sábado, 2 de febrero de 2013

Educar los sentimientos Aprender a modelar nuestro estilo sentimental



    El ser humano ha buscado siempre actuar sobre su estado de ánimo. Desde niños hemos observado que unos sentimientos nos sumergen en la desdicha y nos gustaría librarnos de ellos, y para eso hemos ido ensayando unas técnicas sencillas, válidas para los casos más simples. Si estoy irritado por culpa del cansancio, me basta con descansar para ver las cosas ya de otro modo. Si estoy aburrido, busco compañía y entretenimiento. Si siento miedo, pruebo a considerar la poca gravedad de su causa, o a reírme de ella, o a distraerme con otra cosa para ver si el miedo se desvanece.
    Pero sabemos que estas estrategias tienen serias limitaciones ante estados sentimentales más complejos, sobre todo cuando se trata de sentimientos ya bastante incorporados a nuestras vidas y que forman parte de nuestro estilo sentimental.
    Unas veces, la solución será actuar sobre las causas de aquello que nos está afectando negativamente. Otras, esto no será posible, y tendremos que esforzarnos por cambiar nuestra respuesta sentimental ante cosas inevitables que nos suceden. Como señalaba aquella vieja sentencia, hemos de tener valentía para cambiar lo que se puede cambiar, serenidad para aceptar lo que no se puede cambiar, y sabiduría para distinguir lo uno de lo otro.
    —Lo malo es que a veces hay cosas que podrían cambiarse, pero no queremos enfrentarnos a ellas de verdad.
    Son fenómenos de escapismo en los que, de forma más o menos consciente, eludimos o ignoramos la realidad y buscamos refugio en otras cosas. En sus grados más elevados, es lo que sucede con el recurso al alcohol, el juego, los estimulantes o la droga. Son fugas que pretenden mejorar el resultado del balance sentimental, pero sin cambiar las partidas (en esto, actúan igual que hacen los malos contables). En vez de asumir lo que les sucede, intentan escapar, y por mal camino.
No son las cosas que nos pasan
lo que nos hace
felices o desdichados,
sino el modo
en que las asumimos.
    Las estructuras sentimentales forman parte del carácter. A una persona cobarde o pesimista suelen faltarle fuerzas para enfrentarse a las diferentes situaciones que le depara la vida. En cambio, una persona decidida y optimista superará con buen ánimo las dificultades que se le presenten. Y una persona agresiva puede arruinar su familia o el ambiente de su lugar de trabajo con sus intemperancias.
    —Pero todo el mundo prefiere tener un carácter optimista y alegre, por ejemplo; lo que pasa es que no es fácil lograrlo.
    Efectivamente, todo el mundo prefiere la alegría a la tristeza, la serenidad a la angustia, el ánimo a la depresión, el amor al odio, y la generosidad a la envidia. Lo malo es que, como dices, al llegar a la edad adulta nos encontramos con que no somos como nos gustaría ser, y vemos que tenemos un estilo sentimental ya muy hecho, que es como un núcleo duro dentro de nosotros, muy resistente al cambio. Por eso, acometer cuanto antes la educación del carácter –y con ella, la educación de los sentimientos–, es tan decisivo para lograr una vida feliz.
    —Eso está claro, pero ¿cómo se pueden corregir esas diferencias en el tono afectivo personal?
    Las personas tendemos a buscar refugio en lo que nos resulta menos costoso (eso no siempre es malo, pero bastantes veces sí). Por eso debemos procurar no encerrarnos en esas zonas de comodidad que todos tenemos: soledad, retraimiento, inhibición, falta de autoridad, resistencia a expresar lo que pensamos o sentimos, etc. Hemos de poner esfuerzo para salir de esos cálidos refugios y así modelar poco a poco nuestro estilo sentimental. Naturalmente, ese esfuerzo ha de mantenerse durante largos periodos de tiempo, hasta que se asuman como rasgos ordinarios de nuestro carácter.
    —¿Y piensas que puede llegarse a un estado sentimental en el que apenas haya sentimientos desagradables?
    Es una pregunta interesante. Los sentimientos suelen revelar significados reales, y por eso resulta muy peligroso pretender aniquilarlos sistemáticamente.
    Por ejemplo, si jamás tuviéramos sentimientos de culpa o de vergüenza, seríamos unos sinvergüenzas, o al menos unos frescos, puesto que todos hacemos cosas mal (al menos de vez en cuando). Si jamás tuviéramos sentimientos de miedo, seríamos unos temerarios peligrosísimos. Y si jamás sintiéramos ira, es posible que fuéramos unos pasotas impresentables.
    O sea, hay muchos sentimientos desagradables que son positivos y necesarios. Para modelar el propio estilo sentimental que compone nuestro carácter, lo que necesitamos es saber qué conviene cambiar, y cómo.
Pero no pensemos que es cuestión
simplemente de eliminar
los sentimientos desagradables.
    Porque eso también conduciría a la ruina personal. Educar los sentimientos es algo más complejo que eso.

