jueves, 8 de mayo de 2014

El Hilo Rojo



El Hilo Rojo es una leyenda anónima de origen japonés, que dice que entre dos o más personas que están destinadas a tener un lazo afectivo existe un “hilo rojo”, que viene con ellas desde su nacimiento. El hilo existe independientemente del momento de sus vidas en el que las personas vayan a conocerse y no puede romperse en ningún caso, aunque a veces pueda estar más o menos tenso, pero es, siempre, una muestra del vínculo que existe entre ellas.
El texto literal viene a decir: Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper.

viernes, 4 de abril de 2014

Caminar por la vida

En un remoto lugar existió una vez un hombre tan pobre que no tenía otro bien más que el tiempo que Dios le había concedido para vivir.
Pero aún así no quería perder lo único que tenía, sino aprovecharlo y hacer de ello algo mucho más grande y valioso de lo que ya era de por sí.
Entonces decidió construir una casa, una casa que pudiera darle cobijo a él y que, a su muerte, pudiera servir para que otra persona tan pobre como él también encontrara cobijo.
Pero como no tenía nada, comenzó a recoger todo lo que se iba encontrando abandonado para, con esos pobres materiales, construir su obra: piedras, maderas, latas, cristales… cosas a las que nadie le encontraba utilidad alguna. Y así, sin prisas pero sin pausa, se puso a construir la obra, su obra, la que daría sentido a su existencia.
Después de muchos años de duro trabajo, un buen día, por fin, consiguió rematar su obra. Pero cuando colocó la última pieza, cayó desvanecido… y murió.
Muchos años más tarde, otra persona acertó a pasar por aquella zona del bosque donde todavía se alzaba la casa que aquel hombre construyó con sus manos y con piezas de muy diversos materiales que había recopilado a lo largo de toda su vida. Y al contemplar su extraño aspecto, se quedó mirándola fijamente, cautivado por las extrañas sensaciones que aquella construcción parecía emitir.
Aquel lugar era la imagen de una vida construida pieza a pieza, paso a paso, golpe a golpe, un lugar que acumulaba la experiencia de toda una existencia, pero no de una vida perdida y malgastada, sino de un tiempo aprovechado para hacer algo útil.
Porque no hay otra razón para existir que construir algo útil con todo lo que nos vamos encontrando y con lo que nos va sucediendo a la largo de nuestro caminar por la vida, algo que pueda sernos útil a nosotros, y también a los que vienen detrás de nosotros.
Pero sobre todo, algo que nos sirva para no presentarnos con las manos vacías cuando hayamos de rendir cuentas ante el Padre de cómo y en qué hemos gastado el tiempo que nos regaló para vivir.
Sentado ante aquella extraña construcción, el viajero pensó que la vida de cada uno de nosotros es como aquella casa, algo que cada uno construye con pedazos de todo lo vivido.

Conciencia sin fronteras

Absolutamente todo lo que vivimos en nuestra realidad cotidiana tiene la característica fundamental de que es transitorio. Esto es aparentemente contradictorio con el impulso presente en todo ser humano de buscar la felicidad absoluta y permanente. Todos anhelamos ese estado de paz, gozo y plenitud. Nuestra vida no es sino una constante carrera a ciegas tras de ese estado. En un vano intento, depositamos nuestras esperanzas en diferentes objetos: La persona ideal con la que compartir nuestra vida, un trabajo o actividad que nos haga sentir “realizados”, conseguir prestigio, reconocimiento, riqueza, poder; entregarnos a actividades filantrópicas y altruistas…
Sea como sea, ese estado anhelado nunca llega a lograrse por esas vías. Si en alguna ocasión nos ha parecido que lo hemos alcanzado, más tarde hemos tenido que vivir el doloroso proceso de perderlo. O nunca llegó, o se ha eclipsado como un espejismo.
En algunas personas esta comprobación da paso a un sentimiento de derrota y pesimismo y a la convicción de que ese estado de felicidad anhelado es ilusorio. A partir de ahí, se entregan a una actitud nihilista y una vida gris y rutinaria mientras intentan tapar con subterfugios el vacío interior que se abre en ellos.
Otra respuesta es la de buscar refugio en la religión, pensar que esta vida no es más que “un valle de lágrimas” y esperar resignadamente a la muerte.
Existe también una vía más desesperada por la que se intenta acallar ese vacío a través de todo tipo de estímulos intensos para los sentidos.
Sin embargo, es posible que a lo largo de tu vida te hayas ido percatando de que la plenitud, el gozo, la paz, no dependen tanto de lo que nos suceda en el mundo, como de nuestra forma de estar ante las experiencias. Quizás hayas vivido ya como en idénticas circunstancias las reacciones y los estados que las acompañaban fueron diametralmente opuestos. Seguro que recuerdas alguno de esos instantes de “gracia” en los que sin necesidad de ninguna gratificación externa, ha surgido un estado de felicidad absoluta. Incluso puede ser que hayas tenido la experiencia de haber vivido situaciones de extrema dificultad y contemplar con asombro como en medio del sufrimiento se habría en ti un oasis de paz.
Es en esas circunstancias cuando nos damos cuenta de que la fuente de donde mana eso que tanto anhelamos no se haya en parte alguna más que en nuestro interior. Nada de este mundo nos puede dar la felicidad pues la felicidad proviene de nosotros.
Es a partir del reconocimiento de este hecho cuando podemos iniciar el camino para aprender a acceder a ese estado de plenitud, gozo y paz, e ir incluso más allá hasta llegar a descubrir su origen. Entonces habremos iniciado el recorrido hacia nuestra verdadera identidad; hacia nuestro verdadero origen. Habremos iniciado la vía espiritual.

