibilidad de un péndulo simple: "Es el célebre mito de Laplace: dadme las leyes de la naturaleza (ecuaciones matemáticas deterministas) y las condiciones iníciales (o de un instante cualquiera) del universo, y reconstruiré su película completa (todo su pasado y todo su futuro)". El determinismo minimiza la creatividad y la libertad. Tiene un aspecto positivo, la predictibilidad, y uno negativo, el fatalismo (Wagensberg, 1998).
Hace tiempo que una serie de evidencias cuestionó la visión determinista del mundo, y el azar renació. ¿El presente determina eternamente el futuro? ¿Somos autómatas desprovistos de toda libertad? Yo no podía prever ese asalto. Hay otros sucesos que parecen resultar del azar pero que podríamos haber previsto. Tal inundación se podría haber evitado o se podría haber evitado que sus consecuencias fueran tan dañinas.
Nuestro desafío de dar cuenta de la autoestima es recuperar la historicidad que la construyó, pero desechando una concepción lineal de la historia (Hornstein, 2011).
La historia se nos presenta, al igual que la vida misma, como un espectáculo fugaz, móvil, formado por la trama de problemas intrincadamente mezclados y que puede revestir, sucesivamente, multitud de aspectos diversos y contradictorios. Esa vida compleja, ¿Cómo abordarla y cómo fragmentarla a fin de aprender algo? (Braudel, 1968).

domingo, 24 de mayo de 2015

Hoy es mi cumpleaños

Hoy es mi cumpleaños. Hoy celebro un año más de experiencias y vivencias acumuladas. Hoy es un buen día para hacer un alto en el camino y reflexionar. 
 ¡Uff! Han pasado tantas cosas. Momentos sublimes y tiempos de crisis.
 Días maravillosas de sol,  y días de lluvia en los que una sombrilla, una sonrisa y, a veces un “Trágame Tierra”, son tu mejor protección. Me he encontrado con el apoyo de personas maravillosas como todos vosotros.
 Ángeles que suelen aparecer en mi vida de manera misteriosa.
 Si, soy una persona muy afortunada de tener una hermana maravillosa MI SISTER STAS,y un marido maravilloso que lo es todo en mi vida.
Pero lo principal, es que por cada uno de estos segundos que ya forman parte de mi pasado, estoy muy agradecida. Mi palabra favorita hoy es: Gracias.
Os quiero muchisimo

martes, 5 de mayo de 2015

HABLANDO DE PROBLEMAS Y SOLUCIONES

Todos tenemos problemas y dificultades que resolver. Nadie puede decir que está exonerado de esta experiencia. Es más, creo que la clave del buen vivir, está en aprender a resolver esos problemas y conflictos de la manera más provechosa posible. Estoy seguro que todas las dificultades o conflictos tienen solución y que se trata de ser capaz de encontrarla, inventarla o desvelarla. Así también, como estoy convencido que en cada problema hay una lección de vida y un aprendizaje que no podemos despreciar. Por eso en vez de odiar los problemas y de tener una actitud despreciativa frente a ellos creo que debiéramos aprender a usarlos en función de nuestro crecimiento. Quisiera compartir con ustedes las reflexiones que he estado haciendo por estos días, en torno a las actitudes que nos pueden ayudar a hacer de esas situaciones tan problemáticas, que nos hacen sufrir, oportunidades para ser mejores seres humanos. Sabiendo que son reflexiones recurrentes y que buscan trazar caminos más claros cada vez:

1. Ser paciente. Lo peor que nos puede suceder frente a un conflicto es perder el control y ser victimas del desespero. Sé bien que los problemas ocasionan en nosotros muchas emociones negativas, las cuales quieren impulsarnos a actuar. Tengan la certeza que cuando dejamos que esas emociones nos controlen y nos lleven a la acción vamos a terminar generado un problema mayor. No conozco ninguna solución buena que nazca de emociones negativas. Paciencia es entender que todo tiene su tiempo y que hay que aprender a respetar el ritmo de la historia que no depende exclusivamente de nuestras decisiones y capacidades sino que cuenta con la complejidad generada por los intereses, los deseos y las voluntades de los demás. Mantenerse sereno, dueño de las propias emociones y seguro de que todo pasa, y que a todo se le encuentra solución es la actitud correcta para salir adelante en situaciones complicadas. Hasta cuando hay que actuar rápido es necesario estar sereno. Nada se resuelve con la ira o con la violencia. Estas emociones siempre generan más dificultad.


2. Sabiduría. Me encanta la diferencia entre sabiduría e inteligencia, entre saber vivir y tener mucho conocimiento. Considero que para resolver problemas, conflictos es necesario tener inteligencia, es decir, tratar de entender bien las causas y los efectos de la situación, tratando de preveer las tendencias que tiene hacia el futuro. No podemos actuar sin tener claro cuales son las posibilidades de reacción de todas las partes en conflicto. Cuando una reacción te sorprenda, debes reconocer que esta se produce porque no analizaste con suficiente inteligencia la situación. Pero no basta con inteligencia es necesario la sabiduría, comprender el sentido de esa situación en la vida, ver con profundidad que aporta al desarrollo del propio proyecto de vida, discernir que nos dice de nuestra relación con Dios. Para esta segunda parte de necesita la acción del Espíritu Santo en nosotros. Hay que ser dócil a sus mociones para poder comprender con claridad que es lo que quiere Dios, para ello es necesario una experiencia de oración sincera y profunda. Quien se ciega y actúa “brutamente” no encontrará soluciones sino más problemas y terminara llorando. 