    Sentimientos que refuerzan la libertad

    Desde muy antiguo se pensó que eran malos aquellos sentimientos que disminuyeran o anularan la libertad. Ésta fue la gran preocupación de la época griega, del pensamiento oriental y de muchas de las grandes religiones antiguas.
    En todas las grandes tradiciones sapienciales de la humanidad nos encontramos con una advertencia sobre la importancia de educar la libertad del hombre ante sus deseos y sentimientos. Parece como si todas ellas hubieran experimentado, ya desde muy antiguo, que en el interior del hombre hay fuerzas centrífugas y solicitaciones contrapuestas que a veces pugnan violentamente entre sí.
    Todas esas tradiciones hablan de la agitación de las pasiones; todas desean la paz de una conducta prudente, guiada por una razón que se impone sobre los deseos; todas apuntan hacia una libertad interior en el hombre, una libertad que no es un punto de partida sino una conquista que cada hombre ha de realizar. Cada hombre debe adquirir el dominio de sí mismo, imponiéndose la regla de la razón, y ése es el camino de lo que Aristóteles empezó a llamar virtud: la alegría y la felicidad vendrán como fruto de una vida conforme a la virtud.
    Aristóteles comparaba al hombre arrastrado por la pasión con el que está dormido, loco o embriagado: son estados que indican debilidad, no saber controlar unas fuerzas que se apoderan del individuo y que son extrañas a él.
Hay sentimientos que
disminuyen nuestra libertad
y sentimientos que la refuerzan.
    Porque, aunque es cierto que el hombre arrastrado por la pasión puede realizar acciones excelsas, también sabemos que puede cometer toda clase de barbaridades.
Hay valores que sentimos espontáneamente, pero hay otros que, para reconocerlos, necesitamos pensarlos. Por ejemplo, el sediento percibe de modo inmediato lo atractivo, lo deseable y lo valioso del agua: es un valor sentido; sin embargo, el enfermo renal, que también necesita ingerir grandes cantidades de agua, ha de esforzarse por beber, y actúa pensando en un valor cuya valía quizá no siente: se trata de un valor pensado.
    Y esto se repite de continuo en la vida diaria. Muchas veces, las cosas que antes habíamos percibido como valiosas se nos presentan después como una realidad fría y poco atractiva, despojada de esa viva implicación que otorgaba el sentimiento. Pero el valor permanece idéntico, aunque se haya oscurecido el sentir.
    Sucede entonces que nuestro deseo de buscar el bien pone límites a los demás deseos. Y así entran en escena toda una serie de normas éticas que deben regular nuestros deseos.
    —O sea, es como una especie de limitación autoimpuesta, una restricción de unos deseos por otros de orden superior.
    Sí, aunque los valores éticos no han de entenderse habitualmente como limitación; las más de las veces serán precisamente lo contrario: un vigoroso estímulo que generará o impulsará otros sentimientos (de generosidad, de valentía, de honradez, de perdón, etc.), que en ese momento serán necesarios o convenientes.
La ética no observa con recelo
a los sentimientos.
    Se trata de construir sobre el fundamento firme de las exigencias de la dignidad del hombre, del respeto a sus derechos, de la sintonía con lo que exige su naturaleza y le es propio. Y el mejor estilo afectivo, el mejor carácter, será aquél que nos sitúe en una órbita más próxima a esa singular dignidad que al ser humano corresponde. En la medida que lo logremos, se nos hará más accesible la felicidad.

Educar los sentimientos Origen y escalada del enfado



    Según unos estudios de Dolf Zillmann, el enfado suele tener su origen en la sensación de hallarse amenazado. Una amenaza que puede ser física o psicológica -sentirse menospreciado, frustrado, etcétera-, y produce una descarga corporal de catecolaminas, más o menos intensa según la magnitud del enfado, y que cumple la función de generar un proceso puntual y rápido de la energía necesaria para la lucha o para la huida.
    Paralelamente, se produce una descarga de adrenalina en nuestro sistema nervioso, que provoca una excitación generalizada que puede perdurar minutos, horas, o incluso días, manteniendo una difusa hipersensibilidad que predispone a nuevas excitaciones. Esto hace que las personas suelan estar más predispuestas a enfadarse una vez que ya han sido provocadas, estén ligeramente excitadas o se encuentren más cansadas.

    Por esa razón, después de un largo día de trabajo, una persona se sentirá especialmente predispuesta a enfadarse en su casa por las razones más insignificantes (el ruido o el desorden de los niños, o cualquier pequeña contrariedad), aun siendo motivos que en otras circunstancias no tendrían entidad suficiente para provocar esas reacciones.

    El enfado suscita una excitación que tiende a disiparse lentamente. Si durante esa etapa de paulatina des-activación del enfado se presenta una nueva provocación (lo cual es fácil que suceda, debido a la hipersensibilidad propia de esos momentos), se producirá una segunda descarga, antes de que la anterior se haya disipado. Como es natural, este proceso puede repetirse, y cada descarga cabalga sobre las anteriores, y cualquier pensamiento perturbador que se produzca durante ese proceso provocará una irritación mucho más intensa que si se hubiera producido fuera de él.

    Por eso, una vez que alguien está inmerso en esa dinámica del enfado, si no pone un serio esfuerzo por abandonar ese camino, su temperatura emocional irá aumentando hasta desembocar fácilmente en un estallido de ira.

    —Pero, si es así, la gente enfadadiza tenderá a enfadarse cada vez más, y por motivos más nimios.

    Hay, sin embargo, otro elemento que conviene resaltar. La mayoría de las personas que son irritables, agresivas o susceptibles, se sienten muy mal cuando comprueban la facilidad con que pierden los estribos, y eso hace que se muestren bastante interesados en aprender a dominarse.

    Por eso, el remedio más eficaz es conocernos bien, de manera que sepamos bien cuáles son los tipos de pensamientos a los que somos más sensibles, para estar atentos a los primeros síntomas del enfado y poner solución.

    En el caso, por ejemplo, de que una persona con la que hemos quedado citados se retrase, hemos de tratar de buscar una explicación positiva en vez de molestarnos de entrada. Si tenemos que mantener una conversación ineludible con una persona que nos resulta molesta, intentamos desarrollar nuestra capacidad de ver las cosas desde el punto de vista de esa persona. Y para los momentos críticos, a veces lo más inteligente es tener previstos modos de dominarnos, como esforzarse en callar, no responder a un desaire con otro, seguir caminando sin detenerse ante una provocación, etc.

    Son hábitos de comportamiento que no surgen de manera automática, sino que es preciso aprender. Y el principal problema es que esas habilidades deben ejercitarse precisamente en los momentos en que nos encontramos en peores condiciones, es decir, cuando observamos que se acelera el pulso y nos estamos indignando: es justamente entonces cuando hemos de recordar todo esto, escuchar, procurar calmarnos y mantener el control. Sin alterarnos, sin echar las culpas a otros y sin tampoco refugiarnos en un mutismo rencoroso. Cuando dos personas se están enfadando, la que normalmente demuestra ser más inteligente es la que sabe callar o retirarse a tiempo (o si ya están enfadados, la que toma la iniciativa de la reconciliación).

Llegar a tiempo

    El momento de la escalada del enfado en que intervenimos es decisivo: cuanto antes lo hagamos, mayores probabilidades de atajarlo tendremos. El enfado puede apagarse en sus comienzos, antes de que se aviven las llamas, si damos con un pensamiento eficaz que logre contenerlo antes de exteriorizarlo.

    —¿A qué tipo de pensamientos te refieres?

    A alguna explicación que nos ayude a reconsiderar las cosas, o que satisfaga de alguna manera nuestra perplejidad inicial. Por ejemplo, pensar que la persona que nos ha molestado puede estar cansada, o sometida a unas tensiones que la están alterando, o que es víctima de su mal carácter y no sabe medir bien sus palabras; o recordar que ya otras veces nos hemos enfadado en situaciones parecidas y después lo hemos lamentado a los pocos minutos; etc.

    También puede convenir alejarse un poco de la causa del enojo, o al menos procurar centrar la atención sobre otros asuntos y así frenar la escalada de pensamientos hostiles. Aunque parezca un remedio muy simple, es un excelente recurso para desactivar el enfado, pues es difícil seguir enfadado cuando uno está enfrascado en otras cosas o lo está pasando bien.    