Para qué sirve un minuto?

Un minuto sirve para sonreír.
Sonreír para el otro, para tí y para la vida.
Un minuto sirve para ver el camino, admirar una flor, sentir el perfume de la flor, sentir el césped mojado, percibir la transparencia del agua.
Se requiere apenas de un minuto para evaluar la inmensidad del infinito, aunque sin poder entenderlo.
Un minuto apenas para escuchar el canto de los pájaros.
Un minuto sirve para oír el silencio, o comenzar una canción.
Es en un minuto en que uno dice el “sí” o el “no” que cambiará toda su vida.
Un minuto para un apretón de mano y conquistar un nuevo amigo.
Un minuto para sentir la responsabilidad pesar en los hombros, la tristeza de la derrota, la amargura de la incertidumbre, el hielo de la soledad, la ansiedad de la espera, la marca de la decepción, la alegría de la victoria.
En un minuto se puede amar, buscar, compartir, perdonar, esperar, crer, vencer y ser.
En un simple minuto se puede salvar una vida.
Tan sólo un minuto para incentivar a alguien o desanimarlo.
Un minuto para comenzar la reconstrucción de un hogar o de una vida.
Basta un minuto de atención para hacer feliz a un hijo, un padre, un amigo, un alumno, un profesor, un semejante.
Solo un minuto para entender que la eternidad está hecha de minutos.
De todos los minutos bien vividos.
Un minuto… Cuántas veces los dejamos pasar sin darnos cuenta… pero también cuántas veces traemos a nuestras vidas los recuerdos de los minutos vividos llenos de felicidad, de alegría y también de tristezas.
Decimos “un minuto” y nos parece nada.
Pero cómo se aprecia ese minuto al levantar la mano y saludar a un amigo que se va para siempre, cómo se valora ese minuto que hace que lleguemos tarde a nuestros trabajos, cómo se espera ese minuto que nos lleva a reunirnos con los que amamos, cómo nos llena de emoción ese minuto en que nos entregan a nuestro hijo al nacer, y cómo también deseamos que la vida le otorgue más minutos a quien la muerte separará físicamente de nosotros y no veremos más.
Un minuto… parece increíble… parece tan poquito y sin embargo puede dejar una huella tan profunda en nuestra vida.
Lo importante es no vivir la vida porque sí, dejando pasar el tiempo.
Alguien alguna vez dijo: “Vive cada minuto como si fuera el último”.
Si todos recordáramos esa frase a diario aprenderíamos a vivir la vida intensamente.
Aprenderíamos a no posponer las emociones más lindas de la vida pensando que “si no es hoy será mañana”.
Tu tiempo es ahora… el futuro es incierto…
Vive cada minuto intensamente.
La vida es Hoy… Que el reloj de tu vida marque cada minuto al compás de los latidos de tu corazón.

miércoles, 2 de abril de 2014

“YA NO HAY TIEMPO”

El hombre se hace viejo muy pronto y sabio demasiado tarde


Una vez había ……
Un hombre subía cada día el autobús para ir al trabajo
Una parada después, una anciana subía al autobús y se sentaba al lado de la ventana
La anciana abría una bolsa y durante todo el trayecto,
iba tirando algo por la ventana,
Siempre hacía lo mismo y un día, intrigado, el hombre
le preguntó que era lo que tiraba por la ventana.
- ¡Son semillas! – le dijo la anciana .
- ¿Semillas? ¿Semillas de qué?
- De flores Es que miro afuera y está todo tan vacío…
Me gustaría poder viajar viendo flores durante todo el
camino. ¿Verdad que sería bonito?
Pero las semillas caen encima del asfalto,
las aplastan los coches, se las comen los pájaros…
¿Cree que sus semillas germinarán al lado del camino?
Seguro que sí. Aunque algunas se pierdan,
alguna acabará en la cuneta
y, con el tiempo, brotará.
- Pero…Tardarán en crecer, necesitan agua …
- Yo hago lo que puedo hacer. ¡Ya vendrán los días de lluvia!
La anciana siguió con su trabajo …
Y el hombre bajó del autobús para ir a trabajar,
pensando que la anciana había perdido un poco la cabeza .
Unos meses después…
Yendo al trabajo, el hombre, al mirar por la ventana,
vió todo el camino lleno de flores…
¡Todo lo que veía era un colorido y florido paisaje!
Se acordó de la anciana, pero hacía días que no la había visto. Preguntó al conductor :
¿La anciana de las semillas?
Pues, ya hace un mes que murió.
El hombre volvió a su asiento y siguió mirando el paisaje.
«Las flores han brotado, se dijo,
pero ¿de que le ha servido su trabajo?
No ha podido ver su obra».
De repente, oyó la risa de un niño pequeño.
Una niña señalaba entusiasmada las flores…
- ¡Mira, padre! ¡Mira cuantas flores!
¿Verdad que no hace falta explicar mucho
el sentido de esta historía?
La anciana de nuestra historia había hecho su trabajo, y dejo su herencia a todos los que la pudieran recibir, a todos los que pudieran contemplarla y ser más felices.
Dicen que aquel hombre, desde aquel día,
hace el viaje de casa al trabajo
con una bolsa de semillas que…
Esta presentación, está dedicada a todos aquellos maestros, educadores, profesionales de la enseñanza,
que, hoy, más que nunca,
no pueden ver como crecen las semillas plantadas,
las esperanzas sembradas en el corazón, sobretodo,
de los adolescentes que llenan sus clases.
Y como los padres son, o deberían ser,
los grandes educadores,
también está dedicada a ellos.
Porque… Educar es enseñar caminos.
Con el tiempo…
…aprendes que estar con alguien porque te ofrece un buen futuro significa que tarde o temprano querras volver a tu pasado…
Con el tiempo…
…te das cuenta que casarse sólo porque “te estas quedando” es una clara advertencia de que tu matrimonio será en fracaso…
Con el tiempo…
…comprendes que sólo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas…
Con el tiempo…
…te das cuenta de que si estas al lado de esa persona solo por acompañar tu soledad, irremediablemente acabarás deseando no volver a verla…
Con el tiempo…
…te das cuenta de que los amigos verdaderos valen mucho más que cualquier cantidad de dinero…
Con el tiempo…
…entiendes que los verdaderos amigos son contados, y que el que no lucha por ellos tarde o temprano se verá rodeado sólo de amistades falsas…
Con el tiempo…
…aprendes que las palabras dichas en un momento de ira pueden seguir lastimando a quien heriste, durante toda la vida…
Con el tiempo…
…aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es sólo de almas grandes…
Con el tiempo…
…comprendes que si has herido a un amigo duramente, muy probablemente la amistad jamás volverá a ser igual…
Con el tiempo…
…te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona, es irrepetible…
Con el tiempo…
…te das cuenta de que el que humilla o desprecia a un ser humano, tarde o temprano sufrirá las mismas humillaciones o desprecios multiplicados…
Con el tiempo…
…aprendes a construir todos tus caminos en el hoy, porque el terreno del mañana, es demasiado incierto para hacer planes…
Con el tiempo…
…comprendes que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen ocasionará que al final no sean como esperabas…
Con el tiempo…
…te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante…
Con el tiempo…
…aprenderás que intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser amigo…
ante una tumba…
…ya no tiene ningún sentido…
Pero des afortunadamente…
…sólo con el tiempo…
…y como hoy es tiempo…
Y recuerda estas palabras:
“El hombre se hace viejo muy pronto y sabio demasiado tarde”.
…Justamente cuando:
“YA NO HAY TIEMPO”