3. Actuar con decisión. Es necesario que actuemos porque los problemas no se solucionan solos ni por arte de magia. Esa actuación tiene que ser fruto de todo el proceso que hemos planteado y de una decisión sosegada pero clara y firme. No basta con saber que hay que hacer, es necesario hacerlo y de la mejor manera. Es la única manera de resolver los problemas y no estar expuesto a remordimientos. Esas acciones tienen que suponer al otro. No podemos decidir sin el otro y sin su realidad. Cuando uno piensa en como se sienten los demás, en por qué actúan así, en como reaccionan, tiene un panorama más completo para decidir y actuar. Es entender que el gana gana es posible. Sabiendo que este no es una experiencia de ganar igual sino de ambos ganar el 100 por ciento ante la misma realidad. 

martes, 30 de diciembre de 2014

FELIZ 2015

Comienza un nuevo año y con el un mundo de oportunidades se abre ante nosotros. El momento es propicio para reflexionar internamente sobre experiencias pasadas, situaciones presentes y el porvenir. Para aprender del pasado, disfrutar el presente y construir un futuro mejor.
Si nos detenemos por un momento y hacemos una pausa para mirar hacia atrás, podremos darnos cuenta que nos encontramos exactamente donde nos han traído nuestras acciones pasadas. El ser humano construye su futuro día a día mediante sus pensamientos, palabras y acciones, y estas a su vez van moldeando el presente.
Algunos pueblos que han tomado consciencia de la importancia de los actos de cada uno de sus habitantes para la consecución de un fin común, han incorporado a sus culturas la tradición de los propósitos a alcanzar en el año nuevo.
Esta tradición es muy sencilla. En ella cada persona se traza metas que hasta ahora no ha podido alcanzar, o no se había planteado y se hace el firme propósito de lograrlas durante el año que recién comienza. Puesto que según la tradición esto ocurre generalmente en alguna reunión social relativa al nuevo año, puede ser la cena de fin de año o la primera reunión de familiares y amigos del año que apenas comenzó, es costumbre comunicarse entre los concurrentes sus propósitos para de esta manera intercambiar opiniones sobre la mejor manera de lograrlos y obtener el apoyo necesario de quien este dispuesto a brindarlo para concretarlos, y si ocurre que se encuentran personas con propósitos comunes, unir esfuerzos para facilitar su consecución.
Esta tradición no esta limitada exclusivamente a propósitos individuales, pueden plantearse también propósitos familiares, de grupo, sociales y hasta mundiales, y de esta manera poner un granito de arena para construir un mundo mejor, el mundo que todos en el fondo deseamos.
Con el pasar del tiempo nuestra voluntad se fortalece y nos sentimos cada vez más capaces de lograr lo que nos propusimos; y no solo eso sino que también sentimos la necesidad de hacer algo por aquellos que hasta ahora no se han propuesto lograrlo pos si mismos, y comienza entonces un proceso de crecimiento en el cual nos volvemos conscientes de que somos dueños de nuestros destinos y capaces de utilizar nuestra voluntad en formas cada vez más creativas y constructivas.
A partir de ese momento vemos los obstáculos solo como situaciones a superar y de las cuales aprender, el contento se abre paso entre los lamentos, la alegría vence a la tristeza y la esperanza, la seguridad y la confianza reinan donde antes se encontraba el temor.
Siempre podemos escoger entre vivir el mundo cual lo conocemos o cambiarlo en el que deseamos, la decisión al final es de cada uno según decida ejercitar su libre albedrío.
Que este nuevo año nos brinde paz, amor, salud, armonía, unión, felicidad y prosperidad.
Feliz 2015 y que todos sus deseos se concreten.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Intelecto, autoridad e inteligencia.


Muchos de nosotros creemos que enseñándole a cada ser humano a leer y a escribir quedan así resueltos los problemas de la humanidad; pero ya se ha probado que esta idea es falsa. Los llamados educados no aman la paz, no son íntegros, y son también responsables de la confusión y la miseria del mundo.

La verdadera educación significa el despertar de la inteligencia, la creación de la vida integral, y solamente esa clase de educación puede crear una nueva cultura y un mundo pacífico; pero para llegar a alcanzar esta nueva clase de educación, debemos comenzar de nuevo sobre una base completamente diferente.

Con un mundo que se está desmoronando ruinosamente en torno nuestro, discutimos teorías y vanas cuestiones políticas, y jugamos con reformas superficiales. ¿No indica todo esto una crasa irreflexión de nuestra parte? Algunos dirán que sí, pero seguirán haciendo exactamente lo que han hecho siempre y eso es lo triste de la existencia. Cuando nos percatamos de una verdad, y no actuamos en seguida de acuerdo con ella, se convierte en veneno dentro de nosotros mismos, y el veneno se esparce y produce perturbaciones psicológicas, inestabilidad y mala salud. Sólo cuando se despierta la inteligencia creativa en el individuo es que existe la posibilidad de paz y felicidad en la vida.

No podemos ser inteligentes sustituyendo simplemente un gobierno por otro, un partido o grupo por otro, un explotador por otro. Las revoluciones sangrientas no pueden resolver jamás nuestros problemas. Sólo una profunda revolución interna que altere todos nuestros valores puede crear un ambiente diferente, una estructura social inteligente; y tal revolución sólo la podemos hacer tú y yo. Ningún nuevo orden surgirá hasta que individualmente destruyamos nuestras barreras psicológicas y nos liberemos.

Podemos trazar sobre el papel los planos de una brillante utopía, de un valeroso nuevo mundo; pero con toda certeza el sacrificio del presente por un futuro desconocido nunca resolverá ninguno de nuestros problemas. Hay tantos elementos que ocurren entre el ahora y el mañana, que nadie puede saber lo que será ese futuro. Lo que podemos y debemos hacer, si es que lo deseamos con sinceridad, es atacar nuestros problemas ahora, y no posponerlos para le futuro. La eternidad no está en el futuro; la eternidad es ahora. Nuestros problemas existen en el presente, y es sólo en el presente cuando podemos resolverlos.

Aquellos de nosotros que seamos sinceros debemos regenerarnos; pero no puede haber regeneración sino cuando nos separamos completamente de los valores que hemos creado con nuestros deseos agresivos de propia protección. El conocimiento de uno mismo es el principio de la libertad, y es sólo cuando nos conocemos que podemos crear el orden y la paz.

Ahora bien, algunos se preguntarán”: ¿Qué puede hacer un solo individuo que afecte a la historia? ¿Podrá hacer algo por la forma en que vive?” Ciertamente que sí. Evidentemente ni tú ni yo vamos a detener las guerras inmediatas, o crear una comprensión instantánea entre las naciones; pero por lo menos, podemos efectuar en el mundo de nuestras relaciones cotidianas un cambio fundamental que tenga los efectos consiguientes.

El esclarecimiento individual afecta positivamente a grandes grupos de personas, pero únicamente si no estamos impacientes por conseguir resultados. Si pensamos en términos de ganancias y resultados no es posible nuestra transformación verdadera.

Los problemas humanos no son simples; son muy complejos. El entenderlos exige paciencia y penetración, y es de la mayor importancia que nosotros, como individuos, los entendamos y los resolvamos por nosotros mismos. No han de entenderse por medio de fórmulas o lemas; ni pueden resolverse en su propio nivel por especialistas que trabajan en un campo determinado, lo que sólo conduce a más confusión y miseria. Nuestros muchos problemas podrán entenderse y resolverse sólo cuando nos comprendamos como un proceso total; es decir, cuando entendamos nuestra constitución psicológica, y ningún líder político o religioso puede darnos la clave de esa comprensión.