Frustarción e impotencia


La frustración es el malestar que resulta de que uno no vea realizado aquello que esperaba; y la impotencia, el profundo e inconsolable dolor emocional que resulta de no poder remediar una situación o circunstancia desagradable, o de no poder llevar a cabo una idea.

Es cierto que los diccionarios definen esencialmente la impotencia en general como la falta de poder para hacer algo, pero en nuestra opinión va más allá de comunicar una debilidad que sume a uno en la inacción. Quienes se sienten impotentes ante cierta circunstancia suelen sentir que nada podría librarlos de la dificultad.
Si uno se siente débil o carente de poder, podría optar por fortalecerse. Pero la impotencia tal como la usamos es el sentimiento de completa desolación que resulta no solo de la improbabilidad de conseguir un efecto deseado o de evitar cierta consecuencia indeseada, sino de una verdadera imposibilidad de lograrlo o evitarlo por medios humanos.

Por ejemplo, suele decirse que la impotencia sexual (dificultad del varón para tener relaciones sexuales normales) y la esterilidad (incapacidad tanto del varón para engendrar hijos como de la mujer para concebirlos) son formas de impotencia. Sin embargo, sabemos que a medida que la humanidad desarrolló sus conocimientos y procedimientos en los campos legal y científico, resolvió o palió de alguna manera estos problemas mediante la adecuación de las leyes e invirtiendo en investigación científica. Para el caso de una pareja de esposos que no podía tener hijos por causa de la esterilidad, se permitió que adoptaran hijos de otra pareja; y por otro lado, se descubrieron y/o legalizaron métodos científicos para engendrarlos y concebirlos de formas alternativas. Y para los que no podían tener relaciones sexuales, se crearon drogas y otros productos que les permitieran llevarlas a cabo. En todos estos casos, los interesados adquirieron la capacidad de lograr su objetivo. No era realmente imposible lograrlo.
Pero ¿qué hay si sería posible lograr lo que uno desea o impedir que suceda lo que uno no desea, pero no cuenta con los medios ni el apoyo necesario para ello? Entonces, siente una verdadera impotencia. Por eso, la impotencia a la que nos referimos es, como dijimos, el profundo e inconsolable dolor emocional que resulta de no poder remediar una situación o circunstancia desagradable, o de que no exista ninguna manera poder de llevar a cabo cierta idea. En la mayoría de los casos, se trata de algo que ya sucedió y no podemos rehacer ("¡Oh, cómo pudiera rehacer el pasado! ¡Cómo desearía que esto no hubiera ocurrido nunca! ¡Cómo quisiera borrarlo de mi mente!"), y en ocasiones, se trata de algo que quisiéramos hacer de todo corazón, pero sería imposible hacerlo ("¡Tengo todo el dinero del mundo para realizar mi sueño de ir a la Luna, pero los médicos me han dicho que mi corazón no lo soportaría!" o "¡Tengo toda la intención y todos los conocimientos que necesito, pero no me alcanzará el tiempo!"). En estos casos, la impotencia no es solo una definición que se refiere a una falta inherente y temporal de la capacidad o poder de hacer algo o dejar de hacerlo (como poseer dinero, salud, sabiduría, fuerzas, motivación), sino un sentimiento muy profundo y doloroso. 
Mientras una persona pudiera sentirse impotente por no tener dinero suficiente como para resolver un problema terrible, otra pudiera sentirse impotente por tener suficiente dinero, pero no suficiente tiempo; o mientras una pudiera sentirse impotente por no poder ingresar a la universidad, otra pudiera sentirse impotente por ser tener un título profesional y, sin embargo, no conseguir trabajo en ninguna parte porque padece de una enfermedad que, aunque no es contagiosa, es suficiente para que la segreguen por prejuicio. De manera que el sentimiento es casi el mismo en todos los casos: Frustración y un profundo dolor emocional por no poder resolver el problema de ninguna manera, y no obstante, las causas ser infinitamente distintas. Finalmente, aunque el problema pudiera mitigarse, paliarse o aliviarse de alguna forma, a veces sucede que no basta para consolar a uno porque no puede resolver el problema completamente. El horrible sentimiento persiste ocasionando una herida que no termina de cerrar.

¿Debilidad o impotencia?

Por eso es mejor no confundir la debilidad o falta de poder con la impotencia, porque no son lo mismo. En caso de estar débil o carente de fuerzas, uno podría fortalecerse (si no tiene dinero, tal vez pudiera conseguirlo, o si no tiene conocimientos, pudiera obtenerlos, o si no tuviera tiempo, pudiera conseguir que le den tiempo extra), pero no podría rehacer el pasado ni detener, adelantar ni torcer la realidad. La realidad es como es, y el pasado es como es: como un témpano de hielo que queda suspendido en el tiempo. Por eso decimos que cuando no podemos modificar el pasado ni aproximar ni acelerar el futuro, tal vez podríamos 1) adquirir o reforzar el poder y/o 2) aceptar la realidad y aprender a superar las consecuencias (lo que pasó, pasó, y lo que todavía no ha ocurrido, tenemos que esperar a verlo). Y no solo produce impotencia lo ocurrido o lo que no pudo ocurrir, sino pensar en ello.
Por ejemplo, "El futuro está en tus manos" o "La tecnología del futuro ahora" son frases publicitarias o propagandísticas que pudieran sonar muy bien, pero no son ciertas porque el futuro siempre está en el futuro, y por más que consigamos cualquier cosa hoy día, está en el presente y muy pronto quedará congelado en el pasado, nunca en el futuro. Por la misma lógica, podemos corregir nuestros errores y mejorar nuestro desempeño, pero no podemos eliminar la experiencia. El permafrost podría derretirse y volverse líquido, pero el pasado no puede convertirse en presente ni el pasado en futuro. Eso solo puede hacerse en las películas o en los dibujos animados. 
En otras palabras, podemos lograr cosas que son posibles y probables, pero no imposibles. Incluso los admiradores de Einstein hasta podrían viajar algún día a través del tiempo y mirarlo todo, pero no podrían deshacer o rehacer lo que ya sucedió. En todo caso, solo podrían hacer algo de hoy en adelante. El término "deshacer el daño" en realidad significa una compensación mediante una satisfacción, presente o futura, que opaque los efectos frustran-tes logrando que desaparezcan las razones para sentirse uno impotente. Esto es lo que hace, por ejemplo, una compañía aérea que retrasa su vuelo causando frustración e impotencia en sus pasajeros. Les paga todos los gastos en un hotel de prestigio durante el tiempo que demore su estadía para debilitar el sentimiento de queja y quedar bien, y para que no hablen mal de la compañía.