martes, 4 de marzo de 2014

URGENTE......

Urgente…
es una palabra con la que vivimos día a día en nuestra agitada vida y a la cual le hemos perdido ya todo significado de premura y prioridad.
Urgente…
es ya, un ritmo de vida… una forma de “pasar” la vida.
Urgente…
es la manera mas pobre de vivir sobre este mundo, porque el día que nos vamos, dejamos pendientes las cosas que verdaderamente fueron urgentes.
Urgente…
es que hagas un alto en tu ajetreada vida y por un instante te veas y te preguntes: ¿qué significado tiene todo esto que hago?.
Urgente…
es que te detengas y veas… cuan grande eres!.
Urgente…
es que cuando camines por la calle, levantes la vista, voltees y mires a tu alrededor; observa el cielo, los árboles, las aves…¡a la gente!.
Urgente…
es que seamos más humanos… más hermanos!.
Urgente…
es que sepamos valorar el tiempo que nos pide un niño.
Urgente…
es que una mañana, te levantes temprano y veas salir el sol, siente su calor y dale gracias a dios por tan grande regalo.
Urgente….
es que te sientas vivo en cuerpo y alma!… que veas tus brazos, tus piernas, tu cuerpo, tu inteligencia, y de verdad? ¡vibres con la vida!.
Urgente…
es que te tomes un instante en tu trabajo, salgas y respires profundo; y sientas como el aire llena tus pulmones… estas vivo!.
Urgente…
es que le digas a la gente que la quieres, cuanto la amas hoy, no esperes hasta mañana.
Urgente…
es que no se te vaya la vida en un soplo y que cuando mires atrás, seas ya un anciano, que no puede echar el tiempo atrás, que todo lo hizo.
Urgente; fue un gran empresario; que lleno su agenda de “urgencias, citas y proyectos”
pero después de todo… se le olvidó….vivir

Un Compañero Para Toda La Vida

1- Elige a alguien como si fueras ciego.

Cierra los ojos y observa qué puedes sentir de esa persona, de su gentileza, su lealtad, su comprensión, su devoción, su habilidad para ocuparse de ti, su habilidad para cuidar de sí mismo como un ser independiente. En nuestra cultura nos basamos mucho en lo que vemos con nuestros ojos externos. Pero cuando miramos al objeto de nuestro amor, es mucho más importante lo que vemos con los ojos cerrados.