Para entendernos nosotros mismos debemos estar alertas a nuestras relaciones, no sólo con la gente, sino con la propiedad, con las ideas y con la naturaleza. Si hemos de hacer una verdadera revolución con respecto a las relaciones humanas, que son la base de toda la sociedad, debe haber un cambio fundamental en nuestros propios valores y en nuestra visión de la vida; pero evitamos la necesaria y fundamental transformación de nosotros mismos, y tratamos de provocar revoluciones políticas en el mundo, lo que sólo trae desastres y derramamiento de sangre.

Las relaciones humanas basadas en la sensación no pueden ser un medio para libertarse del “yo”; sin embargo, la mayor parte de nuestras relaciones se basan en la sensación, y son el resultado de nuestro deseo de beneficio personal, de convivencia, de seguridad psicológica. Aunque estas cosas nos ofrezcan un escape momentáneo del “yo”, tales relaciones sólo fortalecen el yo con sus actividades que lo envuelven y limitan. Las relaciones humanas son como un espejo donde pueden verse el yo y todas sus actividades; y es sólo cuando se entienden las manifestaciones del yo, en las reacciones de la relación, que hay libertad creativa sin la carga del yo.

Para transformar el mundo debe haber regeneración en cada uno de nosotros. Nada puede conseguirse por la violencia, por la fácil destrucción de unos contra otros. Podemos encontrar alivio temporal organizándonos en grupos, estudiando métodos de reformas sociales y económicas, promulgando legislación, o elevando nuestras oraciones al cielo; pero hagamos lo que hagamos, sin el conocimiento propio y sin el amor que le es inherente, nuestros problemas crecerán y se multiplicarán. Mientras que si aplicamos nuestras mentes y nuestros corazones a la tarea de conocernos a nosotros mismos, indudablemente resolveremos nuestros numerosos conflictos y tristezas.

La educación moderna nos está convirtiendo en seres irreflexivos; hace muy poco para ayudarnos a descubrir nuestra vocación individual. Aprobamos ciertos exámenes, y entonces, con buena suerte, conseguimos una colocación que a menudo significa una rutina interminable por el resto de la vida. Puede ser que nuestro trabajo nos disguste, pero estamos obligados a seguir en él, porque no tenemos otro medio de ganarnos la vida. Puede ser que deseemos hacer otra cosa enteramente distinta, pero los compromisos y las responsabilidades nos lo impiden y estamos acorralados por nuestras ansiedades y temores. Y al vernos frustrados buscamos un escape, a través del sexo, de la bebida, de la política, o de las religiones fantásticas.

Cuando nuestras ambiciones se frustran, damos indebida importancia a lo que debe ser normal, y desarrollamos una peculiaridad psicológica. Hasta tanto no poseamos un conocimiento comprensivo de nuestra vida y del amor, de nuestros deseos políticos, religiosos y sociales, con sus exigencias e impedimentos, tendremos problemas crecientes en nuestras relaciones que nos llevarán a la destrucción y a la miseria.

La ignorancia es la falta de conocimiento con respecto a cómo se manifiesta el yo, y esta ignorancia no puede desaparecer con actividades y reformas superficiales: sólo puede desaparecer con una constante vigilancia de los movimientos y reacciones del yo en todas sus relaciones.

Debemos darnos cuenta de que no sólo estamos condicionados por el ambiente, sino de que nosotros somos el ambiente y no somos algo aparte de él. Nuestros pensamientos y reacciones están condicionados por los valores de la sociedad, de la cual somos parte, nos ha impuesto.

Nunca observamos cómo somos el ambiente total, porque hay varias entidades en nosotros, todas gritando alrededor del “mí”, del “yo”. El yo se compone de estas entidades que son simplemente deseos en varias formas. De este conglomerado de deseos surge la figura central, el pensador, la voluntad del “mí” y lo “mío”; y se establece de esta manera una división entre el yo y el no yo; entre el mí y el ambiente o la sociedad. Esta separación es el principio del conflicto, tanto interno como externo.

La alerta percepción de este proceso total, tanto el consciente como el oculto, es la meditación; y a través de esta meditación se trasciende el yo con sus deseos y conflictos. El autoconocimiento es necesario si uno ha de liberarse de las influencias y de los valores que protegen al yo; y es sólo en esta libertad donde hay creación; verdad, Dios, o lo que se quiera.

La opinión y la tradición moldean nuestros pensamientos y sentimientos desde la más tierna edad. Las influencias e impresiones inmediatas producen un efecto poderoso y duradero, que determina todo el curso de nuestra vida consciente e inconsciente. La conformidad comienza en la infancia, mediante la educación y el impacto de la sociedad.

El deseo de imitar es un factor muy fuerte en nuestra vida, no sólo en los niveles superficiales, sino también en los más profundos. Apenas tenemos pensamientos y sentimientos independientes. Cuando se presentan son meras reacciones, y no están, por lo tanto, libres del patrón establecido, puesto que no hay libertad en la reacción.

La filosofía y la religión establecen ciertos métodos por medio de los cuales podemos llegar a la realización de la verdad o Dios; sin embargo, el mero acto de seguir un método es mantenernos irreflexivos y desintegrados, no importa lo beneficioso que el método pueda parecer en nuestra vida social cotidiana.

La tendencia a la sumisión, que es el deseo de seguridad, engendra temor y les da precedencia a las autoridades políticas o religiosas, a los héroes y líderes que incitan al sometimiento y por quienes estamos sutil o groseramente dominados; pero no someterse es sólo una reacción contra la autoridad, y no nos ayuda en modo alguno a convertirnos en seres humanos integrados. La reacción es infinita, y sólo nos conduce a otra reacción.

La conformidad, con su oculta tendencia de temor, es un obstáculo; pero el simple reconocimiento intelectual de este hecho no remueve el obstáculo. Es sólo cuando nos damos cuenta de esos obstáculos con toda la fuerza de nuestro ser que nos podemos librar de ellos sin crear obstrucciones ulteriores más profundas.

Cuando estamos interiormente subordinados. Entonces la tradición tiene un gran agarre en nosotros; y una mente que piensa de acuerdo con la tradición no puede descubrir lo que es nuevo. Al someternos no convertimos en imitadores mediocres, en engranajes de una cruel maquinaria social. Lo que pensamos es lo que importa, no lo que otros quieren que pensemos. Cuando nos sometemos a la tradición nos convertimos en simples copias de lo que debemos ser.