Por eso preferimos decir que la impotencia no es solo una falta o carencia de poder, porque podemos reforzar el poder o la capacidad o la competencia, o podemos hacer un esfuerzo y adquirir o recuperar los dones que necesitamos para hacer o corregir las cosas. Pero cuando parece no existir ninguna manera de corregir la situación, o rehacerla, des-hacerla ni rectificarla, estamos frente a una verdadera impotencia, y en tal caso, el sentimiento de desconsuelo realmente puede consumir hasta la felicidad más grande. No es cuestión de definirla fríamente como una falta de poder o capacidad, porque muchos concordarían en que se trata principalmente de un sentimiento desagradable muy difícil de aliviar.

¿Cómo superar o sobreponernos a los sentimientos de impotencia?

Anteriormente dijimos que más que la carencia de poder, la impotencia es un sentimiento desagradable que se debe al desconsuelo que resulta de descubrir que de ninguna manera será posible realizar cierta idea, sueño, propósito, meta o modificación. Cuando sentimos que no hay nada que podamos hacer para reparar un daño o para llevar a cabo cierto objetivo, nos sentimos completamente desconsolados. Por lo tanto, surge la pregunta: ¿Hay algo que siquiera podamos hacer para contrarrestar dicho malestar y proveer alivio a nuestro desconsuelo? ¡Felizmente, sí!

El concepto que tenemos del pasado, presente y futuro afecta nuestra manera de ver las cosas. Somos en gran parte el resultado de la forma como hemos aprendido a ver nuestras preocupaciones y sentimientos de culpa y de realización personal, tres clases de sentimientos que se licuan en nuestro interior ayudándonos o perjudicándonos, impulsándonos o frenándonos, consolándonos o desconsolándonos, entusiasmándonos o bajándonos la moral. A todos nos gusta dar en el clavo de nuestras metas y que nos encomien por ello, y detestamos fracasar o que nos ridiculicen por ello. Por eso perseguimos el éxito instintivamente y huimos del fracaso como si fuera de una culebra venenosa. Somos permanentemente afectados por nuestro concepto del éxito y del fracaso, por nuestra manera de considerar el pasado, el presente y el futuro, por la manera como asumimos nuestras responsabilidades y privilegios, por nuestra habilidad para medir el riesgo y prever las consecuencias, por nuestra destreza para situarnos en la realidad o de proyectarnos imaginariamente a un mundo de ensueños, por nuestros sentimientos de  competencia o incompetencia para llevar a cabo tanto las tareas cotidianas como las extraordinarias.