2- Elige a alguien que tenga la habilidad de aprender.
Si hay algo que verdaderamente hace diferencia entre un amante para toda la vida y uno fugaz, es una persona que tenga la habilidad de aprender. Dice el refrán “el ignorante es poco tolerante”. Aquellos que no pueden aprender cosas nuevas, ver las cosas a la luz de lo nuevo, ser curiosos acerca del mundo y de cómo funcionan las cosas o las personas, a menudo se cierran y dicen. “No, esto tiene que ser así, de este modo” y para una relación de toda la vida es mejor estar con alguien que se abra y se cierre aprendiendo y evolucionando.
3- Elige a alguien que quiera ser como tú, fuerte y sensible a la vez.
Para no confundir el significado de estas palabras, no relacionarlas con la rigidez y la fragilidad. La fuerza en el sentido en que es fuerte un árbol: pueden soplar fuertes vientos pero se sostendrá porque es flexible y se moverá para adelante y para atrás con el viento. Y en cuando a la sensibilidad, estoy hablando de ver, estar alerta a las cosas que están alrededor de uno. Algunas personas pueden necesitar una pequeña ayuda en esto, pero a menudo en algún en algún lugar profundo en su mente, o en su corazón, ya están despiertos y alerta a todas estas cosas, si bien no saben cómo articularlas. Y es por eso que el número 2 es tan importante: la habilidad para aprender. Puedes tener todas las posibilidades, todas las potencialidades del mundo para ser amable, amoroso, devoto, bueno y el mejor amante conocido del género humano pero si no puedes aprender a desarrollar ese potencial. ¡Entonces no sirve de nada!
4- Elige a alguien que cuando lo hieras, sienta dolor y te lo muestre.
Y viceversa… elige a alguien que cuando te hiera, vea tu dolor y lo registre. Esto es muy importante. Hay muchos modos en que la gente muestra el dolor. A veces reclamando es una de las cosas que hacen las personas más extrovertidas. Reclaman, se vuelven locos… pero es su propia expresión de dolor. Lo peor es cuando le haces a tu compañero algo que no es amable, o que es impensado y él no muestra reacción. Como si no se permitiera a sí mismo mostrarse verdaderamente humano en tu presencia. Pasamos por muchas relaciones o unas cuantas, antes de encontrar a alguien con quien querríamos pasar nuestra vida. Sentimos las heridas en tantas relaciones que empezaban con grandes esperanzas pero que terminaban con fallas y accidentes. Por otro lado, te vas a encontrar con otro que no está intacto, que también está herido de algún modo. Como resultado de esto es que la habilidad de tu compañero de mostrar su dolor es tan importante como su habilidad para percibir tu dolor. ¡Es muy importante! Porque por naturaleza de las relaciones hay momentos de tensión en que presionamos o hicimos algo que lastimó al otro y esto no puede ser evitado completamente, pero no debe ser la misma herida una y otra vez. La gente tiene que aprender cada vez. Puede que alguien haya acumulado enojo y sufrimiento, heridas de los amantes anteriores, y haya adquirido así la habilidad de herir al nuevo amante y hasta ser desbordado por el deseo de herirlo. Entonces debe ser capaz de parar, de detenerse cuando ve el dolor en la otra persona.
5- Elige a una persona que tenga una vida interior.
Trabajando, dibujando, escribiendo, a través de la meditación, la religión, algo que ame. Elige a una persona que esté en viaje y te vea como a un compañero de camino, un compañero de viaje. La habilidad para estar completamente con el otro y al mismo tiempo enteramente separado es muy importante. Las relaciones son cíclicas y hay momentos para estar muy cerca el uno del otro y otros momentos para apartarse.
6- Elige a alguien que tenga pasiones similares a las tuyas en la vida.
Una relación construye una memoria. Estas memorias, lo compartido, son el “pegamento” lo que une la relación. Por el placer que es recordar buenos tiempos juntos, pero también los tiempos duros. Si no hay nada que verdaderamente disfruten juntos, es muy difícil pasar estos tiempos con el otro. Aun cuando cada uno pueda ser muy distinto del otro y hacer cosas muy diferentes, tiene que haber algo, algo tan simple como descansar juntos en la bañera o secarse juntos el pelo al sol, o dar vuelta a la manzana cada noche, o cualquier cosa de estas muy simple… sé que estarás pensando, cepillarse juntos los dientes a la mañana… Si, poco más que esto.
7- Elige a alguien que tenga valores similares.
En cuanto a tener hijos, al nacimiento de los niños, la familia, roles de hombres y mujeres y las ideas acerca del dinero y la religión. Tal vez todas estas cosas juntas son el ideal y no las puedas encontrar todas sobre todo al principio de la relación, pero puedes tener esto en cuenta. Elegir a alguien que tenga valores similares tiene que ver con disminuir las fricciones en la relación y estas cosas deben sintonizarse si ha verdadero compromiso. Esta sintonía debe darse también en un nivel pragmático y cuando se da en estos niveles prácticos en más fácil que pueda darse en otros niveles más sutiles.
8- Elige a alguien compasivo, a alguien que sea capaz de escuchar, a alguien que te dé tiempo.
Particularmente si eres una persona impulsiva, al tener un compañero que no sea tan impulsivo como tú, eventualmente hallarás cierta lentitud que será buena para ti. También alguien que sea un poco lento, al estar con un compañero que sea bien distinto se acelerará un poco. Y podrán después de un tiempo hallar un ritmo propio de la relación. A veces las personas tienen que estar ocho o nueve años hasta tener este ritmo completamente desarrollado. Lleva tiempo construir un milagro… no un milagro porque estén juntos sino por la fuerza que hay en el centro de una relación por la profunda guía del amor.
9- Elige a alguien que se pueda reír de sí mismo.
Poder hacer un chiste y reír de la situación y de sí mismo es muy importante. Pero supongamos que no tienes un compañero muy chistoso, elige a alguien que pueda parar una discusión y aprender a reírse de la situación (vuelve al punto 2, alguien que tenga habilidad para aprender)
10- Elige a alguien a quien puedas tolerarle las fallas y características.
En los momentos de tensión y cansancio, las cosas que más te atraerían de un compañero, las cosas más encantadoras, serían las que después te volvería loca… Así que no pienses que podrías vivir con alguien que tiene cosas que realmente molesta a las otras personas y que para ti no son importantes porque él o ella las está haciendo y él o ella es tu amante. Hay algunas cosas que son intolerables en cualquier relación sea el matrimonio o las sociedades y los negocios. Tales como el alcoholismo, el abuso sexual, el juego, las actividades criminales, Una persona que no dice la verdad, una persona que no te puede mirar a la cara, una persona por la que no podrías dar fe, una persona que puede hacer cualquier cosa por tapar sus errores. Todo eso sería construir una relación en un terreno inseguro.
11- Ser amigos y no-solo amantes.
Y no es solo que digas “si yo sé lo que eso significa, significa que me guste y que lo ame” Significa más que eso y un modo de juzgarlo es pensar. ¿Harías por tu pareja lo que estás dispuesta a hacer por tu mejor amigo? ¿Estás dispuesta a escucharlo, estás dispuesta a hablar de las cosas de las que él tiene ganas de hablar, a prestar atención a los detalles de lo que dice o tiene ganas de hacer? Esto no significa que tengan que estar cuidándose el uno al otro siempre y para siempre, pero sobre ciertas bases y en algunos detalles por cierto que deben hacerlo. Entonces cuando pienses en lo que harías por tu mejor amigo y en lo que harías por tu amante, las cosas se aclararán para ti.
12- Elije a alguien que haga tu vida más grande y no más pequeña.