Esta imitación de lo que debemos ser, engendra el temor, y el temor mata el pensamiento creador. El temor embota la mente y el corazón y evita que estemos alertas a la significación total de la vida; nos volvemos insensibles a nuestras propias tristezas, al movimiento de las aves, a las sonrisas y las miserias de los demás.

El temor, consciente e inconsciente, tienen muchas causas diferentes, y necesita alerta vigilancia para librarse de todas ellas. El temor no puede eliminarse por medio de la disciplina, de la sublimación o de otro acto cualquiera de la voluntad: sus causas tienen que buscarse y comprenderse. Esto requiere paciencia y una comprensión tal en que no haya juicio de ninguna especie.

Es comparativamente fácil entender y resolver nuestros temores conscientes. Pero los inconscientes ni siquiera han sido descubiertos por la mayor parte de nosotros, porque no les permitimos salir a la superficie, y cuando en raras ocasiones se manifiestan, nos apresuramos a encubrirlos para escapar de ellos. Los temores ocultos a menudo se presentan en los sueños y en otras formas de insinuación, y causan mayor deterioro y conflicto que los temores superficiales.

Nuestra vida no se halla en la superficie solamente; la mayor parte de ella está escondida a toda observación accidental. Si quisiéramos que nuestros temores ocultos salieran a la luz y se disolvieran, la mente consciente debería estar algo tranquila, y no eternamente ocupada; entonces, según estos temores van saliendo a la superficie, deben ser observados sin estorbo ni obstáculo, porque cualquier acto de condenación o justificación sólo aumenta el temor. Para sentirnos libres de todo temor, debemos estar prevenidos de su tenebrosa influencia, pues sólo una constante vigilancia puede revelar sus muchas causas.

Uno de los resultados del miedo es la aceptación de la autoridad en los asuntos humanos. Creamos autoridad con nuestro deseo de verdad, de seguridad, de comodidad, de evitar conflictos y confusiones conscientes; pero nada que sea un resultado del miedo puede ayudarnos a entender nuestros problemas, aunque el miedo asuma apariencia de respeto y sumisión a los llamados sabios. Los sabios no hacen uso de la autoridad, y los que tienen autoridad no son sabios. El miedo en cualquier forma impide que nos entendamos nosotros mismos y nuestras relaciones con las cosas.

Seguir una autoridad es la negación de la inteligencia. Aceptar la autoridad es someternos al dominio, subyugarnos a un individuo, a un grupo o a una ideología, ya sea religiosa o política; y este sometimiento de uno mismo a la autoridad es la negación, no sólo de la inteligencia, sino también de la libertad individual. La sumisión a un credo o a un sistema de ideas es una reacción de protección propia. La aceptación de una autoridad puede ayudarnos temporalmente a disimular nuestras dificultades y problemas; pero el evadir un problema sólo sirve para intensificarlo, y en ese proceso la auto comprensión y la libertad se abandonan.

¿Cómo puede haber transacción entre la libertad y la aceptación de la autoridad? Si hay transacción, entonces los que dicen que buscan su propio conocimiento y libertad no son sinceros en su esfuerzo. Parece que pensamos que la libertad es el fin último, una meta, y que para llegar a ser libres primero debemos someternos a varias formas de supresión e intimidación. Esperamos alcanzar la libertad por medio de la sumisión; pero, ¿no son los medios tan importantes como el fin? ¿no son los medios los que determinan el fin?

Para tener paz uno debe emplear medios pacíficos; porque si los medios son violentos, ¿cómo es posible que el fin sea pacífico? Si el fin es la libertad, el principio debe ser libre, porque el fin y el principio deben ser libres, porque el fin y el principio son uno. Sólo puede haber autoconocimiento e inteligencia cuando hay libertad desde el primer momento, y se niega la libertad cuando aceptamos la autoridad.

Reverenciamos la autoridad en varias formas: conocimiento, éxito, poder, etc. Ejercemos autoridad sobre los jóvenes y al mismo tiempo le tememos a la autoridad superior. Cuando el ser humano mismo no tiene visión interna, el poder externo y la posición social asumen enorme importancia, y entonces el individuo está cada vez más sujeto a la autoridad y a la coacción; se convierte en instrumento de otros. Podemos ver que esto está sucediendo constantemente a nuestro alrededor: en momentos de crisis, las naciones democráticas actúan como las totalitarias, olvidándose de su democracia y obligando al ser humano a someterse a sus designios.

Si podemos entender la compulsión que hay tras nuestros deseos de dominio o de sumisión, entonces tal vez podamos libertarnos de los efectos perjudiciales de la autoridad. Ansiamos tener seguridad, razón, éxito, sabiduría, etc., y este anhelo de seguridad, de permanencia, crea en nosotros la autoridad de la experiencia personal, mientras que exteriormente crea la autoridad de la sociedad, de la familia, de la religión y así sucesivamente. Pero meramente ignorar la autoridad, librarnos de sus símbolos externos, es de muy poca significación.

Abandonar una tradición y aceptar otra, dejar un líder para seguir otro, es sólo un gesto superficial. Si hemos de compenetrarnos bien de todo el proceso de la autoridad, si hemos de ver su esencia, si hemos de entender y trascender el deseo de seguridad, entonces debemos tener amplio entendimiento e intuición, debemos ser libres, no al fin, sino desde el principio.

El anhelo de certeza, de seguridad, es una de las primordiales actividades del yo, y es este impulso apremiante el que tenemos que vigilar constantemente, y no simplemente torcerlo o forzarlo en otra dirección, u obligarlo a ajustarse a un molde deseado. El yo, el mí, y lo mío, son muy dominantes en la mayor parte de nosotros; tanto en el sueño como en la vigilia, están siempre alerta y siempre cogiendo nuevos bríos. Pero cuando hay comprensión del yo y nos damos cuenta de todas sus actividades, por sutiles que sean, inevitablemente conducen al conflicto y al dolor, entonces el ansia de seguridad, de continuidad del yo termina. Uno tiene que estar en constante vigilancia de que el yo revele sus manifestaciones y ardides; pero cuando empezamos a entenderlos y a comprender las implicaciones de la autoridad con todo lo que está envuelto en nuestra aceptación o negación de ella, entonces ya estamos desembarazándonos de la autoridad.