Por eso, aunque no podemos rehacer el pasado ni acelerar el futuro, modificar la realidad ni cambiar al mundo, felizmentepodemos sacar ventaja de nuestra manera de reaccionar ante el suceso imprevisto, los accidentes, las enfermedades ocultas y otras causas indeseables de desconsuelo. Por ejemplo, los bufetes de abogados, las compañías de seguros y de bomberos, las comisarías, la oficina del fiscal, los departamentos de medicina legal, psicología, psiquiatría y emergencia de los hospitales y otras instituciones semejantes se enfrentan todos los días a problemas y dificultades que a veces parecen inmanejables. ¿Cómo pueden estas personas sobrevivir emocionalmente ante la avalancha de consecuencias que observan diariamente, es decir, ante tan variadas y constantes formas de sufrimiento? ¿Cuál es su secreto? ¿Acaso disfrutan de ello?¿O es solamente porque no les está ocurriendo a ellos ni a sus familias?
Bueno, no podríamos negar que unos pocos tal vez tengan cierta inclinación masoquista, pero no es así con la mayoría. La mayoría tiene el deseo de ayudar a las personas a enfrentar las consecuencias de sus errores, de ayudarlos a enfrentar o resolver eficazmente sus problemas, aliviar o paliar sus sufrimientos. Tampoco podríamos negar que muchos escogieron ese medio de vida para mantenerse a sí mismos y a sus familias, por lo que tampoco podríamos decir que sería injusto que esperaran recibir algún tipo de compensación o pago por su labor.
Cierta estudiante de derecho a quien pregunté por qué escogió una carrera que se caracteriza por estar repleta de problemas y litigios, me respondió: “Es que discutir tiene su fascinación”. A lo que dije: “Te gusta el castigo”, y ella añadió: “No, lo que me gusta es ayudar a las personas a resolver sus problemas poniendo a sus órdenes mi competencia para discernir las leyes y exigir su aplicación”. Ese era su secreto: Ver las dificultades como desafíos a su inteligencia y manejarlas lo más adecuadamente posible valiéndose de toda su experiencia acumulada, un servicio que le permitiría cobrar por ello y mantenerse a sí misma y a los suyos. No se ubicaba en los problemas, sino fuera de ellos, como una observadora, analizando sus ángulos para enfrentarlos de la manera más adecuada posible teniendo como motivación la satisfacción de ciertas necesidades, tanto suyas como las de sus clientes y de las personas que dependían de ella.
Cierta mujer estaba feliz porque compró su primer automóvil. Lamentablemente, una mala maniobra involuntaria ocasionó un accidente leve. La parte afectada bajó de su vehículo y comenzó a gritarla con grosería y falta de comprensión. Parecía un demonio encarnado dando rienda suelta a toda su furia. Era una situación muy desagradable porque el fantasma de la impotencia surgió de repente en su vida como nunca antes. No podía rehacer el pasado, no podía trasladarse al futuro, no podía negar la realidad, no sabía cómo manejar la situación, estaba sola y se sentía completamente desesperanzada. Pero entonces recordó que su automóvil estaba asegurado y simplemente le dijo: “Discúlpeme. No fue a propósito, sino una causalidad”. Y mientras la mujer continuaba gritando y amenazándola, presa de la histeria, ella se limitó a llamar por teléfono a su representante de seguros. Luego dijo: “Señora, ya le pedí disculpas. No lo hice intencionalmente. Ya viene mi asegurador. Cuando llegue, puede gritarlo a él”, y tomó asiento en su automóvil. Cuando el representante del seguro llegó, ella guardó silencio y se limitó a observar cómo manejaba la situación, cumpliendo con su misión de aliviarle la carga emocional, física y económica. El resultado fue que finalmente ambas partes llegaron a un acuerdo basado en los términos de las pólizas de seguro y todo se resolvió. Su horrible sentimiento de impotencia fue reemplazado por uno de alivio y esperanza.
Es verdad que hubo secuelas para ambas partes, pero cada una tendría que cargar con eso. Es parte del riesgo que todos asumimos por viajar por una vía, ya sea que lo hagamos en un transporte público o privado, en una bicicleta, motocicleta, automóvil o camión, de día o de noche, en verano o invierno. No puede rehacerse el pasado ni podemos pasarnos la vida recriminando a todo el mundo por todo lo que nos sucedió.
Por otro lado, no estoy diciendo que adquirir un seguro sea la panacea para frenar la impotencia, aunque de todas maneras sería muy inteligente contratarlo si tienes un automóvil, pero sí digo que la manera como aprovechamos nuestras experiencias pasadas, la manera como visualizamos el futuro, la manera como encaramos la realidad, la manera como conceptuamos el mundo, la habilidad con la que podemos ver y analizar las ventajas con que contamos, nuestra manera de reaccionar ante el suceso imprevisto, las causas indeseables de desconsuelo, incluidas las enfermedades, afectan nuestro concepto de frustración e impotencia. Si en vez de dejarnos llevar por el primer pensamiento de fracaso, decidimos pensar en algo práctico que nos permita sobrevivir emocionalmente ante una consecuencia desagradable, habremos hecho algo más constructivo que simplemente murmurar y quejarnos
Nota también que ella 'no supo cómo manejar la situación, lo cual la hizo sentirse sola y completamente desesperanzada'. Eso no hubiera ocurrido si hubiese tenido un poquito de conocimientos sobre Derecho, porque pudo haber exigido que en el parte policial constara la agresión verbal y daño psicológico, para que la otra parte cesara en su exceso de confianza. En fin, aquí lo que ocurrió, ocurrió y no podía deshacerse, y ese es el punto de este artículo, el sentimiento de impotencia producido por el hecho de no poder evitar algo que ya oucrrió.
En otras palabras, aunque verdaderamente nos hallemos en una situación desesperanzada que nos produzca un profundo e inconsolable malestar emocional por no poder remediarla, o no se nos ocurra cómo; o ya sea porque no podamos llevar a cabo cierta idea, proyecto u objetivo que tenemos en mente, procuremos recordar que sí podemos hacer algo al respecto: Fortalecernos y hacer como los bomberos, representantes de seguros o abogados: Analizar fríamente el asunto, procurar visualizar la mejor ventaja lícita y luego dejar los asuntos en manos de quienes verdaderamente pueden ayudarnos. En el ejemplo anterior, el accidente ocurrió y era imposible deshacer el daño, no había manera de desaparecerlo, era una circunstancia que producía el inconsolable sentimiento de impotencia. Y quizás alguien diga algo a favor de la parte ofendida, en el sentido de que gritar, insultar y perder el control fue bueno porque hizo catarsis, pero en realidad solo pudo empeorar las cosas para sí misma y para los demás porque no solo pudieron denunciarla por agresión verbal, sino que demostró que negó la realidad y quiso rehacer el pasado, algo que ciertamente era imposible.
Sí. El sentimiento de impotencia es una de las peores manifestaciones de la frustración, y no es una exageración decir que, en algunos casos, el desconsuelo que despierta tiene el poder de deprimir a uno hasta el punto de desear la muerte (“¡Trágame tierra!”). Pero si reflexionamos en los recursos que mantienen vivos a los que viven profesionalmente de los problemas, como los abogados, bomberos, policías, médicos, representantes de seguros y consultores en salud mental, seguramente hallaremos el alivio necesario para seguir adelante y recobrar el poder.
Cierto obrero de construcción cayó aparatosamente desde una gran altura sobre un tubo que lo atravesó completamente, pero no murió. Su impotencia fue muy grande porque estaba consciente de que le había llegado su fin. Seguramente pensó en sus seres queridos, que dependían de él, en los horribles minutos finales encomendando su alma y en el efecto que la noticia tendría en sus familiares y amigos, y en toda suerte de pensamientos culpabilizantes: "Cómo pude ser tan tonto y no darme cuenta del peligro", "Por qué resbalé", "Si tan solo hubiese usado equipo de protección", "Es mi culpa por confiarme demasiado".
Pero lo extraño fue que no murió. Estaba completamente atravesado, pero no estaba muerto. Pasaron los minutos, hubo una gran conmoción, le decían que ya venían los bomberos, que resistiera. A los pocos minutos llegaron los bomberos y estos vieron la escena con horror. Nunca habían visto a alguien que siguiera vivo después de algo semejante. No quisieron extraerlo, porque no sabían qué daños internos había causado la caída, por eso, como el obrero seguía consciente, le aplicaron fuertes calmantes y decidieron aserrar el tubo por arriba y por abajo y transportarlo lo más rápidamente a un hospital especializado. El hombre llegó al hospital y fue recibido por el médico de turno en emergencia, un experimentado gastroenterólogo que de inmediato indicó las pruebas de rigor para poder diagnosticar y tratar al paciente.
Al enterarse de que milagrosamente el tubo no había comprometido zonas vitales, lo echaron en una cama especial y le inyectaron dilatadores alrededor de la zona de impacto, por arriba y por abajo, y el tubo cedió lentamenta por la fuerza de gravedad hasta que finalmente salió de su cuerpo. Lo suturaron y le dieron sus calmantes de rigor. Al poco tiempo se fue a su casa. El médico dijo que fue la escena más espeluznante de su carrera, pero al mismo tiempo, la operación más simple que jamás efectuó en la sala de emergencias.
A un obrero chino no le fue tan bien. Estaba trabajando en una construcción de un edificio cuando una barra de acero cayó como una espada desde el noveno piso y le atravesó el casco de seguridad, clavándosele unos 10 cms en la cabeza. Pero no murió. Los bomberos cortaron la barra, lo llevaron al hospital y se la sacaron luego de 4 horas de penosa operación. ¿Y cómo quedó? Felizmente, por increíble que parezca, no hubo mayores daños cerebrales.
¿Y adónde se fueron los sentimientos de impotencia de estos obreros? ¿Y qué pasó con sus horribles imágenes mentales relacionadas con la muerte o la incapacidad de por vida? Quedaron en nada, porque al margen de las molestias, no pasó de un susto. Increíble, pero cierto. De modo que también puede haber situaciones que nos parezcan dramáticamente desesperanzadas, como que nos atraviesen con un tubo o nos caiga una barra de acero en la cabeza desde un noveno piso, cosas que sin duda nos producirían  la más terrible impotencia, pero que finalmente no pasen de un susto.
Por eso, si recibiste el zarpazo de una circunstancia que te produjo el horrible sentimiento de la impotencia, nunca olvides que siempre recibirás el apoyo necesario si puedes hacer un pequeño esfuerzo adicional y piensas en que tal vez no todo es tan triste ni desesperanzado como parece. Por ejemplo, el hecho de que estés leyendo este artículo con tanto interés es en sí mismo un apoyo. No resuelve el problema, claro, pero te ayuda a entenderlo o racionalizarlo, te anima a recuperar el tono, lo cual de seguro repercutirá positivamente en tu tranquilidad, la cual a su vez será esencial para pensar con claridad y tomar decisiones que sirvan para reforzar tu motivación y hacer frente a la realidad.
Sí. Aprovecha toda tu experiencia pasada, procura visualizar el futuro y el problema superado, no niegues la realidad, ten presente que el mundo no te pertenece, analiza tus ventajas, piensa en todos los recursos con que puedes contar, reacciona constructivamente ante el suceso imprevisto o las enfermedades y otras fuentes de desconsuelo, haz un genuino esfuerzo por sacar algún provecho a la decepción, y no te dejes llevar por el primer pensamiento de fracaso. Decide más bien pensar en cosas de valor práctico que te permitan sobrevivir emocionalmente ante los resultados desagradables. ¡Mira arriba y adelante y habrás descubierto un secreto para hacer frente a la impotencia, una de las más desagradables manifestaciones de la frustración! 