MUERE LENTAMENTE QUIEN.....

Muere lentamente quien no viaja,
quien no lee, quien no escucha música,
quien no halla encanto en si mismo.
Muere lentamente quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.
Muere lentamente quien se transforma en esclavo del habito, repitiendo todos los días los mismos senderos,
quien no cambia de rutina,
no se arriesga a vestir un nuevo color
o no conversa con desconocidos.
Muere lentamente quien evita una pasión
Y su remolino de emociones,
Aquellas que rescatan el brillo en los ojos
y los corazones decaidos.
Muere lentamente quien no cambia de vida cuando está insatisfecho con su trabajo o su amor,
Quien no arriesga lo seguro por lo incierto
para ir detrás de un sueño,
quien no se permite al menos una vez en la vida huir de los consejos sensatos…
¡Vive hoy! – ¡Haz hoy!
¡Ariesga hoy!
¡No te dejes morir lentamente!
¡No te olvides de ser feliz
!

viernes, 24 de enero de 2014

La autenticidad nuestra verdadera naturaleza

¿Qué es la autenticidad? ¿Es posible hoy en día, en las condiciones en las que vivimos, alcanzar ese estado de autenticidad?

La autenticidad es ser realmente uno mismo y del todo en cada situación. Esto parece que define ya la autenticidad, pero todavía falta esclarecer qué significa realmente ser uno mismo y del todo.
CARACTERÍSTICAS DE LA AUTENTICIDAD
La autenticidad es una respuesta inmediata, directa, inteligente, sencilla, ante cada situación. Es una respuesta que se produce instantáneamente desde lo más profundo del ser, una respuesta que es completa en sí misma, y que, por lo tanto, no deja residuo, no deja energía por solucionar, no deja emociones o aspectos por resolver. Es algo que, por el hecho de ser acción total, una acción en que la persona lo expresa y lo da todo, liquida la situación en el mismo instante.
La autenticidad es la sencillez. Es lo más sencillo que hay, porque es lo que surge después de que se ha eliminado lo complejo, lo compuesto, lo adquirido.
La autenticidad es la expresión más genuina de la libertad interior, libertad ésta que está en oposición a todo condicionamiento, que es la expresión directa de nuestro ser más profundo, podríamos decir más primario.
Otro aspecto de la autenticidad es que proporciona la evidencia, la certeza, la claridad, en cada momento, para valorar toda situación. En realidad, la situación implica, ya en sí misma, nuestra respuesta, porque la situación y nuestra respuesta no son dos cosas distintas, sino que constituyen una sola cosa. Esto solamente es posible verlo cuando la mente no está dividida, cuando la mente no separa al sujeto del objeto, cuando la mente está abierta y percibe, en un solo campo de visión, todo lo que está sucediendo en aquel instante, lo que acontece en uno como sujeto, como perceptor y reactor, y lo que está ocurriendo en el exterior como estímulo, como reactivo; todo es y forma un único campo.
Esta libertad interior se traduce en una disponibilidad. Disponibilidad significa que la persona no está encerrada dentro de una línea, de una estructura prefijada, que no tiene que hacer un esfuerzo para trasladarse de una estructura a otra. La autenticidad es ser y estar en el Centro, por lo tanto en el punto óptimo para encaminarse en cualquier dirección. La autenticidad es, al mismo tiempo, una experiencia constante de satisfacción, de gozo, de felicidad, porque se está viviendo ese contenido profundo, ese contenido de plenitud.
¿Cómo vivimos la autenticidad?
Todo esto parece un poco algo así como un sueño, en unos tiempos en que estamos viviendo en un mundo lleno de reglamentos, lleno de obligaciones. Hoy casi no se conoce la autenticidad, e incluso sabemos que no es posible o tal vez deseable esa autenticidad. Desde jóvenes se nos ha educado, no tratando de que nosotros descubriéramos lo que somos en nosotros mismos, sino valorándonos siempre en función de nuestras actividades, de nuestro rendimiento, siempre en comparación con los demás. Tanto es así que prácticamente éste parece, a simple vista, el único modo de conocernos: yo soy bastante honrado (bastante es un término comparativo); yo soy muy activo, yo soy más rico, yo soy muy emprendedor. Más, menos, es decir, siempre en relación con algo. En todo momento nos estamos definiendo respecto a los demás. Se nos ha dicho que un ser humano vale lo que es capaz de hacer, vale el valor que se le da, y, como este valor depende de su éxito, de su prestigio, de su valoración social, esto ha hecho que nosotros, desde pequeñitos, nos apoyemos en querer que los demás nos juzguen bien, nos valoren, en que estemos siempre pendientes de estos esquemas de valoración social.
Y, así, organizamos nuestra conducta, nuestros valores, y estimamos a las personas según que nos valoren, que nos reconozcan más o menos. Estamos viviendo en virtud de una valoración comparativa constante. Nunca se nos ha valorado, nunca se nos ha educado para que nosotros tratemos de descubrir qué somos nosotros mismos, en nosotros mismos, por nosotros mismos.
De este modo, nos sentimos satisfechos cuando nuestro valor queda afirmado, confirmado, aceptado o reconocido por los demás, y nos sentimos insatisfechos cuando no se nos reconoce, cuando se nos critica. Tanto es así que, si unos nos valoran y otros nos critican, llega un momento en que no sabemos si valemos o no; estamos a merced de nuestra cotización social.