Mientras la mente se deje dominar y controlar por el deseo de su propia seguridad no podrá libertarse del yo y de sus problemas; y es por eso que no hay liberación del yo mediante el dogma y la creencia organizada que llamamos religión. El dogma y la creencia son sólo proyecciones de nuestra propia mente. Los ritos, el “puja”, las formas aceptadas de meditación, las palabras y frases constantemente repetidas, aunque pueden producir ciertos efectos agradables, no libertan la mente del yo y sus actividades, porque el yo es esencialmente el resultado de las sensaciones.

En momentos de tristeza, nos volvemos a lo que llamamos Dios, que es sólo una imagen de nuestra propia mente; o encontramos explicaciones satisfactorias, y esto nos da consuelo temporal. Las religiones que seguimos son creaciones de nuestras esperanzas y temores, de nuestro deseo de seguridad interna y reafirmación; y con el culto de la autoridad, ya sea la de un salvador, un maestro o un sacerdote, viene la sumisión, la aceptación y la imitación. De suerte que se nos explota en el nombre de Dios, tal como se nos explota en nombre de los partidos y de las ideologías y continuamos sufriendo.

Todos somos seres humanos, sea cual fuere el nombre con que nos llamamos, y nuestro destino es sufrir. El sufrimiento es común a todos nosotros, lo mismo al idealista que al materialista. El idealismo es un escape de lo que “es”, y el materialismo es otra manera de negar las inconmensurables profundidades del presente. Tanto el idealista como el materialista tienen su modo de evitar el complejo problema del sufrimiento; a ambos los consumen sus propios anhelos, ambiciones y conflictos, y sus modos de vida no los conducen a la tranquilidad. Ambos son responsables de la confusión y miseria del mundo.

Ahora bien, cuando estamos en un estado de conflicto, de sufrimiento, no hay comprensión: en ese estado, por cuidadosa y hábilmente que pensemos nuestros actos, sólo nos pueden llevar a mayor confusión y tristeza. Para entender el conflicto y de ese modo libertarnos de él, tiene que haber una comprensión de los procesos de la mente consciente y de la inconsciente.

Ningún idealismo, ningún sistema, ni patrón de especie alguna, puede ayudarnos a desenmarañar los profundos procesos de la mente; por el contrario, cualquier fórmula o conclusión nos hará más difícil su descubrimiento. La persecución de lo que debe ser, el apego a los principios, a los ideales, el establecimiento de una meta, todo esto conduce a muchas ilusiones. Si hemos de conocernos a nosotros mismos, tiene que haber cierta espontaneidad, libertad de observación, y esto no es posible cuando la mente está encerrada en lo superficial, en los idealistas o materialistas.

La existencia es relación; y tanto si pertenecemos a una organización religiosa o no, o si somos mundanos o idealistas, nuestros sufrimientos sólo podrán resolverse entendiéndonos a nosotros mismos en nuestras relaciones. Sólo el autoconocimiento puede traer tranquilidad y felicidad al ser humano, porque el autoconocimiento es el principio de la inteligencia y de la integración. La inteligencia no es un simple ajuste superficial; no es el cultivo de la mente, ni la adquisición de conocimientos. La inteligencia es la capacidad para entender los procesos de la vida; es percepción de los verdaderos valores.

La educación moderna, al desarrollar el intelecto, imparte más y más teorías y datos, sin realizar la comprensión del proceso total de la existencia humana. Somos altamente intelectuales; hemos desarrollado mentes sagaces, y estamos enredados en explicaciones. El intelecto se satisface con teorías y explicaciones; pero la inteligencia no; y para entender el proceso total de la existencia, debe haber integración de la mente y del corazón en las acciones. La inteligencia no está separada del amor.

Para la mayor parte de nosotros, la realización de esta revolución interna es extremadamente difícil. Sabemos meditar, tocar el piano, escribir; pero no conocemos al meditador, al pianista o al escritor. No somos creadores porque hemos llenado nuestras mentes y nuestros corazones de conocimiento, de información y de arrogancia. Estamos repletos de citas que otros han pesado o dicho. Pero el acto de vivencia viene primero; no la manera de “vivir”. Debe haber amor antes de que exista la expresión del amor.

Es, pues, evidente, que el mero cultivo del intelecto, que ha de desarrollar la capacidad o el conocimiento, no resulta en inteligencia. Hay una diferencia entre intelecto e inteligencia. El intelecto es el pensamiento en función independiente de la emoción; mientras que la inteligencia es la capacidad para sentir y para razonar; y hasta que no nos acerquemos a la vida con inteligencia, en vez de con el intelecto únicamente, o con sólo la emoción, no habrá sistema educativo o político en el mundo que nos salve de las calamidades del caos y de la destrucción.

El conocimiento no es comparable con la inteligencia. El conocimiento no es sabiduría. La sabiduría no está en el mercado; no es una mercancía que puede adquirirse por el precio del aprendizaje, o de la disciplina. La sabiduría no puede encontrarse en los libros; no puede acumularse ni aprenderse de memoria, ni almacenarse. La sabiduría surge de la abnegación del yo. Tener una mente abierta es más importante que el aprendizaje; nosotros podemos tener una mente receptiva, no atiborrándola de información, sino comprendiendo nuestros propios pensamientos y sentimientos, observándonos cuidadosamente a nosotros mismos y estudiando las influencias que nos rodean, oyendo a los demás, observando a los ricos y a los pobres, a los poderosos y los humildes. La sabiduría no se logra a través del miedo ni de la opresión, sino de la observación y de la comprensión de todos los incidentes en las relaciones humanas.

En nuestra búsqueda de conocimientos, en nuestros deseos de adquisición, estamos perdiendo el amor, embotando el sentimiento de la belleza, la sensibilidad de la crueldad; nos especializamos cada vez más, y nos integramos cada vez menos. La sabiduría no puede sustituirse por el conocimiento, y ninguna cantidad de explicación, ninguna acumulación de datos, librarán al ser humano del sufrimiento. El conocimiento es necesario, la ciencia tiene su lugar, pero si la mente y el corazón están sofocados por el conocimiento, y si la causa del sufrimiento queda descartada con explicaciones, entonces la vida se vuelve vana e insignificante. ¿Y no es esto lo que nos está sucediendo a la mayor parte de nosotros? Nuestra educación nos hace más y más superficiales; no nos ayuda a descubrir las capas más profundas de nuestro ser; y nuestras vidas se hacen cada vez más vacías e inarmónicas.