CUANDO TU VIDA EMPIEZA

Cuando tu vida empieza,
tienes apenas una maleta pequeña en la mano, a medida que los años, van pasando, el equipaje va aumentando.

Porque existen muchas cosas que recoger en el camino.
Porque piensas que son importantes.

En un determinado punto del camino comienza a ser insoportable cargar tantas cosas.
Pesan demasiado... entonces puedes escoger...

Permanecer sentada a la vera del camino, esperando que alguien te ayude, lo que es difícil...
pues todos los que pasen por allí ya tendrán su propio equipaje.

Puedes pasar la vida entera esperando... o puedes disminuir el peso eliminando lo que no te sirva...
Pero qué tirar?

Empiezas tirando todo para afuera y viendo lo que tienes dentro...
Amistad..Amor...Amistad...Amor...
Bien!!!

Es bastante curioso, no pesa nada!!!!
Mas tienes algo pesado...
Haces un gran esfuerzo para tirar :
La Rabia... como pesa!!!

Empiezas a tirar y tirar y empieza La Incomprensión...
El Miedo...El Pesimismo.
En este Momento, el desánimo casi te empuja hacia adentro de la maleta.

Pero tu empujas hacia afuera:
Toda La Fuerza y aparece una Sonrisa que estaba sofocadas en el fondo de tu equipaje...
sacas otra Sonrisa y otra mas !!! y entonces sale La Felicidad.

Colocas las manos dentro de tu maleta y sacas La Tristeza ..
ahora tienes que dejar La Paciencia dentro de la maleta pues vas a necesitar bastante.

Procura entonces dejar también , Fuerza...Esperanza...Coraje... Entusiasmo...Equilibrio...Responsabilidad...
Tolerancia...Buen humor...

Tira La Preocupación también o dejarlas de lado.
Después piensa que hacer con ella .

Bien !!!! tu equipaje está listo para ser usado.
Mas piensa bien lo que vas a colocar dentro,

AHORA ES PARA TI.....

Y no te olvides de hacer esto muchas veces
pues el camino es Muy....Muy largo!!!

viernes, 11 de enero de 2013

El test de la lluvia

Empleada en algunos  departamentos de Recursos Humanos para la selección de personal, puesto que ayuda a observar la tolerancia a la presión y a la frustración de un candidato, sus mecanismos de defensa y el nivel de ansiedad que le puede provocar una situación conflictiva




Situar en el centro el chaparrón es una señal de auto-confianza y competitividad,
Si orienta el dibujo hacia el lado derecho del folio, indica deseo de crecer profesionalmente, confianza en el futuro. Pero si es hacia la izquierda, denota pesimismo, algo del pasado obstaculiza su desarrollo. Dibujada en el centro, el candidato es competitivo.
Ausencia de paraguas: señal de escasez de recursos para afrontar situaciones adversas. Por el contrario, un paraguas grande que tapa a la persona denota un exceso de autodefensa y necesidad de protección, aislamiento.
Mango del paraguas remarcado: necesidad de aferrarse a algo, aun sin saber si le resultará útil.
Figura humana de frente. Capacidad para enfrentarse al mundo. Con una orientación indefinida: tendencias obsesivas o paranoides. De perfil: deseo de evasión. De espaldas: necesidad de pasar inadvertido, oculta-miento y problemas de identificación sexual. Inconclusa: desgana, indecisión, depresión. Inclinada: inestabilidad. Sentada: rasgos depresivos. Zonas borradas: incertidumbre, conflicto.

martes, 11 de diciembre de 2012

Salidas y llegadas

SALIDA: Cada segundo.....
LLEGADA: Nunca lo sabrás....
DESTINO: LA VIDA!

Un día, leí un libro que comparaba la vida con un viaje en tren.
Una comparación extremadamente interesante cuando es bien
interpretada

Interesante, porque nuestra vida es como un viaje en tren, llena de
embarques y desembarques, de pequeños accidentes en el camino, de
sorpresas agradables, con algunas subidas y bajadas tristes.

Cuando nacemos y subimos al tren, encontramos dos personas queridas,
que nos harán conocer el viaje hasta el fin: “nuestros padres.”

lamentablemente, ellos en alguna  estación se bajarán para no volver a
subir más…
Quedaremos huérfanos de su cariño, protección y afecto.

Pero a pesar de esto, nuestro viaje deberá continuar…
conoceremos otras interesantes personas durante la larga travesía,
entre ellos nuestros hermanos, hijos, amigos y amores

Muchos de ellos solo realizarán un corto paseo, otros estarán siempre a
nuestro lado, compartiendo alegrías y tristezas.

En el tren, también viajarán personas que andarán de vagón en vagón
para ayudar a quien lo necesite.

Es curioso ver como algunos pasajeros a los que queremos deciden
sentarse alejados de nosotros, en otros vagones...!

Muchos se bajarán y dejarán recuerdos imborrables,
para ellos el viaje “TERMINO”.
Otros, en cambio, viajarán ocupando asientos, sin que nadie perciba que
están allí sentados…

Eso nos lleva a realizar el viaje distantes de ellos.
Pero eso no nos impedirá, aunque tal vez con alguna dificultad,
acercarnos a ellos.

Lo difícil es aceptar que, a pesar de estar cerca… no podremos sentarnos
juntos, pues muchas veces otras son las personas que los acompañan.
Este viaje es así, lleno de atropellos, sueños, fantasías, esperas, llegadas
y partidas.

Sabemos que este tren solo realiza un viaje,
el de ida…

Tratemos, entonces, de viajar lo mejor posible, intentando tener una
buena relación con todos los pasajeros, procurando lo mejor de cada uno
de ellos, recordando siempre que, en algún momento del viaje, alguien
puede perder sus fuerzas y deberemos entender eso.