Y esta necesidad de aparecer de un modo, para merecer unos juicios determinados, nos aleja cada vez más de nuestra posibilidad de ser. Hemos de cuidar las apariencias ante los demás y ante nosotros mismos.
Cuando uno hace algo que va en contra de su valoración exterior, uno mismo se siente indispuesto, uno mismo se siente deprimido. Estamos tan pendientes de esta valoración que hemos hecho de nosotros mismos, del yo triunfante, del yo victorioso que, cuando algo de nuestra experiencia contradice esa valoración, nos sentimos disminuidos; vivimos más en nuestra idea que en la experiencia genuina que podamos tener de lo que uno realmente es. Hemos trasladado nuestra vida desde un plano vivencial directo a un plano de interpretación intelectual constante. De este modo estamos edificando un sistema de valores completamente falso, completamente artificial, que nos aleja de nosotros mismos.
Se ha llegado a decir que esto es inevitable, que esto es lo normal, lo natural, y que las cosas son de este modo y hay que seguir el juego y nada más.
Nuestra verdadera naturaleza.
¿Cuál es la fuente, cuál es el fundamento, para que nosotros tratemos de ser auténticos, o es que acaso somos la suma de las cosas que han ido entrando en nosotros, es de­cir, un producto del ambiente?
Nosotros, en nuestra esencia más profunda, no somos nada de lo que viene del exterior. En nuestro interior se encuentra esa capacidad de vivir, esa capacidad de crecer, de existir, y utilizar los datos, los hechos, para desplegar esta capacidad que hay en nosotros.
Vamos asimilando nuestra capacidad a través del desarrollo de nuestra potencia interior, a través de unas experiencias y unos hechos, y así transformamos un compuesto que está constituido de nues­tra capacidad y potencialidad real, más una serie de aspectos formales, de datos, de hechos, de modos de conducta, que hemos asimilado del exterior. Del interior surge la fuerza, el potencial; del exterior viene la forma, los datos. Pero no hemos de confundirnos con estos datos, no hemos de confundirnos con ese compuesto.
Con­siderando la personalidad de un modo global, sí somos ese compuesto, ese producto, en tanto que personalidad glo­bal. Pero, si tratamos de buscar lo que es nuestra verdad genuina, lo que nosotros queremos decir cuando decimos “yo”, entonces nos daremos cuenta de que esos compuestos son variables, y que hay una noción de identidad que no depende de los compuestos, sino que es permanente. En todo ser humano hay algo genuino detrás de esos procesos de asimilación, detrás de sus propias operaciones vitales, afectivas y mentales, que le está diciendo que “es” en tanto que sujeto que está viviendo, que está asimilando, que está creciendo, que se está actualizando.
Este “yo” es la fuente de donde surge toda nuestra capacidad energética, toda nuestra energía vital, toda nuestra fuerza moral. Nuestra vida es un despegamiento progresivo de esa fuerza que hay dentro, y lo exterior no es otra cosa que un medio para que esa fuerza se actualice, se ponga en acción, se convierta en experiencia completa.
La vida no es una incorporación de fuera hacia dentro, sino, sobre todo, un despegamiento de dentro hacia fuera. Esto podemos comprobarlo, porque si este despegamiento de dentro hacia fuera fracasa, por más que se produzcan elementos y situaciones exteriores, no tiene lugar la respuesta del ser vivo. Un ser vivo se caracteriza por este principio “centrífugo”, por este principio de crecimiento que tiende a extenderse siempre a partir del núcleo.
Nuestro “yo” es la fuente de toda capacidad de conciencia, de conocimiento. Todo lo que uno es capaz de comprender, de entender, no le viene producido por el exterior. El exterior nos da los datos, nos presenta los hechos, pero la capacidad de comprender la verdad que pueda haber allí es siempre un proceso interno que surge de lo más profundo de uno mismo; y significa una actualización de la inteligencia.
No hemos de confundir la inteligencia con las formas ya complejas, compuestas, que produce esa inteligencia al asimilar unos datos concretos. El hecho de comprender, el hecho de entender, viene de una capacidad interior. Por lo tanto, todo lo que somos capaces de llegar a comprender en condiciones óptimas surge de este mismo ”yo” central. Nuestra inteligencia está dentro y necesita solamente unos estímulos, unos medios, para irse actualizando. También el “Yo” central es la fuente de toda nuestra capacidad de goce, de satisfacción, de alegría, de paz, de felicidad. Todo esto no es algo que nos dé el exterior, aunque nosotros lo creamos así y, en virtud de esta creencia, luchemos por unos beneficios exteriores y nos sintamos desgraciados cuando estos beneficios se frustran.
Creemos que la felicidad nos vendrá en consecuencia del éxito, de la correspondencia en el amor, de la obtención de un cargo determinado, de lo que sea, siempre del exterior. No obstante, es muy claro que toda nuestra capacidad de goce surge solamente cuando algo dentro de nosotros contesta a algo externo. Es nuestra respuesta interior la que produce el goce; el exterior lo provoca, lo despierta, lo estimula, pero no lo produce.