La información, el conocimiento de datos, aunque en aumento constante, están limitados por su propia naturaleza. La sabiduría es infinita, incluye el conocimiento y el proceso de la acción; pero agarramos una rama y creemos poseer el árbol entero. Con sólo el conocimiento de una parte jamás podremos gozar la alegría del todo. El intelecto no puede llegar al todo, porque es sólo un fragmento, una parte.

Hemos separado el intelecto del sentimiento, y hemos desarrollado el intelecto a expensas del sentimiento. Somos como un objeto de tres patas con una pata más larga que las otras, y por lo tanto, no tenemos equilibrio. Hemos sido entrenados para ser intelectuales; nuestra educación cultiva el intelecto hasta hacerlo perspicaz, astuto, adquisitivo; y por lo tanto, desempeña el papel más importante en nuestra vida. La inteligencia es mucho más grande que el intelecto, porque es la integración de la razón y el amor, pero sólo puede haber inteligencia cuando hay autoconocimiento, el conocimiento profundo del proceso total de uno mismo.

Lo que es esencial para el ser humano ya sea joven o viejo, es vivir plenamente, integralmente, y es por eso que nuestro principal problema es el cultivo de esa inteligencia que nos da la integración. El énfasis indebido sobre cualquier parte de nuestra total naturaleza ofrece sólo una vista parcial, y por tanto deformada, de la vida; y esta deformación es la causa de la mayor parte de nuestras dificultades. Cualquier desarrollo parcial de nuestro temperamento total tiene que ser desastroso para nosotros y para la sociedad; y por eso es realmente tan importante que ataquemos los problemas humanos desde un punto de vista integral.

Ser un ente humano integrado es comprender el proceso completo de nuestra propia conciencia, tanto la oculta como la manifiesta. Esto no es posible si damos indebido énfasis al intelecto, Le atribuimos mucha importancia al cultivo de la mente, pero interiormente somos insuficientes, pobres, y estamos llenos de confusión. Este vivir en el intelecto es el camino hacia la desintegración, porque las ideas, como las creencias, no pueden nunca unir a los hombres si no es en grupos discordantes.

Mientras dependamos del pensamiento como medio de integración, tiene que haber desintegración; y entender la acción desintegrante del pensamiento, es comprender los procesos del yo, los procesos de nuestros deseos. Debemos conocer nuestro condicionamiento y sus reacciones, colectivas y personales. Es sólo cuando uno comprende totalmente las actividades del yo con sus deseos y fines contradictorios, sus esperanzas y temores, que existe una posibilidad de ir más allá del yo.

Tan sólo el amor y el recto pensar producirán la verdadera revolución, la revolución interna en nosotros mismos. ¿Pero cómo podremos tener amor? No es buscando el ideal de amor, sino cuando no exista el odio, cuando no haya avaricia, cuando el sentido del yo, que es la causa del antagonismo, llegue a su fin. Un ser humano preso en los propósitos de la explotación, de la avaricia, de la envidia, jamás podrá amar.

Si no hay amor ni recto pensar, la opresión y la crueldad irán siempre en aumento. El problema del antagonismo entre los seres humanos puede resolverse; no buscando el ideal de la paz, sino entendiendo las causas de las guerras que se hallan en nuestra actitud hacia la vida, hacia nuestros semejantes, y este entendimiento sólo puede lograrse mediante la verdadera educación. Sin un cambio de corazón, sin buena voluntad, sin la transformación interna que nace de nuestra propia comprensión, no puede haber paz ni felicidad para los seres humanos.

domingo, 14 de diciembre de 2014

El Valor de un Ser Humano

En una ocasión un discípulo le preguntó a su maestro:
¿Qué valor tiene Un Ser Humano?
Entonces el maestro colocó en su mano un diamante y le dijo:
Quiero que te acerques al bazar y vayas entrando en diferentes tiendas y preguntando qué te darían a cambio del diamante. Después vienes a reunirte conmigo y me cuentas. Pero no dejes el diamante a nadie.
El discípulo llegó al bazar y comenzó a ofrecer el diamante en diferentes tiendas, preguntando qué le ofrecían por él. Mostró la gema a su vendedor de verduras, que trás mirar el diamante, dijo:
- Te podría dar por ese diamante hasta seis kilos de patatas y dos de arroz.
Después entró en una cacharrería y tras observar la joya, el propietario dijo:
- Por este diamante te daría un barreño.
Tras entrar en una bisutería, el bisutero le dijo al ver el diamante:
- Te doy a cambio un collar de piedras semipreciosas.
Visitó luego una joyería y el dueño de la misma comentó:
- Es bastante bueno este diamante. Te doy por el diez mil rupias.
Visitó por último la mejor y más reputada joyería del bazar, y el joyero, tras examinar muy atentamente el diamante, dijo:
- Amigo mío, este diamante no tiene precio. Su valor es incalculable.
El discípulo regresó junto al maestro y le contó lo sucedido. Entonces el mentor dijo:
¿Te das cuenta, querido mío? Depende de quién haga la valoración. Para el que sabe ver y tiene sensibilidad, un ser humano no tiene precio. Su valor es incalculable.

Reflexión
Hay muchos bisuteros y muchos joyeros. Los joyeros verdaderos son aquellos que consideran toda forma de vida un diamante al que no se puede dañar, aquellos que de verdad valoran la vida humana y la respetan se tornan cooperantes.
Cuando se valora a un ser humano, surge hacia él una corriente de compasión y el deseo profundo y fecundo de que pueda ser feliz y esté libre de sufrimiento.

Ya no hay envidia por sus éxitos, sino alegría por los mismos; l
as tendencias de odio se vencen a través de la benevolencia y la comprensión, y la ira mediante la ecuanimidad y la alegría, y como señala el Dhammapada uno entiende que “la victoria engendra enemistad; los vencidos viven en infelicidad, renunciando tanto a la victoria como a la derrota; los pacíficos viven felices”.
El que valora la vida humana, aprecia la propia y la ajena, y deja de abrigar cualquier sentimiento dañino hacia uno mismo o hacia los demás.