A nosotros también nos ocurrirá lo mismo y seguramente alguien nos
entenderá y ayudará…
El gran misterio de este viaje es que no sabemos en cual estación nos
tocará descender.

Pienso: cuando tenga que bajarme del tren ¿sentiré añoranzas?
Mi respuesta es SÍ; dejar a mis hijos viajando solos será muy triste…
Separarme de los amores de mi vida, será doloroso.

Pero tengo la esperanza de que en algún momento nos volveremos a
encontrar en la estación principal y tendré la emoción de verlos llegar
con mucha más experiencia de la que tenían al iniciar el viaje.

Seré feliz al pensar que en algo pude colaborar para que ellos hayan
crecido como buenas personas.
Ahora, en este momento, el tren disminuye la velocidad para que suban
y bajen personas.

Mi emoción aumenta a medida que el tren va parando…
¿Quién subirá?.
¿Quién será?

Me gustaría que TU pensaras que el desembarcar del tren, no es sólo una
representación de la muerte o el término de una historia…

Estoy feliz de ver como ciertas personas, como nosotros, tienen la
capacidad de reconstruir para volver a empezar…
Eso es señal de lucha y garra!
Saber vivir es poder ofrecer lo mejor a todos los pasajeros…

Agradezco , porque e estamos compartiendo este viaje y,
a pesar de que a veces nuestros asientos no estén juntos, con
seguridad el vagón en el que vamos y el maquinista son los
mismos.

A tí, que compartes estos minutos
GRACIAS
y que tengas un “BUEN VIAJE”...

Pánico Escénico


¿Qué es?

El pánico escénico es conocido también bajo el nombre del miedo escénico  y hace referencia al miedo intenso que puede llegar a sentir una persona ante la situación de hablar en público, o a actuar ante una audiencia.

¿Cuales son los Síntomas?

Los síntomas que presenta una persona con pánico o miedo escénico son comunes a los de la ansiedad y el estrés y entre ellos tenemos:
A Nivel Físico
* sudoración o transpiración excesiva
* taquicardia
* ganas constantes de ir al baño
* diarreas
* Dolor de Cabeza
* Sensación de sequedad en la boca o de que no se produce la suficiente saliva
* Nauseas
* Escalofríos
* Ponerse rojo o achantarse
A nivel Psicológico
* Tartamudeo
* Dificultades con la atención
* Dificultad para concentrarse
* Auto-crítica y auto-exigencia
* Temor al Fracaso
* Temor al rechazo
* Miedo a hacer el ridículo
* Parálisis: se evita la acción
* Temor a las respuestas de los otros en cuanto a nuestra ansiedad.

¿Por que se Presenta el pánico escénico?

Las causas son muchas
1. traumas o dificultades anteriores en experiencias similares
2. falta de confianza y seguridad en sí mismo
3. sentimientos que no se maneja al grupo: si son conferencias, exposiciones
4. miedo al que dirán y a los comentarios y reacciones después de la actividad
5. está asociada a sentimientos o experiencias anteriores donde se ha sentido falta de control, vergüenza, haberse sentido expuesto o ridiculizado.
6. Miedo a decir algo incorrecto, inadecuado o fuera de lugar.

¿Sabes cual es el mensaje que te das a ti mismo?

No puedo
No soy capaz
No lo lograré
No soy lo suficientemente bueno en ello
Con lo cual, como si fueras un imán lo que lograrás... será exactamente eso

¿Se presenta solo cuando hay que actuar el Público?

Aunque el miedo escénico está asociado a presentarse ante un público, actuar para él o dar una conferencia, lo cierto es que también puede presentarse en otras situaciones en nuestra vida como cuando sentimos un inmenso miedo al asistir a una entrevista de trabajo, declararle nuestros sentimientos a otra persona, pedir un aumento de sueldo o toda situación que nos implique estar frente a otra persona y demostrar nuestras habilidades sociales.

¿A que se debe todo esto?

El pánico escénico se presenta por el concepto y la evaluación que la persona hace de sí misma, esto hace referencia a auto-crítica y auto-juicios donde la persona se descalifica y se desvaloriza ante sí misma, y con ello lo único que puede esperar del medio o de su público es que también le den una valoración negativa de como actúa o se desempeña.

¿Qué ocurre entonces?

El miedo a actuar en público dispara la señal en el organismo, la persona se siente nerviosa y lo expresa a través de su cuerpo.
¿cómo?
Paradójica-mente implicando aquella parte de su cuerpo que necesita para su presentación, la voz por ejemplo, o las piernas en el caso de un bailarín.
Los consejos que recibe la persona es intenta que no se te note, haz de cuenta que no pasa nada, con lo cual se trata de "disimular el miedo" consiguiendo muy contrariamente a lo que se desea un mayor miedo un mayor descontrol que solo ocasiona más y más miedo y una auto-crítica y un auto-juicio mucho mayor que solo genera más y más dificultades.
Lo que ocurre es que la persona genera una conexión entre sus sentimientos de miedo y el hecho de tener que actuar ante el público y mientras más fuerte sea esta conexión se disparará mucho más rápidamente y nos volveremos mucho más sensibles a la experiencia  y a situaciones en las que estamos con otras personas. 
Dicho en otras palabras nos volvemos más sensibles a la situación, con lo cual cosas muy mínimas son capaces de dispararnos este miedo, con lo cual la conexión se hace cada vez más y más fuerte y más difícil de romper.
Nos juzgamos y nos criticamos aún más por lo que ocurre, esto muchas veces impide que pidamos una ayuda apropiada en el momento en que lo necesitamos por que sentimos vergüenza o nos sentimos inapropiados, o que debemos resolverlo solos, con lo cual lo único que hacemos es reforzar más y más esta conexión.

¿Cual es la Solución?

"Ignorar el miedo" no es lo que lo soluciona, por que esto es solo una señal de alerta de nuestro cuerpo y lo que requiere para solucionarlo es ponerle atención.
Para solucionar aquello que nos pasa es necesario es necesario trabajar en dos frentes:
1 Puesto que en la mayoría de los casos no podemos evitar la situación conflictiva por que hace parte de nuestro vida laboral,. profesional o de estudiantes es necesario que podamos controlar la situación.
Lo que tenemos hasta el momento es una conexión negativa entre la situación y la respuesta de nuestro cuerpo que cada vez se intensifica mucho más.
Las reacciones de nuestro cuerpo son una señal de alarma o alerta que nos indica que la situación es difícil para nosotros y que requiere de nuestra atención.
Lo ideal entonces sería poder lograr conexiones positivas que logren disparar en nosotros estados de control, de tranquilidad y de serenidad en vez de aquellos de angustia, miedo y tensión que se nos presentan.
Con lo cual esta conexión positiva es capaz no solo de neutralizar la situación conflictiva sino que podemos lograr un control de nosotros mismos y estar serenos, relajados y tranquilos para nuestra entrevista de trabajo, o para nuestra presentación o para aquello que necesitemos.
2. Encontrar el porque tenemos este miedo, para que la desconexión de él sea completa y podamos liberarnos de la situación. 