Los seres humanos acostumbramos confundir esto, porque nos sentimos felices cuando tenemos una ventaja más; creemos que la felicidad nos la proporciona esta nueva ventaja. Y no es cierto; no hay un nexo necesario de causa y efecto. La prueba de ello está en que muchas personas poseen ventajas iguales o mucho mayores y no son por ello felices. No es la cosa lo que da la felicidad; la cosa sirve de reactivo para que algo en nuestro interior responda. Siempre es nuestra respuesta interior lo que produce el estado de felicidad.
Debemos entender que, al hablar de este “yo”, no estamos hablando de una entelequia, de algo sin insubstancialidad, sino de algo que es la fuente de todo lo que estamos valorando en nuestra vida concreta. Se trata de un potencial extraordinario, fantástico, fabuloso.
La autenticidad no es nada más ni nada menos que el aprender a tomar contacto con esa Realidad Central, con este “yo” central, con esta fuente de la que estamos hablando, para poderla expresar en todo momento con inteligencia, de acuerdo a cada situación. Cuando en un ser humano se produce esta conexión con su centro, y puede entonces responder directamente desde allí, es el momento en que la respuesta es auténtica, es lo suyo, es lo más verdadero que hay en él, lo más completo, lo más total. En ese momento es cuando uno es realmente auténtico.
Una expresión total.
La autenticidad lleva a un descubrimiento pleno de la naturaleza de uno mismo. Pero la persona que vive únicamente vertida hacia un modo corriente de vivir, difícilmente puede llegar a esto. Solamente puede llegar a realizar esta autenticidad aquella persona que tiene una absoluta necesidad de ella, aquélla para la que es absolutamen­te preciso llegar a vivir su propia Verdad Central, aquella persona para la que esto es lo más importante, más importante que su personaje social, más importante que el llegar a triunfar en cualquier circunstancia de la vida. Cuando esta persona descubre que aquí está la base de toda realidad, que en esto está el sentido, que esto es lo único que puede dar realmente sentido a nuestra existencia, entonces puede estar dispuesto a pagar el precio, la entrega, el trabajo necesario para esta Realización Central.
En segundo lugar, la persona necesita situarse en un am­biente especial, salirse temporalmente de la vida usual, según la propia necesidad, du­rante algunos días “especiales”, durante horas, durante cuartos de hora, hacer pequeños pa­réntesis en su vida habitual, para crecer y desarrollarse en aquellas direcciones en que no se ha desarrollado interior­mente. Nuestra vida corriente nos desarrolla hacia fuera, pero nosotros tenemos otras dimensiones que desarrollar. Y esto solamente lo podemos hacer efectuando un pequeño paréntesis, un pequeño alto, en esta constante proyección hacia fuera, situándonos en ese ambiente ideal en el que se puede trabajar de un modo ideal, de un modo concreto, bajo una dirección, para desarrollar todo lo que es nuestro proceso dinámico natural.
Nuestra vida está hecha de acción. Acción significa ex­presión. En nuestra vida estamos expresando constante­mente, expresamos impulsos, aspiraciones, necesidades. Nuestra vida está hecha de un intercambio constante; este intercambio es esencial, es inherente al mismo existir. ¿Por qué, pues, no aprovechar todo esto como un medio de realización interior?
Lo que nos hace falta es aprender a expresarnos de un modo total. Hemos aprendi­do a expresar algo, pero no a expresarnos del todo en cada algo. Es necesario que aprendamos a expresar aquello que no expresamos, que aprendamos a convertirnos por com­pleto en expresión, porque cuando todo uno se expresa, todo uno se objetiva y de este modo queda vacío y dispues­to para descubrir al sujeto. Mientras uno mantenga conteni­dos dentro de sí, contenidos con los que uno se encuentra confundido, mientras uno crea que “es” estos sentimiento ín­timos, o esta historia que le ocurrió, o estas ideas, y todo esto lo guarde constantemente para sí, como un tesoro o como un peligro, mientras uno esté reteniendo algo dentro de sí, esto que retiene le impedirá ser él mismo.
Sola­mente cuando soltemos todo esto -y lo soltamos cuando lo damos, cuando lo sacamos o lo expresamos- más y más llegamos a ser “yo” de veras. La expresión disciplinada como técnica, como es­fuerzo sistemático, es un medio directo para acercarnos cada vez más a esta Realidad Central; pero la expresión ha de ser una expresión que abarque todos nuestros niveles, una expresión a nivel mental, a nivel afectivo, a nivel cor­poral y a nivel espiritual.
Todo lo que está viviente en nosotros, todo lo que está diná­mico en nosotros, debemos dinamizarlo, no debemos guardarlo, no debemos mantenerlo; todo lo que tenemos lo tenemos para darlo, todo lo que existe, existe dinámicamente, existe para darlo, no para retenerse, no para cristalizarse.
La vida es movimiento, es fluidez. Siempre que estamos reteniendo algo, sea lo que sea y en nombre de lo que sea, estamos yendo en contra de la verdad de la existencia, en contra de la verdad de uno mismo. En la medida en que uno es capaz de entregarse, de des­prenderme, de fusionarme dinámicamente con todo, en la medida en que uno es capaz de darse del todo con inteligencia, con plena consciencia, con pleno centramiento, en esta medida es cuando uno empiezo a ser “yo”.