martes, 11 de noviembre de 2014

EL COMPORTAMIENTO HUMANO

La conducta es un conjunto de actos de un hombre o un animal, exteriores y visibles para su observador. La conducta de un hombre revela, más que sus palabras, sus verdaderos pensamientos, sus propósitos y sus ideales.
En la siguiente investigación desarrollaremos varios puntos importantes sobre la conducta humana y los factores que la determinan.
Con este trabajo buscamos conocer más sobre uno de los temas más importantes de la psicología, como lo es la conducta o comportamiento de todo ser humano.
Esperamos que nuestro trabajo sea del agrado y provecho de todo lector del mismo, así como lo fue para nosotras.
LA CONDUCTA HUMANA
La mayoría de los psicólogos de hoy convienen en que el objeto propio de las ciencias psicológicas es la conducta humana.
Pero, por “Conducta humana” se entienden muchas cosas, además de poder ser enfocada desde muy diversos puntos de vista.
Conducta humana es la lucha por la vida del recién nacido prematuro.
Artistas, científicos, profesores, políticos, ejercitan la conducta humana cuando aplican sus conocimientos y destrezas a sus tareas correspondientes.
Conducta humana son las fantasías de un niño, los sueños del adolescente, las alucinaciones del alcohólico.
La conducta humana se conoce bien, pero se comprende poco.
Cuando hablamos de conducta, aludimos primeramente, a las actividades claras y evidentes observables por los demás: su caminar, hablar, testicular, su actividad cotidiana… a esta conducta se le denomina conducta evidente por ser externamente observable.
Interpretación científica de la conducta
Para hacernos cargo de cualquier problema humano debemos intentar comprender primero la conducta humana de un modo científico.
¿Que quiere decir esto?
Entender a “nivel científico” la conducta quiere decir que nos es preciso conocer los principios que la rigen.
Estos principios son tres:
Casualidad, motivación y finalidad.
Casualidad: para este principio, toda conducta es causada, obedece a una causa. Ante una situación dada nos comportamos de una manera y no de otra: según este principio debemos buscar la razón de esta unicidad del comportamiento en hechos precedentes y no en el resultado o realización del mismo.
Motivación: toda conducta esta motivada por algo.
Perseguimos siempre una finalidad en el comportamiento, y por ella cobra sentido la conducta del hombre y puede ser interpretada.
Proceso de la conducta humana
Las conductas difieren entre si porque los sujetos:

  • Se encuentran en situaciones distintas.
  • Tienen diferencias individuales,
  • Persiguen fines diferentes.

  • Es decir, que todo proceso conductual seguirá este derrotero:
    • un estimulo actuaría sobre el individuo
    • dando lugar a una conducta
    • que lleva una realización
    ¿Qué es la conducta?
    Entendemos por conducta el acto realizado como reacción ante el estimulo. Este acto incluye el pensamiento, movimientos físicos, expresión oral y facial, respuestas emocionales.
    Realización es el resultado de la conducta, e incluye el cambio en la estimulación, la supervivencia, la evasión…
    El producto de la interacción estimulo-persona es la Percepción.
    La influencia de las condiciones individuales.
    De cada uno sobre el estimulo hace que lo percibamos de manera distinta.
    Los fines pueden ser infinitos.
    A los modos constantes y generales de interpretar una situación y reaccionar ante ella se denomina actitud.
    El estudio de la conducta humana se caracteriza porque sostiene que la conducta:

  • Esta causada y, por lo tanto, para conocerla hay que analizar los hechos que la preceden.
  • Varía con la naturaleza del estímulo y debe hacerse cargo con él y de la situación en que se da;
  • Varía también con la naturaleza de la persona, debe ser analizada para ser comprendida y se debe tratar de saber de sus aptitudes, temperamento, carácter, experiencias anteriores.