Manifestaciones de la Angustia o de estres


Manifestaciones de angustia o de estrés en mi comportamiento

Me siento alterado, con poca paciencia e irritable
Me salgo de control o de casillas, con mucha facilidad
Me extraña este tipo de comportamientos, pero es superior a mi y no lo puedo controlar
Mis movimientos son rápidos, acelerados, indican nerviosismo o por el contrario, mis movimientos son lentos

Manifestaciones de angustia o estrés a nivel de la motivación

Las cosas no me motivan al igual que antes, no siento ninguna pasión, por aquellas cosas que antes si, es como si no encontrará la motivación adecuada para hacerlo.
Es como si todo me diera lo mismo.

Manifestaciones de angustia o estrés a nivel del sueño

No puedo quedarme dormido con facilidad,
Tengo insomnio
Me cuesta para dormirme, parece que en vez de descansar lucho con la cama, no encuentro la posición adecuada, doy vueltas sin cesar y no consigo relajarme.


Manifestaciones de angustia o estrés a nivel personal


He sentido cambios en mi apetito, no puedo comer ni pasar bocado
O por el contrario, como en exceso, no lo puedo controlar, es como si quisiera calmar la angustia a través de la comida
No puedo concentrarme, pierdo el hilo con facilidad.
Siento que mi mente no está en lo que está
Me siento débil, agotado físicamente y con poca energía para realizar las actividades del diario vivir
Me siento mal conmigo mismo, no he logrado cumplir con mis objetivos personales, familiares y económicos, lo que me producen una sensación de que he fracasado, no valgo lo suficiente, mi familia, o mi pareja merecen algo mejor que yo.
Siento que no tengo fuerzas para enfrentar la vida o solucionar ese problema que me acongoja
He llegado a pensar que mi familia está mejor sin mí, o he tenido deseos de no existir más, de que llegue la hora de mi muerte.
Me siento triste, deprimido y sin ganas de vivir.

No siento seguridad en mi mismo, y creo que tengo problemas con mi autoestima.
La solución es determinar la situación o situaciones que me generan estos estados de ansiedad, y buscar unaayuda profesional, por que una vez que se soluciona el conflicto o lo que lo causa la crisis no se volverá a presentar y por otro lado, es importante que aprendamos a controlarnos en estas situaciones, para no tomar decisiones precipitadas, a la ligera o bajo estrés, que en muchas ocasiones no serán acertadas y que podemos por ende arrepentirnos de ellas
Si deseas aprender a controlar  y vencer la ansiedad te regalo el reporte como vencer la ansiedad que puedes solicitarlo llenando el sigueinte formulario y poneindo en motivo de consulta Recibir el reporte como vencer la ansiedad

SER LO MÁS IMPORTANTE: NOSOTROS MISMOS


La inseguridad, la falta de confianza en sí mismos y la autoestima van de la mano
Implica el conocimiento personal, que incluyen cualidades, virtudes y límites, ser sinceros con nosotros mismos.
Muchas veces la falta de seguridad está relacionada con cítricas, frustraciones experiencias del pasado, en donde hemos fracasado, o en situaciones que nos han marcado en la vida, frustraciones de tal forma que nos generan una barrera, un muro de contención que no nos deja plena libertad para actuar ante las circunstancias actuales.
Las experiencias negativas van sumando, y poco a poco nos convencemos de que no somos capaces de seducir a una persona, o no podemos conseguir pareja, o no tenemos las habilidades necesarias para conseguir el trabajo que deseamos, o superarnos a nivel personal, profesional, social o de pareja.
Darnos por vencidos antes de empezar a luchar asegura sin lugar a dudas nuestro fracaso en cualquier ámbito de nuestra vida.
Así como a lo largo de nuestra vida hemos ido acumulando experiencias negativas, también lo hemos hecho con las positivas, nuestras habilidades en todos los niveles y lo que hemos aprendido, además de que hemos madurado, nos permiten la adquisición de herramientas y tener recursos que posiblemente no teníamos cuando tuvimos aquellas primeras experiencias negativas que nos dejaron marcados.
Por ello es importante, identificar cuando, por que y como es que empezaron las dificultades con la seguridad y la confianza en nosotros mismos. Identificar los recursos y las herramientas que hoy tenemos para afrontarlas.
Todas las personas cometemos errores, pero lo importante es poder aprender de ellos, llevarlos a enseñanzas prácticas en nuestra vida, que nos permitan afrontar las cosas desde otra perspectiva, y no desde una barrera limitante, que solo nos llevaría a encerrarnos más en nosotros mismos y a limitar aún más nuestro comportamiento.
De igual manera es importante identificar que comportamientos actuales, mantienen y refuerzan mi inseguridad, para poder encontrar los que contrariamente reforzarían la seguridad en mi mismo.
Una adecuada autoestima y autoconfianza implicaría aceptarme tal y como soy, en todos los niveles que ello implica, conocerme a mi mismo, con mis limitaciones y cualidades, buscando la superación personal, aprender de mis experiencias y sacar provecho de ellas, desarrollar y potenciar mis virtudes, trabajar por aquellas cosas que me gustaría llegar a superar, utilizando los recursos y herramientas personales, que he adquirido a lo largo de la experiencia y los años vividos
La inseguridad en nosotros mismos, y la falta de confianza se permea en todos los factores de nuestra vida, haciendo que no estemos satisfechos con nosotros mismos, con la forma como somos y nos comportamos, lo cual por ende golpearía nuestra autoestima
Lo importante con todo esto, es que tiene solución, podemos trabajar en nuestro crecimeinto personal y en sentirnos mejor con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea, mejorando con ello nuestra calidad de vida. En este tipo de situaciones es importante una ayuda profesional que nos permita contactar con nuestros recursos, con nuestras capacidades, superar nuestras dificultades y hacer de nuestra vida aquello que en realidad queremos. Si no deseas encaminarte por la ayuda profesional hoy en día contamos con las estrategias para adquirir habilidades sociales y ser esa persona popular Y extrovertida que deseas ser. 

Aprovecha lo que tienes

Cuánto tienes a tu alcance para hacer algo no es ni por asomo tan importante como lo que decidas hacer con ello. Muchísima gente que se volv...