Cuando me quedo sin nada, es cuando yo soy realmente lo que soy; mientras creo ser esto o lo otro, no soy “yo”. El camino de la autenticidad gasa por un despojamiento de lo que no es auténtico. Mientras no demos todo lo que ha entrado, todo lo que se ha elaborado en nosotros, no volveremos a ser “yo”, es de­cir, ser lo que está detrás de todo lo adquirido, detrás de todo. La entrega total es el encuentro real con uno mismo. Es aquí donde tienen sentido esas ideas sobre la abnegación, sobre el sacrificio: es el retornar las cosas a su sitio, devol­ver lo que no es de uno, devolver lo que no soy “yo”.
Cuando devolvemos toda la vida, cuando lo hacemos circular todo, cuando no retenemos nada, porque no nos confundimos con nada, entonces es cuando estamos realizando el Gran Sacrificio, que, en realidad, no es un sacrificio sino una restitución, un volver las cosas a su sitio, un ordenar nuevamente las cosas. En este momento es cuando “yo”, eso que soy, esa realidad que soy y se expresa en mí, aparece de nuevo de modo claro.
Este proceso de expresión va inevitablemente acompa­ñado del proceso de impresión. Impresión quiere decir que uno sea capaz de dejar que la vida entre, es decir, no so­lamente que uno la exteriorice, la dé, sino que uno sea capaz de recibir, de admitir. Debemos abrirnos a las experiencias. No estar siguiendo siempre una táctica de escamoteo res­pecto a las situaciones de las cosas. Pero solamente po­dremos abrirnos si nos sentimos fuertes, y sólo nos sentiremos fuertes cuanto más seamos “yo mismo”, cuanto más nos acerquemos a nuestro fondo. Entonces nos podremos abrir, y, al hacerlo, las expe­riencias, los impactos, entrarán hasta el fondo de mí, y, desde ahí, se producirá una respuesta auténtica, una res­puesta total.
Pero, mientras mantengamos un filtrado a través de nuestra mente, a nivel superficial, estaremos constantemente juz­gando, interpretando, en función de nuestros deseos y de nuestros temores, todas las experiencias, y así no podremos vivir de un modo completo, total, ninguna experiencia; nos quedaremos en esquemas, en críticas, pero nunca con la verdad total de la experiencia, con la verdad total del instante.
Esa impresión es un proceso totalmente necesario. Es lo mismo que ocurre con el proceso de respiración en determinadas prácticas de respiración: cuando somos capaces de dejar que todo el im­pulso vital se exprese sin trabas, entonces la expresión de este impulso produce una entrada de aire, y esa entrada de aire nos renueva. Entonces responde todo nuestro ser a esta renovación, es nuestra nueva respuesta, respuesta creadora en cada instante.
Pode­mos ver los problemas o el grado de realización de la persona observando la capacidad que tiene de recepción o dé impresión; una cosa es inseparable de la otra. Cuando existe miedo en el dar, hay también miedo en el recibir. Cuando uno se protege, se protege del todo, lo mismo que, cuando uno tiene miedo, no puede respirar profundamente. En la vida misma, observando nuestra dinámica natural, tene­mos el medio para realizar un trabajo de ahondamiento, de desprendimiento, de autodescubrimiento constante de nosotros mismos.
Y esos dos movimientos: inspiración/espiración, recibir/expresar, tienen un tiempo de silencio, momento en que uno ni expresa ni recibe, instante en el que uno no hace nada, lapso de tiempo en el que parece como si la existencia se suspendiera por un momento, como si por un instante se detuviera el proceso del devenir. Esto que normalmente pasa inadvertido es la puerta de entrada a una Realidad Superior.
Cuando estamos vertidos en el movi­miento de entrar y salir, nos realizando horizontalmente; pero, cuando aprendemos a estar despiertos, presen­tes, en el Silencio, en aquel momento en que no hay acción -pero que no hay acción de un modo natural, no una falta de acción que uno haya producido forzando y acallando su mente, sino un silencio que es el producto de haberlo dado todo, de haberlo entregado todo, de haber vivido del todo el instante-, entonces este silencio que ocurre es un silencio realizador, un silencio que nos conduce, no a nuevos conocimientos, sino a la conciencia de lo que es el eje de toda la experiencia, a lo que es la Persona Profunda, la Persona Central, este “yo” Espiritual del que estamos hablando.
El ejercita miento físico, la respiración, todas las prácticas que se hagan, son ayuda, son medios de trabajo. Pero, cuanto más profundamente lleguemos a comprender que nuestra realización depende de nuestra entrega total en el instante, de este abrirnos a la situación de un modo pleno, sea cual sea la situación, tanto si son en las prácticas, como en los negocios, como en la situación familiar, cuanto más veamos que el secreto de esta realización está en que todo “yo” me exprese en cada instante del todo, entonces es cuando convertiremos cada momento de la vida en un instante de trabajo, en un instante de Realización.
Hasta que llega un momento en que ya no hay que romper resistencias, porque hemos ido sintonizando con esa dinámica que desarrolla todo cuanto existe, un momento en que ya podemos vivir dinámica mente, pero en un silencio profundo, porque hemos descubierto que el Silencio y la Acción Exterior son dos planos distintos del mismo Ser, un silencio profundo que lo envuelve todo y una expresión de ese silencio que es lo que llamamos Manifestación.
 

Aprovecha lo que tienes

Cuánto tienes a tu alcance para hacer algo no es ni por asomo tan importante como lo que decidas hacer con ello. Muchísima gente que se volv...