  • Situaciones, diferencias individuales, hábitos, actitudes y fines son los datos fundamentales que se debe analizar científicamente, rigurosamente, para entender la conducta humana.
    La psicología tiene por objeto conocer científicamente a los seres humanos, para ello, observa su conducta o comportamiento.
    Describe las diferentes formas de la conducta, identifica cada una de estas formas y las distingue de las demás, las explica e interpreta y también aplica todo este saber organizado a los asuntos de la vida práctica.
    El hombre se expresa a sí mismo mediante actos de conducta. Si pudiéramos saber qué es lo que hace una persona y cómo lo hace, la conoceríamos bastante bien.
    Las formas de la conducta son cuatro: las actitudes corporales, los gestos, la acción y el lenguaje.
    La conducta de los seres humanos es una reacción frente a las circunstancias de la vida. Decimos que estas circunstancias constituyen estímulos para nuestras reacciones.
    La vida psíquica es activa, porque el hombre reacciona frente a las circunstancias con actitudes corporales, gestos, acciones y lenguaje. En todas estas reacciones hay diversos factores.
    • El pensar: cuando enunciamos con palabras la solución de un problema.
    • El imaginar: cuando el sujeto crea con su acción una obra de arte.
    • El percibir: cuando excita al sujeto a coger el objeto percibido.
    • El recuerdo
    • La voluntad
    • Las afecciones: cuando el sujeto es preso de una emoción violenta, actúa exaltadamente.
    La personalidad, animada por el carácter y el temperamento, es el factor global de la conducta.
    Al lado de estos factores, hay otros que son o tienden a ser de naturaleza puramente mecánica. Son los reflejos, los instintos y los hábitos.
    Los reflejos
    Los reflejos constituyen reacciones mecánicas y constantes de músculos y glándulas, frente a estímulos físicos (luz, golpe, contacto,…) químicos (el olor de los alimentos…) y aun psíquicos (una emoción violenta desencadena reacciones instantáneas de las glándulas suprarrenales).
    En los reflejos, los estímulos se convierten inmediatamente en reacciones orgánicas. Son ejemplos de reflejos: la reacción de la rótula cuando responde al estimulo físico de un ligero golpe, la reacción de los dedos del pie cuando se estiran al estímulo de un roce en la planta de nuestra extremidad inferior, la reacción de la pupila que se agranda o empequeñece según la cantidad de luz que penetra en ella; la reacción de las glándulas salivares, que segregan automáticamente mayor cantidad de saliva frente al estímulo representado por el olor de viandas sabrosas; la reacción instantánea de las glándulas sudoríparas al estimulo de una emoción de temor o de ira.
    Todas estas son reacciones mecánicas: se producen sin la intervención del yo.
    La función de los reflejos es la de contribuir a adaptar mecánicamente el organismo a su ambiente.
    Los instintos
    Los animales son muy ricos en conducta instintiva. Los seres humanos en cambio, ostentan instintos muy pobres. La conducta llamada instintiva se ha debilitado considerablemente en el hombre. Lo que el hombre tiene de común con los animales son las necesidades instintivas, es decir, impulsos a cumplir ciertos actos con los cuales está ligada la conservación de la vida.
    Podemos definir los instintos como las reacciones impulsivas destinadas a satisfacer necesidades biológicas fundamentales.
    Los instintos fundamentales del hombre son los siguientes:
    - Los instintos de conservación: impulsan al hombre a satisfacer su necesidad de alimentarse, de protegerse contra el frió y el calor excesivos, etc.…, lo impulsan a huir automáticamente, ciegamente ante los peligros, a la lucha cuando ella es inevitable para conservar la vida, etc.
    - Los instintos de reproducción: impulsan al hombre a perpetuar la especie humana.
    - Los instintos gregarios: impulsan al hombre a buscar la sociedad con otros seres humanos.
    El impulso instintivo es innato en el hombre, pero la ejecución de la conducta instintiva, destinada a satisfacer necesidades biológicas elementales, depende del ambiente social y de la personalidad del sujeto.
    Los hábitos
    Una vez que el organismo ha adquirido una habilidad motor (como caminar), ocurre que esa habilidad repte innumerables veces en actos de conducta.
    El habito es una reacción adquirida (no innata) y relativamente invariable.
    La función del habito es la de disminuir el esfuerzo de la voluntad (al caminar, no nos proponemos deliberadamente adelantar un pie luego el otro), el esfuerzo de la atención (no necesitamos poner atención ni ser conocientes de los movimientos que efectuamos al caminar) y del pensar (tampoco pensamos en lo que vamos haciendo al caminar).
    El hábito tiene de común con los reflejos y los instintos que él también tiende a mecanizar la conducta.
    Apuntes sobre la conducta
    Las bases de la conducta humana son fisiológicas y psicológicas: porque el hombre es un compuesto de cuerpo y alma. El cuerpo constituye el soma y el alma el psique. Por eso decimos que el hombre es una realidad someto-síquica. Las funciones propias del cuerpo las estudia la fisiología y las funciones propias del alma las estudia la psicología. Seria un burdo error materialista el pretender, que la, conducta humana solo depende de los fenómenos fisiológicos. Pues siendo el hombre una realidad someto-síquica la conducta del mismo depende de factores psicológicos y de factores fisiológicos.
    La realización misma de la vida de cada sujeto, no la vida biológica simple, sino la vida que realiza como miembro de un grupo social, constituye la expresión de su personalidad, hecho que se conoce con el nombre de conducta.
    La conducta es, entonces, la expresión de todas las características personales, es la manera como cada uno realiza su propia cualidad, como se manifiesta lo que es. Todo lo que la personalidad tiene de íntimo, la conducta lo tiene de externo: es la misma personalidad, pero manifiesta; es la manera de ser, mostrada al exterior. Consecuentemente, al considerar la personalidad y la conducta como hechos correlativos (pues cada manera de ser corresponde una manera de manifestarse, o mas claramente, todo ser se manifiesta), la cuestión de cómo investigar la personalidad, como peculiaridad de cada uno de los sujetos, se resuelve al considerar que, siendo la conducta la proyección de la personalidad, el estudio de aquella es el camino para el conocimiento de esta. Así, por ejemplo, el estudio de las manifestaciones de la inteligencia nos permite apreciarla en su cantidad; el conocimiento de las actitudes de los sujetos nos lleva a descubrir sus intereses, etc. El estudio de la personalidad se hace a través del estudio de la conducta.
    Claro está que, al hablar de un estudio de la personalidad a través de la conducta, nos referimos al aspecto psicológico de la personalidad, pues aunque ésta está constituida no tan solo por elementos psíquicos, sino también somáticos y funcionales, estos últimos constituyen una realidad concreta que se puede apreciar directamente, como el peso, la estatura, el rigor, las agudezas sensoriales, etc. El estudio de la conducta nos proporciona pues, el conocimiento de algunos rasgos psicológicos de la personalidad.
    La motivación de la conducta
    En términos generales, tanto los animales como los seres humanos entran en actividades movidas por algún resorte. La vida es un proceso de interacción constante entre el ser y el medio en que vive. Toda conducta está, pues, determinada por dos clases de factores: externos unos, como los estímulos o situaciones externas, e internos otros, como la condición en que se encuentran los órganos y tejidos del ser vivo en un momento dado.
    Otros resortes de la conducta humana
    Estudiar los resortes de la conducta animal es bastante fácil, y se ha hecho en los laboratorios de psicología con notables resultados. Pero la conducta humana es enormemente mas complicada que la conducta animal. Además de los imperativos fisiológicos, y por sobre ellos, el hombre es también movido por incentivos morales y sociales. Así, por ejemplo, el deseo de obtener la admiración y el respeto de sus conciudadanos, la ambición de conquistar fama y gloria, los sentimientos de honor, de justicia, etc., actúan a menudo como potentes resortes de la acción humana.
    Los seres humanos se ven colocados frecuentemente en situaciones muy complejas, en que intervienen muchos de esos resortes de la acción, a veces incompatibles entre si, son situaciones de conflicto.
    Factores que intervienen en la conducta humana
    Entre los factores que intervienen en la conducta humana, aparecen dos básicos, que son:

  • Los Factores biológicos
  • Los factores ambientales y de socialización

  • Factores Biológicos:
    Entre todas las posibilidades genéticas de dos, cada ser humano que nace hace su propia combinación de genes los cuales influyen en el desarrollo biológico y determina en parte la conducta. A ese elemento lo llamamos genotipo.
    Sobre esta estructura genética actúan otros factores como son los externos (alimentación, medicinas ingeridas durante el embarazo, estados emocionales durante este periodo, cómo aconteció el parto, etc.). A la unión de estos factores se les denomina fenotipo.
    Factores Ambientales y de Socialización:
    El medio ambiente es todo lo que nos rodea y todos los elementos ambientales son necesarios para el desarrollo físico e intelectual normal. La socialización se refiere a los modelos de conducta que adoptamos en los grupos, como son: la familia, la escuela, los amigos, etc.
    Conclusión
    La conducta humana viene dada por reacciones adaptativas a los estímulos ambientales. La psicología estudia la conducta del hombre a partir de la observación de su comportamiento y de sus condiciones.
    En la conducta humana existen factores influyentes, como son los factores biológicos y los factores ambientales o de socialización, estos últimos refiriéndose a la influencia de la familia, los amigos y la sociedad en el comportamiento de todo individuo.


    Aprovecha lo que tienes

    Cuánto tienes a tu alcance para hacer algo no es ni por asomo tan importante como lo que decidas hacer con ello. Muchísima gente que se volv...